Ese verano fue caluroso y seco en extremo. El polvo se levantaba en cada suspiro y se adhería al cuerpo sin ningún respeto. El trabajo y un accidente con el equipaje me llevaron hasta el ciber del pueblo, donde conocí a Miriam; una bellísima pelirroja de pelo ensortijado, ojos grises y piel blanquísima bajo un mar de pecas.
Al entrar ella me miraba directo a los ojos…
Me quité los lentes de sol como si fuera el modelo de algún comercial y cuando sonreía para saludarla hizo un leve movimiento lateral con la cabeza.
-“Hola necesito una pc por media hora…”, dije sin entender el gesto-
-“… y yo necesito que leas el horario de atención que está en la puerta”, contestó-
-“Disculpá, vuelvo más tarde”, bajé la cabeza y salí algo descolocado de mi fallida actitud ganadora-
Camine de vuelta al hotel pensando en cómo excusarme.
Volví después de cenar ya que realmente necesitaba una compu dado que mi notebook se había golpeado durante el último viaje.
Entonces se repitió el cruce de miradas sostenidas, hasta que me acerque al mostrador a presentarme.
Le estreche la mano como si fuera un hombre; hasta se la apreté un poco tratando de devolverle la incomodidad que me hizo sentir por la mañana.
-“Disculpa lo que pasó a mediodía, vi la puerta abierta y entre sin mirar. Estoy viajando hace dos semanas, duermo poco y estoy atrasado con mi trabajo”-
-“Disculpame vos a mi, estaba molesta por otro tema y este calor me tiene loca. El acondicionador de aire no funciona por eso atiendo solo después de las siete de la tarde”-
Instintivamente miré el equipo que no funcionaba y ofrecí revisarlo.
-“¿No tenías trabajo atrasado vos…?”-
Baje la mirada por segunda vez en el día y suspiré algo irritado:-“Colo, otra vez me estás retando…”-
-“Mis amigos me dicen Miri. Miriam para vos”-.
Hoy es uno de esos días que no pego una, pensé. Mire el pequeño local donde cuatro chicos salpicaban sangre jugando en red.
-“Sentate en esta máquina para estar tranquilo” y me acomodó en una pc junto a la de ella-
Trabaje sin decir una palabra, indiferente a todo, incluso a las miradas de reojo que aleatoriamente me dedicaba la propietaria por debajo de sus lentes.
Siempre es igual en los pueblos pequeños con la gente que está de paso. Los mueve la curiosidad, sobre todo a las mujeres. La mayoría de las veces no es nada más que eso y Humboldt (Santa Fé) no era la excepción.
-“Tengo que cerrar. Mañana estoy desde las dos de la tarde, si querés pasar a ver el equipo de aire…”- me dijo al filo de la una de la madrugada, mientras apagaba sin aviso las computadoras de los futuros mercenarios, que sin chistar se iban corriendo a la plaza a fustigar al pueblo dormido.
-“Dependiendo como vaya con el relevamiento vengo a esa hora o más tarde. Hasta mañana”-
El día siguiente el calor seguía sin dar tregua, pero llegué al hotel a las 12:30. Almorcé liviano y me di un baño antes de salir. Entré al local a las dos y media demorando un poco, de gusto. Puse manos a la obra luego de un tibio saludo y al cabo de tres horas estábamos disfrutando de los beneficios de la tecnología y de mucho mejor humor.
-“Me salvaste la vida... ¿cuánto me va a costar el arreglo?” dijo al tiempo que se acariciaba sensualmente los hombros.
-“Vos necesitabas que aire funcionara, yo una pc por unos días. Con eso salimos a mano, Sra. Miriam”-
Ella no pudo evitar una sonrisa ni yo la marca de un anillo ausente. Me quede a trabajar y hasta cenamos en local sin percatarnos del correr de las horas. Hablamos de música, de la sequía terrible de ese verano y de nuestras vidas.
Me conto entonces que estaba buscando un abogado para separarse. Se había casado hace cuatro años luego salir por diez meses con el mayordomo de una estancia de los alrededores, a quien conoció en Santa Fe en una fiesta de amigos en común. Hacía menos de un año se había radicado en el pueblo e instaló el negocio además de ejercer como profesora de informática en un colegio.
Supuso que la cercanía mejoraría la relación con su esposo que había ya comenzado a agrietarse.
