Roberto, y su esposa Celia, pasaban unos días de vacaciones en las playas de Pinamar, luego de un año de mucho trabajo.
Roberto con sus 45 años, se mantenía en forma y resultaba un tipo atractivo para el general de las mujeres.
Celia con 40 años era una verdadera belleza para la edad que tenía y que no aparentaba. Con dos hijos que se habían quedado en su casa, estas vacaciones a solas, la primera en años, se había pensado como una segunda luna de miel.
Los primeros días fueron realmente así. Mucho sexo como hacía rato no tenían y una relación marital que se fortalecía día tras día.
Todo iba bien, hasta que de pronto, un día en la playa apareción un vendedor ambulante. Era llamativo porque era totalmente negro. No marrón oscuro como muchos vendedores brasileños que había por las playas, sino realmente de piel negra. Celia nunca había visto a alguien con ese color de piel, y no fue muy discreta al mirarlo pasar, cosa que el vendedor notó y se acercó a ofrecer sus artículos. Celia trató de aparentar indiferencia mientras su esposo leía un libro. Luego de mirar un poco rechazó las ofertas y despidió al vendedor muy amablemente.
De reojo miraba a su esposo quien pareció no percatarse de lo ocurrido. Sin embargo una idea quedó dando vueltas en su cabeza. Dejó pasar un rato y por fin con inocencia preguntó.
- Rober, ¿ Será verdad lo que dicen de los negros?
Su esposo sin levantar la vista de libro le contestó, sin ninguna expresión particular.
- En verdad no lo sé, nunca ví ninguno. Pero hace un tiempo ví en internet una encuesta mundial sobre el largo de los penes y algunos países africanos encabezaban la nómina, dijo sin dejar de leer.
- ¿Qué países?, preguntó con indiferencia.
- No recuerdo, pero me parece que El Congo y Camerún entre otros.
Esa noche Celia estaba particularmente excitada. Como nunca buscó a su esposo hasta conseguir que le hiciera el amor. Sin embargo, no consiguió llegar al climax. Su esposo se vació dentro de ella y se dumió casi de inmediato, y ella se quedó allí acostada, más caliente y excitada que antes. Se durmió por fin, y soñó que un negro estaba encima de ella y la poseía salvajemente, provocándole el sueño un orgasmo arrasador que la despertó. Se sobresaltó pero su esposo dormía sin percatarse de nada. Volvió a dormirse, esta vez más tranquila.
Al día siguiente, ya en la playa, su esposo le propuso ir a caminar. Ya estaba por aceptar cuando a rabo de ojo vio al vendedor del día anterior que se acercaba. Le dijo a su esposo que prefería quedarse tomando sol. Su esposo se levantó y salió a caminar por la playa. Celia pensó que en realidad lo que su esposo haría sería mirar a cuanta niña anduviera por la playa, aprovechando que estaba solo. Se iba a calentar y luego a a noche se a cobraría con ella. Ya estaba acostumbrada a ese comportamiento.
El negro estaba ofreciendo sus productos a otro grupo de gente que estaba a unos 20 metros de donde ella estaba. A Celia le pareció que prestaba especial atención al hecho de que su marido se alejaba y ella quedaba sola.
Por fin, el negro se acercó a su lugar.
- Buenos días señora. Espero tener mas suerte hoy dijo mostrando una sonrisa blanca que contrastaba con su piel renegrida.
- Buenos días, dijo ella, simulando indiferencia, no creo necesitar nada.
- Pensé que hoy como no estaba su esposo, iba a estar más simpática, dijo sonriendo.
- Siempre soy simpática, esté o no esté mi marido, dijo sonriendo, muéstrame que tienes, dijo mirándolo fijamente.
El joven se arrodilló a su lado y exhibió una colección de pulseras, dijes y anillos de los más variados. Se colocó muy cerca de ella. Celia sentía el viril aroma que emanaba del joven.
- ¿ Cómo te llamas? Preguntó curiosa.
- Maulón señora, y Ud?
- Celia, ¿ de donde eres?
- De Camerún, dijo siempre sonriendo.
- Me parecía que no eras brasileño, dijo ella.
- Algunos me confunden, pero no, no tengo nada que ver con los amigos sudamericanos.
Estuvieron un buen rato revisando los objetos que exhibía, y se entabló entre ellos una muy buena química.
- ¿ Cuantos años tienes Maulón?
- 28. Y no se preocupe que no voy a preguntarte tu edad, dijo, comenzando a tutearla .
- ¿ Cuántos me das?
- Me imagino que unos 35 años. Su marido se ve mucho mayor que tú. El debe tener unos 45 años, así que debes tener 10 años menos, dijo poniéndose serio.
- Eres un mentiroso. Está bien que quieras vender pero no tienes que engañarme, dijo sonriendo.
- No miento. Eres realmente atractiva, y me extraña que te hayas casado con un hombre tan mayor
- No es tan mayor. Es cierto que tiene 45 años, pero yo tengo 40.
- Ahora eres tú la que me mientes. No te burles de mi que no soy tan inocente, le dijo seductor.
Celia se sentía excitada. Estaba flirteando con un jovencito mucho menor que ella, y además de color. Notaba que el magnetismo entre ellos aumentaba minuto a minuto. Sentía como sus pezones se endurecían y su sexo se mojaba.
