Cogiendome a mamá
Vestido a tono con el calor del verano tropical, Javier tenía puesta una pantaloneta corta de tela suave y una camiseta deportiva que le descubría ambos hombros. Sin nada que hacer a las cuatro de la tarde, había ido a descansar al sofá de la sala donde se puso a leer el periódico vespertino.
Javier oyó los pasos de su madre y levantó la vista. -Vaya, qué hembra! Pensó. Y es que su madre, sin duda también afectada por el calor, tenía puesto un short corto muy ceñido que hacía resaltar sus hermosas piernas blancas y redondas. Además, aquella blusa semi-transparente permitía adivinar sus hermosos pechos más bien descubiertos por aquel brazier que apenas alcanzaba a cubrir las copas de sus tetas. –Te gusta mi look? Le preguntó a Javier viéndolo directamente a los ojos mientras le sonreía coquetamente. -Si mamá, parece que el calor te pone espléndida. Javier dio por terminada la conversación y bajo la vista nuevamente para concentrarse en las noticias de la tarde.
Oía el deambular de su madre moviendo cosas en la sala, lo que después de unos minutos lo hizo verla de nuevo. La visión que se dibujó a sus ojos le provocó una descarga que desde su cerebro le recorrió el pecho, su estómago, su verga y sus bolas. Por supuesto, no fue la acción de su madre lo que hizo que se olvidara del periódico. De espaldas, su madre le estaba permitiendo un paisaje fabuloso. Y es que por la parte de atrás, su short no solamente le quedaba muy ceñido al grado que marcaba claramente la raya de sus nalgas, es que además estaba demasiado escotado de modo que destapaba sugestivamente sus redondos y amelonados glúteos. –Ay mamá, eres toda una ricura. Se le escapó arrepintiéndose al instante. –Vaya, o sea que si te gusta mi look. Respondió su madre a la distancia, girando la cabeza, sonriéndole con guiño picaresco y meneando su grandiosa cintura. -Y dime, qué es lo que más te gusta de mi atuendo?. Se acercó su madre. Pero entonces sonó el timbre y su madre se volteó para atender. –Ahora vuelvo, chiquito.
Javier no pudo evitar seguir el movimiento de aquella cintura con la mirada. -Qué culazo! Pensó, mientras veía a su madre alejarse sonriendo. Volvió de nuevo a tomar el periódico e intentó concentrarse en la lectura. Pero por laguna razón, su madre parecía tener especial interés en atraer su atención. –No me has respondido chiquito. Oyó la voz de su madre que se acercaba de nuevo. Entonces Javier dejó el periódico sobre la mesa y se sentó derecho en el sofá para verla. –Te lo diré, siempre que me regales un par de vueltecitas, sugirió. -Muy bien, chiquito. Este calor está tan animante que hasta bailaría para ti. Y provocativamente empezó a danzar moviendo coquetamente la cintura y a girar lentamente para que su hijo la pudiera apreciar.
-Todo lo que vistes te luce muy bien, pero lo más especial es tu short.
–Por qué? Dímelo. –No sé, tal vez porque resaltan muy bien tus nalgas y porque se marca bien tu tanga en la parte de arriba.
–Algo más chiquito?. Al parecer su madre quería una descripción completa.
-No sé, creo que notar como desaparece tu tanga más abajo es exquisitamente delicioso, mami.
–Si que sabes donde poner los ojos, machito atrevido. Le reprendió su madre siempre con la sonrisa solicitando más piropos como aquellos. –Me puedo sentar en tus piernas? Dicho y hecho, su madre se le acercó y puso sus posaderas sobre las piernas de su hijo mientras se reclinaba sobre el respaldo del sofá.
Javier estaba sorprendido. Qué le pasaba a su madre? Sería la ausencia de su padre que había salido de viaje hace tres meses y volvía hasta en dos más. Sería que estaba alegre por tenerlo a él en casa después de largo tiempo fuera para terminar sus estudios de licenciatura?. O es que aquella hembra estaba en celo? Decidió no preguntar sino apreciar lo que tenía pegado a él y disfrutar del momento. –Vamos, hazme un masajito en la espalda, pidió su madre.
