Y mi hijo Leo, se fue rumbo a la estación de mi barrio, para tomarse el colectivo que lo llevaría hasta el distrito militar, donde dispondrían de él, como mínimo por un año, a un destino incierto, todavía no conocido por nadie.
No quiso que nadie lo acompañara, temía llorar como un flojo. Sin embargo, cuando estaba para abordar el "bondi" era el último de la fila, y ya habían subido todos, sintió su nombre vociferado en voz alta ¡Leo! Giró hacia donde venía el sonido, y estaba Felina apoyada a un auto estacionado a metros de él, mi hija a pesar del pedido de su hermano, el que nos hiciera a toda la familia, fue, y como despedida le dijo ¡Mirame una última vez! Junto con ello, con el pedido, prosiguió con la actuación y procedió a ¡Bajarse los pantalones y las bragas! Muerta de risa la ¡Hija de puta, hasta el último momento! Leo subió al micro y este arrancó.
Viajó casi dos horas hasta llegar al lugar, una fila inmensa, interminable se formaba en la calle, iban entrando en etapas, era el mediodía cuando ingresó al edificio en si, un lugar amplio, con barracas, playones, galpones, y muchos vehículos militares, jeep, camiones, etc.
Dentro del lugar, siguieron haciendo fila, había que cumplir un control administrativo y los destinaban al lugar donde cumplirían el servicio militar.
Cuando le tocó su turno, le piden como primera cosa el documento de identidad, algo básico, para identificar a las personas, pues bien, no lo tenía, se lo había olvidado, lo buscó entre sus ropas, en la billetera, era lo más esencial que debía haber llevado, sin embargo, no lo tenía consigo.
Mintió, diciendo que lo había extraviado, ya que el personal militar, hasta ahí, los trataba como ciudadanos idiotas, no quiso confirmarlo.
¡Bueno, espere en esa oficina! Ordenó el cabo, un rango militar inicial en la fuerza
Luego de no menos de dos horas de estar en esa habitación sólo, sentado en un banco de madera, entró otro flaco con el mismo inconveniente, este había sido más honesto, y había dicho la verdad, que se lo olvidó, y fue acompañado por soldados que se burlaban de él.
Leo se levantó del banco desesperado por fumar, allí dentro había carteles que prohibían hacerlo. Salió al playón y fumó tres puchos seguidos, cuando volvió a la oficina, no estaba el otro indocumentado, pensó que lo habían llamado para hacer algún trámite referido a la falta de constancia de identidad, y como él no estaba, ya que había salido a fumar, aprovechó y le ganó el puesto. Contrariado por ello se sentó y continuó esperando, luego de otras dos horas, esto lo estimó, porque nunca usó reloj, así que exactamente no lo sabía, apareció otro militar.
Desde la ventana que daba al playón, veía que los reclutas, subían a los camiones y estos cuando se llenaban arrancaban con rumbo desconocido.
En ese momento dado, ingresa otro personal marcial y le pregunta que estaba haciendo allí. Le respondió, que lo habían enviado a ese lugar porque había extraviado su documento. El oficial, lo miró con desdén y preguntó ¿Nadie lo vino a buscar?
Y afirmó ¡Yo mandé a llamar hace rato a los que estaban en esa situación, y había uno sólo!
Con cara de boludo Leo dijo ¡Desde que estoy acá, nadie vino!
¿Y cuánto tiempo hace qué está acá? Le preguntó enojado el belicoso soldado
Pensó que si era sincero se enojaría más ¡No tengo reloj, pero una dos horas! Habían pasado no menos de cuatro, seguro cuando salió a fumar vinieron a buscarlos, y el forro que estaba allí no mencionó que Leo estaba a fuera. Pero la culpa era de él, porque tampoco se había preocupado de informarle al otro conscripto que salía a fumar, el pobre diablo también pudo pensar que iba a otro lado ¡Pero a que otro lugar iba a ir! Pensó Leo
¡Bueno, ya se fueron todos! Dijo el militar contrariado
¡Venga, vamos a mi oficina, para hacer constar este error! Ordenó fastidioso
Abrió la oficina que ya estaba cerrada con llave, en un bibliorato lo buscó, lo encontró y asentó, que debía presentarse el próximo día hábil a la misma hora ante él, y le dio un comprobante.
