Este es un relato que encontré en la web. Es uno de los mejores que encontré de dominación médica femenina, mi situación fetiche. Le hice sólo algunas adaptaciones, pero traté de respetar el original lo máximo posible. Acá lo tienen:
Eran las 4 de la tarde, y a pesar de la pereza y el atontamiento de la hora de la siesta, tuvo que bañarse rápido, vestirse y salir corriendo con las llaves del auto en la mano.
A las 5 y media tenía turno con el doctor para un chequeo rutinario por orden de la empresa en la que trabajaba, y el único hueco relativamente libre que tenía el Doctor era ése día a ésa hora.
Aunque salió con tiempo de su domicilio, agarró el embotellamiento de la salida de los colegios y se imaginó cómo estaría el consultorio cuando finalmente lograra llegar: lleno de chicos engripados esperando su turno para conseguir un certificado y faltar a clases el viernes para que sus padres pudieran salir antes a la ruta y aprovechar un poco más el fin de semana.
No es que no le gustaran los chicos, es que por lo general lo irritaban. Y ni hablemos de la sala de espera del médico, donde ni él mismo sabia quien estaba mas nervioso: si los chicos por miedo a recibir alguna vacuna sorpresa o él.
Como sospechaba, llegó 10 minutos tarde y la sala de espera ya era el patio de una guardería, con chicos jugando, chillando y saltando por todas partes (qué pesadilla). Se acercó a la recepcionista para indicar que ya había llegado, y se encontró con una chica joven de unos 22 ó 23 años, bonita con su pelo rubio recogido y sus ojos claros; estaba muy correcta con su guardapolvos blanco tipo chaquetilla con un cierre relámpago que subía hasta el punto de sugerir un firme par de pechos y coronaba en un cuello tipo mao. Afortunadamente la recepcionista le contestó con una sonrisa natural y agradable que lo estaban esperando, y que sería el siguiente en pasar.
De modo que tomó asiento entre una nena gastroenterítica y un nene hiperactivo... Menuda combinación.
Cuando se disponía a sacar el celular para jugar a algo durante la espera, oyó una voz femenina por el altavoz que interpelaba su nombre: "Oscar Aranda, por favor, pase por el Consultorio 315".
Oscar se levantó y se dirigió hacia la sala 315, la de siempre. Llamó a la puerta con 3 golpecitos discretos y una voz femenina contestó "Adelante, pase".
Cuando entró vio a la recepcionista de pie, entregándole una carpeta a una chica que no había visto en su vida. Alta, muy imponente, de unos 30 ó 35 años, con el cabello castaño atado a la nuca tipo "cola de caballo", y unos penetrantes ojos verdes detrás de un par de anteojos de marco muy fino. Iba vestida con un guardapolvo blanco que le llegaba hasta arriba de las rodillas y resaltaba su espléndida figura, medias blancas sobre sus largas piernas y zuecos blancos que resaltaban aún más su altura. Él dedujo que sería una nueva enfermera hasta que leyó bordado en el bolsillo superior de su guardapolvo: "Dra. Ana Nolan".
La doctora tendió su mano y Oscar no tuvo más remedio que estrecharla asumiendo definitivamente que tal vez la joven era la sucesora de su médico habitual.
Sentándose los dos entablaron la típica conversación:
-Muy bien, Oscar, por lo que veo, vienes a la revisión, ¿Verdad?
-Si, para el trabajo, nada grave espero...
-¿Te sentís bien? ¿Estuviste bien durante todo el año, verdad? Veo que sólo tuviste una ausencia hace unos días y fue corta.
-No fue nada, las anginas, como siempre, que con los cambios de tiempo...
-Muy bien, Oscar, quiero que pases detrás del biombo y te desnudes para mi, ¿Si? Podés quedarte con el slip puesto.
Oscar se dirigió al espacio indicado y comenzó a despojarse de la ropa mientras oía los típicos ruidos del instrumental de consulta preparados para la revisión. Cuando estuvo listo, salió y siguió las órdenes de la Dra. Nolan, consistentes en sentarse en la camilla y relajarse.
Evidentemente, no iba a ponerse nervioso por una revisión de rutina: oídos, vista, presión sanguínea, etc. aunque siempre queda la sospecha.
La Dra. Nolan comenzó tomándole la presión.
-¿Qué edad tenés, Oscar?
