Esta es la continuación del relato " El vendedor ambulante". Tal vez de para una tercera parte. Veremos.
Desde ya, gracias por leer mis relatos.
- ¿ A qué hora volviste anoche? Fue la pregunta conque la despertó su esposo, mientras le traÃa un mate.
- Al rato nomás. Fui hasta la playa y volvÃ, mintió haciendo que se despertaba.
- No te sentà llegar.
- Estabas casi dormido cuando me fui.
Roberto se dirigió hacia la cocina a continuar con el mate. Le habÃa sorprendido al levantarse notar que la cortina de la ducha estaba mojada, cuando Celia la habÃa secado en detalle la noche antes cuando terminaron de bañarse. Era evidente que al regresar ella se habÃa duchado. Le pareció raro, pero terminó por pensar que lo habÃa hecho porque no conseguÃa conciliar el sueño.
Esa mañana salieron a hacer unas compras, y Celia miró algunas prendas en un negocio, pero se negó a entrar, diciendo que pasarÃa a la tarde después de almorzar, ya que atendÃan horario corrido y no querÃa desperdiciar la mañana en la playa.
Luego de las compras, se fueron al balneario. La mañana estaba especial. Sin viento, cálida, y con poca gente, como era habitualmente en esa zona. Tomaron sol mientras escuchaban música. En un momento Roberto tuvo que ir al baño del balneario. Estaba en el privado cuando escuchó a dos hombres que entraban conversando.
- No te preocupes, tu solo estate en casa. Cuando llegue el momento te voy a buscar y te presento. Te aseguro que vale la pena.
- Pero ella no me conoce, decÃa el otro
- No importa, lo único que quiere es una buena verga negra que la parta al medio. Esa vieja no le hace asco a nada cuando está caliente. Estoy seguro que a las 2 a mas tardar está golpeando la puerta para que la ensarte, asà que tú espera. La curiosidad hizo que Roberto se asomara por una hendija de la puerta y viera a dos jovenes negros que estaban lavándose las manos. Uno estaba de perfil y no lo reconoció. El otro estaba de espalda, y al darse vuelta vio que era el vendedor ambulante. Se sonrió con complicidad. Seguramente que estos muchachos tendrÃan en la playa mas carne de la que podÃan consumir. HabÃa tanta madurita insatisfecha buscando jovenes negros que tenÃan trabajo todos los dÃas. Luego de que los jovenes se fueron, salió, y volvió a la playa. No le comentó nada a Celia sobre su encuentro, y pensaba en lo bueno que era ser joven en esta época cuando el sexo se daba tan fácil. A eso de las 11, cuando el sol comenzaba a apretar volvieron al departamento. Celia se dio una ducha rápida para sacarse la arena, mientras Roberto usó una ducha exterior para limpiarse. Luego se vistió con una pollera de bambula larga y una remera ajustada y corta que dejaba su ombligo a la vista. Era tan ajustada y cerrada que no podÃa usar corpiño con ella.
Preparó el almuerzo, y luego de comer, su esposo le sugirió que se acostarán un rato, cosa que ella rechazó diciendo que iba a aprovechar para volver al negocio de la mañana a ver la ropa que le habÃa gustado. Tomó su cartera, pasó por el baño, se saco su bombacha que guardó en la cartera y salió saludando desde la puerta. Eran cerca de las 2 de la tarde.
Roberto acostado, repasó lo sucedido esos últimos dÃas, y ciertas cosas no le cerraron. La salida nocturna, La ducha a deshora, esta salida intempestiva, cambiada y bañada. Y como si fuera poco, la charla que habÃa escuchado en el baño, que mostraba lo que pasaba en estos lugares en verano. Sin pensarlo se vistió con una bermuda y una chomba y salió detrás de su esposa. Al llegar a la calle, la vio que iba adelante una cuadra, rumbo al local. La siguió a la distancia. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando la vio doblar hacia el lado contrario de donde decÃa que iba. Apuró el paso y se quedó media cuadra detrás.
Caminaron varias cuadras, hasta llegar a una casa antigua, de madera, seguramente de las primeras épocas de la ciudad, la cual estaba perdida en medio de un terreno rodeado de ligustros y arbustos varios, y mostraba un cesped descuidado. La casa en general era evidente que habÃa conocido mejores épocas. Estaba en la esquina cuando su mujer ingresó al patio de esa casa en mitad de cuadra y golpeó la puerta. Se abrió y la dejaron pasar.
Se acercó sigilosamente. Las ventanas estaban cerradas. Entró al patio y dio la vuelta alrededor buscando un lugar para ver el interior. En el extremo opuesto una ventana estaba a medio abrir. La oscuridad no dejaba ver adentro. ParecÃa un habitación cerrada. Por fin, no aguantó mas y se metió por la ventana. El resplandor del sol exterior no le permitÃa ver nada y se quedó quieto en el centro de la habitación, cuando un golpe sordo en la cabeza lo dejó sin sentido.
Celia estaba sentada en un viejo sofá, mientras Maulón preparaba unos tragos. Ella nunca tomaba a esa hora, pero tampoco engañaba a su esposo a esa hora, asà que todo estaba permitido.
- SabÃa que vendrÃas, decÃa Maulón de espaldas a ella mientras lidiaba con las bebidas. Estaba solo vestido con una zunga. El brillo de su cuerpo hacÃa parecer que estaba aceitado. En la semipenumbra del salón, estaba fresco, y sin embargo Celia sentÃa un calor como nunca habia sentido.
- Me amenazaste, contestó Celia justificando su presencia.
- No me dijiste como resultó tu investigación sobre el tamaño de los penes, dijo Maulón trayendo los tragos. Celia apuró el suyo y lo dulce no le permitió notar la alta carga de alcohol que tenÃa, mas para una persona no acostumbrada. Al segundo sorbo comenzó a marearse.
- La otra noche no pude observarlo con detenimiento, dijo con picardÃa.
Maulón se dirigió a un mueble y trajo una regla de 30 cms., y se la entregó. Sin cortarse, frente a ella se bajó la zunga y dejó su aparato a la vista. Estaba morcillona pero se veÃa impresionante.
- Tócala para que se ponga en guardia, le ordenó, y Celia timidamente la tomó con sus manos y comenzó a masturbarla.
La veÃa reaccionar ante sus ojos. El tamaño crecÃa. Se iba desenrrollando como una serpiente y en cuestión de minutos estuvo en plena erección.
- Midela ahora, le ordenó, y Celia tomando la regla procedió. 25 cm., y 4 de ancho. Era algo especial. Por eso le habÃa costado tanto recibirla toda.
En ese momento sonó el móvil de Maulón. Insultó en voz baja y subiendo la zunga fue hasta la mesa a atender. Celia lo vio alejarse y le calentaron esas nalgas duras y paradas que hacÃan que su ropa se metiera adentro dejándolas a la vista. Olió sus manos y el olor a macho le invadió las papilas del gusto haciendo que se mojara por completo.