De a poco la conversación fue haciéndose más íntima, como en chiste y la tensión sexual siguió creciendo.
Por fin Celia mencionó el tema de la encuesta de la que había hablado con su esposo.
- Y casualmente uno de los países que se destacan en ese tema es el tuyo, Maulón. ¿ Será cierto lo que dice la encuesta? Preguntó con un raro brillo en los ojos.
- Hay de todo Celia. Tu sabes como son las encuestas.
- Si, por supuesto, pero cuentame cual es tu experiencia personal. Yo no he tenido la oportunidad de ver personalmente a ninguno de tus compatriotas.
- Bueno, me parece que lo mejor es que te formes tu propia opinión, le dijo, justo en el momento en que Roberto se acercaba de regreso de su caminata. Celia lo vio acercarse y rápidamente cambió de tema eligiendo un anillo de vidrio azul. Maulón, sin darse vuelta entendió lo que pasaba y retomó su personalidad de vendedor.
Roberto se acercó, se sentó en su reposera y tomó el diario, para seguir su lectura.
- ¿Te gusta querido? Dijo Celia mostrando el anillo en su dedo.
- Si está bonito, dijo el marido, volviendo a sumergirse en la lectura.
Celia regateó un rato el precio y por fin lo compró. Pagó y Maulón saludó y se retiró, no sin antes dirigir una última mirada a Celia como diciendo que las cosas no iban a quedar así. Celia sintió que un temblor le recorría el cuerpo. Las cosas no iban a quedar así, eso era seguro.
Por la noche salieron con su esposo a caminar por el centro y terminaron metiéndose en un bar a tomar un café. Charlaban de cuestiones cotidianas, cuando su esposo miró detrás de ella.
- Ese que está allí, me parece que es tu vendedor de la playa, dijo, con calma.
Ella se contuvo para no mostrar interés y consiguió no darse vuelta. Siguió tomando su café como si nada.
- Bah, me parece. No le presté tanta atención, completó su esposo.
Con fingida calma Celia se dio vuelta, y si, allí estaba Maulón. El la miró y antes que intentara saludarla y que su esposo sospechara, volvió a acomodarse en la silla.
- Si, es el. Creo que es inconfundible por su color, dijo sin cambiar su tono de voz.
- Si, es realmente negro, dijo Roberto, y siguió con su café como si nada.
Salieron del local, y caminaron de regreso hasta el departamento que alquilaban. Celia sentía que alguien los seguía, y al doblar una esquina alcanzó a ver la figura inconfundible de Maulón. Era claro que quería saber donde vivía, y ella sentía que se calentaba cada vez mas. Por fin llegaron al departamento y Roberto fue a acostarse. Celia se quedó levantada haciendo algunas cosas, y por la ventana que daba a la calle, pudo ver a Maulón que estaba sentado, en una verja en la vereda de enfrente.
- Querido, el café me ha desvelado, me parece que voy a ir hasta la playa a ver si recupero el sueño.
Su esposo, prácticamente dormido, musitó una aceptación, y se dio vuelta en la cama.
Celia fue al baño, se miró al espejo y salió del departamento. Ya en la calle tomó hacia el otro lado de donde estaba Maulón y dobló la esquina en busca de la playa que estaba a dos cuadras. No miró hacia atrás, pero sabía que el estaba allí. Bajó a la arena y caminó saliendo de la zona más concurrida, donde llegaban las luces y voces del balneario. De pronto se encontró sin nadie alrededor. Detuvo su marcha y se sentó.
En cuestión de minutos oyó pasos que se acercaban
- Sra. Celia, que sorpresa encontrarla aquí. Estos no son lugares para personas solas, le dijo cuando estuvo a un metro de distancia.
- No tengo miedo, respondió.
- No es por eso, sino que la gente que viene a la playa a esta hora, viene en pareja, buscando un momento de intimidad y pasión. Claro que no a estos lugares precisamente, le dijo parándose a su lado.
- ¿ Y a donde van? Preguntó con determinación.
Maulón le ofreció su mano, que ella tomó decidida. La hizo ponerse de pie y lentamente se dirigió hasta los médanos que estaban al inicio de la playa, médanos con arbustos que se veían en la noche como una zona oscura y tenebrosa.
Ninguno de los dos hablaba. Llegaron hasta esa zona y Celia, cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudo ver que no estaban solos. Varias parejas estaban allí escondidas. Algunas solo se besaban, otras se acariciaban con mayor o menor intensidad, y un par de las que vió estaban en pleno acto. Una chica arrodillada en la arena era sensualmente poseída por su pareja ubicada a su grupa. Otra cabalgaba salvajemente a su macho que estaba acostado en la arena. Sin soltarla, Maulón la llevó hasta un lugar más alejado donde ninguna pareja habia llegado y al llegar allí se detuvo y sin soltarla la atrajo contra su cuerpo, para besarla con frenesí, con una decisión que la obligó a separar sus labios, y una lengua grande y carnosa recorrió su boca, con un beso húmedo posesivo como jamás le habían dado. Prácticamente quedó sin aire. No atinó a moverse, solo sentía ese beso, el más excitante de su vida. Y además interminable. Parecía que el macho no estaba dispuesto a dejarla libre. Por fin se separó de ella, dejándola boqueando, tratando de recuperar el aire. Pero mientras ella con los ojos cerrados trataba de recuperar la compostura, Maulón bajó los breteles de su vestido y sin darse cuenta se encontró casi desnuda de la cintura para arriba. Solo su corpiño la vestía, pero este también duró poco, cuando las manos de joven, como una ráfaga lo tironeó hasta desgarrar el cierre y quitárselo. Quiso tapar sus pechos pero las manos del negro tomaron las suyas y las obligaron a bajar paralelas a su cuerpo, y esa boca que casi la había ahogado ahora tomó posesión de sus pezones que estaban duros y sensibles. Unas ramaladas de electricidad recorrieron su cuerpo a medida que la boca pasaba de uno al otro, sin solución de continuidad. Celia tiró su cabeza hacia atrás disfrutando de esa boca que la dominaba por completo.
