Somos un matrimonio felizmente casados desde hace 30 años. Yo tengo 55 años, y mi esposa 50.
Soy un tipo normal, con algunos kilitos de mas , ni lindo ni feo, que siempre conquisté mujeres a partir de mi humor y mi inteligencia, no porque fuera una belleza.
Entre esas conquistas, la mejor, sin dudas ha sido mi esposa. Hoy Viviana, con 50 años se mantiene tan atractiva como siempre. Muy lindas piernas, con apenas algo de celulitis, un buen trasero, una cintura delgada, unas tetas pequeñas, pero que parecen de una mujer 20 años menor, una espalda con muy buenos hombros, cuello delgado y largo, y un rostro casi sin arrugas. Todo esto hace que los hombres que la cruzan por la calle le dediquen siempre una segunda mirada. Ni se imaginan lo que era con 18 años cuando la conocí.
Nuestra vida transcurrió normal, nos casamos y tenemos una hija de 25 años que por cuestiones de estudio está muy poco con nosotros.
En relación a nuestra vida sexual debo confesar que ha perdido mucho del interés que tenía al principio. Teníamos relaciones muy de vez en cuando, y es que los problemas cotidianos nos hacían llegar a la cama agotados y nerviosos, y eso no es un buen antecedente para tener relaciones placenteras.
Por la mañana estoy en casa, o haciendo trámites cerca, y por la tarde me voy a trabajar y vuelvo muy tarde. Debo confesar, eso sí, que alguna vez le he sido infiel pero no pasaron de escarceos ocasionales, nada serio. Sin embargo esas situaciones sirvieron para que me preguntara que haría si fuera mi mujer la que tuviera esas aventuras, y descubrí que sería capaz de tolerarlo y perdonarla, si lo hiciera con alguien a quien yo no conociera. No había tenido demasiada experiencia con otros hombres. Tal vez lo que mas me dolería sería que el otro se burlara de mis cuernos.
Este relato se origina en una situación que me impactó y cambió la visión que tenía de ella y de nuestro matrimonio, y que me dejó en una posición que no se como manejar.
Un fin de semana, mi hija volvió a casa y tuvo la ocurrencia de invitar a un grupo de amigos a cenar. Aprovechando el tiempo bueno, y el gran parque de mi casa, los jóvenes se reunieron afuera y allí asaron carne y charlaron y escucharon música hasta muy tarde. Cuando llegaron nos saludaron. Uno de ellos, el más lanzado aprovechó para abrazar y besar a mi esposa, elogiando su belleza y diciéndole que las chicas más jóvenes no tenían ni para empezar. Ella se puso colorado y lo apartó con una sonrisa diciéndole que dejara de burlarse. Por fin se fueron al parque y nos dejaron tranquilos.
Yo me quedé en mi oficina navegando por internet, y mi esposa con su netbook, en el comedor, donde yo escuchaba que a cada rato entraba alguno de los jóvenes a buscar algo para tomar o alguna otra cosa.
Al principio no presté demasiada atención a las voces, pero de pronto algo me llamó la atención. La voz de Gerardo, el joven lanzado, se escuchaba con mucha repetición, y era evidente que era quien más seguido venía a la casa. De a ratos su voz se convertía en un susurro que no llegaba a entender, y la risa de mi mujer me señalaba que algo gracioso había dicho. Más que gracioso, las expresiones de mi esposa, mostraban que las frases tenían un claro doble sentido.
“ Que cosas dices, Gerardo” “Que puedo ser tu madre, niño” “ Ni lo pienses”, eran las frases que mas abundaban.
Me sentí molesto por esta situación, pero nada podía decir. Después de todo era amigo de mi hija, y en el fondo me agradaba que este muchacho apreciara a mi mujer. No hay nada peor que tener de pareja una mujer a la que nadie desea.
A eso de las 2 de la mañana decidí ir a acostarme. Se lo comuniqué a mi esposa, y me dijo que iba a quedarse un rato más, por si necesitaban algo. La respuesta de mi esposa no me gustó, y con toda la picardía me fui a acostar, pero en realidad me quedé en el pasillo desde donde podía escuchar lo que hablaran y si alguien venía, podía meterme rápido en la cama y simular que dormía.
Al rato, Gerardo entró a la casa.
- Vivi, ahí afuera están todos tomados y yo me aburro. Yo se que tu sabrás divertirme.
- Busca a gente de tu edad para divertirte. Yo soy mayor y ya iba a acostarme.
- Justamente, en esa diversión había pensado.
- Gerardo, basta con tus insinuaciones, que si te escucha mi esposo se va a armar...., dijo, pero con una voz que claramente invitaba al joven a que siguiera. El cortejo le agradaba sobremanera.
- Tu marido está en el estudio, si quieres le pregunto si nos deja jugar a algo.
- No, mi esposo fue a acostarse y de cualquier manera no creo que te autorice a la clase de juegos que estuviste proponiéndome.
- ¿ Se fue a acostar? ¿ Solo? ¿ Y no te llevó? Disculpa Vivi, pero tu maridito está gagá. Yo no me acostaría en esta casa sin tenerte a mi lado, te lo dijo de verdad.
- Gerardo, me parece que tomaste mucho. Sería bueno que te refrescaras un poco
- Ahora que lo pienso, estamos solos, así que podemos seguir conversando con mas intimidad, no te parece?
