Si hay algo que elogian siempre en mis relatos son los detalles, sin embargo en éste no podré ser muy específica, ya que hay excusas, mentiras y situaciones que expuestas libremente podrían proporcionar claros indicios no solo de mi persona, sino también de mi lugar de trabajo y del ámbito en el que me muevo. Creo que ya es suficiente con que sepan que trabajo en una Compañía de seguros y que tengo un hijo, cosas que, admito, tendría que haber mantenido en estricta reserva, pero bueno, a veces me dejo llevar por el entusiasmo y termino contando mas (mucho mas) de lo que debería. Por lo pronto les cuento que se me cumplió el deseo de tener una mini luna de miel con Vicente, otra vez gracias a engaños, manipulaciones y verdades a medias, pudimos disfrutar de todo un fin de semana para nosotros solos, dos días en los que su leche corrió por mi cuerpo con la densidad propia de un manantial lleno de vida y satisfacción.
Para resguardar mi identidad, no voy a contar a que mentira tuve que recurrir para ausentarme de mi casa durante esos días, y menos aún a que lugar fuimos, solo que se trato de una casa de campo conseguida a último momento gracias a la gestión de alguno de los dos. Como en aquellos eventos que parecen estar signados por el destino, todo fue sobre ruedas desde el primer momento, ningún contratiempo, ninguna demora, era como que todo se había confabulado para que al fin pudiésemos hacer nuestro deseo realidad. Los días previos estoy ansiosa, impaciente, el viernes ya tengo el bolso preparado, el sábado bien temprano le doy la última teta al Ro, me despido de mi marido y me subo al taxi que muy solícito él mismo se encargo de llamar, el que me llevaría al encuentro con mi amor. Así que me bajo de un taxi, y me subo a otro, al de Vicente, que ya me está esperando en una esquina previamente pactada. Cuando nos encontramos, no podemos dejar de besarnos en esa forma ávida y furiosa, tan nuestra, tan de nosotros. Tras el beso, largo, jugoso, caliente, nos ponemos en marcha. Durante el viaje vamos tomando mate, charlando, riéndonos, escuchando música. Me siento feliz, muy feliz. En un momento, luego de más de una hora de viaje y varios mates, me dice que tiene ganas de mear. Se detiene al costado de la ruta y se baja con la prisa lógica de quién se hace encima. Se mete entre unos arbustos y se pone a orinar. Me bajo tras de él, me le acerco sigilosamente y abrazándolo por detrás, presionando mis pechos contra su espalda, le agarro la pija con una mano diciéndole:
-¿Te ayudo?-
Le muevo la pija haciendo que el chorro de pis dibuje distintas siluetas en la tierra. El se ríe. Luego se la sacudo y se la guardo dentro del pantalón, dándole una suave palmadita. Entonces es mi turno, el mate me hace el mismo efecto que aquella primera vez en su habitación. Me paro frente a él. Me bajo el jean que tengo puesto, me bajo también la bombacha, me pongo en cuclillas y suelto un potente y caudaloso chorro de orina, todo lo que contiene mi vejiga. Ya aliviados, retomamos el viaje.
La casa… bueno, no voy a dar mayores precisiones, pero se entra por una tranquera, y por un camino de tierra rodeado de árboles y vegetación, se llega al casco principal. Al lado de la casa hay una especie de galpón, la parrilla, más allá una piscina todavía vacía y luego el campo que pertenece a la propiedad. Apenas llegamos me puse ropa más cómoda, una calza y una remera sin nada debajo, bajamos del auto lo que necesitaríamos durante nuestra estancia y mientras yo limpiaba un poco, Vicente preparaba el asado. El día estaba frío pero soleado, por lo que comimos afuera, acompañando la carne con un buen vino tinto. De postre un paseo por la estancia, tomados de las manos. Todo era tan romántico, tan de telenovela, que deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante y permanecer para siempre así de unidos.
