No tenía pensada una 3ra. parte para este relato, pero ha pedido de T-Henry9, aquí va. Espero que les guste.
Nuestro viaje de vacaciones siguió sin mayores sorpresas. Llegamos a nuestro destino y pasamos unos días maravillosos . Mi matrimonio marchaba mejor que nunca. Mi esposo estaba feliz y tranquilo como nunca y me hacía muy feliz.
Cuando terminó nuestra estadía emprendimos el regreso y comenzamos a desandar el camino de ida. Me sentía muy bien, pero a medida que avanzábamos, iba recordando las experiencias vividas y debo confesar que me excitaba mucho. Recordé lo que mi motoquero tenía planeado para mí, y no pude menos que sonreir. El muy hijo de puta quería entregarme a una jauría de sus amigos como si fuera una rutera cualquiera. Yo era una mujer educada e inteligente, felizmente casada y sin ninguna necesidad. ¿ Cómo pensaba que podía interesarme convertirme en una puta barata?. Pero a medida que transcurrían las horas la pregunta se fue modificando: ¿ Me interesaba convertirme en una puta barata? ¿ Por qué no? Después mi vida podía continuar como siempre, pero tendría una experiencia con la que muchas mujeres solo sueñan. Y la idea me daba vueltas en la cabeza, aunque terminé por desecharla.
A la tardecita paramos en una modesta estación de servicio que tenía un pequeño restaurant y solo unas cuantas habitaciones muy sencillas. La idea era seguir más adelante , ya que a uno 50 km. Había una ciudad más importante y donde seguramente encontraríamos un mejor alojamiento, pero una tormenta que amenazaba con estallar en cualquier momento hizo que mi maridito se resignara a pasar allí la noche. Y estuvo acertado. Apenas habíamos terminado de registrarnos en el hotel cuando se desató una lluvia padre.
- Menos mal. En la ruta no hubiéramos visto el camino para seguir, respiró aliviado mi esposo.
- Si, fue una buena decisión, dije sinceramente, aunque no sabía cuan buena había sido.
Salimos a comer al restaurant. Una galería unía el hotel con el mismo, por lo que no nos mojamos demasiado.
Al entrar, me quedé de una pieza. En una de las mesas estaba Walter, su hijo, y otros dos hombres que por la pinta eran motoqueros como ellos. Pensé en irme pero no podría explicarle a mi esposo porque razón me retiraba así que disimuladamente me senté en el otro extremo, confiando en que no me verían. Walter y su hijo estaban de espaldas a mí, y mi esposo se sentó frente a mí y cubriendo la mesa, con lo que de a poco me fui tranquilizando. Yo no veía lo que ellos hacían y confiaba en que ellos no me observaran.
Cenamos, charlamos un rato y luego de cenar a mi marido comenzó a ganarle un profundo cansancio, fruto seguramente de las horas de conducción así que lo dejé que pagara y salí rápidamente del restaurant. Nadie pareció observar mi presencia, por lo que respiré aliviada. Me fui al hotel, me desvestí y me metí en la cama.
Unos minutos después llegó mi esposo, muy cansado, se desvistió, se metió en la cama y se durmió profundamente. Raro en él, que siempre necesitaba leer un poco para conciliar el sueño, pero el viaje había sido largo, así que no me sorprendió demasiado.
Apagué la luz y me quedé en la oscuridad pensando en todo lo ocurrido en este viaje. Luego de unos minutos caí en el recuerdo de Walter. Estaba tan viril como siempre, y sus amigos parecían cortados por la misma tijera. Ahh, si hubiera estado soltera.... O al menos sola, pense, sádicamente, lamentando de inmediato mi pensamiento con mi esposo al lado.... pero, si pudiera estar con ellos, sin que mi esposo se enterara........ basta.... deseché mis pensamientos, me di vuelta y traté de conciliar el sueño.
Unos minutos después me pareció que golpeaban la puerta muy quedamente. …. Presté atención y nada..... al rato, otras vez esos golpes quedos..... me levanté confundida, sin prender la luz. No sabía si los golpes eran en mi puerta o en alguna otra de las habitaciones. Me acerqué a la puerta.De pronto, nuevos golpes contra ella. Ahora sí, estaba segura.
- ¿ Quién es? Me parece que se equivoca de habitación, dije en voz baja para evitar que despertara mi esposo.
- Soy yo, Walter, dijo una voz conocida que me hizo temblar las rodillas.
Miré a mi esposo. Estaba totalmente dormido.