- Si, entiendo, Espera un minuto.
- Esperame un momento y termina tu trago que ya vuelvo, le dijo, saliendo por la puerta de frente. Celia tomó la copa y de a sorbo fue bebiendo hasta terminarla Se sentÃa mareada y feliz, como nunca.
Maulón dio vuelta a la casa e ingreso por la ventana del fondo. Otro negro estaba sentado en una cama y el cuerpo de Roberto estaba en el suelo.
- Lo sorprendà queriendo entrar.
Maulón miró al perpetrador.
- Es el marido de la perra que está conmigo. Se ve que la siguió. Parece que no es tan estúpido como parece. Cornudo pero no tonto.
- ¿ Y ahora que hacemos? , preguntó el amigo.
- Ayúdame y le vamos a enseñar a no meterse donde no lo llaman.
Lo levantaron y lo llevaron hasta otra habitación grande con una cama matrimonial. TenÃa una habitación baulera profunda cuyo fondo estaba en total oscuridad y de donde se veÃa perfectamente la cama.
Lo sentaron en un sillón y lo ataron firmemente, amordazándolo. De a poco fue despertando y cuando reaccionó se encontró frente a dos negros que lo miraban sonrientes. Eran los del baño y el miedo se reflejó en su rostro. La vÃctima propiciatoria era sin dudas, su esposa.
- Bienvenido señor. Estamos pensando en llamar a la policÃa para denunciar una tentativa de robo, le dijo Maulón.
Roberto abrió los ojos sorprendido.
- En realidad sabemos que no vino a robar, sino que estaba siguiendo a su esposa, no es asÃ?
Roberto asintió con la cabeza.
- Bueno, desde aquà va a poder ver que ella está bien y que nada va a pasarle. Por lo menos nada que ella no quiera. Espero que disfrute del espectáculo, y diciendo esto salieron de la baulera, una música afro comenzó a sonar en la habitación, las luces se apagaron quedando todo en penumbras, permitiendo los rayos de luz que se colaban por las hendijas de la ventana ver perfectamente el interior de la habitación, pero haciendo imposible verlo a el en el lugar que estaba. Roberto estaba allà sorprendido y dolorido. No entendÃa lo que pasaba. La cabeza le dolÃa, pero su orgullo estaba peor.
Unas voces se escucharon y su esposa entró en cuadro de la mano de Maulón.
- Aquà estamos, dijo el negro.
- Estoy un poco mareada, dijo Celia.
- ¿ Cumpliste lo que te habÃa ordenado sobre tu ropa?
- Si
- Muéstrame, dijo el negro sentándose en la cama.
Celia, para sorpresa de Roberto se sacó la remera ajustada y quedó desnuda de la cintura para arriba. A continuación se sacó las sandalias, y dejó caer su falda, quedando totalmente desnuda.
- Muy bien, asà no tendré que romper nada como pasó anoche.
- Eres un animal. La ropa es costosa.
- Reconoce que gozaste como una perra, dijo Maulón mirando hacia la baulera
- La verdad que la pasé muy bien.
- El primer polvo fue lindo, pero cuando te tomaste toda mi leche me enloqueciste, dijo sabiendo que Roberto no perdÃa palabra, y su sorpresa crecÃa minuto a minuto. La noche antes este negro se habia beneficiado a su esposa, y no conforme con cogerla le habÃa acabado en la boca y la muy puta de habÃa tragado todo. Su rostro enrojeció de furia pero la forma en que estaba atado y el peso del sillón le impedÃa moverse. Cualquier ruido además, quedarÃa tapado por la música.
Solo podÃa mirar.
- Ahora ven a desnudarme dijo Maulón y Celia obediente se acercó, se arrodilló y le bajó la zunga, saltando como un resorte la morcilla del joven.
Roberto quedo congelado ante la visión de semejante herramienta. ¿ Su esposa se habÃa cogido a ese animal? Era increÃble, y sin querer comenzó a excitarse. Notaba dentro de su pantalón como su verga latÃa.
Celia la acarició un momento y sin esperar la orden se la metió en la boca todo lo que pudo. Maulón se tiró hacia atrás disfrutando de la fellatio.
- Ahhhh, que placer, sigue , sigue, dijo para relajarse totalmente.
Durante varios minutos se escuchaba la música y de fondo el chupeteo de Celia. Roberto sentÃa que su verga iba a explotar.
Maulón se enderezó y la levantó a Celia obligandola a abandonar su tarea. Allà arrodillada le hizo levantar la cara y le metió la lengua en la boca salvajemente. Sin soltarla la hizo poner de pie y la atrajo hacia él, haciendo que se acostara a su lado. La acomodó en la cama, y metió su cabeza entre sus piernas comenzando a pasar su lengua por su sexo, haciendo que Celia gimiera de placer. Roberto estaba excitado como nunca . Sin poder controlarse sintió que se iba en seco manchando sus pantalones, mientras comenzaba a sollozar quedamente.
- ¿ Cómo averiguaste lo de la encuesta de penes? Le preguntó Maulón entre lengüetazo y lengûetazo.
- Mi esposo me comentó, dijo Celia en una nube de placer y alcohol.
- Asà que el cornudo te motivó, seguro que estará contento de que hayas decidido averiguar por tu cuenta.
- No bromees que lo amo de verdad, dijo Celia enojada
- Si, me imagino que lo amas mucho, pero a una buena verga negra no le haces asco, zorrita, decÃa el negro.
- Sigue, sigue, no te detengas, dijo Celia sintiendo que le llegaba el orgasmo.
- Pero no puedes sacar conclusiones con un solo ejemplar, dijo el joven, y Roberto entendió de pronto lo que iba a pasar. Estaba todo preparado para que el otro negro que habÃa visto también se aprovechara de Celia, y ella no sabÃa nada.
- Sigue, sigue. Siiiiiiii, dijo Celia acabando.
Maulón la miró acabar y esperó que terminara. Mientras la dio vuelta y la puso en cuatro patas como si fuera una muñeca. Celia, floja por su orgasmo no se resistió.
- Tienes que profundizar tus estudios, si quieres sacar conclusiones de verdad, insistió Maulón, mientras se colocaba a la grupa de Celia. Roberto veÃa desde su lugar a su esposa de costado con ese negro detrás preparado para clavarla con esa herramienta monstruosa. Cuando el apuntó, y separó sus labios vaginales, vio una escena de un morbo total. Despacio vio como esa vara se iba hundiendo en su esposa, que ocultaba su cara en la almohada y se aferraba con sus manos de ella para aguantar la embestida.
- Despacio, despacio que me partes, rogaba Celia.
- Un solo negro camerunés no sirve como medida, dijo Maulón mientras terminaba de empalarla.
