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Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 14

El lunes María madrugó más de lo habitual, me despertó el sonido de la ducha; Me levanté y comencé a preparar el desayuno, al poco tiempo apareció en la cocina ya preparada para salir.
"Lo siento, tengo que llegar pronto hoy" – dijo mientras tomaba uno de los vasos de zumo de naranja y se lo bebía casi de un trago.
"¿No vas a desayunar nada mas?"
"Luego tomaré algo, a media mañana" – me dio un rápido y beso y salió de casa.
Apenas tuve tiempo de reaccionar, me pareció extraño que no me hubiese comentado nada en todo el fin de semana y, mientras terminaba mi desayuno, recordé su cambio de humor del domingo por la tarde. Imaginé que estaba preocupada con el asunto del nuevo departamento, no le di más importancia.
María llegó al gabinete media hora antes de lo normal y tuvo que esperar unos diez minutos hasta que apareció Victoria, la secretaria, con las llaves. Quiso llegar antes de que ya fuese noticia su larga sobremesa con Roberto.
Se encerró en su despacho e intentó centrarse en su trabajo para calmar la tensión.
A las nueve y media apareció Julia.
"¿Qué tal el viernes?" – María no logró adivinar si estaba ya al tanto.
"Fatal, una encerrona, una de las suyas"- sus palabras transmitían preocupación y abatimiento, Julia se dio cuenta de que era serio y se sentó- "A estas horas debo ser la comidilla de toda la oficina"
"No creo que sea para tanto María, te fuiste a comer con él, todos sabíamos que era un tema de trabajo.
María le contó lo sucedido sin entrar en detalles, la aparición del administrativo en el restaurante complicaba la situación. Julia intentó ayudar.
"No te preocupes, voy a enterarme y pondré las cosas en su sitio" – María negaba con la cabeza.
"Julia, ya hemos vivido situaciones como estas otras veces y no le hemos dado ningún margen a las chicas que ha acosado Roberto, lo sabes bien".
"¿Te ha acosado" – María desvió la mirada y evitó una respuesta directa, Julia no insistió
Una hora más tarde era ya inevitable que María tuviera que salir de su despacho, no debía mantenerse más tiempo aislada. Recorrió el pasillo hacia el vestíbulo que sirve de distribuidor y saludó a quienes se cruzaron con ella, con el corazón encogido distinguió perfectamente las conversaciones que se silenciaban a su paso, entendió con claridad las miradas que le llegaban de las mesas… y se hizo a la idea de afrontar el mal trago y esperar que pasase.
Pero… ¿cómo iba a pasar si Roberto seguiría echando más leña a ese fuego que se había iniciado en la empresa? Esa mañana estaría tranquila, preparaban la reunión del consejo fuera del gabinete y esperaba no tener que verle hasta el Martes.
Pero se equivocó.
A las doce recibió una llamada de Roberto.
"María, necesito que vengas, estamos atascados con la presentación de tu tema, el PowerPoint que han preparado a partir de tus datos es una mierda"
María no veía la manera de evitarlo, no podía negarse de ninguna manera lógica.
"¿Qué necesitáis? Si me pasas al técnico le puedo decir…"
"No María, te necesito aquí" – su tono enérgico e imperativo le impidió continuar.
"De acuerdo, voy para allá"
Salió del garaje y se encontró inmersa en el denso tráfico de Madrid a media mañana, casi agradeció el retraso que eso iba a suponerle, necesitaba tiempo para pensar. En el salón de congresos que habían alquilado en un hotel de la Gran Vía no esperaba encontrar mucha gente, tan solo Roberto, su secretaria y uno de los técnicos informáticos preparando el retroproyector y montando las presentaciones en un portátil. Hizo un cálculo y comprendió que, para cuando ella llegara, sería casi la hora de almorzar, y muy probablemente no podría evitar quedarse a solas con Roberto.
Una hora más tarde atravesaba la puerta del hotel, era la una y media y, como se temía, la secretaria de Roberto se volvía al gabinete y el técnico esperaba su llegada para terminar la presentación y marcharse hasta la tarde en que volvería para dar soporte.
María resolvió las pegas en la presentación y a las dos y diez se quedaron solos, estaba satisfecha porque su nombre aparecía en el informe general varias veces y también como coautora del proyecto de su deseado departamento.
