La movida se organizó por Facebook. La promoción del dos mil y pico del Instituto Nuestra Señora de las Gracias. Nos encontrábamos cada cierto tiempo para rememorar nuestras épocas de colegiales. Aunque no suelo ir a todas, y si bien hacia ya un par de años que no asistía, esta vez decidí ir. Estaba sola, no tenía ningún otro compromiso, por lo que me pareció una linda forma de pasar el tiempo, reencontrándome con mis ex compañeros y ver en que andaban, y porque no recordar anécdotas de aquella época.
Así que le confirmé mi asistencia a Maru, la organizadora, y la noche en cuestión me arreglé de la mejor manera, normal, sin llamar la atención, ya que se trataba de una cena de camaradería y no daba para andar haciéndose la gata. En el secundario siempre fui de las más recatadas, me acomplejaba el tamaño de mis pechos, por lo que siempre andaba tapada casi hasta el cuello, no como ahora que las pelo y las disfruto a la menor oportunidad… jaja…
Fui de las últimas en llegar, encontrándome a cada paso con ex compañeros, entre ellos Mariano, el Tripa, con quién ya había tenido un reencuentro sumamente intenso tiempo atrás. Ahora estaba con la mujer así que no me saludó muy efusivamente que digamos, apenas un beso en la mejilla, y un “tanto tiempo”, como de compromiso, dándole a entender a los demás que no me veía desde los años del secundario. Él era la primera vez que asistía a un evento de esos, por lo que nos presentó a todos a su señora, mostrándonos además la foto de sus hijos, tal como me la había mostrado a mí esa vez que me subí a su taxi… aunque claro, aquella vez me mostró algo más también. Las chicas me preguntaban por mi novio, ya que en las anteriores reuniones había ido con él, por lo que tuve que andar explicando que habíamos terminado y que por el momento estaba sola.
Además del alumnado, se hicieron presentes algunos profesores, como la profesora de inglés, Miss Tania, la de matemática, la Señorita Rosales, que seguía siendo “señorita”, la profesora de Química y el profesor de Historia, materia que siempre me llevaba a marzo porque se me dificultaba aprenderme de memoria las fechas. También estuvo Mario, el preceptor del último año, que siempre les tiraba onda a las chicas y hasta se volteó a un par, pero creo que justo esas, aquella noche no fueron. Obvio que a mí también me tiro onda, pero en ese tiempo yo era una carmelita descalza, por lo que las insinuaciones que me hacía caían en saco roto, todavía no había descubierto los placeres del sexo, que si no, no se salvaba ni el director.
Pero ahora… ahora ya soy una mujer adulta, que sabe lo que quiere y lo que le gusta, ya no soy esa adolescente virgen y aburrida que no le supo sacar provecho a su cuerpo en su momento (y eso que me desarrolle a edad temprana), pero ahora sí sé, y no me parecía mala idea recuperar el tiempo perdido en el secundario, ya había hecho un avance con Mariano, alias “Tripa”, lo cual había estado más que bien, por lo que no estaría mal seguir ese mismo camino, y en ese aspecto el que se llevaba todas las fichas era el ex preceptor. Siempre me tuvo ganas, creo que desde tercer año cuando entro al colegio cumpliendo funciones administrativas, ¿se imaginan lo que tendría acumulado?, además era el único que estaba solo, como yo, los demás, que también me tenían ganas, estaban con sus respectivas esposas o parejas.
En cierto momento se me acerco y me saco a bailar, apretamos un poco, hasta que se produjo un repentino cambio de parejas y nos perdimos, tras unos cuantos bailes volví a la barra y me lo cruzo a Mariano, el Tripa, que me hace una seña para que lo siga. Miro hacia donde está su mujer y la veo muy entretenida charlando con otras esposas, vuelvo a mirar a mirar a Mariano, que ya está en el umbral de la puerta, haciéndome otra seña disimulada. Lentamente, y sin llamar la atención, dejo la copa sobre la barra y voy hacia la puerta, ahora lo veo hacia el final del pasillo, haciéndome con la mano un gesto para que lo siga, le echo un último vistazo al salón, en realidad el patio del colegio, para asegurarme de que nadie esté atento a mi momentánea huída, y corro hacia él. Al llegar, me toma de la mano, saca una llave de su bolsillo y abre la puerta de la dirección.
-¿De dónde la sacaste?- le pregunto.