-44
-No te importará que te tutee, ¿verdad? Te veo tan joven...
Cuando iba a contestarle, la doctora le hizo señas de que se callara para poder escuchar mejor y tomar la presión con precisión.
-Bueno, esto esta muy bien, 11-6. Espero que no te importe, hoy me dejaron solita porque con todo el lío que hay de vacunaciones, las enfermeras no dan a basto. Tengo que ir haciendo yo las anotaciones.
-No, no esta bien... si estamos todos hasta las manos de! trabajo
-Si, no? Bueno Oscar, ahora voy a ver como andamos de pulmones. Vamos a ver si puedo calentar un poco el estetoscopio antes de apoyártelo. Je je je.
Oscar contestó con una sonrisa. Por lo que parecía, le había tocado el día de suerte de la revisión médica agradable y hasta ahora no había nada que temer.
La doctora comenzó a auscultar a Oscar.
-Respirá hondo... Soltá el aire despacito... Volvé a respirar... soltalo....
Todo iba fenomenal pero...
-Uy, Oscar, ¿cuánto hace de las anginas que me comentaste antes?
-Hará un par de semanas, ¿por?
-Te estoy notando los un ruidito en los bronquios, ¿eh? ¿Qué tomaste para curarte?
-Lo de siempre, Amoxicilina. Lo que pasa es que siempre me pasa lo mismo, cuando me siento mejor lo dejo y así estoy, todo el invierno con catarro.
-A ver si te voy a tener que retar como a los chicos...
Oscar se sintió un tanto incómodo después de ése comentario, pero supuso que le recetaría otra caja de antibióticos, y listo.
-¿Te notás cansado, con fiebre...?
-No, nada fuera de lo normal.
-Bueno, ya que estás acá, vamos a ver como estás. A ver, tumbate boca abajo en la camilla.
Oscar obedeció inmediatamente sin saber muy bien para qué tenia que estar tumbado, pero no esperaba nada malo.Sin embargo, de repente notó como la Dra. Nolan le bajó los boxers hasta debajo de las nalgas y empezó a sospechar que no podía ser nada bueno: estar sobre una camilla con el culo al aire no le traía buenos recuerdos.
-Voy a tomarte la temperatura, ¿de acuerdo? Vas a notar algo frió en el culito, pero no te preocupes que no duele, es solo un termómetro.
-Pero oiga... ¿No me puede tomar la temperatura como a la gente normal?
-¿Cómo como a la gente normal? Acá los termómetros que usamos son los termómetros rectales, que son más fiables que los otros. Vamos, no te quejes que esto no duele.
Vio de reojo como ella se calzaba unos guantes de látex blancos que ajustó hasta sentirse cómoda, y sacaba del armario un cilindro de cristal bastante largo. Después, lo untó bien con una especie de pomada transparente y de nuevo se dirigió a él:
-¿Ves? No es nada. Le ponemos bastante lubricante y casi ni lo vas a notar. No seas protestón, a ver si te voy a tener que mandar a la sala de espera con el resto de los chicos...
Oscar se resigno sin mediar palabra. Se sentía completamente humillado tanto por los procedimientos como por el tonito de voz condescendiente... Tan amable como le parecía en un principio su nueva doctora, empezaba a sospechar que la visita no iba a ser un camino de rosas.
Sintió como ella le separaba las nalgas con dos dedos enguantados y empezaba a insertar haciendo un poco de fuerza el tubo de cristal helado por su pobre ano que no había recibido visitas externas desde que se inventaron los antipiréticos en pastilla, haría unos 25 años. Tensó los músculos con la sensación desagradable.
-Tranquilo nene, que esto no es nada... Si te pones así cuando recién estamos empezando..."
¿Qué?!?!?! ¡Oscar sufrió un colapso! ... ¿Qué era eso de "recién estamos empezando"... qué pretendía hacerle? Descuartizarlo por no haber terminado la caja de Amoxidal... ¡Por Dios!
La Dra. Nolan le dio un "chirlo amistoso" en el trasero y le dijo que esperara 5 minutitos, que enseguida volvía.
A través de la puerta oía la voz de su doctora riéndose con otra chica. Esperaba que no estuvieran mirándolo y riéndose de él porque se sentía no sólo incomodo albergando 10 cms de cristal dentro del recto, si no por el aspecto que tenía que tener desprovisto de ropa interior y con el palito saliéndole del culo.