Leo le preguntó que destino tenían los muchachos que hoy se incorporaron ¡La Tablada! Respondió lacónico
¿Y mañana que lugar dispondrán? Preguntó, ya que la Tablada era en nuestra provincia, y podía tocarle cualquier lugar del país, mucho más lejano.
¡No se, el lunes llega el destino en un sobre lacrado! Afirmó y le aclaró que el día de mañana era sábado y nadie trabajaba los fines de semana en la incorporación de soldados, es decir, de esa confusión había logrado ganar un fin de semana más, iba a poder salir, bah, el quería continuar cojiéndose a sus mujeres, principalmente a Felina.
Salieron juntos del lugar, y le preguntó de donde era, Leo respondió ¡De Quilmes!
¡Lo alcanzo hasta la estación de trenes! Le dijo amablemente
Leo, no quiso negarse por miedo a la reprimenda, él no sabía mucho de como ir y como viajar, a la mañana lo había hecho con un colectivo, el Río de la Plata, no sabía como viajar en tren.
Lo dejó en la estación de La Plata, y allí preguntó para el destino Quilmes y le indicaron.
Cuando llegó a Quilmes, se tomó otro colectivo hasta la casa, el 263, hizo más rápido así, y volvió a su hogar.
Cuando Leo entró por la puerta, su madre corrió a abrazarlo, besarlo, acariciarlo, él dudó temiendo por el resto de la familia, la tranquilizó y le contó todo lo sucedido hasta ese momento, buscó su documento guardándolo en su billetera. Preguntó por el resto de los integrantes de la casa, era viernes.
Su madre le contó, que Felina había querido acompañar al papá, que iba de visita a lo de la parentela paterna, la que su madre no soportaba, ni la soportaban a ella, y que vendrían el domingo explicó Angélica, su mamá.
Es decir, que estaban solos, un fin de semana juntos, no como madre e hijo, sino como pareja, la hembra y su macho, los ojitos de la madre de Leo brillaban de deseo e impulso sexual, una sonrisa se dibujaba en su rostro y meneó su cabeza sacudiendo y alborotando su cabello.
Le pidió que ambos vistieran para la ocasión, le dijo ¡Ponete el traje que te compré para tu graduación!
¡Quiero una cena romántica en casa juntos!
¡Yo también me voy a vestir para la ocasión! Afirmó Angélica, la madre.
Leo cumplió su deseo, se vistió como ella quería, ella, la madre, se acomodó el pelo y se vistió para esa noche.
Luego de cenar algo liviano, la madre no era una buena cocinera, sin embargo tenía otras virtudes, fundamentalmente sexuales, que ese fin de semana su hijo comprobó.
Leo se levantó de la mesa para dos y corrió el cierre de su falda oscura, desabotonó desde su espalda la camisa blanca, junto a su soutien negro. Pasó ambas manos desde atrás, entre su cuerpo y el género sedoso del atavío.
Acarició sus magníficos pechos, apretó sus pezones mientras la desvestía.
Ya desnuda la puso sobre la mesa y la poseyó sobre la misma, al estilo o en la posición del misionero.
La vulva de Angélica, su madre, estaba más que húmeda, estaba inundada de pasión.
Mientras Leo, su hijo, bombeaba, entrando y saliendo, ella contraía su vagina apretándole la verga, él deliró con eso, nadie se lo había hecho así.
¡Te voy acabar adentro! Alertó su primogénito, como estaba acostumbrado hacerlo con sus otras damas.
¡Hacelo mi vida, no me digas nada! Afirmó su madre
Viendo la indecisión, ella lo entendió ¡No te preocupes, ya no me baja, no tengo menstruación, terminá tranquilo! Aseguró Angélica
No fue más que mencionar eso que se corrió dentro de ella, deseoso de experimentar esa sensación, ya que no lo había experimentado aún..
¡Siiiiii! Exclamó jadeante Angélica, al sentir en su cavidad vaginal, el líquido caliente que latía dentro suyo a través del miembro viril de su hijo.