Obediente, Javier extendió sus manos y fue subiendo hasta agarrar suavemente sus trapecios. Empezó a presionar sus dedos lentamente, a masajear con ambas manos extendidas la espalda de su madre. Luego utilizaba el canto de sus manos para golpetear suavemente, entonces cerraba los puños y los dejaba caer sin fuerza martillando por toda aquella superficie de carne delicada. –Vaya, eres bueno para el masaje, le halagó su madre, creo que me vendría mejor si no tengo la blusa. Me la quitas? Javier abrió los ojos con asombro pero evitó pensar. Simplemente deslizó ambas manos por debajo de la blusa y empezó a levantarlo. Su madre enderezó su tronco y levantó los brazos facilitando el desprendimiento de la prenda.
Ahora pudo ver que el brazier era de un amarillo intenso. También se lo quitaría? Sería del mismo color la tanguita? –Sigue masajeándome rico, dijo su madre, mientras se reclinaba nuevamente sobre el respaldo del sofá. Javier volvió a cubrir la espalda de su madre con sus manos ejerciendo una suave presión de abajo hacia arriba. Notó que el contacto directo con la piel de su madre le proporcionaba una sensación de placer distinto que no pudo definir bien. Lo cierto es que después de diez minutos de empezar aquel contacto, empezó a ver a su madre de una manera distinta. Recorrió con la mirada aquel cuerpazo. Empezando por la cabellera de su madre, quien en ese instante, como si adivinara la faena de su hijo, se tomó el grueso de cabello deslizándolo a un lado de su cuello. Javier apreció y sintió la sensualidad de su nuca, de los lóbulos de sus orejas, y se inclinó para oler la fragancia de aquel cuello, de su cabello. Instintivamente pellizcó sin brusquedad esos lóbulos, presionó con ambos índices los costados de su nuca y dibujo una línea por todo lo largo de su espalda. –Mmm, que sensación más deliciosa, oyó que musitaba aquella hembra. -Chiquito, el brazier me aprieta.
O sea que sí, se lo quitaría también. Pero no pudo, fue su nerviosismo, su torpeza o había algo de complejo en el seguro del brazier? -Ay chiquito, no me digas que nunca le has quitado el brazier a una hembra? Le recriminó su madre quien en un segundo se lo desabrochó y se irguió frente a Javier para que terminara de quitárselo. Entonces se volteó ligeramente mostrándole sus tetas.
–Qué te parecen?
–Me dan ganas de volverás a mamar.
-Pero esta vez no tienen leche, papacito!
Javier apretó las copas oscuras de aquellas tetas con sus yemas, los pellizcó, y los amasó con su pulgar. Un susurro de placer se le escapó a su madre. Desde su espalda, Javier la rodeó con sus brazos alcanzando con sus manos aquellas tetas que lo amamantaron en su niñez. Con las palmas sobre la cima de sus pechos, inició a amasarlos suavemente, a moverlos en forma circular, de arriba hacia abajo. De modo que sus cuerpos se juntaron, y Javier pudo hundir su nariz en la cabellera de su madre, mordisquear sus orejas y pasar la punta de su lengua por aquella nuca sensual. -Papacito, pero si no te has quitado la camisa. Dijo su madre, al tiempo de girarse sobre sí e iniciar a quitársela, luego de lo cual volvió a reclinarse sobre el respaldo del sofá ofreciendo a Javier toda su espalda. El chico volvió a meter sus brazos y a rodear sus tetas con sus manos. Qué suaves! Y qué grandes!. Después de veinte minutos de iniciar aquella sesión con su madre, empezó a reconocer la frescura, el olor y el calor de aquella hembra.
La tenía frente a él, completa, sentada en sus piernas, con su dorso desnudo. Entonces reparó en sus imágenes devueltas por el espejo de un mueble escondido en el fondo. Vio el rostro satisfecho de su madre, su pelo alborotado, el bamboleo de sus tetas en sus manos. Notó el mordisqueo que hacía su madre con sus labios, y como su lengua salía a relamerlos. Le gustó verla, le gusto verse, se recostó a su espalda, le besó la nuca y le excitó la imagen. –Quien me viera así, pensaría que me estoy cogiendo a esta puta, pensó.
