Continuación y misma protagonista de este post: http://www.poringa.net/posts/relatos/2378009/Arrodillarme-y-besarte-ahi.html
Cuando alguien te calienta, cualquier cosa que puedan decirte queda impregnada en tu memoria, a disposición de la próxima fantasía. Y vos me dijiste que no tenías ningún juguete, que te gustaría pero te da vergüenza ir a comprar. Así que te cuento lo que va a pasar:
Suena el timbre de tu casa. Atendés. Por el portero eléctrico te avisan que hay un paquete en planta baja para vos. Llegás y no hay nadie, sólo una caja en el piso. Volvés a tu departamento y la abrís. Adentro parece haber sólo papel de diario, pero después de sacar todo encontrás una cajita más chica y un papel. En el papel, un mensaje: que lo disfrutes. Abrís la caja: un vibrador. Lo mirás, lo sacás de la caja, lo comparás mentalmente con las pijas que tuviste en tus manos. Pensás que es larga, que tiene el ancho justo, que es linda. Que te gustaría que fuera de carne. Y pensás, por supuesto, quién habrá sido el que la envió.
Entonces te suena el teléfono. Yo. Te preguntó si te gustó la sorpresa. Y me decís que sí, que te sorprendió y varias cosas más. Entonces te cuento que estoy mirando las fotos que me enviaste. Que me vuelven loco. Que las primeras que vi, más artísticas, me dan ganas de lamerte, de saborear tu piel; que las últimas, con la conchita peluda ya abierta, me invitan a clavarte. Por eso te envié el regalo. Para que sientas algo mío adentro tuyo mientras yo te miro.
Pero me decís que ahora no, que estabas justo ocupada, que no podes en este momento y que… que estás agarrándote un pezón, que te lo estirás y te gustaría que lo chupe. Yo te cuento que mi pija ya está parada, el calzoncillo estirado y la cabeza asomando por arriba. ¿Te gustaría tenerla adentro ahora mismo?
Agarrá mi regalo. Dejate la ropa puesta. Sólo bajate el jean y la bombacha. Me decís: No tengo jean, tengo un vestido. No te lo saques, subítelo. Correte la bombacha y acariciate el clítoris con tu nuevo chiche. Le mojas la punta con saliva y te lo apoyas. Se enciende desde atrás, te digo. Y me doy cuenta que encontrás el botón porque te escucho: mmmmmmmm. Queres preguntarme qué estoy haciendo yo, pero tu frase se interrumpe, estás acelerada.
Abrite los labios, te digo. Y vos, de a poco, los abrís. Ahora apoyá la punta del vibrador. Quedate tranquila, el clítoris no va a quedar desatendido. Yo te regalé el vibrador, la naturaleza te dio dedos. Empezás a meterlo. Pero suena el timbre. Decís que ahora no, que no te importa quién sea. Suena otra vez. Atendé, te digo: quizás hay más regalos.
Bufás. Tenías ganas de seguir. Te subís rápido el vestido y vas a la puerta. Hola, te digo. Y no te doy a que termines de abrir la puerta: te agarro de la cintura, te paso las manos por atrás. Te digo que estuve siempre afuera, esperando. Llegamos a tu casa. ¿En qué estabas te pregunto? Me mostrás. ¿Dónde lo tenías? Me mostrás. Te lo apoyo de vuelta.
Me decís que no querés más el vibrador, que ahora querés una de verdad. Pensé la vez pasada que las cosas ya habían sido claras: vos hacés lo que yo te diga. Me bajo los pantalones. Mi verga apunta directo a tu cara. Sonreís. Pongo un dedo en tu labio inferior. Arqueas las cejas. Pongo uno, dos, tres dedos adentro de tu boca. La abro, casi a la fuerza. Meto la pija. Chupá.
Y empezás. Chupas bien. Se nota que te gusta. Pareciese como si te pusieras a prueba, a ver cuánto te entra. Haces lo imposible para que entre toda: los pelos de mi pelvis contra tu cara. No la chupas, te la comés. Una mano me agarra las bolas. La otra tiene el vibrador, pero no hace nada. Seguí pajeándote, te digo.