- No me parece. Y quédate donde estás. Si mi esposo se levanta y nos encuentra tan cerca, vamos a terminar mal.
- Hagamos una cosa. Ve a ver si está dormido.
- No Gerardo, no hace falta, porque no pienso hacer nada que mi esposo no pueda ver.
Un silencio se extendió por unos minutos. Un ruido sordo de forcejeo se escuchó quedamente.
- ¿ Qué haces? ¿ Estás loco?
- Vamos Vivi. Estás tan caliente y excitada como yo. No lo niegues, así que para que perdemos tiempo. Ve a ver que hace tu esposo, o de lo contrario voy yo.
Se escucho ruido de ropa que se acomodaba y yo rápidamente me metí en la cama y simulé estar profundamente dormido. Intencionalmente había dejado unas píldoras de dormir sobre la mesa de noche, lo que fue muy inteligente. Mi esposa entró, me llamó suavemente y como no respondí se acercó a la cama. Me vio dormido y además vio las pastillas sobre la mesa. Estaba claro que pensó que estaba dormido profundamente y no iba a despertar. Luego de un minuto, apoyó la puerta y salió.
Esperé unos segundos y me levanté sin hacer ruido. Al llegar al pasillo no se escuchaba nada. Despacio me asomé y con sorpresa veo a mi esposa acostada en el sillón y a Gerardo sobre ella metiéndole la lengua en la boca hasta el fondo mientras le manoseaba las tetas. Luego de unos segundos una de sus manos descendió hasta adueñarse del sexo de mi mujer por encima del pantalón que tenía puesto. La forma en que lo rozaba y presionaba enloqueció a mi mujer que se entregó totalmente.
- Vamos a otro lado, le dijo el dejando de besarla. Vamos al estudio de tu maridito.
- No ahí pueden sorprendernos.
- Estoy sacado, o vamos a otro lado o te clavo aquí mismo, dijo Gerardo empezando a bajar su cremallera.
- Espera, vamos al baño de huéspedes que allí no entra nadie.
Rápidamente crucé el pasillo y me metí en la habitación de huéspedes. Entré al baño y me escondí detrás de la cortina de la ducha, dentro de la bañera, rogando que no me vieran.
Un par de minutos después se encendió la luz del baño.
- Acá no estaremos muy cómodos, dijo Gerardo.
- Pero podemos trabar la puerta y si viene alguien podés decir que está ocupado y no van a entrar. Diciendo esto mi mujer trabó por dentro la puerta a la que le faltaba el picaporte que se había roto hacía unos días. Pero la traba era realmente segura.
- Eres toda una zorra, putita. Bueno, a lo que hemos venido, y sin más volvió a abrazarla y besarla como antes, los dos parados en medio del baño.
Levantando un poco la cortina, yo podía ver todo lo que pasaba, y que debo reconocer me excitaba sobremanera. Mi fiel esposa, enredada con un jovencito que podía ser su hijo, en su propia casa, a metros de su esposo y de su hija. El morbo era fabuloso.
Hábilmente el muchacho la desnudó de la cintura para arriba dejando sus pechos a la vista, para empezar a comérselos con ganas, como si fuera a reventarlos. Ella se limitaba a gozar y acariciarle la cabeza, gimiendo y suspirando. Cuando la mano del joven volvió a su sexo, ella tembló de pies a cabeza. Sin dejar de comerle las tetas, desabrochó su pantalón y lo deslizó hacia abajo junto con su ropa interior, dejándola totalmente desnuda.
- Eres mas hermosa de lo que imaginaba dijo alejándose un paso para mirarla en detalle. Ella colocó sus brazos en jarra en su cintura, dejando que el la mirara a placer.
- ¿ No crees que estoy vieja?, preguntó insinuante
- ¿ Estás loca? Tienes el mejor polvo que he visto en mucho tiempo, y diciendo esto se sacó la remera mostrando un abdomen plano y trabajado, y lentamente desabrochó su vaquero, se sacó sus zapatos, y se los quitó quedando solo con un slip que abultaba por su excitación.
- Para que veas que no miento. Mira como me tienes, dijo apretando su pedazo.
Mi mujer se descalzó y terminó de desnudarse y dudó en acercarse al muchacho.
Gerardo la miró y sin decir nada, bajó su slip y su verga saltó como un resorte. Terminó de sacarlo por sus pies, y comenzó a masturbarse lentamente, descapuchando su herramienta para volver a encapucharla. Era evidente lo que quería, pero lo que no sabía era que mi esposa no era fanática del sexo oral. Casi nunca conseguí que me la chupara en todos los años que llevamos de casado, así que iba a quedarse con un palmo de narices. No pude menos que sonreirme.
Ella se acercó lentamente y con su mano derecha tomó posesión del pedazo del macho, y siguió con la masturbación, mientras lo besaba en la boca. El la dejó hacer por un momento, luego tomándola de los hombros la empujó hacia abajo, y ante mi asombro, sin ofrecer resistencia, mi mujer se agachó, y en cuclillas comenzó a pasar su lengua por la verga de Gerardo, hasta terminar por comersela, primero la cabeza y luego con desesperación hasta llegar a que las pelotas del macho golpearan su pera. Volvió a retirarse a punto de ahogarse y volvió a tragarla por completo, ante los gemidos del macho que no podía creer lo que pasaba.
