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Amor y sexo en los tiempos del Ciber espacio

La internet llegó a la vida de Él siendo un hombre adulto, al principio solo fue curiosidad, conocimiento y una forma de expandir su mente en medio de la ignorancia. Las utilidades fueron surgiendo por la curiosidad o por accidente, cada día encontraba nuevas formas de sacarle cada vez más jugo a la experiencia.
El chat hizo su aparición meses después de haber empezado, fue una forma divertida de conocer personas, extender lazos a través de la distancia y matar el aburrimiento en las horas de insomnio.
En ese acto, casi banal, de relacionarse con personas que se convirtieron en “contactos” trascendentes y duraderos, otros que solo permanecieron un tiempo y algunos que no superaron una charla; Él fue descubriendo una amplia gama de caracteres y la forma de tratar con cada uno de ellos.
En los chat la gente es más desinhibida y locuaz de lo que sería en persona, claro, no temen por su seguridad y simplemente desconectan si algo les molesta. También tienen que ver mucho las razones por las cuales se lanzan al mundo cyber; Él observó que había mujeres buscando charla, el amor de sus vidas, otras simplemente parejas ocasionales, pero en muchos casos tratando de escapar de algo, más no fuera del aburrimiento de la cotidianeidad.
Él aprendió que la especie más vulnerable, y hasta peligrosa diría, era la de las mujeres divorciadas de más de cuarenta años, sobre todo las amas de casa. Vulnerables diría porque ven sus vidas convertidas en una montaña de escombros de un día para el otro; y en ese vacío pretenden reconstruir afanosamente, incluso idealizando a alguien que les habla por la ventanita del chat. Peligrosas porque en algunos casos, la interdependencia que desarrollaban rayaba casi en la obsesión, poco menos que el acoso. En el colmo del disparate llegó a vivir escenas de celos y reclamos por alguna anécdota contada o porque se demoró en contestarle.
Después llegaron las camaritas, con la vivencialidad que le daban al diálogo la forma, color y figura; y ahí no pudo evitar sonreír al descubrir que todos llevan una estrella televisiva en el alma. A las mujeres les encanta mostrarse cuando se sienten atraídas y seducidas; Él jamás vio una mujer desarreglada, invariablemente se veía un cuidadoso arreglo y una preparación digna de la mejor salida; y eso lleva a dos experiencias que marcaron y dieron un giro a su vida; el cibersex y los viajes. En resumidas cuentas, Él conoció mujeres capaces de hacer cualquier cosa frente a una cam y de viajar dos mil kilómetros en su afán de hacer suyo el objeto de su deseo.
Él conoció a Cecilia en estas circunstancias, en uno de esos sitios de redes sociales es muy frecuente encontrar personas afines, por preparación cultural, gustos y nivel de vida.
Al principio solo se trató de charla amable y cordial, historias de vida y caminos recorridos. Sin detenerse continuaron explorándose mutuamente en gustos y preferencias, hasta que las bajas pasiones dieron paso a charlas más calientes y desenfadadas. Él se sentía como un titiritero universal, el Supremo que gobierna y juega. Cada deseo suyo, capricho o minúsculo pedido fue complacido frente a la cam. Ella se mostraba cual rosa suplicando ser arrancada como fuera.
Él veía una Cecilia bajita, delgada, menudita, aunque de buenos pechos; se sabía poseedor de su voluntad, la veía sometida a sus antojos y deseos; sus palabras en el chat la inflamaban de deseos y la empujaban a actos cada vez más osados. Por eso Él se decidió a invitarla a visitarlo.
Acordados los detalles, ella se subió a un colectivo y viajó más de un día para llegar a Él. Y así la vio bajarse de colectivo en la precaria estación, toda circunspecta y llena de nervios. Un fugaz beso en la mejilla y nada más que silencio hasta subirse al vehículo. Él decidió extender en trayecto hasta la casa; se trataba de observar y seguir explorando hasta dónde había llegado su poder.
Ella conversaba insegura, sobre todo de pormenores del viaje, del clima, de los compañeros de viaje; aunque sus manos no dejaban de moverse, nerviosamente, buscando tocar alguna parte de su cuerpo.
Llegados a la casa, después de un frugal refrigerio, unas copas y acomodarla en el cuarto de huéspedes, todo el mundo se fue a la cama.
Él esperó que toda la casa quedara en silencio. Silenciosamente salió de su cuarto y se encaminó a la habitación de ella. En medio de la oscuridad que lo rodeaba llegó hasta la cama y retirando las frazadas, sin decir palabra, la obligó a levantarse. En el corto trayecto a su habitación podía oír su respiración agitada y el nítido pulsar de las venas de su mano. Su nerviosismo era evidente.
Solo bastó cruzar el umbral de la puerta y cerrarla para que Él diera rienda suelta a su más alocada pasión. Sabía con certeza que la mujer que tenía al frente era una mojigata dispuesta a hacer lo que le pidieran.
La besó apasionadamente, deslizando las manos a lo largo del cuerpo, al tiempo que tirando de esa suave tela la dejó cual recién nacida. Así desnuda la recostó en la cama y se tendió junto a ella prodigando besos y caricias. Hasta que susurrándole al oído dijo:

Él: promesas son promesas; ahora lo prometido.
Cecilia: ¿Si?

