Esta es la segunda parte de la anécdota. (Primera parte acá: http://www.poringa.net/posts/relatos/2348223/Mi-companera-me-hizo-enloquecer-y-se-pudrio-todo--Parte-I.html)
Como decía en la primera parte, Daniela y yo estábamos en medio del trabajo, en su escritorio. Hubo horas de coqueteos inocentes que de a poco se transformaron en algo distinto. Sus tetas se dejaron ver durante todo el tiempo, por la parte superior de la camisa. Eran de tamaño medio, bien redonditas y una de ellas tenía un pequeño lunar justo antes de que se toquen, apretadas por el corpiño, en el centro del pecho. Justo antes de que la calentura "se me suba a la cabeza", había imaginado sus pechos bien suaves al tacto (tal como la piel de sus manos) y los pezones bien duros y erguidos. Tal vez debido a que empecé el día cliente desde el inicio, enloquecí cuando se inclinó (como describí) con la cola erguida, apretando esos cachetes regordetes (tenía una cola tremenda) contra la fibra del pantalón, dejando entrever también el contorno evidente de una tanga que se perdía bajando entre sus glúteos.
Cuando se incorporó al escritorio y me habló sonriente de no-se-qué, me costaba sostenerle la mirada a la cara porque yo había quedado "prendido" explorando visualmente su cuerpo. Para abreviar voy a pasar directamente al detalle que usurpó rápidamente mi atención: hasta ese momento no había notado cómo el pantalón le apretaba la parte exterior a la vagina, al punto de marcarle el contorno de los labios. Yo estaba con una erección, de esas que "duelen" en la cabeza del miembro de tanta presión sanguínea. Ante tanto estímulo visual (la percibía a ella realmente infartante), todo lo que yo quería era "probarla" y "sentirla". Me imaginé mi pene bien erguido puerteando sobre los labios carnosos de su concha, imaginé ir abriéndome paso al calorcito húmedo de su vagina, mientras ella entrecortaba su exhalación. La parte racional de mi cerebro se había apagado del todo.
Así, en medio de la oficina, lo único que atiné a hacer fue poner mi mano derecha sobre su rodilla izquierda y fui deslizado muy muy lentamente los dedos sobre la cara interna de su pierna, acercándome lentamente al contorno de su vulva, visible por lo apretado del pantalón. Al comienzo noté que ella se sobresaltó un poco, pero siguió hablando de trabajo. Yo iba muy lento en mi movimiento y para el momento en el que alcancé la mitad del recorrido sin que ella intentara retirar mi mano, supe que estaba todo listo. Cuando estaba bien cerca de llegar, acariciando la parte interna de su entrepierna, ella se enderezó un poco endureciendo la columna y dando un pequeño saltito en la silla. La miré a los ojos en ese punto, notando cómo se había inflamado totalmente el rubor en los pómulos de sus mejillas, y ella me sostuvo la mirada también (aunque algo sobresaltada) mientras yo empecé a estimularle la vulva. Lentamente le acaricié los labios vaginales y metí mis dedos suavemente entre ellos, sintiendo al tacto la estimulante humedad y suavidad que se percibía a través de su pantalón.
Estuvimos así unos minutos, no se cuantos, y ella bajó la vista hacia mi pija, que bullía casi bramante debajo de mi ropa. Por un momento pensé que me devolvería las caricias. Pero no. Se incorporó algo abruptamente y me dijo que tenía que ir al baño. Recordándolo hoy, creo que ella se apercibió del contexto y no quiso prestarse a un papelón en público. Encima ella estaba casada. Yo estaba fuera de mi. Durante todo el recorrido que hizo hasta pasar por la primer puerta interna, clavé mis ojos entre sus nalgas, apreciando el exótico y estimulante vaivén que sucede en las mujeres al caminar.
Yo estaba enseguecido y me incorporé detrás de ella y la seguí hasta la puerta del baño. Ingresé detrás sin importarme nada. No había nadie en el lavatorio, pero no puedo asegurar lo mismo detrás de alguna de las puertas de los inodoros. Ella me miró como haciéndose la sorprendida, pero yo no le di tiempo para que diga nada. La agarré de los muslos apretandando mi verga alzada contra la parte superior de su vulva y llevándola hacia uno de los espacios con inodoro, cerrando la puerta al pasar.