La recorrió nuevamente de arriba abajo con la mirada y solo en ese momento pareció darse cuenta que ambos estaban tapados de la cintura. Entonces volvió a concentrarse en ese atrevido short que tapaba el culo de la hembrona y a apreciar la tanga que desaparecía de pronto. De qué color sería? Como luciría ese culo sin nada? Tenía que descubrirlo. Volvió a pasar la punta de su lengua por las orejas de su madre, se los metió en los oídos y lamió sus pabellones, la sintió estremecerse y escucho un –Qué delicia! Recorrió con su lengua toda la espina dorsal de su madre, y se detuvo donde empezaba el short. Regresó, volvió y regresó de nuevo. Cuando vio al espejo, notó que su madre lo estaba mirando, y le sonreía con lascivia mostrando descaradamente las ganas que tenía de ser cogida. El se le acercó al oído y le dijo: Mamacita, eres todo un culazo!
Como respuesta su madre se incorporó y, siempre de espalda, pasó a sentarse directamente frente a él de modo que sus piernas quedaron encerradas en las de ella. El vidrio-espejo del frente les devolvió una imagen espectacular. Mientras Javier la siguió masajeando ahora con un poco de brusquedad simulando el bombeo rítmico de una cogida, aquella hembra bajó una de sus manos y desanudó el costado del short doblando un lado hacia el frente y otro hacia atrás. Javier que no perdió detalle de ese movimiento vio como aquel hermoso culo se destapaba. Metió su mano izquierdo bajo la cintura de su madre y su mano derecha se posó sobre las nalgas con lo que ayudó a descubrir mejor ese trasero. Javier sintió su semen fluyendo de su verga, diluirse en sus bragas y mojar sus hinchadas bolas. Esa sensación de líquido mojando sus huevos le provocó mayor excitación. Puso sus manos sobre las nalgas de su madre y empezó a amasarlos, a presionarlos mientras con su pulgar e índice haló la tanga que estaba desaparecida en la raya de aquel culo. Lo fue estirando mientras lo restregaba y lo oscilaba en medio de aquella rayona tan apetecida. En el espejo su madre relamía y humedecía sus labios con desesperación.
Otra vez vio la mano de aquella puta bajar. Esta vez directamente sobre su pantaloneta. Sobar su vara, pellizcarla, e ir hurgando hasta sus bolas. Aquella mano se extendió y amasó con delicadeza y esmera dedicación sus bolas y su verga. Javier empujó a su madre hacia adelante hasta ponerla de pie. Inmediatamente vio como aquel short se desprendió de su sitio y se apresuró a quitarle la tanga mientras la hembra se inclinó dejando su culo pegado al rostro del chico.
Luego se volteó y se arrodilló frente a él mientras lo miraba con ojazos de puta irrefrenable. Le quitó la pantaloneta y el calzoncillo, llevándose esto a su nariz. –Qué delicioso es tu olor de macho! Ahora voy a saber a qué sabe. Cuando su rostro estuvo frente a la verga de su hijo giró los ojos para verlo. Su lengua asomó a su boca y se relamió de gusto. Siempre viendo a los ojos de su hijo, puso su lengua en la punta de aquel mojado glande, luego de lo cual hizo una sesión de rápidas vibraciones de la punta de su lengua sobre la boca chorreante de aquella cabezota. Del mismo modo abrió su boca y empezó a metérsela hasta cubrirlo. Y se detuvo en una sesión intensa de sexo oral mientras Javier veía su verga desaparecer entera en el interior de aquella boca deliciosa.
-Cómo me quieres coger? Preguntó la puta cuando sintió a aquel macho a punto de venirse.
-Te quiero a gatas.
