Este relato lo escribi hace mucho tiempo y lo recupere de aqui http://relatos.marqueze.net/la-monjita/
La Monjita
Este relato sucedió hace 4 años, en un colegio de monjas cercano a mi casa. Al cual iba a hacer reparaciones regularmente.
Era una tarde de verano, poco tiempo antes de que empezaran las clases. Estaba subido a una escalerilla, reparando la instalación eléctrica. Cuando de repente siento un golpe, era la hermanita Julia, la hermanita Julia tenía 41 años, cabello moreno y ojos cafés grandes, y debajo del hábito escondía unos senos exuberantes, que distraída, me había llevado por delante y con su rostro golpeó justo en mi bulto.
Yo me quedé mirándola, ella miraba mi bulto, levantó la vista, y algo nerviosa por lo acontecido, me pidió disculpas y salió caminando apresuradamente. Me bajé de la escalerilla, la seguí, y detrás de un muro, estaba con la falda levantada tocándose su concha.
Enseguida le pregunté si se sentía bien, haciendo como que no me daba cuenta de la situación, rápidamente se acomodó su falda y me dijo que “Sí”. Cuando me di la vuelta para seguir trabajando, ella me dijo con vos titubeante “No”, la miré y le pregunté que era lo que le pasaba, y me contó que estaba confundida, le pregunté el porqué, y me dijo que tenía sueños eróticos con hombres, pues había entrado al noviciado de niña y que nunca había tenido una relación sexual con un hombre y estaba deseosa de tener una conmigo.
Nos metimos en el baño de niñas del colegio, y ahí comencé a besarla, le levanté el hábito y descubrí un cuerpo maravilloso, su pubis estaba desbordado de vellos tupidos y negros, cuando descubrí sus pechos eran redondos con unos pezones grandes y rojizos. Comencé a apretarlos y a chuparlos rápidamente, estaban como dos cañones a punto de dispararse.
En ese momento me saqué el short y dejé asomar mi pene que ya estaba tomando tamaño. Ella lo miró sorprendida ya que nunca había visto el miembro de un adulto, le tomé la mano y se la llevé hasta el, lo tomó con mucha suavidad, yo le guié, la mando para que comenzara a masturbarme. Mi pene llegó a su máximo tamaño y le indiqué que se sentara en uno se los inodoros, le tomé la cabeza y la llevé hasta mi pene.
Ella abrió la boca y se lo tragó. Lo chupó de una forma inexperta pero agradable, ya estaba excitadísimo, la agarré de las manos y la hice sentar encima del lavamanos, le separé las piernas y comencé a lamer su concha, la hermanita ya estaba toda mojada, su concha parecía una gran almeja gigante.
Como estaba bien caliente me acomodé frente a ella. Cuando apoyé mi pene en su concha, ella se aferró fuertemente a mí. La comencé a penetrar, su vagina se resistía, hice un poco más de fuerza y logré penetrarla. El rostro de la hermanita Julia marcó un gesto de dolor, el cual contuvo mordiéndose los labios.
Comencé el trabajo de meter y sacar, mis huevos golpeaban contra sus nalgas. Por su pierna corría un hilo de sangre que llegaba hasta su pantorrilla. Luego de un rato de repetir el trabajo de entra y sale, la bajé del lavamanos, la di vuelta, y le hice apoyar los codos en el lavamanos. Separé un poco sus piernas y le escupí el agujero del culo y de un solo empujón la penetré.
Su grito retumbó en todo el baño, trató de apartarme, pero la rodeé con mis brazos tomándole los senos y la calmé. Luego de unos minutos descargué mis huevos en sus intestinos. Lo que ayudó a que ella llegase al orgasmo. Los dos quedamos tumbados sobre el lavado, con mi pene todavía en su ano, hasta que nos volvieron las fuerzas. Le di un beso, tomé mis herramientas y me fui. Nunca más la vi.
