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Dominada por mi padrastro 2º Parte

Esta es la continuación de la historia que comenzó aquí:

http://www.poringa.net/posts/relatos/2374180/Dominada-por-mi-padrastro.html


Pasaron varios meses en que parecía que todo lo que mi cabeza había imaginado tan vertiginosamente, se desplomaría de un plumazo, debido a una interminable serie de hechos negativos que sucedieron sin solución de continuidad:

Por una parte, Fede haciendo un enloquecido periplo en busca del trabajo que lo catapultara hacia su independencia económica con su título bajo el brazo, pero con resultados que, en el mejor de los casos, le prometían un futuro inmediato lleno de cargos con “marketineros” nombres gerenciales en importantes empresas y remuneraciones que nunca alcanzaban a la mitad del monto que su padre le venía proveyendo desde hacía años, para cubrir mucho más que sus necesidades esenciales. Hasta los pasajes aéreos y gastos de viajes para entrevistas en otras provincias o en el extranjero, estaban incluidos. ¡Aleluya! El nene, conoció de repente qué era esto de ganarse el dinero y cuánto costaría hacerlo por sí mismo.

Por otra parte, en aquella época (mediados de 2003), quedaban por todas partes los girones de una crisis económica que todavía azotaba a este país y, como es de imaginar, ni el negocio de mis padres, ni la fábrica de mi “suegro” fueron la excepción al lamento generalizado. Esto, si bien no puso nunca en riesgo la enorme solidez patrimonial de Ángel, causó notorios efectos en sus estados de ánimo y, por añadidura, en nuestra incipiente “relación”. Las “conversaciones” prometidas nunca se produjeron y los “nuevos encuentros” fueron circunstanciales, pocos y con las mismas características de siempre: No - pasó - nada.

La situación de mis viejos sumada a la virtual ausencia tanto de mi “querido noviecito” como (quién lo diría) de su papá, me predisponían a una debacle anímica y a una apetencia erótica que por momentos cambió peligrosamente mis comportamientos. Tuve episodios de "desbande" en mi conducta y uno de los acontecimientos más destacables de ese período, ocurrió cuando Fede había viajado a otra de las grandes ciudades argentinas con su magro currículum en oferta y me vi envuelta en una experiencia de sexo grupal, que detallaré en algún otro relato.

En medio de un cuadro de desesperanza casi asumido, traté de continuar con no mucho entusiasmo mis estudios. Al poco tiempo, Fede comenzó a trabajar en la delegación local de una empresa multinacional, en aceptables condiciones y con interesantes perspectivas, aunque trabajando todo el santo día. Uno de esos días, fue que llamé a la puerta de la casa de mi prometido (sabiendo que él estaba trabajando), con la intención de hacer uso de su conexión a internet (como solía hacerlo, ya que yo carecía de ella), pero tampoco esta vez abrió la puerta su mamá y sí lo hizo (una vez más) su padre. La escena repetida: "Hola tesoro" seguida de beso apasionado, manos por debajo de la falda (no suelo usar pantalones) en rápida búsqueda de mis glúteos y listo; todo en diez segundos como de costumbre, luego recorrida por el recibidor sintiendo sus manos por mi cuerpo, apertura de la puerta y una vez en el living... ¡Oh, sorpresa! Me tomó desde atrás, metió su mano derecha por debajo del buzo que llevaba y alcanzó mi seno izquierdo, mientras la otra mano ya había vencido el elástico de mi cintura y sus dedos notaban la reciente depilación de mi pubis. Sus labios en mi cuello, apenas permitían entender la pregunta:

- ¿Te depilaste para mí, tesoro?

- Mhm?.. (no era verdad).

Juro que ignoraba por completo que estuviese sólo, aunque su vestimenta indicaba que se disponía a salir. Pero también juro, que hubiera llegado antes si lo hubiera sabido. Amagó llevarme hacia el sillón más grande de la sala, pero finalmente optó por su escritorio, donde también hay confortables sillones y además está la computadora que, eventualmente, justificaría mi presencia allí y desde donde puede observarse la calle sin que se vea desde el exterior lo que ocurre adentro, debido al tipo de vidriado que posee la ventana.
Él permaneció impecablemente vestido con su fino conjunto sport, elegante corbata y un perfume exquisito, mientras minuciosamente iba quitándome una a una las modestas prendas que me cubrían (no me había vestido para la ocasión), a la vez que con su boca no dejaba centímetro de mi piel sin recorrer y humedecer con su saliva.

