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Cogiendo con mi buen amigo

Mi buen amigo, me coge
Cuando salí de la ducha apenas cubierto por una toalla que simulaba una minifalda, lo vi sentado en su cama, recostado a la pared, con la mirada perdida en el cielo raso, y con un gesto de enfado y molestia que me preocuparon. Rara vez había visto a Rony así, normalmente cuando en los cursos de la Universidad algo no iba bien. Qué pasa le pregunté? Mientras me sentaba en mi propia cama situado en la parte derecha de la habitación. –Esa mi novia, dijo. –Me calienta y me calienta y después me corta de sopetón. Mala leche.
Entonces me comentó detalles sobre que había estado con su novia toda la tarde, que la había invitado al cine, que después la había llevado a cenar. Finalmente ella aceptó ir con él al motel, pero entonces ocurrió que ella se rajó. Me contó que se dejó tocar, que se dejó acariciar, que logró quitarle la ropa pero en la última prenda, se resistió argumentando que no estaba lista.
–Se resistió y se fue la perra, exclamó insultante.
–Tranquilo, tranquilo, dije, -ya se dejará. Esto le servirá para pensarlo, para reflexionar y para decidir. Si estuvo contigo hasta ese momento es porque le había estado gustando. Verás que la próxima vez, ella será quien te desvista.
–Será Carlitos? Me preguntó esperanzado.
–Claro, exclamé. Siempre que no la hayas ofendido.
-No, claro que no. Pero me dejó como burro en primavera.
Rony se puso de pie. Y vaya si estaba como burro. Me quedé extasiado viendo su cintura, detenido en aquel bulto que estiraba el pantalón. Pensé que se inhibiría al notar la forma en que lo miraba, pero estaba tan molesto que pareció no darse cuenta.
No pude evitar el estremecimiento de mi cuerpo cuando empezó a desvestirse alistándose a dormir. De pie solamente en calzoncillos, lo aprecie enterito. Busqué con mis ojos el bulto en su cintura. Vi su calzoncillo humedecido por los flujos seminales que su hembra le había hecho brotar. Vaya, parece que su molestia no se había calmado. Llevó su mano a aquel bulto y lo frotó un par de veces. Se me hacía agua la boca de imaginarlo liberado.
Se tendió en su cama. Yo apagué la luz de la habitación y prendí el foco de luz opaca de la mesita de noche. -Espero que dormir te relaje, le dije, porque estás hecho un garañón.
Voltee a verlo y en la semi-oscuridad que lo cubría noté que se frotaba la entrepierna. Sentado en el borde de mi cama, me fui quitando la toalla, también pensando que sería bien dormir. Vi la diminuta tanga con la que cubría mi sexo y que apenas alcanzaba a cubrir la raya de mis nalgas. Verme me excitó. Giré un poco hacia Rony y me di cuenta que se seguía frotando. Me puse ansioso, nervioso, y subió mi excitación. Oí su respiración entrecortada.
-Vaya, sigues despierto, exclamé. Quieres una copa de vino, tal vez eso te tranquilice más pronto. Me puso de pie y caminé hacia el mueble del fondo donde tenía guardada la botella. Luego caminé al otro lado de la habitación a coger dos vasos y coloqué vino hasta la mitad. Cuando caminé hacia la cama de Rony observé que estaba mirando mi cintura. Le entregué el vaso, se sentó y se lo bebió de un solo trago.
Le tomé el vaso y me dirigí de nuevo a la alacena esta vez para llenárselo. Mientras caminaba metí mis dedos en la parte posterior de mi tanga y lo jalé hacia arriba a modo de hundirla entre mis nalgas. Pensé en lo que estaba sintiendo Rony después de la decepcionante tarde con su novia. No me gustaba verlo así, entre molesto, irritado e insatisfecho. El chico era muy buena honda, tantas veces me había ayudado con las tareas de la universidad. Cómo haría para hacerle olvidar su ingrata experiencia?
Al voltearme, me di cuenta que Rony otra vez había estado apreciando mi insinuante cola.
