Fantasías con mi mujer IV (y con la nena...)
Hola poringueros y poringueras. Honestamente en este relato hubo algunas discusiones, pero se impuso lo racional y las reglas que hicimos para hacer esta serie de relatos juntos.
Cuando Roxana me lo planteó me pareció una locura. Una cosa era llevar adelante nuestras fantasías pero esto es el colmo. Alguna vez experimentamos alguna experiencia cuckold (cornudo consentido) pero... lo de ahora, mmm...
No se como pero acepté a regañadientes. Me parecía peligroso, era exponernos mucho.
En la semana habíamos arreglado con un hombre que conocimos en una de nuestras salidas en la que intercambiamos nuestras esposas. El sábado a la noche fuimos a un conocido boliche swinger que estamos frecuentando ultimamente. Allí nos encontramos con Silvio, un hombre de unos 45 años, de apariencia atlética y voz varonil. Nos sentamos, con la salvedad que éste se sentó al lado de mi mujer. Ella lucía radiante con aquel vestido corto, ceñido, que hacía lucir sus piernas y su hermoso culo. Al sentarse el corto vestido permitió que las ligas de sus medias se asomaran, algo que Silvio observó de inmediato y se lohizo notar a ella. Enajenado, me empecé a sentir algo incómodo, notaba que aquel hombre acariciaba las piernas de mi esposa por debajo de la mesa mientras ella cedía a sus galanteríos. Luego de un rato salimos los tres hacia la casa de Silvio con la idea de tener una historia distinta. Silvio se sentó con mi mujer en el asiento trasero del auto tocándose mutuamente, besándose y acariciándose mientras yo manejaba mi auto hacia el barrio de Villa Devoto. Llegando a Av San Martín y Beiro Silvio con tono imperativo me ordenó detenerme para que suba otra mujer. Al hacerlo una chica, de apariencia joven, vestida con un tapado se acercó al auto lentamente, casi con dudas. Su rostro estaba levemente cubierto con un antifaz, y su pelo lacio y rubio recogido por un peinado. Aquella misteriosa dama con los clap clap del sonido de los tacos altos de sus zapatos parecían marcar el segundero de mi reloj. Ella también subió atrás, besó en la boca a Silvio y lo mismo hizo con mi mujer. Era muy difícil concentrarme en el camino sabiendo que en el asiento de atrás mi mujer, una joven desconocida y Silvio se entretenían con caricias y besos mutuos. Casi de reojo, por el espejo retrovisor, llego a ver que aquella joven extraña lucía desnuda debajo de su largo tapado negro. Mi pija empujaba por salir del claustro de mis pantalones sin tener nadie quien lo atienda.
Llegamos a un coqueto chalet, guardé el auto dentro del garage y, a pedido de Silvio, abrí las puertas del auto y las ayudé a bajar a las damas del auto. Una vez adentro nos esperaba Zoe, la joven esposa de Silvio. Estaba vestida con un corset color negro, guantes negros que cubría gran parte de sus brazos y botas negras altas con altísimos tacos. En forma enérgica ella me ordenó que me desnudara y me sentara en una silla que estaba casi en el centro del living. Obedecí con algo de dudas, había como una fuerza extraña que me empujaba a superar mis dudas y obedecer sin chistar.
Desnudo y sentado en aquella silla Silvio tomo mis brazos, los acomodó hacia atrás de la silla y los esposó generando en mi una sensación ambivalente, mezcla de incomodidad y excitación por el morbo de la situación. Zoe apoyó de manera brusca y violenta su pie derecho sobre mi regazo presionando con sus finos tacos de sus botas y me ordenó no moverme por nada del mundo o sería castigado.
