Luego de una larga ausencia, vuelvo a terminar con mi relato. No será en este capítulo y quizá tampoco en el siguiente, pero lo terminaré. Ruego al que no conozca mi historia que busque los capítulos anteriores ya sea por el titulo o por el autor. También espero algún día agradecerle a Dantes lo que hace por mí al convertir en relato mis experiencias. Un día se lo pagaré como corresponde.
Cristina II
Parte 2 de 2.
El taxista se me quedo viendo por el espejo, seguramente pensaba que éramos padre he hija. Don Tito tenía una sonrisa de satisfacción en la cara; no era para menos, me había comportado como él lo había planeado. Seguramente al verme deseada por todos esos hombres inescrupulosos, y luego verme disfrutar de sus avances a pesar de pedir que se detuvieran, lo habían llevado al paraíso del morbo.
De todas formas mis deseos seguían latentes, nadie había satisfecho mi calentura de perra y muy a mi pesar sabia que Pablo, mi amado marido, no podría hacerlo; necesitaba del viejo bastardo de mi vecino y él lo sabía. Me percate de las miradas lascivas del taxista, miraba mis piernas y se esforzaba por ver mas halla ¾¿Cuánto querrá ver?¾ me pregunte, la idea acentuó mi excitación; ya estaba entregada al morbo, la perra dentro de mí me dominaba y no podía hacer nada para detenerla. Abrí inocentemente mis piernas, delicadamente, sin que Don Tito se diera cuenta, le mostré mi ropa interior al taxista. El tipo era un cuarentón, muy morocho, de abundante bigote, macizó y se notaba que no era muy alto, mas bajo que yo ¾nunca podría estar con una mujer como yo¾ Seguramente en casa le esperaba una esposa con sobre peso, morocha como él y con tres embarazos a cuestas. Sin embargo, en ese momento podía deleitar su vista con mi cuerpo. Las ideas en mi cabeza volaban y la ansiedad por ser usada crecía a cada instante.
—¿No es cierto que mi nuerita es preciosa amigo?—pregunto sonriente Don Tito mientras pasaba su mano por detrás para apoyarla en mi hombro.
El taxista no dijo nada, entendió el comentario como un reproche y dejo en retrovisor para atender el camino.
—¿Dónde van?— Preguntó al llegar a la primera intersección.
—Acá a la izquierda, mi buen amigo— le indico Don Tito— usted tan solo conduzca, yo le indicaré el camino.
No entendí porque Don Tito no le daba una dirección o una indicación mas precisa, concluí que solo quería alejarse un par de cuadras más de los tipos que nos habían tratado de seguir.
El susto que había pasado y el relajo de aquellos momentos de calma en el taxi, me hicieron volver a la cordura. ¿Cómo había permitido que aquel viejo me humillara de esa forma?!. Supe que estaba fuera de control, que digo, estaba loca al arriesgar mi vida con Pablo por unos momentos de morbosa lujuria. Me dije que eso tenía que acabar, mi voluntad tenia que imponerse frente a aquellos extraños deseos. Mire a Don Tito y me prometí que apenas llegara a casa lo mandaría a la mierda, nunca volvería a caer en sus garras, no me volvería a quebrar.
No se cuanto tiempo estuve atrapada en mis cavilaciones, pero seguro fue más del que supuse, porque de pronto me sorprendí, reconocí la esquina que acabábamos de doblar. ¡Don Tito acababa de indicarle al chofer que doblara por la calle donde se ubicaba la empresa constructora donde trabajaba Pablo!. Quise engañarme, pensar que no era más que una coincidencia, mi vecino no tenía por que saber donde trabajaba mi marido, pero mis esperanzas se desvanecieron cuando Don Tito le pidió al taxista que se detuviera.
Pablo trabaja en un barrio industrial del Norte de la ciudad, la cuadra donde nos encontrábamos estaba llena de empresas. Cincuenta metros frente a nosotros, por el lado contrario de la avenida, se levantaba el tosco edificio corporativo donde trabajaba. Ya pasaba del medio día y era cuestión de minutos que los trabajadores, incluido mi marido y sus amigos, salieran a comer a los distintos boliches cercanos. Entre en pánico ante la posibilidad que mi amado Pablo me encontrara vestida así subida en un cacharriento taxi con el mal nacido de nuestro vecino. No se me ocurrió nada mejor que agacharme, recostándome sobre el asiento y quedando con la cabeza sobre las piernas de Don Tito.
—¿Qué le pasa?— pregunto extrañado el taxista.
—Mi linda Cristina, aquí no puedes hacerlo preciosa— dijo con jocoso cariño Don Tito mientras me acariciaba el cabello.
Vi aparecer la cabeza del taxista entre los dos asientos delanteros. Aprovecho de mirarme con descaro. Para lograr agacharme había tenido que acostarme, quedando con la espalda arqueada y mis piernas juntas y dobladas. Con la diminuta falda que traía, el taxista tenía un panorama increíble. El viejo le dio unos segundos para disfrutar del panorama, luego suspiro simulando congoja.
—Verá, mi buen amigo, mi querida nuera tiene un extraño problema— Don Tito seguía acariciando mi cabello como si fuera una niña— sufre crisis de pánico, la única manera de tranquilizarla es dándole cariño.
El morocho arqueo una ceja extrañado. Yo no dije nada, pues en realidad estaba asustada, solo quería irme de ahí.
—Vámonos a casa— suplique.
—No podemos hasta que termine lo que vine a hacer querida.
El taxista no dejaba de mirarme, no pude evitar desplazar mi brazo y dejarlo ver la forma de mis pechos. A pesar del miedo no podía desprenderme de esos malditos impulsos exhibicionistas.
—¿Qué dirá su hijo cuando sepa que no la llevo a casa de inmediato?—pregunto el morocho, intuí que le interesaba mantenerme en su taxi, no sé si por deseo o por el dinero extra.
—Ella no deja de portarse como una niña hasta que llega a su casa, es más, cuando llega no recuerda nada de lo que hizo desde la crisis, dígame si no es extraño— comento Don Tito, aparentaba estar aproblemado, no sabia lo que pretendía con todas esas mentiras, pero me quede callada, no quería que el taxista temeroso de meterse en problemas nos obligara a salir del auto.
—Eso si es extraño— El morocho parecía escéptico.
—Pues cree que haría esto si no estuviese seguro— Don Tito alargo la mano y atrapo uno de mis pechos, lo masajeo un momento y tras ver la cara de asombro del mirón soltó una carcajada¾ jaja, sé que es para no creerlo, pero así es no mas.
Estaba asustada y de seguro se me notaba en la cara, porque el taxista se quedo con la boca abierta al ver como me dejaba magrear por quien se suponía mi suegro. Pese a todo lo que me había prometido a mi misma, otra vez estaba en las manos de aquel viejo desgraciado, no podía hacer ningún escándalo, menos desmentir sus palabras pues no podía permitirme salir del taxi en aquella facha y arriesgarme a que mi inocente esposo me viera así. Además, la idea de ser abusada quizá a pocos metros de Pablo hizo que mi temperatura volviera a elevarse. Al taxista se le notaba en la cara una mezcla entre asombro, calentura y envidia. Don Tito también se dio cuenta.
—La verdad es que mas de una vez me he aprovechado de la situación— le dijo en tono de confidencia— es increíble como se calma cuando le hacen cariño, es como una amorosa gatita.
—Por favor vámonos a casa— le insistí.
—Lo siento preciosa pero debo recoger los documentos que me encargo tu marido—dijo contrariado mi supuesto suegro, luego se dirigió al taxista que no quitaba ojo a mi escote— ¿Ud. Podría cuidar de ella? Por favor, será máximo media hora.
El huraño morocho quedo mudo, en su rostro podía leerse “¿De que está hablando?, no esté jugando con el morbo de un pobre tipo como yo”.