-Le di una coima al portero-
Entramos, cierra la puerta tras nosotros, y arrinconándome de espalda contra la misma, comienza a meterme mano por abajo mientras busca mi boca para besarme en esa forma que a una la desarma. No me pude resistir, separe las piernas y lo deje entrar ahí, me presionaba con toda la palma de la mano sobre la ropa, frotándome enérgicamente mientras su lengua exploraba todo mi paladar.
-¡Putita, como me dejaste ese día, que polvo nos echamos, eh!- me dijo apartándose un poco, lo suficiente para desprenderse el pantalón.
Cuándo peló la pija, esa tercera pierna que tiene, ya no hubo vuelta atrás para mí, me olvidé de la promoción, de su esposa, de mis ex compañeros, de los profesores, se la agarre con las dos manos (porque con una apenas podía sostenerla), y se la acaricié por todos lados, por arriba, por abajo, por los costados, le acaricié los huevos también, sintiéndolos bien duros y calientes, cargados a morir… sin soltársela, y con mi mirada puesta en esa zona de tan fatal atracción, me voy agachando hasta quedar de cuclillas frente a él, la poronga enorme frente a mí, endureciéndose cada vez más. Empiezo a pasarle la lengua, a todo lo largo, le beso los huevos, se los huelo, me los refriego por toda la cara, vuelvo a subir besándole toda la pija, hasta llegar a la punta, de nuevo las mismas dificultades de aquella vez para comérmela, es demasiado grande y, aunque petera, mi boca es chica, apenas puedo meterme una porción del glande, sin embargo Mariano no me deja disfrutar demasiado del sabor de aquella enormidad… considerando donde estamos, es evidente que disponemos de poco tiempo, así que me levanta, me hace inclinar sobre un escritorio y bajándome sin demasiada dificultad el pantalón y la bombacha, comienza a pasearme la pija por todo el orto. Si ya parece grande, ahí se siente mucho más inmensa. Ayudando a la faena, me meto una mano por entre las piernas y empiezo a dedearme la concha, esparciendo todo el juguito que sale de adentro por sobre los labios, entonces me la coloca y comienza a presionar, suelto un quejido al sentirla perforar esa primera entrada…
-¡Ahhhhh… ahhhhh…!- me quejo, pero no le pido que me la saque, jamás pediría eso.
Mariano me agarra bien fuerte de la cintura, y empuja más fuerte todavía, haciéndome soltar un quejido mucho más intenso…
-¡Ahhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh…!-
Tengo que morderme el labio inferior para no gritar, ya que aunque la música suena fuerte en el patio, no estamos libres a posibles injerencias de terceros. Alcanza a meterme prácticamente la mitad de su verga, cuando se detiene y comienza a retroceder, lo hace pero sin sacarme la cabeza de adentro, para volver a arremeter con todo, así una y otra vez, hasta que consigue meterme toda su inmensidad bien adentro, ahora me tiene toda abierta, bien empalada, iniciando entonces un rítmico y vibrante mete y saca, el cuál parecía llegarme más profundo con cada empujón.
En algún momento la sacó toda, y me la restregó por sobre cola, hasta pegándome con ella como si fuera un machete, tras lo cual con la punta comenzó a tantearme el agujero del culo, ahí sí me puse a temblar en serio, porque que me metiera semejante cosa por atrás ya pasaba de una mera relación casual, si iba a intentar ponerme aunque fuera la mitad de semejante pedazo, iba a salir de esa oficina rengueando… ¡¿y cómo les explicaba a los demás lo que me había pasado?! Por suerte solo fue un paseo, porque enseguida volvió a metérmela por la concha, ahora ya con mayor facilidad, debido a su dedicado trabajo anterior. Arremetió unas cuantas veces más, y ya casi al borde del orgasmo, me preguntó:
-¿Dónde querés que te acabe, Gise?-
Por supuesto sabía que no podía acabarme adentro, le había hecho a su esposa dos hijos en dos años, por lo que aunque me estaba cuidando suponía que ante tal target de procreación no habría anticonceptivo que lo frenara, tampoco podíamos ensuciar demasiado el lugar y convengamos que, por lo que recordaba, Marianito tenía una descarga de lo más potente. Así que solo había un lugar en donde depositar su simiente:
-¡En la boca… acabame en la boca!- le dije.
