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Que no lo sepan, Nuestros Maridos

Muy buen relato me excite mucho leyendolo

¿Por qué a mí? --- Me preguntaba una y otra vez y no lograba descifrar el enigma de lo que me ocurría.


Mi nombre es Isabel, nací, hace ya treinta y dos años en una ciudad portuaria del Pacifico Sur (Valparaíso-Chile) y me encuentro casada desde los veintiuno con Ramiro, de treinta y cuatro, el es un buen hombre y mejor marido, es marino mercante y pasa gran parte del tiempo embarcado en grandes navieros que recorren el mundo, llevando y trayendo contenedores llenos de productos de todos los mercados mundiales. Esta tradición la he heredado de mis padres, ya que mi progenitor también ejerce la misma profesión de Ramiro, por lo que mi madre debía pasar también largo tiempo sola en casa. Al ser yo hija única, nuestros lazos de unión y amistad más tarde se han consolidado en forma muy especial y hoy mas que madre e hija, somos dos buenas amigas, que se auxilian en todo, se acompañan e incluso habitan bajo el mismo techo, en la nueva casa de mis padres, construida especialmente a gusto nuestro. Donde nuestra gran preocupación es mi hijo Carlos Ramiro, de 13 años, que gracias a Dios, estudia y se desarrolla en plenitud, constituyéndose como él lo pregona, en el hombre de la casa en ausencia del marido de las dos mujeres.

Nelly, mi madre, dicen que somos como dos gotas de agua, en lo parecidas, ella casada con Roberto, mi padre, es una mujer atractiva de bien cuidados cuarenta y nueve años. Viste muy juvenil y su carácter siempre ha sido jovial y con cierta sensualidad en su forma de ser, que no pasa inadvertida. Eso mismo la ha llevado a ser acosada permanentemente por hombres que saben que ella lo pasa sola en casa e incluso por los propios colegas de mi padre, a los cuales él encontraba en puertos de otros países y sabedor de su viaje a nuestras tierras, le enviaba con ellos algún regalo, para lo cual les entregaba inocentemente sus datos tales como, nombre, dirección, teléfono etc. Con esos datos los mensajeros tomaban contacto con ella y después de entregar su envío, quedaban asombrados por los buenos atributos de mi buena madrecita, iniciando el acoso con llamadas, invitaciones a cenar o bailar, cosa que mamá rechazaba de plano, aunque también debo reconocer que a veces, quizás por su mismo temperamento de mujer ardiente, cedía a los encantos y promesas de algún mensajero y la veía salir vestida muy sexy y atractiva, para llegar muy tarde y con claras demostraciones de haberlo pasado muy bien.

Sucedió que una tarde al regresar a casa, después de efectuar algunas compras en el sector central del Puerto, encontré de visita a una muy querida amiga de mi madre de sus tiempos juveniles llamada Alicia, casada y separada, hacía ya varios años de Juan Carlos, su marido y desde el rompimiento de su matrimonio se había ido a vivir lejos del Puerto a un pueblo del interior, lo había hecho con Andrés su único hijo, como siete años menor que yo y quien lamentablemente sufría desde su infancia de un retardo mental, aunque a simple vista no se le notaba mucho, la enfermedad lo convertía en una persona que le costaba mucho desenvolverse por si solo, por lo que para todo dependía de su madre. Y esa tarde después de mucho tiempo lo encontré en mi casa junto a Alicia, convertido en todo un hombre, nada de feo, aunque notoriamente se desenvolvía como un niño de unos doce años o menos.

Con la anuencia de mi madre, la estadía de nuestras visitas se prolongó por algunos días, ya que a Andrés se le estaba sometiendo a un nuevo tratamiento médico que si bien no requería hospitalización, era necesaria su concurrencia diaria a ese centro de salud. Por lo tanto su estadía en nuestra casa solucionaba en gran parte esta situación. Pero a su vez y sin siquiera imaginarlo, introdujo en la quietud de nuestro hogar un fuerte elemento erotizante, lo que indudablemente trastornaba la rutina de dos mujeres potencialmente activas en su sexualidad, como lo era mi madre y yo, su querida hija.

Por mi parte, desde un inicio empecé a observar ciertas actitudes de Andrés, a quien lo veía obsesionado con en nuestras figuras y movimientos y en forma especial en Nelly, mi madre, que al parecer le agradaba que el joven de 26, la escudriñara permanentemente con su vista, y no era difícil observar al hombre que tras sus miradas, aflorara rápidamente en su pantalón un imponente bulto, que nos indicaba que nuestra presencia excitaba poderosamente su mente y hacía reaccionar un potente miembro, que le costaba disimular.

Después de ello y a solas, lo podía ver muy apegado a su madre y a pesar de que ella frenaba sus ímpetus acosadores, yo veía con cierto asombro que era difícil el papel de ella, más si físicamente se veía muy bien y vestía también atractivamente.