- Como la chupas mamita, como la chupas, sigue, sigue, la alentaba el joven dirigiendo su cabeza para que el trabajo bucal fuera más completo.
Por fin, luego de unos minutos la separó violentamente. Estaba a punto de correrse y no estaba dispuesto. Respiró profundo y buscando los bolsillos de su pantalón extrajo un preservativo. Cortó el envase con los dientes y rápidamente enfundó su herramienta. Bajó la tapa del inodoro y se sentó.
- Ven aquí y móntame, yegua, le dijo lo que provocó que mi esposa se acercara y colocando una pierna a cada lado del cuerpo de Gerardo, tomó la verga con su mano y la dirigió a su sexo, dejándose caer lentamente hasta empalarse por completo, mientras gemía de placer. Gerardo le sobaba las tetas y mi mujer comenzó a subir y bajar por el mástil del macho.
Los gemidos y suspiros permitían saber sin dudas lo que allí estaba pasando, y en voz cada vez mas fuerte, producto de la calentura, Gerardo le decía a mi esposa lo puta que era y como la estaba clavando.
En ese momento veo una sombra en el vidrio de la puerta del baño. Había alguien allí escuchando todo lo que ocurría. La calentura de la pareja no les permitió darse cuenta. La sombra se agachó. Era evidente que estaba tratando de ver lo que pasaba por el agujero que dejaba la manija faltante. Me imaginé que la visión debía ser alucinante. Solo rogué porque no fuera mi hija quien estuviera mirando.
Los amantes seguian mientras tanto en plena sesión, hasta que Gerardo se levantó sin dejar de penetrarla. Mi mujer envolvió sus riñones con sus piernas para no despegarse de esa vara de carne que la llenaba tan satisfactoriamente, mientras se colgaba de su cuello. Así, de parados, el macho la siguió penetrando sin pausa. Era muy excitante ver como movía sus caderas de arriba hacia abajo para introducirse por completo en el sexo de mi señora. En ese momento mi esposa se tensó y comenzó a acabar como una loca, así suspendida en el aire y teniendo como eje la verga de su macho. Cuando la sintió venirse, Gerardo aceleró aún más convirtiendo ese orgasmo en una serie interminables, que la llevaron a gemir y gritar descontroladamente, ante lo que el macho la besó para silenciarla, porque corría el riesgo de que la escucharan.
- Callate puta, que nos perdemos, le dijo cuando terminó el orgasmo. Ahí nomás la bajo al suelo. Mi esposa tenía las piernas flojas por el climax y le costaba mantenerse parada. La llevó hasta el lavabo, la dio vuelta, le hizo separar las piernas y en esa posición, desde atrás la penetró totalmente, llegando a levantarla del suelo con el empujón que le dio. A continuación, la tomó de los hombros y con envites largos entraba hasta el fondo y luego salia casi por completo. Desde mi posición podía ver completamente la escena y debo reconocer que estaba muy caliente. El muchacho la había sometido por completo mi mujer gemía y lloraba sin pausa y se mantenía en pie porque el macho la sostenía y tenía su vientre apoyado en el lavabo. Por fin comenzó a acelerar cada vez más, y con un largo gemido se metió hasta el fondo y comenzó claramente a eyacular. Se retiraba y volvía a hundirse hasta el fondo. 3, 4, 5 veces, para terminar cayendo sobre el cuerpo de mi esposa que ya ni siquiera gemía. Estaba destruída.
Muy despacio, Gerardo se retiró, recuperó el aire y se sentó en el inodoro. Miró su verga y lentamente sacó el preservativo. Se veía que contenía una gran cantidad de semen.
- Mierda, me vaciaste yegua. No creo que me haya quedado nada en los huevos, y eso que hacía rato que no tiraba. Me lo llevo de recuerdo, y haciéndole un nudo lo puso en el bolsillo de su pantalón. Se vistió de prisa, y una vez que estuvo presentable, se acercó a darle un beso en la espalda a mi mujer.
- Gracias perrita, estuviste fantástica. Me voy para que nadie sospeche. Dale saludos a tu maridito de mi parte cuando lo veas, dijo dándole una nalgada. De manera imperceptible, mientras esto ocurría, se sintió un roce de ropas detrás de la puerta que los amantes no alcanzaron a escuchar, y a alguien que se alejaba.
Gerardo abrió la puerta y se fue rápidamente, quedando allí solo mi esposa agotada sobre el lavabo.
Antes que ella pudiera percatarse, otra persona entró al baño. Era Lucas, otro amigo de mi hija. Un típico nerd de anteojos, flacucho y sin demasiada suerte con el sexo opuesto, como comentaban siempre. Muy tímido y desgarbado. Sin embargo hoy no era el mismo.
Sus ojos estaban inyectados de sangre y su rostro estaba desencajado. Indudablemente era él quien estaba del otro lado de la puerta. Cerró el pestillo, y rápidamente abrió su bragueta y sacó una verga gruesa y larga que hacía que la mía pareciera de juguete. Me sorprendió que semejante alfeñique portara semejante herramienta. Para colmo estaba salvajemente distendida y mientras avanzaba hacia mi mujer masturbándose, su cabeza brillaba por el líquido preseminal.