- ayyy, me tendré que conformar contigo. ¿ De donde voy a sacar otro negro? No voy a andar por la calle persiguiendo morenos, dijo Celia mientras su cara era de goce total.
- ¿ Te gustarÃa analizar a otro ejemplar? Déjalo en mis manos, dijo mientras comenzaba un pistoneo lento y profundo.
Roberto no podÃa creer lo que escuchaba ni lo que veÃa. Jamás se hubiera imaginado que una mujer pudiera albergar semejante pistón, y mucho menos lo hubiera esperado de su esposa. Y para colmo era evidente que gozaba como una perra. Por lo demás, a pesar de haber acabado hacÃa unos minutos, ya estaba nuevamente recaliente. Se sintió alarmado: no se sentÃa engañado. Por el contrario, le gustaba ver a su esposa en esa situación. ¿ Era un voyeur acaso? ¿ Le gustaba ser un cornudo consciente? Nunca lo hubiera creÃdo. Si alguien le hubiera sugerido de montarse a su esposa y que él mirara, le hubiera partido la cara.
Salió de sus pensamientos cuando los gritos indicaron que el duelo en la cama se estaba resolviendo. El pistoneo del negro era salvaje y Celia enlazaba un orgasmo con el otro gritando como una perra.
- Sacala, no me llenes, por favor, rogó como la noche anterior.
- Esta vez no nena, esta vez sentirás el sabor de la leche negra. Te llenare en toda regla, y ahà te va, dijo metiéndose hasta el fondo y saliendo para volver hasta el fondo, mientras la tensión de sus músculos indicaba que estaba eyaculando.
- ¡¡Me quemas!!! ¡¡¡ Me quemas!!!, ¡¡¡nooooooooooo!!!!, pero no habÃa forma de escapar
- ¿ Lo sientes perra? ¿ Lo sientes? ¿ Sientes mi semen dentro tuyo? Toma, y toma mas, gritaba Maulón mientras se seguÃa vaciando.
Celia aflojó sus rodillas y cayó sobre la cama, y el macho encima de ella, sin sacarla y sin dejar de acabar, aplastándola bajo su cuerpo. Roberto desesperado veÃa como un negro llenaba a su esposa, y en lugar de enfurecerse, volvió a acabar sin poder evitarlo.
Celia sollozaba, aplastada bajo el negro. Lentamente Maulón desenfundó su verga y giró hasta quedarse acostado boca arriba al lado de Celia.
- ¿ Porqué me llenaste? Es peligroso. Te lo rogué, te lo pedÃ, y no me hiciste caso, le recriminaba Celia.
- Si tienes dudas te tomas la pÃldora, y si no tendrás un hijo negrito que explicarle al cornudo de tu marido. Tu verás, le dijo acariciándola con ternura que contradecÃa la dureza de su expresión. De a poco Celia comenzó a calmarse. Se dio vuelta y se acurrucó contra el cuerpo del negro.
- No te preocupes que nada va a pasar, le dijo consolándola, además dentro de un rato te volveré a dar leche, asà que no hay problemas.
Celia se quedó quieta.
- Bueno señora, estuvo bien no? Te gustó?
- Si, estuvo bien.
¿ Mejor que con tu esposo?
- Es distinto. A mi marido lo quiero, y compartiré con él toda mi vida. Esto es otra cosa.
- ¿ Y que és?
- Esto es morbo, es sucio, es lo prohibido. Pero no es más que eso.
- Y además es un estudio antropológico, dijo Maulón sonriendo. La expresión provocó la sonrisa también de Celia.
- Por supuesto. No iba a morirme sin saber si lo que decÃan era cierto, dijo con picardÃa.
- ¿ Y lo es?
- Debo reconocer que jamás salà con un negro y que nunca tuve una del tamaño de la tuya. EstarÃa por pensar que es verdad.
- Con uno solo no sacas la media. Espera un momento.
Se levantó y salió del dormitorio. Celia sin entender lo que pasaba, se arreglaba su pelo, mirándose en un espejo que estaba en la mesa de noche. Maulón volvió y se acostó a su lado.
- Celia, te presento a Abdul, dijo sonriendo.
Celia empalideció. Estaba allà desnuda y Maulón habÃa hecho entrar otra persona. Rápidamente se tapó con la sabana, y quedó helada.
- Buenas tardes señora, dijo el negro que habÃa golpeado a Roberto. Roberto lo reconoció luego de un momento.
- Bu bu buenas tar tardes..... dijo Celia balbuceando.
- Mi nombre es Abdul y estoy aquà porque mi amigo Maulón me dijo que Ud. tenÃa un especial interés por ciertas caracterÃsticas de nuestra raza. Yo soy camerunés como él.
Celia miró a Maulón sin atinar a decir nada.
- Querida, creo que es justo que saques tus propias conclusiones. Abdul te permitirá comparar, y dicho esto Roberto vio como Abdul comenzó lentamente a desnudarse.
- Nnnno cccreeo que seea necesario, dijo Celia asustada, pero nadie pareció escucharla. Abdul ya estaba solo con un pantalón amplio puesto. Toda la otra ropa estaba en el suelo. Un cuerpo duro y fibroso, negro y brillante estaba a los pies de la cama. Celia lo miraba hipnotizada. No podÃa apartar sus ojos de esa figura. Por fin los pantalones cayeron y Celia descubrió que no llevaba nada debajo. Y no fue lo único que descubrió. Frente a ella una vara no menos larga que la de Maulón, pero mucho mas gruesa . Su sexo se humedeció de solo verla.
- Veo que te has quedado muda, querida, dijo Maulón , pero no puedes dejar tu estudio por la mitad. Vé y tocala, vamos, la incitaba .
Sin darse cuenta Celia se pasó la lengua por los labios que sentÃa resecos, y lentamente se sentó en la cama. La sabana descubrió su cuerpo, pero ella pareció no notarlo. Se arrodilló acercándose al borde de la cama y tomó la verga de Abdul. No podÃa creer lo que tenÃa en las manos. Sus dos manos envolvieron esa lanza negra y la descapucharon. Una cabeza grande como un damasco asomo, y una gota de lubricante rodó como demostración del estado en que estaba el negro. Despacio la verga comenzó a crecer y endurecerse. Por fin adquirió su máxima distensión. Maulón le ofreció a Celia una regla, y ella procedió a medirla. 27 cms de largo 6 cms de ancho .Impresionante.
- Y perrita? ¿ Has completado tu estudio? Dijo Maulón con suficiencia.
Celia no contestó. Miraba ese monstruo que tenÃa en sus manos.
- Bueno, has conseguido excitar a mi amigo. Ahora no podrás dejarlo asÃ. Ven y acuéstate, dijo tomándola de los hombros y arrojándola sobre la cama.
Celia miraba alternativamente a ambos machos.