- Vete de mi puerta que mi esposo puede oirte, dijo en voz baja y urgente.
- Abre un minuto, por favor.
¿ Para qué?, pregunté asustada
- Para saludarte, nada más, dijo
Dudé un segundo. Me acerqué a la cama a comprobar que mi esposo estaba totalmente dormido, me arreglé la ropa, y como si una fuerza sobrenatural me obligara, giré la llave y abrí la puerta.
La idea era abrir solo una pequeña rendija, pero cuando la puerta cedió la fuerza de Walter la abrió lo suficiente para entrar en la habitación. La sorpresa hizo que me alejara de la puerta, que el macho cerró suavemente, para luego acercarse a mí y tomándome de la cara estamparme un beso húmedo que me dejo paralizada. Luche para separarme.
- ¿ Estás loco? ¿ No ves a mi marido? Dije asustada.
- No te preocupes por tu marido, dijo volviendo a abrazarme y bajando sus manos hasta sobarme el culo.
Era cómico. Yo tratando de soltarme pero sin hacer ruido y Walter avanzando cada vez más con sus caricias íntimas. Yo gozando con el morbo de la situación mientras miraba de reojo la cama donde mi esposo seguía durmiendo. Creí que iba a morirme.
Por fin Walter se separó.
- Tranquila Natalia. No te preocupes. Te ví en el restaurant. Y como son amigos, conseguí convencerlos de jugarle una broma a tu marido. Les dije que habíamos discutido en la ruta, porque casi me había atropellado y aceptaron mezclarle unos somniferos en el jugo. Te aseguro que va a dormir hasta mañana bien entrado el día. No escucha, ni ve nada de lo que pasa a su alrededor. Está totalmente dopado, dijo sonriendo.
Al escuchar esto me acerqué a la cama. Lo moví de un lado al otro y era cierto. No había manera de arrancarle ni siquiera un gemido. Estaba totalmente inconsciente.
- Eres un animal. Puedes hacerle daño.
- Tranquila que no le pasa nada. Solo que no va a poder gozar del espectáculo, dijo tomándome por detrás y comenzando a besarme en el cuelo, y magrear mis tetas, mientras su verga se apoyaba en mi trasero.
Dudé por un momento. ¿ Qué podía hacer? ¿ Gritar? Vamos, nadie creería que no había pasado nada entre nosotros, cuando realmente había pasado. Y por más que gritara mi esposo no despertaría.
- Pero no tenemos donde ir, dije tímidamente mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo.
- Ni falta que hace. Nos quedaremos aquí. No me digas que no te pone hacerle unos buenos cuernos a tu marido estando el presente y sin que se entere de nada, dijo en mi oído mientras su lengua lo recorría.
A esa altura, ya mi cuerpo no me respondía. Separé mis piernas y una de sus manos se ganó entre ellas comenzando a recorrer mi raja por encima de mi bombacha, separando mis labios y jugueteando con mi clítoris. El calor que brotaba de mi cuerpo me hacía transpirar. Noté con resignación que no me iba a resistir.
- Pero no hay lugar, dije ya en un susurro, entre gemido y gemido.
- Dejalo por mi cuenta, dijo Walter llevándome hasta una silla que había cerca de la cama. Me sentó allí y me hizo una seña de que me callara. Fue hasta la puerta, se asomó y entró, y detrás de él 3 hombres más llenaron la habitación. Yo estaba caliente, pero también me asusté. Aquello era demasiado. Intenté protestar, cuando su hijo se acercó y levántandome de la silla me metió la lengua hasta el fondo de mi boca mientras me sostenía entre sus brazos. Mientras me besaba pude ver de reojo como los otros tres tomaron a mi esposo y lo metieron dormido como estaba debajo de la cama.
- Ahora tenemos lugar, dijo Walter comenzando a desnudarse, lo que fue imitado por los otros dos hombres, mientras el joven no me daba respiro en sus ataques, caricias y magreos. Cuando volví a mirar los tres estaban desnudos y bastante bien equipados. En ese momento El joven me llevó a la cama y me subió a ella, quedando los cuatro alrededor mío. Hecho esto el último también se despelotó como los demás.
Arrodillada en mi cama, la escena era inolvidable. Cuatro hombres con sus vergas paradas me rodeaban, dispuestos a cogerme sin tregua, y mi esposo roncaba debajo de la cama.
- Yo te aconsejaría que te quitaras el corpiño y la bombacha para evitar que se dañen, pero te pediría que te dejes ese camisón tan bonito que tienes. La verdad que me calienta mucho, dijo Walter con una mirada de lascivia increíble.