Sin pausa se ubicó a su grupa y apuntando su lanza introdujo la cabeza en mi mujer sin decir nada. Mi esposa se tensó ante la penetración y tembló por un segundo, pero seguramente pensó que era Gerardo quien seguía fornicando. Cuando había entrado la mitad, seguramente algo sospechó. Levantó la cabeza y con horror vio que quien tenía detrás suyo no era Gerardo. Era el pesado de Lucas. Trató de resistirse, pero el muchacho previendo la maniobra la tomó del cuello con ambas manos, y la ensartó hasta el fondo apretándola contra el lavabo. La huída era imposible.
- ¿ Que hacés hijo de puta? Alcanzó a decir mi esposa semi ahogada.
- Tranquila que te vi tirar con Gerardo. Si no quieres que se enteren todos, quedate quieta y gozá, le dijo mientras empezo un mete y saca feroz.
Mi esposa, todavía floja por el combate anterior, se quedó paralizada ante lo que escuchó, y esos segundos de duda fueron suficientes para que Lucas se acomodara definitivamente y la penetrara en toda la regla, entrando y saliendo de su cuerpo con verdadera furia homicida. La estaba partiendo en dos.
- Espera, por favor, espera, te conozco, no puedes hacerme esto, dejame respirar, por favor que me ahogas, suplicó
Por toda respuesta Lucas aflojó sus manos del cuello de Viviana y la tomó por los hombros mientras no cejaba en su intento de meterse dentro de su cuerpo por completo.
- Despacio, que me partes, por favor, despacio, animal, suplicaba mi mujer ya habiendo asumido que la cogida era inevitable, pero sin embargo no había fuerza humana que pudiera conseguir que Lucas bajara sus arremetidas. Estaba totalmente descontrolado y poseído por una excitación sin límites. En un momento comenzó a gemir y fue evidente que estaba acabando.
- Me quemas, hijo de puta, me quemas, no me llenes, animal, lloraba mi esposa pero fue increíble. Sin dejar de serrucharla la estaba llenando. Unos segundos después un líquido viscoso comenzó a brotar del sexo de mi mujer pero ni así Lucas bajó el ritmo. Siguió cogiéndola como en un vídeo porno gratis. Mi mujer dejó de hablar para empezar a gemir, luego dejó de gemir para empezar a suspirar, y por fin solo respiraba agitadamente, tal era el nivel de sometimiento que estaba soportando Y por fin, algo que parecía imposible, empezó a acabar nuevamente, esta vez más quedamente, sin tantos gritos pero si llorando abundantemente. El nerd la había conquistado por completo y ella había perdido todo el dominio. Por fin, el nerd se retiró. Su verga hizo un ruido como si hubiera destapado una botella y mi mujer quedó desmadejada. La tomó de la cintura y la sentó en el inodoro. Tomó su boca y la obligó a abrirla y tragarse su verga, para comenzar a masturbarse con su boca mientras le sostenía la cabeza. Mi mujer estaba prácticamente inconsciente, incapaz de entender lo que pasaba. De a poco se fue recuperando.
- Dime si alguna vez has tenido una como esta en la boquita, mamita, vamos, a que tu marido no tiene una así, eh?, le decía mientras la tomaba de la cabeza y se masturbaba con su boca.
Fueron unos cinco minutos de fellatio salvaje, hasta que por fin se la enterró todo lo que pudo y empezó a escupir semen en su boca. Luego de los primeros chorros la sacó y regó su cara y sus tetas con una cantidad increíble de semen, máxime considerando que era su segunda acabada. Mi mujer quedó allí con los ojos cerrados, apoyada contra la pared y bañada en semen de una manera humillante. Por fin todo había terminado. O eso pensé. Lucas tomó su verga morcillona y sin decir nada, comenzó a orinarla con chorros potentes que sirvieron para lavarle el semen que la cubría. Mi mujer sollozaba sin poder reaccionar, y por fin, al final, tuvo otro orgasmo más violento que los anteriores, quedando casi inconsciente.
- Muy bueno todo, puta. Hace mucho que tenía ganas de cogerte y someterte por completo. La próxima vez va a ser mejor, te lo prometo. Imaginate mi verga bien adentro de tu culo, taladrándote como un martillo hidráulico. Sueña con eso y ruega porque pronto tu hija organice otra cena, así te daré lo tuyo. Se dio vuelta, lavó su verga en el lavabo, se acercó a mi mujer y la secó en su pelo el muy hijo de puta, para luego irse como había venido.
Mi mujer se quedó sollozando sentada en el inodoro. La había usado como una puta de callejón. Lentamente se levantó, juntó su ropa y viendo que no había nadie se metió de prisa en el baño principal. Pude escuchar correr el agua de la ducha. Salí y me dirigí a la habitación para continuar con mi simulación de sueño.
Nada dije de lo que había visto. Mi mujer estuvo unos días rara, pero no le pregunté porqué. A la semana tuvimos el mejor sexo que recuerdo. La manera en que me chupó la verga me enloqueció. Tomó la iniciativa por primera vez en su vida y consiguió hacerme acabar tres veces, cosa que no había ocurrido ni cuando estábamos de novios. Mientras la cogía, por mi mente pasaban como una película las imágenes de su encuentro con los jovencitos, y esto seguramente fue lo que más me excitó.
El problema es que esta noche, mi hija ha vuelto a invitar a sus amigos, y mi mujer, cosa rara en ella, ha decidido vestirse con una pollera corta y una remera sin corpiño, aduciendo que hace calor y así está mas cómoda. Me ha dicho también que sería conveniente que me acostara temprano y tome una de mis pastillas para que los ruidos de los chicos no me molesten.