¡Llename la concha de leche! Murmuró agonizante
Y se vine dentro de ella profusamente, fue el súmmum, lo máximo, lo sumo del placer, su punto máximo, la cima, la cúspide del deleite, el gozo puro.
El regocijo sexual continuó en el dormitorio, allí le entregó el culo, cosa que a ella no le encantaba, pero curiosamente con su hijo, notó que llegaba al orgasmo, analmente, con facilidad.
Ambos durmieron abrazados en la cama matrimonial, pero esa noche con él, su heredero, su príncipe, su sucesor y ella, la progenitora.
El sábado fue otro día espectacular, a pleno sol, con mucho calor, y ambos la pasaron en la piscina de la casa, juntos, su madre como una pendeja enamorada, se cambiaba a cada rato de traje de baño, o si no, se bañaba desnuda, buscando tener sexo bajo el agua.
Todo era fantástico, sin embargo, nada dura para siempre, promediando la jornada, sonó el timbre de la casa, Leo fue a ver quien era, y vaya sorpresa, el tío Prados, el mal querido, el padre del primo Hector.
Cuando lo vio, se le cambió la cara de feliz cumpleaños que tenía, pero disimuló y lo saludo con un beso diciéndole ¡Hola sobrino! ¿Vos no te incorporabas al ejército ayer?
Estaba al tanto de todo, Leo, desconfió.
¡Si, pero parece que no era tan necesario, me pidieron que vuelva el lunes! Mofándose le respondió
¿Y tu mamá? Preguntó desentendiéndose del comentario socarrón de su sobrino.
¡Pasá está en la pileta! Respondió Leo, de mal agrado, porque le tenía mucha desconfianza al tipo. Además, no le gustaba la idea de que la viera en traje de baño a su madre.
Pasó y la encontró a su mamá acostada al costado de la pileta ¡Hola cuñada! La saludó Prados a la cuñada.
A la madre también pareció molestarle la llegada, lo miró de manera extraña ¡Hola Clemente! ¿Qué te trae por acá? Preguntó ella incómoda
¡Nada, pasaba cerca de acá y me dije, voy a visitar a mis parientes! ¿Y Bruno? Preguntó
¡Vuelve mañana con Felina, fueron a lo de su cría! Respondió la madre de Leo, como reponiéndose de la sorpresa
¡Ah, están solitos! Mencionó el tío libidinoso.
¡Y, si! Dijo Leo de malos modos
¡Tráele algo de tomar a tu tío! Solicitó la mujer, la ama de casa.
¿Agua o jugo? Preguntó su hijo fastidiado con el entrometido pariente
¡Hacete unos mates! Dijo el caradura familiar.
¡Pongo a calentar agua, yo no se hacer mate! Afirmó su sobrino desentendiéndose.
¡Me voy a mi pieza, fijate el agua mamá! Aclaró molesto y de muy mal humor.
Pero se quedó dentro de la casa, no fui a la pieza, mirándolos, tratando de escuchar que se decían ambos cuñados, el es el marido de la hermana de ella.
La vieja estaba perturbada con la presencia del chabón.
Él hablaba muy bajito, parecía decirle algo que no quería que se escuchara, bah, que Leo escuche.
La madre, también le respondía murmurando, no mirándolo a la cara, se levantó e ingresó a la cocina, pero él, Prados, la siguió, así que Leo se tuvo que ir a la habitación.
Ya dentro del lugar, el se sentó en un sofá.
Leo, ya no se lo bancaba, así que la llamó al dormitorio a su madre ¡Má... má! Llamó con voz alta
¡Si, ahí voy! Respondió la madre y vino hasta él, su hijo celoso.
¡Qué se las tome, dale salida, y ponete ropa decente, vestite! Ordenó cual un Otelo envenenado y perseguido.
¡Bueno, pará un poco, vení con nosotros, así se va rápido! Planteó Angélica
¡No, no me lo banco! ¡Qué se vaya, sacátelo de encima! Dijo serio, casi con la cara desfigurada de bronca.
Igual, el forro del familiar no le cabía nada, no tenía dignidad, ante el desprecio claro del sobrino, no se inmutaba, más aún, parecía disfrutarlo.
Se quedó hasta que el sol se fue, haciendo desperdiciar el maravilloso día de pileta, hablando con la vieja de Leo, recién lo llamó para saludarlo al irse, pero Leo no respondió, se hizo el dormido.