Puso sus rodillas sobre el asiento del sofá y se apoyó con los brazos en el respaldo. Javier la vio colocarse y la contempló unos instantes antes de ponerse frente a ella. Vio aquel culo levantado, ofreciéndosele. Se agarró a sus nalgas, otra vez vino la mano de su madre y condujo su vara hacia la puerta del paraíso. Entonces notó como su madre se movió hacia atrás y sintió como su verga se hundió hasta el fondo. –Cógeme, chiquito, cógeme rico! Decía su madre mientras se movía encabritada cada vez más rápidamente ensartándose en la verga de Javier. Así, así, dámelo todo, papacito, méteme hasta tus bolas. –Qué hembra más puta es mi mamá. Pensó Javier mientras acariciaba ambos cachetes del culo de su madre. Por instantes separaba aquellos cachetes y veía como aquella piel blanca y lisa se iba volviendo rosada y arrugada más adentro. Por instantes veía el ojete de su madre, un orificio arrugado donde el color se hacía casi negro de lo intenso. Imaginó su verga perforando aquel ojete.
Entonces, en algunos instantes en que su madre se movía hacia adelante para tomar aviada y volverse a ensartar, Javier se la sacaba y rápidamente aprovechaba para poner todo el largo de su vara en la raya de su madre, y lo hundía y lo restregaba para que aquel ojete sintiera su presencia, le gustara su calor y se fuera humedeciendo. Que su madre no opusiera resistencia lo animó y cuando vio al espejo se dio cuenta que aquella puta estaba complacida y había adivinado su intención.
En el deseo incontenible de venirse, Javier tuvo la visión de que si ahora no se cogía a esta puta por el culo nunca lo haría. De modo, que apretó su verga para aguantar el orgasmo, y la sacó de la vagina solo para treparse un centímetro más arriba donde sintió el palpitar ansioso de aquel ojo. Le puso su cabezota y lo dejó detenido un instante de modo que su semen fluyera y lo embadurnara. Siguió presionando y con sorpresa sintió la facilidad conque aquel ojete le permitía el paso. Con la mirada clavada en ese punto, siguió empujando hasta ver como aquel culo se tragaba su verga entera. Vio a su puta acomodarse, preparándose para recibir sus embestidas. Entonces inició su camino de regreso. Apunto de abandonar aquella puerta, volvió a entrar de improvisó. La putona chillo y se sacudió pero le pidió que repitiera. Uno, dos, tres, cuatro y más puyones y aquella puta empezó a moverse salvajemente ensartándose la vara de su hijo en el culo. Javier vio al espejo desde donde su madre le sonreía con glotonería, son satisfacción, con aire de puta realizada, mientras chillaba: -Así papito, así, me encanta tú verga, tan caliente, tan húmeda, tan grande.-Reviéntame el culo papacito, lléname, cógeme como a una puta cualquiera.
Aquella jineta y sus chillidos, provocaron lo irremediable. Javier sintió escalofríos recorrerlo entero, su verga se tensó al tiempo que sentía el chorro de semen recorrer toda la uretra, derramarse en su glande y llenar el ojete de su madre. Dio unos cinco embestidas más y observó como entre aquel orificio y su tolete se desbordaba su leche de macho desbocado.
No pudo más. Quedó inmóvil. Su verga se fue relajando hasta abandonar su nido. Abrió un instante las nalgas de su madre para observar su ojete manchado de semen que goteaba de aquel orificio maravilloso.
Cansados, sudorosos, acalorados, aquella hembra y su macho permanecieron tendidos algunos minutos. Después ella se volteó para pellizcar el seno del chico, pellizco que se volvió un rasguño delicioso al recorrerle desde el pecho hasta las bolas. Luego palmoteó tres veces su tolete y viéndolo a los ojos exclamó: -qué bien usas el pito hijito! Para ser joven, eres un experto en trata de putas.
Se levantó y se alejó al baño meneando provocativamente el trasero. –Qué rica es la puta de mi madre.
Javier se acomodó en el sofá mientras observaba como su verga se iba desplomando luego de aquel combate formidable. Le parecía increíble el enorme tamaño que aquel pedazo de su carne alcanzó y la sensación de placer indescriptible que le proporcionó solo hace unos instantes. Se lo examinó, lo revisó al derecho y al revés buscando rasgos de heces de aquel culo. Estaba limpio. –Vaya, qué ojete más limpio y más tragón.
El calor impasible de la tarde, el cansancio producido por aquella sesión espectacular, y la satisfacción de haberse cogido a la puta de su madre, le provocaron aquella sensación de relajamiento pleno. Todavía de su verga emanaban sus jugos interiores cuando se quedó dormido.