Cuando el técnico cerró la puerta del salón tras él, Roberto se acercó por detrás de la silla donde estaba sentada trabajando en el portátil y puso ambas manos en sus hombros; Se le heló la respiración, estaba a solas con él; Era consciente de que, sin pretenderlo, le había dado alas el pasado jueves para que pensase que ella estaba en posición de ceder, lo que no tendría claro era hasta donde, pero María no dudaba que la iba a tantear.
"María, ¿te das cuenta de que estas a punto de dar el salto?" – no contestó, no podía decir nada, las manos de Roberto le pesaban en sus hombros como si fueran de plomo, su silencio fue respondido por un movimiento circular acompañado de una presión en sus hombros, como si fuera un masaje; Debía decir algo, tenía que moverse – "De lo que ocurra esta tarde depende tu futuro en el gabinete, puedes subir el escalón que te separa de los socios, seria la etapa previa cielo…" - ¿Cielo? ¿Cómo se atrevía a llamarla así? ¿Cómo había podido perder tanto terreno en tan poco tiempo? La trataba como a una de sus conquistas– "… en cuestión de cuatro o cinco años.. y con mi ayuda.." – se inclinó hasta decir esa frase a escasos centímetros de su oído" – "podrías aspirar a convertirte en la nueva socia, ¿qué te parece?"
Su boca continuaba muy cerca de su oído, notaba su aliento en su cuello, sus manos seguían masajeando sus clavículas, María era incapaz de hablar, estaba paralizada, no sabía que decir que no pareciera una claudicación, tampoco encontraba la manera de rechazarle sin parecer brusca pero al tiempo firme. Era consciente de que su silencio y su pasividad parecían otra concesión, otra renuncia que iba a pasarle factura pronto, muy pronto. Por fin reaccionó.
"Todavía es solo un proyecto, hay mucho que trabajar, mucho que…" – sintió la mano de Roberto en su mejilla. Con la palma abierta sus dedos se doblaban alcanzando su cuello. María hizo un leve gesto de rechazo pero él lo ignoró y permaneció aun unos segundos.
"Te lo estas ganando, estas haciéndolo muy bien y ya te veo convertida en mi más estrecha colaboradora"
María cerró el portátil y comenzó a levantarse de la silla, Roberto no había soltado su presa y la mano se deslizó por su espalda en un leve roce, le quemaba el contacto de esa mano, se intento apartar pero le tenía tan cerca que al retirar la silla quedo casi pegada a él, Roberto sonreía empalagosamente, sabía la lucha que María mantenía consigo misma y los resultados le parecían alentadores. Se logró separar y comenzó a colocar la carpeta de documentos, de nuevo sintió a Roberto detrás de ella cuando puso una mano en su cintura. María se irguió, pero no se apartó. No quería parecer asustada.
"Roberto, por favor" – inmediatamente se dio cuenta de que aquello había sonado a suplica más que a exigencia, tenía que haber empleado otro tono y haberse alejado, pero ahí seguía, de espaldas a él con esa mano casi en su cadera y con esa frase mendicante que expresaba una débil negativa, justo lo contrario de lo que había pretendido.
"Vamos, vamos, no seas tan arisca, somos compañeros, colegas, somos un equipo triunfador, nos merecemos algún descanso, no?
Roberto se acercó más a ella y puso la otra mano en su cadera, María tenía sus manos apoyadas en la mesa, ligeramente inclinada, entonces sintió el contacto del cuerpo de Roberto en su culo.
"Vas a ser la triunfadora del día de hoy, te he visto como mirabas tu nombre escrito en los informes, eres la nueva promesa del gabinete, ¿no crees que nos merecemos un premio?"
¿Por qué no había reaccionado aun? ¿Por qué dejaba que sucediera aquello? Era una decisión a tomar en menos de un segundo, cualquier vacilación como ésta la dejaban indefensa ante él. Pero estaba sucediendo todo tan rápido que no tenía capacidad de reacción. Notó como la mano derecha de Roberto ascendía desplazándose hacia su estómago. Aquello estaba yendo demasiado lejos, se movió con agilidad hacia la derecha, empujándole sin querer, hubiera deseado no hacer esa presión contra su cuerpo, entonces se enfrentó a él.
"Roberto, no sigas, por favor" – su tono no ofrecía dudas, en ese momento no le importaba echar al traste su futuro en el gabinete. No podía seguir por ahí, la suerte ya estaba echada.