La propiedad es bastante extensa, por lo que caminamos por un buen rato, hasta que nos detuvimos a descansar bajo la sombra de un frondoso árbol. Una mirada bastó para que nos fundiéramos en un abrazo interminable, besándonos con furor, comiéndonos las bocas mientras nuestras manos se aferraban al cuerpo del otro, como si temieran que fuera a escaparse. Estábamos tan pegados que en mi vientre podía sentir su abultamiento creciendo cada vez más. Deslicé una mano sobre el mismo, para sentirlo con mayor nitidez y entonces ya no me pude aguantar, necesitaba chupársela, y él también, creo, porque al sentir mis caricias en esa zona tan álgida de su cuerpo, me liberó enseguida. Y ahora sí, la telenovela se convierte en una triple equis. Me postré sumisa ante él, las rodillas en la hierba, y desabrochándole con precipitada urgencia el pantalón, extraje con delicadeza al objeto de mi adoración, la pija emergió ya dura y enhiesta, mojada en sus propios fluidos preseminales. Se la chupe como si el fin del mundo estuviera sucediendo en ese mismo momento y ya no hubiera posibilidad futura de disfrutar su sabor una vez más.
Siempre fue muy delicado a la hora del sexo oral, no es de esos tipos que te la quieren hacer comer hasta ahogarte, lo cual, admito, no me desagrada, siempre y cuando no sea con demasiada violencia. Siempre soy yo la que se la come y saborea sin restricciones, pero en ese momento de calentura necesitaba algo más intenso, por lo que agarrando sus manos, las sitúe a ambos lados de mi cabeza y le indique como debía moverse. Entendiendo perfectamente cuál era mi necesidad, me aferró fuerte del cabello y comenzó a moverse ahora sí, atrás y adelante, cogiéndome por la boca, haciéndome sentir su gruesa cabeza palpitando en mi garganta. La saliva y el juguito que precede al semen me chorrea por la pera, pero él sigue, entusiasmado con esa nueva alternativa sexual que acabo de enseñarle. Cuando sentí la boca ya entumecida, me liberé de sus manos, me la saque de adentro y dándole un besito en la punta, la deje vibrando en el aire, y me levanté. Me di la media vuelta, me baje de un tirón la calza, y apoyándome contra el nudoso tronco del árbol que nos servía de resguardo, paré bien la colita, ofreciéndosela sin reservas. Como no me había puesto bombacha (¿para qué?), mi concha se abrió como pimpollo en primavera al sentir la exquisita fragancia de su virilidad. Con la pija parada a full, vino hacia mí, me aferró de la cintura y mediante precisos movimientos pélvicos, me la acomodó justo en la entrada, pero no me la metió, sino que fui yo la que me la metí adentro apenas la sentí, echándome hacia atrás y soltando una estruendosa exclamación de júbilo al tenerla toda en mi interior. Ya bien adosado a mi cuerpo, empezó a moverse con un vaivén delicioso, haciéndome estremecer con cada arremetida… todavía me pregunto ¿cómo es capaz de cogerme tan bien y hacerme gozar tanto con una pija que no supera los 14 o 15 centímetros? Si bien me gustan las pijas grandes (¡los pijazos, jaja!), pónganme al lado de la de Vicente una de 20 x 6, fibrosa, nervuda, caliente, con las venas bien marcada y aún así elegiré la de Vicente, es mi debilidad, mi Santo Grial, la parte que le falta a mi cuerpo para sentirse completo. Con él me siento llena, feliz, rebosante, me olvido del mundo y hasta de mi propia familia. Solo quiero que me coja, que me haga sentir esa verga deliciosa que en cada penetración parece deshacerse dentro de mi concha.
En los alrededores del campo solo se escuchan nuestros jadeos y el canto de los pájaros. En una última clavada, Vicente me aferró de los pechos, me atrajo aún más hacia él, y dejándomela adentro, me inyectó efusivamente la savia de nuestro amor. Todavía con la pija pulsando en mi interior, giré la cabeza, lo besé y le susurré un: ¡Te amo!, cargado de felicidad y satisfacción.
...continuara...