Al rato volvió la Dra. Nolan muy sonriente y preguntó:
-¿Qué tal? ¿No fue para tanto verdad?
Mientras sacaba bruscamente el termómetro. Oscar se quejó con un "mmmffff" que la doctora escuchó.
-Venga, hombre, ánimo que esto se pasa sólo una vez al año.
Observando la temperatura añadió:
-Uy, estamos un poquito mal todavía, eh? 37'7...
Mientras Oscar pensaba que sería el bochorno que le había hecho pasar. Ya se disponía a subirse los boxers cuando la doctora le dijo:
-Quietito, hasta que no te lo diga, no te los subas, que todavía no terminamos... Esto no me gusta nada. Manchaste el termómetro y por lo que ví, no te sentiste nada bien cuando te lo puse. Vamos a ver si está todo bien por ahí adentro. ¿Te revisaron la próstata alguna vez?
-Bueno no... que yo sepa...
-Vos relájate.
La Dra. Nolan se sacó los guantes y los arrojó en un cesto, abrió una puerta contigua al consultorio que daba a un pequeño baño y abrió el grifo del lavatorio, seguramente para lavar el termómetro mientras el pobre paciente pensaba: "Claro, relajadísimo..." Oscar sintió como iba incrementando el odio hacia la chica que le había parecido tan amable en un momento, proporcionalmente a cómo crecía el miedo que tenía. Si algo le daba pavor, eran las agujas y las inyecciones y aunque no era muy creyente, estaba rezando por no ver a entrar a la Dra. Nolan con una jeringa.
Cuando ella volvió, entró con un supositorio en una bandejita metálica en una mano y en la otra algo que a él le pareció una especie de bolsa de agua caliente de las antiguas, bastante grande y con un tubito.
-Muy bien, Oscar, te voy a limpiar bien por dentro para poder explorarte... Relajate todo lo que puedas... No te va a doler mucho.
"BINGO! Palabras claves para desatar un ataque de pánico en un consultorio médico. Según su experiencia "No te va a doler mucho" era sinónimo de "tratá que no te salten las lágrimas".
Notó como la doctora con toda serenidad se ponía un nuevo par de guantes de latex y empezaba con la tarea de separar sus nalgas, para luego introducir el supositorio, incluso sintió como metía uno de sus dedos bien dentro de su ano con ánimo de que no se saliera.
-Bien, ahora vamos a esperar diez minutos para que haga efecto.
Pasó luego a aplicarle de nuevo el lubricante en el ano sin que Oscar entendiera bien para qué. A continuación, notó como le insertaba algo bastante más grueso que el termómetro y ahogó un quejido.
-Muy bien, corazón, supongo que ya sabes como funciona esto, ¿no?
Oscar negó con la cabeza, y con los ojos cerrados por la incomodidad que le estaba causando ese tubo rígido, en su entrada hasta ese momento más sagrada.
-¿Cómo que no? No me digas que nunca te pusieron un enema, una lavativa o como lo quieras llamar...
Mientras el pobre hombre pensaba cuán humillante era aquello y las veces que había pensado lo mucho que tenía que doler.
-Mirá, ahora voy a abrir este tubito para que la solución entre en tu intestino y te limpie bien por dentro. Estate tranquilo, que aunque es un poco incómodo no duele, ¿sabés? Después, dejamos que haga efecto un ratito y pasás al baño para evacuar.
-Yo sólo venía a la revisión del trabajo... No creo que esto corresponda. ¡OUCH!"
La solución jabonosa empezó a hacerse camino, y empezó a notar algo ardiente dentro del intestino.
-Vamos, calmate maricón.
-Pero es que tengo un compromiso y...
-No, no tenemos ningún compromiso, la salud es lo primero. Relajate y comportate o voy a tener que darte una paliza como a los chico malos. Che, no dejaste de quejarte desde que entraste y no me dejás hacer mi trabajo. Cuanto menos tiempo perdamos en tonterías, antes podrás irte a casa...
Oscar cada vez se sentía más lleno y más le ardía por dentro. Empezó a sentir escalofríos y retortijones
-¡Por favor, paralo! Esto duele... mmmmfffffff"
-Shhhh, ya queda sólo la mitad.