Roberto pareció replegarse, de nuevo sonrió y levantó las manos como aceptando sus reglas
"Vamos chiquilla, no te lo tomes a mal" – aquella pose solo había sido una estrategia para desconcertarla, porque inmediatamente Roberto congeló la sonrisa de su rostro y la cambio por una expresión seria – "María, eres una mujer muy fuerte, un líder nato, eres inteligente y… muy ambiciosa. Tienes ante ti una oportunidad que no estás dispuesta a dejar pasar, ¿verdad que no?" – María no contestó, la única opción que tenía era recoger sus cosas y marcharse, pero no lo hizo, su silencio le confirmó a Roberto su disposición – "¿Ves? Has trabajado mucho como para tirar por la borda la culminación de tu carrera por culpa de una bobada." – de nuevo se acercó a ella y tomó una de sus manos – "Piensa en todo lo que te ofrezco, valora lo que se te pone por delante, es un gran reto, profesional… y personal" – Recalcó esa palabra – "estoy convencido de que serás capaz de asumirlo…" – mantenía cogida la mano de María que si al principio conservaba cierta tensión se había ido aflojando, Roberto apretó el brazo de María con su otra mano enfatizando sus frases y midiendo al mismo tiempo hasta que punto María estaba dispuesta a ceder. – "… he puesto muchas esperanzas en ti, voy a avalar tu nombre para un puesto de gran responsabilidad y lo menos que espero a cambio es…" – María le miró asustada vaticinando el chantaje, Roberto captó su expresión y sonrió – "…lealtad y cierto agradecimiento ¿no crees que es justo?"
Estaba jugando con ella, había conseguido hacerla expresar miedo, había logrado hacerla aparecer asustada. Se dio cuenta de que durante todo este tiempo había estado evitando su mirada y eso la situaba en una posición de inferioridad que en absoluto deseaba aparentar. Pero no tenía argumentos, solo podía dimitir o negociar; Roberto pareció adivinar sus pensamientos.
"Sería una lástima que renunciaras a tu futuro por una niñería, ¡Vamos María! ¿crees que te voy a violar?" – dijo riendo – "Ni tu ni yo somos así, pero si espero una cierta… comprensión, cierta tolerancia con mis debilidades, mas confianza, si vamos a hacer equipo necesito contar contigo al cien por cien… además, ¡ya me conoces! Me gusta jugar, romper tensiones, cometer travesuras…" – la mano que sujetaba su brazo comenzó a acariciarlo subiendo hasta el hombro y bajando lentamente hasta el codo – "Obviamente, creo que entenderás que si decides no asumir este reto… profesional, tu posición en el gabinete quedaría falto de sentido"
Roberto se permitía amenazarla con un despido ¡cómo era posible que se hubiese metido en esta absurda situación! Si le hubiera parado a tiempo, el mismo jueves…
Pero comprendió que estaba donde ella misma se había situado, la expectativa de hacerse cargo de aquel departamento y la posibilidad de llegar a ser socia era tan abrumadoramente seductora que la inducían a cuestionarse sus convicciones lo cual le hacía dudar a la hora de tomar esas decisiones rápidas que no había tomado y que la habían conducido a esta situación de dependencia. Percibía la mano de Roberto recorriendo su brazo como si la estuviese violando, al mismo tiempo volvía a tener esa sensación de vértigo al ser incapaz de parar aquello, sabía que cada segundo que le permitía acariciarla era un retroceso mas, era una claudicación mas.
Roberto la soltó de improviso.
"Bueno, vamos a relajarnos, nos esperan días duros como para crear tensiones absurdas, vámonos a comer antes de que sea más tarde"
"No, gracias, prefiero volver…"
"María, vámonos a comer, necesito terminar de cerrar algunas cosas contigo"
De nuevo calló, de nuevo se sometió y se dejó conducir cogida por la cintura hasta el restaurante del hotel y otra vez Roberto se sentaría a su lado.
María sabía que volvería a intentar tocarla, en un rápido cálculo midió hasta dónde se le subiría la estrecha falda al sentarse; tenía la impresión de que Roberto planteaba aquella comida como un nuevo banco de pruebas donde someterla o acabar con sus ilusiones. Y de antemano, con un cierto fatalismo supo que iba a soportarlo.