Ella fue directo a bajarme el pantalón y el boxer para sostener mi pija, gorda y erguida, entre sus manos. Ella estaba muy excitada, aunque ni un beso me dió. Yo la besé en el cuello mientras le desabrochaba la camisa, rompiendo los botones finales. Le abrí el corpiño y le lamí los pezones que estaban duros como estacas. Me sentí encendido y creo que ella lo estaba igual que yo. Le bajé pantalón y tanga, sacándolos sólo por uno de los pies donde quité un zapato. Ella subió esa pierna apoyándose en el inodoro y metió mi verga en su vagina, temblando y mirando hacia arriba. Tenía la vagina totalmente mojada, y mi pene se abrió paso rápidamente y con fuerza. Mientras tanto, no dejé de chuparle los pezones, y mientras jadeábamos impetuosamente al calor de la penetración, empecé a estimularle el ano con uno de mis dedos índices, metiéndolo poco a poco en el interior. Ella lo disfrutaba todo con una soltura increíble, mientras me agarraba de los mulsos y hacía fuerza. Sentí como, cada tanto, ahogaba algún gemido.
De pronto se sintió un ruido en el interior del baño, suficientemente fuerte como para que ambos nos frenemos de golpe. Ella retiró mi pija, infladísima, de su vagina. Me susurró:
-Basta, ya está.
Se dió vuelta para buscar el corpiño, que había ido a parar del otro lado del inodoro y se agachó de espaldas, juguetona, rozándome el miembro con la raya del culo, mientras agarraba el corpiño. Creo que lo hizo por compasión, porque yo no había terminado. Pero claramente lo hizo como un juego final. Creo que ella no previó lo que iba a venir. Yo me había sentido estimulado por la forma redondeada de sus glúteos desde que me tentó mientras estábamos en la oficina.
Aproveché la oportunidad y le puertié el ano, que estaba bastante dilatado ya. Le metí la cabeza de mi verga y ella endureció un poco la espalda. Me hizo un gesto para que salga. Pero por temor a hacer ruidos (ya que según parecía había alguien más en el baño) se quedó en esa posición, mientras yo le bombeaba mi pija inflada por el ano. Pero ella no dejaba de hacer gestos desaprobatorios, aunque seguía dócil, en cuatro. Yo empecé a bombear con más fuerza, ella trató de apartarme con las manos. Yo estaba ciego, súper encendido. La agarré del pelo y se lo empecé a tirar hacia mí, mientras le empezaba a dar cada vez más duro por el culo. Si había alguien más allí, a mi no me importó. Mientras ella trataba de zafarse, tratándo de sacar su pelo de mi mano, que yo sujetaba con fuerza. Me susurró, pero bastante más fuerte y audiblemente:
- "No seas hijo de puta. Me hacés mal. Cortála". Me pareció que se le caían algunas lágrimas.
- "Te voy a romper el orto, por puta." Le respondí, fuera de mi.
En ese momento explotó mi verga y le llené de leche el ano. Para la parte final, no pude resistir dispararle un poco de semen en la espalda. Pero ella intentó darse vuelta y el resultado fue que la ensucié por todas partes. Ella estaba muy molesta y quebrada. Yo nunca había hecho algo así. Yo me limpié rápidamente y salí del baño apurado. Ella quedó atrás, limpiándose o lamentándose, no lo se.
Afuera esperaba mi jefa. Visiblemente molesta. Me dijo que esperara en su oficina, "para charlar los términos de mi despido".
Es increíble cómo a veces podemos hacer cosas que nunca pensamos que podríamos. También son increíbles las veces que "casi todo" termina yendo bien, a pesar de los riesgos desmedidos que uno toma. Un conjunto de circunstancias especiales, e improbables, son los que permiten que una anécdota termine siendo memorable.