"¿Sólo!?" Dios... no podía aguantar ése dolor por más tiempo, y todavía faltaba el doble. Oscar sintió como empezaban a escapársele un par de lágrimas.
-Por favor, Oscar, no seas chiquilín y estate quieto o vamos a tener que repetirlo para poder hacerte una buena limpieza.
-No, por favor, más no...
Oscar ya estaba sumido en unos retortijones espantosos cuando la doctora prosiguió
-No fue para tanto. Ahora quiero que permanezcas como estas 10 minutitos, ¿de acuerdo? Mientras yo voy a preparar lo que necesito para tu exploración rectal...
¿Porqué?!?!?... Sus tripas ardían y mucho temía por las palabras del médico, que esta era la parte más agradable de la visita. Tumbado pudo ver como la Dra. Nolan acercaba un taburete a los pies de la camilla y una mesa con rueditas repleta de un montón de tubos e instrumentos que no había visto en su vida, propios del gabinete de cualquier inquisidor.
-Muy bien, ves? Te estas portando muy bien ahora. Ya queda menos.
El paciente transpiraba a mares! durante la eterna espera
-Necesito irme ya, de verdad, me duele mucho, tengo que echarlo todo fuera, no aguanto, por favor...
Al escuchar esas palabras, la doctora se puso mucho mas seria.
-Vamos a hacer lo que yo te diga. Esto es una ciencia, no una feria. Si te digo que tenés que esperar es por algo, ¡maricón! Me estas empezando a poner nerviosa y eso no es bueno ni para vos ni para mi.
Al cabo de un rato de silencio, Oscar notó otra vez las manos enguantadas de su sádica inquisidora separando sus nalgas y sacando el incómodo tubo.
-Muy bien, pasá a la sala contigua, es el baño. Tomate tu tiempo y procurá calmarte.
Oscar se levanto de un salto procurando no derramar el líquido que llevaba dentro camino al baño, que, aunque estaba al lado se le hizo larguísimo. Si recibirlo había sido horrible, expulsarlo no fue una tarea más fácil. Cuando terminó, notó que estaba completamente fatigado y dolorido. Volvió al consultorio con los calzoncillos puestos y en seguida la Dra. Nolan le indicó que se los sacara y se tumbe con las rodillas pegadas al pecho boca abajo. El infierno acababa de empezar, como sospechaba.
continuará...
Eran las 4 de la tarde, y a pesar de la pereza y el atontamiento de la hora de la siesta, tuvo que bañarse rápido, vestirse y salir corriendo con las llaves del auto en la mano.
A las 5 y media tenía turno con el doctor para un chequeo rutinario por orden de la empresa en la que trabajaba, y el único hueco relativamente libre que tenía el Doctor era ése día a ésa hora.
Aunque salió con tiempo de su domicilio, agarró el embotellamiento de la salida de los colegios y se imaginó cómo estaría el consultorio cuando finalmente lograra llegar: lleno de chicos engripados esperando su turno para conseguir un certificado y faltar a clases el viernes para que sus padres pudieran salir antes a la ruta y aprovechar un poco más el fin de semana.
No es que no le gustaran los chicos, es que por lo general lo irritaban. Y ni hablemos de la sala de espera del médico, donde ni él mismo sabia quien estaba mas nervioso: si los chicos por miedo a recibir alguna vacuna sorpresa o él.
Como sospechaba, llegó 10 minutos tarde y la sala de espera ya era el patio de una guardería, con chicos jugando, chillando y saltando por todas partes (qué pesadilla). Se acercó a la recepcionista para indicar que ya había llegado, y se encontró con una chica joven de unos 22 ó 23 años, bonita con su pelo rubio recogido y sus ojos claros; estaba muy correcta con su guardapolvos blanco tipo chaquetilla con un cierre relámpago que subía hasta el punto de sugerir un firme par de pechos y coronaba en un cuello tipo mao. Afortunadamente la recepcionista le contestó con una sonrisa natural y agradable que lo estaban esperando, y que sería el siguiente en pasar.
De modo que tomó asiento entre una nena gastroenterítica y un nene hiperactivo... Menuda combinación.
Cuando se disponía a sacar el celular para jugar a algo durante la espera, oyó una voz femenina por el altavoz que interpelaba su nombre: "Oscar Aranda, por favor, pase por el Consultorio 315".