- Pues no a ti solo, la verdad, dijo el mas alto que estaba a su lado.
Silenciosamente, me quité el corpiño y la bombacha. Sabía que no era broma que los romperían, y no podría explicarlo la mañana siguiente.
- Bueno Natalia, como eres tan buena y complaciente, y como me imagino que este será nuestro útimo encuentro, quiero que tu organices la manera en que te vamos a gozar entre todos. Quiero que hagas realidad tu fantasía, dijo Walter sonriendo.
Miré a los cuatro y le hice señas al más retacón, el cual se acercó. Mientras caminaba su verga se movía como un péndulo. Ya en el borde de la cama, tomé su herramienta con mis manos y lo masturbé suavemente para luego metermela en la boca de una sola vez. Me puse en cuatro patas y quedé cruzada sobre la cama. Chupé un rato, y luego lo solté.
- Vamos pendejo que quiero tu lengua en mi sexo, le dije al hijo de Walter. Seguí chupando y sentí como una lengua húmeda y ágil comenzaba a lamerme y penetrarme con agilidad. La sensación era única y tuve que esforzarme para no acabar. El dueño de la verga que estaba en mi boca gruñía de placer.
- Cuanta razón Walter, cuanta razón. Esta es una zorra especial, de la que no hay muchas.
- No es una zorra. Es una mujer educada y distinguida, Richard, el problema es que acaba de descubrir que le gusta sobremanera la carne en barra, contestó Walter riendo.
Por fin no aguanté mas y me corrí. En la mitad de mi orgasmo, el que me estaba haciendo el cunilingus lo abandonó y sentí como me clavó hasta las cachas, llenándome por completo.
- Eso puta, eso. Ahí la tienes bien adentro, me decía al oído mientras inclinado sobre mí como un perro me daba todo lo que tenía.
Fueron no menos de cinco minutos. La furia de sus arremetidas me hicieron perder el dominio de las cosas y el retacón se corrió en mi boca hasta casi ahogarme, sin que yo me diera cuenta. Cuando sentí los chorros calientes en el fondo de mi garganta recordé que tenía una verga en la boca, tal era la manera en que me estaban taladrando. El orgasmo del retacón aceleró el orgasmo de quien me estaba penetrando el que se corrió salvajemente, cayendo sobre mí y aplastándome sobre la cama. Rápidamente lo retiraron, me dieron la vuelta, y esta vez fue el alto el que tomando mis pierans, las subió sobre sus hombros y me clavó. Gemí por la violencia del empalamiento, pero ese gemido solo hizo que se calentara mas y en cuestión de segundos estábamos tirando como demonios.
- Date vuelta cabrón, dijo Walter, y su amigo bajó mis piernas de sus hombros las envolvió en sus caderas y giró arrastŕandome con él. Cuando quedé sobre el, Walter subió a la cama y comenzó a puertearme el culo con su herramienta. Cuando la pudo lubricar bien con mis jugos y los de los demás, apoyó la cabeza en mi esfinter, empujó y me empaló despacio, dejándose caer muy lentamente, mientras su amigo detenía su pistoneo para facilitar la intrusión. Me sodomizó totalmente y una vez clavada entre los dos, ambos comenzaron a joderme, provocando en mi verdaderos espasmos de orgasmos que casi me dejan inconsciente.
Cuando Walter se corrió en mi culo, su lugar fue ocupado por otro, y a este sucedió un tercero. En total, cada uno me echó dos polvos. A la madrugada, ya agotados, se vistieron y se fueron, no sin antes volver a colocar a mi dormido marido sobre la cama. Cuando se fueron, me pegué una larga ducha, me cambié mi camisón que había quedado totalmente pringoso de semen y me acosté.
Era media mañana cuando mi marido se despertó y me llamó sobresaltado por la hora que era. Rápidamente desayunamos algo y salimos a seguir con el viaje.
Nunca más volví a ver a mis motoqueros, pero la experiencia me permitió valorar más mi matrimonio y a mi marido. Somos una pareja feliz. Aunque debo confesar que muy de vez en cuando, necesito de algún desconocido que me haga un service rápido.
Mi marido sigue recordando con placer el viaje que hicimos, aunque sigue contando a los demás no solo lo mucho que durmió esa noche, sino el raro sueño que tuvo, donde le parecía estar debajo y no encima de la cama y ver como el colchón se movía, se movía y se movía. ..
