antes que nada perdon por el maldito autocorrector trate de ver todo el texto en busca de lapabras raras pero en fin.. y segundo porque me quedo demasiado largo. pero bue.. no se que me paso.
La primera vez que vi al doctor Sebastian, iba derivada por mí medico clínico, porque me dolía mucho la cabeza y el clínico, tras una radiografía, supuso que era rectificación de cervical y una contractura de los hombros.
El Dr. Sebastian es el traumatólogo asociado de mi medico clínico, así que me mando a verlo a el.
Cuando entre en el consultorio, me impacto su altura. A duras penas yo le llegaba hasta el pecho. Tras sentarnos cada uno en su silla, y de explicarle porque estaba ahí, le di las radiografías y mientras él las mirabas lo estudie a gusto. Tiene una cara de nene bueno, con mandíbula cuadrada y ojos color pardos. El pelo negro, con algunas canas desparramadas. Le calcule unos treinta y pocos.
Cuando termino de mirar las placas él se acerco a mí y me toco el hombro. Por reflejo salte. Retrocedió un paso y me explico que para revisarme tenía que tocarme.
- lo se, respondí poniéndome colorada ante mi reacción exagerada. Perdona no se porque reaccioné así.
- No pasa nada. Puedo tocarte?
- Si, si. Dije poniéndome más roja ante la preguntonta. Me puso l mano en el hombro con suavidad.
- Move la cabeza para allá, me dijo mientras el me movía la cabeza, para un lado y otro.
- Tenés una contractura increíble, agrego, mientras bajaba la mano apretando con el pulgar por mi espalda. Vas a tener que hacer kinesiología.
- Y donde se hace eso?
- Acá. Yo también soy kinesiólogo, agrego. Te voy a dar diez sesiones. Las autorizas en la obra social y sacas turno con Paola.
La verdad es que es la primera vez que veo un traumatólogo- kinesiólogo, pensé. Cuando me esguince la muñeca (tendiendo la cama, es una larga historia)el traumatólogo me mando a un kinesiólogo amigo suyo. Pero eran dos personas distintas. En fin… que se yo.
Cumplí con los pasos de la obra social y saque turno con el de nuevo.
La primera sesión me atendió un asistente. Un pibe estudiante de medicina que me puso electrodos y nada más.
En la segunda sesión tras los electrodos me pasaron a un box donde me harían masajes. Me quede sentada en la camilla esperando hasta que entro el Dr. Sebastian. Otra vez me aturdió su tamaño… mejor digamos su altura.
Me pidió que me sacara la ropa de arriba y me acostara. Que el ya volvía.
Obedecí, muerta de vergüenza.
Volvió a entrar y se paró a un lado de la camilla gire la cabeza tratando de verlo él me miro a los ojos y me dijo:
- Sabes que para hacerte masajes te tengo que tocar?
Sonreí, negué con la cabeza y le respondí
- si lo sé. Me vas a cargar siempre por mi reflejo? La verdad es que me rompía un poco las pelotas que se burle de mi
- no, no, me respondió, sólo cuando te tenga que tocar.
- Bueno, que queres que haga, si no estoy acostumbrada a que un desconocido me toque (buen… si bien dice que al medico no hay que mentirle, no le iba a contar toda mi vida y mis apetencia) sonrío, ante mi afirmación y empezó a masajearme la espalda.
La tercera y cuarta sesión fueron similares. El Dr. Sebastian me hacia chistes o me contaba de otros pacientes mientras yo gritaba y gemia cuando el se ensañaba con los nudos de mi espalda.
A la quinta sesión en un lapsus inconciente (y juro que fue inconciente) mientras el me torturaba se me escapo en un quejido-gemido-suspiro “que manos ágiles y fuertes tense” apenas lo dije el se detuvo unos segundos. Me di cuenta que lo que había dicho se podía mal interpretar y trate de aclarar:
- digo... para los masajes. Tenes manos ágiles y presionas fuerte los nudos cuando me masajeas la espalda (el no aclares que oscurece, retumbo en mi mente). El no dijo nada.