Cuando Maulón la tomó de la cintura arqueándola hacia adelante, perdió el equilibrio y sostenida por el macho fue cayendo hacia atrás sobre la arena, lentamente muy lentamente. La fuerza de los brazos del negro la acompañaban en esa lenta caída. Celia se aferró del cuello de él, y se dejó arrastrar.
En el suelo, los besos y caricias continuaron cada vez mas íntimos. Una mano del negro buscó su entrepierna , y acarició su sexo por encima de su bombacha. Ella separó un poco las piernas para facilitar las caricias, pero a la vez se avergonzó de que el macho notara como estaba. Su prenda íntima se humedeció en su entrepierna y eso era inocultable para el macho.
- Estás caliente, nena, muy caliente, dijo Maulón sin cejar en sus caricias, y mientras su mano haciendo a un lado la bombacha comenzaba a tocar directamente su piel. Celia suspiró cuando sintió esa mano caliente rozando su sexo, y sin querer lo apretó contra su cuerpo.
- Tranquila, que esta noche vas a gozar como loca, le dijo el macho al oído, provocándole aún mas excitación.
En ese momento, Maulón se separó y se quitó la remera, dejando a la vista su negro cuerpo que parecía tallado en ébano. Se quedó allí arrodillado sobre la hembra, la que al verlo desnudo de la cintura para arriba deslizó uno de sus dedos por su cuerpo, siguiendo las líneas de sus músculos. Maulón se levantó, y de espaldas a la mujer se sacó los pantalones quedando totalmente desnudo, para luego volver a acostarse sobre ella.
La oscuridad de la noche no permitió que Celia lo viera detenidamente, pero cuando se acostó sobre ella, sintió una dureza que llegaba hasta su ombligo. Curiosa llevó su mano entre el cuerpo de los dos y quedó sin habla. Lo que había allí, ni siquiera lo había soñado jamás. Un garrote largo y grueso, humedo y viscoso mojaba su vientre. Su mano no llegaba a envolverlo y al recorrerlo parecía no tener fin, y allí abajo, dos pelotas enormes completaban un equipo temible y demoledor.
Maulón al sentir el contacto de la mano de Celia, avanzó sobre su cuerpo, hasta ubicarse con sus rodillas a ambos lados del cuerpo de ella, ubicando su verga entre las tetas de la hembra. Apretándolas contra su lanza comenzó un lento movimiento, como si se estuviera masturbando con sus pechos. Cuando avanzaba, la lanza se clavaba en el cuello de Celia, mojándola con su líquido preseminal. Ella acomodó su cabeza y pudo recorrerla con su lengua cuando se acercaba, para, por fin, conseguir ingresarla en su boca en cada arremetida.
- Así me gusta, vamos que tu sabes de estas cosas, le decía el negro insultándola, pero eran insultos que en lugar de ofender a la educada mujer y esposa que era, la calentaban aún mas, y hacía que se esforzara por tragar cada vez mas verga. Por fin, Maulón dejó sus tetas y se acercó para que la boca de ella se dedicara plenamente a comerse su pedazo, gruñendo de satisfacción cada vez que ella succionaba su pene.
- Juega con mis pelotas, le ordenó, y ella obediente, las tomó con una de sus manos, sobándolas y acariciándolas en detalle.
Por fin, luego de un buen rato de este tratamiento, Maulón se alejó ubicándose entre sus piernas. Levantó su vestido amplio hasta prácticamente cubrirle el cuerpo con él, y la miró.
Ella abrió los ojos que tenía cerrados y sus miradas se cruzaron. Sin un solo gesto, Maulón tomó su bombacha y se la arrancó de un solo tirón, tan violento que Celia casi ni se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando sintió la cabeza de esa verga monstruosa apoyarse entre sus labios vaginales, instintivamente separó las piernas. Maulón arrodillado, tomó sus piernas e hizo que envolvieran sus riñones, para luego comenzar a magrear los pezones de la hembra.
- Abre el coñito nena, vamos, abrelo para mí, le dijo mirándola siempre a los ojos.
Celia obediente separó sus labios vaginales con sus manos, y Maulón avanzando clavó la cabeza de su verga firmemente.
