Siempre titulé mis historias "memorias de un joven indecente" Haciendo tributo a Bukowski quien escribia las "Notas de un viejo indecente" (o un viejo verde) Y como yo siento mucha admiración por el maestro, decidí titular así mis historias mas guarras.
Pero la mayoría de mis amigos no me llaman "joven indecente" sino "pesimista seductor". ¿Por qué? Porque sencillamente casi todos mis levantes los tuve diciendo cosas no graciosas.
Soy un tipo serio, elegante y con cara de culo.
La mayoría de mis conocidos necesita de ser gracioso para levantar. Necesitan hacer el payaso. Necesitan decir incoherencias y recaer en estupideces para ello.
Pero yo de eso nada. Frases como "Quisiera inmensamente libre como un ser abortado" (de Cioran) Es una de mis tantas frases lapidarias que suelo decirle a la gente cuando charlo.
A pesar de eso - De mi pesimismo- tengo un montón de levantes. (Pienso yo que porque les despierto curiosidad a las minas)
Les voy a contar ahora una corta historia, donde la curiosidad no mató al gato, sino que ENTREGÓ AL GATO.
Viernes. Un conocido dió una fiesta donde invitó por un lado a su grupo de amigos del secundario conformado por mí y unas cuantas personas más, y por el otro a toda la gente que acude con él al terciario.
Todos charlaban animadamente y yo simplemente fui ahí a tomarme su whisky.
Agarré la botella y me senté cerca de una ventana en un sillón (donde tenía que estar si o si porque a los demás les jodía que fumara) Así que fumaba y me tomaba el whisky.
Se acercó una chica a mi y me dijo "hey... no seas timido vení, hacete amigo" a lo que yo contesté "No soy timido sino callado, el que es tímido tiene miedo a hablar, yo simplemente no quiero hacerlo" "ah! que forro, no queres hablar conmigo" dijo riendose y poniendose medio colorada. "Pensé que eso estabamos haciendo en este preciso momento" dije sonriendo levemente con expresión medio macabra. Se puso colorada pienso principalmente porque la miraba directo a los ojos sin titubear. "Veni sentate conmigo" Le dije.
La chica no era nada extraordinario; era normal. Tetas aparentemente medianas (de esto mas adelante voy a hablar) , culo aceptable, buenas caderas, lindas piernas, ojos color miel, labios finos pero largos, mentón con rasgos dulces, cuello largo y elegante; de mujer. Pelo negro y largo, bien cuidadito.
Se sentó en uno de los brazos del sillón. Charlamos un buen rato. Cada vez que alguien venía a tratar de hablar con ella, ella le hacía el vacío lo cual me dio la pauta de que yo le interesaba. Me preguntó muchas cosas: ¿Por que me vestía como profesor de la facultad? (polera y sobretodo negros con pantalón de vestir y zapatos) ¿Por qué no deseaba hablar con nadie? ¿Por que esto? ¿Por qué lo otro? y todo así.
Se pasó la noche y me terminé el Whisky. Le dije que me iba y que "un gusto charlar con vos" "Hey esperá. No me dijiste tu nombre ¿Usas face? " "Me llamo Ezequiel y si, pero prefiero no pasarlo. Pasame tu celular mejor y vamos a caminar un día de estos. Y me seguis acosando con tus preguntas" Así que me lo pasó.
A la semana le mandé un mensaje. Le dije de ir a caminar por capital. Aceptó.
Salimos a caminar por Puerto Madero y charlamos mucho. Era de noche, empezó a hacerse tarde y las cosas se empezaron a poner bravas. Empezaron a aparecer los ladrones baratos buscando gente a quien afanar. Empezaron a aparecer carispelas medias raras, y todo lo demás. Así que resolvimos venir a casa. Tomamos el 100 y vinimos.
Nos sentamos y cafesito mediante seguimos charlando un buen rato.