En la sexta y séptima consulta hice electrodos y gimnasia de aparatos sin verlo.
En la octava mientras estaba en los aparatos con el asistente apareció él y me dio una orden para hacerme un estudio. Ni me saludo y la camarería que teníamos desapareció. Me sentí una desubicada. Pero no pensaba hacer nada por recomponer la “relación” es solo el medico que seguramente no voy a volver a visitar en milenios.
En la novena consulta, el asistente me indico que fuera al box que me tocaban masajes asíque eu. Entre y me saque la parte de arriba de la ropa y cuando me disponía a acostarme entro el Dr. Sebastian, me tape los pechos como pude con la toalla que estaba sobre la camilla. Él se me quedo mirando y me dijo tenemos que hablar. No entendí de que. De última nada de lo que había pasado era como para que se ponga tan serio. Lo que dije de ultima no era tan complicado como para tuviera esa cara y que me enganchara con el torso desnudo antes de acostarme en la camilla era culpa de él por no golpear primero (como había hecho en las sesiones anteriores).
- hablemos. Dije
- mira no quiero que mal interpretes mis gestos… empezó diciendo.
- No mal intérprete nada, lo interrumpí, lo que te dije no lo considero más que un cumplido. Pelotudo. Si.. pero un cumplido. Se me quedó mirando y negó con la cabeza.
- No es sólo lo que dijiste. La manera en que gemís cuando te hago masajes.
- No gimo. Me ataje. Me quejo, porque me duele, aclare.
- No te quejas, me dijo. Gemís. Y lo haces para provocarme.
- No se que te habrán hecho creer, corazón. Respondí con ironía, tirando la cabeza hacia atrás para verle los ojos. Pero yo no trato de provocarte nada.
- A ja. Respondió
- Mira, es bastante simple. No me vuelvas a hacer masajes y listo. Me queda una sola sesión hago aparatos con tu asistente y ya fue. Dije enojada por su incredulidad. Me miro a los ojos y claro todas las ideas que no había tenido con él hasta ahí, se agolparon en el hemisferio derecho de mi cerebro.
Me pidió que me recueste en la camilla y le hice caso. Me hizo los masajes con mucha mas presión que antes, me estaba matando. Y claro yo no me queje ni una vez.
En la sesión diez. El asistente me dijo que valla directo al box. Recién me había sacado el suéter cuando entro él otra vez sin golpear. Lo mire y le sonreí, pero ni le hable.
Con voz osca me indico que me siente en la camilla. Me senté. Se paro detrás Mio y empezó a tocarme la espalda como en la primera consulta. Toda la buena onda que teníamos las primeras sesiones se había ido. Me pregunto algo y como no entendí le pedí que me lo repita.
- no seas chiquilina. Me dijo
- perdón, no soy chiquilina. Respondí. No entendí que dijiste.
- Claro, por eso ni me saludas. Por eso en la última sesión no dijiste nada.
- Bueno si me quejo, porque me quejo. Si me callo porque me callo. Quien te entiende?
Me apretó el hombro con fuerza y yo chille. Rodeo la camilla y se puso frente a mis rodillas. Tire la cabeza hacia atrás para verlo a los ojos. Y me humedecí los labios con la punta de la lengua el bajo la cabeza y quedo a cinco centímetros de mi boca. Yo sabia que el quería demostrar su punto. Y que si yo acortaba la distancia le daba la razona si que me mordí el labio inferior de costado. Pero no me moví. Estuvo esperando. Mirándonos a los ojos como 2 minutos. Hasta que se corrió hacia atrás y me pidió que me quite la ropa y me secuestre. (Claro me voy a poner en tetase delante de ti, pensé)me saque todo menos el corpiño. Me acosté y ahí me lo saque.
Me masajeo de otra forma, o a lo mejor yo lo sentí de otra forma. Su tacto era suave y superficial. Me rozo un par de veces el costado de los pechos yo sonreía y me mantuve en absoluto silencio. Termino y salio del box. Pase a los aparatos y no lo vi., hasta que antes de terminar se me acerco y me dio una orden para que me haga un estudio.