Fue esa noche de sábado, en que temprano había llevado a mi hijo a pasar el fin de semana en casa de su abuela paterna e informándole a mi madre que posiblemente no retornaría puesto que me quedaría a alojar en casa de mi suegra, como lo había hecho en otras oportunidades, cosa que ella asintió de muy buen agrado, primera cosa extraña, ya que casi siempre limitaba mis quedadas en esa casa. Pero ya pasada las once de la noche, cambie de parecer y decidí no quedarme, dejé al niño con su abuela y tomé mi auto para retornar a casa. Después de guardar el automóvil quise ingresar por una puerta lateral lo que me obligaba a pasar frente al ventanal del dormitorio de mamá, que esa medianoche aun estaba con luz, no así el de nuestras visitas. Al escuchar extrañas voces y lamentos entrecortados que provenían de su interior, la curiosidad me llevo sigilosamente a ese ventanal, el que a través de una pequeña apertura de su cortinaje dejaba ver todo lo que sucedía en su interior.

La escena me dejó sin reacción y con la vista pegada al vidrio. Así pude observar a mi muy querida madrecita, con todo el esplendor de su desnudez, yacía sobre la amplia cama, apoyada en sus manos y rodillas, con su hermoso trasero levantado, mientras Andrés le saboreaba de lo lindo con su gran lengua la partidura de su rapada vagina, haciéndola retorcerse y exclamar incoherencias de puro placer, mientras Alicia, la madre de Andrés, también desnuda, apenas daba cabida en su boca a un tremendo falo, que poseía el joven y que a mi me costaba creer tamaña cosa y lo que estaba observando y escuchando. ¡Oh ¡ --- Dámelo – dámelo --- me llegaban claras las suplicas y exclamaciones de mi caliente madre, pidiendo a gritos que Andrés la penetrara con su enorme verga. Ante los ruegos insostenibles de Nelly, Alicia tomó posesión junto al levantado trasero de mamá, con una mano atrajo el gran garrote de Andrés y se lo restregaba una y otra vez por la abertura vaginal de su amiga, mientras con los dedos de su otra mano trataba de separar los labios vaginales de la deseosa Nelly. Yo desde mi posesión miraba con asombro lo que sucedía sobre esa cama, donde también en alguna oportunidad vi a mi padre, que con un tercio de pene del que se gastaba Andrés, la hacía gozar plenamente. Pronto vi como esa enorme verga se iba introduciendo al interior de una muy dilatada y húmeda vagina de mamá, hasta casi quedar ambos cuerpos unidos, yo, continuaba sin poder dar crédito a lo que mis ojos veían, mamá soportaba estoicamente esa completa penetración, para después verla continuar con verdadero deleite los vaivenes copulativos del muchacho, que no cesaba en su intento de meterle todo ese delicioso rollo musculoso. Nelly, mi madrecita, ardía de deseos y se deleitaba enormemente, mientras Alicia, abrazaba y besaba a su hijo que esa noche estaba montando a una tremenda hembra, que ya se la habrían querido tener así todos esos machos aduladores que en más de una oportunidad había observado acosándola, cuando salía en su compañía y que yo también sentía algo parecido pues, nuestras conductas y razgos eran como lo he dicho muy similares.

Al ver caer a mi madrecita en enloquecedores y repetidos orgasmos, desde mi posición y con los dedos metidos en mi sexo húmedo y chorreante, también acababa deliciosamente y con refrenados deseos de ser yo quien estuviera en esa envidiable posición, de la que era objeto mi madrecita.

Vi al fuerte de Andrés, manejarse obsesionado en aquella inesperada y fantástica copulación, nada hacia presagiar la tara que padecía el joven, ni de su retardo casi infantil, me daba cuenta que a esta altura de su vida, el sexo era su máximo alimento y placer y las mujeres maduras, al parecer su predilección. Nada anormal se observaba en él, salvo su gran obsesión y larga resistencia al copular. Veía a su madre preocupada de calmar las clavadas arremetedoras de Andrés, pero los deseos que le producían el acto sexual con mi madre, lo enloquecían. Alicia, al no poder calmar los arrebatos de su inagotable hijo, pronto la vi. con su boca y lengua, unida al sexo de la pareja y junto con ayudar a lubricar ese brioso falo, absorbía los jugos de mamá, productos del mete y saca del muchacho.

Así, pude apreciar una penetración a fondo a mi madrecita, que al cooperar con lascivos movimientos corporales acompañados de excitantes gemidos, logró hacer acabar frenéticamente a Andrés, mientras ella, al sentir el caliente borboteo seminal, que inundaba el interior de su ardiente vagina, sucumbió con espasmódicos e involuntarios sobresaltos, para recibir muy dentro de ella, una verdadera inundación, de esa joven leche que tanto la hacía disfrutar.

Pasado unos minutos y con mis pequeñas bragas empapadas de mi propio liquido seminal, ingresé sin que nadie se percatara hasta mi cuarto, donde junto a tomar una ducha, me metí en mi cama, no, sin antes buscar desesperadamente entre mi ropero, mi aparato gozador de silicona, que también me trajo de regalo de uno de sus viajes mi marido, para usarlo en su ausencia, con él logré dar rienda suelta a mis fantasías, teniendo fijas en mi mente esas ardientes e impactantes escenas de mi extraordinaria madrecita.

En esa oportunidad escuche sus gemidos y alaridos junto a los de Alicia, hasta altas horas de la noche y que de tanta excitación que me producían, tuve que luchar fuertemente en contra de la tentación de participar de esa fantástica velada de sexo duro y sorprendente.