Mi esposa, la joven desconocida, y Silvio empiezan a jugar ente ellos desnudos, mientras Zoe con una especie de fusta recorre mi torso y mi pene erecto. Cuando me relajo un poco siento algun ligero golpe de Zoe que me saca por momentos de situación. La joven le está chupando la concha a mi esposa mientras, por detrás, recibe un beso negro de parte de Silvio. De a ratos es Zoe quien se encarga del ano de la joven dama. Cuando es así Silvio pasa a atender a mi esposa metiendo un vibrador grueso encendido. Minutos después Zoe, mi esposa y Silvio, como si lo hubieran acordado previamente, empezaron a atender a la joven dama. Mi esposa le comía la conchita depilada, Zoe disfrutaba de las tetas y Silvio le ofrecía su generoso pene como si fuera un banquete que, gustosa, la joven disfrutaba. Aquella situación me excitaba demasiado y al cabo de un rato, volando de calentura, eyaculé un chorro abundante y espeso de esperma. Silvio puso las piernas de la joven sobre sus hombros y le empezó a sacudir con su pene, mientras mi esposa era atendida por Zoe que para eso se había puesto un cinturón con una prótesis (el llamado cinturonga). Los gritos de placer de ellas hiceron que mi pene recuperara rápidamente su erección. Zoe al verme sonreía.
Minutos más tarde Silvio largó todo el producto de su excitación dentro de aquella extraña saturando la capacidad de su conchita. Mi esposa se apartó de Zoe y empezó a probar de los restos que salían de la joven, incluso los restos de su interior. Con delicadeza limpió también el pene de Silvio. Ver a mi esposa gozando de esta orgía, disfrutando de los jugos de aquella pareja no hizo más que provocar nuevamente otra eyaculación en mi. Zoe se acercó a mi y me limpió mis restos como una golosa.
Poco después Silvio empezó a recibir la atención de su viril pene por parte de la joven extraña, mi esposa y Zoe, casi peleando por atender a aquel hombre.
Silvio se paró, levantó a aquella joven y la acomodó agachándola de manera tal que apoyara sus manos en una mesa de living que estaba casi enfrente mío, tan solo separado de mi por un par de metros quedando su cola a disposición de su depravación. Mi esposa le chupó su pene, lo ensalivó bien para lubricarlo y lo guió para penetrar por el ano a la joven.
Con dificultad por el grosor del pene ingresó al ano de la joven dama mientras ella gritaba y se retorcía de placer y dolor a la vez. Mi esposa pellizcaba los pezones de la dama mientras Zoe caminaba lentamente alrededor de ellos. Al cabo de unos minutos Zoe se aproxima, besa a la joven dama, y lentamente empieza a quitarle el antifaz que hábilmente cubría la identidad de la extraña. Cuando lo retiró mi rostro se transformó de asombro. Era mi hija!!!!!!!!!
Un desesperado grito de rechazo sale de mi boca al ver como mi esposa entregó casi en bandeja a nuestra hija para que aquel hombre fuerte y viril le rompa la cola de tremenda manera.
Zoe tomo su látigo y con un par de golpes fueron suficientes para reprimir mis gritos.
Mi esposa detuvo a Zoe con mi castigo y empezó a besarla mientras mi hija recibía dentro de su cola todo el poder del pene de Silvio. Exhaustos se dejaron caer sobre la pequeña mesa del living. De la cola de mi hija chorreaba el semen de su amante. Todo eso mientras lloraba desconsolado. Al cabo de un rato Zoe fue en busca de otra silla y con otro par de esposas sujetaron a mi hija en ella mientras mi esposa recibía la atención de Silvio que parecía no acusar recibo de haber atendido antes a mi hija.
Zoe me liberó de las esposas y me ordenó que me vista y me retire cosa que, entre lágrimas y quejas hice.
De madrugada empecé a yirar por la ciudad sin rumbo con el auto, fumaba un cigarrillo atrás del otro. Ya amanecido volví a casa. Poco después volvieron mi esposa y mi hija. Sus rostros denunciaban haber gozado de aquella extraña noche...