Oscar se levantó y se dirigió hacia la sala 315, la de siempre. Llamó a la puerta con 3 golpecitos discretos y una voz femenina contestó "Adelante, pase".
Cuando entró vio a la recepcionista de pie, entregándole una carpeta a una chica que no había visto en su vida. Alta, muy imponente, de unos 30 ó 35 años, con el cabello castaño atado a la nuca tipo "cola de caballo", y unos penetrantes ojos verdes detrás de un par de anteojos de marco muy fino. Iba vestida con un guardapolvo blanco que le llegaba hasta arriba de las rodillas y resaltaba su espléndida figura, medias blancas sobre sus largas piernas y zuecos blancos que resaltaban aún más su altura. Él dedujo que sería una nueva enfermera hasta que leyó bordado en el bolsillo superior de su guardapolvo: "Dra. Ana Nolan".
La doctora tendió su mano y Oscar no tuvo más remedio que estrecharla asumiendo definitivamente que tal vez la joven era la sucesora de su médico habitual.
Sentándose los dos entablaron la típica conversación:
-Muy bien, Oscar, por lo que veo, vienes a la revisión, ¿Verdad?
-Si, para el trabajo, nada grave espero...
-¿Te sentís bien? ¿Estuviste bien durante todo el año, verdad? Veo que sólo tuviste una ausencia hace unos días y fue corta.
-No fue nada, las anginas, como siempre, que con los cambios de tiempo...
-Muy bien, Oscar, quiero que pases detrás del biombo y te desnudes para mi, ¿Si? Podés quedarte con el slip puesto.
Oscar se dirigió al espacio indicado y comenzó a despojarse de la ropa mientras oía los típicos ruidos del instrumental de consulta preparados para la revisión. Cuando estuvo listo, salió y siguió las órdenes de la Dra. Nolan, consistentes en sentarse en la camilla y relajarse.
Evidentemente, no iba a ponerse nervioso por una revisión de rutina: oídos, vista, presión sanguínea, etc. aunque siempre queda la sospecha.
La Dra. Nolan comenzó tomándole la presión.
-¿Qué edad tenés, Oscar?
-44
-No te importará que te tutee, ¿verdad? Te veo tan joven...
Cuando iba a contestarle, la doctora le hizo señas de que se callara para poder escuchar mejor y tomar la presión con precisión.
-Bueno, esto esta muy bien, 11-6. Espero que no te importe, hoy me dejaron solita porque con todo el lío que hay de vacunaciones, las enfermeras no dan a basto. Tengo que ir haciendo yo las anotaciones.
-No, no esta bien... si estamos todos hasta las manos de! trabajo
-Si, no? Bueno Oscar, ahora voy a ver como andamos de pulmones. Vamos a ver si puedo calentar un poco el estetoscopio antes de apoyártelo. Je je je.
Oscar contestó con una sonrisa. Por lo que parecía, le había tocado el día de suerte de la revisión médica agradable y hasta ahora no había nada que temer.
La doctora comenzó a auscultar a Oscar.
-Respirá hondo... Soltá el aire despacito... Volvé a respirar... soltalo....
Todo iba fenomenal pero...
-Uy, Oscar, ¿cuánto hace de las anginas que me comentaste antes?
-Hará un par de semanas, ¿por?
-Te estoy notando los un ruidito en los bronquios, ¿eh? ¿Qué tomaste para curarte?
-Lo de siempre, Amoxicilina. Lo que pasa es que siempre me pasa lo mismo, cuando me siento mejor lo dejo y así estoy, todo el invierno con catarro.
-A ver si te voy a tener que retar como a los chicos...
Oscar se sintió un tanto incómodo después de ése comentario, pero supuso que le recetaría otra caja de antibióticos, y listo.
-¿Te notás cansado, con fiebre...?
-No, nada fuera de lo normal.
-Bueno, ya que estás acá, vamos a ver como estás. A ver, tumbate boca abajo en la camilla.
Oscar obedeció inmediatamente sin saber muy bien para qué tenia que estar tumbado, pero no esperaba nada malo.Sin embargo, de repente notó como la Dra. Nolan le bajó los boxers hasta debajo de las nalgas y empezó a sospechar que no podía ser nada bueno: estar sobre una camilla con el culo al aire no le traía buenos recuerdos.
-Voy a tomarte la temperatura, ¿de acuerdo? Vas a notar algo frió en el culito, pero no te preocupes que no duele, es solo un termómetro.