Nuestro viaje de vacaciones siguió sin mayores sorpresas. Llegamos a nuestro destino y pasamos unos días maravillosos . Mi matrimonio marchaba mejor que nunca. Mi esposo estaba feliz y tranquilo como nunca y me hacía muy feliz.
Cuando terminó nuestra estadía emprendimos el regreso y comenzamos a desandar el camino de ida. Me sentía muy bien, pero a medida que avanzábamos, iba recordando las experiencias vividas y debo confesar que me excitaba mucho. Recordé lo que mi motoquero tenía planeado para mí, y no pude menos que sonreir. El muy hijo de puta quería entregarme a una jauría de sus amigos como si fuera una rutera cualquiera. Yo era una mujer educada e inteligente, felizmente casada y sin ninguna necesidad. ¿ Cómo pensaba que podía interesarme convertirme en una puta barata?. Pero a medida que transcurrían las horas la pregunta se fue modificando: ¿ Me interesaba convertirme en una puta barata? ¿ Por qué no? Después mi vida podía continuar como siempre, pero tendría una experiencia con la que muchas mujeres solo sueñan. Y la idea me daba vueltas en la cabeza, aunque terminé por desecharla.
A la tardecita paramos en una modesta estación de servicio que tenía un pequeño restaurant y solo unas cuantas habitaciones muy sencillas. La idea era seguir más adelante , ya que a uno 50 km. Había una ciudad más importante y donde seguramente encontraríamos un mejor alojamiento, pero una tormenta que amenazaba con estallar en cualquier momento hizo que mi maridito se resignara a pasar allí la noche. Y estuvo acertado. Apenas habíamos terminado de registrarnos en el hotel cuando se desató una lluvia padre.
- Menos mal. En la ruta no hubiéramos visto el camino para seguir, respiró aliviado mi esposo.
- Si, fue una buena decisión, dije sinceramente, aunque no sabía cuan buena había sido.
Salimos a comer al restaurant. Una galería unía el hotel con el mismo, por lo que no nos mojamos demasiado.
Al entrar, me quedé de una pieza. En una de las mesas estaba Walter, su hijo, y otros dos hombres que por la pinta eran motoqueros como ellos. Pensé en irme pero no podría explicarle a mi esposo porque razón me retiraba así que disimuladamente me senté en el otro extremo, confiando en que no me verían. Walter y su hijo estaban de espaldas a mí, y mi esposo se sentó frente a mí y cubriendo la mesa, con lo que de a poco me fui tranquilizando. Yo no veía lo que ellos hacían y confiaba en que ellos no me observaran.
Cenamos, charlamos un rato y luego de cenar a mi marido comenzó a ganarle un profundo cansancio, fruto seguramente de las horas de conducción así que lo dejé que pagara y salí rápidamente del restaurant. Nadie pareció observar mi presencia, por lo que respiré aliviada. Me fui al hotel, me desvestí y me metí en la cama.
Unos minutos después llegó mi esposo, muy cansado, se desvistió, se metió en la cama y se durmió profundamente. Raro en él, que siempre necesitaba leer un poco para conciliar el sueño, pero el viaje había sido largo, así que no me sorprendió demasiado.
Apagué la luz y me quedé en la oscuridad pensando en todo lo ocurrido en este viaje. Luego de unos minutos caí en el recuerdo de Walter. Estaba tan viril como siempre, y sus amigos parecían cortados por la misma tijera. Ahh, si hubiera estado soltera.... O al menos sola, pense, sádicamente, lamentando de inmediato mi pensamiento con mi esposo al lado.... pero, si pudiera estar con ellos, sin que mi esposo se enterara........ basta.... deseché mis pensamientos, me di vuelta y traté de conciliar el sueño.
Unos minutos después me pareció que golpeaban la puerta muy quedamente. …. Presté atención y nada..... al rato, otras vez esos golpes quedos..... me levanté confundida, sin prender la luz. No sabía si los golpes eran en mi puerta o en alguna otra de las habitaciones. Me acerqué a la puerta.De pronto, nuevos golpes contra ella. Ahora sí, estaba segura.
- ¿ Quién es? Me parece que se equivoca de habitación, dije en voz baja para evitar que despertara mi esposo.
- Soy yo, Walter, dijo una voz conocida que me hizo temblar las rodillas.
Miré a mi esposo. Estaba totalmente dormido.
- Vete de mi puerta que mi esposo puede oirte, dijo en voz baja y urgente.
