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Cuernos en el trabajo. Real (Parte 3)

Hola poringueros: les dejo otro capítulo de esta historia. Te la dedico a vos, que cada vez que saludas esperas comerme la boca.
Miguel estaba sumamente confundido. La situación con Ivana se le había ido completamente de las manos. A pesar que todo el mundo los veía igual que siempre, incluyendo a su familia, el sabía que cada sábado que fueran a hacer horas extras sería una nueva sorpresa, donde el debería aprender a convivir con una nueva forma de humillación.
La semana posterior al planteo de Ivana, hizo lo posible para que ella suavizara un poco su postura. La llevó de compras, le regaló zapatos, fueron a cenar a lugares elegantes, la dejo elegir todo lo que quisiera. A pesar de que no volvieron a tener sexo, el trato entre ellos volvió a ser bueno, compartiendo charlas amenas y planificando juntos lo que iba a ser la semana. Pero lo inquietaba la llegada del sábado. Miguel buscaba la manera de dejar de ir a trabajar los sábados, en cambio Ivana desechaba cualquier excusa, le recordaba que la situación económica prácticamente los obligaba a los dos y que, en definitiva, si el no quería ir, ella no encontraba excusa para dejar de ganar unos buenos pesos adicionales. Miguel evitaba mencionar a Emilio, a pesar que sabía que Ivana tenía entre sus motivos para ir, los calientes encuentros con su compañero. Se obligaba a pensar que no quería perder a su mujer, pero en su interior sabía, y no quería asumir, que el también empezaba a gozar con ese juego de humillación y sumisión.
El sábado siguiente fue completamente atípico. Emilio no apareció en toda la mañana, cosa que extrañó a Ivana. Imaginó que debería tener asuntos urgentes que atender. Pero, al transcurrir las horas, no soportó más y fue a buscarlo a su oficina con el pretexto de hacer fotocopias de un curso de inglés. Para su desilusión, no solo no encontró a su compañero ni a su asistente, sino que la oficina estaba cerrada, por lo que tuvo que hacer las fotocopias en una oficina contigua. Cuando salía del edificio, le pareció ver a Emilio a lo lejos y se le iluminó el rostro. Esperó esa figura que empezó a volverse clara, hasta descubrir que no era. Turbada, se fue a su oficina.
Miguel ya no pasaba por la oficina de Ivana para no encontrarse con situaciones que no podía manejar. Prefería hacer su trabajo y volver a su oficina, cerca del portón de entrada y alejada de las oficinas de Emilio e Ivana. Grande fue su sorpresa cuando su esposa llegó al mediodía, con cara de pocos amigos, para almorzar con el. A pesar de disfrutar el almuerzo, y de charlar sobre cuestiones de trabajo, estuvo todo el tiempo a la defensiva, como esperando el golpe demoledor. Cuando terminaron de almorzar, Ivana se fue a su oficina, para terminar el trabajo y ponerse a estudiar para un examen. Al llegar la hora de salida, mayor fue la sorpresa de Miguel al ver que su mujer subía al transporte y se sentaba con el. Parecía un regreso a la normalidad que, a pesar del cosquilleo en el estomago de que podía venirse algo peor, el agradecía internamente.
Al llegar a su casa, con una alegría que hacia tiempo no sentía, Miguel le ofreció a Ivana preparar la cena, conseguir una película para mirar luego y, si quería, comprar helado para los dos. Hasta ahí todo parecía volver a la rutina deseada. Los dos se fueron a dormir, el tratando de mantener contenta a su mujer; ella pensando sin parar en su compañero.
El lunes, al comenzar la semana, Ivana resolvió rápido el inicio y se fue a saludar a sus compañeros. Apenas llegó, casi con desesperación buscó a Emilio. Este estaba en su escritorio, con cara de dormido. Al verla, la saludó como de costumbre, hasta con un poco de frialdad. Esto enojó a Ivana, que terminó de saludar a todos, volvió a pasar frente a Emilio, que ni la miró, y se fue hecha una furia. Durante el día, Emilio apareció por la oficina de Ivana, pero solo para conversar unos temas con Morena, compañera de ambos y vieja amiga de Emilio. Ivana se hizo la concentrada y ni lo miró esperando que fuera a darle charla, pero el se fue sin acusar recibo.
El día y la semana se fueron y no había ningún indicio de que fuera a pasar algo. A todo esto, a Miguel se le hacia extraño el humor de su esposa, y la sensación de vacío que sentía al no ver que su Ivana era cogida por otro hombre.