-Pero oiga... ¿No me puede tomar la temperatura como a la gente normal?
-¿Cómo como a la gente normal? Acá los termómetros que usamos son los termómetros rectales, que son más fiables que los otros. Vamos, no te quejes que esto no duele.
Vio de reojo como ella se calzaba unos guantes de látex blancos que ajustó hasta sentirse cómoda, y sacaba del armario un cilindro de cristal bastante largo. Después, lo untó bien con una especie de pomada transparente y de nuevo se dirigió a él:
-¿Ves? No es nada. Le ponemos bastante lubricante y casi ni lo vas a notar. No seas protestón, a ver si te voy a tener que mandar a la sala de espera con el resto de los chicos...
Oscar se resigno sin mediar palabra. Se sentía completamente humillado tanto por los procedimientos como por el tonito de voz condescendiente... Tan amable como le parecía en un principio su nueva doctora, empezaba a sospechar que la visita no iba a ser un camino de rosas.
Sintió como ella le separaba las nalgas con dos dedos enguantados y empezaba a insertar haciendo un poco de fuerza el tubo de cristal helado por su pobre ano que no había recibido visitas externas desde que se inventaron los antipiréticos en pastilla, haría unos 25 años. Tensó los músculos con la sensación desagradable.
-Tranquilo nene, que esto no es nada... Si te pones así cuando recién estamos empezando..."
¿Qué?!?!?! ¡Oscar sufrió un colapso! ... ¿Qué era eso de "recién estamos empezando"... qué pretendía hacerle? Descuartizarlo por no haber terminado la caja de Amoxidal... ¡Por Dios!
La Dra. Nolan le dio un "chirlo amistoso" en el trasero y le dijo que esperara 5 minutitos, que enseguida volvía.
A través de la puerta oía la voz de su doctora riéndose con otra chica. Esperaba que no estuvieran mirándolo y riéndose de él porque se sentía no sólo incomodo albergando 10 cms de cristal dentro del recto, si no por el aspecto que tenía que tener desprovisto de ropa interior y con el palito saliéndole del culo.
Al rato volvió la Dra. Nolan muy sonriente y preguntó:
-¿Qué tal? ¿No fue para tanto verdad?
Mientras sacaba bruscamente el termómetro. Oscar se quejó con un "mmmffff" que la doctora escuchó.
-Venga, hombre, ánimo que esto se pasa sólo una vez al año.
Observando la temperatura añadió:
-Uy, estamos un poquito mal todavía, eh? 37'7...
Mientras Oscar pensaba que sería el bochorno que le había hecho pasar. Ya se disponía a subirse los boxers cuando la doctora le dijo:
-Quietito, hasta que no te lo diga, no te los subas, que todavía no terminamos... Esto no me gusta nada. Manchaste el termómetro y por lo que ví, no te sentiste nada bien cuando te lo puse. Vamos a ver si está todo bien por ahí adentro. ¿Te revisaron la próstata alguna vez?
-Bueno no... que yo sepa...
-Vos relájate.
La Dra. Nolan se sacó los guantes y los arrojó en un cesto, abrió una puerta contigua al consultorio que daba a un pequeño baño y abrió el grifo del lavatorio, seguramente para lavar el termómetro mientras el pobre paciente pensaba: "Claro, relajadísimo..." Oscar sintió como iba incrementando el odio hacia la chica que le había parecido tan amable en un momento, proporcionalmente a cómo crecía el miedo que tenía. Si algo le daba pavor, eran las agujas y las inyecciones y aunque no era muy creyente, estaba rezando por no ver a entrar a la Dra. Nolan con una jeringa.
Cuando ella volvió, entró con un supositorio en una bandejita metálica en una mano y en la otra algo que a él le pareció una especie de bolsa de agua caliente de las antiguas, bastante grande y con un tubito.
-Muy bien, Oscar, te voy a limpiar bien por dentro para poder explorarte... Relajate todo lo que puedas... No te va a doler mucho.
"BINGO! Palabras claves para desatar un ataque de pánico en un consultorio médico. Según su experiencia "No te va a doler mucho" era sinónimo de "tratá que no te salten las lágrimas".
Notó como la doctora con toda serenidad se ponía un nuevo par de guantes de latex y empezaba con la tarea de separar sus nalgas, para luego introducir el supositorio, incluso sintió como metía uno de sus dedos bien dentro de su ano con ánimo de que no se saliera.