Entonces el ruido del motorcito se confunde con tu propia garganta, que no puede jadear ni gemir porque está llena de pija. Te agarro del pelo, fuerte. Te aplasto la cara contra mí. Ya no tenés espacio para ir y volver, entonces sólo succionas. Ya está, es suficiente.
Saco la pija, que chorrea saliva. Voy atrás tuyo. Sabes que me gusta tu culo, lo quiero ver. Lo necesito ver. Te agarro el vibrador y te lo hundo en la concha, empapada. Lo hago ir y venir, y tu dedo juega arriba, en el clítoris. Cuando llegué, vos ya habías empezado así que acá queda poco por hacer: te siento acabar, gritas. Siento mi mano llena de flujo. Te aviso: no te relajes, hay más.
Te abro las nalgas. Robo unas gotas de tu flujo y las llevo con un dedo hasta tu ano. Entra fácil. Pensé que iba a costar más. Te digo que ese culo está acostumbrado y te ruborizas. Me gusta hacerte ruborizar. Un dedo adentro. Y el vibrador adelante, por fuera. Dos dedos. Sé que te gusta. Tres dedos. Duele, decís.
Los saco. Y te acerco mi pija. Tu culo se abre como si la hubiera esperado. Está apretado, pero se mueve bien. Mis embates te hacen ir y venir a mi ritmo. Entonces meto ahora el vibrador hasta el fondo. Dos pijas adentro. Una en la concha, que te hace vibrar, y otra en el culo, que ojalá te haga doler.
Quiero que sientas que no hay más lugar, que todo está lleno: pija y vibrador es uno solo, culo y concha son lo mismo, y todo vibra y todo te duele y se dilata. Estás todo lo abierta que podés estar. Ay, cómo te duele. Gritás, pero apenas con un hilo de voz. Y yo no sólo voy atrás y adelante, me muevo para los costados para que la sientas más. Y siento también el consolador chocar con mi pija. Te llené. Y eso era lo que te quería regalar. Así que mientras volvés a acabar, mi leche inunda tu culo. Me quedo ahí, atrás, adentro, y veo tu culo rebalsar de jugos. Es todo lo que quería ver.
Cuando alguien te calienta, cualquier cosa que puedan decirte queda impregnada en tu memoria, a disposición de la próxima fantasía. Y vos me dijiste que no tenías ningún juguete, que te gustaría pero te da vergüenza ir a comprar. Así que te cuento lo que va a pasar:
Suena el timbre de tu casa. Atendés. Por el portero eléctrico te avisan que hay un paquete en planta baja para vos. Llegás y no hay nadie, sólo una caja en el piso. Volvés a tu departamento y la abrís. Adentro parece haber sólo papel de diario, pero después de sacar todo encontrás una cajita más chica y un papel. En el papel, un mensaje: que lo disfrutes. Abrís la caja: un vibrador. Lo mirás, lo sacás de la caja, lo comparás mentalmente con las pijas que tuviste en tus manos. Pensás que es larga, que tiene el ancho justo, que es linda. Que te gustaría que fuera de carne. Y pensás, por supuesto, quién habrá sido el que la envió.
Entonces te suena el teléfono. Yo. Te preguntó si te gustó la sorpresa. Y me decís que sí, que te sorprendió y varias cosas más. Entonces te cuento que estoy mirando las fotos que me enviaste. Que me vuelven loco. Que las primeras que vi, más artísticas, me dan ganas de lamerte, de saborear tu piel; que las últimas, con la conchita peluda ya abierta, me invitan a clavarte. Por eso te envié el regalo. Para que sientas algo mío adentro tuyo mientras yo te miro.
Pero me decís que ahora no, que estabas justo ocupada, que no podes en este momento y que… que estás agarrándote un pezón, que te lo estirás y te gustaría que lo chupe. Yo te cuento que mi pija ya está parada, el calzoncillo estirado y la cabeza asomando por arriba. ¿Te gustaría tenerla adentro ahora mismo?