Ese domingo, salí a eso del mediodía en dirección a casa de mi suegra, almorzaría con ellos, para por la tarde retornar con mi hijo nuevamente a casa. Antes de salir y sin hacer ruidos, me asomé a la puerta de la alcoba de mamá, los tres dormían profundamente, él al centro de sus dos hembras, apenas cubría su espigado cuerpo con la sábana a medio tapar, con una osadía que no sabía de donde me venía, me acerqué en puntilla de pies y moviendo lentamente la sabanilla dejé al descubierto un flácido pero tremendo pene, que hinchado y enrojecido, daba claras muestras de su intenso uso en esa noche. Ustedes no se imaginan cuanto luché con mi otro yo, de los arrebatadores deseos de llevármelo de lleno a mi boca y mamarlo con tal devoción y ardor hasta sentir invadir con su leche, las profundidades de mi garganta. La escena mostrada y el olorcillo de sus desnudos cuerpos me dejaron a punto de caer en un gran orgasmo, por lo que decidí, rápidamente volver sobre mis pasos y huir de allí.

Mientras conducía mi automóvil esa mañana, no podía quitar de mi atribulada mente, aquellas cosas y me volvía a sobrevenir una fuerte excitación. Recordaba como mi madrecita se transformaba en la cama, buscando desenfrenadamente el máximo goce sexual y al muchacho dándole sin tregua hasta hacerla acabar una y otra vez, también escuchaba a Alicia, fornicando de lo lindo con su propio hijo y a mis oídos llegaban las exclamaciones de sus propios orgasmos. Detenida frente a un solitario semáforo, llevé una mano a tocar mi ardiente sexo y solo bastó que observara pasar un joven y musculoso ciclista, que tras la delgada tela de su short, dejaba ver su paquete, para caer en un sorprendente orgasmo que me dejó por unos instantes a mal traer, por lo que tuve que detener unos instantes mi auto junto a una berma para rehacerme físicamente. Sentía en esos momentos una impresionante calentura que me llevaba a desear tener sexo con cualquier hombre que supiera apagar el fuego que bullía dentro de mí.

Ya en casa de Rebeca, mi suegra, logré quitarme las vivencias que se resistían a dejar mi mente, el jugar con mi hijo y conversar con ella, hicieron a medias bajar mi enorme excitación, casi al pasar a la mesa para almorzar, apareció Walter, mi suegro, aún joven y apuesto, cinco años menor que ella, sin que Rebeca lo notara me saludo muy efusivamente atrayéndome hacia su cuerpo, dándome un beso en la mejilla en son de saludo, por unos instantes quedé unida a su cuerpo y me impregné de su exquisito aroma de perfume para hombre.

Ese sólo contacto revivió en mí, la calentura con la que había luchado las últimas horas, él, muy sabueso al parecer lo notó en mí, pues me desnudaba con su varonil mirada.

Para mi, no era un misterio de su casi permanente acoso que me hacía cada vez que estaba a su lado, yo sabía que a él, sólo le bastaba una señal mía, para no trepidar un instante y llevarme a la cama, sin importarle mayormente que fuera la mujer de su hijo menor, así como se lo prodigaba Jacqueline, su otra nuera y casada con su hijo mayor que también era marino mercante. Yo no quiero decir que todos los hombres que trabajan en ese rubro sean "carnudos", pero en este caso familiar era patética la situación. Y de eso daba fe de que así lo era, pues en una oportunidad, en un viaje a la playa donde tenían casa mis suegros, encontré a ambos teniendo sexo a todo dar y él luciendo una herramienta muy envidiable, hacía revivir con creces a la carita de inocente de Jacqueline y la hacia gozar como los dioses.

Ella misma me lo confesó, un par de noches después con un par de tragos en la cabeza, cuando la enfrenté por su desliz con el padre de nuestros maridos. Quizás para inmiscuirme en el asunto, me confesó que Walter era un tipo extraordinario en la cama, que su mujer ya no lo acompañaba en lo sexual y a su vez, me comentaba en esos momentos de suma calentura con la mujer de su hijo, que yo le producía unas ganas descontroladas de tener sexo también conmigo, para hacerme gozar como lo hacía con ella desde hacía algún tiempo. Para que voy a sacrificar a mi mujer—le decía – si tengo dos tremendas hembras casadas con mis dos hijos, que prácticamente no las usan --- a las que tengo que cuidar para que no se enreden con otros tipejos, para eso se jactaba aún tengo vigor para hacerlas gozar como ellas se lo merecen. Y agregaba Jacqueline --- El siempre ha soñado que su máxima fantasía, es poseernos a las dos juntas, total decía que con la pastilla mágica del Viagra, nadie se me queja.

Lamentablemente Walter, no almorzaría en casa ese día, y salió raudo en dirección desconocida. Pero si lo harían los dos niños de Jacqueline, que también los había traído temprano a jugar a casa de su suegra. Eso me indicaba que la muy zorra a esa misma hora se encontraría con el astuto de Walter, en su propia casa. Por lo que almorcé muy liviano y dando una excusa creíble, me fui directo a casa de Jacqueline, comprometiéndome a pasar a buscar mas tarde a mi hijo.

