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no esperaba esto de mi mujer

Tengo 31 años y trabajo en el Centro. Mi casa está en Barrio Jardín y tengo que ir y venir todos los días. A fines de verano me extrañó llegar a casa y que todo estuviera en silencio. Llegar a casa agotado del trabajo y encontrarte a dos rompebolas repletos de energía esperando tu atención era lo habitual. En cambio ese día reinaba un silencio absoluto, casi inquietante, diría.
− Hola, cielo, estoy en casa – exclamé sin respuesta.
Nada. Me quité los zapatos y el saco. Dejé el portafolio repleto de papeles en la entrada, lugar nada adecuado, según me indicaba todos los días mi mujer. Decidí irme al salón con la intención de tirarme en el sofá y descansar lo que pudiera viendo alguna boludez por tele.
Abrí la puerta del living y ella estaba allí, apoyada en la mesa, sonriéndome mientras sus piernas larguísimas se entrecruzaban con timidez mientras la miraba. Por fin se había decidido mostrarme con el último conjunto que le había comprado: medias de red decorando sus piernas. Un top elegante negro y una tanguita de muerte.
− Hola amor. Te estaba esperando. Mira esto – me dijo.
Alli me di cuenta. Había despachado a los pibes para que tuvieramos una tarde tranquila que nos vníamos debiendo. Levantó la cabeza para mirarme y le vi una media sonrisa. Nunca antes, en una situación así, me había mirado con ese gesto.
Mi mujer me apretó con su mano izquierda los testículos. Eso me excitaba, claro. Ella sabía exactamente cómo lograr que me volviera loco, pero ese día no paró ahí, sus dedos siguieron apretándome hasta que cerrara mis ojos de dolor.
−Abrilos ahora! – gritó ella soltándome los huevos.
Abrí los ojos, loco de dolor. ¿Qué estaba pasando? Presentí que había alguien más atrás mio. Me di vuelta y vi a un pendejo que parecía de no más de 18 años, con unos boxers únicamente. La verdad es que mi sorpresa era tal que fui incapaz de balbucear ni una sola sílaba. ¿Qué era aquello? ¿Me corneaba con un borrego y todavía me lo mostraba? Ahí estábamos. Mi mujer me tenía agarrado, yo tenso con la polla dura sin poderme mover y un tipo al lado casi en bolas.
El pibe se colocó justo un paso detrás mio, a mi lado, de tal forma que no podía verle la cara ni el torso. Apenas podía adivinar un bulto considerable en sus calzoncillos, un vientre apretado y sin pelos. De pronto mi mujer alargó la mano y tiró del bulto hacia delante, y empezó a acariciarle con la mano que le quedaba libre, por encima de los boxers. Primero se aseguró de meter la mano justo donde quería, unos segundos, y acto seguido fijó su mirada en mis ojos sin dejar de mover su mano sobre el paquete del chico.
Al estar agachada delante nuestro, sus tetas quedaban plenamente expuestas a nuestras miradas. Imaginé por un instante que ese nene debía estar viendo lo mismo que yo: sus tetas. Comprendí que seguramente eso debía recalentarlo y, lo reconozco, esa idea me excitó.
Creo que proyecté esa idea en mi rostro porque mi mujer apretó algo más mis testículos ya algo resentidos. Ella apartó sus ojos de los míos y se dirigió de nuevo a la entrepierna del pibe.
− Bájatelos – le ordenó sin alzar en ningún momento la mirada.
El chico obedeció dejando al descubierto, sin estar totalmente erecta, una enorme verga. Estaba totalmente depilado a fondo.
Sin una sola mueca en el rostro, mi mujer le miró la pija un rato y volvió de nuevo la cabeza hacia mí. Nos aguantamos la mirada unos segundos y cerró los ojos. Movió el brazo y buscó la pija del pibito, la encontró y la acarició con la punta de los dedos. Oí un gemido ahogado a mi lado. Noté, por primera vez esa tarde, como la expresión de mi mujer, aún con los ojos cerrados, mostraba síntomas de terrible calentura. Vi como apretaba los dientes e imagine que se mordía la lengua.
No resistí y desvié mi mirada del rostro de mi mujer a la garcha del pendex. Era muchisimo mas grande que la mía pero eso no me incomodó, supuse que en esa situación las diferencias significaban excitación añadida. Los dedos de ella seguían tocándola levemente, lo justo para provocar su erección. El pene empezó a crecer, lentamente, hasta que la erección llegó a su punto culminante. Fue entonces que mi mujer la agarró justo por la parte más cercana al vientre de él. La apretó, a lo cual el sexo del chico se hinchó a todo su tamaño. No soy puto, pero reconozco que era lindísima.
