Con cincuenta y dos años a cuestas, la experiencia es la herramienta más valiosa para ganar mujeres.
Cualquiera que haya estado en un hospital alguna vez habrá podido comprobar que más del 85 por ciento de los trabajadores son mujeres, también habrán escuchado mil historias, sobre todo en las guardias nocturnas.
Una década trabajando en un hospital, en liquidación de haberes, me sirvió para conocer vida y milagros de algunas de las mujeres que trabajan, algunos le llaman a este sector el muro de los lamentos, sobre todo después de mitad de mes, es decir cuando el dinero es poco y las necesidades muchas.
Durante el verano el mujeraje suele andar sueltito de ropas y más dispuestas al intercambio amistoso. Mi esposa dejó de interesarse por el sexo, lo hace por obligación, gracias a este trabajo pude solucionarlo y pasarlo de diez.
Sarita, fue una de las primeras en pisar el palito (caer en la trampera), vino buscaba un anticipo de sueldo. La pude ver caminando en la espera, con ese ambo blanco que se le transparenta todo, se le marca la tanguita, buena cola, bien de gomas (Michelin o tetas) y buenas piernotas. Solo verla y el amigo despertó de su letargo, buscando guerra.
– ¡Pasa! – Disimulo la erección como puedo.
– ¡Sea bueno jefecito! – Reviso la mercadería, como evaluando cuan buena está para una encamada.
Rápida como el hambre, vio la disimulada erección, creo que también me leyó la mente…
- Yo le soluciono ese problema… si es bueno conmigo. Sea bueno jefecito, ¡porfa!
Como era casi la hora de cierre de la tesorería no quedaba otro empleado más que yo, sabía que había salido la última empleada así que no esperó respuesta, se pasó por mi lado del escritorio, giró el sillón y acaricia el problema, lo sacó a tomar aire, con confianzuda naturalidad.
- ¡Qué buen pedazo tienes!
Sarita tiene una reconocida fama de no hacerle asco a nada, más bien se dice que es una de esas mujeres que siempre está dispuesta a probar carne nueva, según dicen algunas hembras envidiosas de su popularidad entre los machos del hospital. Como si hiciera falta corroborar los antecedentes mencionados, Sarita comenzó una paja muy especial. A la desesperada manoteé las tetas, se liberan y muestran los
pezones robustos y rozagantes.
Volaba de calentura, pedí que me hiciera algo para solucionarlo, me urgía una respuesta para evitar esos dolores de testículos cuando la calentura se extiende demasiado.
Rápida como bombero pero no descuidada, primero cerrar la puerta de la oficina por cualquier cosa, luego demostró que trabajar en enfermería la hizo experta en urgencias, sexuales en este caso, ¡ja!. Sentó sobre el escritorio y se abrió de piernas dispuesta a que me libre de la calentura por su culpa.
- No te vengas adentro.
- Tengo condón, tranqui y se lo enseño.
Presta me colocó el preservativo, abrió los cantos y me mandé en ella, sabe como vaciar a un tipo de forma rápida y eficiente, acompaña el zarandeo, regulamos el ritmo. Froto el clítoris, crece la humedad y la respuesta erótica hasta el tramo final, bien a fondo.
La acabada rápida pero fue suficiente para venirme con una profusa cantidad de semen, claro eran las ganas insatisfechas de dos semanas sin ponerla. Ahogó mis bramidos entre sus tetotas hasta que me sacó hasta la última gota de semen. Me sacó el preservativo, se admiró por tanta leche.
- ¡Gracias Jefecito!
- ¿Te espero mañana? – ahora soy yo quien pide ¡Porfa!
Ese sábado, a punto de retirarme, llegó Sarita, se disculpó por que una emergencia le impidió venir antes.
- Ayer te quedaste con ganas, ¿podemos ahora jefecito?
- ¡Sí!! – Cerré para evitarnos ser sorprendidos.