Agarrá mi regalo. Dejate la ropa puesta. Sólo bajate el jean y la bombacha. Me decís: No tengo jean, tengo un vestido. No te lo saques, subítelo. Correte la bombacha y acariciate el clítoris con tu nuevo chiche. Le mojas la punta con saliva y te lo apoyas. Se enciende desde atrás, te digo. Y me doy cuenta que encontrás el botón porque te escucho: mmmmmmmm. Queres preguntarme qué estoy haciendo yo, pero tu frase se interrumpe, estás acelerada.
Abrite los labios, te digo. Y vos, de a poco, los abrís. Ahora apoyá la punta del vibrador. Quedate tranquila, el clítoris no va a quedar desatendido. Yo te regalé el vibrador, la naturaleza te dio dedos. Empezás a meterlo. Pero suena el timbre. Decís que ahora no, que no te importa quién sea. Suena otra vez. Atendé, te digo: quizás hay más regalos.
Bufás. Tenías ganas de seguir. Te subís rápido el vestido y vas a la puerta. Hola, te digo. Y no te doy a que termines de abrir la puerta: te agarro de la cintura, te paso las manos por atrás. Te digo que estuve siempre afuera, esperando. Llegamos a tu casa. ¿En qué estabas te pregunto? Me mostrás. ¿Dónde lo tenías? Me mostrás. Te lo apoyo de vuelta.
Me decís que no querés más el vibrador, que ahora querés una de verdad. Pensé la vez pasada que las cosas ya habían sido claras: vos hacés lo que yo te diga. Me bajo los pantalones. Mi verga apunta directo a tu cara. Sonreís. Pongo un dedo en tu labio inferior. Arqueas las cejas. Pongo uno, dos, tres dedos adentro de tu boca. La abro, casi a la fuerza. Meto la pija. Chupá.
Y empezás. Chupas bien. Se nota que te gusta. Pareciese como si te pusieras a prueba, a ver cuánto te entra. Haces lo imposible para que entre toda: los pelos de mi pelvis contra tu cara. No la chupas, te la comés. Una mano me agarra las bolas. La otra tiene el vibrador, pero no hace nada. Seguí pajeándote, te digo.
Entonces el ruido del motorcito se confunde con tu propia garganta, que no puede jadear ni gemir porque está llena de pija. Te agarro del pelo, fuerte. Te aplasto la cara contra mí. Ya no tenés espacio para ir y volver, entonces sólo succionas. Ya está, es suficiente.
Saco la pija, que chorrea saliva. Voy atrás tuyo. Sabes que me gusta tu culo, lo quiero ver. Lo necesito ver. Te agarro el vibrador y te lo hundo en la concha, empapada. Lo hago ir y venir, y tu dedo juega arriba, en el clítoris. Cuando llegué, vos ya habías empezado así que acá queda poco por hacer: te siento acabar, gritas. Siento mi mano llena de flujo. Te aviso: no te relajes, hay más.
Te abro las nalgas. Robo unas gotas de tu flujo y las llevo con un dedo hasta tu ano. Entra fácil. Pensé que iba a costar más. Te digo que ese culo está acostumbrado y te ruborizas. Me gusta hacerte ruborizar. Un dedo adentro. Y el vibrador adelante, por fuera. Dos dedos. Sé que te gusta. Tres dedos. Duele, decís.
Los saco. Y te acerco mi pija. Tu culo se abre como si la hubiera esperado. Está apretado, pero se mueve bien. Mis embates te hacen ir y venir a mi ritmo. Entonces meto ahora el vibrador hasta el fondo. Dos pijas adentro. Una en la concha, que te hace vibrar, y otra en el culo, que ojalá te haga doler.
Quiero que sientas que no hay más lugar, que todo está lleno: pija y vibrador es uno solo, culo y concha son lo mismo, y todo vibra y todo te duele y se dilata. Estás todo lo abierta que podés estar. Ay, cómo te duele. Gritás, pero apenas con un hilo de voz. Y yo no sólo voy atrás y adelante, me muevo para los costados para que la sientas más. Y siento también el consolador chocar con mi pija. Te llené. Y eso era lo que te quería regalar. Así que mientras volvés a acabar, mi leche inunda tu culo. Me quedo ahí, atrás, adentro, y veo tu culo rebalsar de jugos. Es todo lo que quería ver.
2 comentarios - Llenarte. Un vibrador y una pija
Y no voy a comentar más cosas por acá... jeje.