Al día siguiente tuve el despertar más maravilloso que haya tenido en años. Desperté a su lado. Cuando abro los ojos, sintiendo los párpados pesados por todo el ajetreo del día anterior, lo veo acodado junto a mí, mirándome embelesado.
-¡Sos hermosa!- me dice.
-No mientas- le recrimino –Debo ser un desastre, me siento como si hubiera corrido una maratón-
-Bueno, en realidad corrimos una maratón… una maratón sexual- se ríe –Todavía no puedo creer todo lo que cogimos ayer-
-¡Y lo que vamos a coger hoy!- le aseguro.
Se vuelve a reír.
-Te tengo una sorpresa- me dice.
Se levanta, todavía en bolas, la pija bamboleándose entre sus piernas y sale del cuarto. Vuelve al instante con una bandeja cargada con termo, mate y bizcochitos azucarados (sí, ya sé que son malos para la dieta pero son mi debilidad). Tomamos mate en la cama, los dos desnudos, yo sacaba un bizcochito de la bolsa y se lo daba en la boca, luego él hacía lo mismo conmigo. No sé si habrá sido el calor del mate, el azúcar de los bizcochitos o el estar ahí los dos como Dios nos trajo al mundo, pero la pija a Vicente se le puso como un cañón. Al verla, agarre el mate y con expresión risueña, le dije:
-Uy, me parece que se acabo la yerba-
Vicente entendió el mensaje y se acomodó de forma tal que su pija quedó a mi entera disposición. Se la chupé como tantas otras veces, con amor y dedicación, con fanatismo, recorriendo con mis labios toda su extensión, que, pese a no ser demasiada, me satisfacía por completo. Me tomé mi tiempo además para dedicarle a sus huevos una atención especial. Besos, chupadas, lamidas, mordiditas, me gusta empalagarme con ese par de carnosos bombones que se endurecen y palpitan ante las húmedas atenciones de mi boca. Durante el resto del día hicimos el amor varias veces más. Ambos sabíamos que un fin de semana como éste sería difícil de repetir, por lo que queríamos aprovechar al máximo nuestra pecaminosa luna de miel. En una de esas oportunidades cogimos en la cocina, mientras preparábamos el almuerzo. De tanto roce, alevoso e intencional, no aguantamos más y terminé sentada sobre la mesada, de piernas abiertas, con él entre ellas, clavándome como si pretendiera hacerme levantar vuelo con cada pijazo. En la cocina solo se escuchaban nuestros gemidos y el acelerado “PLOP PLOP” de la penetración. Debo decir que ahora Vicente es mucho mejor amante que cuando empezamos, de tanto cogerme agarro práctica, por lo que sus movimientos resultan más precisos y efectivos. Igual, me gusta aunque se quede quieto, pero ahora por la forma en que se movía, hacía que se sacudiera toda la mesada. Mis piernas se sacudían como electrificadas a ambos lados de su cuerpo, hasta que arremetió con todo y dejándomela clavada en lo más profundo, allí donde debería estar por siempre, me rebalsó la concha con su maravillosa esencia. Cuando se apartó, casi grogui de tanto desgaste físico, me derrumbé a sus pies y le chupé la pija para limpiársela, recogiendo con mi lengua los restos de esperma que se deslizaban por sus huevos y vello púbico.
Ya por la tarde nos duchamos juntos, pero no lo hicimos, solo nos besamos y acariciamos, sabiendo que ya era el momento de volver a la realidad. Durante esos dos días en que no le di el pecho al Ro, la leche se me fue acumulando, pero no tuve problema con ello, ya que Vicente fue mi extractor humano, chupándome y bebiéndose lo que le hubiese correspondido a mi hijo. Hacia el final de la tarde, sin decir una palabra, subimos todo al auto, cerramos la casa y emprendimos el regreso. El clima ahora era muy distinto a cuando llegamos, ni siquiera escuchamos música. A mitad de camino me llama mi marido, le digo que ya estoy de vuelta, me dice de ir a esperarme pero le digo que ya estoy cerca, que no es necesario. Vicente me deja a una prudente distancia de mi casa. Nos despedimos con un beso tan intenso y efusivo como todos los que nos dimos durante ese glorioso fin de semana.
-Quiero irme con vos, para siempre, no quiero dejarte- le digo.
-Sabés que es imposible, tu familia…- me recuerda.
-Quiero tener una familia con vos- le insisto –Que me hagas un montón de hijos- sé que es una locura pero igual se lo digo.
Quiero, quiero, todo es quiero pero… no puedo. Me doy cuenta de ello y ya no le insisto. Hoy no, otro día, quizás. Me bajo de su auto y me tomo otro taxi. No volteo a verlo, no quiero llorar. Cuando llego a casa mi marido y el Ro me están esperando ansiosos por verme. Los veo y entonces sí, me largo a llorar como una Magdalena. Mi marido cree que lloro por la emoción de verlos después de estar dos días separados. Quizás sea por eso, quizás… el Ro se me prende frenético del pecho. Me siento feliz de estar nuevamente en casa.
THE END...
-¡Sos hermosa!- me dice.
-No mientas- le recrimino –Debo ser un desastre, me siento como si hubiera corrido una maratón-
-Bueno, en realidad corrimos una maratón… una maratón sexual- se ríe –Todavía no puedo creer todo lo que cogimos ayer-
-¡Y lo que vamos a coger hoy!- le aseguro.