Sentada, me pegó una mamada que me dejó las piernas temblando, una acabada para el recuerdo, después le siguió un polvo de sentado, ella se ahorcajo sobre mí, se empaló en el tronco de carne hasta los pendejos enruladitos. La venida en su boca y los años de experiencia me permitieron demorarme lo suficiente para hacerle gozar de un regio orgasmo, esta vez también ella tenía ganas de llegar al final feliz.
Los corrillos de enfermeras son un clásico, los comentarios de las situaciones de sexo mucho más, y aún fue más allá, me hizo fama de buen cojedor y que la tengo gordota para más datos. Si hasta creo que me recomendó con las compañeras, puesto que desde ese sábado fueron varias las que arriaron la bombacha en mi escritorio.
Después, llegó Elisa, regente de pediatría, venía por el ingreso de una sobrina suya, pidiendo que la favoreciera con unas vacantes que se habían producido precisamente en su sector, fue tan directa como efectiva al momento de pedir por la sobrinita:
– ¡Mirame! Me puedes hacer un favor a cambio de otro que te puedo hacer a tí. – Dio una vueltita para mostrarse – Mi sobrina está mejor y tiene veinte añitos. ¿Qué hacemos? Tomamos mate o..? Yerba no hay… (es un juego de palabras común en Argentina que significa que alguien te invita a tomar mate o coger, pero entonces dice yerba (para el mate) no, pues entonces… solo queda coger)
- Entonces… hazme el favorcito. ¡no seas malo!
Desnudó sus intenciones y sus carnes, me acercó a sus tetas para que le saque jugo… Elisa gustaba de la golosa mamada, jadea a destajo, frotándose en la calentura urgente. Apoya las caderas sobre la mesa, levantó una pierna para que tuviera el tajo expedito, rosado y jugoso, corrió la tela de la bombacha mostrando la raja brillante de jugos.
Me tragó la pija de una, recaliente y diciendo guarradas como incentivo para el polvo, cojimos con ímpetu y fragor, quedó casi acostada sobre el espacio del escritorio liberado para hacer las veces de cama, volcado sobre ella, con urgente violencia, en el frenesí alocado del polvo en un metisaca equivoqué la puerta y entré por el marrón (el culo) y dio un grito, mezcla de dolor y sorpresa.
- ¡Ah, ah! – Los ojos como platos, por la brusca sorpresa y la boca llena de puteadas.
Nos miramos, sin sacársela, ni ganas de hacerlo, me gustaba la sorpresa de hacer ese buen culo. Entendió fácil y rápido que no pensaba salirme, pidió prudencia y suavidad.
- ¡Porfa! Despacio, suave porfa…
Accedía a todo lo que me pidiera con tal de no salirme de la vaina rectal, aguanta en silencio, acalla las embestidas mordiéndose el labio inferior y clavando sus uñas en mi espalda, que por suerte me proteje la ropa. Intento seguir por más tiempo pero me lo impide:
- Si sacás no la metés más. ¡Dale despacio!, ¡seguí bombeando no pares!.
Acompañaba la entrada por el orto con el frotamiento del clítoris para distraerla, volvió al nivel de excitación y así pude seguir dándole por el culo. Tanto se fue calentando la guacha que con la ayuda del frotamiento de clítoris también pudo acceder al necesario orgasmo.
Bufa en ruidoso orgasmo, llegamos casi al mismo tiempo, ella primero, luego fue mi turno. Me largué a fondo y la leche fue bálsamo caliente para el culo dolorido.
Quedé en que pasaría por su casa, el domingo, para conocer la sobrinita y llevar algunas croissant para el desayuno.
- Jefecito, ¿qué te parece Marina, mi sobrina?
- ¡Está bueeena! – Me salió gracioso y natural.
Marina trajo café, Elisa la tomó de un brazo y la hizo girar para mostrarla mejor por todos los ángulos.
- ¡Está re-re-buena!
- ¿De verdad, jefecito? – No me engaña, haciendo conejito con la naricita. – Me vas a hacer entrar
en tu juego de seducción otra vez, ¡Sííí…!
