Cumplir 18 años no tiene que suponer nada especial en cuanto a la relación con la familia. Tu cuerpo experimenta cambios, tus hormonas se disparan pero la interacción con los tuyos no tiene que verse afectada… o eso pensaba yo.
Un día, tras volver del gimnasio, decidí darme un buen baño en mi habitación. Dos horas de intenso deporte bien merecían una plácida recuperación.
Medio sumergido en el agua, pude oír a mi madre golpear en la puerta: “Luís, puedo entrar? No funciona mi ducha y tengo que estar lista antes de que venga tu padre”. “Mamá, me estoy bañando!” respondí.
“ok, pues entro”. De repente abrió la puerta y apareció ante mí con un albornoz blanco y el pelo recogido.
“Mamá! Que haces!” le espeté. “Cariño, no me voy a asustar por lo que voy a ver y tú creo que tampoco, no?” me respondió.
Sin esperar mi respuesta, se quitó el albornoz frente a mí y… pude ver su escultural cuerpo moldeado a base de gimnasio, avanzando lentamente hacia la bañera.
Un torrente de nuevas sensaciones empezaron a invadir mi joven cuerpo que aumentaba de temperatura mientras el pulso se aceleraba.
Mi madre era perfecta!. Nunca la había podido juzgar como mujer, pues no la podía ver como tal. Sus pechos eran grandes pero se mantenían firmes en su sitio, colgaban ligeramente con tal gracia que, simplemente, incrementaba mi deseo de agarrarlos y estrujarlos .
Su vientre, totalmente plano, se estrechaba en la zona del ombligo que se encontraba coronado por un piercing parecido al que había visto en alguna de mis amigas de clase, lo que le daba una apariencia más juvenil, si cabe.
Su pubis, ligeramente velludo pero de aspecto terso, formaba un perfecto triangulo del que pendían dos pequeños apéndices o labios que se hicieron mas visibles al levantar una de sus piernas para entrar en la bañera. Que imagen la de ese experimentado coño a 20 centímetros de mi cara.
No podía dejar de mirarla deslumbrado por tanta belleza. Mi madre, que se había dado cuenta la muy zorra, sonreía mientras no evitaba enseñar cada rincón de su cuerpo con movimientos muy lentos y sensuales, mientras accedía al interior de la bañera, para acabar tumbándose frente a mí.
Acabamos encajados uno frente al otro, yo con mis piernas entre las suyas, que permanecían abiertas apoyadas en las paredes de la tina.
Se tumbó lentamente hasta que el agua le cubrió parte de sus preciosos senos, mientras yo adoptaba una postura mas defensiva, doblando las rodillas, superado por la situación.
“Venga Luis, que soy tu madre! Parece que no hayas visto nunca una mujer desnuda!” me abroncó sin dejar de sonreír al apreciar mi acongoje.
“Pues muchas no he visto, mamá” contesté. “Venga ya! A tu edad, con el cuerpo que tienes, seguro que las tienes a todas loquitas!” prosiguió. La verdad es que mi cuerpo no estaba nada mal pues me encargaba de cuidarlo, y había estado con alguna chica en el instituto pero la mayoría tenían la manía de “hacer jueguecitos con la luz apagada”.
Sin esperar mi respuesta, cerró los ojos y comentó: “necesitaba relajarme con un buen baño”.
Me quedé unos 5 minutos admirando su boca de gruesos labios, su largo cuello , sus marcados hombros y sus senos que parecía flotar en el agua, que formaba una línea justo a la altura de los pezones, que parecían luchar por salir a flote apuntando erguidos hacia el techo. Pensar que de joven habían estado entre mis labios mientras succionaba sus jugos, me produjo un escalofrío.
Al intentar cambiar mi postura, y en un movimiento con mis piernas, noté como, tras acariciar sus muslos, mis dedos acabaron tocando lo que me pareció algo muy suave y ligeramente lanoso. Un leve gemido salió de repente de los labios de mi madre, que sin abrir sus ojos, se mordió sus labios.