- Es tarde, tengo que irme, dijo con miedo.
- En un rato podrás irte. No te puedo asegurar que puedas caminar normalmente, pero vas a irte. Ven Abdul, es toda tuya, y el otro rápidamente se acostó sobre la hembra y comenzó a besarla. Celia no se resistió. Por el contrario se dejó hacer. Cuando Abdul se metió entre sus piernas, las separó y las calzó sobre sus antebrazos, sintió la impresionante cabeza del sexo del negro apoyado contra los labios de su vagina. Estaba bien lubricada, por sus lÃquidos, pero también por el semen de Maulón que habia brotado de su cuerpo. Pero pensó que jamás podrÃa ser penetrada por ese negro. De hecho renegó bastante, insultó y se enojó hasta que por fin su pene se abrió camino. Cuando la cabeza perforó su cuerpo, un gruñido de satisfacción salió de la boca de Abdul.
- Ahhhhhhhm fue todo lo que dijo Celia, al sentirse penetrada.
- ¿ Estás seguro que la clavaste hasta el fondo? Preguntaba Abdul a su amigo.
- Te digo que si. La muy puta es capaz de tragarse cualquier cosa. Ten un poco de paciencia. Despacio la serpiente se fue desenrrollando dentro de la hembra.
- Mira que hace rato que no consigo alojarla toda. Estas niñas modernas se asustan y no me dejan.
- Quédate tranquilo que la experiencia y la desesperación de Celia, te va a permitir guardarla toda.
Es una verdadera puta ninfómana con debilidad por las grandes vergas negras.
Y en verdad, de a poco Roberto veÃa como centÃmetro a centÃmetro ese monstruo se alojaba en el cuerpo de su mujercita. Su respetada mujercita. Su fiel y recatada mujercita. La que jamás querÃa chuparle la verga. La misma que se acababa de comer un negro e iba por el segundo.
- No puedo mas, detente, suplicó Celia. Pero Abdul no estaba dispuesto a cejar en su intento y seguÃa empujando. Celia trataba de retirarse, pero los brazos del macho la tenian totalmente inmovilizada. Decidió aflojarse para facilitar la penetración y evitar que la lastimaran, ya que este negro estaba decidido a clavarla asà la matara. Al aflojarse, las cosas se facilitaron y en un par de arremetidas sus cuerpos se chocaron.
- Maulón, estoy adentro hasta las cachas. TenÃas razón. Es muyyyy puta, dijo comenzando a bombearla.
Las sacudidas hacÃan resonar la cama. Roberto sollozaba ante la escena. Maulón incitaba a su amigo a que le diera sin compasión. Celia se esforzaba por no llorar ante la forma en que la estaban usando. Al final, Abdul aceleró y le echó dentro hasta la última gota de su leche, en medio de gritos y alaridos. Celia, ante la rudeza de la penetración no llegó al orgasmo. Sintió como el semen del negro la inundaba sin compasión, y suspiró aliviada de que todo hubiera terminado. Abdul desensilló y se bajó de la cama.
- Bueno Maulón gracias por la invitacion. Tengo que irme a trabajar, sino seguiria dandole caña a esta vieja hasta la noche, pero no faltará oportunidad, señora. Hasta la próxima, y diciendo esto salió del cuarto.
- Yo también tengo que irme, dijo Celia. Mi esposo me está esperando. Y rápidamente se vistió.
- Bueno Celia, no quiero interferir en tu matrimonio, pero ten presente para la próxima que hay algo que todavÃa no conoces, le dijo.
- Que me falta conocer?, preguntó curiosa
- Como se siente una verga negra en el culo, pero para que puedas disfrutarlo tienes que tener experiencia previa. ¿ Alguna vez lo has hecho? Le preguntó.
- jamás lo he hecho ni lo haré, dijo convencida.
- Tu te lo pierdes. Imaginate mi verga caliente y dura dandote por detrás, querida. Hasta que no pruebes eso no sabes lo que es coger con un negro. Pero te aconsejo que convenzas a tu marido de que te haga el culito, porque si no te lo voy a partir en cuatro. Si te ablanda el cornudo con su poronguita muestra gratis, luego tendrás el premio mayor.
- No pienso hacerlo, dijo Celia decidida.
- Bueno, aquà tienes mi celular. Cuando hayas debutado me llamas y te voy a montar como nunca te han montado. Hasta ese momento, ni te molestes en hablar conmigo. Y ahora vete, le dijo mientras comenzaba a vestirse .
Celia salió apurada .
Maulón cuando quedó solo se dirigio a la baulera. El aspecto de Roberto era lamentable. Estaba destruÃdo y además sucio de los orgasmos que habÃa tenido. Maulón lo miro y movió la cabeza.
- Mire señor, quise que lo viera para que supiera la mujer que tiene al lado. No es que no lo quiera, pero es insaciable, y este verano está dedicada a gozar como una posesa.
Lo desató y Roberto quedó allÃ.
- Uds se aprovechan de ella. La emborrachan y ella se descontrola.
- Nadie la fuerza a hacer lo que hace. Pero es facil comprobarlo. Vaya a su casa, y si en los próximos dÃas su mujercita le pide que le haga el culito, Ud. ya sabe porque lo pide. Y ahora váyase y no vuelva nunca por acá porque no seremos tan buenos. Yo no persigo mujeres, pero las que se regalan las recibo. Lo tomó del brazo y lo sacó a la calle, cerrando su puerta detrás de él.
Roberto se apresuró a llegar al departamento, por un camino más corto . Celia no habÃa llegado. Se metió en la ducha y se bañó. Cuando Celia llegó, Roberto estaba en el dormitorio, asà que fue el turno de Celia de entrar al baño.
Cuando entró al dormitorio Roberto se habÃa vestido y la esperaba.
- ¿ Qué te compraste? Le pregunto con indiferencia.
- Estuve en varios comercios y no vi nada que me gustara, mintió
- Debe hacer mucho calor porque decidiste bañarte, le dijo.
- Si, ni te imaginas como transpiré. Pero Roberto no solo se lo imaginaba. Lo habÃa visto.
Esa tardecita fueron a la playa un rato. HabÃa mucho viento asà que volvieron temprano, salieron a cenar y volvieron al hotel. Nadie dijo nada de lo ocurrido. Roberto se fue tranquilizando. El affaire con los negros habÃa terminado Su mujer habÃa tenido bastante, y todo volverÃa a la normalidad.
Un par de noches después ella le incitó a tener sexo. Los preliminares fueron espectaculares. Celia se habÃa soltado totalmente, y Roberto estaba caliente con las imágenes que habÃan quedado grabadas en su retina. Pero su mundo se desmoronó, cuando a punto de iniciar la penetración, Celia lo detuvo, y con mirada cómplice, le dijo:
- Querido, hoy tengo ganas de probar algo distinto, te animás?