Soy un tipo normal, con algunos kilitos de mas , ni lindo ni feo, que siempre conquisté mujeres a partir de mi humor y mi inteligencia, no porque fuera una belleza.
Entre esas conquistas, la mejor, sin dudas ha sido mi esposa. Hoy Viviana, con 50 años se mantiene tan atractiva como siempre. Muy lindas piernas, con apenas algo de celulitis, un buen trasero, una cintura delgada, unas tetas pequeñas, pero que parecen de una mujer 20 años menor, una espalda con muy buenos hombros, cuello delgado y largo, y un rostro casi sin arrugas. Todo esto hace que los hombres que la cruzan por la calle le dediquen siempre una segunda mirada. Ni se imaginan lo que era con 18 años cuando la conocí.
Nuestra vida transcurrió normal, nos casamos y tenemos una hija de 25 años que por cuestiones de estudio está muy poco con nosotros.
En relación a nuestra vida sexual debo confesar que ha perdido mucho del interés que tenía al principio. Teníamos relaciones muy de vez en cuando, y es que los problemas cotidianos nos hacían llegar a la cama agotados y nerviosos, y eso no es un buen antecedente para tener relaciones placenteras.
Por la mañana estoy en casa, o haciendo trámites cerca, y por la tarde me voy a trabajar y vuelvo muy tarde. Debo confesar, eso sí, que alguna vez le he sido infiel pero no pasaron de escarceos ocasionales, nada serio. Sin embargo esas situaciones sirvieron para que me preguntara que haría si fuera mi mujer la que tuviera esas aventuras, y descubrí que sería capaz de tolerarlo y perdonarla, si lo hiciera con alguien a quien yo no conociera. No había tenido demasiada experiencia con otros hombres. Tal vez lo que mas me dolería sería que el otro se burlara de mis cuernos.
Este relato se origina en una situación que me impactó y cambió la visión que tenía de ella y de nuestro matrimonio, y que me dejó en una posición que no se como manejar.
Un fin de semana, mi hija volvió a casa y tuvo la ocurrencia de invitar a un grupo de amigos a cenar. Aprovechando el tiempo bueno, y el gran parque de mi casa, los jóvenes se reunieron afuera y allí asaron carne y charlaron y escucharon música hasta muy tarde. Cuando llegaron nos saludaron. Uno de ellos, el más lanzado aprovechó para abrazar y besar a mi esposa, elogiando su belleza y diciéndole que las chicas más jóvenes no tenían ni para empezar. Ella se puso colorado y lo apartó con una sonrisa diciéndole que dejara de burlarse. Por fin se fueron al parque y nos dejaron tranquilos.
Yo me quedé en mi oficina navegando por internet, y mi esposa con su netbook, en el comedor, donde yo escuchaba que a cada rato entraba alguno de los jóvenes a buscar algo para tomar o alguna otra cosa.
Al principio no presté demasiada atención a las voces, pero de pronto algo me llamó la atención. La voz de Gerardo, el joven lanzado, se escuchaba con mucha repetición, y era evidente que era quien más seguido venía a la casa. De a ratos su voz se convertía en un susurro que no llegaba a entender, y la risa de mi mujer me señalaba que algo gracioso había dicho. Más que gracioso, las expresiones de mi esposa, mostraban que las frases tenían un claro doble sentido.
“ Que cosas dices, Gerardo” “Que puedo ser tu madre, niño” “ Ni lo pienses”, eran las frases que mas abundaban.
Me sentí molesto por esta situación, pero nada podía decir. Después de todo era amigo de mi hija, y en el fondo me agradaba que este muchacho apreciara a mi mujer. No hay nada peor que tener de pareja una mujer a la que nadie desea.
A eso de las 2 de la mañana decidí ir a acostarme. Se lo comuniqué a mi esposa, y me dijo que iba a quedarse un rato más, por si necesitaban algo. La respuesta de mi esposa no me gustó, y con toda la picardía me fui a acostar, pero en realidad me quedé en el pasillo desde donde podía escuchar lo que hablaran y si alguien venía, podía meterme rápido en la cama y simular que dormía.
Al rato, Gerardo entró a la casa.
- Vivi, ahí afuera están todos tomados y yo me aburro. Yo se que tu sabrás divertirme.
- Busca a gente de tu edad para divertirte. Yo soy mayor y ya iba a acostarme.
- Justamente, en esa diversión había pensado.
- Gerardo, basta con tus insinuaciones, que si te escucha mi esposo se va a armar...., dijo, pero con una voz que claramente invitaba al joven a que siguiera. El cortejo le agradaba sobremanera.
- Tu marido está en el estudio, si quieres le pregunto si nos deja jugar a algo.
- No, mi esposo fue a acostarse y de cualquier manera no creo que te autorice a la clase de juegos que estuviste proponiéndome.
- ¿ Se fue a acostar? ¿ Solo? ¿ Y no te llevó? Disculpa Vivi, pero tu maridito está gagá. Yo no me acostaría en esta casa sin tenerte a mi lado, te lo dijo de verdad.
- Gerardo, me parece que tomaste mucho. Sería bueno que te refrescaras un poco
- Ahora que lo pienso, estamos solos, así que podemos seguir conversando con mas intimidad, no te parece?
- No me parece. Y quédate donde estás. Si mi esposo se levanta y nos encuentra tan cerca, vamos a terminar mal.