Tomé un banco y lo coloqué a la par de su cama, poniendo sobre él el vaso de vino.
Decidido a tentar a Rony, agarré mi vaso de vino y me dirigí hacia la ventana que se encontraba a la par de su cama. La abrí y el ligero y frío viento que entró me hizo temblar. Me recliné sobre el marco de la ventana tendiendo mi dorso a modo de resaltar mi trasero. Perdí mi mirada en la noche que cubría el horizonte. Sentí a Rony levantarse y caminar hasta mi lado recostando su espalda a la pared. Lo recorrí con mis ojos y me dio la impresión que su calzoncillo estaba más mojado y más abultado. Sentí su mirada en mi trasero. El nerviosismo que me invadió hizo que instintivamente flexionara mis piernas intercaladamente con lo cual mis caderas descubiertas se movieron coquetamente. Volví a ver la cintura de Rony. Su calzoncillo estaba aún más estirado. Lo tenía a menos de un metro.
Lo vi cerrar los ojos y morder sus labios, pensando no se en qué cosas. No pude evitar más. Estire la mano hasta tocar aquel bulto escondido en sus calzoncillos. Qué caliente! Qué húmedo! Qué grueso!
–Vaya, tu novia si que te amoló no solo la tarde.
-Esa perra, musitó gruñón y pensé que retiraría mi mano y se alejaría más molesto aún, pero no se movió. Entonces me atreví a palmotear su miembro con ternura, con deseo. Después apreté suavemente con mis yemas su cabezota y con mi pulgar presioné circularmente la punta de lo que imaginé era su glande. Se estremeció. Flexionó su pierna izquierda apoyando su pie en la pared. Vaya, por lo visto se estaba acomodando.
Animado me concentré en juguetear con su rabo, con sus bolas. –Vas a romper tu calzoncillo, le dije ansiosamente. –No, dijo quedamente. –Lo que voy a romper es otra cosa, y siguió sorbiendo el vino. Alcé la vista y vi su mirada lasciva, perdida de deseo, decidida a la locura. Estiré una de las mangas de su calzoncillo y lo corrí un poco liberando a su prisionero. Estaba fabuloso. Una hermosa vellosidad negra lo cubría hasta la mitad. Su hinchado grosor, su redondeada forma, su estirada longitud, me provocó escalofríos placenteros. Mis esfínteres se tensaron. Su cabezota abombada y brillante, su punta derritiéndose, su olor de macho intenso, me electrizó. Se me hacía agua la boca. Coloqué dos dedos sobre aquel tallo formidable y con las yemas froté una y más veces sobre toda su longitud. Observé su vibración. Entonces agarré entre mi pulgar y mi índice su prepucio y lo empecé a mover lentamente de tras hacia adelante. Estaba logrando que aquel macho se olvidara de su hembra. Entonces atrapé con el anillo de mi índice y mi pulgar aquel macizo tallo y empecé a deslizarlo sobre él en una tierna masturbación. Tan concentrado estaba en su tolete que no me di cuenta cuando estiró la mano hasta que lo sentí en mi nuca. Hundió uno de sus dedos en la piel de mi espalda haciéndolo avanzar hacia abajo, simulando una línea con la cual marcó toda mi espalda hasta que su dedo se metió debajo de mi tanga. Vi como su verga se aproximaba hacia mis piernas mientras por atrás estiraba mi tanga hacia arriba provocando que se hundiera completa entre mis nalgas. Ahora toda mi mano agarraba el tallo de su verga y lo masturba desenfrenadamente. La sensación placentera que sentí mientras jugaba a estirar mi tanga en mi raya me calmó. Diez, quince, cincuenta veces lo hizo. Qué delicia más indescriptible me hacía estremecer cuando sentía el roce de aquella tela en mi ojete. Lo dejé hacer mientras palpé sus bolas. Los examinaba con deleite hasta descubría la raíz de su vergona. Podía sentir la mínima distancia que separaba la raíz de aquel tallote de sus bolas. Hundí mi índice ahí. Un movimiento hacia arriba y sentía su endurecido tallo, otro movimiento hacia abajo y sentía sus redondas bolas hinchadas.
