Tarde un poquitin pero por fin aca esta, la parte de 2 de esta emocionante y caliente historia, espero que le dediquen muchas muchas pajas, tanto hombres como mujeres obvio, disfrutenlo
Alejandro, el chico que vino a repararme la PC, resultó ser un amante maravilloso. Con su gran pene curvadito hacia arriba, y ese glande que se destacaba del resto por su mayor grosor.
La primera vez que tuvimos sexo había sido la tarde anterior, cuando llegó a casa con ninguna otra intención que arreglar mi compu. Lo dejé quedarse a comer y a dormir en casa, porque sabía que no le había sacado todo el juego que le podía sacar a la forma en que me penetraba.
Acurrucado en mi cama, yacía Alejandro, hecho un bollo. Me desperté antes que él, y ni siquiera se dio cuenta cuando salí de la habitación para la cocina. Puse a calentar el agua para prepararme alguna infusión y empezar el día. Cuando volví a la habitación, él seguía durmiendo, esta vez de panza al techo. Se me ocurrió despertarlo eróticamente, y así tenerlo listo antes de que hirviera el agua.
Lo único que lo cubría era una sábana, pues el calefactor seguía funcionando al máximo, como siempre en invierno. Si se la descorría, seguramente se iba a despertar, no iba a tomar ese riesgo. Apoyé primero las dos manos en los pies de la cama, caminé un poco con ellas hasta poder apoyar también las rodillas. Gateé hasta dejar mi cara a la altura de su pelvis y la bajé. Con mis labios tanteé la zona, buscando mi tesoro (flácido en ese momento). Cuando lo encontré, lo tomé ligeramente entre mis dientes, y empecé a pasarle la lengua humedeciendo la sábana. Seguí lamiendo hasta abarcar todo el miembro. Se iba erectando cada vez y Alejandro, más que algún gemido que otro o unas sonrisas de placer, no parecía ni cerca de despertarse. Esta vez con sólo mis labios abracé la zona del glande mientras se hinchaba más y más. Sentí cómo mi boca se abría, empujada por la inminente erección.
Volví a deslizar la lengua, esta vez con un recorrido recto, desde los testículos hasta la puntita. Sin detenerme, sino hasta que llegaba al final, para empezar de nuevo desde la base. Hice un primer recorrido rápido con la lengua sola, entrándola nuevamente en mi boca al llegar a la punta, para mirar a mi amante durmiente. Otro recorrido de mi lengua, junto con el resto del cuerpo: sólo mantenía fijas mis rodillas y mis manos, apoyadas en la cama, sosteniéndome. Ya no movía mi lengua, sólo la dejaba afuera y el resto del cuerpo hacía el deslizamiento sobre el pene; al terminar el recorrido, levantaba la cara para verlo dormir, sonriéndose y gimiendo. Quién sabe qué cosas estaría soñando.
Di otro envión, pero esta vez no levanté el torso, y mis pechos rozaron el tronco. Alejandro abrió apenas los ojos, desperezándose y me miró con picardía. Ninguno de los dos dijo nada. Yo clavé en sus ojos mi mejor mirada de deseo sexual, y él tomó con sus dedos unos pliegues de mi remera y la levantó hasta dejar mis pezones al aire. Sus dos manos se ajustaron a mis pechos y los apretujaron. Sentí su piel apenas más fría que la mía, y ese contraste me volvía más vulnerable a la excitación.
Sin sacar la sábana, me empujó hacia abajo por los hombros y dejó su pene en medio de mis dos pechos. Balanceó su pelvis, masturbándose contra mí. Lo único al alcance de mi boca era su ombligo – y mi boca no puede estar sin hacer algo, es compulsivo – lo besé y recorrí sus bordes con mi lengua, sintiendo el calor de su piel y los pelitos del vientre enredándose, humedeciéndose, bailando en el calor de mi boca.
Alejandro empezó a moverse con más fuerza y más rápido; la fricción con la sábana ya me hacía doler la piel de mis bustos. Me paré sobre mis rodillas y de un tirón saqué la tela del medio. Me tiré otra vez de bustos sobre el pene que me esperaba y lo apretujé, abrazándome fuerte con las manos en sus glúteos firmes. Su movimiento frenético de pelvis aumentaba de velocidad, la fricción sin la sábana empezó a doler de nuevo. Escupí en abundancia sobre mi palma derecha y pasé la saliva por el pene y por mis tetas, lubricando las partes. Alejandro me bajó bruscamente desde los hombros, apretándonos más todavía. Ya la fuerza del movimiento hacía que mis pezones rasparan sobre la pelvis de mi técnico.
Un latido en mi esternón seguido del líquido caliente que se desparramaba entre su vientre y mi pecho; él seguía frotándose contra mí mientras eyaculaba. Sentí otro latido en mi esternón y el líquido se iba multiplicando… Logré distinguir dos o tres latidos más, y en cada uno Alejandro bajaba un poco más la velocidad y la fuerza, hasta que finalmente dejó de moverse y me soltó los hombros. Quedó totalmente laxo.
Lo miré y estaba sonriendo, con los ojos cerrados. Levanté mi torso, que en los primeros centímetros se mantenía unido por hilos blanquecinos al vientre de Alejandro y, cuando me levanté un poco más, esos hilos se fueron cortando, convirtiéndose en gotas que caían una tras otras sobre su cuerpo exhausto.
Me saqué del todo la remera que todavía traía puesta, sobre los pechos. Como estaba (húmeda y pegajosa, goteando semen) fui hasta la cocina una vez más. El agua en la pava no había llegado a hervir todavía, así que me senté a esperarla con un saquito de té en mi taza.