Enorme sorpresa fue la que se llevaron ambos al verme ingresar, recién acababan de almorzar y ya Walter esperaba desnudo a su nuera-amante en su cama, supe que hacía más de dos semana que no tenían sexo por lo que el hombre estaba muy desesperado y deseoso de tenerla pronto a sus anchas, por lo que al presentarme, corrió a cubrir su desnudez con un batón de Jorge, su hijo ausente, pero yo ya me había percatado de todo Dado que también Jacquie, como le llamábamos en familia, lucía un transparente camisón a media pierna, calzando zapatos de altos tacos que la mostraban muy sexy, con sus imponentes tetas y hermoso trasero, que trataba de disimular con una gran toalla.

¡Hola mi pequeña – me dijo --- en tono paternalista, mientras me tomaba ambas manos y me daba otro beso en la mejilla --- ¿Qué te trae por aquí? -- el tono de su voz y su actitud eran muy serena y hasta normal, agregaría yo. Eso me abismaba.

- ¡Oh¡--- Perdón dije en voz baja --- ¿interrumpo en algo?.

Por favor querida Isabel, tu nada interrumpes – dijo – presurosa ella.

Al momento que se le caía la toalla que la cubría dejando, traslucir toda su exuberante anatomía, vista tras el delgado camisón y los vestigios del bello pubiano, los que se dibujaban perfectamente en sus entrepiernas desprovistas ya de su pequeña braga que yacía sobre la cama.

- ¿Almorzaste ya mi pequeña, me pregunto Walter, como asumiendo en propiedad su papel de anfitrión.

- ¡Oh¡ --- si ya almorcé, gracias Walter, tu siempre tan amable con nosotras. Especialmente con una --- agregué --- con cierta ironía.

Yo --- me susurró al oído --- también he querido demostrar mis preferencia con ambas, pero has sido tu quien no ha querido dar el siguiente paso, que para los tres lo podamos transformar en algo maravilloso. --- ¿Verdad Jaquie? --- a lo que esta, asintió con un movimiento afirmativo de su cabeza y una sonrisa pecaminosa en su rostro.

En ese momento se me acercó Walter empleando los mismos movimientos de su hijo, mi marido, he instintivamente soltó el cinturón de su batón, para aparecer un hermoso pene en plena evolución de erección, lo que gatillo en mi esa tremenda calentura que me tenia en esta situación, recordé en ese momento, las tantas veces que le había rechazado y ahora corría embelezada a su lado. Al verlo así quede paralizada, y sin demostrar ningún tipo de rechazo a mi querido suegro, dejé que me tomara de los hombros y me besó ardientemente en los labios, cosa que aumentó mi calentura a mil, mientras Jacqueline, delicadamente , al verme tan receptiva, acudió presurosa a mi dando muestras de aprobación, me abrazó y me beso en las mejillas sin decir palabra, para luego ayudarme ella misma a quitarme mis vestimentas, dejando al descubierto, mi orgullo de mujer, mis lindas tetas al descubierto, las que fueron presa fácil para Walter, que ansioso ante el bocado que se le presentaba, se apoderó con su boca de ellas, como adivinando que al admitir aquello, me mataba de excitación, haciendo recorrer en todo mi cuerpo una rica sensación de infinito placer, apoyado por su amante, que ya hurgaba con sus dedos mi sexo humedecido y con la otra mano tomó la mía para llevarla al contacto directo con el fuerte falo de Walter, que me causaba un tremendo placer el tenerlo entre mi mano.

En los minutos siguientes, los tres desnudos repartíamos nuestras caricias sobre la cama de ella y en mi boca trataba de dar cabida y succiones a ese vibrante miembro de mi suegro. Mientras el hombre se esmeraba de repartir sus caricias entre ambas jóvenes mujeres que nos encontrábamos ya dispuestas a hacerle gozar como presumiblemente, él lo había soñado desde hacía mucho tiempo.

Era tal mi calentura que me puse sola bajo él, ondulaba mi desnudo cuerpo y buscaba ansiosa su fuerte verga, mientras él prolongaba sus caricias sobre mí, lo que me desesperaba de deseos de ser profusamente poseída. Jaquie, se deleitaba viéndome en ese estado y avivaba el fuego acariciándonos a ambos también plena de excitación.

Mi mano izquierda fue a tomar el erecto pene de Walter y lo direccioné rápidamente a mi boca, necesitaba sentirlo, necesitaba mamarlo con ansiedad y así lo hice, arrodillada junto a él, era maravilloso el sentirme así dando rienda suelta a mi ardiente calentura, mientras sentía placenteramente la lengua de Jacquie, haciendo estragos en mi sexo. Era verdaderamente lo máximo que podía desear. Mi condición de hembra multi orgásmica, me delataba plenamente y mi cuerpo se estremecía al sentirlos venir.

Por fin pude sentir en toda su magnitud una ardorosa penetración que dio un tremendo libertinaje a la búsqueda de mi latente placer sexual. Al ver a Walter en acción, me parecía estar haciéndolo con mi propio marido, por su extraordinario parecido, lo que me hacia entregarme sin reservas a este cincuentón varón que si sabía sacar el mejor provecho en la cama de una joven mujer.

La pildorita del "Viagra" hacía maravillas en Walter, era como hacerlo con un muchacho de 20 años, fogoso, muy viril, y algo incansable. Con su pene enfundado en un suave "condón "de látex, nos cuidaba para no embarazarnos, ya que ambas fuera de encontrarnos en una edad muy activas en lo sexual, también nuestra condición de mujeres jóvenes, nos hacía ser súper fértiles. No puedo negar que el hombre supo arrancar de mi todo ese fuego ardiente que me consumía. Sació todas sus ansias y deseos que me tenía y se mostraba feliz, que le hubiese podido responder más allá de lo que él tibiamente había imaginado de la mujercita de su hijo, que ahora también lo era de él.