- Abre un minuto, por favor.
¿ Para qué?, pregunté asustada
- Para saludarte, nada más, dijo
Dudé un segundo. Me acerqué a la cama a comprobar que mi esposo estaba totalmente dormido, me arreglé la ropa, y como si una fuerza sobrenatural me obligara, giré la llave y abrí la puerta.
La idea era abrir solo una pequeña rendija, pero cuando la puerta cedió la fuerza de Walter la abrió lo suficiente para entrar en la habitación. La sorpresa hizo que me alejara de la puerta, que el macho cerró suavemente, para luego acercarse a mí y tomándome de la cara estamparme un beso húmedo que me dejo paralizada. Luche para separarme.
- ¿ Estás loco? ¿ No ves a mi marido? Dije asustada.
- No te preocupes por tu marido, dijo volviendo a abrazarme y bajando sus manos hasta sobarme el culo.
Era cómico. Yo tratando de soltarme pero sin hacer ruido y Walter avanzando cada vez más con sus caricias íntimas. Yo gozando con el morbo de la situación mientras miraba de reojo la cama donde mi esposo seguía durmiendo. Creí que iba a morirme.
Por fin Walter se separó.
- Tranquila Natalia. No te preocupes. Te ví en el restaurant. Y como son amigos, conseguí convencerlos de jugarle una broma a tu marido. Les dije que habíamos discutido en la ruta, porque casi me había atropellado y aceptaron mezclarle unos somniferos en el jugo. Te aseguro que va a dormir hasta mañana bien entrado el día. No escucha, ni ve nada de lo que pasa a su alrededor. Está totalmente dopado, dijo sonriendo.
Al escuchar esto me acerqué a la cama. Lo moví de un lado al otro y era cierto. No había manera de arrancarle ni siquiera un gemido. Estaba totalmente inconsciente.
- Eres un animal. Puedes hacerle daño.
- Tranquila que no le pasa nada. Solo que no va a poder gozar del espectáculo, dijo tomándome por detrás y comenzando a besarme en el cuelo, y magrear mis tetas, mientras su verga se apoyaba en mi trasero.
Dudé por un momento. ¿ Qué podía hacer? ¿ Gritar? Vamos, nadie creería que no había pasado nada entre nosotros, cuando realmente había pasado. Y por más que gritara mi esposo no despertaría.
- Pero no tenemos donde ir, dije tímidamente mientras sus manos recorrían todo mi cuerpo.
- Ni falta que hace. Nos quedaremos aquí. No me digas que no te pone hacerle unos buenos cuernos a tu marido estando el presente y sin que se entere de nada, dijo en mi oído mientras su lengua lo recorría.
A esa altura, ya mi cuerpo no me respondía. Separé mis piernas y una de sus manos se ganó entre ellas comenzando a recorrer mi raja por encima de mi bombacha, separando mis labios y jugueteando con mi clítoris. El calor que brotaba de mi cuerpo me hacía transpirar. Noté con resignación que no me iba a resistir.
- Pero no hay lugar, dije ya en un susurro, entre gemido y gemido.
- Dejalo por mi cuenta, dijo Walter llevándome hasta una silla que había cerca de la cama. Me sentó allí y me hizo una seña de que me callara. Fue hasta la puerta, se asomó y entró, y detrás de él 3 hombres más llenaron la habitación. Yo estaba caliente, pero también me asusté. Aquello era demasiado. Intenté protestar, cuando su hijo se acercó y levántandome de la silla me metió la lengua hasta el fondo de mi boca mientras me sostenía entre sus brazos. Mientras me besaba pude ver de reojo como los otros tres tomaron a mi esposo y lo metieron dormido como estaba debajo de la cama.
- Ahora tenemos lugar, dijo Walter comenzando a desnudarse, lo que fue imitado por los otros dos hombres, mientras el joven no me daba respiro en sus ataques, caricias y magreos. Cuando volví a mirar los tres estaban desnudos y bastante bien equipados. En ese momento El joven me llevó a la cama y me subió a ella, quedando los cuatro alrededor mío. Hecho esto el último también se despelotó como los demás.
Arrodillada en mi cama, la escena era inolvidable. Cuatro hombres con sus vergas paradas me rodeaban, dispuestos a cogerme sin tregua, y mi esposo roncaba debajo de la cama.
- Yo te aconsejaría que te quitaras el corpiño y la bombacha para evitar que se dañen, pero te pediría que te dejes ese camisón tan bonito que tienes. La verdad que me calienta mucho, dijo Walter con una mirada de lascivia increíble.