Joder! Le había tocado el coño a mi madre!. Intenté retirarlo, pero ella me agarró el pie con su mano e impidió que cambiara de postura. “Déjalo ahí. No me molesta para nada”.
Su mano no me soltaba y estuvo así durante un minuto aproximadamente, hasta que instintivamente, empecé a mover los dedos de mi pie.
Otro gemido salió de mi madre, que esta vez abrió mas la boca y levantó ligeramente la cabeza, echándola hacia atrás.
Me soltó la pierna, apoyó sus brazos en la bañera y abrió aun más sus piernas. Ahora veía mejor sus pezones que parecían haberse endurecido. A los movimientos de mis dedos, los acompañaba ella con ligeros movimientos pélvicos que acentuaban la presión sobre la zona.
Decidí, llevado por la situación, realizar movimientos circulares con mi pie, lo que acrecentaron los gemidos de mi vieja que continuaba tumbada pero con el cuerpo cada vez más arqueado. De su boca salió un: “Sigue, sigue. No pares amor”
La sangre empezaba a acumularse en mi joven pene, lo que me hizo, por vergüenza, detener toda actividad con mis pies.
Mi madre reaccionó rápido, cogió mi pierna, volvió a acercar mi extremidad a su húmeda vulva, y con un golpe seco se ensartó los 5 dedos de mi pie. El chillido sordo que emitió, la visión de su rostro desencajado y el notar todo su coño envolviendo parte de mi pie, desencadenó lo inevitable: mi polla surgió de las profundidades cual submarino en situación de emergencia, dejando al descubierto todo su esplendor ante mi madre.
Nunca había visto mi polla así!. Ni ella ni yo! Estaba dura como una piedra y mi prepucio rosado e hinchado por la acumulación de sangre, parecía estallar. El líquido preseminal empezaba a acumularse en la punta, resbalando por la base de mi pene hasta perderse en el agua.
La visión de mi miembro y sus jugos, enloqueció a mi madre, que siguió apretando mi pie hacia su interior mediante movimientos repetitivos, cada vez con mas intensidad.
Decidí experimentar nuevas sensaciones regalando a mi madre el movimiento de mis dedos en su húmeda cavidad. Podía notar sus paredes internas suaves y calientes, mientras su vello púbico acariciaba mi empeine con cada envite.
Esos movimientos acabaron por descontrolar a mi madre, que con los ojos abiertos sin dejar de mirar mi miembro, y con la boca abierta como deseando probar mis fluidos y una de sus manos apretando uno de sus pezones con desesperación, lanzó un gemido continuo que aumentó de intensidad y retumbó en las paredes del baño.
Varias convulsiones agitaron su cuerpo dentro del agua, creando una especie de olas que acariciaron mi pene, produciendome una sensación indescriptible.
Podía notar sobre mi pie la dilatación y contracción de su coño así como los fluidos que expulsaba hacia el agua de la bañera.
Poco a poco fui extrayendo mi pie de su interior. Mi madre sonreía con aspecto totalmente relajado. Se tapó los ojos con una de sus manos y soltó: “que locura cariño!”.
Yo no sabía como reaccionar. La visión de mi pene erecto ante mi madre y sus palabras me hicieron volver por un momento a la realidad. Un sentimiento de vergüenza me invadió.
Mi madre lo advirtió enseguida y sin dejar de sonreír dijo: “tranquilo amor. No pasa nada!”. Enseguida bajó su mirada a mi miembro y continuó: “Esto no lo podemos dejar así”.
Aun tumbada, levantó ambas pierna por encima de las mías y pude ver de cerca sus cuidados pies, con dedos perfectamente proporcionados y las uñas pintadas de un rojo intenso.
Situó un pie a cada lado de mi duro miembro, con las plantas encaradas entre si. El solo contacto de su piel con la mía me estremeció. Eso a ella le encantó y, enseguida se puso a jugar con sus dedos alrededor de mi glande.
Que sensación! Reaccioné echando la cabeza hacia atrás pero enseguida me di cuenta de que no quería perderme ni una sola imagen de sus dedos jugando con mi pene.
Mordiéndose la lengua me comentó: “lo estoy haciendo bien bebé?”. “S..Si, mamá. Si” contesté con dificultad.