Pero la historia no termina acá. A lo más bizarro, lo dejé para la parte 3. La tercera parte está acá:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2348481/Mi-companera-me-hizo-enloquecer-y-se-pudrio-todo-Parte-III.html
Como decía en la primera parte, Daniela y yo estábamos en medio del trabajo, en su escritorio. Hubo horas de coqueteos inocentes que de a poco se transformaron en algo distinto. Sus tetas se dejaron ver durante todo el tiempo, por la parte superior de la camisa. Eran de tamaño medio, bien redonditas y una de ellas tenía un pequeño lunar justo antes de que se toquen, apretadas por el corpiño, en el centro del pecho. Justo antes de que la calentura "se me suba a la cabeza", había imaginado sus pechos bien suaves al tacto (tal como la piel de sus manos) y los pezones bien duros y erguidos. Tal vez debido a que empecé el día cliente desde el inicio, enloquecí cuando se inclinó (como describí) con la cola erguida, apretando esos cachetes regordetes (tenía una cola tremenda) contra la fibra del pantalón, dejando entrever también el contorno evidente de una tanga que se perdía bajando entre sus glúteos.
Cuando se incorporó al escritorio y me habló sonriente de no-se-qué, me costaba sostenerle la mirada a la cara porque yo había quedado "prendido" explorando visualmente su cuerpo. Para abreviar voy a pasar directamente al detalle que usurpó rápidamente mi atención: hasta ese momento no había notado cómo el pantalón le apretaba la parte exterior a la vagina, al punto de marcarle el contorno de los labios. Yo estaba con una erección, de esas que "duelen" en la cabeza del miembro de tanta presión sanguínea. Ante tanto estímulo visual (la percibía a ella realmente infartante), todo lo que yo quería era "probarla" y "sentirla". Me imaginé mi pene bien erguido puerteando sobre los labios carnosos de su concha, imaginé ir abriéndome paso al calorcito húmedo de su vagina, mientras ella entrecortaba su exhalación. La parte racional de mi cerebro se había apagado del todo.
Así, en medio de la oficina, lo único que atiné a hacer fue poner mi mano derecha sobre su rodilla izquierda y fui deslizado muy muy lentamente los dedos sobre la cara interna de su pierna, acercándome lentamente al contorno de su vulva, visible por lo apretado del pantalón. Al comienzo noté que ella se sobresaltó un poco, pero siguió hablando de trabajo. Yo iba muy lento en mi movimiento y para el momento en el que alcancé la mitad del recorrido sin que ella intentara retirar mi mano, supe que estaba todo listo. Cuando estaba bien cerca de llegar, acariciando la parte interna de su entrepierna, ella se enderezó un poco endureciendo la columna y dando un pequeño saltito en la silla. La miré a los ojos en ese punto, notando cómo se había inflamado totalmente el rubor en los pómulos de sus mejillas, y ella me sostuvo la mirada también (aunque algo sobresaltada) mientras yo empecé a estimularle la vulva. Lentamente le acaricié los labios vaginales y metí mis dedos suavemente entre ellos, sintiendo al tacto la estimulante humedad y suavidad que se percibía a través de su pantalón.
Estuvimos así unos minutos, no se cuantos, y ella bajó la vista hacia mi pija, que bullía casi bramante debajo de mi ropa. Por un momento pensé que me devolvería las caricias. Pero no. Se incorporó algo abruptamente y me dijo que tenía que ir al baño. Recordándolo hoy, creo que ella se apercibió del contexto y no quiso prestarse a un papelón en público. Encima ella estaba casada. Yo estaba fuera de mi. Durante todo el recorrido que hizo hasta pasar por la primer puerta interna, clavé mis ojos entre sus nalgas, apreciando el exótico y estimulante vaivén que sucede en las mujeres al caminar.
Yo estaba enseguecido y me incorporé detrás de ella y la seguí hasta la puerta del baño. Ingresé detrás sin importarme nada. No había nadie en el lavatorio, pero no puedo asegurar lo mismo detrás de alguna de las puertas de los inodoros. Ella me miró como haciéndose la sorprendida, pero yo no le di tiempo para que diga nada. La agarré de los muslos apretandando mi verga alzada contra la parte superior de su vulva y llevándola hacia uno de los espacios con inodoro, cerrando la puerta al pasar.
