Bueno, continua en donde quedo el otro, si no leyeron la primera parte, acá está:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2402615/Una-nueva-luna-de-miel.html
Una nueva luna de miel (2º parte)
Volvimos a la casa tomados de las manos, tal como habíamos llegado. Llegue con la calza empapada de su semen y mis flujos vaginales, así que lo primero que hice fue lavarme y cambiarme. Luego llame a mi marido para avisarle que había llegado sana y salva, y que ya estaba preparándome para… bueno, para aquello que me había servido de excusa para poder hacer el viaje. Me deseó suerte, asegurándome que tanto él como Rodrigo estaban bien. Prometimos hablar de nuevo por la noche y cortamos, Vicente ya me estaba esperando para dormir la siesta, bueno, “dormir” es una forma de decir, porque ni siquiera llegamos a pegar un ojo. Cogimos toda la tarde, mejor dicho, hicimos el amor toda la tarde, Vicente se sorprendía con cada una de las poses que yo lo incitaba a practicar.
-¡Así… así… ponémela así…!- le decía realizando alguna extraña contorsión, buscando sentirlo dentro mío de una y mil maneras.
-Es como estar con una actriz porno- me decía.
Luego me contaría que con su finada esposa eran muy tradicionales, únicamente misionero, ella abajo, él arriba, por eso le sorprendía que yo fuese tan amplia en lo que a posturas se refiere. Creo que solo esa tarde repasamos todo el Kamasutra. Tras el enésimo polvo que nos echamos, nos tiramos a descansar, traspirados y extenuados de tanto coger, Vicente prendió un cigarrillo y aunque no soporto el humo, se lo permití, a él se lo permito todo. Nos mantuvimos en silencio un instante, recuperando el ritmo normal de nuestra respiración, cuando me pregunta:
-¿Ya fuiste infiel antes?-
Aunque lo amo tuve que mentirle, no creo que le hubiera gustado que le dijera: “Y…una vez por semana”. En vez de eso, le dije:
-Una vez hace tiempo, pero… nada que ver con esto-
El me dijo que nunca le fue infiel a su esposa, y que después que ella murió, solo una vez había estado con una prostituta, pero no porque le gustara, sino porque se sentía solo. Esa confesión me desarmó, me le subí encima, a caballito, sentada sobre sus genitales, le saque el cigarrillo de entre los dedos, lo apague en el cenicero y le aseguré mirándolo a los ojos:
-Ahora ya no vas a estar solo, nunca más- sellando mis palabras con un beso por demás intenso, emotivo y jugoso.
Por la noche cenamos el asado frío que quedo del mediodía. Lo acompañamos con una ensalada que yo misma prepare. Mientras comíamos, esta vez en la sala, nuestras miradas se posaron al mismo tiempo en la chimenea que había en un rincón. Nos miramos y sonreímos. Estábamos pensando lo mismo.
-Voy por leña- dijo él.
-Yo levanto la mesa- dije yo.
Cuando volvió, con una buena cantidad de ramas secas, la mesa ya estaba levantada y los platos limpios. Enseguida puso la leña en la chimenea, la encendió con el mechero y… ¡voilá!... una cálida y resplandeciente fogata comenzó a calentar el ambiente. En pocos minutos entramos en calor. Nos sentamos sobre la alfombra, frente a la chimenea, y comenzamos a besarnos y acariciarnos. No tardamos nada en quedar los dos completamente desnudos, el uno sobre el otro, conformando un excitante 69. Yo le hacía garganta profunda mientras él me chupaba toda por dentro, reteniendo el clítoris entre sus labios y succionándolo como si quisiera exprimirlo hasta desaparecerlo. Para quién no lo haya probado, le digo que hacer el amor frente a una chimenea, con el fuego crepitando intensamente, es una experiencia que no se deben perder. Sobre todo si estás con alguien a quien amás verdaderamente.