“Menuda polla tiene mi niño! Es preciosa!” dijo mi progenitora. Entonces sus movimientos pasaron a ser ascendentes y descendentes, consiguiendo retirar toda la piel de mi glande del que no se olvidaban en ningún momento de acariciar sus dedos.
"Dime que te gusta, amor" Me dijo pasándose la lengua por el labio. Volví a mirarle a sus ojos que no se apartaban de mi glande y enloquecí.
Un calor intenso lleno todo mi cuerpo. Recuerdo que se me nubló la vista por un momento y una serie de espasmos recorrieron mi espina dorsal hasta acabar en mi venoso mástil que empezó a hincharse mientras mi esfínter se contraía.
Mi glande enrojeció mientras el orificio de salida se dilataba. De repente, Un líquido espeso salió de mi agujero presagiando algo memorable. Tres chorros de consistencia líquida, ascendieron hacia el techo, sorprendiendo a mi madre, que no pudo reaccionar de otra manera que no fuera retirando sus pies. Tras un leve parón y con el semblante reflejando estupefacción y excitación, prosiguió acariciando mi polla con sus pies y diciendo:“Así me gusta mi niño! Córrete para tu mamá!”.
Mi espalda se arqueaba mientras de mi boca salían leves gemidos que hacían reír a mi madre mientras se protegía el rostro de esa lluvia intensa de esperma.
Cuando abrí los ojos, ella se retiraba los restos de su cara y de su pelo, lamiendo de manera lasciva alguno de sus dedos, mientras me decía: “Has puesto a tu madre perdida de leche! jajaja” .
Hundí mi cabeza bajo el agua buscando huir del bochorno.
Supongo que permanecí muy poco tiempo sumergido bajo el agua pero a mí me pareció una eternidad.
En cuanto saqué la cabeza pude ver a mi madre, aun sentada en la bañera, enjabonándose todo su torso. Sus manos recorrían en círculos sus hombros para bajar poco a poco sobre sus turgentes pechos.
La muy zorra se estaba recreando en ellos, levantando alternativamente uno y otro, mientras alguna mirada furtiva se escapaba para intentar observar mi reacción.
Yo seguía frente a ella anonadado, todavía incrédulo por lo sucedido minutos antes, pero a la vez tremendamente excitado.
Reaccioné cuando mi madre, me pasó el gel y me comentó: “Venga espabila!. No querrás que lo haga todo yo, no?” mientras soltaba una leve carcajada.
Yo cogí el bote de gel y me embadurné las manos de jabón para asearme sin perder de vista las delicadas manos de mi madre, que seguían recorriendo su cuerpo.
De repente, mi madre se apoyó en los laterales de la bañera y se puso de pie frente a mí. Gotas de agua acariciaban su cuerpo mientras caían sobre la bañera.
Su cuerpo brillaba a la luz de los focos del baño mientras ella continuaba acariciando con sus manos, de uñas perfectas, sus largas piernas.
Situó uno de sus pies sobre uno de los laterales para poder acceder mejor al interior de sus muslos que continuó frotando con energía. Aquí aprecié, por primera vez, su vulva en su totalidad. Enrojecida y abierta por la frenética actividad a la que la habíamos sometido. Con los labios ligeramente separados de los que caían gotas de los que parecía una mezcla de agua, jabón y fluido vaginal.
Ella, al ver que fijaba mi mirada en su preciado tesoro, empezó a frotárselo delicadamente con la mano totalmente empapada en jabón.
Enseguida una espuma blanquecina empezó a tapar su vello, mientras sus dedos desaparecían y volvían a aparecer de entre sus juguetones labios.
Miré hacia arriba y vi a mi madre mirándome sin dejar de sonreír. Enseguida mi pene empezó a cobrar vida de nuevo.
Mi madre al ver que parte de mi miembro volvía a subir a la superficie, se sentó en un saliente donde depositamos las toallas al final de la bañera. Puso un pie sobre uno de los laterales, mientras situaba el otro en el lado opuesto. Sus movimientos estudiados eran siempre seguidos por mi mirada que seguía fascinado por la belleza de esos dedos tan hábiles que minutos antes me habían hecho tocar el cielo.