—Por favor, ya ve como se pone esta pequeña, está asustada y no querrá salir del auto por nada del mundo hasta que llegue a casa, no se preocupe que no le dará ningún problema, solo le pido que la tranquilice un poco mientras estoy fuera— Insistió Don Tito.
—¿Está seguro que no le traerá ningún problema?, ella podrá reclamarle a su marido que no la llevo directo a casa cuando se lo pidió.
—Claro que no, no es la primera vez que le pasa. Como le dije, una vez en casa olvida todo lo que le paso, todo lo que escucha o hace en este momento ya no lo recordará.
El taxista miro para todos lados, como buscando una cámara escondida, estoy segura que no podía creer que le estuviera pasando algo así.
Estaba asustada, en las dudas de aquel tipo vi la posibilidad de que nos bajara del taxi. Idealmente podría decir que no y llevarme a casa, pero si Don Tito insistía nos bajaría a ambos, exponiéndome ante Pablo. En mi desesperación decidí seguir con el morboso juego de mi supuesto suegro. Total, después de aquel día que mas daba que aquel morocho me admirara un rato, además el perjudicado iba a ser él con la calentura insatisfecha que se iba a llevar. Así que me acomode en el asiento, pare la cola, la falda se subió un poco más; arquee la espalda y saque mi brazo para dejar al descubierto mi generoso escote. El taxista se llevo la mano a su bigote, como para peinarlo y tomo su decisión.
—Está bien, vaya tranquilo.
—Ok, vuelvo en un rato— dijo agradecido Don Tito. Abrió la puerta, pero dudo antes de salir, debí saber que me tendría una sorpresa preparada— De todas formas sería mejor si se sienta acá atrás, para calmarla en caso que se asuste.
—Esta bien— dijo ansioso el taxista. Sentí que abría la puerta y se bajaba, Don Tito hizo lo propio para darle paso al morocho. Pude ver mejor a aquel oportunista, era más bajo de lo que pensé, inclusive más que el viejo, vestía un desgastado jeans que poco combinaba con la camisa barata que traía a medio abrochar, se veía nervioso o ansioso.—A que tipejo me obliga a exponerme este viejo—pensé— pero juro que será la última vez—me dije. El tipo entro y apenas acomodo sus piernas bajo mi cabeza puso su mano sobre mi hombro.
—Trátela como si fuera una niña, tranquilícela, ella se siente segura en el auto, mientras se sienta así no tendrá ningún problema— Le aconsejo mi supuesto suegro. Luego se fue.
El taxista se quedo tranquilo un minuto, seguramente hasta que Don Tito se perdió de vista. De reojo pude verlo como me miraba con descaro, lo mire hacia arriba y me encontré con su rostro sobrecargado de ansiedad, me dedico una sonrisa.
―Tranquila pequeña, Cholito te cuidara mientras vuelve tu papi.
―Gracias Señor― le respondí, no se me ocurrió otra cosa, lo único que quería era salir de ahí lo antes posible, antes que me viera Pablo, y si ese negrucho quería ser amable, para mí mejor.
Pero no tardo en aprovecharse de la situación. La mano que acariciaba mi hombro descendió lentamente hasta mi pecho. Aunque estaba apoyada en sus piernas podía sentir como le bombeaba el corazón. Otro desconocido manoseaba mi cuerpo. ―Esto debe parar― pensé y retire su mano hasta mi hombro, no quise mirarlo y cuando trato de volver a tocarme me protegí con mis brazos. Por unos momentos me sentí a salvo, parecía que se había resignado a acariciar la suave piel de mi hombro y contemplarme con descaro, pero la lujuria en tipos como él es más fuerte que el mínimo respeto que pudiesen sentir con el prójimo, no le importo que estuviera casada, no le importo que me resistiera, su mano volvió a buscar mis pechos. Trate de protegerme, de apretar mis brazos contra mi pecho, pero insistía; me arme de valor y lo mire con reproche. Esta vez no sonreía.
―No te portes mal con el Cholo dulzura, ¿o quieres que Don Cholo te saque del auto?.
Sus palabras fueron como si hubiera puesto una navaja en mi cuello, las posibilidades se arremolinaron en mi cabeza. Si me sacaba del auto, Pablo o algún compañero de trabajo podrían verme; nunca aceptaría llevarme a casa si seguía creyendo que estaba mal de la cabeza; si le decía la verdad se enfadaría o se aprovecharía de lo mismo para abusar de mí. De pronto, a lo lejos, sentí un timbre, muy similar al de los recreos de la escuela, supe que era la una de la tarde, la hora de almuerzo. La brava expresión de mi rostro cambio por una de miedo y suplica, mis brazos cedieron sin fuerzas y aquel bastardo atrapo mis pechos indefensos. Volvió a sonreír.
Sus magreos y la maldita situación que había provocado Don Tito me horrorizaban tanto como me empezaban a excitar. Sentí vergüenza de mi misma, como podía ser tan débil, y como mi cuerpo podía traicionarme así. Las toscas manos que me tocaban y los degenerados ojos que me desnudaban no eran los de mi marido, eran de un pobre diablo que nunca había ni podría estar con una mujer como yo; joven, bella y delicada. Y aún así sentí la temperatura entre mis piernas, expandiéndose, abriéndose, como el florecimiento de una rosa en primavera.
―Dios, que buenas tetas que tiene la princesita― balbuceaba para sí el muy perro. Sus magreos se intensificaron y una lagrima de impotencia rodo por mi mejilla.
Su mano izquierda se escabullo bajo mi camiseta, donde sus ásperos dedos torturaron mis pezones. Su mano derecha bajo recorriendo mi cintura hasta que llego a mi cola, ahí la magreo y sus dedos lucharon con la tela de mi faldita hasta que descubrió mi prieto trasero apenas cubierto por aquel diminuto coraless. Su tosca mano jugó con mi cola hasta que se molesto con ella y empezó a golpearla. Las palmadas resonaron.
―No, por favor― le rogué.
De pronto me soltó, por un momento pensé que se había apiadado de mí, me levanto bruscamente y se desabrocho el pantalón. Al instante apareció una tranca negra, venosa y con una cabeza hinchada y brillante. Esperaba que me obligara a chupársela, a todos los hombres les gusta y a las mujeres en mi estado les fascina, pero no lo hizo. Me volvió a tirar sobre su regazo, siguió dándome de palmadas, aún más fuerte que antes, mientras a tres centímetros de mi rostro se tiraba la verga.
―No, por favor―solicite, mas para disimular un gemido que para que se detuviera.
―Silencio niña, el Cholo se está divirtiendo―mas fuerte me pego―la princesa tiene el culito más bonito y definitivamente más maduro que la pendeja sobrina del Cholo―balbuceaba, estaba tan caliente que apenas y se preocupaba de la baba que le caía por la barbilla― y las tetas más grandes que el Cholo a apretado en la vida.
Cuando se cansaba de pegarme en la cola, volvía a apretar mis pechos con una violencia enfermiza, sin dejar de pajearse frente a mí. Yo lo miraba suplicante, mis cachetitos me ardían y mis pechos me dolían. Mi calentura se retenía y se avivaba por el dolor, me sentía una víctima, como nunca me había sentido con Don Tito.
―¡Me duele! ¡por favor! Por favor Don Cholo no me pegue mas, haré lo que sea por el Cholo pero no me pegue que me duele―pedí entre lagrimas. Estaba a punto de salir del auto y escapar pero la sola idea de encontrarme con Pablo casi desnuda y toda marcada por los infames magreos de ese pervertido me retenían, aún así el miedo a lo que me podría pasar hacia que la idea surgiera en mi cabeza una y otra vez.