Desde ya, gracias por leer mis relatos.
- ¿ A qué hora volviste anoche? Fue la pregunta conque la despertó su esposo, mientras le traÃa un mate.
- Al rato nomás. Fui hasta la playa y volvÃ, mintió haciendo que se despertaba.
- No te sentà llegar.
- Estabas casi dormido cuando me fui.
Roberto se dirigió hacia la cocina a continuar con el mate. Le habÃa sorprendido al levantarse notar que la cortina de la ducha estaba mojada, cuando Celia la habÃa secado en detalle la noche antes cuando terminaron de bañarse. Era evidente que al regresar ella se habÃa duchado. Le pareció raro, pero terminó por pensar que lo habÃa hecho porque no conseguÃa conciliar el sueño.
Esa mañana salieron a hacer unas compras, y Celia miró algunas prendas en un negocio, pero se negó a entrar, diciendo que pasarÃa a la tarde después de almorzar, ya que atendÃan horario corrido y no querÃa desperdiciar la mañana en la playa.
Luego de las compras, se fueron al balneario. La mañana estaba especial. Sin viento, cálida, y con poca gente, como era habitualmente en esa zona. Tomaron sol mientras escuchaban música. En un momento Roberto tuvo que ir al baño del balneario. Estaba en el privado cuando escuchó a dos hombres que entraban conversando.
- No te preocupes, tu solo estate en casa. Cuando llegue el momento te voy a buscar y te presento. Te aseguro que vale la pena.
- Pero ella no me conoce, decÃa el otro
- No importa, lo único que quiere es una buena verga negra que la parta al medio. Esa vieja no le hace asco a nada cuando está caliente. Estoy seguro que a las 2 a mas tardar está golpeando la puerta para que la ensarte, asà que tú espera. La curiosidad hizo que Roberto se asomara por una hendija de la puerta y viera a dos jovenes negros que estaban lavándose las manos. Uno estaba de perfil y no lo reconoció. El otro estaba de espalda, y al darse vuelta vio que era el vendedor ambulante. Se sonrió con complicidad. Seguramente que estos muchachos tendrÃan en la playa mas carne de la que podÃan consumir. HabÃa tanta madurita insatisfecha buscando jovenes negros que tenÃan trabajo todos los dÃas. Luego de que los jovenes se fueron, salió, y volvió a la playa. No le comentó nada a Celia sobre su encuentro, y pensaba en lo bueno que era ser joven en esta época cuando el sexo se daba tan fácil. A eso de las 11, cuando el sol comenzaba a apretar volvieron al departamento. Celia se dio una ducha rápida para sacarse la arena, mientras Roberto usó una ducha exterior para limpiarse. Luego se vistió con una pollera de bambula larga y una remera ajustada y corta que dejaba su ombligo a la vista. Era tan ajustada y cerrada que no podÃa usar corpiño con ella.
Preparó el almuerzo, y luego de comer, su esposo le sugirió que se acostarán un rato, cosa que ella rechazó diciendo que iba a aprovechar para volver al negocio de la mañana a ver la ropa que le habÃa gustado. Tomó su cartera, pasó por el baño, se saco su bombacha que guardó en la cartera y salió saludando desde la puerta. Eran cerca de las 2 de la tarde.
Roberto acostado, repasó lo sucedido esos últimos dÃas, y ciertas cosas no le cerraron. La salida nocturna, La ducha a deshora, esta salida intempestiva, cambiada y bañada. Y como si fuera poco, la charla que habÃa escuchado en el baño, que mostraba lo que pasaba en estos lugares en verano. Sin pensarlo se vistió con una bermuda y una chomba y salió detrás de su esposa. Al llegar a la calle, la vio que iba adelante una cuadra, rumbo al local. La siguió a la distancia. Pero su sorpresa fue mayúscula cuando la vio doblar hacia el lado contrario de donde decÃa que iba. Apuró el paso y se quedó media cuadra detrás.
Caminaron varias cuadras, hasta llegar a una casa antigua, de madera, seguramente de las primeras épocas de la ciudad, la cual estaba perdida en medio de un terreno rodeado de ligustros y arbustos varios, y mostraba un cesped descuidado. La casa en general era evidente que habÃa conocido mejores épocas. Estaba en la esquina cuando su mujer ingresó al patio de esa casa en mitad de cuadra y golpeó la puerta. Se abrió y la dejaron pasar.
Se acercó sigilosamente. Las ventanas estaban cerradas. Entró al patio y dio la vuelta alrededor buscando un lugar para ver el interior. En el extremo opuesto una ventana estaba a medio abrir. La oscuridad no dejaba ver adentro. ParecÃa un habitación cerrada. Por fin, no aguantó mas y se metió por la ventana. El resplandor del sol exterior no le permitÃa ver nada y se quedó quieto en el centro de la habitación, cuando un golpe sordo en la cabeza lo dejó sin sentido.
Celia estaba sentada en un viejo sofá, mientras Maulón preparaba unos tragos. Ella nunca tomaba a esa hora, pero tampoco engañaba a su esposo a esa hora, asà que todo estaba permitido.
- SabÃa que vendrÃas, decÃa Maulón de espaldas a ella mientras lidiaba con las bebidas. Estaba solo vestido con una zunga. El brillo de su cuerpo hacÃa parecer que estaba aceitado. En la semipenumbra del salón, estaba fresco, y sin embargo Celia sentÃa un calor como nunca habia sentido.
- Me amenazaste, contestó Celia justificando su presencia.
- No me dijiste como resultó tu investigación sobre el tamaño de los penes, dijo Maulón trayendo los tragos. Celia apuró el suyo y lo dulce no le permitió notar la alta carga de alcohol que tenÃa, mas para una persona no acostumbrada. Al segundo sorbo comenzó a marearse.
- La otra noche no pude observarlo con detenimiento, dijo con picardÃa.
Maulón se dirigió a un mueble y trajo una regla de 30 cms., y se la entregó. Sin cortarse, frente a ella se bajó la zunga y dejó su aparato a la vista. Estaba morcillona pero se veÃa impresionante.
- Tócala para que se ponga en guardia, le ordenó, y Celia timidamente la tomó con sus manos y comenzó a masturbarla.
La veÃa reaccionar ante sus ojos. El tamaño crecÃa. Se iba desenrrollando como una serpiente y en cuestión de minutos estuvo en plena erección.
- Midela ahora, le ordenó, y Celia tomando la regla procedió. 25 cm., y 4 de ancho. Era algo especial. Por eso le habÃa costado tanto recibirla toda.
En ese momento sonó el móvil de Maulón. Insultó en voz baja y subiendo la zunga fue hasta la mesa a atender. Celia lo vio alejarse y le calentaron esas nalgas duras y paradas que hacÃan que su ropa se metiera adentro dejándolas a la vista. Olió sus manos y el olor a macho le invadió las papilas del gusto haciendo que se mojara por completo.