La miraba todo el tiempo a los ojos y ella cambió de estar toda timida y bajarme la mirada o mirar a otro lado a mirarme directo pero con ternura. Ahí tuve la pauta de que había suficiente onda.
La agarré repentinamente del mentón y empezó como a jadear impaciente. Me acerqué y le dí con mucha ternura un beso. Después de dárselo me aleje unos pocos centimetros de su cara y me quedé mirándola, sonreí; ella sonrió. Abrimos la boca al mismo tiempo y nos acercamos con las bocas abiertas hasta unirlas y empezar a enroscar nuestras lenguas con furia adentro.
Las lenguas resbalosas y ágiles se desgustaban mutuamente adentro de nuestras bocas con velocidad y frenesí a tal punto que cuando cerrábamos el beso y nos apretábamos los labios el uno al otro en múltiples besos todavía me quedaba la sensación de hormigueo de tanto frotar mis papilas con las suyas.
Después de muchos piquitos (osea besos sin lengua) volvimos a abrir la boca y nos devoramos. Parecía que luchabamos por partirle la mandibula al otro de lo mucho que abríamos la boca para enrroscar nuestras lenguas chorreantes desaliva y ya anhelantes de algo mas; carne.
En algunos momentos me succionaba la lengua metiendo su boca en mi boca; cosa que yo también le hacía a ella, eran besos muy raros. Nos apretabamos, nos abrazabamos, nos despeinabamos, estabamos presos del impulso por arrancarle la ropa al otro, tirarlo al piso y dejarlo sin aliento en interminables envestidas húmedas que harían chocar nuestros cuerpos con tal fuerza que imitaríamos el sonido del aplauso de una multitud.
Pero a todos nos encanta la abstinencia y a eso nos dedicamos: a pasarnos las manos por las zonas mas intimas sin sacarnos ni una sola ropa. A acariciar y extrangular la poca carne que sobresalía por abajo de los pliegues de la remera. Nuestra anciedad ; un fuego que nos llevaría a violarnos con la violencia de dos psicópatas.
En un impulso mutuo nos separamos y nos desvestimos a toda velocidad. Esas enormes tetas aprisionadas contra el pecho por un corpiño salieron como dos gigantescas prolongaciones. Tenia esos pezones grandes con protuberancias chiquitas que son riquisimos a la vista y son mis preferidos para morder. Su cinturita bien de mujer en perfecta forma de guitarra y esas piernas gordas y firmes que también quería llenar de mordiscos. Todo eso me calentaba. Yo sentía al desvestirme la verga corriendo por mi entrepierna como una gigantesca gota de agua caliente que ademas palpitaba y se extrangulaba con los dobleces de mi boxer. No podía casi reaccionar ante tal impulso. Sentía que hacía años que no hechaba un polvo. Me saqué los zapatos a patadas y los pantalones de un tirón, el boxer me quedó puesto; solo me lo arremangué un poco para que sobresaliera mi pija latente e inflamada.
La embestí con mi cuerpo y cayó acostada, trepe lamiendole las tetas y mordiendole los pezones hasta la boca donde le succioné la lengua hasta meter casi toda mi cara adentro de su cabidad.
Fueron segundos donde la sangre se me agolpó y sentí como se aceleraba mi corazón antes de forzar con mi mano a entrar en su rosada y delicada concha a mi violenta verga.
Y cuando la penetré ¡Ese calorcito! Ese calor que solo se siente al hundir la pija en el cuerpo de una mujer. Gemí apretandole las caderas y atrayendola contra mí.
La cojí muy rapido, movíamos la cama, su humedad chorreaba sobre mis bolas y el colchón; su concha palpitaba, se endurecía; se contraía... y después se relajaba y así conforme a mis movimientos casi bestialicos sobre su cuerpo.
Me podía el morbo. El morbo de ese cuerpito tan lindo que tenía. Esas tetas gigantes mesiendosé como la superficie de un río embravecido ante mis embestidas llenas de ansias de llenarla toda de leche, de inundarle hasta el alma con ese demonio de ardor que me trepaba por las pelotas hasta lo mas profundo de mi anatomía.