- Pues no a ti solo, la verdad, dijo el mas alto que estaba a su lado.
Silenciosamente, me quité el corpiño y la bombacha. Sabía que no era broma que los romperían, y no podría explicarlo la mañana siguiente.
- Bueno Natalia, como eres tan buena y complaciente, y como me imagino que este será nuestro útimo encuentro, quiero que tu organices la manera en que te vamos a gozar entre todos. Quiero que hagas realidad tu fantasía, dijo Walter sonriendo.
Miré a los cuatro y le hice señas al más retacón, el cual se acercó. Mientras caminaba su verga se movía como un péndulo. Ya en el borde de la cama, tomé su herramienta con mis manos y lo masturbé suavemente para luego metermela en la boca de una sola vez. Me puse en cuatro patas y quedé cruzada sobre la cama. Chupé un rato, y luego lo solté.
- Vamos pendejo que quiero tu lengua en mi sexo, le dije al hijo de Walter. Seguí chupando y sentí como una lengua húmeda y ágil comenzaba a lamerme y penetrarme con agilidad. La sensación era única y tuve que esforzarme para no acabar. El dueño de la verga que estaba en mi boca gruñía de placer.
- Cuanta razón Walter, cuanta razón. Esta es una zorra especial, de la que no hay muchas.
- No es una zorra. Es una mujer educada y distinguida, Richard, el problema es que acaba de descubrir que le gusta sobremanera la carne en barra, contestó Walter riendo.
Por fin no aguanté mas y me corrí. En la mitad de mi orgasmo, el que me estaba haciendo el cunilingus lo abandonó y sentí como me clavó hasta las cachas, llenándome por completo.
- Eso puta, eso. Ahí la tienes bien adentro, me decía al oído mientras inclinado sobre mí como un perro me daba todo lo que tenía.
Fueron no menos de cinco minutos. La furia de sus arremetidas me hicieron perder el dominio de las cosas y el retacón se corrió en mi boca hasta casi ahogarme, sin que yo me diera cuenta. Cuando sentí los chorros calientes en el fondo de mi garganta recordé que tenía una verga en la boca, tal era la manera en que me estaban taladrando. El orgasmo del retacón aceleró el orgasmo de quien me estaba penetrando el que se corrió salvajemente, cayendo sobre mí y aplastándome sobre la cama. Rápidamente lo retiraron, me dieron la vuelta, y esta vez fue el alto el que tomando mis pierans, las subió sobre sus hombros y me clavó. Gemí por la violencia del empalamiento, pero ese gemido solo hizo que se calentara mas y en cuestión de segundos estábamos tirando como demonios.
- Date vuelta cabrón, dijo Walter, y su amigo bajó mis piernas de sus hombros las envolvió en sus caderas y giró arrastŕandome con él. Cuando quedé sobre el, Walter subió a la cama y comenzó a puertearme el culo con su herramienta. Cuando la pudo lubricar bien con mis jugos y los de los demás, apoyó la cabeza en mi esfinter, empujó y me empaló despacio, dejándose caer muy lentamente, mientras su amigo detenía su pistoneo para facilitar la intrusión. Me sodomizó totalmente y una vez clavada entre los dos, ambos comenzaron a joderme, provocando en mi verdaderos espasmos de orgasmos que casi me dejan inconsciente.
Cuando Walter se corrió en mi culo, su lugar fue ocupado por otro, y a este sucedió un tercero. En total, cada uno me echó dos polvos. A la madrugada, ya agotados, se vistieron y se fueron, no sin antes volver a colocar a mi dormido marido sobre la cama. Cuando se fueron, me pegué una larga ducha, me cambié mi camisón que había quedado totalmente pringoso de semen y me acosté.
Era media mañana cuando mi marido se despertó y me llamó sobresaltado por la hora que era. Rápidamente desayunamos algo y salimos a seguir con el viaje.
Nunca más volví a ver a mis motoqueros, pero la experiencia me permitió valorar más mi matrimonio y a mi marido. Somos una pareja feliz. Aunque debo confesar que muy de vez en cuando, necesito de algún desconocido que me haga un service rápido.
Mi marido sigue recordando con placer el viaje que hicimos, aunque sigue contando a los demás no solo lo mucho que durmió esa noche, sino el raro sueño que tuvo, donde le parecía estar debajo y no encima de la cama y ver como el colchón se movía, se movía y se movía. ..
5 comentarios - Los motoqueros ( final)