Luego de saborearnos en forma mutua, me puse en cuatro, pose que rara vez practicábamos, ya que preferimos hacerlo frente a frente, mirándonos, disfrutando cada gesto del otro, pero como era una noche especial… me tomó por detrás y me la metió alternativamente por ambos agujeros. Estábamos en plena faena, con su pija bombeándome el culo, cuando suena mi celular, el tono de llamada me advierte que se trata de mi marido. Me había olvidado mi promesa de hablarnos por la noche. Salgo de mi posición, dejando la pija de Vicente balanceándose en el vacío y corro hacia mi teléfono. Trato de parecer lo menos agitada posible, lo cual no es nada fácil, sobre todo porque tengo el orgasmo ahí, golpeándome las entrañas.
-Hola si, recién llego- le digo al atender –cansadísima… sí, todo bien por ahora, solo que son charlas muy técnicas, me cuesta comprender algunas cosas, pero voy zafando… jaja-
Mientras hablo con mi marido, Vicente se mantiene de espalda en la alfombra, meneándose la pija para no perder la erección. A todo digo que sí, aunque en realidad no puedo dejar de mirar ese émbolo de carne que me atrae como si de un hechizo se tratara. Me tiene embrujada. Hasta se me cae la baba de solo mirarla. Me despido de mi marido con un beso para él y otro para el Ro, revoleó el celular para cualquier lado (ya lo buscaré mañana, pienso) y vuelvo con quién me hace perder la razón y la compostura. Me le subo encima y me clavó de una en esa maquiavélica poronga que ha estado esperando por mí. Lo cabalgo como si de esa cabalgata dependiera nuestro destino, sacudiéndole las tetas frente a la cara, encaminándome ahora sí, sin interrupciones, hacia ese orgasmo que tengo oprimiéndome las entrañas. De nuevo, como casi siempre, acabamos al unísono, mezclando nuestros gemidos y nuestra esencia en una forma plena y absoluta. No me aparte de él sino hasta que la última gota de semen estuvo depositada en mi interior, desnudos, como estábamos, sudorosos, y con nuestras intimidades pegoteadas con la esencia del otro, apagamos el fuego de la chimenea y nos fuimos a la cama. Apenas apoyamos la cabeza en la almohada nos quedamos dormidos. Por primera vez pasaríamos la noche juntos.
...continuará...
http://www.poringa.net/posts/relatos/2402615/Una-nueva-luna-de-miel.html
Una nueva luna de miel (2º parte)
Volvimos a la casa tomados de las manos, tal como habíamos llegado. Llegue con la calza empapada de su semen y mis flujos vaginales, así que lo primero que hice fue lavarme y cambiarme. Luego llame a mi marido para avisarle que había llegado sana y salva, y que ya estaba preparándome para… bueno, para aquello que me había servido de excusa para poder hacer el viaje. Me deseó suerte, asegurándome que tanto él como Rodrigo estaban bien. Prometimos hablar de nuevo por la noche y cortamos, Vicente ya me estaba esperando para dormir la siesta, bueno, “dormir” es una forma de decir, porque ni siquiera llegamos a pegar un ojo. Cogimos toda la tarde, mejor dicho, hicimos el amor toda la tarde, Vicente se sorprendía con cada una de las poses que yo lo incitaba a practicar.
-¡Así… así… ponémela así…!- le decía realizando alguna extraña contorsión, buscando sentirlo dentro mío de una y mil maneras.
-Es como estar con una actriz porno- me decía.
Luego me contaría que con su finada esposa eran muy tradicionales, únicamente misionero, ella abajo, él arriba, por eso le sorprendía que yo fuese tan amplia en lo que a posturas se refiere. Creo que solo esa tarde repasamos todo el Kamasutra. Tras el enésimo polvo que nos echamos, nos tiramos a descansar, traspirados y extenuados de tanto coger, Vicente prendió un cigarrillo y aunque no soporto el humo, se lo permití, a él se lo permito todo. Nos mantuvimos en silencio un instante, recuperando el ritmo normal de nuestra respiración, cuando me pregunta:
-¿Ya fuiste infiel antes?-
Aunque lo amo tuve que mentirle, no creo que le hubiera gustado que le dijera: “Y…una vez por semana”. En vez de eso, le dije:
-Una vez hace tiempo, pero… nada que ver con esto-
El me dijo que nunca le fue infiel a su esposa, y que después que ella murió, solo una vez había estado con una prostituta, pero no porque le gustara, sino porque se sentía solo. Esa confesión me desarmó, me le subí encima, a caballito, sentada sobre sus genitales, le saque el cigarrillo de entre los dedos, lo apague en el cenicero y le aseguré mirándolo a los ojos:
-Ahora ya no vas a estar solo, nunca más- sellando mis palabras con un beso por demás intenso, emotivo y jugoso.