Quizás la causa principal era no haber logrado concebir, pese a los tratamientos. Luego intentaron adoptar, sin éxito. Miriam cargaba culpas inducidas por una silenciosa frialdad y la distancia que su marido tomaba luego de cada intento fallido. Cuando le anuncio sus intenciones de deshacer el vínculo, él pareció querer enmendar la situación.
-“Todavía convivimos, aunque en cuartos separados hace tres meses”-
Me sentí tentado de profundizar al respecto, pero ya venía muy golpeado y la prudencia me aconsejo callar.
-“Disculpame, no sé porque te cuento todo esto…”-
-“Puede ser que necesitaras hablar de alguien, desahogarte. A veces es más fácil con un extraño” –
Volvió a sonreír, como queriendo dejar atrás sus problemas.
-“Mañana te invito un helado cuando termines acá…”, dije cambiando de tema.
-“Entonces cierro temprano, por que tendríamos que ir hasta Rafaela…y ya podés llamarme Miri”-
La noche siguiente pase a las 9:30, y luego de algunos titubeos de la invitada,, cargué su bicicleta en la caja de la camioneta y partimos hacia la ruta.
-“¿Dónde vamos…?” inquirió Miriam-
-“Creo que hasta Rafaela, si no acá nomas en Nuevo Torino, la Sra. Norma del hotel hace unos postres increíbles, además de helado artesanal…” conteste tratando de calmar su comprensible preocupación por ser vista-
Llegamos al restaurante del hotel y Doña Norma me saludo con un abrazo y nos acomodó en la mesa menos iluminada. Enseguida nos trajo dos copas de helado de limón con trozos de frutilla pasadas por oporto.
Cuando me acerqué a pagar me dijo que me dejaba mi habitación de siempre por si quedaba a hacer noche.
Le agradecí con un beso en la frente y le deseé buenas noches.
Volviendo a la mesa entablamos una conversación intrascendente y luego caminamos hasta la plaza. El calor era agobiante y la sensación refrescante del helado se diluía rápidamente.
En ese momento se produjo un apagón. El cielo se iluminaba esporádicamente por los relámpagos de una tormenta de verano con falsas promesas de lluvia.
La tomé de la mano y la lleve al hotel.
-“Para, no te confundas, yo…”-
-“Habla más bajo, por favor. Hay gente durmiendo”, le susurré al oído y la proximidad delato su temblorosa excitación.
Cruzamos la galería que terminaba en un amplio patio donde estaba la piscina. Sin decir nada busque un rincón oscuro y me quite la ropa. Ella se recogió la falda y luego de quitarse las sandalias sumergió sus pies sentada en un borde.
Salí corriendo de entre unos arbustos y zambullí hasta llegar a ella. La tomé de los pies y se los acaricié.
-“Ni pienses que voy a nadar desnuda…”, dijo sonriendo seductora.
-“Ni pienses que te dejo subir a la camioneta con ropa mojada...”, contesté con una carcajada entrecortada.
-“Pero que pedazo de hijo de puta resultaste, tan tímido y educadito que eras en principio… ¡date vuelta por lo menos!”-
Nadé bajo el agua hasta el lado opuesto y permanecí allí casi un minuto. Al salir, ella me miraba por entre sus rizos mojados, con hombros y brazos sobre el agua.
En silencio avancé sin prisa, disfrutando cada segundo de ese acercamiento. Tome sus manos y se las besé para luego abrazarla despacio, venciendo sus temores. Manteniendo cierta distancia entre nuestros cuerpos rocé su boca con mi barbilla sintiendo su respiración agitada. Esa proximidad fue el detonante de una estampida de besos y caricias desenfrenadas, contenidas en la penitencia de sus días grises. Mis manos recorrían su silueta distinguiendo la humedad de su interior de la del entorno. Mis labios resbalaban desde su cuello, cayendo sin remedio hacia sus hombros y delineando las curvas de sus pechos para devorar esos pezones que reclamaban afecto.
La lleve flotando entre mis brazos hasta una esquina y la senté en el borde para libar su ansiosa intimidad.
Ella tomo una de mis manos y succionó lascivamente mis dedos hasta morderlos en un grito ahogado, anunciando un anhelado orgasmo.
Exhalando se recostó por completo y salí del agua para conducirla a la habitación. Apenas alcancé los preservativos, la penetraba con la urgencia de mis deseos más salvajes y la correspondencia de sus uñas enterradas en mis espalda. Nuestras lenguas danzaban ritmos frenéticos solo interrumpidas por nuestros labios en contacto pleno.