Vestido a tono con el calor del verano tropical, Javier tenía puesta una pantaloneta corta de tela suave y una camiseta deportiva que le descubría ambos hombros. Sin nada que hacer a las cuatro de la tarde, había ido a descansar al sofá de la sala donde se puso a leer el periódico vespertino.
Javier oyó los pasos de su madre y levantó la vista. -Vaya, qué hembra! Pensó. Y es que su madre, sin duda también afectada por el calor, tenía puesto un short corto muy ceñido que hacía resaltar sus hermosas piernas blancas y redondas. Además, aquella blusa semi-transparente permitía adivinar sus hermosos pechos más bien descubiertos por aquel brazier que apenas alcanzaba a cubrir las copas de sus tetas. –Te gusta mi look? Le preguntó a Javier viéndolo directamente a los ojos mientras le sonreía coquetamente. -Si mamá, parece que el calor te pone espléndida. Javier dio por terminada la conversación y bajo la vista nuevamente para concentrarse en las noticias de la tarde.
Oía el deambular de su madre moviendo cosas en la sala, lo que después de unos minutos lo hizo verla de nuevo. La visión que se dibujó a sus ojos le provocó una descarga que desde su cerebro le recorrió el pecho, su estómago, su verga y sus bolas. Por supuesto, no fue la acción de su madre lo que hizo que se olvidara del periódico. De espaldas, su madre le estaba permitiendo un paisaje fabuloso. Y es que por la parte de atrás, su short no solamente le quedaba muy ceñido al grado que marcaba claramente la raya de sus nalgas, es que además estaba demasiado escotado de modo que destapaba sugestivamente sus redondos y amelonados glúteos. –Ay mamá, eres toda una ricura. Se le escapó arrepintiéndose al instante. –Vaya, o sea que si te gusta mi look. Respondió su madre a la distancia, girando la cabeza, sonriéndole con guiño picaresco y meneando su grandiosa cintura. -Y dime, qué es lo que más te gusta de mi atuendo?. Se acercó su madre. Pero entonces sonó el timbre y su madre se volteó para atender. –Ahora vuelvo, chiquito.
Javier no pudo evitar seguir el movimiento de aquella cintura con la mirada. -Qué culazo! Pensó, mientras veía a su madre alejarse sonriendo. Volvió de nuevo a tomar el periódico e intentó concentrarse en la lectura. Pero por laguna razón, su madre parecía tener especial interés en atraer su atención. –No me has respondido chiquito. Oyó la voz de su madre que se acercaba de nuevo. Entonces Javier dejó el periódico sobre la mesa y se sentó derecho en el sofá para verla. –Te lo diré, siempre que me regales un par de vueltecitas, sugirió. -Muy bien, chiquito. Este calor está tan animante que hasta bailaría para ti. Y provocativamente empezó a danzar moviendo coquetamente la cintura y a girar lentamente para que su hijo la pudiera apreciar.
-Todo lo que vistes te luce muy bien, pero lo más especial es tu short.
–Por qué? Dímelo. –No sé, tal vez porque resaltan muy bien tus nalgas y porque se marca bien tu tanga en la parte de arriba.
–Algo más chiquito?. Al parecer su madre quería una descripción completa.
-No sé, creo que notar como desaparece tu tanga más abajo es exquisitamente delicioso, mami.
–Si que sabes donde poner los ojos, machito atrevido. Le reprendió su madre siempre con la sonrisa solicitando más piropos como aquellos. –Me puedo sentar en tus piernas? Dicho y hecho, su madre se le acercó y puso sus posaderas sobre las piernas de su hijo mientras se reclinaba sobre el respaldo del sofá.
Javier estaba sorprendido. Qué le pasaba a su madre? Sería la ausencia de su padre que había salido de viaje hace tres meses y volvía hasta en dos más. Sería que estaba alegre por tenerlo a él en casa después de largo tiempo fuera para terminar sus estudios de licenciatura?. O es que aquella hembra estaba en celo? Decidió no preguntar sino apreciar lo que tenía pegado a él y disfrutar del momento. –Vamos, hazme un masajito en la espalda, pidió su madre.