Enseguida me la sacó y dándome el tiempo justo para darme la vuelta y volver a ponerme de cuclillas ante él, comenzó a eyacular en mi boca abierta chorro tras chorro de semen. A medida que me llenaba de guasca la boca, yo me la iba tragando, aunque en algún momento, al tener la boca cerrada, algún lechazo me dio en la cara… no importaba, con los dedos lo untaba y me lo metía en la boca, saboreando con suma delectación el sabor íntimo de Marianito. Cuando terminó de soltar leche, se la sacudió, me la refregó por la cara, como para limpiársela y se la guardó.
-Dale Gise, apurate que ya deben estar preguntándose donde nos metimos-
Me levanté, me arreglé rápido, retocándome el maquillaje y acomodándome el pelo, y tal como habíamos entrado, subrepticiamente, salimos de la oficina del Director. La fiesta seguía en su esplendor, por lo que nadie reparo en nuestra repentina aparición, Mariano fue a buscar a su esposa, para darle seguramente alguna excusa por su momentánea ausencia, y yo me fui a la barra, en donde pedí un licor de Menta para matizar el sabor agridulce del semen de Mariano en mi boca.
En ese momento se me acercó Mario, mi ex preceptor, por atrás, apoyándome sin delicadeza alguna.
-¿Qué pasó? Te perdiste- me dijo al oído.
-Fui a contestar una llamada, acá no podía por la música- le mentí.
-Bueno, ¿seguimos bailando o…?- me dijo dejando la frase sin terminar, aunque mirándome en una forma que evidenciaba lo que quería decir.
Estuve a punto de decirle que sí, que prefería lo que seguía después de “o…”, pero justo en ese momento lo veo a mi profesor de historia, apoyado contra una columna, un vaso en la mano, mirando atentamente los cuerpos de sus ex alumnas que en ese momento bailaban un agitado reggaetón.
-¿Sabés qué?- le dije entonces a Mario –Me gustaría que saliéramos en algún momento, pero esa llamada que salí a contestar, era mi novio que va a pasar a buscarme en un rato, ¿Por qué no me pasas tu celu y nos comunicamos en la semana?-
Me pasó el número, lo guardé en los contactos de mi celular como “Preceptor”, y prometiéndole una llamada en uno de esos días, en cuanto pudiera zafar de mi novio, le dije, fui adonde estaba mi profesor de historia, ex profesor, mejor dicho.
-Que dice profe, ¿se divierte?- lo saludé.
Él me miró como tratando de acordarse quién era yo. Lo ayudé diciéndole mi apellido.
-Ah sí, claro… Giselle… la que no podía aprenderse ni una fecha- recordó.
-Y sigo sin poder profe- me reí.
Él se rió también. El profesor, cuyo nombre voy a mantener en reserva, debe tener unos 50, 55 años, quizás hasta este cerca de los 60, pero se mantiene bien, tiene el pelo entrecano y una barbita candado totalmente blanca, del tipo intelectual, la cual acompaña con los mismos anteojos que usaba en la época en que era su alumna.
-Me parece que ya se quedo si combustible- le dije señalando su vaso -¿Le gustaría que le traiga algo?-
-Sí, como no, muy amable de tu parte- dijo dándome el vaso.
-¿Lo mismo?- le pregunté.
-Lo mismo- asintió.
Fui hacia la barra y pedí dos tragos, uno para él y otro para mí, cuando volví, le di su vaso y le propuse un brindis.
-Bueno, ¿pero porque brindamos?- preguntó.
-No sé… ¿por nosotros?- sugerí.
Lo pensó brevemente y aceptó:
-¡Por nosotros!- chocamos los vasos y bebimos, mirándonos en todo momento a los ojos. Fue entonces que decidí dar un paso más.
-Se puso medio aburrida la fiesta, ¿no?- dije como al pasar.
-Sí- asintió –La verdad es que esto no es lo mío, vine porque me insistieron-
-Yo también, vine con la idea de estar solo un rato, pero ya me están dando ganas de irme- le comenté.
-¿Y porque no te vas?-
-Es que no quiero quedar mal, estoy esperando que alguien se retire primero- le dije.
-Quizás pueda hacerte ese favor, la profesora de química hace rato me está insistiendo para que partamos-
-Ah, ¿ustedes…?- dije interpretando que estaban juntos.
-No, no, somos amigos nada más, ella está casada, tiene su familia, solo que su marido no pudo venir, así que me comprometí a alcanzarla hasta su casa después de la fiesta- se apuró en corregirme.
