Hola poringueros y poringueras. Después de esa traumática experiencia, lo que empezó como una fantasía de mi mujer se transformó en algo cotidiano como el Clarín a la mañana. Y esa cotidianeidad me fue afectando en todos los aspectos. En el trabajo me echaron después de aparecer en tan lamentable estado de golpizas, incapaz de dar una escusa más o menos creíble, las había agotado todas. Me costó recuperarme de una fuerte neumonía cuando al trío de amantes se les ocurrió darle un poco más de morbo a sus actos sexuales y me ordenaron quedarme en el jardín de entrada debajo de la lluvia una fría noche de julio mientras, cogían sin parar y se burlaban mirándome por la ventana. Pese a la lluvia me excitaba ver a mi mujer con sus pechos apoyados en el ventanal mientras uno de los hombres la daba violentas sacudidas. Era fácil adivinar los gritos de placer de ella pese a que no la escuchaba. Sin pensar en nada, con mis ojos en mi mujer me masturbaba sin cesar hasta largar la última gota de semen. Con mi salud en estado precario me obligaron a vestirme de mucamita y servirles el desayuno a los exhaustos amantes para que recuperen energías.
A mi mujer la desconocía, el consumo de drogas se hizo frecuentes en ella y el descuido total de los chicos era tal que mi suegra nos reclamó la tenencia que un frío juez aceptó a su favor al ver a travez de un video registrado por una cámara oculta nuestra conducta y lo perjudicial que resultaba para ellos.
Todo atisbo de resistencia fue apagado con golpizas sistemáticas hasta cambiar mi caracter y transformarme en un ser dócil y disciplinado. Pero todo esto fue poco en comparación a lo que vino después...
Un día volvía de una entrevista de trabajo, el dinero estaba escaseando y mi mujer con sus amantes eran virtuales parásitos; sin trabajar, hundidos en una vorágine de sexo y drogas, no hacían otra cosa que producir gastos. La casa estaba hipotecada y ya había empeñado algunas joyas y muebles. Al entrar veo a mi mujer agachada esnifando un par de líneas mientras uno de los negros le estaba practicando sexo anal. Con disimulo traté de pasar desapercibido pero al pisar un juguete sexual (un vibrador) delaté mi prescencia. Esto enojó a este hombre y me propinó una fuerte golpiza.
- Así que te gusta los consoladores!!!! Te voy a dar por el culo con el!!!!
-Nooooooo!!!!! Por favor, no!!!!! Bastaaaaa!!!!!!! - dije entre llantos.
- Dale!!!! Rompele el culo a nuestra mucamita!!!!! -decía mi mujer de mí.
Fue así que apareció el otro negro, me sujetó con firmeza y me agachó dejando mi culo a su merced. Su compañero aprovechó y empezó a ensalivar todo mi ano preparándolo para que pueda penetrarlo con ese vibrador.
Mis gritos de auxilio eran estremecedores, mis ojos secaron de tanto llorar y mi mujer en tanto se masturbaba y reía burlona. Me debieron amordazar para que no grite cuando me empezaron a penetrar con ese vibrador. El dolor era intenso, sentía como ese jueguete me desgarraba por dentro hasta parecer que fallecía. A esa altura estaba fuera de combate, totalmente abatido, fue por ello que mientras uno de los negros abusaba de mi el otro empezó a lamerle la vagina a mi mujer. Ella me decía entre gemidos que era la hembra de estos hombres "...y por lo que veo vos también", me terminó diciendo.
Lo último que ví antes de desmayarme fue ver como el otro hombre penetraba a mi mujer y esta gozaba como una yegua descontrolada en tanto yo era el juguete del otro negro.
Desperté vaya uno a saber cuanto tiempo después, cuando unos vecinos forzaron la puerta y al verme llamaron una ambulancia. Mi estado era deplorable, estaba sucio, maloliente y con un vibrador en el culo; los camilleros de la ambulancia me decían que no estaban para socorrer putos fiesteros y relajados. Me llevó cerca de dos semanas recuperarme minimamente y al volver a mi casa veo la misma sin muebles y con un cartel de remate.
De mi mujer supe que los negros la entregaron a un transa por unos pocos gramos de merca.
Ya nada fue igual, perder mis hijos, mi mujer y mi casa tan solo por una fantasía de ella llevada al extremo.
A mi mujer la desconocía, el consumo de drogas se hizo frecuentes en ella y el descuido total de los chicos era tal que mi suegra nos reclamó la tenencia que un frío juez aceptó a su favor al ver a travez de un video registrado por una cámara oculta nuestra conducta y lo perjudicial que resultaba para ellos.
Todo atisbo de resistencia fue apagado con golpizas sistemáticas hasta cambiar mi caracter y transformarme en un ser dócil y disciplinado. Pero todo esto fue poco en comparación a lo que vino después...
Un día volvía de una entrevista de trabajo, el dinero estaba escaseando y mi mujer con sus amantes eran virtuales parásitos; sin trabajar, hundidos en una vorágine de sexo y drogas, no hacían otra cosa que producir gastos. La casa estaba hipotecada y ya había empeñado algunas joyas y muebles. Al entrar veo a mi mujer agachada esnifando un par de líneas mientras uno de los negros le estaba practicando sexo anal. Con disimulo traté de pasar desapercibido pero al pisar un juguete sexual (un vibrador) delaté mi prescencia. Esto enojó a este hombre y me propinó una fuerte golpiza.
- Así que te gusta los consoladores!!!! Te voy a dar por el culo con el!!!!
-Nooooooo!!!!! Por favor, no!!!!! Bastaaaaa!!!!!!! - dije entre llantos.
- Dale!!!! Rompele el culo a nuestra mucamita!!!!! -decía mi mujer de mí.
Fue así que apareció el otro negro, me sujetó con firmeza y me agachó dejando mi culo a su merced. Su compañero aprovechó y empezó a ensalivar todo mi ano preparándolo para que pueda penetrarlo con ese vibrador.
Mis gritos de auxilio eran estremecedores, mis ojos secaron de tanto llorar y mi mujer en tanto se masturbaba y reía burlona. Me debieron amordazar para que no grite cuando me empezaron a penetrar con ese vibrador. El dolor era intenso, sentía como ese jueguete me desgarraba por dentro hasta parecer que fallecía. A esa altura estaba fuera de combate, totalmente abatido, fue por ello que mientras uno de los negros abusaba de mi el otro empezó a lamerle la vagina a mi mujer. Ella me decía entre gemidos que era la hembra de estos hombres "...y por lo que veo vos también", me terminó diciendo.
Lo último que ví antes de desmayarme fue ver como el otro hombre penetraba a mi mujer y esta gozaba como una yegua descontrolada en tanto yo era el juguete del otro negro.
Desperté vaya uno a saber cuanto tiempo después, cuando unos vecinos forzaron la puerta y al verme llamaron una ambulancia. Mi estado era deplorable, estaba sucio, maloliente y con un vibrador en el culo; los camilleros de la ambulancia me decían que no estaban para socorrer putos fiesteros y relajados. Me llevó cerca de dos semanas recuperarme minimamente y al volver a mi casa veo la misma sin muebles y con un cartel de remate.
De mi mujer supe que los negros la entregaron a un transa por unos pocos gramos de merca.
Ya nada fue igual, perder mis hijos, mi mujer y mi casa tan solo por una fantasía de ella llevada al extremo.
6 comentarios - Lo veo y no lo creo II (La fiesta de mmi mujer continúa)
fuerte fuerte el trago, igual muy buen relato