Recorrí sus eternas piernas con mi mirada que me llevaron irremediablemente hasta su vulva, que ahora se encontraba totalmente abierta ante mis ojos.
Creo que en ese momento empecé a babear porque mi madre se tapó su agujero con una mano mientras con la otra tocó su delicado felpudo sedoso para decirme: “Debería depilarme verdad? Creo que a tu padre le encantaría.”
Yo logré soltar algo parecido a un: “Es…Es… está perfecto así”
Ella, ignorando mi comentario, estiro la mano hasta alcanzar un pequeño armario situado a su derecha. Abrió uno de los cajones y extrajo una maquinilla de afeitar y dijo: “Venga nene, déjamelo bien rasuradito”.
Tras un segundo de duda, me puse de rodillas en la bañera mostrando mi verga con todo su esplendor, cogí la maquinilla y me acerqué a su agujero.
Mi madre miró mi polla, sonrió, apartó su mano para poder apoyarse y poder reclinarse ligeramente hacia atrás. De nuevo me encontré observando sus tetas que sobresalían levemente por los laterales de su delgado torso. Quería cogerlas y apretarlas entre mis manos, pero me contuve.
Empecé a pasar la maquinilla por su pubis tras frotarlo con jabón previamente. La cuchilla se deslizaba con suavidad por esa piel tan tersa, mientras que el poco vello que extraía quedaba atrapado entre el acero.
Empecé a bajar lentamente por uno de los costados de su rajita mientras observaba los delicados labios a pocos centímetros de la cuchilla. En ese momento mi madre miró a hacia abajo y me dijo mirándome a los ojos: “cuida de mi niña, no vayas a lastimarla”. Asentí con la cabeza y agarré los labios con la yema de mis dedos en un intento de proteger tan preciado tesoro. Ella gimió y tembló levemente.
Pasé al lado opuesto con la cuchilla y proseguí con mi tarea de rasurar a mi madre.
Mientras descendía hasta aproximarme a su agujerito, mi madre aumento sus gemidos y pude notar como un fluido viscoso salía de entre sus labios. Yo los frotaba con suavidad disfrutando de su textura mientras sus piernas parecían temblar.
Una vez creí haber finalizado, mi madre me dijo: “mira si hay algún pelo en mi culito”. Una gota de sudor cayó por mi frente, mientras con una mano intentaba separar sus nalgas e intentaba ver mejor agachando ligeramente mi cabeza.
“Espera, a ver si así te es mas cómodo.” Comentó mi madre tumbando totalmente su cuerpo sobre las toallas que tenía detrás.
Levantó sus piernas acercándolas en paralelo a su pecho mientras agarraba sus muslos con sus manos. Las separó ligeramente y entonces puede ver bajo su húmeda almeja, un pequeño agujero oscuro de apariencia delicada que apareció de repente entre sus nalgas.
Que belleza de imagen!. Flanqueado por un casi inapreciable vello, aparecía el hermoso ano de mi madre.
Me puse a mi tarea y recorrí las proximidades de esa cavidad con la cuchilla, evitando lastimar tan delicada piel sin dejar de mirar los orificios de esa hermosa mujer.
Mi madre levantaba la cabeza de vez en cuando para controlar mis movimientos y para poder observar la escena de su hijo con cara de fascinación entre sus piernas, mientras sus gemidos se intensificaban con cada roce de la cuchilla.
De repente pude ver como un fluido salía de su vulva para resbalar hasta llegar a bañar la entrada de su ano, eso pudo conmigo. Me acerque hacia su coño, alargue mi lengua e irremediablemente toque sus labios al intentar probar ese viscoso jugo.
Mi madre se retorció y gritó. Entonces, me volví loco.
Le inserté toda mi lengua y empecé a lamerme las paredes de su coño con desesperación. Sus manos agarraron mi pelo y me mantuvieron en la posición. Yo intentaba succionar todos esos amargos fluidos que salían de mi madre, pero era imposible debido a la cantidad que expulsaba la muy puta, e irremediablemente algunos acababan empapando mi barbilla.
