Historias cortas de relaciones porteñas
Sola
La cité cerca de las 22.30 en un bar de la calle Santa Fé, en Capital Federal . Elegí una cerveza para aliviar la espera. Cuando entró la reconocí de inmediato. Su pelo atado, dejaba caer un mechón sobre el costado izquierdo de su cara. Tenía una campera de jean blanca, con una musculosa negra que en su escote tenía unas tetas que captaron la atención de muchos caballeros que estaban en el lugar. Encendí un cigarrillo. Se me dificultó tragar el humo cuándo se giró para hablar con el mozo. Jamás había visto un culo tan hermoso en unas calzas tan apretadas. Era provocadora, pero parecía ingenua.
Se acercó a la mesa, y me saludó. Nos reconocimos aunque no nos habíamos visto antes. El mozo le trajo una cerveza, la cual se sirvió rápidamente y le dio dos sorbos.
-''Bueno, ¿Cómo es...?'' Preguntó dudosa.
-'Habla, yo te escucho.''
-'Así, ¿Nada más?''
-''Nada más''
''Bueno, ésto que te voy a contar pasó una noche hace cómo un año. Me acuerdo que estaba sola en casa, hace muy poco había cortado con mi novio. Estaba mirando una película vieja, ¿viste? y resulta que estaba ésta escena dónde el tipo se la cogia a la mujer en la cocina. Y me encantó. La verdad, yo era de esas minas que decían que no se hacen la paja, y era verdad. Que se yo, no es por moral, ni nada de eso, no me seducía la idea, digamos. Siempre que tenía ganas, lo hacía con mi ex. Pero ahora estaba sola, Así que se me pasaban miles de cosas por la cabeza. No tanto porque no me animara, es que no sabía qué hacer. Pero no podía con mi calentura. Así que simplemente empecé a tocarme cómo me tocaba mi ex, como me gustaba tanto que lo haga.
Empecé acariciando mis pechos, arriba de la remera. Primero despacio. Después los apretaba. Me daba placer, mucho. Sentía mis pezones endurecerse y mi concha, calentándose. Me saqué la remera, y el corpiño. Me acordé cómo me las chupaba él, y me las acerqué a la boca. Con la punta de mi lengua, haciendo circulitos en los pezones, empecé a mojarme. Sentía la humedad resbalando hasta mi cola. No sabes lo que me gustaba. Pensaba en que cómo no lo había hecho antes. Y ahora, quería más.
Puse mi mano en mi panza. Y empecé a bajarla. Llegué a mi pantalón, y me acordé de cómo me ponía que mi chico me manoseara con la ropa puesta. Así que puse mis dos dedos entre mis piernas, y empecé a moverlos. Lo que sentí fue increíble. Los movía más rápido, más lento. Empujaba y me pegaba. Estaba en la gloria. Era mejor que la pija de mi ex, mucho mejor. Me desnudé, dejé toda la ropa tirada sobre la cama. Y pasaba los dedos entre mis labios, sentía la humedad, el calor de mi concha. Jugaba a meter la punta del dedo. Me quería coger sola. Lo movía rápido. Me hacía gemir, y de fondo, en la televisión, todavía estaba la película esa. Me metí los dedos, y me garché. Me hice acabar mejor que cualquier pija. Me dormí al instante, toda enchastrada. Me enamoré de mi misma esa noche.
Hasta el día de hoy, aunque me acueste con algún flaco, necesito pajearme en mi cama, sola. Yo me conozco de otra forma. Los puntos exactos, las formas, la velocidad, cómo quiero y cómo no quiero. Yo misma decido hasta dónde quiero llegar. Y aunque a mi novio y a nadie le entregue la cola, me encanta meterme los dedos. Es doloroso al principio. Pero me gusta mucho, y me hace acabar al toque. Así que me convertí de una triste boluda que miraba películas en casa sola, en una pajera compulsiva. Me pajeo en la cocina, en la pc. Una vez me la hice en la casa de una amiga, lo hice a propósito así me escuchaba. Y así, siempre que puedo. Pero me encanta te juro.''
Ya no teníamos cerveza ninguno de los dos, y se había hecho algo tarde. Yo seguía con mis cosas y ella con las suyas, nos despedimos y ella se fue. Sola.
Historia Contada.
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