Satisfecha completamente de esta aventura con mi querido suegro, ahora lo observaba dándole sin cesar a Jaquie, que demostraba su deleite a través de sus ardientes gemidos, tanto o mas que yo, también la hizo acabar profusamente antes de eyacular copiosamente para ella, a quien yo aprendí a estimular por todo su cuerpo tal como ella lo hiciera hacía un rato atrás y también me parecía delicioso y sorprendente, ya que nunca había imaginado hacerlo con una mujer, pero la calentura pudo más que mi pudor y me gustó mucho hacerlo con ella.

Media hora después Walter descansaba desnudo, junto a sus dos jóvenes hembras, que le mimábamos y acariciábamos, como nuestro ídolo y gran macho reproductor, él nos trataba como "mis pequeñas" o mis chicas y nosotras le bautizamos como "Papito".

La escena aún tenía mucho de erotismo y mientras él descansaba y se reponía del duro embate con sus ardientes nueras. Jacqueline, caliente aún, saltó pronto a mi lado y nuestros jóvenes cuerpos se unieron en un verdadero torbellino apasionado. Walter nos observaba eróticamente extasiado y aunque físicamente agotado, su mente le indicaba que sus manos debían continuar palpando nuestras desnudeces y su boca aprovechaba de lamernos enteras, impulsándonos a continuar gozando entre nosotras, hasta que nuestras lenguas hicieron estallar nuestros sexos en esa ardiente tarde dominguera. En menos de veinticuatro horas, mi vida sexual empezaba a tener un vuelco inimaginable para mí.

Antes de partir en la búsqueda de nuestros hijos, nos juramentamos con Walter, de saber guardar nuestro secretos de alcoba y comprometiéndonos con él, de estar siempre disponibles para con el padre de nuestros maridos, cuantas veces él quisiera gozar de nosotras, a lo que nosotras asistimos cual esclavas a obedecer a su amo y señor. Yo por mi parte pensaba tras cerrar esa puerta y sentirme debilitado físicamente producto de mi desenfreno. "Que tipos con más suerte, a cuantos hombres maduros, como Walter, les será dada la suerte de cuidarle las mujeres de sus hijos ausentes, así de esa manera.

Antes de retornar, llamé por teléfono a mamá para advertirle de mi regreso y para que se dieran tiempo de normalizar todo y mi hijo no se diera cuenta de la gran puta que era su joven abuela. Al parecer en esos momentos continuaba disfrutando de lo lindo con su amiga Alicia, pues la escuche muy bajito decir --- ¡Ali, por favor! --- cálmate --- que estoy hablando con Isabel.

Al ingresar a mi casa todo era silencio, sólo el cuarto de mamá permanecía con luz, por lo que aprovechamos para pasarla a saludar con su muy querido nieto.

El rostro de mi madrecita la delataba por completo el libertinaje que había puesto en estos dos días en lo sexual con su vieja amiga y el hijo de esta, pero no quise decirle nada pues yo también venía muy agotada por culpa de la tarde pasada en casa de Jacquie, y lo único que deseaba era tenderme en mi cama y descansar. Mamá pidió invitar a mi hijo a dormir con ella, como lo hacía normalmente, cosa que asentí de no muy buenas ganas, pero así se hizo.

Al día siguiente y después de quedar a solas con mi madre, a eso de la media tarde, la aborde dirigiendo la conversación a lo observado por mí ese sábado en la noche y sus relaciones con Isabel y su hijo Andrés. Ella abrió sus ojos totalmente sorprendida, queriéndome negarlo en principio, pero fui tan convincente que optó por decirme la verdad y suplicarme perdón por lo acaecido.

Lo conversamos todo tranquilamente y como buenas amigas, confesándome ella lo bien que lo había pasado y lo fabuloso que era Andrés para la cama, eso me excitó en demasía, pero lo que me tuvo al borde de un orgasmo fue cuando me dijo, que el muchacho deseaba ardientemente hacerme sentir su tremendo garrote y que ella estaba dispuesta a cooperar si así yo lo deseaba. Ahora la que abría tamaños ojos era yo ante tal proposición deshonesta escuchada de labios de mi madrecita.

No es necesario que me des tu respuesta ahora --- agregaba ella --- abrazándome con fuerza --- piénsalo y después conversamos, demás está decirte que ese será nuestro gran secreto entre las dos.¡ Oh, mi gran Dios! --- Debo aprender a guardar muchos secretos, será para pasarlo mejor.