Por la noche cenamos el asado frío que quedo del mediodía. Lo acompañamos con una ensalada que yo misma prepare. Mientras comíamos, esta vez en la sala, nuestras miradas se posaron al mismo tiempo en la chimenea que había en un rincón. Nos miramos y sonreímos. Estábamos pensando lo mismo.
-Voy por leña- dijo él.
-Yo levanto la mesa- dije yo.
Cuando volvió, con una buena cantidad de ramas secas, la mesa ya estaba levantada y los platos limpios. Enseguida puso la leña en la chimenea, la encendió con el mechero y… ¡voilá!... una cálida y resplandeciente fogata comenzó a calentar el ambiente. En pocos minutos entramos en calor. Nos sentamos sobre la alfombra, frente a la chimenea, y comenzamos a besarnos y acariciarnos. No tardamos nada en quedar los dos completamente desnudos, el uno sobre el otro, conformando un excitante 69. Yo le hacía garganta profunda mientras él me chupaba toda por dentro, reteniendo el clítoris entre sus labios y succionándolo como si quisiera exprimirlo hasta desaparecerlo. Para quién no lo haya probado, le digo que hacer el amor frente a una chimenea, con el fuego crepitando intensamente, es una experiencia que no se deben perder. Sobre todo si estás con alguien a quien amás verdaderamente.
Luego de saborearnos en forma mutua, me puse en cuatro, pose que rara vez practicábamos, ya que preferimos hacerlo frente a frente, mirándonos, disfrutando cada gesto del otro, pero como era una noche especial… me tomó por detrás y me la metió alternativamente por ambos agujeros. Estábamos en plena faena, con su pija bombeándome el culo, cuando suena mi celular, el tono de llamada me advierte que se trata de mi marido. Me había olvidado mi promesa de hablarnos por la noche. Salgo de mi posición, dejando la pija de Vicente balanceándose en el vacío y corro hacia mi teléfono. Trato de parecer lo menos agitada posible, lo cual no es nada fácil, sobre todo porque tengo el orgasmo ahí, golpeándome las entrañas.
-Hola si, recién llego- le digo al atender –cansadísima… sí, todo bien por ahora, solo que son charlas muy técnicas, me cuesta comprender algunas cosas, pero voy zafando… jaja-
Mientras hablo con mi marido, Vicente se mantiene de espalda en la alfombra, meneándose la pija para no perder la erección. A todo digo que sí, aunque en realidad no puedo dejar de mirar ese émbolo de carne que me atrae como si de un hechizo se tratara. Me tiene embrujada. Hasta se me cae la baba de solo mirarla. Me despido de mi marido con un beso para él y otro para el Ro, revoleó el celular para cualquier lado (ya lo buscaré mañana, pienso) y vuelvo con quién me hace perder la razón y la compostura. Me le subo encima y me clavó de una en esa maquiavélica poronga que ha estado esperando por mí. Lo cabalgo como si de esa cabalgata dependiera nuestro destino, sacudiéndole las tetas frente a la cara, encaminándome ahora sí, sin interrupciones, hacia ese orgasmo que tengo oprimiéndome las entrañas. De nuevo, como casi siempre, acabamos al unísono, mezclando nuestros gemidos y nuestra esencia en una forma plena y absoluta. No me aparte de él sino hasta que la última gota de semen estuvo depositada en mi interior, desnudos, como estábamos, sudorosos, y con nuestras intimidades pegoteadas con la esencia del otro, apagamos el fuego de la chimenea y nos fuimos a la cama. Apenas apoyamos la cabeza en la almohada nos quedamos dormidos. Por primera vez pasaríamos la noche juntos.
...continuará...
18 comentarios - Una nueva luna de miel (2º parte)
Besos Misko
Muy caliente!!
Espero la continuacion!
Gracias por compartir