Creo que siempre recordaré a la hermanita Julia.
La Monjita
Este relato sucedió hace 4 años, en un colegio de monjas cercano a mi casa. Al cual iba a hacer reparaciones regularmente.
Era una tarde de verano, poco tiempo antes de que empezaran las clases. Estaba subido a una escalerilla, reparando la instalación eléctrica. Cuando de repente siento un golpe, era la hermanita Julia, la hermanita Julia tenía 41 años, cabello moreno y ojos cafés grandes, y debajo del hábito escondía unos senos exuberantes, que distraída, me había llevado por delante y con su rostro golpeó justo en mi bulto.
Yo me quedé mirándola, ella miraba mi bulto, levantó la vista, y algo nerviosa por lo acontecido, me pidió disculpas y salió caminando apresuradamente. Me bajé de la escalerilla, la seguí, y detrás de un muro, estaba con la falda levantada tocándose su concha.
Enseguida le pregunté si se sentía bien, haciendo como que no me daba cuenta de la situación, rápidamente se acomodó su falda y me dijo que “Sí”. Cuando me di la vuelta para seguir trabajando, ella me dijo con vos titubeante “No”, la miré y le pregunté que era lo que le pasaba, y me contó que estaba confundida, le pregunté el porqué, y me dijo que tenía sueños eróticos con hombres, pues había entrado al noviciado de niña y que nunca había tenido una relación sexual con un hombre y estaba deseosa de tener una conmigo.
Nos metimos en el baño de niñas del colegio, y ahí comencé a besarla, le levanté el hábito y descubrí un cuerpo maravilloso, su pubis estaba desbordado de vellos tupidos y negros, cuando descubrí sus pechos eran redondos con unos pezones grandes y rojizos. Comencé a apretarlos y a chuparlos rápidamente, estaban como dos cañones a punto de dispararse.
En ese momento me saqué el short y dejé asomar mi pene que ya estaba tomando tamaño. Ella lo miró sorprendida ya que nunca había visto el miembro de un adulto, le tomé la mano y se la llevé hasta el, lo tomó con mucha suavidad, yo le guié, la mando para que comenzara a masturbarme. Mi pene llegó a su máximo tamaño y le indiqué que se sentara en uno se los inodoros, le tomé la cabeza y la llevé hasta mi pene.
Ella abrió la boca y se lo tragó. Lo chupó de una forma inexperta pero agradable, ya estaba excitadísimo, la agarré de las manos y la hice sentar encima del lavamanos, le separé las piernas y comencé a lamer su concha, la hermanita ya estaba toda mojada, su concha parecía una gran almeja gigante.
Como estaba bien caliente me acomodé frente a ella. Cuando apoyé mi pene en su concha, ella se aferró fuertemente a mí. La comencé a penetrar, su vagina se resistía, hice un poco más de fuerza y logré penetrarla. El rostro de la hermanita Julia marcó un gesto de dolor, el cual contuvo mordiéndose los labios.
Comencé el trabajo de meter y sacar, mis huevos golpeaban contra sus nalgas. Por su pierna corría un hilo de sangre que llegaba hasta su pantorrilla. Luego de un rato de repetir el trabajo de entra y sale, la bajé del lavamanos, la di vuelta, y le hice apoyar los codos en el lavamanos. Separé un poco sus piernas y le escupí el agujero del culo y de un solo empujón la penetré.
Su grito retumbó en todo el baño, trató de apartarme, pero la rodeé con mis brazos tomándole los senos y la calmé. Luego de unos minutos descargué mis huevos en sus intestinos. Lo que ayudó a que ella llegase al orgasmo. Los dos quedamos tumbados sobre el lavado, con mi pene todavía en su ano, hasta que nos volvieron las fuerzas. Le di un beso, tomé mis herramientas y me fui. Nunca más la vi.
Creo que siempre recordaré a la hermanita Julia.
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