Celia gimió al sentirse totalmente llena, como nunca se había sentido. Hacía rato que el sexo con su marido no le provocaba estas sensaciones. Cuando el barreno avanzó unos centímetros más, creyó que moriría de placer. Cuando los 2/3 de esa lanza habían entrado en su cuerpo, comenzó a acabar como una loca. Gemía, gritaba, lloraba de placer, en un orgasmo largo y profundo, el orgasmo con el que hacía soñado siempre. Maulón se dedicó a observarla sin moverse, dejándola disfrutar del clímax. Cuando terminó, esperó que se recuperara.
- Si ya estás lista, ahora viene lo mejor, le dijo, mientras tomándola de los hombros de un solo envite le clavaba su verga hasta el fondo. Celia aulló de dolor y placer. No había un centímetro de su sexo que no estuviera siendo presionado por esa herramienta diabólica.
Una vez que tomó posesión absoluta del cuerpo de la hembra comenzó un lento pistoneo, que la hizo ver estrellas. Ese roce parecía que iba a arrastrar su vagina, dándola vuelta como un guante. No creyó poder soportarlo, pero sin embargo lo soportó, y luego de unos minutos comenzó a disfrutarlo. 10 minutos de ese tratamiento la llevaron a un nuevo orgasmo tan bestial como el anterior, y después se quedó quieta. Estaba agotada, destruida, y el semental parecía no terminar nunca. Y entonces recordó que estaban montando a pelo.
- Por favor, Maulón, no me llenes, por favor
- ¿ No quieres sentir mi lechita en tus entrañas?
- Por favor, no lo hagas que no nos cuidamos, te lo pido, por lo que mas quieras.
- Está bien mamita, hoy te haré caso pero prométeme que volveremos a encontrarnos mañana.
- No puedo escapar de mi esposo tan facil, dijo ella mientras sentía crecer un nuevo orgasmo.
- Te daré mi dirección y después de almorzar saldrás de compras, y te estaré esperando
Las sensaciones eran increíbles y Celia hubiera prometido cualquier cosa con tal de que no se detuvieran.
- Te lo prometo, pero no me llenes
- Y me obedecerás en lo que te pida, insistió Maulón.
- Te lo prometo pero sácala, por favor.
Maulón se retiró, con la decepción de Celia que estaba a punto para otra acabada. Pero Maulón la sorprendió. Rápidamente tomó posesión de su sexo con su boca y esa lengua gruesa y húmeda comenzó a introducirse en su vagina, provocándole el mismo placer que el que le había proporcionado con su verga. El orgasmo comenzó a crecer nuevamente, y Celia solo quería dejarse llevar, pero el negro giró su cuerpo y de pronto ella se encontró con esa verga negra delante de sus ojos y no dudó en tomarla en su boda. Giraron hasta quedar de costado, el negro con la cabeza entre sus piernas ocupándose con esmero de su sexo, y ella tratando de chupar la mayor cantidad de pija posible. Cuando Celia alcanzó el orgasmo fue la señal, Maulón aceleró y un potente chorro de semen espeso y abundante se estrelló en el fondo de su garganta. El orgasmo no le permitió reaccionar y lo único que atinó a hacer fue tragar y seguir tragando, cada nuevo chorro espeso, a cual mas abundante y mas grumoso. Ella nunca había tomado el semen de un macho, y mucho menos el de un negro, pero mientras su boca se llenaba ella siguió tragando hasta dejar esa verga totalmente limpia.
Luego de un rato Maulón giro y se acostó a su lado.
- Estuviste muy bien, y me saqué un poco de la calentura que te tenía. Seguiría toda la noche pero eres una esposa fiel y debes volver a dormir con tu esposo. Lo comprendo, así que te espero mañana en mi casa.
- No se si podré ir, titubeó Celia consciente ahora del riesgo que corría.
- Si tu no vienes, yo iré a buscarte a tu casa y le contaré a tu esposo lo bien que lo pasaste esta noche.
- No serías capaz, dijo Celia sobresaltada
- No sabes de lo que sería capaz, para hacer lo que tengo ganas, y te aseguro que te tengo ganas, y que cuando termine contigo ya no serás la misma. Y ahora vístete que te acompaño hasta la calle, le dijo mientras reunía su ropa y se vestía.
Celia asustada de lo que había hecho y la forma en que la amenazaban se vistió. Su bombacha y corpiño estaban destruidos así que los dejó allí, y rápidamente salieron de la playa.
- Me imagino que bromeabas, le dijo a Maulón
- Por supuesto, y tú también bromeabas cuando decías que mañana no vendrías a visitarme, no?
- Era una broma. Allí estaré, no te preocupes.
- Y te aconsejo que no traigas bombacha ni corpiño, así evitamos que tengas que reponerlos.
La acompañó hasta la esquina de su departamento. En los lugares oscuros aprovechaba para meter su mano bajo su vestido e introducirle un dedo en su sexo, riéndose al sentir como ella se mojaba, mientras le ordenaba que se quedara quieto.
Ya en el departamento, Celia se asomó en el dormitorio. Su marido dormía como un bendito, o como lo que era, pensó amargamente, un cornudo.
En el baño buscó en el espejo marcas de lo ocurrido pero no tenía ninguna. Solo tenía olor a macho y a semen que le inundaba la nariz y la enloquecía. Se bañó frotándose bien, como si con eso pudiera borrar lo que habia pasado, y se acostó con su esposo. No pudo dormir en toda la noche.