¡Está dormido! Avisó el tío, que se tomó el atrevimiento de ir hasta el dormitorio de Leo a la madre de este, no fue más que decirle eso, que el chabón se le abalanzó y ella se lo sacaba de encima.
De locos, le murmuraba en el oído, en la nuca, la quería manosear, es más a Leo le pareció que le metía una mano en el orto a su vieja, un dedo en el culo específicamente.
¡Qué hacés! Gritó Leo apareciendo de pronto en la sala
¡Jajajaja, nada, la estaba embromando a tu vieja! Contestó el cara dura
¡Tomátelas y mejor no vuelvas, porque cuando se lo cuente a mi viejo, o a la tía, no se si les va a gustar tu broma! Aseguró su sobrino enojado, y lo fue empujando hacia fuera de la casa.
Se hizo el ofendido encima el gil ¡Qué maltratado me siento! ¡Va hacer difícil que vuelva por un tiempo! Amenazó
¡Yo te recomiendo que sea por mucho tiempo! ¡Es más, tanto que, se me ocurre el cementerio como próxima visita! Clamó Leo casi a los gritos
Salió de la casa, se subió a su auto y se marchó, después continuó con toda una investigación con ella, su madre estaba rara, nerviosa, tanto que comenzó a fumar.
¿Qué fue eso? Inquirió su hijo mirándola fijo
¡No se, se desubicó, nunca hizo una cosa así! Respondió la madre de manera evasiva
¡No te vi muy convencida en sacártelo de encima! Sentenció Leo
¡Qué decís, si viste que lo empujaba! Declaró la madre
¡Te tocó el culo! Exclamó su hijo
¡No, no, se me acercó muy encima pero nada más! Afirmó ella, aunque a su hijo si le pareció que la manoseaba.
En síntesis, discutieron, Leo se fue enojado a su cuarto, gritándole que no iba a cenar
Su madre se fue llorando a su dormitorio.
Leo pensó, mañana vendrá Felina, además le venía bien abstenerse, de lo contrario no podría con su hermanita. Igual no le había gustado nada la jugada de su tío y su madre, algo le olía mal en todo eso.
No quiso que nadie lo acompañara, temía llorar como un flojo. Sin embargo, cuando estaba para abordar el "bondi" era el último de la fila, y ya habían subido todos, sintió su nombre vociferado en voz alta ¡Leo! Giró hacia donde venía el sonido, y estaba Felina apoyada a un auto estacionado a metros de él, mi hija a pesar del pedido de su hermano, el que nos hiciera a toda la familia, fue, y como despedida le dijo ¡Mirame una última vez! Junto con ello, con el pedido, prosiguió con la actuación y procedió a ¡Bajarse los pantalones y las bragas! Muerta de risa la ¡Hija de puta, hasta el último momento! Leo subió al micro y este arrancó.
Viajó casi dos horas hasta llegar al lugar, una fila inmensa, interminable se formaba en la calle, iban entrando en etapas, era el mediodía cuando ingresó al edificio en si, un lugar amplio, con barracas, playones, galpones, y muchos vehículos militares, jeep, camiones, etc.
Dentro del lugar, siguieron haciendo fila, había que cumplir un control administrativo y los destinaban al lugar donde cumplirían el servicio militar.
Cuando le tocó su turno, le piden como primera cosa el documento de identidad, algo básico, para identificar a las personas, pues bien, no lo tenía, se lo había olvidado, lo buscó entre sus ropas, en la billetera, era lo más esencial que debía haber llevado, sin embargo, no lo tenía consigo.
Mintió, diciendo que lo había extraviado, ya que el personal militar, hasta ahí, los trataba como ciudadanos idiotas, no quiso confirmarlo.
¡Bueno, espere en esa oficina! Ordenó el cabo, un rango militar inicial en la fuerza
Luego de no menos de dos horas de estar en esa habitación sólo, sentado en un banco de madera, entró otro flaco con el mismo inconveniente, este había sido más honesto, y había dicho la verdad, que se lo olvidó, y fue acompañado por soldados que se burlaban de él.