Para resguardar mi identidad, no voy a contar a que mentira tuve que recurrir para ausentarme de mi casa durante esos días, y menos aún a que lugar fuimos, solo que se trato de una casa de campo conseguida a último momento gracias a la gestión de alguno de los dos. Como en aquellos eventos que parecen estar signados por el destino, todo fue sobre ruedas desde el primer momento, ningún contratiempo, ninguna demora, era como que todo se había confabulado para que al fin pudiésemos hacer nuestro deseo realidad. Los días previos estoy ansiosa, impaciente, el viernes ya tengo el bolso preparado, el sábado bien temprano le doy la última teta al Ro, me despido de mi marido y me subo al taxi que muy solícito él mismo se encargo de llamar, el que me llevaría al encuentro con mi amor. Así que me bajo de un taxi, y me subo a otro, al de Vicente, que ya me está esperando en una esquina previamente pactada. Cuando nos encontramos, no podemos dejar de besarnos en esa forma ávida y furiosa, tan nuestra, tan de nosotros. Tras el beso, largo, jugoso, caliente, nos ponemos en marcha. Durante el viaje vamos tomando mate, charlando, riéndonos, escuchando música. Me siento feliz, muy feliz. En un momento, luego de más de una hora de viaje y varios mates, me dice que tiene ganas de mear. Se detiene al costado de la ruta y se baja con la prisa lógica de quién se hace encima. Se mete entre unos arbustos y se pone a orinar. Me bajo tras de él, me le acerco sigilosamente y abrazándolo por detrás, presionando mis pechos contra su espalda, le agarro la pija con una mano diciéndole:
-¿Te ayudo?-
Le muevo la pija haciendo que el chorro de pis dibuje distintas siluetas en la tierra. El se ríe. Luego se la sacudo y se la guardo dentro del pantalón, dándole una suave palmadita. Entonces es mi turno, el mate me hace el mismo efecto que aquella primera vez en su habitación. Me paro frente a él. Me bajo el jean que tengo puesto, me bajo también la bombacha, me pongo en cuclillas y suelto un potente y caudaloso chorro de orina, todo lo que contiene mi vejiga. Ya aliviados, retomamos el viaje.
La casa… bueno, no voy a dar mayores precisiones, pero se entra por una tranquera, y por un camino de tierra rodeado de árboles y vegetación, se llega al casco principal. Al lado de la casa hay una especie de galpón, la parrilla, más allá una piscina todavía vacía y luego el campo que pertenece a la propiedad. Apenas llegamos me puse ropa más cómoda, una calza y una remera sin nada debajo, bajamos del auto lo que necesitaríamos durante nuestra estancia y mientras yo limpiaba un poco, Vicente preparaba el asado. El día estaba frío pero soleado, por lo que comimos afuera, acompañando la carne con un buen vino tinto. De postre un paseo por la estancia, tomados de las manos. Todo era tan romántico, tan de telenovela, que deseaba que el tiempo se detuviera en ese instante y permanecer para siempre así de unidos.
La propiedad es bastante extensa, por lo que caminamos por un buen rato, hasta que nos detuvimos a descansar bajo la sombra de un frondoso árbol. Una mirada bastó para que nos fundiéramos en un abrazo interminable, besándonos con furor, comiéndonos las bocas mientras nuestras manos se aferraban al cuerpo del otro, como si temieran que fuera a escaparse. Estábamos tan pegados que en mi vientre podía sentir su abultamiento creciendo cada vez más. Deslicé una mano sobre el mismo, para sentirlo con mayor nitidez y entonces ya no me pude aguantar, necesitaba chupársela, y él también, creo, porque al sentir mis caricias en esa zona tan álgida de su cuerpo, me liberó enseguida. Y ahora sí, la telenovela se convierte en una triple equis. Me postré sumisa ante él, las rodillas en la hierba, y desabrochándole con precipitada urgencia el pantalón, extraje con delicadeza al objeto de mi adoración, la pija emergió ya dura y enhiesta, mojada en sus propios fluidos preseminales. Se la chupe como si el fin del mundo estuviera sucediendo en ese mismo momento y ya no hubiera posibilidad futura de disfrutar su sabor una vez más.