Tras ordenar los platos, Roberto comenzó a hablar de nuevo sobre el proyecto al tiempo que ponía su brazo por detrás de María y rodeaba sus hombros, estaban cerca, demasiado cerca, si le sostenía la mirada mientras hablaba le inquietaba la invasión de su espacio personal , si le evitaba la mirada daba una imagen de debilidad; Los ojos de Roberto se perdían sin ningún disimulo en su escote de vez en cuando, María maldijo la idea que tuvo al ponerse esa blusa escotada y se juró cambiar el vestuario de ahora en adelante.
Almorzaron en un continuo monólogo de Roberto salpicado por breves frases de María que intentaba pasar aquel momento de la manera más rápida posible, deseaba que llegaran los postres y poder marcharse de allí.
Cuando les retiraron el segundo plato, Roberto bajó su mano por debajo del mantel, María vio la maniobra como si se desarrollara a cámara lenta y se preparó, aun así cuando sintió el contacto sobre su muslo no pudo evitar un sobresalto a pesar de que lo esperaba desde el inicio del almuerzo. La falda dejaba al descubierto medio muslo y las yemas de sus dedos se posaron directamente sobre su piel desnuda. Un ahogo le atenazó la garganta, de nuevo su indecisión hizo que el tiempo corriera en su contra.
Roberto estaba crecido, se sentía ganador, siguió hablando del proyecto, del futuro de ambos, sus frases se excedían en euforia, mientras tanto su mano apretaba, daba pequeños cachetes, avanzaba tímidamente para tocar más carne, sus dedos reptaban muy sutilmente hacia la parte interior de su muslo… y María callaba.
"Este proyecto conjunto nos va a unir, ya verás, a medida que te hagas a la idea de tus funciones todo te va a ser mucho más fácil" – María comprendió el sentido que le quería dar a esas frases ambiguas, su mirada expreso sorpresa y duda –"… me refiero, María, a que te tienes que ir haciendo a la idea del cambio de posición que asumes, ya no eres una más, formas parte del equipo de dirección y eso, irremediablemente, te aleja de tus compañeros"
"No tiene por qué ser así" – protestó, su voz sonó nerviosa, alterada, a causa de la tensión que mantenía al sentir avanzar la mano de Roberto por su muslo.
"Desgraciadamente no depende de ti, es algo que surge de los demás, te empezarán a mirar de otra forma, hablaran contigo con cautela… lo notarás y te sentirás aislada, alejada de ellos, siempre pasa y cuanto antes lo asumas menos disgustos te llevarás".
"Soy la misma que ayer, no tiene por qué cambiar nada" – Roberto apretó su muslo.
"No María, no eres la misma de ayer, ni mucho menos" – ella entendió lo que quería decir y bajó la mirada.
Los días siguientes supusieron para María la aceptación resignada de la realidad que había elegido vivir y la confirmación de los augurios de Roberto. Los rumores y cotilleos de la oficina, que Julia le trasladó suavizados, sirvieron para alejarla de los grupos con los que solía moverse a la hora de tomarse un café o de almorzar, había observado que las conversaciones se apagaban al aparecer ella y comenzó a sentirse incómoda con los que, unos días antes, eran sus compañeros.
Una de aquellas mañanas, al llegar a la máquina del café, escuchó que estaban hablando de la nueva terapeuta recién llegada y de los avances de Roberto; Julia contra argumentaba.
"Estoy convencida de que no se va a dejar amilanar"
"Torres más altas han caído" – dijo Marta una de las administrativas más proclive al cotilleo y con cierta obsesión por los refranes y las frases hechas.
María sintió por el tono empleado que se refería a ella y toda la rabia contenida afloró, recogió el café de la maquina y se volvió hacia el grupo.
"A propósito de frase hechas, yo creo que la que mejor se le puede aplicar es la de ‘perro ladrador poco mordedor’ o… ‘dime de qué presumes y te diré de qué careces’… En el fondo todo es fachada, aparenta más, mucho más de lo que en realidad es, en todos los sentidos" – se dirigió directamente a Marta – "si no, yo no podría estar trabajando con él, codo con codo, ¿no crees?" – Marta calló y desvió la mirada – "En el cara a cara, sin público delante es bastante inofensivo" – volvió a mirar a marta que de nuevo la evitó – "hay personas mucho más peligrosas, al menos a éste le ves venir de lejos, pero hay otros que se acercan como serpientes, por la espalda… de esos hay que tomar distancia"
Entró en su despacho y tras ella apareció Julia.