La confianza con que me trataba Nelly, mi madre, y la calentura que ya se apoderaba de mi, me impulsaban a decir que sí---- pero no quise traicionar mi calma y me retiré a mi cuarto meditabunda y ardiendo en mi interior. Pasaron dos días en que de mi madre por un lado, yo notaba su presión a impulsarme a tomar una decisión, por otro lado recibía llamadas de Jacquie, con invitaciones llenas de insinuaciones pecaminosas, como también de Walter mi suegro, que lo único que quería era meterse en la cama conmigo y hacerme gozar como sólo él lo sabía hacer. Eso me ponía más caliente aún, de saberme deseada por hombres y mujeres que se prodigaban por querer repetir momentos especiales al hacerlo conmigo. Eso me llevó esa tarde a poner en practica un plan con mi madrecita para probar con Andrés, no podía perder la oportunidad de sentir tan tremendo falo y gozarlo tanto o más que ella. Tanto había luchado por permanecer fiel a mi tan lejano marido, pero mi temperamento ardiente me consumía día a día, fuego que se había iniciado bajo mi propio techo y cuyos protagonistas eran mi propia madrecita y amiga, cooperando con ello la no menos caliente como la mujer de mi propio cuñado y Walter, el potente padre de mi marido que nos tenía a las dos como sus fieles concubinas.

Esa noche Nelly, mi madre, lo preparó todo, así y antes los insistentes requerimientos del joven Andrés, ella le prometió que le visitara en su alcoba pasado la medianoche, con la promesa de no decir nada a nadie y con instrucciones de moverse sigilosamente a luz apagada. Temprano se durmió mi hijo Carlos Ramiro, en su cuarto y con Nelly, hicimos el cambio de alcoba. Yo me fui a su amplia cama y ella se fue a ocupar la mía, mientras que Alicia la madre de Andrés, se había retirado a descansar en su cuarto de huéspedes.Ya era medianoche y yo para tomar valor me había bebido casi un vaso de licor, lo que siempre activaba mi ánimo, esperaba impaciente cual novia virgen en su noche de bodas, la llegada de aquel hombre tan especial.

Nelly, me había estado acompañando en la cama, ambas ataviadas en forma muy sexy y provocativas y yo cubría mi cuerpo sólo con un transparente camisón a media pierna, al retirarse mi madre pude apreciar las razones porque los hombres se daban vuelta a mirarla y contemplar toda su bien hecha anatomía, cosa que me llenaba de orgullo y morbo.

A luz apagada, pronto sentí un movimiento sobre la cama y el cuerpo desnudo de Andrés que se deslizaba con maestría para unirse con el mío, sus manos me recorrían entera y sus labios buscaban mis tetas desesperadamente para lamerlas y succionarlas repetidamente, mientras mi calentura empezaba a bullir por todos los poros .

¡ Oh! Nelly, mi amor--- me susurraba al oído --- te deseo mucho, mucho, mucho. Yo sin poder decir palabra alguna para no delatarme tan tempranamente le seguía el juego, atrayéndole más hacia mi cuerpo y respondiendo lascivamente a sus caricias. Pronto logre apresar su imponente pene con mis manos, era realmente sorprendente para mi, era como tomarle el aparato a un potro reproductor, de esos que cuando niña observé en la campiña de mi abuelo con los ojos desorbitados al verlo acosar a una yegua en celo. Imagen que me quedó gravada para siempre y que después y por mucho tiempo fue objeto de mis secretas masturbaciones nocturnas. En esos momentos volvía a pensar en ello redoblando en mí una muy fuerte excitación. Nuestra pasión estaba ya desatada sobre la cama y notaba como esa gran cosa que palpitaba en mis manos gruesa y venosa, la llevé instintivamente a hurguetear sobre mis labios vaginales, plenos de lubricación y deseosos de recibir tamaño trofeo. Abrí mis piernas al máximo y guiado por una de mis manos lleve su gran cabezota a la estrecha entrada de mi ardiente sexo, refregándole sobre mi excitadísimo clítoris. Bastó un leve impulso de Andrés para sentir como se ensanchaba mi vagina al máximo para dar cabida en su paso hacia el fondo de mi útero de tamaño aparato: El dolorcillo que en principio sentía por la penetración pronto se fue transformando en placer al sentirlo todo dentro de mí, especialmente al tocar al fondo mi útero, el que me entregaba un deleite no conocido por mi hasta ese momento, era algo doblemente delicioso. Con razón a mi madrecita la había visto gozar tan extraordinariamente aquella noche tras el ventanal. Andrés no cesaba en su empeño de bombearme a sus antojos, mientras yo ya sentía los efectos de un primer gran orgasmo que en su convulsionado y rápido desarrollo, hacía que instintivamente mi sexo apretara con más fuerzas el gran pene de Andrés, lo que me hacía desfallecer de placer.

Aquella visión infantil del potro de mi abuelo, volvió a apoderarse de mí y tomando posición en cuatro patas y con mi trasero levantado, fui penetrada vaginalmente por el muchacho, que desempeñaba ese papel a la perfección y a insinuación mía, me entregaba unos pequeños relinchos tal como yo los tenía grabados en mi mente. Estábamos tan posesionados de nuestra fantasiosa representación, que no nos dimos cuenta cuando una tercera persona se subió a la cama junto a nosotros, queriendo participar de nuestro juego. Era Nelly, mi amiga, mi confidente y mi ardiente madrecita que semi desnuda y muy cliente se nos unía en la cama. La confusión que se produjo en Andrés fue notoria, con su largo brazo encendió la lámpara de la mesa de luz y logró descubrirnos a la madre y a su caliente hija, que ensartada y penetrada hasta el fondo de su ser, era objeto de la más grande penetración sexual obtenida hasta esa noche.

