Les aclaro de entrada que este no es un relato de garche, esta vez no me cogí a nadie, aunque casi, casi me cogieron. Se trata de cómo me apoyaron. En general soy de las que atraen a los “apoyadores”, no puedo evitarlo, no puedo esconder mi cola ni aunque quisiera. Encima soy de usar polleras entalladas o pantalones ajustados, por lo que la voluptuosidad de esa parte de mi cuerpo se hace aún más evidente. Pero no crean que reniego de ello, por el contrario a veces soy yo la que incita la apoyada subiéndome a los colectivos más llenos, o a los vagones de subte más repletos. Eso sí, nunca me apoyaron en un tren, es una asignatura pendiente… jaja.
Bueno, como les contaba, esta vez fue en el colectivo que tomo habitualmente para volver a casa. Como siempre a esa hora, plena hora pico de mitad de semana, venía repleto. Me subí igual, aunque les juro que no porque quería que me apoyaran, sino porque quería llegar cuanto antes a casa para ver a mi bebé.
Me quede en la parte de adelante, casi pegada al chofer, para bajar más rápido. Al principio todo tranquilo, solo algún roce o empujón casual, nada más que eso. Encima los que se acomodaban para ponérmela, enseguida eran intimidados por e chofer que decía:
-¡Corriéndose para el fondo que hay lugar!- por lo que se quedaban con las ganas, aunque más de uno no se fue sin frotármela al menos.
En eso siento que alguien se me pega atrás. La mujer que estaba sentada frente a mí amaga levantarse y dice:
-Siéntese señor…- ahí me doy cuenta que a quién tengo pegado atrás es un hombre mayor, ¿edad?, y… unos 70 fácil. Creí que el movimiento había sido casual, peri cuando rechazó el asiento, me di cuenta de lo que pretendía. Miralo vos al abuelito, pensaba, yendo quizás a visitar a sus nietos y apoyando de paso mujeres en el colectivo. Bueno, no es muy distinto a mí, me respondía, yendo a casa a ver a mi hijo y a mi marido, y dejándome apoyar por extraños.
En un primer momento se puso casi de costado, pegado a mi cadera, por lo que con cada frenada o movimiento brusco le pegaba un caderazo acompañado de un:
-Disculpe señor-
Al viejito se le daban vueltas los ojos. Para mitad del viaje ya logró ponerse tras de mí, desoyendo los reiterados pedidos del chofer que decía:
-¡Un asiento para el abuelo, por favor!-
Pero él los rechazaba, y claro, si tenía una posición más que privilegiada. Los constantes volantazos que pegaba el chofer, me servían para frotarme contra él, como si se tratara de un movimiento casual, no sé si alguien se daba cuenta de lo que pasaba entre el viejito y yo, pero tampoco me importaba demasiado. En esos momentos de calentura como que pierdo la razón, porque sí, el viejito me estaba calentando. No sé si saben pero les tengo cierta ternura a los viejos verdes, y que uno me apoye en el colectivo, la verdad que me resultaba muy excitante. ¡Y tremenda apoyada que me estaba dando! Ya sentía que la tenía parada y como solita la verga se va acomodando a la sinuosidad de mi raya, entonces es él quién aprovecha para darme un topetazo que me la clava todavía más profundo.
-Disculpame- me susurra libidinosamente.
-No tiene porque disculparse- le digo con una media sonrisa que también quiere decirle: “Tampoco tiene porque dejar de apoyarme”.
Por lo que llegaba a palparle con la cola, estaba bastante bien provisto el abuelito, no necesitaba viagra ni nada, solo con mi cola se estimulaba para estar como un fierro…. O fierrazo, mejor dicho. Confieso que en ese momento me entraron ganas de bajarme con él y llevármelo a un telo. Miro la hora y me digo sí, tengo tiempo, evalúo los pro y los contra, pero cuándo estoy a punto de decidirme, se afloja la tensión de lo que estoy sintiendo por detrás, y como que el viejito temblequea, entonces me doy cuenta… ¡está acabando!
Me aparto un poco, no vaya a ser que me manche el pantalón, y siento unos agitados suspiros en mi nuca. El viejo acabo con solo apoyarme. Sin decir nada, se da la vuelta y se baja en la siguiente parada. ¿Cómo se cubrirá el manchón de la entrepierna? No lo sé, tampoco me importa. Cuando bajo del colectivo en la parada que me corresponde, me saco el suéter y me lo ato a la cintura, no fuera a ser que tuviera tremenda mancha de semen en la cola.
Llegue a casa y pase directamente al baño, no tenía nada, aunque la que sí se había mojado fui yo. Estaba empapada. Me toque un poquito, me pegue una ducha y entonces sí, a reunirme con mi familia. La apoyada del viejito ya solo representaba un simple recuerdo.
Comentarios Destacados
34 comentarios - Me apoyo un viejito...
Lo volviste loco!!
Que lastima que no pudo aguantar mas! jeje
Excelente como siempre
Gracias por compartir
Si viajo todos los dias en el sarmiento clavadita
Los viejitos verdes son tremendos...
Muy buen relato...me senti superidentificada...
Te dejo puntitos y besitos...
10 puntos por esa acción humanitaria!!!!
Entre las cosas que extraño de Argentina una de las principales son las apoyadas en el transporte público.
Tu relato Marita, es maravilloso, como todos los otros que lei en silencio por no poder comentar.
Me encantó, sos una puta hermosa y libidinosa como pocas, como disfrutás del sexo como venga, sos mi ídola !!!
Yo comenté tu post... ¿comentaste alguno de los míos?
Ay Marita, que lindo relato, tené cuidado con los viejitos que les puede dar un infarto!!!
Sos una genia ❤️
La mejor forma de agradecer es comentando a quien te comenta.
te mando un beso atorranta hermosa 😘
no me va hacerlo como el viejito
pero me excita leerlo desde el punto de vista femenino
nunca pensé que se excitaran las chicas así