Cuando me hice el estudio volví a pedir turno con el.
Entre en el consultorio y me sonrío ampliamente. Le di el estudio y se dispuso a revisarlo, miraba el papel y me miraba de reojo. Le sonreí picadamente. Me pidió que me siente en la camilla y me saque el suéter. Me metió la mano bajo la remera y me toco la espalda mirándome a los ojos. Yo le sostuve la mirada hasta que volvió a ponerse a pocos centímetros de mi cara (imagínense que por su altura tenia que agacharse) yo seguía en mi plan de “no te acoso” y no me moví. Le sonreí y lo seguí mirando a los ojos. El achico la distancia y me comió la boca.
Sus labios eran suaves y fuertes y su piel raspaba como una lija fina. Primero fue sólo contacto de labios como si esperar que yo me separara (cosa que debería haber hecho) luego su lengua recorrió mis labios aun cerrados como pidiendo permiso para entrar en mi boca. Separe un poco los labios y él hizo el beso más profundo, más intenso, más hambriento. La danza de lenguas en mi boca se sincronizaba con las caricias en mi espalda (nunca saco la mano de debajo de mi remera) acercando mi tórax al suyo y su otra mano en mi nuca guiando mi cabeza en suaves movimientos e inclinación regulaba la intensidad del beso.
Nos besamos unos minutos que parecieron eternos. Nuestras respiraciones estaban agitadas cuando por fin nos separamos. No pude mirarlo a los ojos cuando nos separamos
- discúlpame, no se que me paso. Dijo al notar que no lo miraba
- no hace falta que te disculpes, agregue, besas muy bien.
- Queres ir a algún lado?. Me quedan tres pacientes y termino.
Yo era conciente que si le decía que no, no iba a insistir y que si le decía que si mientras lo esperaba todo ese mambo que tengo últimamente, acerca de que no esta bien lo que estoy haciendo, cuando engaño a mi marido me iba hacer dimitir. Pero el Dr. Sebastian es muy lindo. Él noto la duda y agrego
- no quiero presionarte..
- te espero en la sala? O nos veos en otro lado, lo interrumpí antes que diga algo más.
- Espérame en la esquina. Voy a tardar unos 15 minutos.
- Bueno, san martín y Vélez Garfield?
- Si, ahí tengo el auto.
- Dale. Me puse el suéter y Salí.
Diez minutos después él aparecía en la esquina (pobres pacientes)
Subimos a su c3 y fuimos a un telo que para ser sincera estaba peligrosamente cerca de mi casa. Apenas entramos empezó a besarme de nuevo. La ropa me duro puesta lo que un suspiro dura en el aire.
Ahí estaba paraba bajo la mirada profunda del Dr. Sebastian que todavía estaba completamente vestido. Me alzo (tarea difícil si se me permite) y me llevo a la cama, me senté en el borde y empecé a jugar con su cinturón, mientras él en silencio seguía mirándome (me hubiera encantado saber en que pensaba) le baje un poco el pantalón sólo lo suficiente como para liberar su virilidad y empecé a lamérsela, recorriendo su longitud para luego introducirla en mi boca. El me tomo del pelo y empezó a mover su cadera. Aguante las embestidas. La delación concluyo cuando él me pidió acabar en mi boca y me Negeb. Me volvió a mirar largamente mientras el se desvestía y se acostaba a mi lado.
Se puso un preservativo y me cojeo en posición del misionero, dos veces.
Es raro que yo llegue al orgasmo en esa posición pero acabe varias veces. No se era algo en la manera en que se movía, en que mordisqueaba mis pechos mientras susurraba cosas del tipo “que suave que es tu piel” “me encanta estar éter tus piernas”. Nada zarpado, todo muy dulce. No se…
Nos duchamos y nos fuimos. Pautando volver a vernos la semana siguiente.