Acompañé los movimientos de mi lengua con mi cabeza; de izquierda a derecha y de arriba abajo, lo que me llevó, en un momento dado a encontrarme con su rasurado ano.
Me aparté, lo miré fijamente y le ataqué sin piedad insertando la punta de mi lengua, que fue abriéndose paso poco a poco. Su sabor era embriagador, casi adictivo.
Mi madre jadeaba, gruñía y parecía que fuera a estallar. Mientras yo no cesaba de embestir su culo mientras mi nariz flirteaba con sus labios vaginales .
Por un momento miré a mi verga y vi que estaba soltado líquido pre-seminal por lo que decidí soltar la maquinilla, agarrarla con fuerza y comenzar a masturbarla con fuerza.
Me volví a apartar de mi madre, miré a sus orificios que estaban totalmente entregados a mí y decidí darles algo más.
Abrí la mano y le introduje, de un solo golpe tres dedos a mi madre en el coño y uno en el culo. Ella levantó la cabeza con cara de susto y con su boca abierta pero volvió a tumbarse.
Empecé a mover mi mano con rabia hacia el interior de sus orificios. Zas, zas, zas. Sus labios se movían sin parar al ritmo de mis envestidas, mientras mis dedos se perdían en su resbaladizo interior.
El dedo posicionado en su esfínter no podía seguir el ritmo, pues las paredes delicadas se aferraban a él en cada extracción.
De repente sus rodillas se doblaron. Sus pies aparecieron cerca de mi cara mientras se contraían sus dedos. No puede evitar la tentación de introducirme uno de sus pies en la boca, el cual saboree con desesperación, lamiendo cada uno de esos mágicos dedos.
Entonces ella estalló. Sus convulsiones se volvieron incontrolables, sus piernas se cerraban y abrían aún sujetas por sus manos mientras que sus gritos se volvían ensordecedores.
Entonces, pensando que la estaba lastimando retire mis dedos de su interior. Ella levantó su cabeza, con los ojos casi en blanco, en un gesto instintivo, y de su almeja empezaron a salir chorros y chorros de líquido. Su vulva se abría para poder dejar paso a tanto caudal mientras su esfínter se expandía y contraía sin control.
Bañó toda mi cara y mi torso con sus fluidos y eso me dejó helado. Solté mi miembro totalmente superado por la situación.
Finalmente acabaron las convulsiones y la respiración de mi madre volvió a la normalidad. Se incorporó, me miró y me dijo: “amor, te encuentras bien?”.
“S..Si, mamá. Y tú?” conteste. Ella sonrió y me abrazó soltando un efusivo: “Gracias corazón”.
Yo, ni reaccioné. Entonces ella se retiró, miro a mi erguida polla y dijo: “Es tu turno”.
Me agarró de la mano y me invitó a tumbarme en el lugar que había ocupado ella. En ese trayecto mi pene pasó a escasos centímetros de su boca lo que volvió a rellenar mi polla de sangre.
Me senté, ella me obligó a abrir las piernas situándolas sobre los laterales de la bañera para poder tener, por primera vez toda mi polla y sus pelotas frente a su cara.
Una sonrisa maliciosa apareció en su rostro. Agarró mi pene cerrando su mano sobre él. Acercó sus labios a mi prepucio y empezó a lamerlo con los ojos cerrados.
“Uuhhmm, que rico tenerla entre mis labios” articuló. Mientras seguía pasando su lengua alrededor de mi capullo dejándolo totalmente brillante con su saliva.
Su mano inició un movimiento repetitivo levemente ascendente y descendente a lo largo de todo mi falo mientras lo acompañaba con un ligero movimiento circular.
Me empecé a volver loco.
Ella agarró mis pelotas y empezó a jugar con ellas cuando, de repente note una sensación de calor alrededor de mi miembro.
Gluup, gluuup. Se la había insertado toda en la boca la muy puta mientras seguía jugando con mis bolas. Pude notar como usaba su lengua mientras tenia toda la tranca en su boca. Esa habilidad era totalmente desconocida para mi y por supuesto me superó.