Obediente, Javier extendió sus manos y fue subiendo hasta agarrar suavemente sus trapecios. Empezó a presionar sus dedos lentamente, a masajear con ambas manos extendidas la espalda de su madre. Luego utilizaba el canto de sus manos para golpetear suavemente, entonces cerraba los puños y los dejaba caer sin fuerza martillando por toda aquella superficie de carne delicada. –Vaya, eres bueno para el masaje, le halagó su madre, creo que me vendría mejor si no tengo la blusa. Me la quitas? Javier abrió los ojos con asombro pero evitó pensar. Simplemente deslizó ambas manos por debajo de la blusa y empezó a levantarlo. Su madre enderezó su tronco y levantó los brazos facilitando el desprendimiento de la prenda.
Ahora pudo ver que el brazier era de un amarillo intenso. También se lo quitaría? Sería del mismo color la tanguita? –Sigue masajeándome rico, dijo su madre, mientras se reclinaba nuevamente sobre el respaldo del sofá. Javier volvió a cubrir la espalda de su madre con sus manos ejerciendo una suave presión de abajo hacia arriba. Notó que el contacto directo con la piel de su madre le proporcionaba una sensación de placer distinto que no pudo definir bien. Lo cierto es que después de diez minutos de empezar aquel contacto, empezó a ver a su madre de una manera distinta. Recorrió con la mirada aquel cuerpazo. Empezando por la cabellera de su madre, quien en ese instante, como si adivinara la faena de su hijo, se tomó el grueso de cabello deslizándolo a un lado de su cuello. Javier apreció y sintió la sensualidad de su nuca, de los lóbulos de sus orejas, y se inclinó para oler la fragancia de aquel cuello, de su cabello. Instintivamente pellizcó sin brusquedad esos lóbulos, presionó con ambos índices los costados de su nuca y dibujo una línea por todo lo largo de su espalda. –Mmm, que sensación más deliciosa, oyó que musitaba aquella hembra. -Chiquito, el brazier me aprieta.
O sea que sí, se lo quitaría también. Pero no pudo, fue su nerviosismo, su torpeza o había algo de complejo en el seguro del brazier? -Ay chiquito, no me digas que nunca le has quitado el brazier a una hembra? Le recriminó su madre quien en un segundo se lo desabrochó y se irguió frente a Javier para que terminara de quitárselo. Entonces se volteó ligeramente mostrándole sus tetas.
–Qué te parecen?
–Me dan ganas de volverás a mamar.
-Pero esta vez no tienen leche, papacito!
Javier apretó las copas oscuras de aquellas tetas con sus yemas, los pellizcó, y los amasó con su pulgar. Un susurro de placer se le escapó a su madre. Desde su espalda, Javier la rodeó con sus brazos alcanzando con sus manos aquellas tetas que lo amamantaron en su niñez. Con las palmas sobre la cima de sus pechos, inició a amasarlos suavemente, a moverlos en forma circular, de arriba hacia abajo. De modo que sus cuerpos se juntaron, y Javier pudo hundir su nariz en la cabellera de su madre, mordisquear sus orejas y pasar la punta de su lengua por aquella nuca sensual. -Papacito, pero si no te has quitado la camisa. Dijo su madre, al tiempo de girarse sobre sí e iniciar a quitársela, luego de lo cual volvió a reclinarse sobre el respaldo del sofá ofreciendo a Javier toda su espalda. El chico volvió a meter sus brazos y a rodear sus tetas con sus manos. Qué suaves! Y qué grandes!. Después de veinte minutos de iniciar aquella sesión con su madre, empezó a reconocer la frescura, el olor y el calor de aquella hembra.
La tenía frente a él, completa, sentada en sus piernas, con su dorso desnudo. Entonces reparó en sus imágenes devueltas por el espejo de un mueble escondido en el fondo. Vio el rostro satisfecho de su madre, su pelo alborotado, el bamboleo de sus tetas en sus manos. Notó el mordisqueo que hacía su madre con sus labios, y como su lengua salía a relamerlos. Le gustó verla, le gusto verse, se recostó a su espalda, le besó la nuca y le excitó la imagen. –Quien me viera así, pensaría que me estoy cogiendo a esta puta, pensó.