―Mi sobrinita entiende que puede calmar al Cholo dándole cariño― dijo entre jadeos mientras me pegaba aún mas fuerte―apenas tiene quince años pero es muy inteligente.
Comprendí con que clase de tipo me había topado. El muy desgraciado no solo admiraba a su sobrina, sino que ya había abusado de ella―pobre chiquilla―pensé―y maldito de ti, negro de mierda.―Supe lo que quería. Y no sé si fue el deseo por que dejara de lastimarme o el deseo de satisfacer a un pervertido violador de jovencitas, pero tome su miembro y continúe con la paja que se estaba haciendo. Los golpes cesaron y sus magreos se convirtieron en caricias.
―Eso es buena niña, trata bien al Cholo y él tratara bien a la sucia princesita―era increíble con que clase de loco me había dejado el viejo pervertido de mi vecino. Le apreté la verga, la tenia dura como piedra. Su mano empezó a hurgar bajo el coraless y se encontró con mi húmeda entrepierna.
―Guauu, a la sobrinita del Cholo no se le moja hasta que el Cholo está adentro, la princesita sorprende al Cholo.
Su loca forma de hablar y la idea de que aquel hombre abusaba de su sobrina lo convirtió en un completo monstruo para mí, más maldito que Don Tito, mas maldito que todos aquellos miserables que me manosearon y puntearon en el bus. Y yo estaba a su merced, la mujer de Pablo, el hombre honesto, el marido fiel, y sentía como sus dedos entraban en mi cuerpo y como sus dedos buscaron mi agujerito posterior y lo presionaron para abrirse paso. Cerré los ojos para sentirlo mejor, sus dedos eran gruesos e impertinentes, uno presiono con fuerza y se abrió paso, pare la cola instintivamente y me lo enterré por completo.
―La princesita es juguetona, eso le gusta al Cholo, más que princesita parece putita― dijo el taxista. Y esa maldita palabra me revolvió por dentro. ¡Si!, eso era, una putita entregada a un maldito pervertido y no lo podía negar, lo estaba disfrutando. Y no pude resistirme, sabía que le gustaría escucharme y también sabía que me volvía loca cuando no les importaba.
―Don Cholo, no me pegue por favor, seré una niña buena―dije con la respiración entrecortada, mientras contemplaba la verga que tenia atrapada en mi mano, la estrujaba y cada vez la sentía mas gruesa y palpitante. Su cabeza estaba brillante y no pude evitarlo, presione desde la base hasta arriba de tal forma que de la punta de su capullo afloro una gran gota de fluido―Seré la princesa de mi marido y la putita de Don Cholo―dije antes de poder contenerme y con mi lengua recogí el brillante producto de la punta de su negra tranca. Su sabor era salado, más fuerte que el de Don Tito, mucho más salvaje que el de mi marido, era delicioso.
Al muy perro se le fue el aire como si le hubieran clavado un cuchillo en el pecho. Con mi lengua limpie todo su capullo y lo seguí ordeñando ansiosa por jugo de verga negra. No aguante más y lo case con mis labios y lo introduje en mi boca. Mi lengua lo abrazaba con hambre y mi boca lo succionaba como una bebita que lucha contra un biberón que apenas suelta unas gotas de leche.
―Que buena putita, la sobrina de Don Cholo nunca lo a chupado con hambre, siempre obligada―dijo el muy bastardo mientras me culeaba con sus dedos.
―Don Cholo, dele su semilla a la princesa, por favor, escupa su semilla en ella―suplique apenas liberando su miembro y parando mi cola para clavarme aún más profundo sus dedos. De solo pensar que esa verga en mi boca había violado a la sobrina de aquel bastardo me volvía loca, mas puta me sentía al disfrutarlo.
―¿Esta tranca negra a estado dentro de su sobrina Don Cholo?― pregunte extasiada.
―Anoche estuvo dentro del culo de mi vieja mujer y hoy en la mañana dentro del coñito de mi pequeña sobrina, siente sus sabores mi putita―anuncio entre jadeos.
―Siento el sabor de su sobrina, su sucia verga violadora esta deliciosa…. Por favor, se lo suplico, entrégueme su semilla―Estaba como loca, había olvidado que mi marido estaba muy cerca, compartiendo con compañeros de trabajo, sin saber que su bella esposa era víctima de un maldito violador y abusador. Ya no me importaba, si aquel miserable hubiera salido del auto en ese instante lo habría perseguido rogándole por mas verga.
De pronto sentí los gemidos que anunciaban el éxtasis, introduje hasta la garganta su gruesa tranca, respire el aroma de sus bolas peludas, la volví a sacar y pajear con fuerza para luego echármela a la boca de nuevo. Sentí que cambio su dedo en mi culo, ahora era más grueso, más sabroso, y con su mano libre me dio de nalgadas descontroladas. Esta vez era la perra la que dominaba, el dolor se convirtió en calentura apenas rosaba mi piel y mas deseaba complacer a aquel perro bastardo.
―Bebe princesa, no quiero a la putita, quiero a la princesa de papi, bebe toda mi leche―Su mano dejo de darme azotes para retener mi cabeza. Eso me gustaba, era su instrumento de placer, era su presa, no podía dejarme escapar, debía alimentarme.
Sus chorros fueron intensos, mi lengua los recibió con júbilo, lleno mi boca de semen caliente mientras me follaba la boca, mientras me comía su polla, mientras me tragaba su leche, mientras un orgasmo recorría mi cuerpo deseando que metiera su mano entera en mi culito. Fui sucia, la perra domino, me trague hasta la última gota amarga de leche y no deje de chuparla hasta que me la quito, como una buena putita.
Se quedo ahí como aturdido, respirando entrecortado, acariciándome el cabello. Volví en mí y sentí vergüenza, había compartido mi cuerpo, el cuerpo de Pablo, de su mujer, con ese mugriento taxista, aparte su flácida verga de mi rostro y lloré. Él se rio.
―No llores princesa, te has portado muy bien, Don Cholo ya no te pegara, ya no te dará de nalgadas como a una niña mala―dijo mientras me obligaba a mirarlo―pero Don Cholo no es tonto, la princesa no conoce a Cholo, Cholo no es tonto y debe complacer a la princesa―me sonrió en forma maliciosa, se arreglo los pantalones, me aparto y se bajo del auto. No entendí lo que me había dicho, pero supe que no era nada bueno. Apenas me asome para ver si había alguien cerca. Alcance a ver un tipo que observaba el vehículo desde el frente de la avenida, era alto flaco y desgarbado, me vio y me asuste, volví a esconderme. Ansiaba que volviera Don Tito y nos fuéramos de ahí.
Apenas me acomode y me baje la falda cuando el taxista abrió la puerta del otro lado. Se asomo, con un rostro frio y esa maldita mueca de burla.
―Don Cholo no es tonto― dijo mientras entraba y se hincaba en el borde del asiento―Don Cholo no ha terminado―siguió diciendo mientras trato de abrir mis piernas. Me resistí―¿La princesa quiere salir del auto, del auto de Don Cholo?.
―No, por favor, ya déjeme―suplique.
―Esa es la princesa de papi, la que más le gusta a Don Cholo. La sobrina de Don Cholo también tiene un papi y una mami. A Don Cholo le gusta pensar en ellos cuando juega con su sobrinita, cuando ella dice “no” Don Cholo lo disfruta más―dijo mientras seguía tratando de abrir mis piernas.
―¡Abre las putas piernas de una buena vez!, ¡¿o quieres que Don Cholo te saque de su auto?!―Grito con un cambio de actitud que me congelo de miedo. Deje de oponerme, si me resistía ese hombre me iba a lastimar, no tenia duda. Abrió mis piernas con delicadeza―Eso es, la princesa de Don Cholo―dijo con un tono tranquilo que me asusto aún más. Volvió a abrir sus pantalones y su verga estaba tiesa y palpitante otra vez.