Lo jale del brazo y lo acerqué a su cama mientras me inclinaba para quitarle el calzoncillo. Entonces le di la espalda y aproxime mi cola a su estirada verga. Lo sentí meter la mano para hacer un lado la tanga de mi raya y poner su caliente fierro entre mis nalgas. Me incliné un poco. Sentí como aplastaba los cachetes de mi culo sobre su verga y como la deslizaba una y otra vez entre ellas. Que forma de masturbarse, de mojarme el culo, de prepararme para el sacrificio.
No quise que se derramara así, sin haberme ensartado como me merecía. Así que lo senté en el borde de la cama y lo obligué a recostarse. Abrí sus piernas y me arrodillé en el piso. Con la punta de mi lengua y con las yemas de mis dedos recorrí sus muslos desde las rodillas hasta las redondas formas de sus bolas. Puse un beso con la parte interna de mis labios en cada una de ellas. Vi como su verga vibró y se estiró. Amasé sus huevos con delicadeza mientras los llenaba de besos tiernos humedeciéndolos con mi saliva. Hundí mi lengua entre aquellas bolas. Los metí una a una en mi boca. Los succioné. Los chupetee. Qué región mas tierna y suavecita! Entonces subí a su erguida verga que parecía reventar. Puse mi lengua en la punta de su glande para reconocer su sabor, sentí los goterones de leche que le fluían y que refrescaron mis labios. Abrí mi boca ansiosa y agarré aquel tallote para somatarlo contra mi lengua. Sentí sus líquidos resbalar en ella. Entonces afloje la mano y lo apreté con el anillo de mi boca. Aprobé su sabor agrio, su olor penetrante, su calor de macho en celo. Con aquel trozo en mi boca, perdí la cuenta de las veces que dije sí con el movimiento de mi cabeza.
Me incorporé y me trepe a la cama poniéndome en cuclillas sobre él. Agarré su verga y conduje su cabezota a la puerta de mi ojete. Sentí su semen humedecer mi orificio. Moví mi culo sobre aquella cabezota escurridiza. Presione para ensartarme y sentí como la punta se deslizó en mi interior. Me contuve, nuevamente moví mi culo. Sentí más semen untándome por dentro y el cosquilleo que me provocó en mi orificio me supo a gloria, a paraíso, a algo incomparable. Me seguí ensartando. Ahora toda la cabezota me había entrado. Me la saqué. Sentí su líquido fluyendo de mi canal hacia fuera. Me volví a ensartar con lentitud. Sentí como la punta, su cabezota, su tallote, se me fue metiendo. Baje la mirada, vi con placer como la mitad de aquella verga estaba dentro de mí. Me entraría hasta la raíz?.
Volví a sacarla y otra vez me la ensarté hasta la mitad. Sentía aquella cabezota y su prepucio pegada a las paredes de mi recto. Sentía su semen viscoso resbalar en mi orificio. No sentía dolor, solo una sensación de llenado, de satisfacción, de realización. Bajé mis rodillas hasta apoyarlas en la cama de modo que sentí mis bolas depositarse en el vientre de Rony. Sus pelos cosquillaron mis huevos y me provocaron otra fuente de placer. Me acomodé sobre la cintura de mi macho y tomé su verga dispuesto a ensartármela todita.
Pero entonces Rony se agarró a mis nalgas y levantó mi traserito al tiempo que bombeó hacia arriba ensartándomelo de una sola estocada. Vi su rostro entre sorprendido y asustado cuando pegué aquel chillido de placer. –Sí, sí, cógeme como deseaste coger a tu novia. Hazme tuya, hazme tu puta. Métemela, métemela, supliqué. Ni lento ni perezoso, aquel macho bombeó una y otra vez en mi interior. Sentía su verga topar en mi estómago y deslizarse de nuevo hasta mi puerta para de nuevo entrar rasgándome mis paredes, electrizándome, magnetizándome.