- Hagamos una cosa. Ve a ver si está dormido.
- No Gerardo, no hace falta, porque no pienso hacer nada que mi esposo no pueda ver.
Un silencio se extendió por unos minutos. Un ruido sordo de forcejeo se escuchó quedamente.
- ¿ Qué haces? ¿ Estás loco?
- Vamos Vivi. Estás tan caliente y excitada como yo. No lo niegues, así que para que perdemos tiempo. Ve a ver que hace tu esposo, o de lo contrario voy yo.
Se escucho ruido de ropa que se acomodaba y yo rápidamente me metí en la cama y simulé estar profundamente dormido. Intencionalmente había dejado unas píldoras de dormir sobre la mesa de noche, lo que fue muy inteligente. Mi esposa entró, me llamó suavemente y como no respondí se acercó a la cama. Me vio dormido y además vio las pastillas sobre la mesa. Estaba claro que pensó que estaba dormido profundamente y no iba a despertar. Luego de un minuto, apoyó la puerta y salió.
Esperé unos segundos y me levanté sin hacer ruido. Al llegar al pasillo no se escuchaba nada. Despacio me asomé y con sorpresa veo a mi esposa acostada en el sillón y a Gerardo sobre ella metiéndole la lengua en la boca hasta el fondo mientras le manoseaba las tetas. Luego de unos segundos una de sus manos descendió hasta adueñarse del sexo de mi mujer por encima del pantalón que tenía puesto. La forma en que lo rozaba y presionaba enloqueció a mi mujer que se entregó totalmente.
- Vamos a otro lado, le dijo el dejando de besarla. Vamos al estudio de tu maridito.
- No ahí pueden sorprendernos.
- Estoy sacado, o vamos a otro lado o te clavo aquí mismo, dijo Gerardo empezando a bajar su cremallera.
- Espera, vamos al baño de huéspedes que allí no entra nadie.
Rápidamente crucé el pasillo y me metí en la habitación de huéspedes. Entré al baño y me escondí detrás de la cortina de la ducha, dentro de la bañera, rogando que no me vieran.
Un par de minutos después se encendió la luz del baño.
- Acá no estaremos muy cómodos, dijo Gerardo.
- Pero podemos trabar la puerta y si viene alguien podés decir que está ocupado y no van a entrar. Diciendo esto mi mujer trabó por dentro la puerta a la que le faltaba el picaporte que se había roto hacía unos días. Pero la traba era realmente segura.
- Eres toda una zorra, putita. Bueno, a lo que hemos venido, y sin más volvió a abrazarla y besarla como antes, los dos parados en medio del baño.
Levantando un poco la cortina, yo podía ver todo lo que pasaba, y que debo reconocer me excitaba sobremanera. Mi fiel esposa, enredada con un jovencito que podía ser su hijo, en su propia casa, a metros de su esposo y de su hija. El morbo era fabuloso.
Hábilmente el muchacho la desnudó de la cintura para arriba dejando sus pechos a la vista, para empezar a comérselos con ganas, como si fuera a reventarlos. Ella se limitaba a gozar y acariciarle la cabeza, gimiendo y suspirando. Cuando la mano del joven volvió a su sexo, ella tembló de pies a cabeza. Sin dejar de comerle las tetas, desabrochó su pantalón y lo deslizó hacia abajo junto con su ropa interior, dejándola totalmente desnuda.
- Eres mas hermosa de lo que imaginaba dijo alejándose un paso para mirarla en detalle. Ella colocó sus brazos en jarra en su cintura, dejando que el la mirara a placer.
- ¿ No crees que estoy vieja?, preguntó insinuante
- ¿ Estás loca? Tienes el mejor polvo que he visto en mucho tiempo, y diciendo esto se sacó la remera mostrando un abdomen plano y trabajado, y lentamente desabrochó su vaquero, se sacó sus zapatos, y se los quitó quedando solo con un slip que abultaba por su excitación.
- Para que veas que no miento. Mira como me tienes, dijo apretando su pedazo.
Mi mujer se descalzó y terminó de desnudarse y dudó en acercarse al muchacho.
Gerardo la miró y sin decir nada, bajó su slip y su verga saltó como un resorte. Terminó de sacarlo por sus pies, y comenzó a masturbarse lentamente, descapuchando su herramienta para volver a encapucharla. Era evidente lo que quería, pero lo que no sabía era que mi esposa no era fanática del sexo oral. Casi nunca conseguí que me la chupara en todos los años que llevamos de casado, así que iba a quedarse con un palmo de narices. No pude menos que sonreirme.
Ella se acercó lentamente y con su mano derecha tomó posesión del pedazo del macho, y siguió con la masturbación, mientras lo besaba en la boca. El la dejó hacer por un momento, luego tomándola de los hombros la empujó hacia abajo, y ante mi asombro, sin ofrecer resistencia, mi mujer se agachó, y en cuclillas comenzó a pasar su lengua por la verga de Gerardo, hasta terminar por comersela, primero la cabeza y luego con desesperación hasta llegar a que las pelotas del macho golpearan su pera. Volvió a retirarse a punto de ahogarse y volvió a tragarla por completo, ante los gemidos del macho que no podía creer lo que pasaba.
- Como la chupas mamita, como la chupas, sigue, sigue, la alentaba el joven dirigiendo su cabeza para que el trabajo bucal fuera más completo.