Sentí mi cuerpo invadido por una abrasadora sensación de placer, cuando me encontré acostada sobre el sillón, con mi desnudez expuesta ante ese hombre que apenas había aflojado levemente su corbata y que, arrodillado y hambriento, cargaba mis piernas por sobre sus hombros e introducía con desesperación su lengua en mi vagina mojada. Como en un sueño, acariciaba sus encanecidas sienes mientras veía las incipientes gotitas de sudor que aparecían en su bronceada frente. Las fantasías que durante tanto tiempo habían alimentado mi imaginación, fueron superadas con holgura esa tarde, a expensas de una tan repetida como desinhibida posesión sexual que hizo de mí, tanto por vía vaginal como oral, mostrando aptitudes que jamás había exhibido su hijo, con menos de la mitad de años vividos.

Se había producido por fin, el encuentro que tanto esperábamos y que nunca planificamos, y en el lugar que nunca hubiésemos imaginado. Lo disfrutamos durante casi tres horas. Él tomó una ducha de la que, por razones obvias yo debí prescindir y nuevamente vestido impecablemente, se ofreció acercarme a casa donde yo tomaría la mía.

En una breve conversación que tuvimos durante el recorrido, me quedaron claro algunas cosas respecto de su idea acerca de nuestra relación. Me hizo notar que, en varias oportunidades mientras hacíamos el amor, yo había vertido algunas exclamaciones tales como "Sí papito... haceme tuya" o "dame más... cogeme por favor" e incluso una vez a bordo del auto, le dije "volvé a hacérmelo pronto, mi vida" y cosas por el estilo. Entonces se ocupó de decirme algo más o menos así:

- Mirá Moni... hay cosas con las que tenemos que ser muy cuidadosos... Vas a tener que dejar de tutearme. Me encanta que lo hagas, pero por el bien de los dos, conviene que me trates de "usted" como venías haciéndolo. Es una cuestión de seguridad, ya que debemos evitar que delante de Blanca o de Federico, se te deslice por error una expresión de confianza que despierte sospechas. Los chicos de hoy lo hacen, pero nunca ha sido tu costumbre, ¿de acuerdo?

Naturalmente, asentí y eso me dio la pauta de que se disponía a afrontar nuestra relación como una práctica destinada a prolongarse en el tiempo y que no pensaba renunciar a ella. También estableció con tono de autoridad, que no habría entre nosotros comunicaciones por celular, ni de voz, ni de texto y tampoco de correo electrónico, a menos que fuesen ajenas a "lo nuestro" y no necesitaran realizarse en secreto.

Ante mi duda sobre cómo comunicarnos entonces, me adelantó algo que me dejó atónita:

- Tengo pensado ofrecerte algo que seguramente vas a aceptar. Se trata de que vengas a trabajar conmigo a la fábrica, ya que necesito una secretaria porque la que tengo se recibió y deja la empresa dentro de dos meses. Ahí no vamos a tener problemas de comunicación. Además tengo entendido que con Federico han hablado algo de matrimonio y no les vendrá mal un sueldo bastante bueno que puedo pagarte. Pero después lo charlamos porque se me hace tarde. Chau tesoro, cuidate. Me dio un beso en la mejilla como si nada y me bajé estupefacta.

Así de simple lo había establecido él. Yo casada con su hijo y él manteniendo conmigo una relación ultra clandestina y protegida con garantías inmejorables. Mis posteriores noches de lógico insomnio, se correspondieron con la inmediata aparición en mi vida de algunas de las tantas preguntas sin respuesta: ¿A qué psicoanalista podía acudir yo con mi problema, sin que en el intento se me cayera la cara de vergüenza? ¿Cómo podría renunciar a una vida que se me presentaba con la dualidad maravillosa de estar casada con el hombre que amaba y al mismo tiempo acceder cada vez que quisiera al hombre que me prodigaba la mayor satisfacción sexual que había conocido?
Debo confesar que no me esmeré demasiado en buscar las respuestas. Cierto enceguecimiento propio de los veinte años, me deslumbró al conjuro exclusivo de la aventura sexual y, en poco tiempo más, estaba con mi novio en una cama del hotel alojamiento que frecuentábamos, poniendo fecha y planificando todos los detalles de nuestro casamiento, y días después, en otra cama pero de un lujoso hotel de las afueras de la ciudad, escuchaba los planes que mi ahora futuro verdadero suegro, había elaborado para mi inminente ingreso como empleada "privilegiada" de su empresa.

