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La insaciable Sandra

Sandra vive en Puerto Madryn; solo dos cosas gobiernan su vida: la búsqueda del amor verdadero y el sexo anal. Esta dicotomía es entendible si se explica que adora el sexo anal y que, constantemente, cambia de novio buscando ese amor ideal que llene su vida.
Cuando la conoció la escuchó describir cada una de sus aventuras sexuales de cabo a rabo; le preguntó ¿Qué fue lo más osado que hiciste? Y le dijo que fue una doble penetración con su ex marido y un amigo en la playa. Para ella una noche de amor bien hecha debe culminar con una fenomenal sesión de sexo anal; más de una vez eso le ha traído dificultades, hay muchachos que se asustan a la hora de encontrarse con una mujer de carácter que demanda insistentemente que se la pongan por atrás, y si es varias veces mejor.
Físicamente es bajita, no más de un metro cincuenta, pechos grandes para su contextura de los que se destacan unos pezones oscuros, gordos y prominentes; mas allá hay unas caderas generosas y firmes para su edad, dándole a su cuerpo la estilizada y graciosa forma de un ánfora. Un rostro encantador y dulce completaba el cuadro; sin embargo es interesante destacar su voz, quedaba totalmente desubicada en la suavidad de sus facciones: es ronca, de una gravedad profunda que daba un complemento excitante en los momentos de la más profunda pasión.
Después de conocerse tanto y sentir que habían encontrado el alma gemela, en gustos y apetencias por lo menos, era un todo natural que esos dos terminaran revolcándose en una cama. Fue una suerte que Él tuviera alquilada una cabaña junto al mar, Sandra no era su única amiga en la ciudad y le gustaba la privacidad.
Sandra quedó en venir después de las 20 hs, cuando cerrara su negocio, por lo que Él sonrió cuando a las 20.05 golpearon la puerta con apremio; tal como Él se imaginaba, Sandra debe haber trabajado todo el día mirando la hora y esperando que el tiempo volara. Y en verdad estaba muy linda, se notaba que se había producido con mucho cuidado para ese encuentro.
Él la estaba esperando con la cena preparada; pasta alla frutta di mare con un chardonay bastante decente, hasta se había tomado el trabajo de aclimatar el ambiente con dos hermosas velas. Poco acostumbrada a estas atenciones ella ya estaba desarmada.
La cena fue agradable y se arrastró entre charla y anécdotas jocosas, pero cada vez resultaba más difícil el disimulo; Ella se revolvía inquieta en su silla entre risitas nerviosas y Él no podía dejar de mirar lo marcado de su escote y el resto de su anatomía con la misma certidumbre de una fiera hambrienta a un rebaño de indefensas ovejas.
Al finalizar la cena Él encendió un cigarrillo y la quedó mirando pensativamente entre volutas de humo; sin saber que decir ante el inesperado silencio solo atinó a lo venal:
-Y el postre?
-Vos vas a ser el postre?

Y sin más se levantó, apagó el cigarrillo a medio fumar y la tomó de la mano; la condujo al único cuarto de la cabaña, escaleras arriba; no hubo muchos preliminares, solo besos hambrientos y pasiones desatadas. A plena luz encendida las desnudó por completo, solazándose de tan preciado regalo y, hecho esto abrió la cama y la acostó; solo entonces apagó la luz y se desvistió, quería darle la sorpresa, por lo que se mantuvo alejado sin darle oportunidad a tocar. Presto se subió sobre su cuerpo y apretó el glande contra la entrada de esa vagina, que se le antojaba como un durazno regado con el más dulce almíbar.
-EHH?
- Tenés derecho a sentir lo que te va a entrar por el culito!

Y de forma lenta pero continua la penetró. Sandra trago aire como un ahogado al sentir como se distendía su vagina para tragar un bocado demasiado grande; las canes se ajustaban al pene como una funda que debía ser estirada. Y continuó hasta que la cabeza chocó contra el útero.
Resulta imposible describir el grado de frenesí despertado en esa mujer al sentirse ensartada y distendida de esa manera. Se abrazó con apremio al cuerpo del hombre, que rápidamente inició rítmicas y violentas estocadas, a cada empujón su gozo parecía ser infinito. Todo en Ella se había erizado; sus pezones estaban duros y estirados, podía sentirlos contra su pecho, y para sorpresa de Él, fue la primera vez que pudo sentir nítidamente como el clítoris se endurecía y latía a cada fricción de su pene.
-Hijo de puta, cógeme, soy tu puta!!
Esa y más escatología escapaba en una voz cada vez más ronca. Gozoso y encantado de la lujuria de su compañera, continuó penetrando y contorsionándose sobre el cuerpo muelle de la dama. Debieron ser quince minutos de movimientos violentos y sudores mutuos cuando el jadeo desesperado anunció al orgasmo; el hombre no tardó en imitarla arrojando una verdadera cascada de semen.
Siguió un momento de reposo, mientras ambos recuperaban el aliento, solo las manos se entrelazaban, en un mutuo agradecimiento de favores. Fueron necesarios varios minutos para que los jadeos se convirtieran en una respiración sosegada; y en ese instante Sandra encendió la luz, pateó las cobijas y se abalanzó sobre, de ahora en mas, su objeto de adoración; cómodamente inclinada lo contempló con ojos curiosos, examinó sus venas, recorrió el tronco con sus manos, acarició el glande con sus dedos.
-Todo esto me entró?
-Mas, ahora no está bien estirado!
-Pues quiero verlo bien estirado!