―No Don Cholo, por favor, que le diré a mi marido, mi fruto es de él y de nadie más―suplique, pero era inútil, las negativas, las suplicas excitan mas a un violador que la complacencia. Y a la perra dentro de mi le encanta que no me hagan caso, que se aprovechen de mi cuerpo pese a mis suplicas.
El muy bastardo levanto mi camiseta, dejando mis pechos libres y se tendió sobre mí. Era mucho más bajo que yo así que me miraba desde abajo, con una sonrisa diabólica en la cara mientras instalaba la punta de su tranca sobre mi coñito.
―No, no lo haga, me va a doler―pedí. Sabía que no me haría caso, que lo haría de todas maneras. Pero la vergüenza y el repudio volvían a darle paso a la perversión. La perra se trasparentaba en mí, obligándome a suplicar, a pedir clemencia, complaciendo al pervertido y obteniendo el goce que tanto disfrutaba.
―Te va a doler como la primera vez princesa, tu marido no tiene la tranca de Don Cholo.
― No, por favor, se la volveré a chupar, por favor.
―Don Cholo no es tonto, sabe que se la chupaste tan bien para evitar que te tomara, pero no conoces a Don Cholo, a Don Cholo no le basta con una corrida.―Y fue entonces que me la clavo de una sola vez hasta el fondo.―Siente como te parte Don Cholo―dijo mientras yo trataba de ahogar un grito con mis manos.
El muy perro se aferro a mis tetas, que le quedaban a la altura justa, y me embistió sin ningún miramiento.
―Ahora Don Cholo está pensando en tu papi, en tu mami, en tu marido princesa. Ahora, mientras te toma, mientras goza de tu fruto jejeje―se burló.
―No, ya déjeme, me duele, no soy suya, soy de mi marido, suélteme pervertido―aullaba mientras lo abrazaba con mis piernas. La que pedía era la perra, usando mi desesperación para complacer al miserable ese.
―Estas más apretada que la sobrina de Don Cholo. El marido de la princesita lo tiene pequeño―decía y tenía razón, su verga era más grande y más fuerte que la de Pablo, y más gruesa aún que la de Don Tito, aunque mas corta. Era el tercer hombre que me tomaba y me sentía sucia, avergonzada e increíblemente excitada.
―Mi marido la tiene más pequeña, pero me ama, déjeme… soy una mujer casada.
―No, hasta que Don Cholo te de lo que le pediste. Una corrida en la boca no es más que leche. Una corrida dentro de la concha de la princesita… es la semilla de Don Cholo.
Quería preñarme. El muy animal me violaba, se apareaba conmigo a la fuerza para preñarme como a una perra, como a una yegua. La idea me volvió loca y me arranco un orgasmo que me obligue a disfrazar de dolor y angustia.
―Aaaahhhh Don Cholo no, déjeme por favor.. Aaaahhhhyyy…. hágalo por atrás….mmmm….mmm… mi culito esta apretadito…aaaahhhhhhhh…. disfrútelo y córrase en él…. Mmm..mmmm… pero déjeme por favor.
―No princesita, Don Cholo te dará una hija, que tu marido criara como suya….aagggrr… y en quince años una noche cualquiera Don Cholo te visitara, matará a tu marido, te volverá a violar y desflorara a su pequeña. Mi putita maravillosa, si es la mitad de bella que tú, Don Cholo la disfrutara a concho.
Mis piernas seguían el vaivén de las embestidas de Don Cholo, el taxista pervertido. Mis chalas con taco se mantenían en mis pies y golpeaban la puerta y los asientos mientras ese miserable magreaba mis tetas a placer. Ahí estaba, siendo abusada a escasos metros de mi marido, por un abusador de menores horrible pero con una tranca gruesa, negra y dura, con la intensión de darme una hija, estaba al límite del éxtasis, y no dejaba de pedirle que se detuviera, que me dejara, porque sabía que eso lo excitaba aún más.
Cuando aquel hombre se asomo a la ventana, supe que era el mismo que había visto frente a la avenida. Era alto y desgarbado, su maldita sonrisa mostro dientes amarillos por el tabaco y sus escasos cabellos bailaban como pelusas de un chaleco viejo―debe estar esperando su turno―pensé―se la chupare con gusto―decidí, no tenia caso negarlo, me encantaba. Pero eso fue demasiado, el orgasmo más largo e intenso de mi vida lo tuve en el asiento trasero de un mugriento y destartalado taxi, en manos de su dueño, un extraño y siendo admirada por otro malviviente que no hiso nada por ayudarme. Esta vez no lo pude disimular y Don Cholo se corrió conmigo, sentí su capullo inflarse dentro de mi cada vez que expulsaba chorros de su semilla. Me embistió con una fuerza increíble al soltar los últimos chorros de su semilla dentro de mí, supe que me había preñado.
Se quedo tirado sobre mí un momento, sus babas corrían por mis pechos y uno de sus dedos se había depositado en mi boca, se lo chupe.
Cuando se levanto se encontró de frente con el tipo desgarbado.
―Es su turno―le dije―lo necesito.
Don Cholo me miro extrañado. En ese momento apareció Don Tito. De un empujón saco al calvo desgarbado de la ventana.
―!¿Qué has hecho hijo de puta?¡. Voy a llamar a la policía!!!!―gritó, el tipo flaco desapareció como por arte de magia.
El taxista discutió con Don Tito, diciéndole que él mismo se la había encargado y que a su hijo no le haría ninguna gracia. Todavía se creía el cuento y mi vecino siguió la corriente. Le dijo que nos dejara en una plaza, nunca sabría donde vivía y debía olvidar todo eso si no quería tener problemas con la ley. Yo no decía nada, mantenía silencio y estuve escondida hasta que Don Tito me dijo que bajara para luego subirnos a otro taxi que nos dejo a unos cien metros de casa.
Ya en mi hogar me eche a llorar, mas por vergüenza que por otra cosa, además me sentía culpable. Le había dado tanto placer a ese patán abusador y ¡lo había disfrutado!, no podía creer lo que había hecho pero de solo recordarlo me excitaba.
Don Tito me llevo al dormitorio, me sentó y me trajo un vaso de agua, luego me mando a ducharme. Cuando volví lo recordé todo y volví a llorar, por arriba y por abajo. El viejo me pidió que le contara hasta el último detalle. Me desahogue con él, era con la única persona con la que lo podía hacer, le relate mi experiencia y mientras lo hacía él me acariciaba el pelo consolándome como si de un cariñoso padre se tratará.
Cuando termine no supe que mas decir, deposite mi cabeza en su pecho, no sé si por necesidad de sentirme protegida o por la necesidad de sentir el roce de otro cuerpo. Estaba excitada, a mi misma no me podía mentir, pero avergonzada como nunca. Recrear para Don Tito lo que paso y las sensaciones que mi inundaron era, por decir lo menos, extraño; él había provocado todo aquello, él y sus asquerosos juegos eran los causantes de la cruenta y encarnizada lucha que se libraba en mi interior. La leal y virtuosa esposa, apenas podía defender el santuario de su cuerpo frente a aquella puta que renacía como el ave fénix de sus cenizas, cada vez más morbosa y salvaje.
Pero el viejo asqueroso seguía siendo él mismo. Me aparto con delicadeza y me saco la toalla, me tendió en la cama boca abajo. Escuche los movimientos ansiosos cuando se desnudo, al parecer el relato había hecho mella en los dos. Pero no hice ni dije nada, la muy perra sonreía mientras retenía a la desesperada esposa que no tenía fuerzas para resistirse.
Y el muy maldito me penetro por detrás. No fue brusco, lubrico su verga en mi conchita y luego casi con cariño me la metió en el culo. Con movimientos suaves que retenían su morbosidad, como si presintiera que su juguete estaba algo roto. Pero estaba muy equivocado.