-Que bueno, quizás pueda alcanzarme a mí también, esa sería una excusa perfecta para zafar sin quedar mal- expresé.
Estuvo de acuerdo, enseguida fue y le dijo a la profesora de química, que estaba con terrible cara de aburrida, que ya podían irse y que tenían una acompañante más para el regreso. Sin mucha demora nos despedimos de todos, prometiéndonos un nuevo reencuentro para el año próximo, a lo lejos el preceptor Mario me hacía señas con la mano de que no me olvide de llamarlo por teléfono. Salimos del colegio y subimos al auto del profe que estaba estacionado en la esquina. La profesora adelante y yo atrás, y como si fuese una señal del destino, ella fue la primera en bajarse, ya que vivía mucho más cerca, así que cuándo lo hizo me pasé al asiento delantero.
-Y bueno, ahora ¿para donde?- me preguntó el profesor luego de dejar a la profesora.
Le dije la dirección de mi casa, pero ni bien se puso en marcha, le pregunté:
-Profe, ¿usted vive solo?-
-Sí, me separé hace muchos años, ¿porqué?-
-No, por nada, es que pensaba que quizás…- dije haciendo adrede una pausa.
-¿Quizás qué…?- se apuró en preguntarme.
-Quizás podría invitarme a tomar algo, después de todo hace años que no nos vemos y ni siquiera tuvimos tiempo de charlar, además todavía no es temprano, ¿no le parece?-
Pareció pensarlo un momento.
-Pero, ¿no te esperan en tu casa?- quiso saber.
-Profe, ya soy grande, no tengo que andar rindiéndole cuentas a nadie- le aseguré.
-Bueno, sí, por mí está bien, una copa no estaría mal- asintió finalmente.
Dobló en la primera esquina y se dirigió hacia su casa. El profe vive en Caballito, a pocas cuadras de Primera Junta. Esta vez no dejo el auto en la cochera de siempre, sino en la calle, según me dijo para que no vieran que llegaba a casa con alguien mucho más joven que él. Bajamos del auto y entramos al edificio. Mientras subíamos en el ascensor no nos dijimos nada, aunque creo que muy dentro nuestro los dos sabíamos como terminaría esa noche…
(continuará)
Así que le confirmé mi asistencia a Maru, la organizadora, y la noche en cuestión me arreglé de la mejor manera, normal, sin llamar la atención, ya que se trataba de una cena de camaradería y no daba para andar haciéndose la gata. En el secundario siempre fui de las más recatadas, me acomplejaba el tamaño de mis pechos, por lo que siempre andaba tapada casi hasta el cuello, no como ahora que las pelo y las disfruto a la menor oportunidad… jaja…
Fui de las últimas en llegar, encontrándome a cada paso con ex compañeros, entre ellos Mariano, el Tripa, con quién ya había tenido un reencuentro sumamente intenso tiempo atrás. Ahora estaba con la mujer así que no me saludó muy efusivamente que digamos, apenas un beso en la mejilla, y un “tanto tiempo”, como de compromiso, dándole a entender a los demás que no me veía desde los años del secundario. Él era la primera vez que asistía a un evento de esos, por lo que nos presentó a todos a su señora, mostrándonos además la foto de sus hijos, tal como me la había mostrado a mí esa vez que me subí a su taxi… aunque claro, aquella vez me mostró algo más también. Las chicas me preguntaban por mi novio, ya que en las anteriores reuniones había ido con él, por lo que tuve que andar explicando que habíamos terminado y que por el momento estaba sola.
Además del alumnado, se hicieron presentes algunos profesores, como la profesora de inglés, Miss Tania, la de matemática, la Señorita Rosales, que seguía siendo “señorita”, la profesora de Química y el profesor de Historia, materia que siempre me llevaba a marzo porque se me dificultaba aprenderme de memoria las fechas. También estuvo Mario, el preceptor del último año, que siempre les tiraba onda a las chicas y hasta se volteó a un par, pero creo que justo esas, aquella noche no fueron. Obvio que a mí también me tiro onda, pero en ese tiempo yo era una carmelita descalza, por lo que las insinuaciones que me hacía caían en saco roto, todavía no había descubierto los placeres del sexo, que si no, no se salvaba ni el director.