Por fin, luego de unos minutos la separó violentamente. Estaba a punto de correrse y no estaba dispuesto. Respiró profundo y buscando los bolsillos de su pantalón extrajo un preservativo. Cortó el envase con los dientes y rápidamente enfundó su herramienta. Bajó la tapa del inodoro y se sentó.
- Ven aquí y móntame, yegua, le dijo lo que provocó que mi esposa se acercara y colocando una pierna a cada lado del cuerpo de Gerardo, tomó la verga con su mano y la dirigió a su sexo, dejándose caer lentamente hasta empalarse por completo, mientras gemía de placer. Gerardo le sobaba las tetas y mi mujer comenzó a subir y bajar por el mástil del macho.
Los gemidos y suspiros permitían saber sin dudas lo que allí estaba pasando, y en voz cada vez mas fuerte, producto de la calentura, Gerardo le decía a mi esposa lo puta que era y como la estaba clavando.
En ese momento veo una sombra en el vidrio de la puerta del baño. Había alguien allí escuchando todo lo que ocurría. La calentura de la pareja no les permitió darse cuenta. La sombra se agachó. Era evidente que estaba tratando de ver lo que pasaba por el agujero que dejaba la manija faltante. Me imaginé que la visión debía ser alucinante. Solo rogué porque no fuera mi hija quien estuviera mirando.
Los amantes seguian mientras tanto en plena sesión, hasta que Gerardo se levantó sin dejar de penetrarla. Mi mujer envolvió sus riñones con sus piernas para no despegarse de esa vara de carne que la llenaba tan satisfactoriamente, mientras se colgaba de su cuello. Así, de parados, el macho la siguió penetrando sin pausa. Era muy excitante ver como movía sus caderas de arriba hacia abajo para introducirse por completo en el sexo de mi señora. En ese momento mi esposa se tensó y comenzó a acabar como una loca, así suspendida en el aire y teniendo como eje la verga de su macho. Cuando la sintió venirse, Gerardo aceleró aún más convirtiendo ese orgasmo en una serie interminables, que la llevaron a gemir y gritar descontroladamente, ante lo que el macho la besó para silenciarla, porque corría el riesgo de que la escucharan.
- Callate puta, que nos perdemos, le dijo cuando terminó el orgasmo. Ahí nomás la bajo al suelo. Mi esposa tenía las piernas flojas por el climax y le costaba mantenerse parada. La llevó hasta el lavabo, la dio vuelta, le hizo separar las piernas y en esa posición, desde atrás la penetró totalmente, llegando a levantarla del suelo con el empujón que le dio. A continuación, la tomó de los hombros y con envites largos entraba hasta el fondo y luego salia casi por completo. Desde mi posición podía ver completamente la escena y debo reconocer que estaba muy caliente. El muchacho la había sometido por completo mi mujer gemía y lloraba sin pausa y se mantenía en pie porque el macho la sostenía y tenía su vientre apoyado en el lavabo. Por fin comenzó a acelerar cada vez más, y con un largo gemido se metió hasta el fondo y comenzó claramente a eyacular. Se retiraba y volvía a hundirse hasta el fondo. 3, 4, 5 veces, para terminar cayendo sobre el cuerpo de mi esposa que ya ni siquiera gemía. Estaba destruída.
Muy despacio, Gerardo se retiró, recuperó el aire y se sentó en el inodoro. Miró su verga y lentamente sacó el preservativo. Se veía que contenía una gran cantidad de semen.
- Mierda, me vaciaste yegua. No creo que me haya quedado nada en los huevos, y eso que hacía rato que no tiraba. Me lo llevo de recuerdo, y haciéndole un nudo lo puso en el bolsillo de su pantalón. Se vistió de prisa, y una vez que estuvo presentable, se acercó a darle un beso en la espalda a mi mujer.
- Gracias perrita, estuviste fantástica. Me voy para que nadie sospeche. Dale saludos a tu maridito de mi parte cuando lo veas, dijo dándole una nalgada. De manera imperceptible, mientras esto ocurría, se sintió un roce de ropas detrás de la puerta que los amantes no alcanzaron a escuchar, y a alguien que se alejaba.
Gerardo abrió la puerta y se fue rápidamente, quedando allí solo mi esposa agotada sobre el lavabo.
Antes que ella pudiera percatarse, otra persona entró al baño. Era Lucas, otro amigo de mi hija. Un típico nerd de anteojos, flacucho y sin demasiada suerte con el sexo opuesto, como comentaban siempre. Muy tímido y desgarbado. Sin embargo hoy no era el mismo.
Sus ojos estaban inyectados de sangre y su rostro estaba desencajado. Indudablemente era él quien estaba del otro lado de la puerta. Cerró el pestillo, y rápidamente abrió su bragueta y sacó una verga gruesa y larga que hacía que la mía pareciera de juguete. Me sorprendió que semejante alfeñique portara semejante herramienta. Para colmo estaba salvajemente distendida y mientras avanzaba hacia mi mujer masturbándose, su cabeza brillaba por el líquido preseminal.
Sin pausa se ubicó a su grupa y apuntando su lanza introdujo la cabeza en mi mujer sin decir nada. Mi esposa se tensó ante la penetración y tembló por un segundo, pero seguramente pensó que era Gerardo quien seguía fornicando. Cuando había entrado la mitad, seguramente algo sospechó. Levantó la cabeza y con horror vio que quien tenía detrás suyo no era Gerardo. Era el pesado de Lucas. Trató de resistirse, pero el muchacho previendo la maniobra la tomó del cuello con ambas manos, y la ensartó hasta el fondo apretándola contra el lavabo. La huída era imposible.