- Si, entiendo, Espera un minuto.
- Esperame un momento y termina tu trago que ya vuelvo, le dijo, saliendo por la puerta de frente. Celia tomó la copa y de a sorbo fue bebiendo hasta terminarla Se sentÃa mareada y feliz, como nunca.
Maulón dio vuelta a la casa e ingreso por la ventana del fondo. Otro negro estaba sentado en una cama y el cuerpo de Roberto estaba en el suelo.
- Lo sorprendà queriendo entrar.
Maulón miró al perpetrador.
- Es el marido de la perra que está conmigo. Se ve que la siguió. Parece que no es tan estúpido como parece. Cornudo pero no tonto.
- ¿ Y ahora que hacemos? , preguntó el amigo.
- Ayúdame y le vamos a enseñar a no meterse donde no lo llaman.
Lo levantaron y lo llevaron hasta otra habitación grande con una cama matrimonial. TenÃa una habitación baulera profunda cuyo fondo estaba en total oscuridad y de donde se veÃa perfectamente la cama.
Lo sentaron en un sillón y lo ataron firmemente, amordazándolo. De a poco fue despertando y cuando reaccionó se encontró frente a dos negros que lo miraban sonrientes. Eran los del baño y el miedo se reflejó en su rostro. La vÃctima propiciatoria era sin dudas, su esposa.
- Bienvenido señor. Estamos pensando en llamar a la policÃa para denunciar una tentativa de robo, le dijo Maulón.
Roberto abrió los ojos sorprendido.
- En realidad sabemos que no vino a robar, sino que estaba siguiendo a su esposa, no es asÃ?
Roberto asintió con la cabeza.
- Bueno, desde aquà va a poder ver que ella está bien y que nada va a pasarle. Por lo menos nada que ella no quiera. Espero que disfrute del espectáculo, y diciendo esto salieron de la baulera, una música afro comenzó a sonar en la habitación, las luces se apagaron quedando todo en penumbras, permitiendo los rayos de luz que se colaban por las hendijas de la ventana ver perfectamente el interior de la habitación, pero haciendo imposible verlo a el en el lugar que estaba. Roberto estaba allà sorprendido y dolorido. No entendÃa lo que pasaba. La cabeza le dolÃa, pero su orgullo estaba peor.
Unas voces se escucharon y su esposa entró en cuadro de la mano de Maulón.
- Aquà estamos, dijo el negro.
- Estoy un poco mareada, dijo Celia.
- ¿ Cumpliste lo que te habÃa ordenado sobre tu ropa?
- Si
- Muéstrame, dijo el negro sentándose en la cama.
Celia, para sorpresa de Roberto se sacó la remera ajustada y quedó desnuda de la cintura para arriba. A continuación se sacó las sandalias, y dejó caer su falda, quedando totalmente desnuda.
- Muy bien, asà no tendré que romper nada como pasó anoche.
- Eres un animal. La ropa es costosa.
- Reconoce que gozaste como una perra, dijo Maulón mirando hacia la baulera
- La verdad que la pasé muy bien.
- El primer polvo fue lindo, pero cuando te tomaste toda mi leche me enloqueciste, dijo sabiendo que Roberto no perdÃa palabra, y su sorpresa crecÃa minuto a minuto. La noche antes este negro se habia beneficiado a su esposa, y no conforme con cogerla le habÃa acabado en la boca y la muy puta de habÃa tragado todo. Su rostro enrojeció de furia pero la forma en que estaba atado y el peso del sillón le impedÃa moverse. Cualquier ruido además, quedarÃa tapado por la música.
Solo podÃa mirar.
- Ahora ven a desnudarme dijo Maulón y Celia obediente se acercó, se arrodilló y le bajó la zunga, saltando como un resorte la morcilla del joven.
Roberto quedo congelado ante la visión de semejante herramienta. ¿ Su esposa se habÃa cogido a ese animal? Era increÃble, y sin querer comenzó a excitarse. Notaba dentro de su pantalón como su verga latÃa.
Celia la acarició un momento y sin esperar la orden se la metió en la boca todo lo que pudo. Maulón se tiró hacia atrás disfrutando de la fellatio.
- Ahhhh, que placer, sigue , sigue, dijo para relajarse totalmente.
Durante varios minutos se escuchaba la música y de fondo el chupeteo de Celia. Roberto sentÃa que su verga iba a explotar.
Maulón se enderezó y la levantó a Celia obligandola a abandonar su tarea. Allà arrodillada le hizo levantar la cara y le metió la lengua en la boca salvajemente. Sin soltarla la hizo poner de pie y la atrajo hacia él, haciendo que se acostara a su lado. La acomodó en la cama, y metió su cabeza entre sus piernas comenzando a pasar su lengua por su sexo, haciendo que Celia gimiera de placer. Roberto estaba excitado como nunca . Sin poder controlarse sintió que se iba en seco manchando sus pantalones, mientras comenzaba a sollozar quedamente.
- ¿ Cómo averiguaste lo de la encuesta de penes? Le preguntó Maulón entre lengüetazo y lengûetazo.
- Mi esposo me comentó, dijo Celia en una nube de placer y alcohol.
- Asà que el cornudo te motivó, seguro que estará contento de que hayas decidido averiguar por tu cuenta.
- No bromees que lo amo de verdad, dijo Celia enojada
- Si, me imagino que lo amas mucho, pero a una buena verga negra no le haces asco, zorrita, decÃa el negro.
- Sigue, sigue, no te detengas, dijo Celia sintiendo que le llegaba el orgasmo.
- Pero no puedes sacar conclusiones con un solo ejemplar, dijo el joven, y Roberto entendió de pronto lo que iba a pasar. Estaba todo preparado para que el otro negro que habÃa visto también se aprovechara de Celia, y ella no sabÃa nada.
- Sigue, sigue. Siiiiiiii, dijo Celia acabando.
Maulón la miró acabar y esperó que terminara. Mientras la dio vuelta y la puso en cuatro patas como si fuera una muñeca. Celia, floja por su orgasmo no se resistió.
- Tienes que profundizar tus estudios, si quieres sacar conclusiones de verdad, insistió Maulón, mientras se colocaba a la grupa de Celia. Roberto veÃa desde su lugar a su esposa de costado con ese negro detrás preparado para clavarla con esa herramienta monstruosa. Cuando el apuntó, y separó sus labios vaginales, vio una escena de un morbo total. Despacio vio como esa vara se iba hundiendo en su esposa, que ocultaba su cara en la almohada y se aferraba con sus manos de ella para aguantar la embestida.
- Despacio, despacio que me partes, rogaba Celia.
- Un solo negro camerunés no sirve como medida, dijo Maulón mientras terminaba de empalarla.