Pero ahora… ahora ya soy una mujer adulta, que sabe lo que quiere y lo que le gusta, ya no soy esa adolescente virgen y aburrida que no le supo sacar provecho a su cuerpo en su momento (y eso que me desarrolle a edad temprana), pero ahora sí sé, y no me parecía mala idea recuperar el tiempo perdido en el secundario, ya había hecho un avance con Mariano, alias “Tripa”, lo cual había estado más que bien, por lo que no estaría mal seguir ese mismo camino, y en ese aspecto el que se llevaba todas las fichas era el ex preceptor. Siempre me tuvo ganas, creo que desde tercer año cuando entro al colegio cumpliendo funciones administrativas, ¿se imaginan lo que tendría acumulado?, además era el único que estaba solo, como yo, los demás, que también me tenían ganas, estaban con sus respectivas esposas o parejas.
En cierto momento se me acerco y me saco a bailar, apretamos un poco, hasta que se produjo un repentino cambio de parejas y nos perdimos, tras unos cuantos bailes volví a la barra y me lo cruzo a Mariano, el Tripa, que me hace una seña para que lo siga. Miro hacia donde está su mujer y la veo muy entretenida charlando con otras esposas, vuelvo a mirar a mirar a Mariano, que ya está en el umbral de la puerta, haciéndome otra seña disimulada. Lentamente, y sin llamar la atención, dejo la copa sobre la barra y voy hacia la puerta, ahora lo veo hacia el final del pasillo, haciéndome con la mano un gesto para que lo siga, le echo un último vistazo al salón, en realidad el patio del colegio, para asegurarme de que nadie esté atento a mi momentánea huída, y corro hacia él. Al llegar, me toma de la mano, saca una llave de su bolsillo y abre la puerta de la dirección.
-¿De dónde la sacaste?- le pregunto.
-Le di una coima al portero-
Entramos, cierra la puerta tras nosotros, y arrinconándome de espalda contra la misma, comienza a meterme mano por abajo mientras busca mi boca para besarme en esa forma que a una la desarma. No me pude resistir, separe las piernas y lo deje entrar ahí, me presionaba con toda la palma de la mano sobre la ropa, frotándome enérgicamente mientras su lengua exploraba todo mi paladar.
-¡Putita, como me dejaste ese día, que polvo nos echamos, eh!- me dijo apartándose un poco, lo suficiente para desprenderse el pantalón.
Cuándo peló la pija, esa tercera pierna que tiene, ya no hubo vuelta atrás para mí, me olvidé de la promoción, de su esposa, de mis ex compañeros, de los profesores, se la agarre con las dos manos (porque con una apenas podía sostenerla), y se la acaricié por todos lados, por arriba, por abajo, por los costados, le acaricié los huevos también, sintiéndolos bien duros y calientes, cargados a morir… sin soltársela, y con mi mirada puesta en esa zona de tan fatal atracción, me voy agachando hasta quedar de cuclillas frente a él, la poronga enorme frente a mí, endureciéndose cada vez más. Empiezo a pasarle la lengua, a todo lo largo, le beso los huevos, se los huelo, me los refriego por toda la cara, vuelvo a subir besándole toda la pija, hasta llegar a la punta, de nuevo las mismas dificultades de aquella vez para comérmela, es demasiado grande y, aunque petera, mi boca es chica, apenas puedo meterme una porción del glande, sin embargo Mariano no me deja disfrutar demasiado del sabor de aquella enormidad… considerando donde estamos, es evidente que disponemos de poco tiempo, así que me levanta, me hace inclinar sobre un escritorio y bajándome sin demasiada dificultad el pantalón y la bombacha, comienza a pasearme la pija por todo el orto. Si ya parece grande, ahí se siente mucho más inmensa. Ayudando a la faena, me meto una mano por entre las piernas y empiezo a dedearme la concha, esparciendo todo el juguito que sale de adentro por sobre los labios, entonces me la coloca y comienza a presionar, suelto un quejido al sentirla perforar esa primera entrada…
-¡Ahhhhh… ahhhhh…!- me quejo, pero no le pido que me la saque, jamás pediría eso.