Leo se levantó del banco desesperado por fumar, allí dentro había carteles que prohibían hacerlo. Salió al playón y fumó tres puchos seguidos, cuando volvió a la oficina, no estaba el otro indocumentado, pensó que lo habían llamado para hacer algún trámite referido a la falta de constancia de identidad, y como él no estaba, ya que había salido a fumar, aprovechó y le ganó el puesto. Contrariado por ello se sentó y continuó esperando, luego de otras dos horas, esto lo estimó, porque nunca usó reloj, así que exactamente no lo sabía, apareció otro militar.
Desde la ventana que daba al playón, veía que los reclutas, subían a los camiones y estos cuando se llenaban arrancaban con rumbo desconocido.
En ese momento dado, ingresa otro personal marcial y le pregunta que estaba haciendo allí. Le respondió, que lo habían enviado a ese lugar porque había extraviado su documento. El oficial, lo miró con desdén y preguntó ¿Nadie lo vino a buscar?
Y afirmó ¡Yo mandé a llamar hace rato a los que estaban en esa situación, y había uno sólo!
Con cara de boludo Leo dijo ¡Desde que estoy acá, nadie vino!
¿Y cuánto tiempo hace qué está acá? Le preguntó enojado el belicoso soldado
Pensó que si era sincero se enojaría más ¡No tengo reloj, pero una dos horas! Habían pasado no menos de cuatro, seguro cuando salió a fumar vinieron a buscarlos, y el forro que estaba allí no mencionó que Leo estaba a fuera. Pero la culpa era de él, porque tampoco se había preocupado de informarle al otro conscripto que salía a fumar, el pobre diablo también pudo pensar que iba a otro lado ¡Pero a que otro lugar iba a ir! Pensó Leo
¡Bueno, ya se fueron todos! Dijo el militar contrariado
¡Venga, vamos a mi oficina, para hacer constar este error! Ordenó fastidioso
Abrió la oficina que ya estaba cerrada con llave, en un bibliorato lo buscó, lo encontró y asentó, que debía presentarse el próximo día hábil a la misma hora ante él, y le dio un comprobante.
Leo le preguntó que destino tenían los muchachos que hoy se incorporaron ¡La Tablada! Respondió lacónico
¿Y mañana que lugar dispondrán? Preguntó, ya que la Tablada era en nuestra provincia, y podía tocarle cualquier lugar del país, mucho más lejano.
¡No se, el lunes llega el destino en un sobre lacrado! Afirmó y le aclaró que el día de mañana era sábado y nadie trabajaba los fines de semana en la incorporación de soldados, es decir, de esa confusión había logrado ganar un fin de semana más, iba a poder salir, bah, el quería continuar cojiéndose a sus mujeres, principalmente a Felina.
Salieron juntos del lugar, y le preguntó de donde era, Leo respondió ¡De Quilmes!
¡Lo alcanzo hasta la estación de trenes! Le dijo amablemente
Leo, no quiso negarse por miedo a la reprimenda, él no sabía mucho de como ir y como viajar, a la mañana lo había hecho con un colectivo, el Río de la Plata, no sabía como viajar en tren.
Lo dejó en la estación de La Plata, y allí preguntó para el destino Quilmes y le indicaron.
Cuando llegó a Quilmes, se tomó otro colectivo hasta la casa, el 263, hizo más rápido así, y volvió a su hogar.
Cuando Leo entró por la puerta, su madre corrió a abrazarlo, besarlo, acariciarlo, él dudó temiendo por el resto de la familia, la tranquilizó y le contó todo lo sucedido hasta ese momento, buscó su documento guardándolo en su billetera. Preguntó por el resto de los integrantes de la casa, era viernes.
Su madre le contó, que Felina había querido acompañar al papá, que iba de visita a lo de la parentela paterna, la que su madre no soportaba, ni la soportaban a ella, y que vendrían el domingo explicó Angélica, su mamá.
Es decir, que estaban solos, un fin de semana juntos, no como madre e hijo, sino como pareja, la hembra y su macho, los ojitos de la madre de Leo brillaban de deseo e impulso sexual, una sonrisa se dibujaba en su rostro y meneó su cabeza sacudiendo y alborotando su cabello.