- ¿ Que hacés hijo de puta? Alcanzó a decir mi esposa semi ahogada.
- Tranquila que te vi tirar con Gerardo. Si no quieres que se enteren todos, quedate quieta y gozá, le dijo mientras empezo un mete y saca feroz.
Mi esposa, todavía floja por el combate anterior, se quedó paralizada ante lo que escuchó, y esos segundos de duda fueron suficientes para que Lucas se acomodara definitivamente y la penetrara en toda la regla, entrando y saliendo de su cuerpo con verdadera furia homicida. La estaba partiendo en dos.
- Espera, por favor, espera, te conozco, no puedes hacerme esto, dejame respirar, por favor que me ahogas, suplicó
Por toda respuesta Lucas aflojó sus manos del cuello de Viviana y la tomó por los hombros mientras no cejaba en su intento de meterse dentro de su cuerpo por completo.
- Despacio, que me partes, por favor, despacio, animal, suplicaba mi mujer ya habiendo asumido que la cogida era inevitable, pero sin embargo no había fuerza humana que pudiera conseguir que Lucas bajara sus arremetidas. Estaba totalmente descontrolado y poseído por una excitación sin límites. En un momento comenzó a gemir y fue evidente que estaba acabando.
- Me quemas, hijo de puta, me quemas, no me llenes, animal, lloraba mi esposa pero fue increíble. Sin dejar de serrucharla la estaba llenando. Unos segundos después un líquido viscoso comenzó a brotar del sexo de mi mujer pero ni así Lucas bajó el ritmo. Siguió cogiéndola como en un vídeo porno gratis. Mi mujer dejó de hablar para empezar a gemir, luego dejó de gemir para empezar a suspirar, y por fin solo respiraba agitadamente, tal era el nivel de sometimiento que estaba soportando Y por fin, algo que parecía imposible, empezó a acabar nuevamente, esta vez más quedamente, sin tantos gritos pero si llorando abundantemente. El nerd la había conquistado por completo y ella había perdido todo el dominio. Por fin, el nerd se retiró. Su verga hizo un ruido como si hubiera destapado una botella y mi mujer quedó desmadejada. La tomó de la cintura y la sentó en el inodoro. Tomó su boca y la obligó a abrirla y tragarse su verga, para comenzar a masturbarse con su boca mientras le sostenía la cabeza. Mi mujer estaba prácticamente inconsciente, incapaz de entender lo que pasaba. De a poco se fue recuperando.
- Dime si alguna vez has tenido una como esta en la boquita, mamita, vamos, a que tu marido no tiene una así, eh?, le decía mientras la tomaba de la cabeza y se masturbaba con su boca.
Fueron unos cinco minutos de fellatio salvaje, hasta que por fin se la enterró todo lo que pudo y empezó a escupir semen en su boca. Luego de los primeros chorros la sacó y regó su cara y sus tetas con una cantidad increíble de semen, máxime considerando que era su segunda acabada. Mi mujer quedó allí con los ojos cerrados, apoyada contra la pared y bañada en semen de una manera humillante. Por fin todo había terminado. O eso pensé. Lucas tomó su verga morcillona y sin decir nada, comenzó a orinarla con chorros potentes que sirvieron para lavarle el semen que la cubría. Mi mujer sollozaba sin poder reaccionar, y por fin, al final, tuvo otro orgasmo más violento que los anteriores, quedando casi inconsciente.
- Muy bueno todo, puta. Hace mucho que tenía ganas de cogerte y someterte por completo. La próxima vez va a ser mejor, te lo prometo. Imaginate mi verga bien adentro de tu culo, taladrándote como un martillo hidráulico. Sueña con eso y ruega porque pronto tu hija organice otra cena, así te daré lo tuyo. Se dio vuelta, lavó su verga en el lavabo, se acercó a mi mujer y la secó en su pelo el muy hijo de puta, para luego irse como había venido.
Mi mujer se quedó sollozando sentada en el inodoro. La había usado como una puta de callejón. Lentamente se levantó, juntó su ropa y viendo que no había nadie se metió de prisa en el baño principal. Pude escuchar correr el agua de la ducha. Salí y me dirigí a la habitación para continuar con mi simulación de sueño.
Nada dije de lo que había visto. Mi mujer estuvo unos días rara, pero no le pregunté porqué. A la semana tuvimos el mejor sexo que recuerdo. La manera en que me chupó la verga me enloqueció. Tomó la iniciativa por primera vez en su vida y consiguió hacerme acabar tres veces, cosa que no había ocurrido ni cuando estábamos de novios. Mientras la cogía, por mi mente pasaban como una película las imágenes de su encuentro con los jovencitos, y esto seguramente fue lo que más me excitó.
El problema es que esta noche, mi hija ha vuelto a invitar a sus amigos, y mi mujer, cosa rara en ella, ha decidido vestirse con una pollera corta y una remera sin corpiño, aduciendo que hace calor y así está mas cómoda. Me ha dicho también que sería conveniente que me acostara temprano y tome una de mis pastillas para que los ruidos de los chicos no me molesten.
4 comentarios - Mi mujer es una trola