Mi familia y la de mi novio, tomaron con muchísimo beneplácito las novedades tanto del casamiento, como de mi futuro empleo y a partir de allí, todos fueron preparativos y alegría por doquier. Pero como lo primero que iba a producirse era mi ingreso al trabajo, comencé a visitar muy asiduamente la fábrica donde mi "suegro" se encargaría de "capacitarme" como es debido, para que cuando ingresara pudiese desenvolverme de manera adecuada y cumplir con mi tarea eficientemente, según sus propias palabras. Es un establecimiento gigantesco ubicado en la zona industrial de la ciudad, que ocupa una superficie de 8 hectáreas, con más de 45.000 metros cubiertos y en el que trabajan alrededor de 650 empleados. En aquel entonces, intentaba sobreponerse a la grave crisis por la que atravesaba, mediante una política de expansión comercial orientada hacia el Mercosur. Digo esto, como tratando de explicar de alguna manera por qué razón las piernas me temblaban de la manera en que lo hacían. Por razones obvias, eludo mencionar el rubro en que desarrolla su actividad, pero aclaro que sus clientes son empresas de la industria metalmecánica.

Así las cosas, fui de a poco conociendo las instalaciones, siendo presentada a directivos y personal administrativo (incluida la que luego reemplazaría) e interiorizándome del funcionamiento de las áreas que estarían bajo mi competencia, todo de la mano de mi querido "futuro jefe". Después de cinco o seis veces de visitas instructivas, hubo una en que debí esperar en el despacho de Ángel, a que éste saliera de una importante reunión en una sala contigua, mientras ensayaba algunas simples tareas que él me había enseñado. El cónclave terminó y él se despidió de los demás ejecutivos y luego de su secretaria, bien entrada la noche, horario éste en que no quedaban trabajadores de planta ni administrativos y sólo permanecía una decena de los que trabajan en seguridad o mantenimiento en zonas periféricas del predio.

Como estoy segura de no necesitar explicarte lo que ocurrió después, te comento que desde el despacho (ubicado en el primer piso), puede visualizarse (¡y escucharse!) a través de una pantalla, todos y cada uno de los rincones de la fábrica, cosa que también hacen desde la guardia de seguridad, excepto para las áreas del despacho en cuestión, la secretaría privada y el salón de reuniones, cuyo código de acceso sólo puede ser habilitado por el presidente o persona autorizada por él.

Durante la espera, había preparado café en una coqueta kitchenette que se encuentra al lado de lo que luego sería mi oficina pero al entrar, él prefirió (después de darme un dulce beso) abalanzarse hacia el privadísimo barcito de roble que hay detrás de su escritorio, en busca de un gratificante "scotch". Seguidamente, empujó las pesadas puertas vaivén con vidrio biselado y esmerilado que separan el despacho, de un majestuoso ambiente que oficia de “private room”, presidido por un imponente juego de sillones en pana chocolate, que parece descansar sobre una mullida alfombra de tonalidad tabaco y rodeado de un imponente ventanal vestido hasta el piso con cortinados de brocatto sepia. Desde altavoces ocultos, el grupo Skorpions comenzaba a cantarnos despacito "Still loving you", un tema más cercano a su época que a la mía. No fue necesario encender las artísticas lámparas que con gusto exquisito se reparten por el ambiente, ya que la luz tenue que se filtraba desde la puerta del despacho, dibujaba a la perfección todos los objetos. Sí en cambio, oprimió un botón con el que las cortinas emprendieron una lenta retirada dejando ver que la luna, asomando entre las nubes, nos miraba con sonrisa cómplice... y se escondía.

Con gesto de mucho cansancio, alternó entre sus manos el vaso de whisky, para poder deshacerse de su saco y revolearlo sobre uno de los sillones, se apoltronó pesadamente en otro y se quitó la corbata al tiempo que con cada pie, liberaba al restante de su respectivo zapato.

Cuando me acercaba para sentarme en el apoyabrazos de su lado, me sobresaltó el ringtone de mi celular. El sonido no hizo necesario que leyera la pantalla para identificar la llamada: era Federico.

- Hola chanchitooo!..

- Bebé! ¿donde andás a esta hora?

- Aquí, en (el nombre de la fábrica) todavía. ¡Con tu pá! ¿Qué hora es?

Al hablar miré a Ángel, que de inmediato se autoseñaló y a continuación apuntó con su índice la sala de reuniones.

- ¡Casi las diez! ¿Se volvió loco el viejo? Decile que todavía no laburás ahí, che...

- Es que está reunido con gente... Yo estoy practicando un poco y escuchando música mientras espero. No creo que demore mucho más. ¿Y vos, como estás mi amor?

- Yo muerto de cansancio porque recién salgo, pero te iba a proponer ir a tomar un feca por ahí. ¿Y si te voy a buscar?