Le pidió que ambos vistieran para la ocasión, le dijo ¡Ponete el traje que te compré para tu graduación!
¡Quiero una cena romántica en casa juntos!
¡Yo también me voy a vestir para la ocasión! Afirmó Angélica, la madre.
Leo cumplió su deseo, se vistió como ella quería, ella, la madre, se acomodó el pelo y se vistió para esa noche.
Luego de cenar algo liviano, la madre no era una buena cocinera, sin embargo tenía otras virtudes, fundamentalmente sexuales, que ese fin de semana su hijo comprobó.
Leo se levantó de la mesa para dos y corrió el cierre de su falda oscura, desabotonó desde su espalda la camisa blanca, junto a su soutien negro. Pasó ambas manos desde atrás, entre su cuerpo y el género sedoso del atavío.
Acarició sus magníficos pechos, apretó sus pezones mientras la desvestía.
Ya desnuda la puso sobre la mesa y la poseyó sobre la misma, al estilo o en la posición del misionero.
La vulva de Angélica, su madre, estaba más que húmeda, estaba inundada de pasión.
Mientras Leo, su hijo, bombeaba, entrando y saliendo, ella contraía su vagina apretándole la verga, él deliró con eso, nadie se lo había hecho así.
¡Te voy acabar adentro! Alertó su primogénito, como estaba acostumbrado hacerlo con sus otras damas.
¡Hacelo mi vida, no me digas nada! Afirmó su madre
Viendo la indecisión, ella lo entendió ¡No te preocupes, ya no me baja, no tengo menstruación, terminá tranquilo! Aseguró Angélica
No fue más que mencionar eso que se corrió dentro de ella, deseoso de experimentar esa sensación, ya que no lo había experimentado aún..
¡Siiiiii! Exclamó jadeante Angélica, al sentir en su cavidad vaginal, el líquido caliente que latía dentro suyo a través del miembro viril de su hijo.
¡Llename la concha de leche! Murmuró agonizante
Y se vine dentro de ella profusamente, fue el súmmum, lo máximo, lo sumo del placer, su punto máximo, la cima, la cúspide del deleite, el gozo puro.
El regocijo sexual continuó en el dormitorio, allí le entregó el culo, cosa que a ella no le encantaba, pero curiosamente con su hijo, notó que llegaba al orgasmo, analmente, con facilidad.
Ambos durmieron abrazados en la cama matrimonial, pero esa noche con él, su heredero, su príncipe, su sucesor y ella, la progenitora.
El sábado fue otro día espectacular, a pleno sol, con mucho calor, y ambos la pasaron en la piscina de la casa, juntos, su madre como una pendeja enamorada, se cambiaba a cada rato de traje de baño, o si no, se bañaba desnuda, buscando tener sexo bajo el agua.
Todo era fantástico, sin embargo, nada dura para siempre, promediando la jornada, sonó el timbre de la casa, Leo fue a ver quien era, y vaya sorpresa, el tío Prados, el mal querido, el padre del primo Hector.
Cuando lo vio, se le cambió la cara de feliz cumpleaños que tenía, pero disimuló y lo saludo con un beso diciéndole ¡Hola sobrino! ¿Vos no te incorporabas al ejército ayer?
Estaba al tanto de todo, Leo, desconfió.
¡Si, pero parece que no era tan necesario, me pidieron que vuelva el lunes! Mofándose le respondió
¿Y tu mamá? Preguntó desentendiéndose del comentario socarrón de su sobrino.
¡Pasá está en la pileta! Respondió Leo, de mal agrado, porque le tenía mucha desconfianza al tipo. Además, no le gustaba la idea de que la viera en traje de baño a su madre.
Pasó y la encontró a su mamá acostada al costado de la pileta ¡Hola cuñada! La saludó Prados a la cuñada.
A la madre también pareció molestarle la llegada, lo miró de manera extraña ¡Hola Clemente! ¿Qué te trae por acá? Preguntó ella incómoda
¡Nada, pasaba cerca de acá y me dije, voy a visitar a mis parientes! ¿Y Bruno? Preguntó
¡Vuelve mañana con Felina, fueron a lo de su cría! Respondió la madre de Leo, como reponiéndose de la sorpresa
¡Ah, están solitos! Mencionó el tío libidinoso.