"Has estado genial, la has dejado chafada, no creo que se atreva a volver a insinuar nada más"
"No estoy tan segura" – dijo María algo abatida, empezaba a experimentar lo que Roberto le había anunciado, sus compañeros ya no se comportaban delante de ella como siempre.
Dejó de acudir al café de las diez, no se sentía cómoda y creyó intuir que sus compañeros tampoco. Además, sus reuniones con Roberto eran cada vez mas continuas y siempre procuraba llevarla a la máquina del café para exhibirla como su trofeo, al menos así se sentía ella.
En el despacho, a puerta cerrada, abundaban los escarceos de Roberto, bien situándose detrás de ella y cogiéndola por los hombros, tomándola por la cintura si estaban de pie hablando… artimañas para confundirla, para recordarle que estaba en deuda con él,
Cuando estaba delante de él se sentía desnuda, notaba sus ojos moviéndose por su cuerpo; nada más entrar le veía recorrer su anatomía y tenía que aguantar, hacer como si no le viera y avanzar hacia la mesa sintiendo sus ojos en sus pechos, en su vientre… A los pocos días Roberto comenzó a darle dos besos al entrar y salir del despacho, la cogió desprevenida la primera vez y a partir de entonces intentó escabullirse pero no era fácil sin hacer explícita su negativa.
Progresivamente se acostumbró a pasar por ese ritual que procuraba que sucediera antes de abrir la puerta, quería evitar a toda costa los rumores; Una tarde en que se estaban despidiendo en la puerta el despacho Roberto aun la mantenía cogida por el talle pero no acaba de besarla, entonces vio como tomaba el pomo de la puerta y reaccionó tomando la iniciativa, le besó en ambas mejillas y logró separarse él, abrió la puerta y salió. Más tarde se dio cuenta de su error y pensó en el significado que Roberto iba a atribuir a su gesto, para él acababa de pasar de una postura pasiva y resignada a una conducta en la que no solo aceptaba sus aproximaciones sino que las provocaba ella misma.
Al día siguiente comprobó el efecto de su gesto, Roberto actuaba con menos cautela, era como si diera por hecho que no le iba a rechazar. Al entrar en su despacho se acercó a ella pero en lugar de besarla se aproximó esperando que fuera ella quien lo hiciera, durante un eterno segundo estuvieron cara a cara a escasos centímetros el uno del otro, era una situación extremadamente violenta que Roberto no iba a resolver y que María rompió haciendo lo único que podía hacer, se aproximó y le dio dos besos. Roberto sonrió triunfante y la llevó hacia la mesa cogida por la cintura, más estrechamente que otras veces, María no tenía fuerza moral para protestar y se dejó llevar sintiendo sus caderas pegadas. Al terminar la reunión Roberto la sometió a la misma prueba y María, deseando acabar cuanto antes, le besó. Al salir del despacho y revivir la escena, se sintió humillada, sometida, vencida.
Una tarde de esa misma semana, regresando a casa, afrontó por fin la situación. Si quería detener aquello debería prepararse para abandonar el gabinete, por el contrario si luchaba por su ascenso tenía que manejarlo de la mejor manera posible; Ya que no lo iba a poder impedir al menos debía ser ella quien lo controlara.
Llegó a casa ensimismada en estos pensamientos, con un cierto fatalismo que la llevaba a transitar desde la oposición, el rechazo y la rabia hacia la aceptación de las dos caras de aquella moneda que no había rechazado: El poder y el éxito unidos a la humillación y la vergüenza.
Yo aun no había llegado a casa, María se cambio de ropa, se sirvió un zumo y subió al ático, puso música y se arrellano en el sofá.
Intentó analizar fríamente la situación, aplicando la mismas estrategia que usaba en cualquier experimento: dividirlo en partes que lo hicieran más manejable. Con ese espíritu de investigador intentó ver el problema y buscar una estrategia que le permitiera recuperar la serenidad.
Se planteó la situación que más le desagradaba: Roberto sobando su muslo. Hasta ahora le había sentido siempre por encima de la falda, tan solo una vez, en el restaurante el día del consejo, se había atrevido a tocarla directamente el muslo, levemente, las yemas de sus dedos habían tocado su carne. Esperaba más avances, estaba segura.
