BDSM en el trabajo
-“sin”- te dije a media mañana aquel día
Sumisa obedeciste, allí mismo frente a mí y ante tu mesa de trabajo, te levantaste para quitarte el tanga, te sacaste el suéter quitándote el sujetador y volviéndote a poner el suéter, el espectáculo que tus pechos me ofrecieron fue soberbio, la talla noventa de sujetador que usabas los oprimía y apenas retenía en sus copas, al liberarlos se balancearon ligeramente y tus pezones erizados por la excitación apuntaban descarados al cielo…
Me levante y acerque a tu mesa, escribías un informe en el ordenador cuando sonó el teléfono, era un cliente, lo atendiste con la eficacia y amabilidad que te caracteriza mientras mis manos acariciaban tus pechos bajo la ropa y erizaban aún más tus pezones pellizcándolos con fuerza, tu pelo recogido en cola muy estirado hacia atrás y sujeto con horquillas enmarcaban tu bonita cara, extraje una horquilla de él y mientras hablabas por teléfono sin apenas poder contener los gemidos de dolor-placer que mis dedos te proporcionaban, abrí la horquilla y aprisione con ella un pezón, un estremecimiento recorrió tu cuerpo y tu mano libre busco mi sexo por encima de mi pantalón, colgabas ya el teléfono cuando una segunda horquilla extraída de tu peinado mordió tu otro pezón, libre de testigos gemiste sonoramente mientras me decías:
-me vas a volver loca-
-quédate así, quiero castigar tus pezones hoy, llevaras esas horquillas hasta que termines la jornada- te dije.
Volví a mi despacho dejándote en tu mesa presa de un loco deseo que tu ojos y respiración agitada expresaban, un instante después viniste a mi despacho pidiéndome que te follara---
-no- te dije
-por favor señor, no puedo más-
-enciende esa vela y ponte a trabajar-
Bajo el fino suéter, tus pechos bailaban desafiantes y las horquillas que aprisionaban tus pezones se adivinaban a través de la tela.
Una corta y ancha vela de esencia para perfumar ambientes estaba en una estantería de la oficina, la encendiste, dos visitas a las que recibiste de aquella manera no parecieron darse cuenta de tu desnudez y castigo bajo tu ropa,
más tarde cerramos el despacho y nos quedamos dentro como tantas veces…
-follame señor por favor, no puedo más-
-desnúdate y túmbate sobre la mesa de mi despacho- le ordené
Solo tuvo que quitarse la faldita y el suéter, el espectáculo de su magnífico y pálido cuerpo sobre la mesa de madera oscura era todo un tratado de belleza, agarre la vela que a esas alturas ya tenía un charquito de cera fundida en torno a la llama y se la acerque, en la penumbra del despacho ilumine con ella las curvas de aquel cuerpo femenino que pedía ser satisfecho en sus ansias de dolor y placer, tus pezones prisioneros del metal concitaban hoy mi atención, incline sobre uno de ellos ligeramente la vela y una gota de cera ardiente cayó sobre él, un ahogado grito salió de tu boca que termino en un shiiiii!!!, nuevamente tus ojos llenos de lujuria me hablaban y junto a tu boca pedíais más…. mas… mas…
El esperma del dragón siguió manando de aquella vela derramando ardiente placer sobre tu sediento cuerpo, con cada gota te retorcías y agradecías a tu señor el castigo, entre gemidos y ruegos para que te poseyera plenamente, antes de que lo hiciera y cuando aquel ardiente esperma castigaba tu monte de venus y resbalaba hasta la entrada de tu sexo estallaste en un orgasmo sin que nada tocara tu cuerpo, solo el esperma del dragón…
By: Rulo_de_fuego
-“sin”- te dije a media mañana aquel día
Sumisa obedeciste, allí mismo frente a mí y ante tu mesa de trabajo, te levantaste para quitarte el tanga, te sacaste el suéter quitándote el sujetador y volviéndote a poner el suéter, el espectáculo que tus pechos me ofrecieron fue soberbio, la talla noventa de sujetador que usabas los oprimía y apenas retenía en sus copas, al liberarlos se balancearon ligeramente y tus pezones erizados por la excitación apuntaban descarados al cielo…
Me levante y acerque a tu mesa, escribías un informe en el ordenador cuando sonó el teléfono, era un cliente, lo atendiste con la eficacia y amabilidad que te caracteriza mientras mis manos acariciaban tus pechos bajo la ropa y erizaban aún más tus pezones pellizcándolos con fuerza, tu pelo recogido en cola muy estirado hacia atrás y sujeto con horquillas enmarcaban tu bonita cara, extraje una horquilla de él y mientras hablabas por teléfono sin apenas poder contener los gemidos de dolor-placer que mis dedos te proporcionaban, abrí la horquilla y aprisione con ella un pezón, un estremecimiento recorrió tu cuerpo y tu mano libre busco mi sexo por encima de mi pantalón, colgabas ya el teléfono cuando una segunda horquilla extraída de tu peinado mordió tu otro pezón, libre de testigos gemiste sonoramente mientras me decías:
-me vas a volver loca-
-quédate así, quiero castigar tus pezones hoy, llevaras esas horquillas hasta que termines la jornada- te dije.
Volví a mi despacho dejándote en tu mesa presa de un loco deseo que tu ojos y respiración agitada expresaban, un instante después viniste a mi despacho pidiéndome que te follara---
-no- te dije
-por favor señor, no puedo más-
-enciende esa vela y ponte a trabajar-
Bajo el fino suéter, tus pechos bailaban desafiantes y las horquillas que aprisionaban tus pezones se adivinaban a través de la tela.
Una corta y ancha vela de esencia para perfumar ambientes estaba en una estantería de la oficina, la encendiste, dos visitas a las que recibiste de aquella manera no parecieron darse cuenta de tu desnudez y castigo bajo tu ropa,
más tarde cerramos el despacho y nos quedamos dentro como tantas veces…
-follame señor por favor, no puedo más-
-desnúdate y túmbate sobre la mesa de mi despacho- le ordené
Solo tuvo que quitarse la faldita y el suéter, el espectáculo de su magnífico y pálido cuerpo sobre la mesa de madera oscura era todo un tratado de belleza, agarre la vela que a esas alturas ya tenía un charquito de cera fundida en torno a la llama y se la acerque, en la penumbra del despacho ilumine con ella las curvas de aquel cuerpo femenino que pedía ser satisfecho en sus ansias de dolor y placer, tus pezones prisioneros del metal concitaban hoy mi atención, incline sobre uno de ellos ligeramente la vela y una gota de cera ardiente cayó sobre él, un ahogado grito salió de tu boca que termino en un shiiiii!!!, nuevamente tus ojos llenos de lujuria me hablaban y junto a tu boca pedíais más…. mas… mas…
El esperma del dragón siguió manando de aquella vela derramando ardiente placer sobre tu sediento cuerpo, con cada gota te retorcías y agradecías a tu señor el castigo, entre gemidos y ruegos para que te poseyera plenamente, antes de que lo hiciera y cuando aquel ardiente esperma castigaba tu monte de venus y resbalaba hasta la entrada de tu sexo estallaste en un orgasmo sin que nada tocara tu cuerpo, solo el esperma del dragón…
By: Rulo_de_fuego
0 comentarios - La Secretaria, Cautiva del Dragon