El sudor recorría a su antojo el camino que ofrecía la forma cambiante de nuestra conjunción. Tendidos sobre sábanas empapadas, el receso parecía injustificable ante esa pasión desbocada, pero el calor hacía estragos a la par de tanta fricción. Alcancé un par de botellas del agua del frigobar cuando se restauró la energía eléctrica.
-“¿Querés volver?, dije rogando interiormente una negativa”-
-“Nunca”, contestó envolviéndome es sus brazos y trepando a mí cuerpo una vez más-
Sutiles chasquidos acompasaban mis movimientos, sus piernas se relajaban, tensaban y movían de manera impredecible. Sus jadeos se encendían en gritos que debía acallar para evitar interrupciones.
Su piel era una invitación irresistible y la exploraba sin detenerme a pesar de cubrirla de besos y caricias. Su vientre palpitaba sediento de atenciones. Una penetración sorpresiva pero aceptada la condujo a un placer desconocido, mientras que mis manos no daban tregua a su pubis impregnado de fluida atracción.
Amenazados por lo primeros rastros de un amanecer glorioso, escapamos semidesnudos para emprender el regreso a Humbolt, sin dejar de besarnos y sonreír al mismo tiempo. Detuve la camioneta un par de kilómetros antes para que Miriam y su bicicleta me dejaran con una incomprensible sensación de vacío.
La noche siguiente volví al ciber donde me recibió con la aspereza del primer día y una boleta impaga. Era un mensaje encubierto que indicaba que me esperaba en el depósito del fondo del negocio. Saltando un par de tapiales fui a su encuentro para tener un breve pero apasionado momento entre monitores y bártulos en desuso. Allí fui víctima de una impetuosa felación que me dejó tirado como un trasto más. La esperé agazapado, con ánimo de una revancha que se concretó al cerrar.
Transcurrieron casi dos meses de romance clandestino cuando descubrí que quería su compañía en forma permanente.
Los pocos días que debía alejarme esperaba ansioso sus llamadas, tal como habíamos acordado.
En unos de esos viajes terminé con un noviazgo de dos años que no iba a ningún lado. En el siguiente tomé una semana de licencia, busque una casa en Santa Fe y comencé a mudarme. Quería darle la sorpresa y volver con ella para iniciar nuestra convivencia. En ese lapso tuve inconvenientes para comunicarme, pero no era extraño que los sistemas quedaran fuera de servicio por las tormentas. Llegué al pueblo de tarde, para no tener que espiarla de lejos en su casa. Entre al negocio y la vi sentada con un bebé en brazos. La imagen me paralizo. Miriam me sonrió feliz y triste al mismo tiempo.
-“El lunes a primera hora nos avisaron que nos habían concedido la adopción. Desde ayer está con nosotros”, dijo con lágrimas incipientes-
-“No sabía cómo decirte, tenía que hacerlo en persona…”, continuo-
La abracé y bese su frente; luego la del pequeño. De alguna manera comprendió mi silencio y sostuvo mi mano hasta que salí…
Encendí el motor y partí sin rumbo, solo quería alejarme de tanta desilusión. El verano llegaba a su fin cuando el destino barajó las cartas de un juego perverso,,, y en ese amargo momento, resignado, aprendí a perder.
link: https://youtu.be/dlJew-Dw87I
Al entrar ella me miraba directo a los ojos…
Me quité los lentes de sol como si fuera el modelo de algún comercial y cuando sonreía para saludarla hizo un leve movimiento lateral con la cabeza.
-“Hola necesito una pc por media hora…”, dije sin entender el gesto-
-“… y yo necesito que leas el horario de atención que está en la puerta”, contestó-
-“Disculpá, vuelvo más tarde”, bajé la cabeza y salí algo descolocado de mi fallida actitud ganadora-
Camine de vuelta al hotel pensando en cómo excusarme.
Volví después de cenar ya que realmente necesitaba una compu dado que mi notebook se había golpeado durante el último viaje.
Entonces se repitió el cruce de miradas sostenidas, hasta que me acerque al mostrador a presentarme.
Le estreche la mano como si fuera un hombre; hasta se la apreté un poco tratando de devolverle la incomodidad que me hizo sentir por la mañana.
-“Disculpa lo que pasó a mediodía, vi la puerta abierta y entre sin mirar. Estoy viajando hace dos semanas, duermo poco y estoy atrasado con mi trabajo”-
-“Disculpame vos a mi, estaba molesta por otro tema y este calor me tiene loca. El acondicionador de aire no funciona por eso atiendo solo después de las siete de la tarde”-
Instintivamente miré el equipo que no funcionaba y ofrecí revisarlo.