Hola poringueros y poringueras. Honestamente en este relato hubo algunas discusiones, pero se impuso lo racional y las reglas que hicimos para hacer esta serie de relatos juntos.
Cuando Roxana me lo planteó me pareció una locura. Una cosa era llevar adelante nuestras fantasías pero esto es el colmo. Alguna vez experimentamos alguna experiencia cuckold (cornudo consentido) pero... lo de ahora, mmm...
No se como pero acepté a regañadientes. Me parecía peligroso, era exponernos mucho.
En la semana habíamos arreglado con un hombre que conocimos en una de nuestras salidas en la que intercambiamos nuestras esposas. El sábado a la noche fuimos a un conocido boliche swinger que estamos frecuentando ultimamente. Allí nos encontramos con Silvio, un hombre de unos 45 años, de apariencia atlética y voz varonil. Nos sentamos, con la salvedad que éste se sentó al lado de mi mujer. Ella lucía radiante con aquel vestido corto, ceñido, que hacía lucir sus piernas y su hermoso culo. Al sentarse el corto vestido permitió que las ligas de sus medias se asomaran, algo que Silvio observó de inmediato y se lohizo notar a ella. Enajenado, me empecé a sentir algo incómodo, notaba que aquel hombre acariciaba las piernas de mi esposa por debajo de la mesa mientras ella cedía a sus galanteríos. Luego de un rato salimos los tres hacia la casa de Silvio con la idea de tener una historia distinta. Silvio se sentó con mi mujer en el asiento trasero del auto tocándose mutuamente, besándose y acariciándose mientras yo manejaba mi auto hacia el barrio de Villa Devoto. Llegando a Av San Martín y Beiro Silvio con tono imperativo me ordenó detenerme para que suba otra mujer. Al hacerlo una chica, de apariencia joven, vestida con un tapado se acercó al auto lentamente, casi con dudas. Su rostro estaba levemente cubierto con un antifaz, y su pelo lacio y rubio recogido por un peinado. Aquella misteriosa dama con los clap clap del sonido de los tacos altos de sus zapatos parecían marcar el segundero de mi reloj. Ella también subió atrás, besó en la boca a Silvio y lo mismo hizo con mi mujer. Era muy difícil concentrarme en el camino sabiendo que en el asiento de atrás mi mujer, una joven desconocida y Silvio se entretenían con caricias y besos mutuos. Casi de reojo, por el espejo retrovisor, llego a ver que aquella joven extraña lucía desnuda debajo de su largo tapado negro. Mi pija empujaba por salir del claustro de mis pantalones sin tener nadie quien lo atienda.
Llegamos a un coqueto chalet, guardé el auto dentro del garage y, a pedido de Silvio, abrí las puertas del auto y las ayudé a bajar a las damas del auto. Una vez adentro nos esperaba Zoe, la joven esposa de Silvio. Estaba vestida con un corset color negro, guantes negros que cubría gran parte de sus brazos y botas negras altas con altísimos tacos. En forma enérgica ella me ordenó que me desnudara y me sentara en una silla que estaba casi en el centro del living. Obedecí con algo de dudas, había como una fuerza extraña que me empujaba a superar mis dudas y obedecer sin chistar.
Desnudo y sentado en aquella silla Silvio tomo mis brazos, los acomodó hacia atrás de la silla y los esposó generando en mi una sensación ambivalente, mezcla de incomodidad y excitación por el morbo de la situación. Zoe apoyó de manera brusca y violenta su pie derecho sobre mi regazo presionando con sus finos tacos de sus botas y me ordenó no moverme por nada del mundo o sería castigado.