Mi madre arqueó la espalda, como anticipándose a lo que iba a pasar, y un chorro de leche salió disparado hacia su garganta. Mi madre gimió pero no se retiró, al contrario, intentó meterse mas a dentro toda mi polla, emitiendo ruidos guturales. Entonces un segundo chorro volvió a inundar su boca haciéndola retirarse de mi polla mientras cerraba los ojos.
El semen empezaba a salírsele por las comisuras, pero como una ternerita sedienta de leche continuó mamando, esta vez, metiéndose y sacándose todo mi glande en la boca mientras agarraba el resto de hinchada polla con la mano.
El tercer disparo hizo que mi madre tosiera y se apartara definitivamente de mi pene. Pude verla como se retiraba con cara de asustada, los ojos muy abiertos y la leche saliéndole por toda su boca.
Mientras ella se limpiaba las comisuras y engullía mi caldo, miraba a mi pene que se movía incontroladamente de arriba abajo como con vida propia expulsando aun, pequeños chorros de fluido.
Volvió a agarrar mi pene y continuó agitándolo con sus preciosas manos. No paró de ordeñarme hasta que no quedó ni gota, alternando las pajas con leves lametazos en mi orificio.
No olvidaré nunca la imagen de sus manos jugando con mi flácido pene cubierto de esperma mientras, de fondo, gotas de semen caían de su cara para caer sobre sus pechos.
No podía dejar de mirar el hermoso cuerpo de mi madre, de pie ante mí, quitándose la mezcla de jabón y esperma que tenía por su cuerpo, de una manera muy elegante. Solo como una dama de verdad puede hacerlo sin parecer vulgar.
Salió de la bañera grácilmente, exponiéndome su hermoso perfil. Un perfil curvilíneo de marcada sensualidad que se contoneaba ante mí, su hijo, sin pudor.
Sus pechos, desde este nuevo punto de vista, caían levemente desde casi la altura de los hombros, para levantarse mediante una curvatura ascendente, desafiando la gravedad, para acabar en unos magníficos pezones puntiagudos nacidos para ser acariciados entre la yema de los dedos.
Se detuvo frente al espejo mientras embadurnaba su cuerpo con crema corporal. Masajeaba sus muslos mientras yo recorría con mi mirada su espalda que acaba en su perfecto trasero respingón, ligeramente ancho pero… espectacular.
No podía dejar de mirarla. Nunca me había pasado esto con ninguna otra mujer y ella parecía que notaba como mis ojos recorrían todo su cuerpo.
Sonriente miraba de reojo, orgullosa de despertar tal deseo en un chico tan joven.
Yo salí de la ducha y casi sin secarme, me puse detrás de mi madre, observando en el reflejo del espejo como ella esparcía su crema facial favorita por su rostro.
Se detuvo un segundo al verme por el reflejo situado tras ella, pero continuó con su tarea esta vez con un semblante aun más pícaro.
“cariño, pareces embobado” me comentó mientras cogía su lápiz labial.
Yo, sin dejar de mirar el reflejo de sus senos frente a mí, le contesté: “mamá, eres preciosa”
Ella soltó una tímida carcajada, giró su cabeza y me dijo “Estás loco! Pero si soy una, anciana. Una anciana que se cuida, pero una anciana!”. Volvió a girarse para seguir pintando sus carnosos labios.
La abracé desde detrás apoyando mi cabeza en su espalda y situando mis brazos alrededor de su cintura. Podía oler su pelo húmedo y ver su largo cuello que se erguía frente a mí.
Permanecí así durante un minuto pero ella siguió sin inmutarse. Entonces movido por mis instintos, situé mis manos sobre sus enormes pechos.
Los intentos por cubrirlos con mis palmas eran infructuosos a pesar del magreo al que los estaba sometiendo.
Cuando mis dedos se detuvieron sobre sus pezones pude apreciar un leve suspiro de mi madre.
Levanté la cabeza y pude ver la cara de mi madre reflejada en el espejo, con los ojos cerrados mientras sostenía el pintalabios a pesar de haber detenido toda actividad.