-“¿No tenías trabajo atrasado vos…?”-
Baje la mirada por segunda vez en el día y suspiré algo irritado:-“Colo, otra vez me estás retando…”-
-“Mis amigos me dicen Miri. Miriam para vos”-.
Hoy es uno de esos días que no pego una, pensé. Mire el pequeño local donde cuatro chicos salpicaban sangre jugando en red.
-“Sentate en esta máquina para estar tranquilo” y me acomodó en una pc junto a la de ella-
Trabaje sin decir una palabra, indiferente a todo, incluso a las miradas de reojo que aleatoriamente me dedicaba la propietaria por debajo de sus lentes.
Siempre es igual en los pueblos pequeños con la gente que está de paso. Los mueve la curiosidad, sobre todo a las mujeres. La mayoría de las veces no es nada más que eso y Humboldt (Santa Fé) no era la excepción.
-“Tengo que cerrar. Mañana estoy desde las dos de la tarde, si querés pasar a ver el equipo de aire…”- me dijo al filo de la una de la madrugada, mientras apagaba sin aviso las computadoras de los futuros mercenarios, que sin chistar se iban corriendo a la plaza a fustigar al pueblo dormido.
-“Dependiendo como vaya con el relevamiento vengo a esa hora o más tarde. Hasta mañana”-
El día siguiente el calor seguía sin dar tregua, pero llegué al hotel a las 12:30. Almorcé liviano y me di un baño antes de salir. Entré al local a las dos y media demorando un poco, de gusto. Puse manos a la obra luego de un tibio saludo y al cabo de tres horas estábamos disfrutando de los beneficios de la tecnología y de mucho mejor humor.
-“Me salvaste la vida... ¿cuánto me va a costar el arreglo?” dijo al tiempo que se acariciaba sensualmente los hombros.
-“Vos necesitabas que aire funcionara, yo una pc por unos días. Con eso salimos a mano, Sra. Miriam”-
Ella no pudo evitar una sonrisa ni yo la marca de un anillo ausente. Me quede a trabajar y hasta cenamos en local sin percatarnos del correr de las horas. Hablamos de música, de la sequía terrible de ese verano y de nuestras vidas.
Me conto entonces que estaba buscando un abogado para separarse. Se había casado hace cuatro años luego salir por diez meses con el mayordomo de una estancia de los alrededores, a quien conoció en Santa Fe en una fiesta de amigos en común. Hacía menos de un año se había radicado en el pueblo e instaló el negocio además de ejercer como profesora de informática en un colegio.
Supuso que la cercanía mejoraría la relación con su esposo que había ya comenzado a agrietarse.
Quizás la causa principal era no haber logrado concebir, pese a los tratamientos. Luego intentaron adoptar, sin éxito. Miriam cargaba culpas inducidas por una silenciosa frialdad y la distancia que su marido tomaba luego de cada intento fallido. Cuando le anuncio sus intenciones de deshacer el vínculo, él pareció querer enmendar la situación.
-“Todavía convivimos, aunque en cuartos separados hace tres meses”-
Me sentí tentado de profundizar al respecto, pero ya venía muy golpeado y la prudencia me aconsejo callar.
-“Disculpame, no sé porque te cuento todo esto…”-
-“Puede ser que necesitaras hablar de alguien, desahogarte. A veces es más fácil con un extraño” –
Volvió a sonreír, como queriendo dejar atrás sus problemas.
-“Mañana te invito un helado cuando termines acá…”, dije cambiando de tema.
-“Entonces cierro temprano, por que tendríamos que ir hasta Rafaela…y ya podés llamarme Miri”-
La noche siguiente pase a las 9:30, y luego de algunos titubeos de la invitada,, cargué su bicicleta en la caja de la camioneta y partimos hacia la ruta.
-“¿Dónde vamos…?” inquirió Miriam-
-“Creo que hasta Rafaela, si no acá nomas en Nuevo Torino, la Sra. Norma del hotel hace unos postres increíbles, además de helado artesanal…” conteste tratando de calmar su comprensible preocupación por ser vista-
Llegamos al restaurante del hotel y Doña Norma me saludo con un abrazo y nos acomodó en la mesa menos iluminada. Enseguida nos trajo dos copas de helado de limón con trozos de frutilla pasadas por oporto.
Cuando me acerqué a pagar me dijo que me dejaba mi habitación de siempre por si quedaba a hacer noche.
Le agradecí con un beso en la frente y le deseé buenas noches.