La recorrió nuevamente de arriba abajo con la mirada y solo en ese momento pareció darse cuenta que ambos estaban tapados de la cintura. Entonces volvió a concentrarse en ese atrevido short que tapaba el culo de la hembrona y a apreciar la tanga que desaparecía de pronto. De qué color sería? Como luciría ese culo sin nada? Tenía que descubrirlo. Volvió a pasar la punta de su lengua por las orejas de su madre, se los metió en los oídos y lamió sus pabellones, la sintió estremecerse y escucho un –Qué delicia! Recorrió con su lengua toda la espina dorsal de su madre, y se detuvo donde empezaba el short. Regresó, volvió y regresó de nuevo. Cuando vio al espejo, notó que su madre lo estaba mirando, y le sonreía con lascivia mostrando descaradamente las ganas que tenía de ser cogida. El se le acercó al oído y le dijo: Mamacita, eres todo un culazo!
Como respuesta su madre se incorporó y, siempre de espalda, pasó a sentarse directamente frente a él de modo que sus piernas quedaron encerradas en las de ella. El vidrio-espejo del frente les devolvió una imagen espectacular. Mientras Javier la siguió masajeando ahora con un poco de brusquedad simulando el bombeo rítmico de una cogida, aquella hembra bajó una de sus manos y desanudó el costado del short doblando un lado hacia el frente y otro hacia atrás. Javier que no perdió detalle de ese movimiento vio como aquel hermoso culo se destapaba. Metió su mano izquierdo bajo la cintura de su madre y su mano derecha se posó sobre las nalgas con lo que ayudó a descubrir mejor ese trasero. Javier sintió su semen fluyendo de su verga, diluirse en sus bragas y mojar sus hinchadas bolas. Esa sensación de líquido mojando sus huevos le provocó mayor excitación. Puso sus manos sobre las nalgas de su madre y empezó a amasarlos, a presionarlos mientras con su pulgar e índice haló la tanga que estaba desaparecida en la raya de aquel culo. Lo fue estirando mientras lo restregaba y lo oscilaba en medio de aquella rayona tan apetecida. En el espejo su madre relamía y humedecía sus labios con desesperación.
Otra vez vio la mano de aquella puta bajar. Esta vez directamente sobre su pantaloneta. Sobar su vara, pellizcarla, e ir hurgando hasta sus bolas. Aquella mano se extendió y amasó con delicadeza y esmera dedicación sus bolas y su verga. Javier empujó a su madre hacia adelante hasta ponerla de pie. Inmediatamente vio como aquel short se desprendió de su sitio y se apresuró a quitarle la tanga mientras la hembra se inclinó dejando su culo pegado al rostro del chico.
Luego se volteó y se arrodilló frente a él mientras lo miraba con ojazos de puta irrefrenable. Le quitó la pantaloneta y el calzoncillo, llevándose esto a su nariz. –Qué delicioso es tu olor de macho! Ahora voy a saber a qué sabe. Cuando su rostro estuvo frente a la verga de su hijo giró los ojos para verlo. Su lengua asomó a su boca y se relamió de gusto. Siempre viendo a los ojos de su hijo, puso su lengua en la punta de aquel mojado glande, luego de lo cual hizo una sesión de rápidas vibraciones de la punta de su lengua sobre la boca chorreante de aquella cabezota. Del mismo modo abrió su boca y empezó a metérsela hasta cubrirlo. Y se detuvo en una sesión intensa de sexo oral mientras Javier veía su verga desaparecer entera en el interior de aquella boca deliciosa.
-Cómo me quieres coger? Preguntó la puta cuando sintió a aquel macho a punto de venirse.
-Te quiero a gatas.