Roberto con sus 45 años, se mantenía en forma y resultaba un tipo atractivo para el general de las mujeres.
Celia con 40 años era una verdadera belleza para la edad que tenía y que no aparentaba. Con dos hijos que se habían quedado en su casa, estas vacaciones a solas, la primera en años, se había pensado como una segunda luna de miel.
Los primeros días fueron realmente así. Mucho sexo como hacía rato no tenían y una relación marital que se fortalecía día tras día.
Todo iba bien, hasta que de pronto, un día en la playa apareción un vendedor ambulante. Era llamativo porque era totalmente negro. No marrón oscuro como muchos vendedores brasileños que había por las playas, sino realmente de piel negra. Celia nunca había visto a alguien con ese color de piel, y no fue muy discreta al mirarlo pasar, cosa que el vendedor notó y se acercó a ofrecer sus artículos. Celia trató de aparentar indiferencia mientras su esposo leía un libro. Luego de mirar un poco rechazó las ofertas y despidió al vendedor muy amablemente.
De reojo miraba a su esposo quien pareció no percatarse de lo ocurrido. Sin embargo una idea quedó dando vueltas en su cabeza. Dejó pasar un rato y por fin con inocencia preguntó.
- Rober, ¿ Será verdad lo que dicen de los negros?
Su esposo sin levantar la vista de libro le contestó, sin ninguna expresión particular.
- En verdad no lo sé, nunca ví ninguno. Pero hace un tiempo ví en internet una encuesta mundial sobre el largo de los penes y algunos países africanos encabezaban la nómina, dijo sin dejar de leer.
- ¿Qué países?, preguntó con indiferencia.
- No recuerdo, pero me parece que El Congo y Camerún entre otros.
Esa noche Celia estaba particularmente excitada. Como nunca buscó a su esposo hasta conseguir que le hiciera el amor. Sin embargo, no consiguió llegar al climax. Su esposo se vació dentro de ella y se dumió casi de inmediato, y ella se quedó allí acostada, más caliente y excitada que antes. Se durmió por fin, y soñó que un negro estaba encima de ella y la poseía salvajemente, provocándole el sueño un orgasmo arrasador que la despertó. Se sobresaltó pero su esposo dormía sin percatarse de nada. Volvió a dormirse, esta vez más tranquila.
Al día siguiente, ya en la playa, su esposo le propuso ir a caminar. Ya estaba por aceptar cuando a rabo de ojo vio al vendedor del día anterior que se acercaba. Le dijo a su esposo que prefería quedarse tomando sol. Su esposo se levantó y salió a caminar por la playa. Celia pensó que en realidad lo que su esposo haría sería mirar a cuanta niña anduviera por la playa, aprovechando que estaba solo. Se iba a calentar y luego a a noche se a cobraría con ella. Ya estaba acostumbrada a ese comportamiento.
El negro estaba ofreciendo sus productos a otro grupo de gente que estaba a unos 20 metros de donde ella estaba. A Celia le pareció que prestaba especial atención al hecho de que su marido se alejaba y ella quedaba sola.
Por fin, el negro se acercó a su lugar.
- Buenos días señora. Espero tener mas suerte hoy dijo mostrando una sonrisa blanca que contrastaba con su piel renegrida.
- Buenos días, dijo ella, simulando indiferencia, no creo necesitar nada.
- Pensé que hoy como no estaba su esposo, iba a estar más simpática, dijo sonriendo.
- Siempre soy simpática, esté o no esté mi marido, dijo sonriendo, muéstrame que tienes, dijo mirándolo fijamente.
El joven se arrodilló a su lado y exhibió una colección de pulseras, dijes y anillos de los más variados. Se colocó muy cerca de ella. Celia sentía el viril aroma que emanaba del joven.
- ¿ Cómo te llamas? Preguntó curiosa.
- Maulón señora, y Ud?
- Celia, ¿ de donde eres?
- De Camerún, dijo siempre sonriendo.
- Me parecía que no eras brasileño, dijo ella.
- Algunos me confunden, pero no, no tengo nada que ver con los amigos sudamericanos.
Estuvieron un buen rato revisando los objetos que exhibía, y se entabló entre ellos una muy buena química.
- ¿ Cuantos años tienes Maulón?
- 28. Y no se preocupe que no voy a preguntarte tu edad, dijo, comenzando a tutearla .
- ¿ Cuántos me das?
- Me imagino que unos 35 años. Su marido se ve mucho mayor que tú. El debe tener unos 45 años, así que debes tener 10 años menos, dijo poniéndose serio.
- Eres un mentiroso. Está bien que quieras vender pero no tienes que engañarme, dijo sonriendo.
- No miento. Eres realmente atractiva, y me extraña que te hayas casado con un hombre tan mayor
- No es tan mayor. Es cierto que tiene 45 años, pero yo tengo 40.
- Ahora eres tú la que me mientes. No te burles de mi que no soy tan inocente, le dijo seductor.
Celia se sentía excitada. Estaba flirteando con un jovencito mucho menor que ella, y además de color. Notaba que el magnetismo entre ellos aumentaba minuto a minuto. Sentía como sus pezones se endurecían y su sexo se mojaba.
De a poco la conversación fue haciéndose más íntima, como en chiste y la tensión sexual siguió creciendo.