De la desesperación no era conciente demis actos y le mordía el cuello, le apretaba la cadera con fuerza, le mordía con ferocidad las tetas, le metía la lengua hasta en el oído.
Ella por su lado me incaba la espalda con sus largas uñas, me tiraba de la cabeza con fuerza contra su pecho y me mordía el cuello como pretendiendo arrancarme la carne, pero eso me ponía mas caliente y mas fuerte le daba y así nos retroalimentabamos. Hasta que perdidos por una especie de fuerza que parecía salir despedida como una bala por nuestros sexós palpitantes y ardientes; chorreantes y al borde del paroxismo nos miramos a la cara con los ojos perdidos como si no comprendieramos que nos estaba pasando y finalmente nos desbordamos.
Temblando casi no pudiendo soportar esa especie de vertigo; esa electicidad que te recorre hasta la ultima punta del cuerpo fue que se detuvo nuestra violencia mutua. Lentamente seguimos empujando aliviandonos, desparramandonos, relajandonos, dejando salir todos los jugos del cuerpo en el cuerpo del otro, con esa sensación de hundimiento, nos dejamos caer. Yo a su cuello pasando mi lengua entrecortadamente en la medida que mis espasmos producto del gigantesco orgasmo que me había hecho liberar las semejantes ganas de cojerla que tenía y ella abrazandome con fuerza y tiritando, haciendo fuerza con la pansa mientras las piernas le temblaban abrazadas a mi cuerpo.
Y así nos quedamos abrazados con mi sexo anclado a su cuerpo, dandonos caricias como si acariciaramos a un perro, al "fin" que nos liberó de todo lo que teníamos cautivo.
Después de dormir abrazados y de despertarnos con besitos tiernos como si fueramos novios desde hace meses. Le llevé el desayuno a la cama como buen caballero que soy (si ¿que tiene, cabrón?) y al poco rato nos despedimos.
Uno de los mejores polvos de mi vida.
Pero la mayoría de mis amigos no me llaman "joven indecente" sino "pesimista seductor". ¿Por qué? Porque sencillamente casi todos mis levantes los tuve diciendo cosas no graciosas.
Soy un tipo serio, elegante y con cara de culo.
La mayoría de mis conocidos necesita de ser gracioso para levantar. Necesitan hacer el payaso. Necesitan decir incoherencias y recaer en estupideces para ello.
Pero yo de eso nada. Frases como "Quisiera inmensamente libre como un ser abortado" (de Cioran) Es una de mis tantas frases lapidarias que suelo decirle a la gente cuando charlo.
A pesar de eso - De mi pesimismo- tengo un montón de levantes. (Pienso yo que porque les despierto curiosidad a las minas)
Les voy a contar ahora una corta historia, donde la curiosidad no mató al gato, sino que ENTREGÓ AL GATO.
Viernes. Un conocido dió una fiesta donde invitó por un lado a su grupo de amigos del secundario conformado por mí y unas cuantas personas más, y por el otro a toda la gente que acude con él al terciario.
Todos charlaban animadamente y yo simplemente fui ahí a tomarme su whisky.
Agarré la botella y me senté cerca de una ventana en un sillón (donde tenía que estar si o si porque a los demás les jodía que fumara) Así que fumaba y me tomaba el whisky.
Se acercó una chica a mi y me dijo "hey... no seas timido vení, hacete amigo" a lo que yo contesté "No soy timido sino callado, el que es tímido tiene miedo a hablar, yo simplemente no quiero hacerlo" "ah! que forro, no queres hablar conmigo" dijo riendose y poniendose medio colorada. "Pensé que eso estabamos haciendo en este preciso momento" dije sonriendo levemente con expresión medio macabra. Se puso colorada pienso principalmente porque la miraba directo a los ojos sin titubear. "Veni sentate conmigo" Le dije.