Por primera vez y para su sorpresa, aquella situación evocó el recuerdo de Pablo tocando su muslo en el Parque María Luisa, ¿Qué diferenciaba uno y otro caso?
Intentó aprovechar el recuerdo para seguir con su experimento.
Acción – reacción; La acción era la misma, una mano en su muslo, una caricia; La sensación era la misma, un roce, una presión, una sensación tibia… no había diferencia ninguna.
Pero lo que ella percibía en cada caso era claramente diferente, con Roberto había rechazo, con Pablo… no, con él no había habido rechazo, al menos no en las últimas ocasiones, incluso en la primera, no podía seguir fingiendo que no le había gustado.
La reacción física también era distinta: con ambos había tensión, si, con Roberto esa tensión era bloqueante, negativa, puro rechazo; Con Pablo… la tensión era diferente, era una tensión expectante, había habido placer, todavía en ese momento, al recordarlo, sentía… no quiso seguir.
Las dos personas también eran diferentes para ella, sentía hacia Roberto un claro desagrado no siempre bien disimulado en el pasado, no le caía bien, también descubrió algo de superioridad por su parte, se consideraba mejor que él en todos los sentidos.
Pablo, sin embargo, le caía bien, era agradable, atento… buscó mas en el recuerdo, no podía quedarse en la superficie, tenía que aceptar que Pablo le atraía, le costó reconocerlo pero lo afrontó, se sentía atraída física y sexualmente por Pablo, quizás eso es lo que más miedo le había dado entonces. Era algo que jamás había querido pensar y que ahora, quizás por la distancia y el tiempo transcurrido, se sentía capaz de encarar.
Poner en palabras los pensamientos que se intentan ocultar es una excelente terapia, ella lo sabe y en aquel momento lo hizo; Se levantó del sofá, se acercó a la puerta para comprobar que no le había pasado inadvertida mi llegada y dijo en voz alta.
"Me atrae Pablo" – se sintió rara pronunciando aquellas palabras, como si cometiera una grave falta, conocía bien esas reacciones aunque ahora era ella quien las experimentaba, sabía que no era suficiente, tan solo era una aproximación" – "Me gusta Pablo" – bien, otro escalón más; Se forzó a seguir, como hacía con sus pacientes – "Me excita Pablo… me pone… " – siguió adelante, obligándose a hablar, a reconocer realidades, rompiendo ese miedo supersticioso que vaticina el cumplimiento inexorable de lo que se pronuncia en voz alta – "me puso cachonda… me tocó… me hubiera dejado…" – se detuvo, no podía decirlo, no podía, lo intentó de nuevo – "hubiera querido que… Oh Dios, me tocó las tetas… me abrí de piernas… me iba a… me tocó el coño… me tenía… me tenía que… ¡me tenía que haber follado!" – explotó toda la tensión y se sorprendió por el sentido de la frase, no era un deseo, era una queja, la expresión de una frustración.
"Me tenía que haber follado" – repitió una vez más, ahora con serenidad, percibiendo cada palabra - "me tenía que haber follado" – lo repetía para poder reconocer las sensaciones y las emociones que esa frase le producían.
Asustada, se volvió a sentar con la respiración alterada, no sabía que es lo que le había llevado a ejecutar ese ejercicio; Intentó apartar de su mente a Pablo y volver a la frialdad del investigador.
¿Y Roberto? ¿Era tan desagradable? Intentó verlo asépticamente, dejando de lado su desprecio profesional y todo lo que a lo largo de aquellos años había ido acumulando contra él.
No era fácil librarse de sus prejuicios, pero intentó hacer un inventario lo mas desapasionado posible de Roberto, físicamente no estaba mal, no era feo, no se cuidaba demasiado y le sobraban unos kilos pero era aseado, vestía bien mas por mostrar su estatus que por gusto propio.
Con el trato diario había conocido a otro Roberto, el profesional que hasta ahora había despreciado aparecía ahora de otra manera, su trabajo era menos clínico pero no por eso dejaba de ser un buen gestor, estaba llevando al gabinete hacia una renovación necesaria.
Además, tuvo que reconocer que, en los escasos momentos que bajaba la guardia, cuando dejaba de aparentar ante los demás, era ingenioso, de conversación fluida... lástima que siempre estuviera interpretando el papel de seductor y de triunfador.
Hasta ese momento, la situación estaba equilibrada, salvo por sus juicios sobre ambos.