- ¡Ni lo pienses! Hasta que llegues aquí tal vez nosotros ya hayamos salido. Además yo también estoy cansada, lo dejemos para otro día ¿si?

Sin darme cuenta y en medio de la conversación, yo había quedado parada al lado del sillón donde Ángel estaba sentado. Sin perder su tiempo, con su mano hizo que yo me aproximara más a él y quedase entre sus piernas; entonces desprendió algunos de los botones inferiores de mi blusa y...

- Bueh... está bien. ¿Pero cómo estás vos bebé? ¿Te trata bien el viejo?

- ¡Claro, tonto!.. Si sabés que es amoroso...

... pasando sus dos manos por debajo de la falda, puso una en cada uno de mis glúteos y comenzó...

- Sí... muy amoroso pero sabés que es bastante explotador ese viejo. Si no lo parás...

- ¡Ay,.. Fede!.. Dejá de hablar macanas...

... a besarme el vientre. Sentí un miedo terrible de emitir algún sonido por la excitación o que cambiara el tono de mi voz, pero con cierta desesperación tomé con mi única mano libre...

- Ya lo vas a comprobar, pero bueno... ¿Podré verte mañana?

- Supongo que sí, chanchito... pero depende más de vos que de mí. Yo mañana salgo de la facu temprano pero vos laburás.

... los pelos cortitos de su nuca tratando de apartarlo, pero él ya se las había ingeniado para despojarme de la pollera y ya por debajo de la blusa, se disponía...

- Está bien. Antes de salir del laburo te estoy llamando. Mirá que después te vas a (nombró mi pueblo) por esa famosa partida de nacimiento, así que quiero que salgamos mañana, ¿sí?

- Sííí, chanchi... bueno... descansá y cuidate mucho... Te quiero...

... a desprenderme el corpiño mientras sus labios no dejaban de recorrer y su lengua mojar...

- Yo también te quiero, bebé. Besito... Soñá conmigo, eh?

- Vos también conmigo... Besito... Chau.

... cada centímetro de mi piel que estuviese a su alcance.

Al cortar la comunicación, quizá por mis nervios, el celular se me cayó. Flexioné las piernas para recogerlo y asegurarme que había cortado bien, quedando entonces en cuclillas entre sus rodillas. Con suavidad, me tomó del cuello mientras con la otra mano bajó el cierre de sus pantalones y la tarea de desprender su cinturón me correspondió a mí, apoyando mis codos en el sillón a ambos lados de sus caderas.

Cuando el elástico de su boxer lo liberó, su pene se irguió a centímetros de mis ojos. Levanté la vista buscando su mirada y mi boca entreabierta, suplicante, le hizo tomarme del cuello con ambas manos y atraerme hacia sí, para hundírmelo hasta la garganta. Comenzó él a hacer el movimiento de vaivén muy lentamente con su cuerpo, mientras con las manos terminaba de lograr la desnudez de mi torso. Una vez más, me encontraba ante él, que tenía casi toda su ropa encima, provista solamente de mi pequeña tanga, mi bijouterie, y mis zapatos (que él, con un gesto, había impedido que me quitara cuando lo intenté). Luego de quitase él también toda su ropa, estuvimos navegando en un loco viaje por la alfombra durante casi dos horas. Nos recorrimos los cuerpos con nuestras bocas de un modo desenfrenado, disfrutamos de una escandalosa e impune libertad, traspusimos los límites de nuestra concepción moral mezclando nuestra saliva en los besos, saboreando los fluidos de nuestros sexos y el sudor de nuestras pieles, lo provoqué con obscenidad recordándole a su esposa mientras me penetraba, me insultó con bajeza mencionándome a su hijo cuando me lamía, me burlé de su edad cuando le chupaba los testículos, se rió imaginándome frente al cura con el vestido blanco cubriendo mi cuerpo desnudo que le seguiría perteneciendo. Finalmente, tras decirle al oído "viejo decrépito" y él responderme "pendeja puta", nos reímos a carcajadas hasta llorar... (quién sabe si además, no lloramos un poco sin reírnos...).

Cerca de la medianoche, la guardia levantó la barrera con el tiempo suficiente para que no fuese necesario detener el auto, desde el cual sonó un breve bocinazo a modo de saludo. Los vidrios polarizados dibujaron un signo de interrogación sobre las dos personas que estaban en la garita.

Continuará (¿continuará?)

1 comentarios - Dominada por mi padrastro 2º Parte

okasis
wow, es el primer post q comento y es debido a la prosa. No se si es excitante, pero me dio placer leer algo tan bien escrito. Ojalá pueda conocerte por mp, sería intrigante hablar con vos de literatura. Saludos.