Estando en el auto, me invadía un aura de emociones y deseos, esperaba ansiosa su llegada. Leía con suma atención las instrucciones brindadas, no sabia que haría pero sabia que la deseaba tanto desde hace tiempo, que no aguantaba las ganas de por fin consumar todo aquello que por mi mente había pasado.
Recordé por un momento las conversaciones, los acuerdos los correos donde fantaseábamos a cerca del momento, donde planeábamos nos mojábamos y regresábamos a nuestra rutinaria realidad. Recordé mi viaje, donde deseándola me corrí en la tina mientras leía la serie de perversiones y deseos profundos que reprimidos vivían dentro de las dos.
Leía los relatos mientras poco a poco sentía mi concha mojarse sin estimulación aparente, pero palpitando de emoción como preparándose para lo que venia.
De pronto, la luz de las escaleras rumbo al garaje de la habitación se encendió, justo en ese momento, una gota bajaba por mis labios y me provocó un escalofrío de pies a cabeza.
Pensé “¡Por fin!” mientras mis pezones se erectaban de una manera que jamás lo habían hecho sin estimulación previa.
De pronto, vi unos sexys tacones rojos bajando de las escaleras, seguidos de unas medias de red que albergaban las piernas mas torneadas que jamás imagine tocar. Un vestido rojo encendido, marcaba su silueta reflejada en mis pupilas.
En ese momento, la vi, con esa sensualidad bien escondida pero que me provocaba un deseo que jamás experimente por otra. Se acerco a mi ventanilla la mire de arriba abajo como quien revisa el platillo mas exquisito, toque su cintura hasta llegar a sus bien torneadas nalgas, las apreté y después le di una nalgada que retumbó en lo hueco del lugar. Baje del auto y subimos a la habitación.
Ya arriba pude apreciarla por completo, y esa gota que corria por mis labios se había convertido en una absoluta inundación en mis pantis. La tome de la cintura y la comencé a besar, a saborearla como esos vinos de cavas añejas, a sentir el sabor del labial en mi lengua, y la humedad de su boca en la mía. La mire a los ojos y la arroje sobre la cama, note en su mirada la sumisión, ese deseo de que la hiciera mía como nadie jamás lo había hecho.
Comencé a besarla, acaricie sus hermosas piernas de arriba abajo notando cada una de las curvas, desde esos afilados tacones rojos hasta llegar a esa tanga negra con detalles fuccia, que enmarcaban su paquete deliciosamente. Toque su deliciosa ñonga y note que comenzaba a ponerse dura.
Le ordené “¡En cuatro!” y cual nena obediente coloco su redondo culo enfrente mio, dejándome ver su ano en espera de lo que quisiera darle; lo lamí con intensidad mientras escuchaba unos leves gemidos que rápidamente calle pidiendo mi mano en su boca.
Cuando escuche un grito de aparente placer le ordene se pusiera en pie, la empuje contra la cómoda de la habitación, mientras tocaba sus nalgas la puse de espaldas para poder nalgearla a mi placer, de un jalón el vestido salió de su lugar, dejándola en un liguero con cuerdas que me incitaban a amarrarla para darme placer. Comencé a darle por atrás mientras gritaba por el dolor provocado por los golpes que le propinaba en su puto trasero.
En ese momento decidi que fuera mi puta, que a mi placer sufriera todo cuanto quisiera hacer con ella.
Yo soy Ana, su dueña, y ella es Bere, mi esclava.
Recordé por un momento las conversaciones, los acuerdos los correos donde fantaseábamos a cerca del momento, donde planeábamos nos mojábamos y regresábamos a nuestra rutinaria realidad. Recordé mi viaje, donde deseándola me corrí en la tina mientras leía la serie de perversiones y deseos profundos que reprimidos vivían dentro de las dos.
Leía los relatos mientras poco a poco sentía mi concha mojarse sin estimulación aparente, pero palpitando de emoción como preparándose para lo que venia.
De pronto, la luz de las escaleras rumbo al garaje de la habitación se encendió, justo en ese momento, una gota bajaba por mis labios y me provocó un escalofrío de pies a cabeza.
Pensé “¡Por fin!” mientras mis pezones se erectaban de una manera que jamás lo habían hecho sin estimulación previa.
De pronto, vi unos sexys tacones rojos bajando de las escaleras, seguidos de unas medias de red que albergaban las piernas mas torneadas que jamás imagine tocar. Un vestido rojo encendido, marcaba su silueta reflejada en mis pupilas.
En ese momento, la vi, con esa sensualidad bien escondida pero que me provocaba un deseo que jamás experimente por otra. Se acerco a mi ventanilla la mire de arriba abajo como quien revisa el platillo mas exquisito, toque su cintura hasta llegar a sus bien torneadas nalgas, las apreté y después le di una nalgada que retumbó en lo hueco del lugar. Baje del auto y subimos a la habitación.
Ya arriba pude apreciarla por completo, y esa gota que corria por mis labios se había convertido en una absoluta inundación en mis pantis. La tome de la cintura y la comencé a besar, a saborearla como esos vinos de cavas añejas, a sentir el sabor del labial en mi lengua, y la humedad de su boca en la mía. La mire a los ojos y la arroje sobre la cama, note en su mirada la sumisión, ese deseo de que la hiciera mía como nadie jamás lo había hecho.
Comencé a besarla, acaricie sus hermosas piernas de arriba abajo notando cada una de las curvas, desde esos afilados tacones rojos hasta llegar a esa tanga negra con detalles fuccia, que enmarcaban su paquete deliciosamente. Toque su deliciosa ñonga y note que comenzaba a ponerse dura.
Le ordené “¡En cuatro!” y cual nena obediente coloco su redondo culo enfrente mio, dejándome ver su ano en espera de lo que quisiera darle; lo lamí con intensidad mientras escuchaba unos leves gemidos que rápidamente calle pidiendo mi mano en su boca.
Cuando escuche un grito de aparente placer le ordene se pusiera en pie, la empuje contra la cómoda de la habitación, mientras tocaba sus nalgas la puse de espaldas para poder nalgearla a mi placer, de un jalón el vestido salió de su lugar, dejándola en un liguero con cuerdas que me incitaban a amarrarla para darme placer. Comencé a darle por atrás mientras gritaba por el dolor provocado por los golpes que le propinaba en su puto trasero.
En ese momento decidi que fuera mi puta, que a mi placer sufriera todo cuanto quisiera hacer con ella.
Yo soy Ana, su dueña, y ella es Bere, mi esclava.
1 comentarios - Ana: Mi primera experiencia con Bere (Dominando a una crossd