―No se corra en mi cola Don Tito―dije después de un rato―Quiero que me preñe.
CONTINUARA.
Cristina II
Parte 2 de 2.
El taxista se me quedo viendo por el espejo, seguramente pensaba que éramos padre he hija. Don Tito tenía una sonrisa de satisfacción en la cara; no era para menos, me había comportado como él lo había planeado. Seguramente al verme deseada por todos esos hombres inescrupulosos, y luego verme disfrutar de sus avances a pesar de pedir que se detuvieran, lo habían llevado al paraíso del morbo.
De todas formas mis deseos seguían latentes, nadie había satisfecho mi calentura de perra y muy a mi pesar sabia que Pablo, mi amado marido, no podría hacerlo; necesitaba del viejo bastardo de mi vecino y él lo sabía. Me percate de las miradas lascivas del taxista, miraba mis piernas y se esforzaba por ver mas halla ¾¿Cuánto querrá ver?¾ me pregunte, la idea acentuó mi excitación; ya estaba entregada al morbo, la perra dentro de mí me dominaba y no podía hacer nada para detenerla. Abrí inocentemente mis piernas, delicadamente, sin que Don Tito se diera cuenta, le mostré mi ropa interior al taxista. El tipo era un cuarentón, muy morocho, de abundante bigote, macizó y se notaba que no era muy alto, mas bajo que yo ¾nunca podría estar con una mujer como yo¾ Seguramente en casa le esperaba una esposa con sobre peso, morocha como él y con tres embarazos a cuestas. Sin embargo, en ese momento podía deleitar su vista con mi cuerpo. Las ideas en mi cabeza volaban y la ansiedad por ser usada crecía a cada instante.
—¿No es cierto que mi nuerita es preciosa amigo?—pregunto sonriente Don Tito mientras pasaba su mano por detrás para apoyarla en mi hombro.
El taxista no dijo nada, entendió el comentario como un reproche y dejo en retrovisor para atender el camino.
—¿Dónde van?— Preguntó al llegar a la primera intersección.
—Acá a la izquierda, mi buen amigo— le indico Don Tito— usted tan solo conduzca, yo le indicaré el camino.
No entendí porque Don Tito no le daba una dirección o una indicación mas precisa, concluí que solo quería alejarse un par de cuadras más de los tipos que nos habían tratado de seguir.
El susto que había pasado y el relajo de aquellos momentos de calma en el taxi, me hicieron volver a la cordura. ¿Cómo había permitido que aquel viejo me humillara de esa forma?!. Supe que estaba fuera de control, que digo, estaba loca al arriesgar mi vida con Pablo por unos momentos de morbosa lujuria. Me dije que eso tenía que acabar, mi voluntad tenia que imponerse frente a aquellos extraños deseos. Mire a Don Tito y me prometí que apenas llegara a casa lo mandaría a la mierda, nunca volvería a caer en sus garras, no me volvería a quebrar.
No se cuanto tiempo estuve atrapada en mis cavilaciones, pero seguro fue más del que supuse, porque de pronto me sorprendí, reconocí la esquina que acabábamos de doblar. ¡Don Tito acababa de indicarle al chofer que doblara por la calle donde se ubicaba la empresa constructora donde trabajaba Pablo!. Quise engañarme, pensar que no era más que una coincidencia, mi vecino no tenía por que saber donde trabajaba mi marido, pero mis esperanzas se desvanecieron cuando Don Tito le pidió al taxista que se detuviera.
Pablo trabaja en un barrio industrial del Norte de la ciudad, la cuadra donde nos encontrábamos estaba llena de empresas. Cincuenta metros frente a nosotros, por el lado contrario de la avenida, se levantaba el tosco edificio corporativo donde trabajaba. Ya pasaba del medio día y era cuestión de minutos que los trabajadores, incluido mi marido y sus amigos, salieran a comer a los distintos boliches cercanos. Entre en pánico ante la posibilidad que mi amado Pablo me encontrara vestida así subida en un cacharriento taxi con el mal nacido de nuestro vecino. No se me ocurrió nada mejor que agacharme, recostándome sobre el asiento y quedando con la cabeza sobre las piernas de Don Tito.
—¿Qué le pasa?— pregunto extrañado el taxista.
—Mi linda Cristina, aquí no puedes hacerlo preciosa— dijo con jocoso cariño Don Tito mientras me acariciaba el cabello.
Vi aparecer la cabeza del taxista entre los dos asientos delanteros. Aprovecho de mirarme con descaro. Para lograr agacharme había tenido que acostarme, quedando con la espalda arqueada y mis piernas juntas y dobladas. Con la diminuta falda que traía, el taxista tenía un panorama increíble. El viejo le dio unos segundos para disfrutar del panorama, luego suspiro simulando congoja.
—Verá, mi buen amigo, mi querida nuera tiene un extraño problema— Don Tito seguía acariciando mi cabello como si fuera una niña— sufre crisis de pánico, la única manera de tranquilizarla es dándole cariño.
El morocho arqueo una ceja extrañado. Yo no dije nada, pues en realidad estaba asustada, solo quería irme de ahí.
—Vámonos a casa— suplique.
—No podemos hasta que termine lo que vine a hacer querida.
El taxista no dejaba de mirarme, no pude evitar desplazar mi brazo y dejarlo ver la forma de mis pechos. A pesar del miedo no podía desprenderme de esos malditos impulsos exhibicionistas.
—¿Qué dirá su hijo cuando sepa que no la llevo a casa de inmediato?—pregunto el morocho, intuí que le interesaba mantenerme en su taxi, no sé si por deseo o por el dinero extra.
—Ella no deja de portarse como una niña hasta que llega a su casa, es más, cuando llega no recuerda nada de lo que hizo desde la crisis, dígame si no es extraño— comento Don Tito, aparentaba estar aproblemado, no sabia lo que pretendía con todas esas mentiras, pero me quede callada, no quería que el taxista temeroso de meterse en problemas nos obligara a salir del auto.
—Eso si es extraño— El morocho parecía escéptico.
—Pues cree que haría esto si no estuviese seguro— Don Tito alargo la mano y atrapo uno de mis pechos, lo masajeo un momento y tras ver la cara de asombro del mirón soltó una carcajada¾ jaja, sé que es para no creerlo, pero así es no mas.
Estaba asustada y de seguro se me notaba en la cara, porque el taxista se quedo con la boca abierta al ver como me dejaba magrear por quien se suponía mi suegro. Pese a todo lo que me había prometido a mi misma, otra vez estaba en las manos de aquel viejo desgraciado, no podía hacer ningún escándalo, menos desmentir sus palabras pues no podía permitirme salir del taxi en aquella facha y arriesgarme a que mi inocente esposo me viera así. Además, la idea de ser abusada quizá a pocos metros de Pablo hizo que mi temperatura volviera a elevarse. Al taxista se le notaba en la cara una mezcla entre asombro, calentura y envidia. Don Tito también se dio cuenta.
—La verdad es que mas de una vez me he aprovechado de la situación— le dijo en tono de confidencia— es increíble como se calma cuando le hacen cariño, es como una amorosa gatita.
—Por favor vámonos a casa— le insistí.
—Lo siento preciosa pero debo recoger los documentos que me encargo tu marido—dijo contrariado mi supuesto suegro, luego se dirigió al taxista que no quitaba ojo a mi escote— ¿Ud. Podría cuidar de ella? Por favor, será máximo media hora.
El huraño morocho quedo mudo, en su rostro podía leerse “¿De que está hablando?, no esté jugando con el morbo de un pobre tipo como yo”.
—Por favor, ya ve como se pone esta pequeña, está asustada y no querrá salir del auto por nada del mundo hasta que llegue a casa, no se preocupe que no le dará ningún problema, solo le pido que la tranquilice un poco mientras estoy fuera— Insistió Don Tito.