Eso es todo, espero que les haya gustado leerlo, tanto como a mi, espero sus comentarios y sus puntitos, bye
Alejandro, el chico que vino a repararme la PC, resultó ser un amante maravilloso. Con su gran pene curvadito hacia arriba, y ese glande que se destacaba del resto por su mayor grosor.
La primera vez que tuvimos sexo había sido la tarde anterior, cuando llegó a casa con ninguna otra intención que arreglar mi compu. Lo dejé quedarse a comer y a dormir en casa, porque sabía que no le había sacado todo el juego que le podía sacar a la forma en que me penetraba.
Acurrucado en mi cama, yacía Alejandro, hecho un bollo. Me desperté antes que él, y ni siquiera se dio cuenta cuando salí de la habitación para la cocina. Puse a calentar el agua para prepararme alguna infusión y empezar el día. Cuando volví a la habitación, él seguía durmiendo, esta vez de panza al techo. Se me ocurrió despertarlo eróticamente, y así tenerlo listo antes de que hirviera el agua.
Lo único que lo cubría era una sábana, pues el calefactor seguía funcionando al máximo, como siempre en invierno. Si se la descorría, seguramente se iba a despertar, no iba a tomar ese riesgo. Apoyé primero las dos manos en los pies de la cama, caminé un poco con ellas hasta poder apoyar también las rodillas. Gateé hasta dejar mi cara a la altura de su pelvis y la bajé. Con mis labios tanteé la zona, buscando mi tesoro (flácido en ese momento). Cuando lo encontré, lo tomé ligeramente entre mis dientes, y empecé a pasarle la lengua humedeciendo la sábana. Seguí lamiendo hasta abarcar todo el miembro. Se iba erectando cada vez y Alejandro, más que algún gemido que otro o unas sonrisas de placer, no parecía ni cerca de despertarse. Esta vez con sólo mis labios abracé la zona del glande mientras se hinchaba más y más. Sentí cómo mi boca se abría, empujada por la inminente erección.
Volví a deslizar la lengua, esta vez con un recorrido recto, desde los testículos hasta la puntita. Sin detenerme, sino hasta que llegaba al final, para empezar de nuevo desde la base. Hice un primer recorrido rápido con la lengua sola, entrándola nuevamente en mi boca al llegar a la punta, para mirar a mi amante durmiente. Otro recorrido de mi lengua, junto con el resto del cuerpo: sólo mantenía fijas mis rodillas y mis manos, apoyadas en la cama, sosteniéndome. Ya no movía mi lengua, sólo la dejaba afuera y el resto del cuerpo hacía el deslizamiento sobre el pene; al terminar el recorrido, levantaba la cara para verlo dormir, sonriéndose y gimiendo. Quién sabe qué cosas estaría soñando.
Di otro envión, pero esta vez no levanté el torso, y mis pechos rozaron el tronco. Alejandro abrió apenas los ojos, desperezándose y me miró con picardía. Ninguno de los dos dijo nada. Yo clavé en sus ojos mi mejor mirada de deseo sexual, y él tomó con sus dedos unos pliegues de mi remera y la levantó hasta dejar mis pezones al aire. Sus dos manos se ajustaron a mis pechos y los apretujaron. Sentí su piel apenas más fría que la mía, y ese contraste me volvía más vulnerable a la excitación.
Sin sacar la sábana, me empujó hacia abajo por los hombros y dejó su pene en medio de mis dos pechos. Balanceó su pelvis, masturbándose contra mí. Lo único al alcance de mi boca era su ombligo – y mi boca no puede estar sin hacer algo, es compulsivo – lo besé y recorrí sus bordes con mi lengua, sintiendo el calor de su piel y los pelitos del vientre enredándose, humedeciéndose, bailando en el calor de mi boca.
Alejandro empezó a moverse con más fuerza y más rápido; la fricción con la sábana ya me hacía doler la piel de mis bustos. Me paré sobre mis rodillas y de un tirón saqué la tela del medio. Me tiré otra vez de bustos sobre el pene que me esperaba y lo apretujé, abrazándome fuerte con las manos en sus glúteos firmes. Su movimiento frenético de pelvis aumentaba de velocidad, la fricción sin la sábana empezó a doler de nuevo. Escupí en abundancia sobre mi palma derecha y pasé la saliva por el pene y por mis tetas, lubricando las partes. Alejandro me bajó bruscamente desde los hombros, apretándonos más todavía. Ya la fuerza del movimiento hacía que mis pezones rasparan sobre la pelvis de mi técnico.
Un latido en mi esternón seguido del líquido caliente que se desparramaba entre su vientre y mi pecho; él seguía frotándose contra mí mientras eyaculaba. Sentí otro latido en mi esternón y el líquido se iba multiplicando… Logré distinguir dos o tres latidos más, y en cada uno Alejandro bajaba un poco más la velocidad y la fuerza, hasta que finalmente dejó de moverse y me soltó los hombros. Quedó totalmente laxo.
Lo miré y estaba sonriendo, con los ojos cerrados. Levanté mi torso, que en los primeros centímetros se mantenía unido por hilos blanquecinos al vientre de Alejandro y, cuando me levanté un poco más, esos hilos se fueron cortando, convirtiéndose en gotas que caían una tras otras sobre su cuerpo exhausto.
Me saqué del todo la remera que todavía traía puesta, sobre los pechos. Como estaba (húmeda y pegajosa, goteando semen) fui hasta la cocina una vez más. El agua en la pava no había llegado a hervir todavía, así que me senté a esperarla con un saquito de té en mi taza.
Eso es todo, espero que les haya gustado leerlo, tanto como a mi, espero sus comentarios y sus puntitos, bye
0 comentarios - El dia que el tecnico fue atendido parte 2