- El jefecito te puede entrar… – Decía Elisa a Marina, un guiño de ojos compartido y una sonrisa.
- ¡Ve y me explicas! – Marina me toma de la mano, me conduce a su cuarto, le sigo el juego a ver
hasta donde llegamos.
Me sentó sobre la cama y comenzó el espectáculo, un desnudo total para mí, pollera, blusa, nada abajo. El papo juvenil cubierto por escaso vello castaño, de aspecto aniñado, me amenazó con las tetas, una en cada mano, ofrenda de buena voluntad a un hombre ansioso.
Me puso en bolas, acarició el miembro, mamar parecía ser una de sus cualidades, casi me hace acabar, pero me pide que no le acabe en la boca.
Se tiende sobre la cama, piernas flexionadas y colgando fuera del lecho, me llama:
- ¡Vení, entrá! ¡Tengo ganas! ¡Estoy ardiendo! ¡Cojeme!!!
Entré en el terciopelo vaginal, ajustado trayecto hasta llegar al fondo. Buena cogedora, sabía contraer y aflojar los músculos como una experta. Cambiamos, ella quiere arriba para expresarse con libertad y comodidad, regula penetración y presión sobre el choto, tan joven y tan experta en lides sexuales.
Masaje clitoridiano con los dos pulgares mientras me galopa, resopla sin parar hasta prorrumpir en un grito de guerra, ojos cerrados gozando en silencio del orgasmo, la recorrió como un shock eléctrico. Seguidamente otras dos llegadas bramadas la dejaron medianamente satisfecha.
Yo seguía sin haber acabado, sabía como manejar a estas pendejas calentonas, todo fuego y toda urgencia, pero el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo y experiencia, ahora era mi tiempo de aprovecharme y hacerla valer.
Aproveché el relax para jugarle en el marrón (culo), más atrevido cada vez, solo abrió los ojos cuando sintió que la caricia era un paso antes de una franca penetración. Acostada, de espaldas, en una perfecta cucharita, pierna levantada favorecía entrarle por el ano y asida por la cintura impedía que se volara la paloma, desde atrás es más fácil entrarle y menos doloroso por que sé que la tengo gordita y algunas esquivan el culo cuando lo intento, no fue el caso, tampoco le di mucha oportunidad de hacerlo.
- ¿Vas a meter tooo…dooo? – La entrada interrumpió la pregunta obvia.
Froto el piquito mientras le doy para que tenga y guarde. Ensartarla profundo es inigualable, las
ganas de eyacular se gestan en los riñones, avanza como alud arrollador por el caño, chorro fuerte espeso y caliente baña el recto dolorido de Marina. Ella se ayudó para llegar juntos, acabamos a los gritos.
Se dejó hacerlo, solo que con la mano buscó saber cuánto faltaba por entrarle, pero igual se aguantó todo el pedazo de pija que se comió. Esa mañana le robé la virginidad anal, un triunfo sin duda alguna, una buena cocarda para colgar en el tablero de las proezas de macho cojedor, ja!.
os higienizamos juntos, se agregó Elisa al juego bajo la ducha. La seguimos en la cama en un segundo turno, ahora sexo grupal, hasta el mediodía estuvimos haciendo cama redonda y cambiando de monta.
Marina consiguió trabajo. También consiguió para otra prima, un tío y un par de amigos, claro para todos estos favores ellas ponían el cuerpo por sus parientes y todo en paz.
En este trabajo, y toco madera, nunca me falta carne fresca. Los que han trabajado en hospitales saben que mujeres sobran y cuando se tiene un cargo donde necesitan favores, ni te cuento como se disfruta.
Si eres mujer y has pasado por algo similar sabes bien de qué hablo, por qué no me cuentas tu experiencia y compartimos algunas situaciones y anécdotas, ¿te parece?, solo tienes que ponerle un poco de power y escribirme, te estoy esperando para recompensarte.