Y las expectativas: Con Pablo sus expectativas de aquellos días en Sevilla pasaban por acabar haciendo el amor, sobre todo en una situación apasionada en la que la razón había quedado nublada, estaba convencida de que si no hubiéramos aparecido Elena y yo y, sobre todo, si no se hubiese sentido engañada por el asunto de las habitaciones reservadas sin su conocimiento, la posibilidad de que hubiera acabado en la cama con Pablo era más que probable, aunque luego se hubiera arrepentido.
Con Roberto no había ese horizonte, en ningún caso se imaginaba follando con él, sus expectativas quedaban mas en el terreno del manoseo, probablemente intentaría besarla, seguramente sus manos se le irían cualquier día a su pecho, a su culo… eran esas las situaciones que tendría que manejar…. Y valorar.
Se sorprendió de su frialdad, no se reconocía a si misma planteándose si le iba a dejar besarla o sobarla. Se levantó del sofá huyendo de aquellas ideas y bajó a rellenar su vaso de zumo; pero los pensamientos la persiguieron.
Comenzó a actuar de abogado del diablo: ¿Tan horrible sería dejar que Roberto la tocara? ¿Realmente era tan desagradable el contacto de su mano en su muslo? Tuvo que reconocer que no, que el punto de espanto lo ponía ella misma con su tensión y con el rechazo unido a su pasividad; Cuando en realidad lo tenía fácil, si no quería pasar por aquello debía dimitir.
Pero si iba a terminar pasando por ello, si como se imaginaba la idea de arruinar su carrera la dejaría paralizada cuando Roberto intentase besarla, si el tacto de sus dedos sobre su blusa rozando sus pechos no sería suficiente estimulo para provocar en ella una reacción instantánea… entonces debía ocurrir sin humillarse ante él, era la única forma de controlarlo y marcar unos límites con autoridad y no desde la debilidad, como hasta ahora.
Recordó el último episodio, esa misma tarde antes de salir de su despacho, Roberto la seguía y, casi en la puerta, le dio un cachete en el culo; De espaldas, sin llegar a volverse a mirarle para dar fuerza a su frase, le había dicho "Roberto, por favor". Se dijo a si misma que jamás le volvería a suplicar.
Y de nuevo el análisis: ¿En realidad había sido tan desagradable? ¿Podía vivir el día a día con Roberto asumiendo esos pequeños escarceos? ¿Borrándolos de su mente en cuanto sucedieran? ¿Qué los hacía más desagradables, el breve instante en que sucedían o las horas perdidas reviviéndolo y reprochándose?
A finales de semana Roberto le anunció que casi tenía vía libre para su ascenso, Cuando finalizó la reunión, casi al llegar a la puerta la despidió de nuevo con un cachete en el culo. María ya no se sintió tan sorprendida como la primera vez. Se volvió hacia él con una expresión mitad sorpresa mitad superioridad.
"Roberto, por favor" – De una manera inconsciente esta vez aquella frase no había sonado a súplica, parecía una reconvención, una reprimenda a un niño; Roberto rió y de nuevo le propinó un segundo cachete que se deslizó por su glúteo transformándose en fugaz caricia, Roberto dejó su mano apoyada en su nalga durante un brevísimo instante mientras le decía riendo.
"Señora directora, hasta mañana, sea Vd. buena"
Y otra vez ella, sin evitarle, le lanzó una mirada de reprobación, se cruzaron los dos besos de rigor con la mano de nuevo en su culo.
Se sintió relajada, dueña de la situación, había logrado superar una situación desagradable y convertirla en tolerable. Ya había pasado, ya se había acabado, no quedaba rastro de lo sucedido.
El azote en el culo se convirtió en un terreno conquistado que Roberto quería consolidar, y comenzó a prodigarlos cuando María menos se lo esperaba, ella siempre respondía con una queja que marcaba un límite y pretendía evitar que aquello fuera a mas, Roberto no le hacía caso a la primera, solía llevarla hacia la puerta de su despacho con la mano claramente situada en su nalga, lo cual obligaba a María a reiterar hasta tres veces su protesta; pero ya no le producía el amargo desagrado del principio. Había logrado ahogar la sensación de suciedad que sentía las primeras veces.