Por fin Celia mencionó el tema de la encuesta de la que había hablado con su esposo.
- Y casualmente uno de los países que se destacan en ese tema es el tuyo, Maulón. ¿ Será cierto lo que dice la encuesta? Preguntó con un raro brillo en los ojos.
- Hay de todo Celia. Tu sabes como son las encuestas.
- Si, por supuesto, pero cuentame cual es tu experiencia personal. Yo no he tenido la oportunidad de ver personalmente a ninguno de tus compatriotas.
- Bueno, me parece que lo mejor es que te formes tu propia opinión, le dijo, justo en el momento en que Roberto se acercaba de regreso de su caminata. Celia lo vio acercarse y rápidamente cambió de tema eligiendo un anillo de vidrio azul. Maulón, sin darse vuelta entendió lo que pasaba y retomó su personalidad de vendedor.
Roberto se acercó, se sentó en su reposera y tomó el diario, para seguir su lectura.
- ¿Te gusta querido? Dijo Celia mostrando el anillo en su dedo.
- Si está bonito, dijo el marido, volviendo a sumergirse en la lectura.
Celia regateó un rato el precio y por fin lo compró. Pagó y Maulón saludó y se retiró, no sin antes dirigir una última mirada a Celia como diciendo que las cosas no iban a quedar así. Celia sintió que un temblor le recorría el cuerpo. Las cosas no iban a quedar así, eso era seguro.
Por la noche salieron con su esposo a caminar por el centro y terminaron metiéndose en un bar a tomar un café. Charlaban de cuestiones cotidianas, cuando su esposo miró detrás de ella.
- Ese que está allí, me parece que es tu vendedor de la playa, dijo, con calma.
Ella se contuvo para no mostrar interés y consiguió no darse vuelta. Siguió tomando su café como si nada.
- Bah, me parece. No le presté tanta atención, completó su esposo.
Con fingida calma Celia se dio vuelta, y si, allí estaba Maulón. El la miró y antes que intentara saludarla y que su esposo sospechara, volvió a acomodarse en la silla.
- Si, es el. Creo que es inconfundible por su color, dijo sin cambiar su tono de voz.
- Si, es realmente negro, dijo Roberto, y siguió con su café como si nada.
Salieron del local, y caminaron de regreso hasta el departamento que alquilaban. Celia sentía que alguien los seguía, y al doblar una esquina alcanzó a ver la figura inconfundible de Maulón. Era claro que quería saber donde vivía, y ella sentía que se calentaba cada vez mas. Por fin llegaron al departamento y Roberto fue a acostarse. Celia se quedó levantada haciendo algunas cosas, y por la ventana que daba a la calle, pudo ver a Maulón que estaba sentado, en una verja en la vereda de enfrente.
- Querido, el café me ha desvelado, me parece que voy a ir hasta la playa a ver si recupero el sueño.
Su esposo, prácticamente dormido, musitó una aceptación, y se dio vuelta en la cama.
Celia fue al baño, se miró al espejo y salió del departamento. Ya en la calle tomó hacia el otro lado de donde estaba Maulón y dobló la esquina en busca de la playa que estaba a dos cuadras. No miró hacia atrás, pero sabía que el estaba allí. Bajó a la arena y caminó saliendo de la zona más concurrida, donde llegaban las luces y voces del balneario. De pronto se encontró sin nadie alrededor. Detuvo su marcha y se sentó.
En cuestión de minutos oyó pasos que se acercaban
- Sra. Celia, que sorpresa encontrarla aquí. Estos no son lugares para personas solas, le dijo cuando estuvo a un metro de distancia.
- No tengo miedo, respondió.
- No es por eso, sino que la gente que viene a la playa a esta hora, viene en pareja, buscando un momento de intimidad y pasión. Claro que no a estos lugares precisamente, le dijo parándose a su lado.
- ¿ Y a donde van? Preguntó con determinación.
Maulón le ofreció su mano, que ella tomó decidida. La hizo ponerse de pie y lentamente se dirigió hasta los médanos que estaban al inicio de la playa, médanos con arbustos que se veían en la noche como una zona oscura y tenebrosa.
Ninguno de los dos hablaba. Llegaron hasta esa zona y Celia, cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad, pudo ver que no estaban solos. Varias parejas estaban allí escondidas. Algunas solo se besaban, otras se acariciaban con mayor o menor intensidad, y un par de las que vió estaban en pleno acto. Una chica arrodillada en la arena era sensualmente poseída por su pareja ubicada a su grupa. Otra cabalgaba salvajemente a su macho que estaba acostado en la arena. Sin soltarla, Maulón la llevó hasta un lugar más alejado donde ninguna pareja habia llegado y al llegar allí se detuvo y sin soltarla la atrajo contra su cuerpo, para besarla con frenesí, con una decisión que la obligó a separar sus labios, y una lengua grande y carnosa recorrió su boca, con un beso húmedo posesivo como jamás le habían dado. Prácticamente quedó sin aire. No atinó a moverse, solo sentía ese beso, el más excitante de su vida. Y además interminable. Parecía que el macho no estaba dispuesto a dejarla libre. Por fin se separó de ella, dejándola boqueando, tratando de recuperar el aire. Pero mientras ella con los ojos cerrados trataba de recuperar la compostura, Maulón bajó los breteles de su vestido y sin darse cuenta se encontró casi desnuda de la cintura para arriba. Solo su corpiño la vestía, pero este también duró poco, cuando las manos de joven, como una ráfaga lo tironeó hasta desgarrar el cierre y quitárselo. Quiso tapar sus pechos pero las manos del negro tomaron las suyas y las obligaron a bajar paralelas a su cuerpo, y esa boca que casi la había ahogado ahora tomó posesión de sus pezones que estaban duros y sensibles. Unas ramaladas de electricidad recorrieron su cuerpo a medida que la boca pasaba de uno al otro, sin solución de continuidad. Celia tiró su cabeza hacia atrás disfrutando de esa boca que la dominaba por completo.