—¿Está seguro que no le traerá ningún problema?, ella podrá reclamarle a su marido que no la llevo directo a casa cuando se lo pidió.
—Claro que no, no es la primera vez que le pasa. Como le dije, una vez en casa olvida todo lo que le paso, todo lo que escucha o hace en este momento ya no lo recordará.
El taxista miro para todos lados, como buscando una cámara escondida, estoy segura que no podía creer que le estuviera pasando algo así.
Estaba asustada, en las dudas de aquel tipo vi la posibilidad de que nos bajara del taxi. Idealmente podría decir que no y llevarme a casa, pero si Don Tito insistía nos bajaría a ambos, exponiéndome ante Pablo. En mi desesperación decidí seguir con el morboso juego de mi supuesto suegro. Total, después de aquel día que mas daba que aquel morocho me admirara un rato, además el perjudicado iba a ser él con la calentura insatisfecha que se iba a llevar. Así que me acomode en el asiento, pare la cola, la falda se subió un poco más; arquee la espalda y saque mi brazo para dejar al descubierto mi generoso escote. El taxista se llevo la mano a su bigote, como para peinarlo y tomo su decisión.
—Está bien, vaya tranquilo.
—Ok, vuelvo en un rato— dijo agradecido Don Tito. Abrió la puerta, pero dudo antes de salir, debí saber que me tendría una sorpresa preparada— De todas formas sería mejor si se sienta acá atrás, para calmarla en caso que se asuste.
—Esta bien— dijo ansioso el taxista. Sentí que abría la puerta y se bajaba, Don Tito hizo lo propio para darle paso al morocho. Pude ver mejor a aquel oportunista, era más bajo de lo que pensé, inclusive más que el viejo, vestía un desgastado jeans que poco combinaba con la camisa barata que traía a medio abrochar, se veía nervioso o ansioso.—A que tipejo me obliga a exponerme este viejo—pensé— pero juro que será la última vez—me dije. El tipo entro y apenas acomodo sus piernas bajo mi cabeza puso su mano sobre mi hombro.
—Trátela como si fuera una niña, tranquilícela, ella se siente segura en el auto, mientras se sienta así no tendrá ningún problema— Le aconsejo mi supuesto suegro. Luego se fue.
El taxista se quedo tranquilo un minuto, seguramente hasta que Don Tito se perdió de vista. De reojo pude verlo como me miraba con descaro, lo mire hacia arriba y me encontré con su rostro sobrecargado de ansiedad, me dedico una sonrisa.
―Tranquila pequeña, Cholito te cuidara mientras vuelve tu papi.
―Gracias Señor― le respondí, no se me ocurrió otra cosa, lo único que quería era salir de ahí lo antes posible, antes que me viera Pablo, y si ese negrucho quería ser amable, para mí mejor.
Pero no tardo en aprovecharse de la situación. La mano que acariciaba mi hombro descendió lentamente hasta mi pecho. Aunque estaba apoyada en sus piernas podía sentir como le bombeaba el corazón. Otro desconocido manoseaba mi cuerpo. ―Esto debe parar― pensé y retire su mano hasta mi hombro, no quise mirarlo y cuando trato de volver a tocarme me protegí con mis brazos. Por unos momentos me sentí a salvo, parecía que se había resignado a acariciar la suave piel de mi hombro y contemplarme con descaro, pero la lujuria en tipos como él es más fuerte que el mínimo respeto que pudiesen sentir con el prójimo, no le importo que estuviera casada, no le importo que me resistiera, su mano volvió a buscar mis pechos. Trate de protegerme, de apretar mis brazos contra mi pecho, pero insistía; me arme de valor y lo mire con reproche. Esta vez no sonreía.
―No te portes mal con el Cholo dulzura, ¿o quieres que Don Cholo te saque del auto?.
Sus palabras fueron como si hubiera puesto una navaja en mi cuello, las posibilidades se arremolinaron en mi cabeza. Si me sacaba del auto, Pablo o algún compañero de trabajo podrían verme; nunca aceptaría llevarme a casa si seguía creyendo que estaba mal de la cabeza; si le decía la verdad se enfadaría o se aprovecharía de lo mismo para abusar de mí. De pronto, a lo lejos, sentí un timbre, muy similar al de los recreos de la escuela, supe que era la una de la tarde, la hora de almuerzo. La brava expresión de mi rostro cambio por una de miedo y suplica, mis brazos cedieron sin fuerzas y aquel bastardo atrapo mis pechos indefensos. Volvió a sonreír.
Sus magreos y la maldita situación que había provocado Don Tito me horrorizaban tanto como me empezaban a excitar. Sentí vergüenza de mi misma, como podía ser tan débil, y como mi cuerpo podía traicionarme así. Las toscas manos que me tocaban y los degenerados ojos que me desnudaban no eran los de mi marido, eran de un pobre diablo que nunca había ni podría estar con una mujer como yo; joven, bella y delicada. Y aún así sentí la temperatura entre mis piernas, expandiéndose, abriéndose, como el florecimiento de una rosa en primavera.
―Dios, que buenas tetas que tiene la princesita― balbuceaba para sí el muy perro. Sus magreos se intensificaron y una lagrima de impotencia rodo por mi mejilla.
Su mano izquierda se escabullo bajo mi camiseta, donde sus ásperos dedos torturaron mis pezones. Su mano derecha bajo recorriendo mi cintura hasta que llego a mi cola, ahí la magreo y sus dedos lucharon con la tela de mi faldita hasta que descubrió mi prieto trasero apenas cubierto por aquel diminuto coraless. Su tosca mano jugó con mi cola hasta que se molesto con ella y empezó a golpearla. Las palmadas resonaron.
―No, por favor― le rogué.
De pronto me soltó, por un momento pensé que se había apiadado de mí, me levanto bruscamente y se desabrocho el pantalón. Al instante apareció una tranca negra, venosa y con una cabeza hinchada y brillante. Esperaba que me obligara a chupársela, a todos los hombres les gusta y a las mujeres en mi estado les fascina, pero no lo hizo. Me volvió a tirar sobre su regazo, siguió dándome de palmadas, aún más fuerte que antes, mientras a tres centímetros de mi rostro se tiraba la verga.
―No, por favor―solicite, mas para disimular un gemido que para que se detuviera.
―Silencio niña, el Cholo se está divirtiendo―mas fuerte me pego―la princesa tiene el culito más bonito y definitivamente más maduro que la pendeja sobrina del Cholo―balbuceaba, estaba tan caliente que apenas y se preocupaba de la baba que le caía por la barbilla― y las tetas más grandes que el Cholo a apretado en la vida.
Cuando se cansaba de pegarme en la cola, volvía a apretar mis pechos con una violencia enfermiza, sin dejar de pajearse frente a mí. Yo lo miraba suplicante, mis cachetitos me ardían y mis pechos me dolían. Mi calentura se retenía y se avivaba por el dolor, me sentía una víctima, como nunca me había sentido con Don Tito.
―¡Me duele! ¡por favor! Por favor Don Cholo no me pegue mas, haré lo que sea por el Cholo pero no me pegue que me duele―pedí entre lagrimas. Estaba a punto de salir del auto y escapar pero la sola idea de encontrarme con Pablo casi desnuda y toda marcada por los infames magreos de ese pervertido me retenían, aún así el miedo a lo que me podría pasar hacia que la idea surgiera en mi cabeza una y otra vez.
―Mi sobrinita entiende que puede calmar al Cholo dándole cariño― dijo entre jadeos mientras me pegaba aún mas fuerte―apenas tiene quince años pero es muy inteligente.
