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Nuevo encuentro con mi Exalumna (primera parte)

Pasaron algunos meses luego de nuestro primer encuentro con mi exalumna. En ese lapso nuestra comunicación por el face se hizo más continua y los juegos también iban subiendo de tono, ahora ya con más confianza. Nos acostumbramos a encontrarnos por las noches y charlar hasta tarde y cada despedida de su parte era siempre un "sueña con tu alumna".

Vaya si la soñaba, pero despierto. Mientras charlábamos le iba describiendo las cositas ricas que me gustaría hacerle de tenerla a mi lado. Al principio se sonrojaba, sin embargo, poco a poco le fue gustando las imágenes que le regalaba al punto que me confesaba que se estremecía, que le daban "cositas", y que soñaba con ellas o recordaba como la tenía atrapada con mi lengua en su coñito, aquella vez de nuestro primer encuentro y de cuánto le había gustado haberme comido la pija, de tenerme dentro de su boca y de venirme en ella.

Fue así que nos dimos una segunda cita; esta vez nos vimos en un barrio neutral . Aunque en principio ella no estaba muy convencida, sobre todo porque nunca antes había entrado a un hostal, terminó por aceptar mi invitación advirtiéndome que no pasaría nada esta vez, salvo, y a lo mucho, jugar como en aquella ocasión.

Al entrar no esperamos mucho tiempo para enredarnos en un contoneo de besos y caricias que por su intensidad creciente era evidente que habían estado contenidos desde hace mucho tiempo. Mis manos la atrajeron hacia mi boca. Al besarla vino a mi cuerpo y a mi mente el recuerdo de ese primer choque entre nuestros labios. Con su carita entre mis manos fui besándola incansabemente deteniéndome en la carnosidad de sus labios, en su sabor, en su boquita diminuta, que en pequeños movimientos circulares encendía aun más mis deseos por ella.

Perdidos entre sus cabellos, mis dedos fueron acariciando la superficie de su cabeza, con pequeños masajes con la suficiente presión para hacerla sentir también deseada y gozar de esa sensación; esporádicamente mis manos cogían y tiraban con suavidad pequeños mechones de su cabello al cerrar los dedos ligeramente. Para entonces ya no sólo la besaba en los labios; fui bajando lentamente entre besos y mordidas a través de su cuello y sus hombros, lamiéndole a ratos la piel, reconociendo su olor, embriagándome con su peculiar aroma a ella.

Acorralada contra la pared, donde a pesar de su condición de presa me devoraba con la misma intensidad, le di la vuelta dejando a mis disposición su espalda y a mis manos la libertad para poder explorar su cintura y su cadera; su piel suave me trasmitía un sutil placer a través de las yemas de mis dedos, mas nada como esa descarga que electrizaron mis manos al tener entre ellas esas pequeñas cúpulas que se levantaban hacia el cielo como gloriosas catedrales. La firmeza de sus tetitas- su forma esférica ligeramente cónica rematados por esos dos pezoncitos que cogía entre índices y pulgares- esa firmeza me embriagaban cada vez más.. esas tetitas carnosas, suaves, deliciosas, jugosas...!!!

Y aun ahí de espaldas hacia mi, con su cuello entre mis dientes y mis manos en sus pechos, sentía como su cuerpo se contorneaba apretándose contra el mío, frotando su cadera contra mi pelvis. Sin pensarlo más la llevé a la cama, donde a pesar de su polo y su pantalón fui con mi boca reconociendo su cuerpo otra vez bajo el mío. La desnudaba saboreando su piel mientras mis manos iban surcando su contorneada silueta; me detuve en sus pechos turgentes, los lamí con ansias mientras el filo de mis dientes jugaban con sus pezones ya erizados. Mi boca bajaba a lo largo de su pancita y mi lengua se entretuvo en su pequeño y apretado ombligo, para luego mordisquearle ligeramente los huesos de la cadera y seguir el camino hacia su sexo atraído por ese sutil aroma que emana de su coñito virgen. Con mi lengua le bordeé el coño, lamiendo esa carnecita blanca al interior de sus muslos y las ingles ya humedecidos, regresé a su rajita y acomodándome en ella fui y saborée esos juguitos que brotaban de su sexo, empapando ya los labios de su vulva y sus rizados vellitos negros. Su respiración se fue incrementando y aunque trataba de contenerse se dejaban oir pequeños gemidos ahogados que fueron cada vez más seguidos. Y cuando al fin me detuve en su clítoris sentí casi de inmediato los pequeños estallidos que remecían su cuerpo cada vez que con la punta de mi lengua se lo lamía y relamía hasta casi sentir el calambre en mis mandíbulas totalmente abiertas al comerse ese delicioso coñito virginal.

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