Cuando Maulón la tomó de la cintura arqueándola hacia adelante, perdió el equilibrio y sostenida por el macho fue cayendo hacia atrás sobre la arena, lentamente muy lentamente. La fuerza de los brazos del negro la acompañaban en esa lenta caída. Celia se aferró del cuello de él, y se dejó arrastrar.
En el suelo, los besos y caricias continuaron cada vez mas íntimos. Una mano del negro buscó su entrepierna , y acarició su sexo por encima de su bombacha. Ella separó un poco las piernas para facilitar las caricias, pero a la vez se avergonzó de que el macho notara como estaba. Su prenda íntima se humedeció en su entrepierna y eso era inocultable para el macho.
- Estás caliente, nena, muy caliente, dijo Maulón sin cejar en sus caricias, y mientras su mano haciendo a un lado la bombacha comenzaba a tocar directamente su piel. Celia suspiró cuando sintió esa mano caliente rozando su sexo, y sin querer lo apretó contra su cuerpo.
- Tranquila, que esta noche vas a gozar como loca, le dijo el macho al oído, provocándole aún mas excitación.
En ese momento, Maulón se separó y se quitó la remera, dejando a la vista su negro cuerpo que parecía tallado en ébano. Se quedó allí arrodillado sobre la hembra, la que al verlo desnudo de la cintura para arriba deslizó uno de sus dedos por su cuerpo, siguiendo las líneas de sus músculos. Maulón se levantó, y de espaldas a la mujer se sacó los pantalones quedando totalmente desnudo, para luego volver a acostarse sobre ella.
La oscuridad de la noche no permitió que Celia lo viera detenidamente, pero cuando se acostó sobre ella, sintió una dureza que llegaba hasta su ombligo. Curiosa llevó su mano entre el cuerpo de los dos y quedó sin habla. Lo que había allí, ni siquiera lo había soñado jamás. Un garrote largo y grueso, humedo y viscoso mojaba su vientre. Su mano no llegaba a envolverlo y al recorrerlo parecía no tener fin, y allí abajo, dos pelotas enormes completaban un equipo temible y demoledor.
Maulón al sentir el contacto de la mano de Celia, avanzó sobre su cuerpo, hasta ubicarse con sus rodillas a ambos lados del cuerpo de ella, ubicando su verga entre las tetas de la hembra. Apretándolas contra su lanza comenzó un lento movimiento, como si se estuviera masturbando con sus pechos. Cuando avanzaba, la lanza se clavaba en el cuello de Celia, mojándola con su líquido preseminal. Ella acomodó su cabeza y pudo recorrerla con su lengua cuando se acercaba, para, por fin, conseguir ingresarla en su boca en cada arremetida.
- Así me gusta, vamos que tu sabes de estas cosas, le decía el negro insultándola, pero eran insultos que en lugar de ofender a la educada mujer y esposa que era, la calentaban aún mas, y hacía que se esforzara por tragar cada vez mas verga. Por fin, Maulón dejó sus tetas y se acercó para que la boca de ella se dedicara plenamente a comerse su pedazo, gruñendo de satisfacción cada vez que ella succionaba su pene.
- Juega con mis pelotas, le ordenó, y ella obediente, las tomó con una de sus manos, sobándolas y acariciándolas en detalle.
Por fin, luego de un buen rato de este tratamiento, Maulón se alejó ubicándose entre sus piernas. Levantó su vestido amplio hasta prácticamente cubrirle el cuerpo con él, y la miró.
Ella abrió los ojos que tenía cerrados y sus miradas se cruzaron. Sin un solo gesto, Maulón tomó su bombacha y se la arrancó de un solo tirón, tan violento que Celia casi ni se dio cuenta de lo que pasaba. Cuando sintió la cabeza de esa verga monstruosa apoyarse entre sus labios vaginales, instintivamente separó las piernas. Maulón arrodillado, tomó sus piernas e hizo que envolvieran sus riñones, para luego comenzar a magrear los pezones de la hembra.
- Abre el coñito nena, vamos, abrelo para mí, le dijo mirándola siempre a los ojos.
Celia obediente separó sus labios vaginales con sus manos, y Maulón avanzando clavó la cabeza de su verga firmemente.
Celia gimió al sentirse totalmente llena, como nunca se había sentido. Hacía rato que el sexo con su marido no le provocaba estas sensaciones. Cuando el barreno avanzó unos centímetros más, creyó que moriría de placer. Cuando los 2/3 de esa lanza habían entrado en su cuerpo, comenzó a acabar como una loca. Gemía, gritaba, lloraba de placer, en un orgasmo largo y profundo, el orgasmo con el que hacía soñado siempre. Maulón se dedicó a observarla sin moverse, dejándola disfrutar del clímax. Cuando terminó, esperó que se recuperara.