- ayyy, me tendré que conformar contigo. ¿ De donde voy a sacar otro negro? No voy a andar por la calle persiguiendo morenos, dijo Celia mientras su cara era de goce total.
- ¿ Te gustarÃa analizar a otro ejemplar? Déjalo en mis manos, dijo mientras comenzaba un pistoneo lento y profundo.
Roberto no podÃa creer lo que escuchaba ni lo que veÃa. Jamás se hubiera imaginado que una mujer pudiera albergar semejante pistón, y mucho menos lo hubiera esperado de su esposa. Y para colmo era evidente que gozaba como una perra. Por lo demás, a pesar de haber acabado hacÃa unos minutos, ya estaba nuevamente recaliente. Se sintió alarmado: no se sentÃa engañado. Por el contrario, le gustaba ver a su esposa en esa situación. ¿ Era un voyeur acaso? ¿ Le gustaba ser un cornudo consciente? Nunca lo hubiera creÃdo. Si alguien le hubiera sugerido de montarse a su esposa y que él mirara, le hubiera partido la cara.
Salió de sus pensamientos cuando los gritos indicaron que el duelo en la cama se estaba resolviendo. El pistoneo del negro era salvaje y Celia enlazaba un orgasmo con el otro gritando como una perra.
- Sacala, no me llenes, por favor, rogó como la noche anterior.
- Esta vez no nena, esta vez sentirás el sabor de la leche negra. Te llenare en toda regla, y ahà te va, dijo metiéndose hasta el fondo y saliendo para volver hasta el fondo, mientras la tensión de sus músculos indicaba que estaba eyaculando.
- ¡¡Me quemas!!! ¡¡¡ Me quemas!!!, ¡¡¡nooooooooooo!!!!, pero no habÃa forma de escapar
- ¿ Lo sientes perra? ¿ Lo sientes? ¿ Sientes mi semen dentro tuyo? Toma, y toma mas, gritaba Maulón mientras se seguÃa vaciando.
Celia aflojó sus rodillas y cayó sobre la cama, y el macho encima de ella, sin sacarla y sin dejar de acabar, aplastándola bajo su cuerpo. Roberto desesperado veÃa como un negro llenaba a su esposa, y en lugar de enfurecerse, volvió a acabar sin poder evitarlo.
Celia sollozaba, aplastada bajo el negro. Lentamente Maulón desenfundó su verga y giró hasta quedarse acostado boca arriba al lado de Celia.
- ¿ Porqué me llenaste? Es peligroso. Te lo rogué, te lo pedÃ, y no me hiciste caso, le recriminaba Celia.
- Si tienes dudas te tomas la pÃldora, y si no tendrás un hijo negrito que explicarle al cornudo de tu marido. Tu verás, le dijo acariciándola con ternura que contradecÃa la dureza de su expresión. De a poco Celia comenzó a calmarse. Se dio vuelta y se acurrucó contra el cuerpo del negro.
- No te preocupes que nada va a pasar, le dijo consolándola, además dentro de un rato te volveré a dar leche, asà que no hay problemas.
Celia se quedó quieta.
- Bueno señora, estuvo bien no? Te gustó?
- Si, estuvo bien.
¿ Mejor que con tu esposo?
- Es distinto. A mi marido lo quiero, y compartiré con él toda mi vida. Esto es otra cosa.
- ¿ Y que és?
- Esto es morbo, es sucio, es lo prohibido. Pero no es más que eso.
- Y además es un estudio antropológico, dijo Maulón sonriendo. La expresión provocó la sonrisa también de Celia.
- Por supuesto. No iba a morirme sin saber si lo que decÃan era cierto, dijo con picardÃa.
- ¿ Y lo es?
- Debo reconocer que jamás salà con un negro y que nunca tuve una del tamaño de la tuya. EstarÃa por pensar que es verdad.
- Con uno solo no sacas la media. Espera un momento.
Se levantó y salió del dormitorio. Celia sin entender lo que pasaba, se arreglaba su pelo, mirándose en un espejo que estaba en la mesa de noche. Maulón volvió y se acostó a su lado.
- Celia, te presento a Abdul, dijo sonriendo.
Celia empalideció. Estaba allà desnuda y Maulón habÃa hecho entrar otra persona. Rápidamente se tapó con la sabana, y quedó helada.
- Buenas tardes señora, dijo el negro que habÃa golpeado a Roberto. Roberto lo reconoció luego de un momento.
- Bu bu buenas tar tardes..... dijo Celia balbuceando.
- Mi nombre es Abdul y estoy aquà porque mi amigo Maulón me dijo que Ud. tenÃa un especial interés por ciertas caracterÃsticas de nuestra raza. Yo soy camerunés como él.
Celia miró a Maulón sin atinar a decir nada.
- Querida, creo que es justo que saques tus propias conclusiones. Abdul te permitirá comparar, y dicho esto Roberto vio como Abdul comenzó lentamente a desnudarse.
- Nnnno cccreeo que seea necesario, dijo Celia asustada, pero nadie pareció escucharla. Abdul ya estaba solo con un pantalón amplio puesto. Toda la otra ropa estaba en el suelo. Un cuerpo duro y fibroso, negro y brillante estaba a los pies de la cama. Celia lo miraba hipnotizada. No podÃa apartar sus ojos de esa figura. Por fin los pantalones cayeron y Celia descubrió que no llevaba nada debajo. Y no fue lo único que descubrió. Frente a ella una vara no menos larga que la de Maulón, pero mucho mas gruesa . Su sexo se humedeció de solo verla.
- Veo que te has quedado muda, querida, dijo Maulón , pero no puedes dejar tu estudio por la mitad. Vé y tocala, vamos, la incitaba .
Sin darse cuenta Celia se pasó la lengua por los labios que sentÃa resecos, y lentamente se sentó en la cama. La sabana descubrió su cuerpo, pero ella pareció no notarlo. Se arrodilló acercándose al borde de la cama y tomó la verga de Abdul. No podÃa creer lo que tenÃa en las manos. Sus dos manos envolvieron esa lanza negra y la descapucharon. Una cabeza grande como un damasco asomo, y una gota de lubricante rodó como demostración del estado en que estaba el negro. Despacio la verga comenzó a crecer y endurecerse. Por fin adquirió su máxima distensión. Maulón le ofreció a Celia una regla, y ella procedió a medirla. 27 cms de largo 6 cms de ancho .Impresionante.
- Y perrita? ¿ Has completado tu estudio? Dijo Maulón con suficiencia.
Celia no contestó. Miraba ese monstruo que tenÃa en sus manos.
- Bueno, has conseguido excitar a mi amigo. Ahora no podrás dejarlo asÃ. Ven y acuéstate, dijo tomándola de los hombros y arrojándola sobre la cama.
Celia miraba alternativamente a ambos machos.