Volviendo a la mesa entablamos una conversación intrascendente y luego caminamos hasta la plaza. El calor era agobiante y la sensación refrescante del helado se diluía rápidamente.
En ese momento se produjo un apagón. El cielo se iluminaba esporádicamente por los relámpagos de una tormenta de verano con falsas promesas de lluvia.
La tomé de la mano y la lleve al hotel.
-“Para, no te confundas, yo…”-
-“Habla más bajo, por favor. Hay gente durmiendo”, le susurré al oído y la proximidad delato su temblorosa excitación.
Cruzamos la galería que terminaba en un amplio patio donde estaba la piscina. Sin decir nada busque un rincón oscuro y me quite la ropa. Ella se recogió la falda y luego de quitarse las sandalias sumergió sus pies sentada en un borde.
Salí corriendo de entre unos arbustos y zambullí hasta llegar a ella. La tomé de los pies y se los acaricié.
-“Ni pienses que voy a nadar desnuda…”, dijo sonriendo seductora.
-“Ni pienses que te dejo subir a la camioneta con ropa mojada...”, contesté con una carcajada entrecortada.
-“Pero que pedazo de hijo de puta resultaste, tan tímido y educadito que eras en principio… ¡date vuelta por lo menos!”-
Nadé bajo el agua hasta el lado opuesto y permanecí allí casi un minuto. Al salir, ella me miraba por entre sus rizos mojados, con hombros y brazos sobre el agua.
En silencio avancé sin prisa, disfrutando cada segundo de ese acercamiento. Tome sus manos y se las besé para luego abrazarla despacio, venciendo sus temores. Manteniendo cierta distancia entre nuestros cuerpos rocé su boca con mi barbilla sintiendo su respiración agitada. Esa proximidad fue el detonante de una estampida de besos y caricias desenfrenadas, contenidas en la penitencia de sus días grises. Mis manos recorrían su silueta distinguiendo la humedad de su interior de la del entorno. Mis labios resbalaban desde su cuello, cayendo sin remedio hacia sus hombros y delineando las curvas de sus pechos para devorar esos pezones que reclamaban afecto.
La lleve flotando entre mis brazos hasta una esquina y la senté en el borde para libar su ansiosa intimidad.
Ella tomo una de mis manos y succionó lascivamente mis dedos hasta morderlos en un grito ahogado, anunciando un anhelado orgasmo.
Exhalando se recostó por completo y salí del agua para conducirla a la habitación. Apenas alcancé los preservativos, la penetraba con la urgencia de mis deseos más salvajes y la correspondencia de sus uñas enterradas en mis espalda. Nuestras lenguas danzaban ritmos frenéticos solo interrumpidas por nuestros labios en contacto pleno.
El sudor recorría a su antojo el camino que ofrecía la forma cambiante de nuestra conjunción. Tendidos sobre sábanas empapadas, el receso parecía injustificable ante esa pasión desbocada, pero el calor hacía estragos a la par de tanta fricción. Alcancé un par de botellas del agua del frigobar cuando se restauró la energía eléctrica.
-“¿Querés volver?, dije rogando interiormente una negativa”-
-“Nunca”, contestó envolviéndome es sus brazos y trepando a mí cuerpo una vez más-
Sutiles chasquidos acompasaban mis movimientos, sus piernas se relajaban, tensaban y movían de manera impredecible. Sus jadeos se encendían en gritos que debía acallar para evitar interrupciones.
Su piel era una invitación irresistible y la exploraba sin detenerme a pesar de cubrirla de besos y caricias. Su vientre palpitaba sediento de atenciones. Una penetración sorpresiva pero aceptada la condujo a un placer desconocido, mientras que mis manos no daban tregua a su pubis impregnado de fluida atracción.
Amenazados por lo primeros rastros de un amanecer glorioso, escapamos semidesnudos para emprender el regreso a Humbolt, sin dejar de besarnos y sonreír al mismo tiempo. Detuve la camioneta un par de kilómetros antes para que Miriam y su bicicleta me dejaran con una incomprensible sensación de vacío.
La noche siguiente volví al ciber donde me recibió con la aspereza del primer día y una boleta impaga. Era un mensaje encubierto que indicaba que me esperaba en el depósito del fondo del negocio. Saltando un par de tapiales fui a su encuentro para tener un breve pero apasionado momento entre monitores y bártulos en desuso. Allí fui víctima de una impetuosa felación que me dejó tirado como un trasto más. La esperé agazapado, con ánimo de una revancha que se concretó al cerrar.
