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Al final iré al cine

Segunda parte de http://www.poringa.net/posts/relatos/2299102/Voy-a-ir-al-cine.html

Mientras me miro al espejo y me gusto, comienzo a pintarme los labios lentamente, me encanta esa sensación. Estoy apoyado en el lavabo hacia adelante y veo en el espejo como se abre lentamente la puerta y entra el viejo vendedor callejero, sus dientes muerden el labio inferior en un gesto de deseo bastante grosero y me dice: -¡Qué orto tenés guacha!.

Avanza derecho a mí desde atrás, mientras sigo doblado pintándome de rojo, se toca ostensiblemente el pantalón a la altura de la verga y llega un metro de mí, en la mano izquierda entre los dedos tiene el maldito palillo escarbadientes, la mano derecha agarra su propio bulto entre las piernas, como marcando su volumen.

-Quiero que mires lo que te traigo acá.

Me giro bajando los ojos, atrapado entre él y el lavabo de los espejos, soy más bajo que él, quedo a la altura de su pecho, pero siento el aliento que emana de su boca. Su mano sigue tocándose el bulto de un modo procaz, eso me hace sentir más y más trola.
Me toma de la nuca, con la mano del escarbadientes, me hace girar hacia la puerta de un excusado y me empuja lentamente hacia adentro, mientras cierra la puerta vaivén a su espalda, como un remedo de sucia intimidad, quedo sentado en la puntita de la taza, a la altura de su barriga.
A pesar del fuerte olor a meradas que se siente, el lugar está bastante limpio. Le miro a los ojos mientras siento como su mano juega con mi pelo, hasta siento el palillo rascándome en su mano, con la otra mano sigue acariciándose el paquete encima del sucio pantalón.

-¿No querés ver el regalito que tengo para vos?

Me siento un poco culpable, por Miguel, quizás me esté esperando en el cine aquí cerca. Y yo me voy a comer la pija de un viejo hijo de puta a cambio de un pintalabios.
Despacio empieza a tirar mi cabeza hacia adelante, me enganchó el pelo por la coleta y mi nariz roza su bragueta. Mueve mi cabeza en círculos contra su verga, aún oculta, suavemente. Mis manos están apoyadas en la taza del water, porque está frío y mis piernas están casi sin apoyarse. El mete sus piernas entre las mías y me obliga a abrirlas, siento su olor, ese olor extraño de muchas cosas pero sobre ellas el olor a pija, a verga dura y húmeda, es un olor que me puede, como si tuviera algún poder me penetra por la nariz, es olor a hombre. Mejor dicho: olor a macho, a poder. Ese perfume cargado de fuerza que me arrincona en un baño y me domina, me hace mujer, puta, perra, hembra salida.

De pronto mientras inhalo ese poderoso afrodisíaco para mí, se cruzan las miradas, la mía desde abajo dominada y servil, la de él en la altura entrecerrada y dominante, con una sonrisa que enmarca ese palillo de dientes, que mágicamente ha vuelto a su boca y gira de un lado a otro. Saca el escarbadientes y me lo acerca a mi boca, la abro y saco la lengua, el lo limpia en mi lengua, como un caballero medieval limpiaría su daga en la ropa de su enemigo, y suelta un hilo de baba que baja muy, muy lento, tirándome de la coleta hacia atrás acomoda mi boca para que quede justo a la altura de su escupitajo descendente, me veo forzado a abrir la boca y siento su saliva entrando entre mis labios y su rouge.

-Qué pedazo de trolo, que sos. Abrí tu regalito, putito.

Me hace mirar hacia su bragueta y con la manos muy tembleques comienzo a bajar el cierre, me resulta difícil por su enorme barriga que la oculta y porque me sostiene el pelo desde la coleta como a un títere. Empieza a bajar al fin y lo primero que llega es el olor pleno, entero, olor a sudor, a meos, a líquidos seminales y luego entre pelos duros se asoma un enorme pedazo de carne semidura, con un capullo rosa oscuro amenazante y poderoso que me hipnotiza. Me quedo mirando esa cosa que me encanta, que siempre me sorprende, la verga aún no está del todo dura, pero es enorme, como me gusta. El no se molesta en moverse ni un centímetro, se nota que le gusta sentir mi admiración, mis manos la empiezan a acariciar como una devota a su dios de carne y lujuria. El sonríe complacido, un dios agradecido a tanta adoración. Empuja mi cara contra esa barra semidura y pesada. Mi lengua me precede, ahora soy yo el agradecido.

Su olor domina, su dura fuerza carnal comprime y busca un hueco en mi boquita pintada, el rouge es muy malo y siento su sabor mezclado con ese sabor característico de una buena pija, me entra lento, maneja mi ritmo con su pinga y mi cabello, tiemblo, pues mis brazos están cansados de hacer fuerza para no sentir la taza, se nota que le gusta porque presiona más y más mi boca mientras me obliga a abrir las piernas.

-Uyy, cómo te gusta la pija ... guachita divina, sos terrible trola.