Mariano me agarra bien fuerte de la cintura, y empuja más fuerte todavía, haciéndome soltar un quejido mucho más intenso…
-¡Ahhhhhhhhh… ahhhhhhhhhh…!-
Tengo que morderme el labio inferior para no gritar, ya que aunque la música suena fuerte en el patio, no estamos libres a posibles injerencias de terceros. Alcanza a meterme prácticamente la mitad de su verga, cuando se detiene y comienza a retroceder, lo hace pero sin sacarme la cabeza de adentro, para volver a arremeter con todo, así una y otra vez, hasta que consigue meterme toda su inmensidad bien adentro, ahora me tiene toda abierta, bien empalada, iniciando entonces un rítmico y vibrante mete y saca, el cuál parecía llegarme más profundo con cada empujón.
En algún momento la sacó toda, y me la restregó por sobre cola, hasta pegándome con ella como si fuera un machete, tras lo cual con la punta comenzó a tantearme el agujero del culo, ahí sí me puse a temblar en serio, porque que me metiera semejante cosa por atrás ya pasaba de una mera relación casual, si iba a intentar ponerme aunque fuera la mitad de semejante pedazo, iba a salir de esa oficina rengueando… ¡¿y cómo les explicaba a los demás lo que me había pasado?! Por suerte solo fue un paseo, porque enseguida volvió a metérmela por la concha, ahora ya con mayor facilidad, debido a su dedicado trabajo anterior. Arremetió unas cuantas veces más, y ya casi al borde del orgasmo, me preguntó:
-¿Dónde querés que te acabe, Gise?-
Por supuesto sabía que no podía acabarme adentro, le había hecho a su esposa dos hijos en dos años, por lo que aunque me estaba cuidando suponía que ante tal target de procreación no habría anticonceptivo que lo frenara, tampoco podíamos ensuciar demasiado el lugar y convengamos que, por lo que recordaba, Marianito tenía una descarga de lo más potente. Así que solo había un lugar en donde depositar su simiente:
-¡En la boca… acabame en la boca!- le dije.
Enseguida me la sacó y dándome el tiempo justo para darme la vuelta y volver a ponerme de cuclillas ante él, comenzó a eyacular en mi boca abierta chorro tras chorro de semen. A medida que me llenaba de guasca la boca, yo me la iba tragando, aunque en algún momento, al tener la boca cerrada, algún lechazo me dio en la cara… no importaba, con los dedos lo untaba y me lo metía en la boca, saboreando con suma delectación el sabor íntimo de Marianito. Cuando terminó de soltar leche, se la sacudió, me la refregó por la cara, como para limpiársela y se la guardó.
-Dale Gise, apurate que ya deben estar preguntándose donde nos metimos-
Me levanté, me arreglé rápido, retocándome el maquillaje y acomodándome el pelo, y tal como habíamos entrado, subrepticiamente, salimos de la oficina del Director. La fiesta seguía en su esplendor, por lo que nadie reparo en nuestra repentina aparición, Mariano fue a buscar a su esposa, para darle seguramente alguna excusa por su momentánea ausencia, y yo me fui a la barra, en donde pedí un licor de Menta para matizar el sabor agridulce del semen de Mariano en mi boca.
En ese momento se me acercó Mario, mi ex preceptor, por atrás, apoyándome sin delicadeza alguna.
-¿Qué pasó? Te perdiste- me dijo al oído.
-Fui a contestar una llamada, acá no podía por la música- le mentí.
-Bueno, ¿seguimos bailando o…?- me dijo dejando la frase sin terminar, aunque mirándome en una forma que evidenciaba lo que quería decir.
Estuve a punto de decirle que sí, que prefería lo que seguía después de “o…”, pero justo en ese momento lo veo a mi profesor de historia, apoyado contra una columna, un vaso en la mano, mirando atentamente los cuerpos de sus ex alumnas que en ese momento bailaban un agitado reggaetón.
-¿Sabés qué?- le dije entonces a Mario –Me gustaría que saliéramos en algún momento, pero esa llamada que salí a contestar, era mi novio que va a pasar a buscarme en un rato, ¿Por qué no me pasas tu celu y nos comunicamos en la semana?-
Me pasó el número, lo guardé en los contactos de mi celular como “Preceptor”, y prometiéndole una llamada en uno de esos días, en cuanto pudiera zafar de mi novio, le dije, fui adonde estaba mi profesor de historia, ex profesor, mejor dicho.
-Que dice profe, ¿se divierte?- lo saludé.
Él me miró como tratando de acordarse quién era yo. Lo ayudé diciéndole mi apellido.
-Ah sí, claro… Giselle… la que no podía aprenderse ni una fecha- recordó.
-Y sigo sin poder profe- me reí.