Se vuelve a reír.
-Te tengo una sorpresa- me dice.
Se levanta, todavía en bolas, la pija bamboleándose entre sus piernas y sale del cuarto. Vuelve al instante con una bandeja cargada con termo, mate y bizcochitos azucarados (sí, ya sé que son malos para la dieta pero son mi debilidad). Tomamos mate en la cama, los dos desnudos, yo sacaba un bizcochito de la bolsa y se lo daba en la boca, luego él hacía lo mismo conmigo. No sé si habrá sido el calor del mate, el azúcar de los bizcochitos o el estar ahí los dos como Dios nos trajo al mundo, pero la pija a Vicente se le puso como un cañón. Al verla, agarre el mate y con expresión risueña, le dije:
-Uy, me parece que se acabo la yerba-
Vicente entendió el mensaje y se acomodó de forma tal que su pija quedó a mi entera disposición. Se la chupé como tantas otras veces, con amor y dedicación, con fanatismo, recorriendo con mis labios toda su extensión, que, pese a no ser demasiada, me satisfacía por completo. Me tomé mi tiempo además para dedicarle a sus huevos una atención especial. Besos, chupadas, lamidas, mordiditas, me gusta empalagarme con ese par de carnosos bombones que se endurecen y palpitan ante las húmedas atenciones de mi boca. Durante el resto del día hicimos el amor varias veces más. Ambos sabíamos que un fin de semana como éste sería difícil de repetir, por lo que queríamos aprovechar al máximo nuestra pecaminosa luna de miel. En una de esas oportunidades cogimos en la cocina, mientras preparábamos el almuerzo. De tanto roce, alevoso e intencional, no aguantamos más y terminé sentada sobre la mesada, de piernas abiertas, con él entre ellas, clavándome como si pretendiera hacerme levantar vuelo con cada pijazo. En la cocina solo se escuchaban nuestros gemidos y el acelerado “PLOP PLOP” de la penetración. Debo decir que ahora Vicente es mucho mejor amante que cuando empezamos, de tanto cogerme agarro práctica, por lo que sus movimientos resultan más precisos y efectivos. Igual, me gusta aunque se quede quieto, pero ahora por la forma en que se movía, hacía que se sacudiera toda la mesada. Mis piernas se sacudían como electrificadas a ambos lados de su cuerpo, hasta que arremetió con todo y dejándomela clavada en lo más profundo, allí donde debería estar por siempre, me rebalsó la concha con su maravillosa esencia. Cuando se apartó, casi grogui de tanto desgaste físico, me derrumbé a sus pies y le chupé la pija para limpiársela, recogiendo con mi lengua los restos de esperma que se deslizaban por sus huevos y vello púbico.
Ya por la tarde nos duchamos juntos, pero no lo hicimos, solo nos besamos y acariciamos, sabiendo que ya era el momento de volver a la realidad. Durante esos dos días en que no le di el pecho al Ro, la leche se me fue acumulando, pero no tuve problema con ello, ya que Vicente fue mi extractor humano, chupándome y bebiéndose lo que le hubiese correspondido a mi hijo. Hacia el final de la tarde, sin decir una palabra, subimos todo al auto, cerramos la casa y emprendimos el regreso. El clima ahora era muy distinto a cuando llegamos, ni siquiera escuchamos música. A mitad de camino me llama mi marido, le digo que ya estoy de vuelta, me dice de ir a esperarme pero le digo que ya estoy cerca, que no es necesario. Vicente me deja a una prudente distancia de mi casa. Nos despedimos con un beso tan intenso y efusivo como todos los que nos dimos durante ese glorioso fin de semana.
-Quiero irme con vos, para siempre, no quiero dejarte- le digo.
-Sabés que es imposible, tu familia…- me recuerda.
-Quiero tener una familia con vos- le insisto –Que me hagas un montón de hijos- sé que es una locura pero igual se lo digo.
Quiero, quiero, todo es quiero pero… no puedo. Me doy cuenta de ello y ya no le insisto. Hoy no, otro día, quizás. Me bajo de su auto y me tomo otro taxi. No volteo a verlo, no quiero llorar. Cuando llego a casa mi marido y el Ro me están esperando ansiosos por verme. Los veo y entonces sí, me largo a llorar como una Magdalena. Mi marido cree que lloro por la emoción de verlos después de estar dos días separados. Quizás sea por eso, quizás… el Ro se me prende frenético del pecho. Me siento feliz de estar nuevamente en casa.
THE END...
21 comentarios - Una nueva luna de miel (3º y última parte)
Uno no hace más que quedarse con la boca abierta. Te pueden acusar que el final te lo escribió Corín Tellado pero me parece el final adecuado para tremenda historia. Y bue'... a jugarse por este nuevo amor. Y a meterle los cuernos a Vicente, obviooooo!!!!
+10, gran final de una saga no menos genial
De mi parte para que este drama no termine de la peor forma, lo único que te digo es que se vive una vez y todos tenemos derecho a realizar lo que queremos. Hace lo que sientas a la larga es mejor para vos, hijo y sin dudas marido. Saludos y perdón por este introvertido comentario. Mis puntos fieles.
te dejo un beso Misko
Cada vez me gusta mas como escribis!
Espero que haya muchas mas historias para contarnos!
Gracias por compartir
ahi van mis puntos.