No podía apartar mis ojos de la mano de mi mujer apretando ese enorme miembro. En esos momentos, la sorpresa podía a la excitación. Estaba absolutamente sobrepasado por la situación. Ella dejó de apretarla y empezó a deslizar su mano, poco a poco, de una punta a otra. Gocé con la belleza de la imagen de la mano de mi mujer incapaz de cubrir ni la mitad de esa pijota. La excitación del chico me despertó de ese pensamiento. Su respiración se hizo notar al compás de los movimientos hábiles de ella, arriba y abajo, arriba y abajo. ¡Joder, ahí sí, lo reconozco, me puse caliente como un chivo!
Mi mujer seguía presionándome los testículos impidiendo que me moviera.
− ¿Te gusta cielito? ¿Es eso lo que te imaginabas cuando cogemos? – me decía.
La miré. Me estaba observando, diría que casi con dulzura.
− ¿Te excita? – insistió.
Logré afirmar con la cabeza. Vi como sonreía ampliamente sin dejar de mover su mano rítmicamente.
− Me alegro. ¿Sabes que quiero? Chupártela a vos, ¿querés?
Por supuesto que quería, pero la verdad es que no esperó mi confirmación. Hundió su lengua en mi pija al instante que liberaba, por fin, mis huevos de su mano. Estuvo chupando mi picha un par de minutos, en los cuales, en ningún instante, dejó de acariciar la garcha del otro. La imagen era realmente excitante, ver el movimiento de su cabeza contra mi vientre y simultáneamente como su brazo, su mano, seguía trabajando al chico sin cesar. Y sin parar con él dejó descansar mi pija levantando su cabeza.
− ¿Ahora sabes qué quiero? Cumplir una de mis fantasías. Se la voy a chupar a él. ¿Es lo que quiero, ¿sabés? Me muero por hacerlo…
No esperó respuesta. Apartó su mano de la pija. La observó un instante. Quizás pensaba cómo meterse esa enorme verga en la boca. No sé. La cuestión es que se inclinó de tal forma que yo pudiera ver perfectamente lo que iba a hacer. Sin lugar a dudas, Sandra, mi mujer había decidido hacer realidad algunas de nuestras fantasías más íntimas, sin saber si yo mismo realmente quería que fuera así. En cualquier caso ella quería que no me perdiera ningún detalle.
Entonces abrió la boca y lentamente sacó la lengua. Con la puntita empezó a dar golpecitos al glande de tal forma que el pene entero se movía arriba y abajo. No pude más y agarré mi verga con la mano para moverla. Los círculos se convirtieron en movimientos más largos y, de golpe, las dos manos de mi mujer, al unísono, atraparon la pija del pibito, mientras su boca se hundía lo más profundo que podía. No llegó a cubrir todo su sexo, es cierto, pero sin duda el chico estaba disfrutando como nunca en su vida. Cada vez que mi mujer avanzaba hacia su vientre, éste se erguía y el chico dejaba escapar un leve sonido indicativo del placer que sentía.
En un momento el rostro de mi mujer me buscó, abrió la boca y paseó la lengua por sus labios, como si me indicara que lo estaba disfrutando.
− Esto era lo que quería yo – me susurró - ¿te gusta que se lo haga así? ¿querés que siga? ¿querés que se la siga chupando?
Me fue imposible responder. Como un autómata estaba ahí plantado, mirando fascinado. Mi mujer había decidido regalarme esa imagen y yo no podía hacer otra cosa que gozarlo. Siguió chupando. Al cabo de un rato se entretuvo unos segundo lamiendo los testículos rasurados del chico mientras con la mano seguía dándole placer.
Pero paró, así, de golpe. Apartó su lengua del sexo palpitante del pendex. Sin más, sin ningún aviso previo. Se levantó. Se me acercó y puso su mejilla contra la mía mientras agarraba con su mano la mano del otro obligándolo a que se masturbara.
− Quiero desnudarme. Quiero que él vea mis tetas y mi culo. ¿Te importa? – me susurró.
− No – respondí.
− Me excita pensar que se pone caliente al verme.
− Dale – dije.
Se desnudó. Completamente. Sus pezones estaban duros de excitación. Me abrazó y me besó. En ese momento estoy seguro que dudó. Le sonreí y afirme con la cabeza para darle confianza. Sin dejar de mirarme se apartó algo de mí, sin girar. Alargó su mano y empezó a masturbarme. Me miró, como quien mira a otro midiendo sus reacciones para saber hasta dónde podía llegar. Le sonreí de nuevo y ella me devolvió, algo nerviosa, una sonrisa. Sin dejar mi pija se separó de mi otro pasito hacia al chico. De pronto cerró los ojos y se le escapó un pequeño gemido de placer. Yo no podía ver exactamente que pasaba. Quiero decir que ella estaba justo en medio de los dos, con lo que no podía ver que pasaba a sus espaldas. En cualquier caso estoy seguro que algo pasaba. Posiblemente él, sin dejar de masturbarse, le estaba tocando el culo con la pija. Estuvimos así un rato, sin una sola palabra pero con la respiración de los tres como testigo.
