Mi primer relato
Primera parte
Como tantas otras veces, me tomé el 107 desde la facultad pensando en vos. Rendía un final esa noche y volvía cansado, en ese horario extraño cuando parece que estamos solos en ciudad. Quería despejarme, escuchar música, no pensar en nada, cuando te vi subir.
Como siempre, me sentaba en el fondo; vos te acercaste y me saludaste. No podía dejar de mirarte. Capaz por esa ansiedad, capaz por nervios, no dude en decirte lo linda que estabas. Había que romper el hielo. Hablamos durante unas cuadras, hablamos de todo, y de nada. Hablamos de tonterías, hasta que entendí no podía dejarte bajar, sin al menos preguntarte si querías que pasáramos un rato juntos.
Lo dije con una sonrisa, como quien sabe que está bromeando, pero esa noche no te molestó como otras veces. Dudaste, te quedaste muda unos segundos, mirando hacia la calle en movimiento. Subiste la mirada y me comentaste que vivías a solos unos minutos de donde estábamos y con una sonrisa pícara me dijiste que esa noche, no tenías que acostarte temprano, que podías compartir algo conmigo.
Me puse de pie, te ayude a levantarte y juntos esperamos que se detenga el colectivo. Estaba nervioso, y te miraba por momentos a los ojos, divertido, mordiéndome los labios como en una primera cita.
Caminamos solos unas cuadras, acompañados de algunas luces y algunos autos, a veces escondía mi mirada para ver tu vestido, y arreglaba mi camisa. Vos estabas cómoda, disfrutando la caminata con pasos largos, mirándome, haciéndome preguntas, jugando un poco conmigo.
Nos acercamos a un edificio y mientras abrís la puerta nos reímos. Te busco en los reflejos de la entrada, en cada espejo, y vos vas girando, mirándome mientras caminas de espalda, y guiándome hasta la puerta de un ascensor son esa misma sonrisa.
Cuando la puerta se cierra, y empezamos a subir, no lo dudo. Me acerco a vos, que te apoyas contra el espejo y te tomo de la cintura. Te beso el hombro, el cuello y subo. Tus manos se inquietan y me toman la espalda, mientras nos besamos otra, y otra vez. En cada pausa te miro, y suspiro, y me acerco a tu cuerpo. Puedo ver en el reflejo del espejo, como se mueve tu lengua, y como me muerden tus labios, y cierro los ojos. Me dejo llevar por ese beso.
Mis manos ya están rasguñando con fuerza, y el aire se espesa del calor. Te tomo de la nuca con mi mano y te beso el cuello y los labios, cuando el ascensor se detiene, y la puerta se abre...
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