La chica no era nada extraordinario; era normal. Tetas aparentemente medianas (de esto mas adelante voy a hablar) , culo aceptable, buenas caderas, lindas piernas, ojos color miel, labios finos pero largos, mentón con rasgos dulces, cuello largo y elegante; de mujer. Pelo negro y largo, bien cuidadito.
Se sentó en uno de los brazos del sillón. Charlamos un buen rato. Cada vez que alguien venía a tratar de hablar con ella, ella le hacía el vacío lo cual me dio la pauta de que yo le interesaba. Me preguntó muchas cosas: ¿Por que me vestía como profesor de la facultad? (polera y sobretodo negros con pantalón de vestir y zapatos) ¿Por qué no deseaba hablar con nadie? ¿Por que esto? ¿Por qué lo otro? y todo así.
Se pasó la noche y me terminé el Whisky. Le dije que me iba y que "un gusto charlar con vos" "Hey esperá. No me dijiste tu nombre ¿Usas face? " "Me llamo Ezequiel y si, pero prefiero no pasarlo. Pasame tu celular mejor y vamos a caminar un día de estos. Y me seguis acosando con tus preguntas" Así que me lo pasó.
A la semana le mandé un mensaje. Le dije de ir a caminar por capital. Aceptó.
Salimos a caminar por Puerto Madero y charlamos mucho. Era de noche, empezó a hacerse tarde y las cosas se empezaron a poner bravas. Empezaron a aparecer los ladrones baratos buscando gente a quien afanar. Empezaron a aparecer carispelas medias raras, y todo lo demás. Así que resolvimos venir a casa. Tomamos el 100 y vinimos.
Nos sentamos y cafesito mediante seguimos charlando un buen rato.
La miraba todo el tiempo a los ojos y ella cambió de estar toda timida y bajarme la mirada o mirar a otro lado a mirarme directo pero con ternura. Ahí tuve la pauta de que había suficiente onda.
La agarré repentinamente del mentón y empezó como a jadear impaciente. Me acerqué y le dí con mucha ternura un beso. Después de dárselo me aleje unos pocos centimetros de su cara y me quedé mirándola, sonreí; ella sonrió. Abrimos la boca al mismo tiempo y nos acercamos con las bocas abiertas hasta unirlas y empezar a enroscar nuestras lenguas con furia adentro.
Las lenguas resbalosas y ágiles se desgustaban mutuamente adentro de nuestras bocas con velocidad y frenesí a tal punto que cuando cerrábamos el beso y nos apretábamos los labios el uno al otro en múltiples besos todavía me quedaba la sensación de hormigueo de tanto frotar mis papilas con las suyas.
Después de muchos piquitos (osea besos sin lengua) volvimos a abrir la boca y nos devoramos. Parecía que luchabamos por partirle la mandibula al otro de lo mucho que abríamos la boca para enrroscar nuestras lenguas chorreantes desaliva y ya anhelantes de algo mas; carne.
En algunos momentos me succionaba la lengua metiendo su boca en mi boca; cosa que yo también le hacía a ella, eran besos muy raros. Nos apretabamos, nos abrazabamos, nos despeinabamos, estabamos presos del impulso por arrancarle la ropa al otro, tirarlo al piso y dejarlo sin aliento en interminables envestidas húmedas que harían chocar nuestros cuerpos con tal fuerza que imitaríamos el sonido del aplauso de una multitud.
Pero a todos nos encanta la abstinencia y a eso nos dedicamos: a pasarnos las manos por las zonas mas intimas sin sacarnos ni una sola ropa. A acariciar y extrangular la poca carne que sobresalía por abajo de los pliegues de la remera. Nuestra anciedad ; un fuego que nos llevaría a violarnos con la violencia de dos psicópatas.