Y su boca se cerró sobre la cabeza, su lengua lamía como un aguijón enloquecido, mientras su mano oprimía y pajeaba. No tuvo que trabajar mucho para lograr su propósito. Lo manipuló con tal habilidad que logró una poderosa erección en pocos minutos. Él acariciaba su espalda y nalgas, y pudo percibir el estremecimiento; veía su rostro tornarse carmesí. Por fin comprendió, maravilla de maravillas, esa mujer era capaz de tener un orgasmo si chupaba una pija con ganas.
-Hijo de puta, con razón sentía que me había entrado un caño!

Y dicho esto saltó de la cama y corrió con un frívolo meneo de trasero y pechos bamboleantes, escaleras abajo. Él no entendió para qué necesitaba su cartera; hasta que ella extrajo un objeto que llamaba “vibrador mariposa”.
Sin dejar de mirar el pene que se alzaba como un mástil, entre morbosa y temerosa, se calzo en la vagina el extraño objeto y lo encendió. Recostándose boca abajo alzó la colita y dijo:

-La quiero en el culo, ardo de deseos de sentirla en el culo!

Ni lerdo ni perezoso Él se alzó para ponerse en la posición adecuada. Las manos de Sandra abrían sus cachetes ofreciendo un ano que mostraba huellas de muchas batallas. Él apoyó la cabeza y, sabedor de las dificultades, dio un resuelto empujón; la cabeza del pene se introdujo:
-Ayyy, la puta!

El doloroso quejido hizo que Él aflojara la presión e hiciera ademán de sacarlo.

-Nooo, puto maricón, cogido, métemela toda!

Un poco ofendido, empujó mas resueltamente, y en menos de lo que canta un gallo, el culo de Sandra había engullido totalmente el pene. Hubo un momento de placer estático, en que cada uno de los luchadores saboreó a su manera el instante; Él sentía como su pene era bienvenido y oprimido por cada musculo, ella exclamaba en sordina al sentirse empalada por semejante ariete.
Él comenzó a moverse y empujar, se agarraba con firmeza a las nalgas; de vez en cuando daba sonoros chirlos que dejaban una huella colorada en la nalga. Sandra jadeaba, después sollozaba, daba grititos y exclamaciones proclamando el supremo deleite; y acabó de la manera más estruendosa y enajenada que persona alguna haya presenciado. Tal fue la excitación que Él arrojó una cantidad desusada de semen en las entrañas de la mujer.
Cuando lo retiró, su miembro estaba coronado por una aureola de sangre, por lo fue al baño a higienizarse; a su regreso Sandra continuaba en la misma posición, pero su rostro mostraba una empalagosa sonrisa de satisfacción.
Otras tres veces el preciado recipiente de Sandra recibió el contenido de los testículos del hombre; en una de esas ocasiones insistió en sentarse y empalarse ella misma. Y fue así que cabalgó como una loca, acabando con una profusión de gritos, llantos y arañazos. En fin, si a ella le daba tanto placer ¿por qué negárselo?
Se durmieron abrazados bien avanzada la madrugada; Él se despertó temprano y preparó el desayuno, tontamente, pensando en que debía ir a abrir su local.
-Yo quiero otra clase de desayuno!
-Vas a tener tiempo?
-Para esto seguro que si!

Y otras dos veces, por delante y por detrás, Sandra cobró su tributo. Dos horas después una satisfecha y maltrecha Sandra se despidió con besos y elogios.

Lector, si alguna vez vas a Madryn, mirá con atención, hay una tremenda mujer de 47 años buscando el amor de su vida, quizás te interese…

4 comentarios - La insaciable Sandra

Gabiilook +1
Terrible Puta Sandrita
Que Lindo es Cuando La Mujer le Gusta que le Rompan en Culo Siempre
Maquina1039 +1
yo conosco una sandrita de madryn que por esas casualidades le gusta mucho la pija... separada pero le gusta coger como una putita... maravillosa mujer