Comprendí con que clase de tipo me había topado. El muy desgraciado no solo admiraba a su sobrina, sino que ya había abusado de ella―pobre chiquilla―pensé―y maldito de ti, negro de mierda.―Supe lo que quería. Y no sé si fue el deseo por que dejara de lastimarme o el deseo de satisfacer a un pervertido violador de jovencitas, pero tome su miembro y continúe con la paja que se estaba haciendo. Los golpes cesaron y sus magreos se convirtieron en caricias.
―Eso es buena niña, trata bien al Cholo y él tratara bien a la sucia princesita―era increíble con que clase de loco me había dejado el viejo pervertido de mi vecino. Le apreté la verga, la tenia dura como piedra. Su mano empezó a hurgar bajo el coraless y se encontró con mi húmeda entrepierna.
―Guauu, a la sobrinita del Cholo no se le moja hasta que el Cholo está adentro, la princesita sorprende al Cholo.
Su loca forma de hablar y la idea de que aquel hombre abusaba de su sobrina lo convirtió en un completo monstruo para mí, más maldito que Don Tito, mas maldito que todos aquellos miserables que me manosearon y puntearon en el bus. Y yo estaba a su merced, la mujer de Pablo, el hombre honesto, el marido fiel, y sentía como sus dedos entraban en mi cuerpo y como sus dedos buscaron mi agujerito posterior y lo presionaron para abrirse paso. Cerré los ojos para sentirlo mejor, sus dedos eran gruesos e impertinentes, uno presiono con fuerza y se abrió paso, pare la cola instintivamente y me lo enterré por completo.
―La princesita es juguetona, eso le gusta al Cholo, más que princesita parece putita― dijo el taxista. Y esa maldita palabra me revolvió por dentro. ¡Si!, eso era, una putita entregada a un maldito pervertido y no lo podía negar, lo estaba disfrutando. Y no pude resistirme, sabía que le gustaría escucharme y también sabía que me volvía loca cuando no les importaba.
―Don Cholo, no me pegue por favor, seré una niña buena―dije con la respiración entrecortada, mientras contemplaba la verga que tenia atrapada en mi mano, la estrujaba y cada vez la sentía mas gruesa y palpitante. Su cabeza estaba brillante y no pude evitarlo, presione desde la base hasta arriba de tal forma que de la punta de su capullo afloro una gran gota de fluido―Seré la princesa de mi marido y la putita de Don Cholo―dije antes de poder contenerme y con mi lengua recogí el brillante producto de la punta de su negra tranca. Su sabor era salado, más fuerte que el de Don Tito, mucho más salvaje que el de mi marido, era delicioso.
Al muy perro se le fue el aire como si le hubieran clavado un cuchillo en el pecho. Con mi lengua limpie todo su capullo y lo seguí ordeñando ansiosa por jugo de verga negra. No aguante más y lo case con mis labios y lo introduje en mi boca. Mi lengua lo abrazaba con hambre y mi boca lo succionaba como una bebita que lucha contra un biberón que apenas suelta unas gotas de leche.
―Que buena putita, la sobrina de Don Cholo nunca lo a chupado con hambre, siempre obligada―dijo el muy bastardo mientras me culeaba con sus dedos.
―Don Cholo, dele su semilla a la princesa, por favor, escupa su semilla en ella―suplique apenas liberando su miembro y parando mi cola para clavarme aún más profundo sus dedos. De solo pensar que esa verga en mi boca había violado a la sobrina de aquel bastardo me volvía loca, mas puta me sentía al disfrutarlo.
―¿Esta tranca negra a estado dentro de su sobrina Don Cholo?― pregunte extasiada.
―Anoche estuvo dentro del culo de mi vieja mujer y hoy en la mañana dentro del coñito de mi pequeña sobrina, siente sus sabores mi putita―anuncio entre jadeos.
―Siento el sabor de su sobrina, su sucia verga violadora esta deliciosa…. Por favor, se lo suplico, entrégueme su semilla―Estaba como loca, había olvidado que mi marido estaba muy cerca, compartiendo con compañeros de trabajo, sin saber que su bella esposa era víctima de un maldito violador y abusador. Ya no me importaba, si aquel miserable hubiera salido del auto en ese instante lo habría perseguido rogándole por mas verga.
De pronto sentí los gemidos que anunciaban el éxtasis, introduje hasta la garganta su gruesa tranca, respire el aroma de sus bolas peludas, la volví a sacar y pajear con fuerza para luego echármela a la boca de nuevo. Sentí que cambio su dedo en mi culo, ahora era más grueso, más sabroso, y con su mano libre me dio de nalgadas descontroladas. Esta vez era la perra la que dominaba, el dolor se convirtió en calentura apenas rosaba mi piel y mas deseaba complacer a aquel perro bastardo.
―Bebe princesa, no quiero a la putita, quiero a la princesa de papi, bebe toda mi leche―Su mano dejo de darme azotes para retener mi cabeza. Eso me gustaba, era su instrumento de placer, era su presa, no podía dejarme escapar, debía alimentarme.
Sus chorros fueron intensos, mi lengua los recibió con júbilo, lleno mi boca de semen caliente mientras me follaba la boca, mientras me comía su polla, mientras me tragaba su leche, mientras un orgasmo recorría mi cuerpo deseando que metiera su mano entera en mi culito. Fui sucia, la perra domino, me trague hasta la última gota amarga de leche y no deje de chuparla hasta que me la quito, como una buena putita.
Se quedo ahí como aturdido, respirando entrecortado, acariciándome el cabello. Volví en mí y sentí vergüenza, había compartido mi cuerpo, el cuerpo de Pablo, de su mujer, con ese mugriento taxista, aparte su flácida verga de mi rostro y lloré. Él se rio.
―No llores princesa, te has portado muy bien, Don Cholo ya no te pegara, ya no te dará de nalgadas como a una niña mala―dijo mientras me obligaba a mirarlo―pero Don Cholo no es tonto, la princesa no conoce a Cholo, Cholo no es tonto y debe complacer a la princesa―me sonrió en forma maliciosa, se arreglo los pantalones, me aparto y se bajo del auto. No entendí lo que me había dicho, pero supe que no era nada bueno. Apenas me asome para ver si había alguien cerca. Alcance a ver un tipo que observaba el vehículo desde el frente de la avenida, era alto flaco y desgarbado, me vio y me asuste, volví a esconderme. Ansiaba que volviera Don Tito y nos fuéramos de ahí.
Apenas me acomode y me baje la falda cuando el taxista abrió la puerta del otro lado. Se asomo, con un rostro frio y esa maldita mueca de burla.
―Don Cholo no es tonto― dijo mientras entraba y se hincaba en el borde del asiento―Don Cholo no ha terminado―siguió diciendo mientras trato de abrir mis piernas. Me resistí―¿La princesa quiere salir del auto, del auto de Don Cholo?.
―No, por favor, ya déjeme―suplique.
―Esa es la princesa de papi, la que más le gusta a Don Cholo. La sobrina de Don Cholo también tiene un papi y una mami. A Don Cholo le gusta pensar en ellos cuando juega con su sobrinita, cuando ella dice “no” Don Cholo lo disfruta más―dijo mientras seguía tratando de abrir mis piernas.
―¡Abre las putas piernas de una buena vez!, ¡¿o quieres que Don Cholo te saque de su auto?!―Grito con un cambio de actitud que me congelo de miedo. Deje de oponerme, si me resistía ese hombre me iba a lastimar, no tenia duda. Abrió mis piernas con delicadeza―Eso es, la princesa de Don Cholo―dijo con un tono tranquilo que me asusto aún más. Volvió a abrir sus pantalones y su verga estaba tiesa y palpitante otra vez.
―No Don Cholo, por favor, que le diré a mi marido, mi fruto es de él y de nadie más―suplique, pero era inútil, las negativas, las suplicas excitan mas a un violador que la complacencia. Y a la perra dentro de mi le encanta que no me hagan caso, que se aprovechen de mi cuerpo pese a mis suplicas.