En un impulso mutuo nos separamos y nos desvestimos a toda velocidad. Esas enormes tetas aprisionadas contra el pecho por un corpiño salieron como dos gigantescas prolongaciones. Tenia esos pezones grandes con protuberancias chiquitas que son riquisimos a la vista y son mis preferidos para morder. Su cinturita bien de mujer en perfecta forma de guitarra y esas piernas gordas y firmes que también quería llenar de mordiscos. Todo eso me calentaba. Yo sentía al desvestirme la verga corriendo por mi entrepierna como una gigantesca gota de agua caliente que ademas palpitaba y se extrangulaba con los dobleces de mi boxer. No podía casi reaccionar ante tal impulso. Sentía que hacía años que no hechaba un polvo. Me saqué los zapatos a patadas y los pantalones de un tirón, el boxer me quedó puesto; solo me lo arremangué un poco para que sobresaliera mi pija latente e inflamada.
La embestí con mi cuerpo y cayó acostada, trepe lamiendole las tetas y mordiendole los pezones hasta la boca donde le succioné la lengua hasta meter casi toda mi cara adentro de su cabidad.
Fueron segundos donde la sangre se me agolpó y sentí como se aceleraba mi corazón antes de forzar con mi mano a entrar en su rosada y delicada concha a mi violenta verga.
Y cuando la penetré ¡Ese calorcito! Ese calor que solo se siente al hundir la pija en el cuerpo de una mujer. Gemí apretandole las caderas y atrayendola contra mí.
La cojí muy rapido, movíamos la cama, su humedad chorreaba sobre mis bolas y el colchón; su concha palpitaba, se endurecía; se contraía... y después se relajaba y así conforme a mis movimientos casi bestialicos sobre su cuerpo.
Me podía el morbo. El morbo de ese cuerpito tan lindo que tenía. Esas tetas gigantes mesiendosé como la superficie de un río embravecido ante mis embestidas llenas de ansias de llenarla toda de leche, de inundarle hasta el alma con ese demonio de ardor que me trepaba por las pelotas hasta lo mas profundo de mi anatomía.
De la desesperación no era conciente demis actos y le mordía el cuello, le apretaba la cadera con fuerza, le mordía con ferocidad las tetas, le metía la lengua hasta en el oído.
Ella por su lado me incaba la espalda con sus largas uñas, me tiraba de la cabeza con fuerza contra su pecho y me mordía el cuello como pretendiendo arrancarme la carne, pero eso me ponía mas caliente y mas fuerte le daba y así nos retroalimentabamos. Hasta que perdidos por una especie de fuerza que parecía salir despedida como una bala por nuestros sexós palpitantes y ardientes; chorreantes y al borde del paroxismo nos miramos a la cara con los ojos perdidos como si no comprendieramos que nos estaba pasando y finalmente nos desbordamos.
Temblando casi no pudiendo soportar esa especie de vertigo; esa electicidad que te recorre hasta la ultima punta del cuerpo fue que se detuvo nuestra violencia mutua. Lentamente seguimos empujando aliviandonos, desparramandonos, relajandonos, dejando salir todos los jugos del cuerpo en el cuerpo del otro, con esa sensación de hundimiento, nos dejamos caer. Yo a su cuello pasando mi lengua entrecortadamente en la medida que mis espasmos producto del gigantesco orgasmo que me había hecho liberar las semejantes ganas de cojerla que tenía y ella abrazandome con fuerza y tiritando, haciendo fuerza con la pansa mientras las piernas le temblaban abrazadas a mi cuerpo.
Y así nos quedamos abrazados con mi sexo anclado a su cuerpo, dandonos caricias como si acariciaramos a un perro, al "fin" que nos liberó de todo lo que teníamos cautivo.
Después de dormir abrazados y de despertarnos con besitos tiernos como si fueramos novios desde hace meses. Le llevé el desayuno a la cama como buen caballero que soy (si ¿que tiene, cabrón?) y al poco rato nos despedimos.
Uno de los mejores polvos de mi vida.
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