¡Y, si! Dijo Leo de malos modos
¡Tráele algo de tomar a tu tío! Solicitó la mujer, la ama de casa.
¿Agua o jugo? Preguntó su hijo fastidiado con el entrometido pariente
¡Hacete unos mates! Dijo el caradura familiar.
¡Pongo a calentar agua, yo no se hacer mate! Afirmó su sobrino desentendiéndose.
¡Me voy a mi pieza, fijate el agua mamá! Aclaró molesto y de muy mal humor.
Pero se quedó dentro de la casa, no fui a la pieza, mirándolos, tratando de escuchar que se decían ambos cuñados, el es el marido de la hermana de ella.
La vieja estaba perturbada con la presencia del chabón.
Él hablaba muy bajito, parecía decirle algo que no quería que se escuchara, bah, que Leo escuche.
La madre, también le respondía murmurando, no mirándolo a la cara, se levantó e ingresó a la cocina, pero él, Prados, la siguió, así que Leo se tuvo que ir a la habitación.
Ya dentro del lugar, el se sentó en un sofá.
Leo, ya no se lo bancaba, así que la llamó al dormitorio a su madre ¡Má... má! Llamó con voz alta
¡Si, ahí voy! Respondió la madre y vino hasta él, su hijo celoso.
¡Qué se las tome, dale salida, y ponete ropa decente, vestite! Ordenó cual un Otelo envenenado y perseguido.
¡Bueno, pará un poco, vení con nosotros, así se va rápido! Planteó Angélica
¡No, no me lo banco! ¡Qué se vaya, sacátelo de encima! Dijo serio, casi con la cara desfigurada de bronca.
Igual, el forro del familiar no le cabía nada, no tenía dignidad, ante el desprecio claro del sobrino, no se inmutaba, más aún, parecía disfrutarlo.
Se quedó hasta que el sol se fue, haciendo desperdiciar el maravilloso día de pileta, hablando con la vieja de Leo, recién lo llamó para saludarlo al irse, pero Leo no respondió, se hizo el dormido.
¡Está dormido! Avisó el tío, que se tomó el atrevimiento de ir hasta el dormitorio de Leo a la madre de este, no fue más que decirle eso, que el chabón se le abalanzó y ella se lo sacaba de encima.
De locos, le murmuraba en el oído, en la nuca, la quería manosear, es más a Leo le pareció que le metía una mano en el orto a su vieja, un dedo en el culo específicamente.
¡Qué hacés! Gritó Leo apareciendo de pronto en la sala
¡Jajajaja, nada, la estaba embromando a tu vieja! Contestó el cara dura
¡Tomátelas y mejor no vuelvas, porque cuando se lo cuente a mi viejo, o a la tía, no se si les va a gustar tu broma! Aseguró su sobrino enojado, y lo fue empujando hacia fuera de la casa.
Se hizo el ofendido encima el gil ¡Qué maltratado me siento! ¡Va hacer difícil que vuelva por un tiempo! Amenazó
¡Yo te recomiendo que sea por mucho tiempo! ¡Es más, tanto que, se me ocurre el cementerio como próxima visita! Clamó Leo casi a los gritos
Salió de la casa, se subió a su auto y se marchó, después continuó con toda una investigación con ella, su madre estaba rara, nerviosa, tanto que comenzó a fumar.
¿Qué fue eso? Inquirió su hijo mirándola fijo
¡No se, se desubicó, nunca hizo una cosa así! Respondió la madre de manera evasiva
¡No te vi muy convencida en sacártelo de encima! Sentenció Leo
¡Qué decís, si viste que lo empujaba! Declaró la madre
¡Te tocó el culo! Exclamó su hijo
¡No, no, se me acercó muy encima pero nada más! Afirmó ella, aunque a su hijo si le pareció que la manoseaba.
En síntesis, discutieron, Leo se fue enojado a su cuarto, gritándole que no iba a cenar
Su madre se fue llorando a su dormitorio.
Leo pensó, mañana vendrá Felina, además le venía bien abstenerse, de lo contrario no podría con su hermanita. Igual no le había gustado nada la jugada de su tío y su madre, algo le olía mal en todo eso.
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