Pasó otro sábado sin novedades, y para Ivana la situación era insoportable. Al lunes siguiente decidió ir a saludar a Emilio e intentar hablar con el para aclarar las cosas. Cuando llegó, encaró a Emilio para saludarlo. Este se paró, se acercó para besarla y, frente a todos sus compañeros, le clavo la mirada y mientras le daba un beso, aprovechó para tocarle una teta. Ivana hizo como que el roce fue accidental, pero mientras continuaba saludando a los demás, sentía como un torrente salía de su concha. El día transcurrió y ella se contentaba con ir a despedir a Emilio. Cuando fue a la hora de salida, Emilio se acercó y le dijo:
- Suspendé ya todo. Vos te venís conmigo.
Esa orden era lo que esperaba. Con toda sumisión, salió caminando junto a su compañero. En lugar de ir al transporte, se subió en el auto de el y se dejó llevar. Minutos después, sonaba en su celular el llamado de Miguel. Cuando se disponía a atender, Emilio le dijo:
- Dame que hablo yo.
Emilio atendió a Miguel, le explicó que Ivana iba con el, y que no la esperara. Lo saludó y cortó. Luego se dirigió a Ivana:
- Dijo Miguel que no te olvides de comprarle el frasco estéril para ir al médico el viernes. Este tipo es muy poco para vos. Seguramente en este tiempo que les di, ni siquiera se animó a tocarte. Igual no te hagas problema, hoy te pongo al día.
Ivana no podía reaccionar. Ese hombre la subyugaba. No podía negarse a nada.
El viaje duró muy poco, el tiempo suficiente para llegar a un hotel al costado de la ruta. Cuando el auto enfiló hacia la entrada, pudo observar que detrás de ellos venía el transporte que debería haber tomado para volver a su casa. Y cuando el transporte los pasaba, pudo ver la cara de Miguel observando la escena, con un gesto mezcla de incredulidad y sumisión.
Al entrar, sin mediar palabras, Emilio se abalanzó sobre ella. Ivana se derretía de deseo. Las manos expertas de su macho la hacían sentir en el aire. Como en un sueño se veía en el espejo mientras era manoseada, chupada, penetrada. De a ratos el goce la sacaba de la realidad, como si estuviera delirando. Veía su figura subirse sobre Emilio, subir y bajar desesperadamente, hundirse esa verga que la esclavizaba hasta el fondo y acelerar el movimiento hacia atrás y adelante. Cuando Emilio se incorporaba y se comía sus pezones marmóreos, percibía sus gemidos como un lamento lejano que apenas podía oír. Los orgasmos la arrasaban y al mismo tiempo le daban impulso para seguir. De repente una oleada cálida invadió su cuerpo. Sentía que se quemaba. Sin que pudiera controlarlo, su cuerpo empezó a temblar, cada vez más violentamente. La sensación de ahogo la empezaba a desesperar cuando sintió su propio grito que la devolvió a la realidad. No pudo evitar caer sobre el pecho de Emilio. La sensación de estar entrado de nuevo en su cuerpo acompaño el llanto que no pudo contener. La pija de su macho seguía entrando y saliendo de su concha. Cuando se recuperó y pudo erguirse, nuevamente su cuerpo estaba dedicado al goce de esa cogida incomparable. El siguiente orgasmo la hizo gritar nuevamente, al tiempo que Emilio la abrazaba, chuponeaba sus tetas y su cuello y empezaba a llenarla con chorros de semen caliente. Ambos estaban exhaustos, felices, plenos.
Las horas en el hotel pasaban imperceptibles. Ivana sentía brotar de su cuerpo una forma de goce continua que desconocía. La verga de Emilio la sometía, le destruía la voluntad, la volvía una esclava sexual. A cada embestida de su macho la sentía como un tren que se abría paso, como un trépano abriendo un túnel. Esa carne caliente la estremecía. Sus pezones eran rocas, que al contacto con la boca de Emilio electrificaban el cuerpo de Ivana.
La noche pasó y cuando llegó la hora de volver al trabajo, nuevamente coordinaron el horario con el transporte en el que venía Miguel. A pesar de la hora, ambos distinguieron en una de las ventanillas la cara del esposo.
El comienzo del día de trabajo fue el corolario de lo que se preveía. Ivana en su oficina no dejaba de pensar en lo vivido. Emilio, manteniendo la distancia necesaria para no afectar el trabajo de ambos. Y Miguel, paralizado frente a la PC, observando el contenido de un sobre con su nombre que encontró al llegar. Las fotos y la filmación de Ivana antes, durante y después de ser cogida, que contenía el disco era el alimento de su morbo. Y esa humillación lo hacia acabar en seco una vez mas.

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