El muy bastardo levanto mi camiseta, dejando mis pechos libres y se tendió sobre mí. Era mucho más bajo que yo así que me miraba desde abajo, con una sonrisa diabólica en la cara mientras instalaba la punta de su tranca sobre mi coñito.
―No, no lo haga, me va a doler―pedí. Sabía que no me haría caso, que lo haría de todas maneras. Pero la vergüenza y el repudio volvían a darle paso a la perversión. La perra se trasparentaba en mí, obligándome a suplicar, a pedir clemencia, complaciendo al pervertido y obteniendo el goce que tanto disfrutaba.
―Te va a doler como la primera vez princesa, tu marido no tiene la tranca de Don Cholo.
― No, por favor, se la volveré a chupar, por favor.
―Don Cholo no es tonto, sabe que se la chupaste tan bien para evitar que te tomara, pero no conoces a Don Cholo, a Don Cholo no le basta con una corrida.―Y fue entonces que me la clavo de una sola vez hasta el fondo.―Siente como te parte Don Cholo―dijo mientras yo trataba de ahogar un grito con mis manos.
El muy perro se aferro a mis tetas, que le quedaban a la altura justa, y me embistió sin ningún miramiento.
―Ahora Don Cholo está pensando en tu papi, en tu mami, en tu marido princesa. Ahora, mientras te toma, mientras goza de tu fruto jejeje―se burló.
―No, ya déjeme, me duele, no soy suya, soy de mi marido, suélteme pervertido―aullaba mientras lo abrazaba con mis piernas. La que pedía era la perra, usando mi desesperación para complacer al miserable ese.
―Estas más apretada que la sobrina de Don Cholo. El marido de la princesita lo tiene pequeño―decía y tenía razón, su verga era más grande y más fuerte que la de Pablo, y más gruesa aún que la de Don Tito, aunque mas corta. Era el tercer hombre que me tomaba y me sentía sucia, avergonzada e increíblemente excitada.
―Mi marido la tiene más pequeña, pero me ama, déjeme… soy una mujer casada.
―No, hasta que Don Cholo te de lo que le pediste. Una corrida en la boca no es más que leche. Una corrida dentro de la concha de la princesita… es la semilla de Don Cholo.
Quería preñarme. El muy animal me violaba, se apareaba conmigo a la fuerza para preñarme como a una perra, como a una yegua. La idea me volvió loca y me arranco un orgasmo que me obligue a disfrazar de dolor y angustia.
―Aaaahhhh Don Cholo no, déjeme por favor.. Aaaahhhhyyy…. hágalo por atrás….mmmm….mmm… mi culito esta apretadito…aaaahhhhhhhh…. disfrútelo y córrase en él…. Mmm..mmmm… pero déjeme por favor.
―No princesita, Don Cholo te dará una hija, que tu marido criara como suya….aagggrr… y en quince años una noche cualquiera Don Cholo te visitara, matará a tu marido, te volverá a violar y desflorara a su pequeña. Mi putita maravillosa, si es la mitad de bella que tú, Don Cholo la disfrutara a concho.
Mis piernas seguían el vaivén de las embestidas de Don Cholo, el taxista pervertido. Mis chalas con taco se mantenían en mis pies y golpeaban la puerta y los asientos mientras ese miserable magreaba mis tetas a placer. Ahí estaba, siendo abusada a escasos metros de mi marido, por un abusador de menores horrible pero con una tranca gruesa, negra y dura, con la intensión de darme una hija, estaba al límite del éxtasis, y no dejaba de pedirle que se detuviera, que me dejara, porque sabía que eso lo excitaba aún más.
Cuando aquel hombre se asomo a la ventana, supe que era el mismo que había visto frente a la avenida. Era alto y desgarbado, su maldita sonrisa mostro dientes amarillos por el tabaco y sus escasos cabellos bailaban como pelusas de un chaleco viejo―debe estar esperando su turno―pensé―se la chupare con gusto―decidí, no tenia caso negarlo, me encantaba. Pero eso fue demasiado, el orgasmo más largo e intenso de mi vida lo tuve en el asiento trasero de un mugriento y destartalado taxi, en manos de su dueño, un extraño y siendo admirada por otro malviviente que no hiso nada por ayudarme. Esta vez no lo pude disimular y Don Cholo se corrió conmigo, sentí su capullo inflarse dentro de mi cada vez que expulsaba chorros de su semilla. Me embistió con una fuerza increíble al soltar los últimos chorros de su semilla dentro de mí, supe que me había preñado.
Se quedo tirado sobre mí un momento, sus babas corrían por mis pechos y uno de sus dedos se había depositado en mi boca, se lo chupe.
Cuando se levanto se encontró de frente con el tipo desgarbado.
―Es su turno―le dije―lo necesito.
Don Cholo me miro extrañado. En ese momento apareció Don Tito. De un empujón saco al calvo desgarbado de la ventana.
―!¿Qué has hecho hijo de puta?¡. Voy a llamar a la policía!!!!―gritó, el tipo flaco desapareció como por arte de magia.
El taxista discutió con Don Tito, diciéndole que él mismo se la había encargado y que a su hijo no le haría ninguna gracia. Todavía se creía el cuento y mi vecino siguió la corriente. Le dijo que nos dejara en una plaza, nunca sabría donde vivía y debía olvidar todo eso si no quería tener problemas con la ley. Yo no decía nada, mantenía silencio y estuve escondida hasta que Don Tito me dijo que bajara para luego subirnos a otro taxi que nos dejo a unos cien metros de casa.
Ya en mi hogar me eche a llorar, mas por vergüenza que por otra cosa, además me sentía culpable. Le había dado tanto placer a ese patán abusador y ¡lo había disfrutado!, no podía creer lo que había hecho pero de solo recordarlo me excitaba.
Don Tito me llevo al dormitorio, me sentó y me trajo un vaso de agua, luego me mando a ducharme. Cuando volví lo recordé todo y volví a llorar, por arriba y por abajo. El viejo me pidió que le contara hasta el último detalle. Me desahogue con él, era con la única persona con la que lo podía hacer, le relate mi experiencia y mientras lo hacía él me acariciaba el pelo consolándome como si de un cariñoso padre se tratará.
Cuando termine no supe que mas decir, deposite mi cabeza en su pecho, no sé si por necesidad de sentirme protegida o por la necesidad de sentir el roce de otro cuerpo. Estaba excitada, a mi misma no me podía mentir, pero avergonzada como nunca. Recrear para Don Tito lo que paso y las sensaciones que mi inundaron era, por decir lo menos, extraño; él había provocado todo aquello, él y sus asquerosos juegos eran los causantes de la cruenta y encarnizada lucha que se libraba en mi interior. La leal y virtuosa esposa, apenas podía defender el santuario de su cuerpo frente a aquella puta que renacía como el ave fénix de sus cenizas, cada vez más morbosa y salvaje.
Pero el viejo asqueroso seguía siendo él mismo. Me aparto con delicadeza y me saco la toalla, me tendió en la cama boca abajo. Escuche los movimientos ansiosos cuando se desnudo, al parecer el relato había hecho mella en los dos. Pero no hice ni dije nada, la muy perra sonreía mientras retenía a la desesperada esposa que no tenía fuerzas para resistirse.
Y el muy maldito me penetro por detrás. No fue brusco, lubrico su verga en mi conchita y luego casi con cariño me la metió en el culo. Con movimientos suaves que retenían su morbosidad, como si presintiera que su juguete estaba algo roto. Pero estaba muy equivocado.
―No se corra en mi cola Don Tito―dije después de un rato―Quiero que me preñe.
CONTINUARA.
6 comentarios - Cristina y don Tito (2) parte 2
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