Al rato, ella arqueó ligeramente las piernas, justo en el mismo instante que abría de nuevo los ojos. Se mordía nerviosamente los labios. Su mirada seguía buscando mi aceptación que, por supuesto, yo le daba.
− Te quiero, guacho puto reventado – me dijo.
− Y yo a vos, turra calientapijas – respondí.
Volvió a cerrar los ojos sin dejar de morderse los labios. Su mano apretó mi pene con más fuerza y sus movimientos se aceleraron. Fue en ese momento que no pude más.
La agarré del abrazo y la estreché contra mi cuerpo. La conduje hasta la mesa, se echó espalda contra la madera y subió las piernas. Cuando estaba a punto de penetrarla, me lo impidió, me apartó de ella y me miró muy seria. Me asusté, ¿qué pasaba?
− Yo no he cumplido mi fantasía – me dijo – Ahora te toca a vos cumplir la mía.
¿Qué querría? ¿Qué la mirar mientras el rubiecito de verga enorme se la cepillaba? Siempre habíamos imaginado esas cosas juntos pero siempre habíamos dicho que sexo con otros sí, pero sin penetración. Bueno, pues quizás ella lo que había estado imaginando todo este tiempo era chupar una buena pija mientras yo me la cogía.
Echada de espaldas sobre la mesa empezó a acariciarse con la punta de los dedos, lentamente, mientras me miraba.
− Chupásela – me dijó.
− ¿Cóooooooooooooooooomo?
− Mi fantasía es que se la chupes. Agarrás esa pija con tu mano y la chupás. Es fácil, ¿no?
No podía creerlo. Eso que me pedía… nunca había siquiera soñado con algo así. No es que sea un cerrado de mente, no, pero a lo máximo a lo que había llegado era a jugar con un estimulador anal que ella me había introducido varias veces. Y me había gustado, sí, pero de eso no era lo mismo. Dudé.
− Estoy esperando cariño. Cumplí con mi fantasía. Además, estoy segura que te va a gustar.
Dudé otra vez. Mire la polla del pibe y pensé que, al fin y al cabo, mi mujer y yo siempre habíamos disfrutado juntos y que por qué no, simplemente se trataba de chupar una pija y ver la cara de lascivia de mi mujer.
Esa imagen me hizo decidir, me puso caliente imaginar la sonrisa de mi mujer cuando chupara la verga hinchada de ese chico, que debo reconocer, era precioso. Así que lo hice. Indudablemente acerté, porque el rostro de mi mujer se transformó en un instante. En mi vida habría adivinado tal placer en su rostro y eso, claro, me puso aún mucho más caliente, así que mientras se la chupaba al pibe, de la mejor manera posible, le metía un dedo en el culo y le acariciaba las bolitas hinchadas.
Mi mujer se introdujo hasta tres dedos en la conchita, cada vez más frenética. En ese momento, me di cuenta que el pibe estaba a punto de estallar. En ese momento, creo que si ella me lo hubiera pedido me hubiera introducido esa polla en el culo y me hubiera dejado culear sin recato.
Pero no lo hizo, siguió trabajándose la vagina mientras mis propios testículos se apretaban de excitación. No pude más, sin pensarlo un segundo agarré la mano del chico que quedaba más cerca de la mía y se la posé sobre mi pene. Mi hermosa mujer echada ante nosotros metiéndose los dedos hasta el fondo, yo chupándosela a un pibito desconocido y obligándole a que me masturbara al mismo tiempo. Eso puedo durar algunos minutos, no sé, la cuestión es que la excitación aumentó y sentí que el pibe acababa. Sentí mi boca inundada. Me impresionó y me excitó. Guarde la leche en mi boca y se la derramé a mi mujer en las tetas.
A renglón seguido la penetré con violencia fruto de una excitación extrema. A la primera estocada noté que el chico se había colocado justo detrás mio. Bueno, ¿ya qué mas daba? La situación era tal que, lo reconozco, cualquier cosa estaba bien.

autor : el caballero oculto

10 comentarios - no esperaba esto de mi mujer

EL_PROFE25 +1
Muy bueno... Con final inesperado.
Gracias por comparir
camilaparavos +2
Excelente!!!
Me encantó!!!!
Besitos, apoyaditas y puntitos para vos!
Camila:love:
xxxdios
buen relato che...
tu_potro_sex +2
Muy bueno el relato como siempre bien calientes
duende113 +1
ajjaaj....yo tampoco esperaba esa reaccion de tu mujer si bien me corto la exitacion muy bien relatado...aunq hubiese preferido los 2 contra ella cuestion de gustos original!!!
josegroso
aja, muy bueno...
🤤 🤤
PerversoA
Muy buen relato ultra caliente!!!

no esperaba esto de mi mujer
fernanditolobo
un infiernooooooooooooooooooooooooooooooooooo te felicito