Mi esposa, la joven desconocida, y Silvio empiezan a jugar ente ellos desnudos, mientras Zoe con una especie de fusta recorre mi torso y mi pene erecto. Cuando me relajo un poco siento algun ligero golpe de Zoe que me saca por momentos de situación. La joven le está chupando la concha a mi esposa mientras, por detrás, recibe un beso negro de parte de Silvio. De a ratos es Zoe quien se encarga del ano de la joven dama. Cuando es así Silvio pasa a atender a mi esposa metiendo un vibrador grueso encendido. Minutos después Zoe, mi esposa y Silvio, como si lo hubieran acordado previamente, empezaron a atender a la joven dama. Mi esposa le comía la conchita depilada, Zoe disfrutaba de las tetas y Silvio le ofrecía su generoso pene como si fuera un banquete que, gustosa, la joven disfrutaba. Aquella situación me excitaba demasiado y al cabo de un rato, volando de calentura, eyaculé un chorro abundante y espeso de esperma. Silvio puso las piernas de la joven sobre sus hombros y le empezó a sacudir con su pene, mientras mi esposa era atendida por Zoe que para eso se había puesto un cinturón con una prótesis (el llamado cinturonga). Los gritos de placer de ellas hiceron que mi pene recuperara rápidamente su erección. Zoe al verme sonreía.
Minutos más tarde Silvio largó todo el producto de su excitación dentro de aquella extraña saturando la capacidad de su conchita. Mi esposa se apartó de Zoe y empezó a probar de los restos que salían de la joven, incluso los restos de su interior. Con delicadeza limpió también el pene de Silvio. Ver a mi esposa gozando de esta orgía, disfrutando de los jugos de aquella pareja no hizo más que provocar nuevamente otra eyaculación en mi. Zoe se acercó a mi y me limpió mis restos como una golosa.
Poco después Silvio empezó a recibir la atención de su viril pene por parte de la joven extraña, mi esposa y Zoe, casi peleando por atender a aquel hombre.
Silvio se paró, levantó a aquella joven y la acomodó agachándola de manera tal que apoyara sus manos en una mesa de living que estaba casi enfrente mío, tan solo separado de mi por un par de metros quedando su cola a disposición de su depravación. Mi esposa le chupó su pene, lo ensalivó bien para lubricarlo y lo guió para penetrar por el ano a la joven.
Con dificultad por el grosor del pene ingresó al ano de la joven dama mientras ella gritaba y se retorcía de placer y dolor a la vez. Mi esposa pellizcaba los pezones de la dama mientras Zoe caminaba lentamente alrededor de ellos. Al cabo de unos minutos Zoe se aproxima, besa a la joven dama, y lentamente empieza a quitarle el antifaz que hábilmente cubría la identidad de la extraña. Cuando lo retiró mi rostro se transformó de asombro. Era mi hija!!!!!!!!!
Un desesperado grito de rechazo sale de mi boca al ver como mi esposa entregó casi en bandeja a nuestra hija para que aquel hombre fuerte y viril le rompa la cola de tremenda manera.
Zoe tomo su látigo y con un par de golpes fueron suficientes para reprimir mis gritos.
Mi esposa detuvo a Zoe con mi castigo y empezó a besarla mientras mi hija recibía dentro de su cola todo el poder del pene de Silvio. Exhaustos se dejaron caer sobre la pequeña mesa del living. De la cola de mi hija chorreaba el semen de su amante. Todo eso mientras lloraba desconsolado. Al cabo de un rato Zoe fue en busca de otra silla y con otro par de esposas sujetaron a mi hija en ella mientras mi esposa recibía la atención de Silvio que parecía no acusar recibo de haber atendido antes a mi hija.
Zoe me liberó de las esposas y me ordenó que me vista y me retire cosa que, entre lágrimas y quejas hice.
De madrugada empecé a yirar por la ciudad sin rumbo con el auto, fumaba un cigarrillo atrás del otro. Ya amanecido volví a casa. Poco después volvieron mi esposa y mi hija. Sus rostros denunciaban haber gozado de aquella extraña noche...
7 comentarios - Nuestras fantasías IV (sado, incesto, cuckold y demás yerb
gracias por compartir
saludos!
Por favor termina el relato.