Mientras me llevaba hasta el garaje donde había dejado mi auto (cerca del consultorio) un mensaje de texto me anuncia que alguien me había visto salir del telo. Pero esa es otra historia…
no sean tacaños y comenten
La primera vez que vi al doctor Sebastian, iba derivada por mí medico clínico, porque me dolía mucho la cabeza y el clínico, tras una radiografía, supuso que era rectificación de cervical y una contractura de los hombros.
El Dr. Sebastian es el traumatólogo asociado de mi medico clínico, así que me mando a verlo a el.
Cuando entre en el consultorio, me impacto su altura. A duras penas yo le llegaba hasta el pecho. Tras sentarnos cada uno en su silla, y de explicarle porque estaba ahí, le di las radiografías y mientras él las mirabas lo estudie a gusto. Tiene una cara de nene bueno, con mandíbula cuadrada y ojos color pardos. El pelo negro, con algunas canas desparramadas. Le calcule unos treinta y pocos.
Cuando termino de mirar las placas él se acerco a mí y me toco el hombro. Por reflejo salte. Retrocedió un paso y me explico que para revisarme tenía que tocarme.
- lo se, respondí poniéndome colorada ante mi reacción exagerada. Perdona no se porque reaccioné así.
- No pasa nada. Puedo tocarte?
- Si, si. Dije poniéndome más roja ante la preguntonta. Me puso l mano en el hombro con suavidad.
- Move la cabeza para allá, me dijo mientras el me movía la cabeza, para un lado y otro.
- Tenés una contractura increíble, agrego, mientras bajaba la mano apretando con el pulgar por mi espalda. Vas a tener que hacer kinesiología.
- Y donde se hace eso?
- Acá. Yo también soy kinesiólogo, agrego. Te voy a dar diez sesiones. Las autorizas en la obra social y sacas turno con Paola.
La verdad es que es la primera vez que veo un traumatólogo- kinesiólogo, pensé. Cuando me esguince la muñeca (tendiendo la cama, es una larga historia)el traumatólogo me mando a un kinesiólogo amigo suyo. Pero eran dos personas distintas. En fin… que se yo.
Cumplí con los pasos de la obra social y saque turno con el de nuevo.
La primera sesión me atendió un asistente. Un pibe estudiante de medicina que me puso electrodos y nada más.
En la segunda sesión tras los electrodos me pasaron a un box donde me harían masajes. Me quede sentada en la camilla esperando hasta que entro el Dr. Sebastian. Otra vez me aturdió su tamaño… mejor digamos su altura.
Me pidió que me sacara la ropa de arriba y me acostara. Que el ya volvía.
Obedecí, muerta de vergüenza.
Volvió a entrar y se paró a un lado de la camilla gire la cabeza tratando de verlo él me miro a los ojos y me dijo:
- Sabes que para hacerte masajes te tengo que tocar?
Sonreí, negué con la cabeza y le respondí
- si lo sé. Me vas a cargar siempre por mi reflejo? La verdad es que me rompía un poco las pelotas que se burle de mi
- no, no, me respondió, sólo cuando te tenga que tocar.
- Bueno, que queres que haga, si no estoy acostumbrada a que un desconocido me toque (buen… si bien dice que al medico no hay que mentirle, no le iba a contar toda mi vida y mis apetencia) sonrío, ante mi afirmación y empezó a masajearme la espalda.
La tercera y cuarta sesión fueron similares. El Dr. Sebastian me hacia chistes o me contaba de otros pacientes mientras yo gritaba y gemia cuando el se ensañaba con los nudos de mi espalda.
A la quinta sesión en un lapsus inconciente (y juro que fue inconciente) mientras el me torturaba se me escapo en un quejido-gemido-suspiro “que manos ágiles y fuertes tense” apenas lo dije el se detuvo unos segundos. Me di cuenta que lo que había dicho se podía mal interpretar y trate de aclarar:
- digo... para los masajes. Tenes manos ágiles y presionas fuerte los nudos cuando me masajeas la espalda (el no aclares que oscurece, retumbo en mi mente). El no dijo nada.
En la sexta y séptima consulta hice electrodos y gimnasia de aparatos sin verlo.