- Si ya estás lista, ahora viene lo mejor, le dijo, mientras tomándola de los hombros de un solo envite le clavaba su verga hasta el fondo. Celia aulló de dolor y placer. No había un centímetro de su sexo que no estuviera siendo presionado por esa herramienta diabólica.
Una vez que tomó posesión absoluta del cuerpo de la hembra comenzó un lento pistoneo, que la hizo ver estrellas. Ese roce parecía que iba a arrastrar su vagina, dándola vuelta como un guante. No creyó poder soportarlo, pero sin embargo lo soportó, y luego de unos minutos comenzó a disfrutarlo. 10 minutos de ese tratamiento la llevaron a un nuevo orgasmo tan bestial como el anterior, y después se quedó quieta. Estaba agotada, destruida, y el semental parecía no terminar nunca. Y entonces recordó que estaban montando a pelo.
- Por favor, Maulón, no me llenes, por favor
- ¿ No quieres sentir mi lechita en tus entrañas?
- Por favor, no lo hagas que no nos cuidamos, te lo pido, por lo que mas quieras.
- Está bien mamita, hoy te haré caso pero prométeme que volveremos a encontrarnos mañana.
- No puedo escapar de mi esposo tan facil, dijo ella mientras sentía crecer un nuevo orgasmo.
- Te daré mi dirección y después de almorzar saldrás de compras, y te estaré esperando
Las sensaciones eran increíbles y Celia hubiera prometido cualquier cosa con tal de que no se detuvieran.
- Te lo prometo, pero no me llenes
- Y me obedecerás en lo que te pida, insistió Maulón.
- Te lo prometo pero sácala, por favor.
Maulón se retiró, con la decepción de Celia que estaba a punto para otra acabada. Pero Maulón la sorprendió. Rápidamente tomó posesión de su sexo con su boca y esa lengua gruesa y húmeda comenzó a introducirse en su vagina, provocándole el mismo placer que el que le había proporcionado con su verga. El orgasmo comenzó a crecer nuevamente, y Celia solo quería dejarse llevar, pero el negro giró su cuerpo y de pronto ella se encontró con esa verga negra delante de sus ojos y no dudó en tomarla en su boda. Giraron hasta quedar de costado, el negro con la cabeza entre sus piernas ocupándose con esmero de su sexo, y ella tratando de chupar la mayor cantidad de pija posible. Cuando Celia alcanzó el orgasmo fue la señal, Maulón aceleró y un potente chorro de semen espeso y abundante se estrelló en el fondo de su garganta. El orgasmo no le permitió reaccionar y lo único que atinó a hacer fue tragar y seguir tragando, cada nuevo chorro espeso, a cual mas abundante y mas grumoso. Ella nunca había tomado el semen de un macho, y mucho menos el de un negro, pero mientras su boca se llenaba ella siguió tragando hasta dejar esa verga totalmente limpia.
Luego de un rato Maulón giro y se acostó a su lado.
- Estuviste muy bien, y me saqué un poco de la calentura que te tenía. Seguiría toda la noche pero eres una esposa fiel y debes volver a dormir con tu esposo. Lo comprendo, así que te espero mañana en mi casa.
- No se si podré ir, titubeó Celia consciente ahora del riesgo que corría.
- Si tu no vienes, yo iré a buscarte a tu casa y le contaré a tu esposo lo bien que lo pasaste esta noche.
- No serías capaz, dijo Celia sobresaltada
- No sabes de lo que sería capaz, para hacer lo que tengo ganas, y te aseguro que te tengo ganas, y que cuando termine contigo ya no serás la misma. Y ahora vístete que te acompaño hasta la calle, le dijo mientras reunía su ropa y se vestía.
Celia asustada de lo que había hecho y la forma en que la amenazaban se vistió. Su bombacha y corpiño estaban destruidos así que los dejó allí, y rápidamente salieron de la playa.
- Me imagino que bromeabas, le dijo a Maulón
- Por supuesto, y tú también bromeabas cuando decías que mañana no vendrías a visitarme, no?
- Era una broma. Allí estaré, no te preocupes.
- Y te aconsejo que no traigas bombacha ni corpiño, así evitamos que tengas que reponerlos.
La acompañó hasta la esquina de su departamento. En los lugares oscuros aprovechaba para meter su mano bajo su vestido e introducirle un dedo en su sexo, riéndose al sentir como ella se mojaba, mientras le ordenaba que se quedara quieto.
Ya en el departamento, Celia se asomó en el dormitorio. Su marido dormía como un bendito, o como lo que era, pensó amargamente, un cornudo.
En el baño buscó en el espejo marcas de lo ocurrido pero no tenía ninguna. Solo tenía olor a macho y a semen que le inundaba la nariz y la enloquecía. Se bañó frotándose bien, como si con eso pudiera borrar lo que habia pasado, y se acostó con su esposo. No pudo dormir en toda la noche.
5 comentarios - El vendedor ambulante.
Muy bueno, me dejó con ganas de probar un negro !!!!