Ella fue directo a bajarme el pantalón y el boxer para sostener mi pija, gorda y erguida, entre sus manos. Ella estaba muy excitada, aunque ni un beso me dió. Yo la besé en el cuello mientras le desabrochaba la camisa, rompiendo los botones finales. Le abrí el corpiño y le lamí los pezones que estaban duros como estacas. Me sentí encendido y creo que ella lo estaba igual que yo. Le bajé pantalón y tanga, sacándolos sólo por uno de los pies donde quité un zapato. Ella subió esa pierna apoyándose en el inodoro y metió mi verga en su vagina, temblando y mirando hacia arriba. Tenía la vagina totalmente mojada, y mi pene se abrió paso rápidamente y con fuerza. Mientras tanto, no dejé de chuparle los pezones, y mientras jadeábamos impetuosamente al calor de la penetración, empecé a estimularle el ano con uno de mis dedos índices, metiéndolo poco a poco en el interior. Ella lo disfrutaba todo con una soltura increíble, mientras me agarraba de los mulsos y hacía fuerza. Sentí como, cada tanto, ahogaba algún gemido.
De pronto se sintió un ruido en el interior del baño, suficientemente fuerte como para que ambos nos frenemos de golpe. Ella retiró mi pija, infladísima, de su vagina. Me susurró:
-Basta, ya está.
Se dió vuelta para buscar el corpiño, que había ido a parar del otro lado del inodoro y se agachó de espaldas, juguetona, rozándome el miembro con la raya del culo, mientras agarraba el corpiño. Creo que lo hizo por compasión, porque yo no había terminado. Pero claramente lo hizo como un juego final. Creo que ella no previó lo que iba a venir. Yo me había sentido estimulado por la forma redondeada de sus glúteos desde que me tentó mientras estábamos en la oficina.
Aproveché la oportunidad y le puertié el ano, que estaba bastante dilatado ya. Le metí la cabeza de mi verga y ella endureció un poco la espalda. Me hizo un gesto para que salga. Pero por temor a hacer ruidos (ya que según parecía había alguien más en el baño) se quedó en esa posición, mientras yo le bombeaba mi pija inflada por el ano. Pero ella no dejaba de hacer gestos desaprobatorios, aunque seguía dócil, en cuatro. Yo empecé a bombear con más fuerza, ella trató de apartarme con las manos. Yo estaba ciego, súper encendido. La agarré del pelo y se lo empecé a tirar hacia mí, mientras le empezaba a dar cada vez más duro por el culo. Si había alguien más allí, a mi no me importó. Mientras ella trataba de zafarse, tratándo de sacar su pelo de mi mano, que yo sujetaba con fuerza. Me susurró, pero bastante más fuerte y audiblemente:
- "No seas hijo de puta. Me hacés mal. Cortála". Me pareció que se le caían algunas lágrimas.
- "Te voy a romper el orto, por puta." Le respondí, fuera de mi.
En ese momento explotó mi verga y le llené de leche el ano. Para la parte final, no pude resistir dispararle un poco de semen en la espalda. Pero ella intentó darse vuelta y el resultado fue que la ensucié por todas partes. Ella estaba muy molesta y quebrada. Yo nunca había hecho algo así. Yo me limpié rápidamente y salí del baño apurado. Ella quedó atrás, limpiándose o lamentándose, no lo se.
Afuera esperaba mi jefa. Visiblemente molesta. Me dijo que esperara en su oficina, "para charlar los términos de mi despido".
Es increíble cómo a veces podemos hacer cosas que nunca pensamos que podríamos. También son increíbles las veces que "casi todo" termina yendo bien, a pesar de los riesgos desmedidos que uno toma. Un conjunto de circunstancias especiales, e improbables, son los que permiten que una anécdota termine siendo memorable.
Pero la historia no termina acá. A lo más bizarro, lo dejé para la parte 3. La tercera parte está acá:
http://www.poringa.net/posts/relatos/2348481/Mi-companera-me-hizo-enloquecer-y-se-pudrio-todo-Parte-III.html
3 comentarios - Mi compañera me hizo enloquecer y se pudrió todo -Parte II