Él se rió también. El profesor, cuyo nombre voy a mantener en reserva, debe tener unos 50, 55 años, quizás hasta este cerca de los 60, pero se mantiene bien, tiene el pelo entrecano y una barbita candado totalmente blanca, del tipo intelectual, la cual acompaña con los mismos anteojos que usaba en la época en que era su alumna.
-Me parece que ya se quedo si combustible- le dije señalando su vaso -¿Le gustaría que le traiga algo?-
-Sí, como no, muy amable de tu parte- dijo dándome el vaso.
-¿Lo mismo?- le pregunté.
-Lo mismo- asintió.
Fui hacia la barra y pedí dos tragos, uno para él y otro para mí, cuando volví, le di su vaso y le propuse un brindis.
-Bueno, ¿pero porque brindamos?- preguntó.
-No sé… ¿por nosotros?- sugerí.
Lo pensó brevemente y aceptó:
-¡Por nosotros!- chocamos los vasos y bebimos, mirándonos en todo momento a los ojos. Fue entonces que decidí dar un paso más.
-Se puso medio aburrida la fiesta, ¿no?- dije como al pasar.
-Sí- asintió –La verdad es que esto no es lo mío, vine porque me insistieron-
-Yo también, vine con la idea de estar solo un rato, pero ya me están dando ganas de irme- le comenté.
-¿Y porque no te vas?-
-Es que no quiero quedar mal, estoy esperando que alguien se retire primero- le dije.
-Quizás pueda hacerte ese favor, la profesora de química hace rato me está insistiendo para que partamos-
-Ah, ¿ustedes…?- dije interpretando que estaban juntos.
-No, no, somos amigos nada más, ella está casada, tiene su familia, solo que su marido no pudo venir, así que me comprometí a alcanzarla hasta su casa después de la fiesta- se apuró en corregirme.
-Que bueno, quizás pueda alcanzarme a mí también, esa sería una excusa perfecta para zafar sin quedar mal- expresé.
Estuvo de acuerdo, enseguida fue y le dijo a la profesora de química, que estaba con terrible cara de aburrida, que ya podían irse y que tenían una acompañante más para el regreso. Sin mucha demora nos despedimos de todos, prometiéndonos un nuevo reencuentro para el año próximo, a lo lejos el preceptor Mario me hacía señas con la mano de que no me olvide de llamarlo por teléfono. Salimos del colegio y subimos al auto del profe que estaba estacionado en la esquina. La profesora adelante y yo atrás, y como si fuese una señal del destino, ella fue la primera en bajarse, ya que vivía mucho más cerca, así que cuándo lo hizo me pasé al asiento delantero.
-Y bueno, ahora ¿para donde?- me preguntó el profesor luego de dejar a la profesora.
Le dije la dirección de mi casa, pero ni bien se puso en marcha, le pregunté:
-Profe, ¿usted vive solo?-
-Sí, me separé hace muchos años, ¿porqué?-
-No, por nada, es que pensaba que quizás…- dije haciendo adrede una pausa.
-¿Quizás qué…?- se apuró en preguntarme.
-Quizás podría invitarme a tomar algo, después de todo hace años que no nos vemos y ni siquiera tuvimos tiempo de charlar, además todavía no es temprano, ¿no le parece?-
Pareció pensarlo un momento.
-Pero, ¿no te esperan en tu casa?- quiso saber.
-Profe, ya soy grande, no tengo que andar rindiéndole cuentas a nadie- le aseguré.
-Bueno, sí, por mí está bien, una copa no estaría mal- asintió finalmente.
Dobló en la primera esquina y se dirigió hacia su casa. El profe vive en Caballito, a pocas cuadras de Primera Junta. Esta vez no dejo el auto en la cochera de siempre, sino en la calle, según me dijo para que no vieran que llegaba a casa con alguien mucho más joven que él. Bajamos del auto y entramos al edificio. Mientras subíamos en el ascensor no nos dijimos nada, aunque creo que muy dentro nuestro los dos sabíamos como terminaría esa noche…
(continuará)
Comentarios Destacados
8 comentarios - La promoción del 2000 y pico...
por lo menos decime que al viejo de historia no le dio un cincope
como me gustan las putitas como vos, que van derecho al punto
cuando vas a regalarle a tus seguidores un post de tu cuerpo entero
o de tu culito despues de una buena culeada que te den?
Caliente!
Espero la continuacion!
Gracias por compartir