Cualquiera que haya estado en un hospital alguna vez habrá podido comprobar que más del 85 por ciento de los trabajadores son mujeres, también habrán escuchado mil historias, sobre todo en las guardias nocturnas.
Una década trabajando en un hospital, en liquidación de haberes, me sirvió para conocer vida y milagros de algunas de las mujeres que trabajan, algunos le llaman a este sector el muro de los lamentos, sobre todo después de mitad de mes, es decir cuando el dinero es poco y las necesidades muchas.
Durante el verano el mujeraje suele andar sueltito de ropas y más dispuestas al intercambio amistoso. Mi esposa dejó de interesarse por el sexo, lo hace por obligación, gracias a este trabajo pude solucionarlo y pasarlo de diez.
Sarita, fue una de las primeras en pisar el palito (caer en la trampera), vino buscaba un anticipo de sueldo. La pude ver caminando en la espera, con ese ambo blanco que se le transparenta todo, se le marca la tanguita, buena cola, bien de gomas (Michelin o tetas) y buenas piernotas. Solo verla y el amigo despertó de su letargo, buscando guerra.
– ¡Pasa! – Disimulo la erección como puedo.
– ¡Sea bueno jefecito! – Reviso la mercadería, como evaluando cuan buena está para una encamada.
Rápida como el hambre, vio la disimulada erección, creo que también me leyó la mente…
- Yo le soluciono ese problema… si es bueno conmigo. Sea bueno jefecito, ¡porfa!
Como era casi la hora de cierre de la tesorería no quedaba otro empleado más que yo, sabía que había salido la última empleada así que no esperó respuesta, se pasó por mi lado del escritorio, giró el sillón y acaricia el problema, lo sacó a tomar aire, con confianzuda naturalidad.
- ¡Qué buen pedazo tienes!
Sarita tiene una reconocida fama de no hacerle asco a nada, más bien se dice que es una de esas mujeres que siempre está dispuesta a probar carne nueva, según dicen algunas hembras envidiosas de su popularidad entre los machos del hospital. Como si hiciera falta corroborar los antecedentes mencionados, Sarita comenzó una paja muy especial. A la desesperada manoteé las tetas, se liberan y muestran los
pezones robustos y rozagantes.
Volaba de calentura, pedí que me hiciera algo para solucionarlo, me urgía una respuesta para evitar esos dolores de testículos cuando la calentura se extiende demasiado.
Rápida como bombero pero no descuidada, primero cerrar la puerta de la oficina por cualquier cosa, luego demostró que trabajar en enfermería la hizo experta en urgencias, sexuales en este caso, ¡ja!. Sentó sobre el escritorio y se abrió de piernas dispuesta a que me libre de la calentura por su culpa.
- No te vengas adentro.
- Tengo condón, tranqui y se lo enseño.
Presta me colocó el preservativo, abrió los cantos y me mandé en ella, sabe como vaciar a un tipo de forma rápida y eficiente, acompaña el zarandeo, regulamos el ritmo. Froto el clítoris, crece la humedad y la respuesta erótica hasta el tramo final, bien a fondo.
La acabada rápida pero fue suficiente para venirme con una profusa cantidad de semen, claro eran las ganas insatisfechas de dos semanas sin ponerla. Ahogó mis bramidos entre sus tetotas hasta que me sacó hasta la última gota de semen. Me sacó el preservativo, se admiró por tanta leche.
- ¡Gracias Jefecito!
- ¿Te espero mañana? – ahora soy yo quien pide ¡Porfa!
Ese sábado, a punto de retirarme, llegó Sarita, se disculpó por que una emergencia le impidió venir antes.
- Ayer te quedaste con ganas, ¿podemos ahora jefecito?
- ¡Sí!! – Cerré para evitarnos ser sorprendidos.