No puedo contestar porque su capullo enorme me toca la garganta de modo grosero y brutal, la saliva se me escapa por la comisura, me siento completa cuando me tienen así, las ganas de complacerlo, de servirle como una esclava prostituída anula mi voluntad, sólo puedo abandonarme a mi cometido, a mi placer, me tira del pelo fuertemente hacia atrás y la saca entera mientras toso atragantado, la pija ya bien dura recorre un arco extraño y sube contra su barriga sudorosa manteniendo un hilo de babas, le llega por encima del ombligo expandido entre los pelos negros un poco canosos y su piel oscura que contrasta con la mía tan blanca, mi cara debe estar roja por el esfuerzo y sigo tosiendo y sintiendo en mi garganta sabores a hombre y a verga.

-¡De rodillas y bajame el lompa, brisco 'e mierda! Me dice sin lugar a objeción o duda, arrodillado ya siento un poco de alivio pero no dejo de temblar aún. Bajo su pantalón que cae solo, hasta sus tobillos y al tirar del calzón sucio y viejo, de entre sus huevos caen dos o tres pintalabios y sombras que quedan en el piso, para rubricar mi humillación, me regalé por unos maquillajes baratos, aunque en realidad lo hubiera hecho gratis porque soy débil y sumisa. Pero al humillarme me hace sentir más sucia y puta.

Ahora sí que soy la puta callejera que siempre soñé, comiendo vergas por una baratijas, sonrío y lo miro a los ojos desde abajo y le muestro mi lengua mientras siento el frío húmedo del piso en mis rodillas, la otra gran marca de la bajeza, las rodillas marcadas por el ejercicio complaciente de chuparla.

-Desprendete la camisita, putón.

Lo hago sin dudar y ve dos tetillas crecidas, con un globito detrás, como de niña preadolescente (gracias a las hormonas que me consigue Miguel, que es enfermero) mis pezoncitos rosados son pequeñitos pero están muy duros, baja una mano dura y sucia y me aprieta fuerte una tetilla, me cubre entera mi pequeña teta infantil, me hace doler, pero me gusta mucho cierro los ojos y disfruto de ser manoseada como una cualquiera, disfruto porque se que le complazco. A un desconocido que jamás entraría en casa de mi madre le estoy vendiendo barato mi cuerpo y -en éste momento- mi alma.

-¡Que putarraca más rica! Me dice. Mordiéndose el labio. Se me escapa un quejido de gusto. Me tira del pelo y abandona mis pezones para darme su auténtico regalo: Su pija. Entra entre mis labios abiertos y me empieza a coger por la boca. Ahora rabioso, entra y sale, como una bestia, siento un pistón enorme entre mis labios muchas veces, hasta que que queda dentro, un instante detenido en el tiempo, como una estatua él se endurece y se mantiene en tensión, tieso, quieto, siento como sus venas se hinchan, sé lo que viene luego, de la coleta me aprieta contra su vientre enorme. Siento un líquido viscoso y tibio llenarme la boca mientras es él quien empieza a temblar ahora, unos temblores cortos, como de animal, cuatro, cinco, diez veces hasta que descarga todo en mi boca, que no puede contener tanto líquido, y deja escapar algo por las comisuras.
Me siento asfixiada y mi cara estará como un tomate, porque el semen obstruye mi garganta, espeso y contundente. De pronto me la saca de un tirón bestial, casi lastima, hace un ruido como cuando descorchamos una botella, empiezo a toser entre semen y babas, me doblo en dos y de mi boca cae un líquido espeso, intento no ensuciarme, que se va al piso y queda como testigo de una cogida asquerosa por la boca a una puta. A mí, La Puta.

Empiezo a recoger las chucherías del piso, como apurada, y me dice:
-¿Qué hacés putón de mierda? Vení acá y me la limpiás bien, me la dejás como nueva o te mato, puta barata.

Camino de rodillas los cincuenta centímetros, como mucho, que nos separan y con carita de niña buena aclaro la garganta y empiezo a limpiarle la polla, con amor infinito, sin tocarla con mis manos, la recorro con la lengua la ensalivo lentamente. Sé que está poniéndose más blanda, pero es tan grande, que baja muy despacito. No importa se la sigo limpiando un buen rato, la recorro por todos lados, la meto en la boca y cada tanto lo miro a los ojos como dándole gracias. Y lo hago realmente, tiene una verga tan rica. Bajo hasta sus enormes huevos peludos y pegajosos (me encantan) y con la puntita de ésta lengua que tengo, tan eficiente, recojo los restos de semen que persisten y los trago con placer infinito. Casi deseaba que no se terminara, me sentía ahora tan segura de mí, tan sumisa y complaciente, tan cómoda con mi rol que le regalaba lo mejor de mí misma, un plus, una extra para un macho fuerte.

Entonces empezó a guardarse su herramienta, ahora limpia y feliz, y cuando amagué a levantarme me puso una mano en el hombro y me dijo:
-No, vos no. Quedate acá que todavía no me pagaste. Quiero que esperes al Beto y al Nando que vienen para acá.

Dió media vuelta y se fue, soltando antes un escupitajo, la puerta quedó entreabierta y yo arrodillada. Sentí algo detrás de la oreja y me la toqué, el hijo de puta me había dejado el palillo ahí detrás de mi orejita. Esperé. Esperé arrodillada.

Entonces entraron los dos del camión de carga, sudorosos, con el torso descubierto y sus botas de trabajo, las veía por debajo de la puerta, lentamente empujaron y abrieron la puerta del baño.

2 comentarios - Al final iré al cine

mexyman
Y todavía hay más !!!! Tremendo !!!