En la octava mientras estaba en los aparatos con el asistente apareció él y me dio una orden para hacerme un estudio. Ni me saludo y la camarería que teníamos desapareció. Me sentí una desubicada. Pero no pensaba hacer nada por recomponer la “relación” es solo el medico que seguramente no voy a volver a visitar en milenios.
En la novena consulta, el asistente me indico que fuera al box que me tocaban masajes asíque eu. Entre y me saque la parte de arriba de la ropa y cuando me disponía a acostarme entro el Dr. Sebastian, me tape los pechos como pude con la toalla que estaba sobre la camilla. Él se me quedo mirando y me dijo tenemos que hablar. No entendí de que. De última nada de lo que había pasado era como para que se ponga tan serio. Lo que dije de ultima no era tan complicado como para tuviera esa cara y que me enganchara con el torso desnudo antes de acostarme en la camilla era culpa de él por no golpear primero (como había hecho en las sesiones anteriores).
- hablemos. Dije
- mira no quiero que mal interpretes mis gestos… empezó diciendo.
- No mal intérprete nada, lo interrumpí, lo que te dije no lo considero más que un cumplido. Pelotudo. Si.. pero un cumplido. Se me quedó mirando y negó con la cabeza.
- No es sólo lo que dijiste. La manera en que gemís cuando te hago masajes.
- No gimo. Me ataje. Me quejo, porque me duele, aclare.
- No te quejas, me dijo. Gemís. Y lo haces para provocarme.
- No se que te habrán hecho creer, corazón. Respondí con ironía, tirando la cabeza hacia atrás para verle los ojos. Pero yo no trato de provocarte nada.
- A ja. Respondió
- Mira, es bastante simple. No me vuelvas a hacer masajes y listo. Me queda una sola sesión hago aparatos con tu asistente y ya fue. Dije enojada por su incredulidad. Me miro a los ojos y claro todas las ideas que no había tenido con él hasta ahí, se agolparon en el hemisferio derecho de mi cerebro.
Me pidió que me recueste en la camilla y le hice caso. Me hizo los masajes con mucha mas presión que antes, me estaba matando. Y claro yo no me queje ni una vez.
En la sesión diez. El asistente me dijo que valla directo al box. Recién me había sacado el suéter cuando entro él otra vez sin golpear. Lo mire y le sonreí, pero ni le hable.
Con voz osca me indico que me siente en la camilla. Me senté. Se paro detrás Mio y empezó a tocarme la espalda como en la primera consulta. Toda la buena onda que teníamos las primeras sesiones se había ido. Me pregunto algo y como no entendí le pedí que me lo repita.
- no seas chiquilina. Me dijo
- perdón, no soy chiquilina. Respondí. No entendí que dijiste.
- Claro, por eso ni me saludas. Por eso en la última sesión no dijiste nada.
- Bueno si me quejo, porque me quejo. Si me callo porque me callo. Quien te entiende?
Me apretó el hombro con fuerza y yo chille. Rodeo la camilla y se puso frente a mis rodillas. Tire la cabeza hacia atrás para verlo a los ojos. Y me humedecí los labios con la punta de la lengua el bajo la cabeza y quedo a cinco centímetros de mi boca. Yo sabia que el quería demostrar su punto. Y que si yo acortaba la distancia le daba la razona si que me mordí el labio inferior de costado. Pero no me moví. Estuvo esperando. Mirándonos a los ojos como 2 minutos. Hasta que se corrió hacia atrás y me pidió que me quite la ropa y me secuestre. (Claro me voy a poner en tetase delante de ti, pensé)me saque todo menos el corpiño. Me acosté y ahí me lo saque.
Me masajeo de otra forma, o a lo mejor yo lo sentí de otra forma. Su tacto era suave y superficial. Me rozo un par de veces el costado de los pechos yo sonreía y me mantuve en absoluto silencio. Termino y salio del box. Pase a los aparatos y no lo vi., hasta que antes de terminar se me acerco y me dio una orden para que me haga un estudio.