- Es tarde, tengo que irme, dijo con miedo.
- En un rato podrás irte. No te puedo asegurar que puedas caminar normalmente, pero vas a irte. Ven Abdul, es toda tuya, y el otro rápidamente se acostó sobre la hembra y comenzó a besarla. Celia no se resistió. Por el contrario se dejó hacer. Cuando Abdul se metió entre sus piernas, las separó y las calzó sobre sus antebrazos, sintió la impresionante cabeza del sexo del negro apoyado contra los labios de su vagina. Estaba bien lubricada, por sus lÃquidos, pero también por el semen de Maulón que habia brotado de su cuerpo. Pero pensó que jamás podrÃa ser penetrada por ese negro. De hecho renegó bastante, insultó y se enojó hasta que por fin su pene se abrió camino. Cuando la cabeza perforó su cuerpo, un gruñido de satisfacción salió de la boca de Abdul.
- Ahhhhhhhm fue todo lo que dijo Celia, al sentirse penetrada.
- ¿ Estás seguro que la clavaste hasta el fondo? Preguntaba Abdul a su amigo.
- Te digo que si. La muy puta es capaz de tragarse cualquier cosa. Ten un poco de paciencia. Despacio la serpiente se fue desenrrollando dentro de la hembra.
- Mira que hace rato que no consigo alojarla toda. Estas niñas modernas se asustan y no me dejan.
- Quédate tranquilo que la experiencia y la desesperación de Celia, te va a permitir guardarla toda.
Es una verdadera puta ninfómana con debilidad por las grandes vergas negras.
Y en verdad, de a poco Roberto veÃa como centÃmetro a centÃmetro ese monstruo se alojaba en el cuerpo de su mujercita. Su respetada mujercita. Su fiel y recatada mujercita. La que jamás querÃa chuparle la verga. La misma que se acababa de comer un negro e iba por el segundo.
- No puedo mas, detente, suplicó Celia. Pero Abdul no estaba dispuesto a cejar en su intento y seguÃa empujando. Celia trataba de retirarse, pero los brazos del macho la tenian totalmente inmovilizada. Decidió aflojarse para facilitar la penetración y evitar que la lastimaran, ya que este negro estaba decidido a clavarla asà la matara. Al aflojarse, las cosas se facilitaron y en un par de arremetidas sus cuerpos se chocaron.
- Maulón, estoy adentro hasta las cachas. TenÃas razón. Es muyyyy puta, dijo comenzando a bombearla.
Las sacudidas hacÃan resonar la cama. Roberto sollozaba ante la escena. Maulón incitaba a su amigo a que le diera sin compasión. Celia se esforzaba por no llorar ante la forma en que la estaban usando. Al final, Abdul aceleró y le echó dentro hasta la última gota de su leche, en medio de gritos y alaridos. Celia, ante la rudeza de la penetración no llegó al orgasmo. Sintió como el semen del negro la inundaba sin compasión, y suspiró aliviada de que todo hubiera terminado. Abdul desensilló y se bajó de la cama.
- Bueno Maulón gracias por la invitacion. Tengo que irme a trabajar, sino seguiria dandole caña a esta vieja hasta la noche, pero no faltará oportunidad, señora. Hasta la próxima, y diciendo esto salió del cuarto.
- Yo también tengo que irme, dijo Celia. Mi esposo me está esperando. Y rápidamente se vistió.
- Bueno Celia, no quiero interferir en tu matrimonio, pero ten presente para la próxima que hay algo que todavÃa no conoces, le dijo.
- Que me falta conocer?, preguntó curiosa
- Como se siente una verga negra en el culo, pero para que puedas disfrutarlo tienes que tener experiencia previa. ¿ Alguna vez lo has hecho? Le preguntó.
- jamás lo he hecho ni lo haré, dijo convencida.
- Tu te lo pierdes. Imaginate mi verga caliente y dura dandote por detrás, querida. Hasta que no pruebes eso no sabes lo que es coger con un negro. Pero te aconsejo que convenzas a tu marido de que te haga el culito, porque si no te lo voy a partir en cuatro. Si te ablanda el cornudo con su poronguita muestra gratis, luego tendrás el premio mayor.
- No pienso hacerlo, dijo Celia decidida.
- Bueno, aquà tienes mi celular. Cuando hayas debutado me llamas y te voy a montar como nunca te han montado. Hasta ese momento, ni te molestes en hablar conmigo. Y ahora vete, le dijo mientras comenzaba a vestirse .
Celia salió apurada .
Maulón cuando quedó solo se dirigio a la baulera. El aspecto de Roberto era lamentable. Estaba destruÃdo y además sucio de los orgasmos que habÃa tenido. Maulón lo miro y movió la cabeza.
- Mire señor, quise que lo viera para que supiera la mujer que tiene al lado. No es que no lo quiera, pero es insaciable, y este verano está dedicada a gozar como una posesa.
Lo desató y Roberto quedó allÃ.
- Uds se aprovechan de ella. La emborrachan y ella se descontrola.
- Nadie la fuerza a hacer lo que hace. Pero es facil comprobarlo. Vaya a su casa, y si en los próximos dÃas su mujercita le pide que le haga el culito, Ud. ya sabe porque lo pide. Y ahora váyase y no vuelva nunca por acá porque no seremos tan buenos. Yo no persigo mujeres, pero las que se regalan las recibo. Lo tomó del brazo y lo sacó a la calle, cerrando su puerta detrás de él.
Roberto se apresuró a llegar al departamento, por un camino más corto . Celia no habÃa llegado. Se metió en la ducha y se bañó. Cuando Celia llegó, Roberto estaba en el dormitorio, asà que fue el turno de Celia de entrar al baño.
Cuando entró al dormitorio Roberto se habÃa vestido y la esperaba.
- ¿ Qué te compraste? Le pregunto con indiferencia.
- Estuve en varios comercios y no vi nada que me gustara, mintió
- Debe hacer mucho calor porque decidiste bañarte, le dijo.
- Si, ni te imaginas como transpiré. Pero Roberto no solo se lo imaginaba. Lo habÃa visto.
Esa tardecita fueron a la playa un rato. HabÃa mucho viento asà que volvieron temprano, salieron a cenar y volvieron al hotel. Nadie dijo nada de lo ocurrido. Roberto se fue tranquilizando. El affaire con los negros habÃa terminado Su mujer habÃa tenido bastante, y todo volverÃa a la normalidad.
Un par de noches después ella le incitó a tener sexo. Los preliminares fueron espectaculares. Celia se habÃa soltado totalmente, y Roberto estaba caliente con las imágenes que habÃan quedado grabadas en su retina. Pero su mundo se desmoronó, cuando a punto de iniciar la penetración, Celia lo detuvo, y con mirada cómplice, le dijo:
- Querido, hoy tengo ganas de probar algo distinto, te animás?
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