Siempre fue muy delicado a la hora del sexo oral, no es de esos tipos que te la quieren hacer comer hasta ahogarte, lo cual, admito, no me desagrada, siempre y cuando no sea con demasiada violencia. Siempre soy yo la que se la come y saborea sin restricciones, pero en ese momento de calentura necesitaba algo más intenso, por lo que agarrando sus manos, las sitúe a ambos lados de mi cabeza y le indique como debía moverse. Entendiendo perfectamente cuál era mi necesidad, me aferró fuerte del cabello y comenzó a moverse ahora sí, atrás y adelante, cogiéndome por la boca, haciéndome sentir su gruesa cabeza palpitando en mi garganta. La saliva y el juguito que precede al semen me chorrea por la pera, pero él sigue, entusiasmado con esa nueva alternativa sexual que acabo de enseñarle. Cuando sentí la boca ya entumecida, me liberé de sus manos, me la saque de adentro y dándole un besito en la punta, la deje vibrando en el aire, y me levanté. Me di la media vuelta, me baje de un tirón la calza, y apoyándome contra el nudoso tronco del árbol que nos servía de resguardo, paré bien la colita, ofreciéndosela sin reservas. Como no me había puesto bombacha (¿para qué?), mi concha se abrió como pimpollo en primavera al sentir la exquisita fragancia de su virilidad. Con la pija parada a full, vino hacia mí, me aferró de la cintura y mediante precisos movimientos pélvicos, me la acomodó justo en la entrada, pero no me la metió, sino que fui yo la que me la metí adentro apenas la sentí, echándome hacia atrás y soltando una estruendosa exclamación de júbilo al tenerla toda en mi interior. Ya bien adosado a mi cuerpo, empezó a moverse con un vaivén delicioso, haciéndome estremecer con cada arremetida… todavía me pregunto ¿cómo es capaz de cogerme tan bien y hacerme gozar tanto con una pija que no supera los 14 o 15 centímetros? Si bien me gustan las pijas grandes (¡los pijazos, jaja!), pónganme al lado de la de Vicente una de 20 x 6, fibrosa, nervuda, caliente, con las venas bien marcada y aún así elegiré la de Vicente, es mi debilidad, mi Santo Grial, la parte que le falta a mi cuerpo para sentirse completo. Con él me siento llena, feliz, rebosante, me olvido del mundo y hasta de mi propia familia. Solo quiero que me coja, que me haga sentir esa verga deliciosa que en cada penetración parece deshacerse dentro de mi concha.
En los alrededores del campo solo se escuchan nuestros jadeos y el canto de los pájaros. En una última clavada, Vicente me aferró de los pechos, me atrajo aún más hacia él, y dejándomela adentro, me inyectó efusivamente la savia de nuestro amor. Todavía con la pija pulsando en mi interior, giré la cabeza, lo besé y le susurré un: ¡Te amo!, cargado de felicidad y satisfacción.
...continuara...
34 comentarios - Una nueva luna de miel
copadisimo ser el primer comentario jeje
como siempre, a fav, reco y +10!
te mando un beso mi atorranta enamorada 😘 😘 😘 😘
Me encnata como escribis,,,
Me puiste al palo!
Obviamente que espero la continuacion!!
Gracias por compartir
Van los 5 que me quedan! que siga!!
El "te amo" es la conclusión de lo que venimos comentando en las demás historias, estas hasta las tetas con Vicente!! jejejej. Siga celebrando el amor. Besos
Si le decis Mi Amor!!! ya fue!!! Mi amor es tu marido.
Relatos como "El Peruano" esos si eran relatos con muuuchoo morbo, por la distancia a tu realidad.
Vicente ya es parte de tu mund, tus ultimos 5 relatos son con el y si bien festejo que estes enganchada, como relato caliente ya dejo de servir.
Esta es solo mi opinion!!!
Igualmente, sigo creyendo que escribis muy bien y que sos muy puta y linda. Segui igual, pero casate con vicente y empeza a cagarlo a el jajajaja
Te mando un beso, sos una genia!!!