Sentada, me pegó una mamada que me dejó las piernas temblando, una acabada para el recuerdo, después le siguió un polvo de sentado, ella se ahorcajo sobre mí, se empaló en el tronco de carne hasta los pendejos enruladitos. La venida en su boca y los años de experiencia me permitieron demorarme lo suficiente para hacerle gozar de un regio orgasmo, esta vez también ella tenía ganas de llegar al final feliz.
Los corrillos de enfermeras son un clásico, los comentarios de las situaciones de sexo mucho más, y aún fue más allá, me hizo fama de buen cojedor y que la tengo gordota para más datos. Si hasta creo que me recomendó con las compañeras, puesto que desde ese sábado fueron varias las que arriaron la bombacha en mi escritorio.
Después, llegó Elisa, regente de pediatría, venía por el ingreso de una sobrina suya, pidiendo que la favoreciera con unas vacantes que se habían producido precisamente en su sector, fue tan directa como efectiva al momento de pedir por la sobrinita:
– ¡Mirame! Me puedes hacer un favor a cambio de otro que te puedo hacer a tí. – Dio una vueltita para mostrarse – Mi sobrina está mejor y tiene veinte añitos. ¿Qué hacemos? Tomamos mate o..? Yerba no hay… (es un juego de palabras común en Argentina que significa que alguien te invita a tomar mate o coger, pero entonces dice yerba (para el mate) no, pues entonces… solo queda coger)
- Entonces… hazme el favorcito. ¡no seas malo!
Desnudó sus intenciones y sus carnes, me acercó a sus tetas para que le saque jugo… Elisa gustaba de la golosa mamada, jadea a destajo, frotándose en la calentura urgente. Apoya las caderas sobre la mesa, levantó una pierna para que tuviera el tajo expedito, rosado y jugoso, corrió la tela de la bombacha mostrando la raja brillante de jugos.
Me tragó la pija de una, recaliente y diciendo guarradas como incentivo para el polvo, cojimos con ímpetu y fragor, quedó casi acostada sobre el espacio del escritorio liberado para hacer las veces de cama, volcado sobre ella, con urgente violencia, en el frenesí alocado del polvo en un metisaca equivoqué la puerta y entré por el marrón (el culo) y dio un grito, mezcla de dolor y sorpresa.
- ¡Ah, ah! – Los ojos como platos, por la brusca sorpresa y la boca llena de puteadas.
Nos miramos, sin sacársela, ni ganas de hacerlo, me gustaba la sorpresa de hacer ese buen culo. Entendió fácil y rápido que no pensaba salirme, pidió prudencia y suavidad.
- ¡Porfa! Despacio, suave porfa…
Accedía a todo lo que me pidiera con tal de no salirme de la vaina rectal, aguanta en silencio, acalla las embestidas mordiéndose el labio inferior y clavando sus uñas en mi espalda, que por suerte me proteje la ropa. Intento seguir por más tiempo pero me lo impide:
- Si sacás no la metés más. ¡Dale despacio!, ¡seguí bombeando no pares!.
Acompañaba la entrada por el orto con el frotamiento del clítoris para distraerla, volvió al nivel de excitación y así pude seguir dándole por el culo. Tanto se fue calentando la guacha que con la ayuda del frotamiento de clítoris también pudo acceder al necesario orgasmo.
Bufa en ruidoso orgasmo, llegamos casi al mismo tiempo, ella primero, luego fue mi turno. Me largué a fondo y la leche fue bálsamo caliente para el culo dolorido.
Quedé en que pasaría por su casa, el domingo, para conocer la sobrinita y llevar algunas croissant para el desayuno.
- Jefecito, ¿qué te parece Marina, mi sobrina?
- ¡Está bueeena! – Me salió gracioso y natural.
Marina trajo café, Elisa la tomó de un brazo y la hizo girar para mostrarla mejor por todos los ángulos.
- ¡Está re-re-buena!
- ¿De verdad, jefecito? – No me engaña, haciendo conejito con la naricita. – Me vas a hacer entrar
en tu juego de seducción otra vez, ¡Sííí…!