Cuando me hice el estudio volví a pedir turno con el.
Entre en el consultorio y me sonrío ampliamente. Le di el estudio y se dispuso a revisarlo, miraba el papel y me miraba de reojo. Le sonreí picadamente. Me pidió que me siente en la camilla y me saque el suéter. Me metió la mano bajo la remera y me toco la espalda mirándome a los ojos. Yo le sostuve la mirada hasta que volvió a ponerse a pocos centímetros de mi cara (imagínense que por su altura tenia que agacharse) yo seguía en mi plan de “no te acoso” y no me moví. Le sonreí y lo seguí mirando a los ojos. El achico la distancia y me comió la boca.
Sus labios eran suaves y fuertes y su piel raspaba como una lija fina. Primero fue sólo contacto de labios como si esperar que yo me separara (cosa que debería haber hecho) luego su lengua recorrió mis labios aun cerrados como pidiendo permiso para entrar en mi boca. Separe un poco los labios y él hizo el beso más profundo, más intenso, más hambriento. La danza de lenguas en mi boca se sincronizaba con las caricias en mi espalda (nunca saco la mano de debajo de mi remera) acercando mi tórax al suyo y su otra mano en mi nuca guiando mi cabeza en suaves movimientos e inclinación regulaba la intensidad del beso.
Nos besamos unos minutos que parecieron eternos. Nuestras respiraciones estaban agitadas cuando por fin nos separamos. No pude mirarlo a los ojos cuando nos separamos
- discúlpame, no se que me paso. Dijo al notar que no lo miraba
- no hace falta que te disculpes, agregue, besas muy bien.
- Queres ir a algún lado?. Me quedan tres pacientes y termino.
Yo era conciente que si le decía que no, no iba a insistir y que si le decía que si mientras lo esperaba todo ese mambo que tengo últimamente, acerca de que no esta bien lo que estoy haciendo, cuando engaño a mi marido me iba hacer dimitir. Pero el Dr. Sebastian es muy lindo. Él noto la duda y agrego
- no quiero presionarte..
- te espero en la sala? O nos veos en otro lado, lo interrumpí antes que diga algo más.
- Espérame en la esquina. Voy a tardar unos 15 minutos.
- Bueno, san martín y Vélez Garfield?
- Si, ahí tengo el auto.
- Dale. Me puse el suéter y Salí.
Diez minutos después él aparecía en la esquina (pobres pacientes)
Subimos a su c3 y fuimos a un telo que para ser sincera estaba peligrosamente cerca de mi casa. Apenas entramos empezó a besarme de nuevo. La ropa me duro puesta lo que un suspiro dura en el aire.
Ahí estaba paraba bajo la mirada profunda del Dr. Sebastian que todavía estaba completamente vestido. Me alzo (tarea difícil si se me permite) y me llevo a la cama, me senté en el borde y empecé a jugar con su cinturón, mientras él en silencio seguía mirándome (me hubiera encantado saber en que pensaba) le baje un poco el pantalón sólo lo suficiente como para liberar su virilidad y empecé a lamérsela, recorriendo su longitud para luego introducirla en mi boca. El me tomo del pelo y empezó a mover su cadera. Aguante las embestidas. La delación concluyo cuando él me pidió acabar en mi boca y me Negeb. Me volvió a mirar largamente mientras el se desvestía y se acostaba a mi lado.
Se puso un preservativo y me cojeo en posición del misionero, dos veces.
Es raro que yo llegue al orgasmo en esa posición pero acabe varias veces. No se era algo en la manera en que se movía, en que mordisqueaba mis pechos mientras susurraba cosas del tipo “que suave que es tu piel” “me encanta estar éter tus piernas”. Nada zarpado, todo muy dulce. No se…
Nos duchamos y nos fuimos. Pautando volver a vernos la semana siguiente.
Mientras me llevaba hasta el garaje donde había dejado mi auto (cerca del consultorio) un mensaje de texto me anuncia que alguien me había visto salir del telo. Pero esa es otra historia…
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