-Bien, ahora vamos a esperar diez minutos para que haga efecto.
Pasó luego a aplicarle de nuevo el lubricante en el ano sin que Oscar entendiera bien para qué. A continuación, notó como le insertaba algo bastante más grueso que el termómetro y ahogó un quejido.
-Muy bien, corazón, supongo que ya sabes como funciona esto, ¿no?
Oscar negó con la cabeza, y con los ojos cerrados por la incomodidad que le estaba causando ese tubo rígido, en su entrada hasta ese momento más sagrada.
-¿Cómo que no? No me digas que nunca te pusieron un enema, una lavativa o como lo quieras llamar...
Mientras el pobre hombre pensaba cuán humillante era aquello y las veces que había pensado lo mucho que tenía que doler.
-Mirá, ahora voy a abrir este tubito para que la solución entre en tu intestino y te limpie bien por dentro. Estate tranquilo, que aunque es un poco incómodo no duele, ¿sabés? Después, dejamos que haga efecto un ratito y pasás al baño para evacuar.
-Yo sólo venía a la revisión del trabajo... No creo que esto corresponda. ¡OUCH!"
La solución jabonosa empezó a hacerse camino, y empezó a notar algo ardiente dentro del intestino.
-Vamos, calmate maricón.
-Pero es que tengo un compromiso y...
-No, no tenemos ningún compromiso, la salud es lo primero. Relajate y comportate o voy a tener que darte una paliza como a los chico malos. Che, no dejaste de quejarte desde que entraste y no me dejás hacer mi trabajo. Cuanto menos tiempo perdamos en tonterías, antes podrás irte a casa...
Oscar cada vez se sentía más lleno y más le ardía por dentro. Empezó a sentir escalofríos y retortijones
-¡Por favor, paralo! Esto duele... mmmmfffffff"
-Shhhh, ya queda sólo la mitad.
"¿Sólo!?" Dios... no podía aguantar ése dolor por más tiempo, y todavía faltaba el doble. Oscar sintió como empezaban a escapársele un par de lágrimas.
-Por favor, Oscar, no seas chiquilín y estate quieto o vamos a tener que repetirlo para poder hacerte una buena limpieza.
-No, por favor, más no...
Oscar ya estaba sumido en unos retortijones espantosos cuando la doctora prosiguió
-No fue para tanto. Ahora quiero que permanezcas como estas 10 minutitos, ¿de acuerdo? Mientras yo voy a preparar lo que necesito para tu exploración rectal...
¿Porqué?!?!?... Sus tripas ardían y mucho temía por las palabras del médico, que esta era la parte más agradable de la visita. Tumbado pudo ver como la Dra. Nolan acercaba un taburete a los pies de la camilla y una mesa con rueditas repleta de un montón de tubos e instrumentos que no había visto en su vida, propios del gabinete de cualquier inquisidor.
-Muy bien, ves? Te estas portando muy bien ahora. Ya queda menos.
El paciente transpiraba a mares! durante la eterna espera
-Necesito irme ya, de verdad, me duele mucho, tengo que echarlo todo fuera, no aguanto, por favor...
Al escuchar esas palabras, la doctora se puso mucho mas seria.
-Vamos a hacer lo que yo te diga. Esto es una ciencia, no una feria. Si te digo que tenés que esperar es por algo, ¡maricón! Me estas empezando a poner nerviosa y eso no es bueno ni para vos ni para mi.
Al cabo de un rato de silencio, Oscar notó otra vez las manos enguantadas de su sádica inquisidora separando sus nalgas y sacando el incómodo tubo.
-Muy bien, pasá a la sala contigua, es el baño. Tomate tu tiempo y procurá calmarte.
Oscar se levanto de un salto procurando no derramar el líquido que llevaba dentro camino al baño, que, aunque estaba al lado se le hizo larguísimo. Si recibirlo había sido horrible, expulsarlo no fue una tarea más fácil. Cuando terminó, notó que estaba completamente fatigado y dolorido. Volvió al consultorio con los calzoncillos puestos y en seguida la Dra. Nolan le indicó que se los sacara y se tumbe con las rodillas pegadas al pecho boca abajo. El infierno acababa de empezar, como sospechaba.
continuará...
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