Y deslizándose hacia abajo se enfrentó a una vagina muy bien depilada, a la que suavemente comenzó a saborear, lamer y morder.
Todo en ella eran jadeos y grititos de sorpresa. Su cuerpo se arqueaba acompasadamente al son del movimiento de la lengua. Hasta que, al parecer comprendió la técnica, sus caderas comenzaron a moverse empujando frenéticamente hacia la boca que la estaba devorando. El orgasmo llegó como oleadas sucesivas, que sacudían ese pequeño cuerpo en medio de un grito ahogado y agónico.
Él se recostó a su lado y esperó que la respiración agitada y los temblores disminuyeran. Cecilia solo atinó a besar convulsa esos labios remojados en sus fluidos y exclamar:

Cecilia: casi me muero! Cuarenta años al pedo que nadie me enseño!!

Él solo sonrió en la oscuridad y pensando que lo que gusta no hace mal, y que lo que se repite mucho envicia. Propuso otro atrevido programa a la nueva devota:

Él: todavía no se terminó de parar bien, dame tu conchita hasta que se pare.

La verdad es que Él no estaba muy excitado, la falta de práctica y encantadora torpeza de la compañera lo obligaron a usar la imaginación. Con amables indicaciones la ubicó en la posición del 69 y comenzó a lamer suavemente mientras esperaba su reacción.
Como es de suponer la excitación se apoderó de ella, su cuerpo se agitaba por entero. Al parecer, el frenesí la empujaba a dar placer y besaba maquinalmente los muslos, los testículos y el tallo del pene.
Viendo que ya estaba lista, Él la tomó de la cara con sus manos y la encaminó hacia el pene, que no tardó en desaparecer en su boca. A partir de ahí fue toda una enseñanza; entre lamidas le fue indicando como tomarlo con la mano, cómo y en donde lamerlo, como chuparlo y lamerlo de arriba abajo. Al poco rato parecía haber alcanzado el dominio de la técnica, pues chupaba como una desesperada; incluso no pudo evitar una arcada al empujar el glande hasta el fondo de su garganta.
Todavía no era tiempo de practicar todas las delicias del sexo oral. Él sabía que llegaría el día en que le llenaría de leche la boca, pero no era ese el momento. La empujó suavemente y acomodó en la cama. Sabiendo lo que le esperaba mojó con abundante saliva el glande y por si solo lo encaminó hacia la vagina.
Hubo de ser suave y superar las mil dificultades que frenaban la penetración. Esa pobre vagina abandonada estaba casi cerrada por la falta de uso. Los pedidos de cuidado se mezclaban con los jadeos llenos de anhelo. Y fue tanto manipular en pene buscando esa conjunción plena y total que ella no pudo evitarlo, arqueó su cuerpo y emitió otro estertor. El pene se llenó de abundantes fluidos y eso le permitió a Él empujar hasta que el glande chocó contra el útero arrancándole un nuevo grito.
Ya posesionado cómodamente de su cuerpo inició un suave movimiento de mete y saca, teniendo cuidado de no penetrar mas allá de lo que ella pudiese tolerar. La vagina se abría y acomodaba, fluía. Llegado el punto tuvo que sujetarla por la explosión convulsa que se apoderó de su cuerpo; por increíble que pareciera estaba teniendo un gran orgasmo o varios orgasmos juntos.
No hizo falta más estímulos, Él consideró que ya había regalado bastante placer y aceleró sus movimientos sin importarle otra cosa. Ella manoteaba, agitaba la cabeza y jadeaba como una loca; lo que se había convertido en una búsqueda de placer casi egoísta consiguió provocar en la pequeña adversaria otro explosivo orgasmo, que fue ahogado por una explosión de semen. Los borbotones surgían con fuerza y chocaban contra su matriz, a lo que la gentil compañera respondía con grititos de placer y contorsiones.
Él quedó agotado sobre su cuerpo por un espacio de tiempo prolongado. Al cabo, la levantó como a una nena y la llevó al baño. Lavó su cuerpo y lo masajeó. Finalmente la secó y tomándola nuevamente en sus brazos la llevó a su cama. Antes de llegar estaba profundamente dormida.
La acostó y arropó. Antes de irse le pareció escuchar un ¡gracias! Susurrado entre sueños.

Cecilia permaneció diez días como invitada. Fueron diez días de enseñarle cosas nuevas. Pero eso es para otra historia.

3 comentarios - Amor y sexo en los tiempos del Ciber espacio

Lady_GodivaII
Muy bueno!!! me quedé sin puntos hoy pero lo recomiendo