El proyecto iba sobre ruedas, a comienzo de año, si todo seguía así, se anunciaría la reestructuración; En apenas diez días María se había acostumbrado a dejarse sobar por Roberto e intentaba minimizar el desagrado que le producía. Al entrar en el despacho Roberto le daba dos besos en los que María media las distancias e intervenía a veces adelantándose para evitar que siguiera acercándose a la comisura de sus labios, luego la llevaba de la cintura hasta la mesa de reuniones, otras veces, la cogía del brazo, muy arriba, buscando situarse cerca de su pecho, si estaban de pie viendo algún planning extendido sobre la mesa, Roberto se las ingeniaba para poner su mano en su cadera o para situarse frente a ella de modo que su escote ahuecado quedara su vista. María ignoraba esas miradas, ya no le provocaban pudor, había dejado de aparentar que no las notaba y en más de una ocasión le llamó la atención para que recuperara la atención perdida. El trato continuo con Roberto les había llevado a una cierta confianza, ya no era el jefe distante, eran más compañeros que antes. Roberto era consciente del progresivo cambio de María, y en contra de lo que María podía pensar, ahora se sentía más seguro de conseguir sus objetivos.
"¡Eh, vuelve!" – le dijo en una ocasión que notó que no escuchaba su argumentación, perdido en su escote, cuando ambos trabajaban sobre la distribución de la nueva ala del gabinete – "no te has enterado de nada de lo que he dicho" – dijo María reconviniéndole, ambos estaban de pie en la mesa de reuniones donde tenían desplegado el plano de la planta del edificio, inclinados sobre él disponían alternativas para la distribución del personal. María se comenzó a incorporar tras echarle la bronca, rápidamente Roberto tomó su mano y la sujeto sobre la mesa abortando el impulso de María que tuvo que apoyarse de nuevo en la mesa logrando con ello que quedara otra vez inclinada; Le miró el escote, luego a los ojos.
"Vuélvemelo a explicar cielo y si me pierdo otra vez, lo repites" – dijo sumergiendo sus ojos en el hueco que dejaba la camisa. María ya no se sentía invadida por esas cosas, las consideraba pequeñas mezquindades de su jefe, poca cosa a cambio de su éxito.
Pero cedía terreno lenta e inexorablemente; Una tarde, cuando estaban culminando la distribución del ala nueva, ambos estaban apoyados sobre la mesa, María se sujetaba sobre un codo mientras escribía sobre el plano, Roberto había deambulado a su alrededor un par de veces sin ningún objetivo concreto y María, al segundo paseo, entendió que Roberto buscaba mirarle el culo, realzado por su postura; Sonrió indulgentemente y le llamó para que viera su último cambio; No conseguía centrarle, intentaba que le diera su opinión sobre el ultimo cambio y le encontraba ausente, perdido en sus pechos. Intentó ignorarlo y continuó exponiendo razones, pero por el rabillo del ojo veía a Roberto bucear en su escote, bajó la mirada y vio la blusa totalmente ahuecada, supuso que la mirada de Roberto alcanzaba a ver su sujetador y toda la curva de sus pechos; se disponía a incorporarse cuando Roberto, que jugueteaba con una goma la lanzó a la mesa. Mil veces que lo hubiera intentado y jamás habría sucedido: la goma rebotó en la mesa y se coló en su escote.
Ambos se miraron sorprendidos, ¡era tan improbable! En un segundo María entendió la involuntariedad de este acto y lo cómico de la situación les hizo explotar en risas incontroladas.
María se incorporó intentando proferir una protesta, pero el ataque de risa se lo impedía, entonces intentó alcanzar la goma con sus dedos, vio a Roberto seguir su gesto y se volvió de espaldas para hacerlo.
"¡Nooooo, noooo!" – fingió llorar Roberto, aquello reavivó el ataque de risa en María que no terminó de volverse y metió la mano en su escote para recuperar la goma sin importarle que Roberto observara toda la maniobra, luego se la tiró como si fuera un proyectil, Roberto la evitó y a su vez le tiró otra goma que María evitó con agilidad.
Recordando en la cama lo sucedido pensó que Roberto no era tan peligroso como había pensado en un principio, aquella noche se durmió más relajada que nunca en todo este tiempo.
¿Y yo? ¿Dónde estaba yo mientras se consumaba esta transición en mi esposa?

1 comentarios - Entregando a mi esposa -Crónica de un consentimiento Prt 14

parejitaamor
Empezó medio medio pero al final se puso bueno!!!, tipicas relaciones de laburo!