- El jefecito te puede entrar… – Decía Elisa a Marina, un guiño de ojos compartido y una sonrisa.
- ¡Ve y me explicas! – Marina me toma de la mano, me conduce a su cuarto, le sigo el juego a ver
hasta donde llegamos.
Me sentó sobre la cama y comenzó el espectáculo, un desnudo total para mí, pollera, blusa, nada abajo. El papo juvenil cubierto por escaso vello castaño, de aspecto aniñado, me amenazó con las tetas, una en cada mano, ofrenda de buena voluntad a un hombre ansioso.
Me puso en bolas, acarició el miembro, mamar parecía ser una de sus cualidades, casi me hace acabar, pero me pide que no le acabe en la boca.
Se tiende sobre la cama, piernas flexionadas y colgando fuera del lecho, me llama:
- ¡Vení, entrá! ¡Tengo ganas! ¡Estoy ardiendo! ¡Cojeme!!!
Entré en el terciopelo vaginal, ajustado trayecto hasta llegar al fondo. Buena cogedora, sabía contraer y aflojar los músculos como una experta. Cambiamos, ella quiere arriba para expresarse con libertad y comodidad, regula penetración y presión sobre el choto, tan joven y tan experta en lides sexuales.
Masaje clitoridiano con los dos pulgares mientras me galopa, resopla sin parar hasta prorrumpir en un grito de guerra, ojos cerrados gozando en silencio del orgasmo, la recorrió como un shock eléctrico. Seguidamente otras dos llegadas bramadas la dejaron medianamente satisfecha.
Yo seguía sin haber acabado, sabía como manejar a estas pendejas calentonas, todo fuego y toda urgencia, pero el diablo sabe por diablo pero más sabe por viejo y experiencia, ahora era mi tiempo de aprovecharme y hacerla valer.
Aproveché el relax para jugarle en el marrón (culo), más atrevido cada vez, solo abrió los ojos cuando sintió que la caricia era un paso antes de una franca penetración. Acostada, de espaldas, en una perfecta cucharita, pierna levantada favorecía entrarle por el ano y asida por la cintura impedía que se volara la paloma, desde atrás es más fácil entrarle y menos doloroso por que sé que la tengo gordita y algunas esquivan el culo cuando lo intento, no fue el caso, tampoco le di mucha oportunidad de hacerlo.
- ¿Vas a meter tooo…dooo? – La entrada interrumpió la pregunta obvia.
Froto el piquito mientras le doy para que tenga y guarde. Ensartarla profundo es inigualable, las
ganas de eyacular se gestan en los riñones, avanza como alud arrollador por el caño, chorro fuerte espeso y caliente baña el recto dolorido de Marina. Ella se ayudó para llegar juntos, acabamos a los gritos.
Se dejó hacerlo, solo que con la mano buscó saber cuánto faltaba por entrarle, pero igual se aguantó todo el pedazo de pija que se comió. Esa mañana le robé la virginidad anal, un triunfo sin duda alguna, una buena cocarda para colgar en el tablero de las proezas de macho cojedor, ja!.
os higienizamos juntos, se agregó Elisa al juego bajo la ducha. La seguimos en la cama en un segundo turno, ahora sexo grupal, hasta el mediodía estuvimos haciendo cama redonda y cambiando de monta.
Marina consiguió trabajo. También consiguió para otra prima, un tío y un par de amigos, claro para todos estos favores ellas ponían el cuerpo por sus parientes y todo en paz.
En este trabajo, y toco madera, nunca me falta carne fresca. Los que han trabajado en hospitales saben que mujeres sobran y cuando se tiene un cargo donde necesitan favores, ni te cuento como se disfruta.
Si eres mujer y has pasado por algo similar sabes bien de qué hablo, por qué no me cuentas tu experiencia y compartimos algunas situaciones y anécdotas, ¿te parece?, solo tienes que ponerle un poco de power y escribirme, te estoy esperando para recompensarte.
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