Al identificarme plenamente, noté que sus deseos para conmigo se duplicaron fuertemente haciéndome acabar copiosamente y sin compasión mientras mi madre nos estimulaba lascivamente y en directo la sentía con su boca junto a nuestros sexos, absorbiendo con su lengua mis jugos vaginales extraídos en el constante bombeo que producía Andrés.

Esa fue una noche extraordinaria, era increíble ver al muchacho con un tremendo poder de reactivación para volver a la carga. Así esa noche volví a ver a mi madrecita en acción con ese muchacho que era una máquina de producir placer. Es increíble lo que puede hacer la calentura y un par de tragos en una mujer. Mi relación con ella experimentó un cambio radical en nuestras conductas, ya no había secretos entre nosotras y las dos éramos cómplices de infidelidad abierta ante nuestros alejados maridos, pero a su vez lo guardábamos como un gran secreto y nos cuidábamos mutuamente.

Logramos que Andrés y su madre se quedaran un tiempo más con nosotras, por lo que le llevaba a nuestro hijo a la buena de Jacquie, quien no sospechaba de nuestras andanzas y así dábamos rienda suelta a verdaderas orgías sexuales, hasta dejar sin reacción copulativa al incansable Andrés. Durante los días de la semana, las mujeres habíamos tomado la costumbre de andar dentro de casa con vestidos cortos y sin bragas, así le facilitábamos el trabajo de nuestro macho de montarnos a cualquier hora y lugar, por lo que no era raro que si mamá estaba cocinando, él se iba a la cocina y a los minutos se escuchaban los chillidos de Nelly, característica que el muchacho se la estaba metiendo a todo dar.

El retorno de nuestro hijo a casa, silenciaba todos los ímpetus, reconociendo que el hombre a quien más acosaba era a mí, talvez por ser más joven y fogosa. Hubo fines de semana en que Nelly y Alicia se entretenían juntas en su alcoba y Andrés se iba conmigo a mi cuarto, así lo tenía para mi sola toda la noche, al día siguiente no nos dejaban levantarnos, nos aseaban y nos alimentaban obsequiosamente en la cama, como si fuéramos matrimonio en Luna de Miel, para lo cual ambas se caracterizaban de sirvientas, desnudas en zapatos de altos tacos y tapadas solo con un albo delantalcillo, así después mi madre se encargaba de calentar a Andrés e Isabel a mi y cuando ambos estábamos jadeantes, les encantaba vernos fornicar y mi madrecita gozaba enormemente cuando me veía caer en fuertes orgasmos u observar al muchacho eyacular copiosamente dentro de mi.

Mi problema surgía el Domingo por las tardes cuando iba en busca de mi hijo a casa de Jacquie, mi agotamiento era evidente por el uso y abuso que hacía de mi cuerpo y de mi vida sexual, agregándole a ello que allí me esperaba ansioso mi suegro Walter, quien me abordaba desesperado, llenándome de lujuriosas caricias, sus manos se multiplicaban en su asedio y pronto mi vagina se veía cercada por sus inquietos dedos, hasta hacerme dar de cuentas que ya no podía negarle mi cuota de placer carnal y de paso me encontraba con el asedio lujurioso de Jacquie, la que cada día la encontraba más físicamente espectacular, la que de igual forma me compartía sexualmente, normalmente salía muerta en vida de aquella casa, pero feliz de tanto gozar con ambos.

En mi último rescate de mi hijo Carlos Ramiro, de casa de Jacquie, sostuve una conversación con ella, que me dejó muy preocupada, ya que las madres nos negamos a creer que los hijos también crecen y nos van entregando sorpresas en su despertar prematuramente sexual. Me decía Jacquie que la noche del sábado, ella se metió al cuarto de baño para duchar a sus hijas puesto que habían jugado con Carlos Ramiro toda la tarde. Estando en esa actividad – agregaba Jacquie – Ella como acostumbraba se quito el vestido y su blusa para no mojarlas con el agua del baño, dejando la puerta semi abierta, olvidando por completo la presencia en casa de Carlito, a quien sorprendió momentos después espiándolas y con su pene erecto fuera del pantalón, en franca actitud de masturbación, ella manifestaba que el niño estaba con su vista clavada deleitándose de su postura y físico, más que en el de las niñas desnudas, que no quiso decirle nada e ignorando su presencia cerró la puerta del baño. Al salir de allí este se le abalanzó suplicándole que también lo bañara al igual que a sus primas, a lo que tuvo que acceder, después de dejar en sus camas a sus hijas.

Una vez en la sala de baño Jacquie, con sorpresa descubrió que Carlito, que ya estaba por cumplir los catorce años, ya tenía bellos en su pubis y desarrollaba un pene que no cabía duda era herencia de su abuelo Walter y que al jabonarle lo vio erectarse de tal forma que en nada podía envidiarle al de su propio marido, que el muchachito aprovechando el ligero vestuario de tía Jacquie, pasaba sus manos mojadas por sus piernas hasta introducir una de ella tras su delgado y pequeña braga y sorpresivamente invadió su húmedo sexo, por lo que rápidamente lo secó y llevo a su cama donde, pese haberle llamado suavemente la atención, este continuó su nuevo descubrimiento de continuar recibiendo los acosos perturbadores del muchachito. Ella me manifestó que luego se fue muy pensativa a su cuarto ya que reconoce que Carlitos había incluso logrado excitarla, que pronto se durmió pesadamente gracias a aquellas pastillas para dormir, sin dejar de pensar en lo que había descubierto en ese jovencito imberbe aún.