Puso sus rodillas sobre el asiento del sofá y se apoyó con los brazos en el respaldo. Javier la vio colocarse y la contempló unos instantes antes de ponerse frente a ella. Vio aquel culo levantado, ofreciéndosele. Se agarró a sus nalgas, otra vez vino la mano de su madre y condujo su vara hacia la puerta del paraíso. Entonces notó como su madre se movió hacia atrás y sintió como su verga se hundió hasta el fondo. –Cógeme, chiquito, cógeme rico! Decía su madre mientras se movía encabritada cada vez más rápidamente ensartándose en la verga de Javier. Así, así, dámelo todo, papacito, méteme hasta tus bolas. –Qué hembra más puta es mi mamá. Pensó Javier mientras acariciaba ambos cachetes del culo de su madre. Por instantes separaba aquellos cachetes y veía como aquella piel blanca y lisa se iba volviendo rosada y arrugada más adentro. Por instantes veía el ojete de su madre, un orificio arrugado donde el color se hacía casi negro de lo intenso. Imaginó su verga perforando aquel ojete.
Entonces, en algunos instantes en que su madre se movía hacia adelante para tomar aviada y volverse a ensartar, Javier se la sacaba y rápidamente aprovechaba para poner todo el largo de su vara en la raya de su madre, y lo hundía y lo restregaba para que aquel ojete sintiera su presencia, le gustara su calor y se fuera humedeciendo. Que su madre no opusiera resistencia lo animó y cuando vio al espejo se dio cuenta que aquella puta estaba complacida y había adivinado su intención.
En el deseo incontenible de venirse, Javier tuvo la visión de que si ahora no se cogía a esta puta por el culo nunca lo haría. De modo, que apretó su verga para aguantar el orgasmo, y la sacó de la vagina solo para treparse un centímetro más arriba donde sintió el palpitar ansioso de aquel ojo. Le puso su cabezota y lo dejó detenido un instante de modo que su semen fluyera y lo embadurnara. Siguió presionando y con sorpresa sintió la facilidad conque aquel ojete le permitía el paso. Con la mirada clavada en ese punto, siguió empujando hasta ver como aquel culo se tragaba su verga entera. Vio a su puta acomodarse, preparándose para recibir sus embestidas. Entonces inició su camino de regreso. Apunto de abandonar aquella puerta, volvió a entrar de improvisó. La putona chillo y se sacudió pero le pidió que repitiera. Uno, dos, tres, cuatro y más puyones y aquella puta empezó a moverse salvajemente ensartándose la vara de su hijo en el culo. Javier vio al espejo desde donde su madre le sonreía con glotonería, son satisfacción, con aire de puta realizada, mientras chillaba: -Así papito, así, me encanta tú verga, tan caliente, tan húmeda, tan grande.-Reviéntame el culo papacito, lléname, cógeme como a una puta cualquiera.
Aquella jineta y sus chillidos, provocaron lo irremediable. Javier sintió escalofríos recorrerlo entero, su verga se tensó al tiempo que sentía el chorro de semen recorrer toda la uretra, derramarse en su glande y llenar el ojete de su madre. Dio unos cinco embestidas más y observó como entre aquel orificio y su tolete se desbordaba su leche de macho desbocado.
No pudo más. Quedó inmóvil. Su verga se fue relajando hasta abandonar su nido. Abrió un instante las nalgas de su madre para observar su ojete manchado de semen que goteaba de aquel orificio maravilloso.
Cansados, sudorosos, acalorados, aquella hembra y su macho permanecieron tendidos algunos minutos. Después ella se volteó para pellizcar el seno del chico, pellizco que se volvió un rasguño delicioso al recorrerle desde el pecho hasta las bolas. Luego palmoteó tres veces su tolete y viéndolo a los ojos exclamó: -qué bien usas el pito hijito! Para ser joven, eres un experto en trata de putas.
Se levantó y se alejó al baño meneando provocativamente el trasero. –Qué rica es la puta de mi madre.
Javier se acomodó en el sofá mientras observaba como su verga se iba desplomando luego de aquel combate formidable. Le parecía increíble el enorme tamaño que aquel pedazo de su carne alcanzó y la sensación de placer indescriptible que le proporcionó solo hace unos instantes. Se lo examinó, lo revisó al derecho y al revés buscando rasgos de heces de aquel culo. Estaba limpio. –Vaya, qué ojete más limpio y más tragón.
El calor impasible de la tarde, el cansancio producido por aquella sesión espectacular, y la satisfacción de haberse cogido a la puta de su madre, le provocaron aquella sensación de relajamiento pleno. Todavía de su verga emanaban sus jugos interiores cuando se quedó dormido.
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