Vi sus ojos entornados, su mirada llena de lascivia, noté su respiración entrecortada. No lo dejé terminar. Me separé. Vi sus ojos sorprendidos suplicantes. Me pegué a su pecho y giré de modo que quedé tendido boca arriba con el sobre de mí. El se incorporó y yo aproveché para correrme hacia el centro de la cama. Levanté las piernas invitándolo a subirse. Se metió entre mis piernas y yo las levanté colocándolas sobre sus hombros. Lo vi acomodarse, sentí sus manos apoyándose en mis piernas levantadas. Su talló rozó nuevamente mi orificio y me lo hundió de golpe. En aquella posición, con mi mejor amigo ensartándome su verga, me sentí mujer, hembra, puta plena. El placer entraba por mi culo, por mi piel, por mis oídos. El roce de su verga entrando y saliendo de mi culo y produciendo ese wuoc! wuoc! de chapoteo humedecido, el suave plaf! plaf! de sus bolas estrellándose en mis nalgas. Nunca había sentido algo como aquello. Los ojos entornados, perdidos, abandonados, me expresaban lo entregado que estaba aquel macho a cogerme.
-Quiero ponerme a gatas para que te vengas.
Rony detuvo sus movimientos y lentamente extrajo su verga que parecía mas hinchada, más colorada, enrojecida. Me incorporé y me fui hasta el borde de la cama donde puse mis rodillas abriéndo las piernas y aplastando mi pecho a la cama. Sentí a Rony ponerse entre mis nalgas, rodearlas con sus manazas y aplastar su verga en mi raya. Puso uno de sus pies sobre la cama y pasó restregando sus huevos en la parte interna de mis glúteos. Que sensación la de aquellas bolas resbalando por mis carnes. Rony se frotó en mi trasero largo rato. Entonces sentí su cabezota buscar mi orificio y prenderse a él. Intentó ensartarme, no lo hizo. Sentí sus manos rodear mis piernas y obligarme a juntar mis rodillas. Me pellizcó la cola, frotó la parte inferior de mi cintura y sentí sus dedos hundirse y caminar la longitud interior de mis muslos. El pellizco tierno que dio a mis bolas me electrocutó.
Sentí sus pulgares amasar la cima de mis glúteos e irse hundiendo hasta amasar circularmente la cercanía de mi ano. Golpeteó su verga en mi culo. Se pegó a mi ojete y entró sin pedir permiso. Cuántas veces martillo su clavo en mi ojete! Otra vez subió el pie a la cama y la parte interna de su muslo se pegó a mi cintura. Su sudor mojándome me transmitió otra oleada de electrizante placer. Otra vez me hundió su tranca, me la saco y me siguió cogiendo con presteza. –Ahora si me vengo, putita rica!. Siempre ensartado a mi cola, subió el otro pie a la cama y atenazó mi cola con sus muslos como para evitar que mi culo se le escapara. Sentí su tranca tensarse en mi interior, al tiempo que aplastaba su pecho a mi espalda y empezaba unas embestidas frenéticas, salvajes, indetenibles. Oí sus gemidos incontenibles, desbocados, y cómo chorros de su leche salían de su glande llenándome, inundándome. Yo estaba feliz, dichosa, satisfecha. Había logrado que mi mejor amigo me diera una buena cogida y que se viniera completito en mi ojete.
Rony se retiró y se tendió rendido. Por su mirada satisfecha, agradecida, comprendí que había logrado que olvidara a su hembra. Me tendí boca abajo a su lado y masajee sus pechos mientras observaba como su tranca se distendía. Mi cuerpo estaba bañado de sudor, mi culo estaba repleto de semen. El relajamiento me invadió. Me fui adormilando.
La última sensación de placer que recuerdo de aquella noche es la viscosa leche de aquel macho saliendo de mi culo.

1 comentarios - Cogiendo con mi buen amigo

maluchii10
Las historias son tuyas? Son de experiencia propia? tiene algo que ver con los últimos post donde tenés fotos? o es con otro amigo? Respecto a la historia, excelente muy calentona. Fuiste la hembra en celo de quien querías por un buen rato...y la otra persona lo disfrutó mucho, ambos. Ambos cogieron a pelo...una delicia....