¡Isabel ¡ -- me dijo mi amante amiga --- Tu inocente muchachito, me violó anoche en mi propia cama.

¡Pero cómo! – casi grité yo, tratando de imaginar aquello que me parecía tan ilógico.

El muy bribón – dijo --- Espero que me durmiera bien y se escurrió desde su cuarto hasta el mío, se metió en mi cama, sin que yo me percatara y como duermo sin bragas y piernas abiertas, no le fue difícil montarme y penetrarme con ese lindo pene que le había visto al bañarle. Te prometo que mientras me lo hacía, en mi inconciente soñaba que estaba con Walter en lo mejor, acabando con tanto alboroto como tú lo has comprobado tantas veces.

¿Y cómo te diste cuenta, que era mi niño?

Porque al hacérmelo por segunda vez, me volvió la calentura en sueños y mis movimientos copulativos lo volvieron loco y me chupaba las tetas con tal vehemencia y excitación que ello me hizo despertar, pero como estaba a oscura el cuarto, imaginé que era Walter quien estaba conmigo ya que a veces me visita tarde pues tiene llave de la casa, su pene era brioso igual que el de él, pero el cuerpo que me cubría era menudito, como de un niño. Estiré el brazo y di la luz de mi lámpara y descubrí a Carlitos que me tenía penetrada hasta el fondo de mi excitadísima vagina, solo puede exclamar -- ¡Carlito!--- Que le haces a la Tía. Quise quietármelo de encima pero mis movimientos sirvieron para que me lo metiera más profundo, mientras se aferraba a mi desnudo cuerpo y su copiosa leche casi infantil me inundaba, ese sólo echo me descontroló y me deje arrollar tras su tremenda descarga, sufriendo yo las consecuencias de uno de mis más placenteros y fuertes orgasmos.

¡Mi Carlito te hizo acabar así!--- aún no lo puedo creer—le repetía yo, con no disimulado orgullo.

Y eso no es todo --- me decía atropelladamente mi excitante amiga --- anoche, después de lo sucedido, me costó llevarlo de vuelta a su cama, a toda costas quería seguirme fornicando. Hoy temprano llevé a las niñas donde su abuela, Walter se ausentó de la ciudad, El niño se negó ir a visitar a su abuela, quedándose en cama. A mi regreso, le preparé su almuerzo, el que se sirvió acostado, después se puso a ver TV., Esperó a que me desocupara y me fuera a mi propia alcoba recostándome sobre mi cama, cuando lo ví entrar completamente desnudo y con su hermoso falo duro y erecto, no me dio tiempo a nada, cuando lo tenía sobre mi montado. No te miento al decirte que me fue imposible quitármelo de encima, hasta sentirme nuevamente penetrada por mi querido sobrino. Además – me manifestaba atropelladamente --- posee todas las mañas y modales de su abuelo Walter y ese lindo pene es una maravilla, posee una capacidad sexual tremenda, con decirte que estuvimos casi toda la tarde culiando, me hizo acabar no se cuantas veces, como si yo fuera una jovencita novata. Pero lo curioso es que ya sabe manejarse con una mujer adulta y sabe como hacerla gozar mejor que un hombre adulto.

¡Oh¡ --- le dije muy excitada --- de solo pensarlo estoy acabando sola --- abrázame por favor y bésame mucho, mucho, le repetía muy caliente y en mi mente tenía grabada la figura de mi Carlitos manejando a su antojo a una mujer muy madura, mi calentura se desbordó, mientras un delicioso orgasmo invadía todo mi cuerpo.

Esa tarde supe que posiblemente, fue mi propia madrecita quien en una de esas tantas noches que se acostaban juntos, ella se lo brindo y le hizo perder su virginidad.

Estas enojada por esto dijo tímidamente Jacquie.

Por que habré de estarlo tontita- le dije – quien mejor que tu para hacerlo despertar al sexo, eres mi mejor amiga, somos amantes por gusto nuestro, ambas compartimos a un mismo hombre que no es nuestro marido y se que mi Carlos Ramiro, tendrá en ti y posiblemente en mi madrecita, su mejor desahogo en su crecer sexual y todo bajo el secreto de familia.

Sabes lo que me confesó Carlito, mientras descansaba junto a mi --- me dijo finalmente Jacquie – que él soñaba que algún día el reemplazara las largas ausencias de su padre, acostándose contigo y dándote las faltas que tu marido no te las puede dar-

¡UF¡ --- Lo que me espera…le dije sonriendo … haríamos un cuarteto perfecto. Yo, tu, mi madrecita y él.

Por favor --- me dijo Jacqueline --- No te rías, que así como va, muy pronto ha de llegar el día en que nos hará gozar a las tres en una misma cama. ¿No te parece?

¡Oh! Jaquie --- le dije --- de solo pensarlo me estás haciendo acabar de nuevo ¡Ohhhhhh¡…………………

FIN

3 comentarios - Que no lo sepan, Nuestros Maridos

Mquuen
Ya lo lei como 20. Veces y me sigue calentando !!!
Davilofumakadhv
Terrribleeee, como dijiste, hay con ña suerte, otros como yo, estamos afuera y que leemos, tus relatos calientes, me encantaron