Transcurrieron casi dos meses de romance clandestino cuando descubrí que quería su compañía en forma permanente.
Los pocos días que debía alejarme esperaba ansioso sus llamadas, tal como habíamos acordado.
En unos de esos viajes terminé con un noviazgo de dos años que no iba a ningún lado. En el siguiente tomé una semana de licencia, busque una casa en Santa Fe y comencé a mudarme. Quería darle la sorpresa y volver con ella para iniciar nuestra convivencia. En ese lapso tuve inconvenientes para comunicarme, pero no era extraño que los sistemas quedaran fuera de servicio por las tormentas. Llegué al pueblo de tarde, para no tener que espiarla de lejos en su casa. Entre al negocio y la vi sentada con un bebé en brazos. La imagen me paralizo. Miriam me sonrió feliz y triste al mismo tiempo.
-“El lunes a primera hora nos avisaron que nos habían concedido la adopción. Desde ayer está con nosotros”, dijo con lágrimas incipientes-
-“No sabía cómo decirte, tenía que hacerlo en persona…”, continuo-
La abracé y bese su frente; luego la del pequeño. De alguna manera comprendió mi silencio y sostuvo mi mano hasta que salí…
Encendí el motor y partí sin rumbo, solo quería alejarme de tanta desilusión. El verano llegaba a su fin cuando el destino barajó las cartas de un juego perverso,,, y en ese amargo momento, resignado, aprendí a perder.
link: https://youtu.be/dlJew-Dw87I
22 comentarios - Juego Perverso
Quizás el título no le hace justicia, porque es mas la historia de un amor desencontrado...
Respecto del título, entiendo la opinión y era de esperarse. Quizás al principio (y es lo mas natural) se intuye que se trata de una perversión sexual ( y es que estamos en Poringa , después de todo!).
Mis relatos surgen en base a canciones y desde de ahí voy mezclando ficción y realidades propias y ajenas. Es este caso particular, agregué un video subtitulado como para tratar darle más sentido al origen del título y la temática del mismo.
Gracias por pas
Gracias por pasar y comentar 🙂 👍
Gracias por pasar y comentar
Comparto la opinión de un comentarista previo en cuanto al título, no le hace justicia.
+10 y reco, por mi parte 🙂
Gracias por tantas atenciones 💐
Respecto al título, ensaye una justificación con @JohnMcClaine
Gracias amigo! con pasar y comentar es más que suficiente
(claro que si queres mandar una caja de Havannets, estás en todo tu derecho! 😃
Excelente relato, con los detalles que te llevan a setir tanto y tan lindo, que después te terminás cagando de angustia con el final... Ay...
Un gustazo leerte.
Van besos, puntos y reco.
Gracias por todo, besos para vos 😘
Pero ya me va a salir sel camionero de adentro!!! 🙎♂️
Vale la aclaración cuando digo que esto es ficción. El marco geográfico lo elegí por conocer la zona y si se entera el dueño del hotel de Nuevo Torino (que no es Doña Norma y bastante cabrón dicho sea de paso) no deja entrar a nadie a la pileta a riesgo que le hagan chanchadas.
Ficción a partir de una canción, solo eso.
Gracias por leer y comentar. 👍
El tema que sirvió de inspiración genial. En mi opinión el titulo le va bien, el amor es un juego perverso donde las cosas pueden terminar bien o mal.
Hace rato que tenía ganas de endosarle una historia al tema y salió esta...
Tengo en carpeta algo de Sabina y estoy en punto muerto con la saga de "PIEL", pero ya irán saliendo.
Gracias por comentar 😘
Gracias!
Siempre es un gusto leerte y una satisfacción tu paso por mis post 😘
No siempre las historias terminan bien...
Gracias por hacerlo notar.... 🙂
Gracias por el comentario reco y puntos 😃
Se hace lo que se puede 👍
Gracias por pasar !
¡No puedo entenderlo! Juro que no puedo.
Como si un bebe cambiara la relación
Me encanto tu relato, de verdad, me encanto. Pobre tipo.
Un gusto tenerte por acá 😃
Gracias por leer y comentar 👍
Aunque muy triste el final...soy de las q le gustan los finales felices 😞 ...
Igual creo q abandonaste rápido...si había amor tendrías q haber hecho algo mas...
Te dejo puntitos y besitos...
Pero ya vendrán historias con finales felices 🙂 (acepto sugerencias).
Gracias por todo 😘
Gracias por comentar y demás atenciones 🙂 👍