Situé dos dedos sobre cada pezón y empecé a apretarlos con delicadeza. “Que malo eres. Sabes que me vuelve loca esto” me dijo abriendo los ojos.
Entonces me dijo: “No empieces algo que no vas a poder acabar, cariño” y prosiguió: “ya no debe quedar leche en ese cántaro” entonces sonrió maliciosamente y continuó pintándose.
Esa frase fue mágica. Mi varita cobró vida de repente. Pude notar como mi miembro empezó a crecer buscando un hueco entre las tersas nalgas de mi madre.
Mamá de se dio cuenta de mi excitación y pude notar como separaba ligeramente sus piernas para facilitar el camino a mi cimbrel.
Yo seguía apretando sus tetas con desesperación. Eran tan agradables y tan suaves que era totalmente imposible separar mis manos de semejante maravilla.
Mi pene encontró su hueco y pude notar como mi capullo llegaba a un sitio cálido y húmedo.
Otro suspiro salió de la boca de mi madre. Esta era la señal para que mi pubis se aferrara más a su culo y así la mitad de mi glande pudiera insertarse en el coño de mi madre.
Ella apoyó las manos sobre la pica agachando su cabeza y cerrando los ojos.
Con varios movimientos pélvicos, y sin soltar las tetas de mi progenitora, logré insertar la mitad de mi polla en el interior de su húmedo coño. Una vez allí proseguí con las envestidas.
Por más que quisiera entrar, era físicamente imposible. El hermoso culo de mi madre y el tamaño normal de mi pene, impedían una penetración mas profunda. Pero eso a mi ya me bastaba. Me estaba follando a mi madre, dios!
Sus tetas se movían con mis envites y ella no dejaba de sonreír con la boca abierta. De vez en cuando abría sus preciosos ojos, supongo que para observar en primera persona, como su hijo se la estaba follando.
“Abre las piernas mamá” le comenté. Ellas movió la cabeza de lado a lado y dijo: “no amor. No pretenderás correrte dentro de tu madre y tener un hermanito, no?” otra carcajada salió de su boca.
“Solo las abriré si me haces un favor” Dijo mirándome a través del espejo.
Me empujó con su culo hacia atrás, expulsando mi miembro de su interior, que salió embadurnado por sus fluidos. Se giró para mirarme y entonces, levanto una pierna apoyándola en la bañera y me dijo: ”ayúdame a abrir este culito para tu padre, que el pobre lo lleva intentando desde hace mucho tiempo”.
De nuevo y desde una distancia prudencial, pude ver todo el culo respingón de mi madre y su deseado ano. Bajo él se posaba una de sus manos que había empezado a frotar su coño, agitando sus labios de lado a lado.
Mirándome por el reflejo del espejo me dijo: “Quieres?”.
En su mano derecha ya tenia una buena cantidad de crema corporal esperando que acercara mi polla mientras ella seguía frotándose con la izquierda.
Sin pensármelo acerque mi polla a su mano y ella, con unos movimientos ágiles a pesar de encontrase de espaldas, la untó totalmente.
El simple tacto de la elegante mano de mi madre, con el anillo de casada en su dedo anular, frotando mi miembro con abundante crema corporal me excitó aún más.
Si parar de frotarme, acercó mi pene hacia su oscuro objeto de deseo.
“Es que el con el pollón que tiene tu padre es imposible que se folle mi culito. Y no sabes las ganas que él tiene y que yo tengo!”. Esa frase hizo que yo diera un paso firme hacia el frente logrando colocar mi prepucio de una sola estacada en el interior de su ojete, haciendo que ella se retorciera y gimiera mientras podía ver como cerraba los ojos por el dolor que le estaba causando.
“Poco a poco mi amor, que no me estas metiendo un dedito!” me comentó mientras apretaba mi pene hacia el interior de su cuerpo. Yo, intentaba ayudarle con lentos movimientos.
Su pie se encontraba de puntillas sobre la bañera, mostrándome sus exóticos y cuidados dedos que por sus movimientos mostraban tensión por el dolor infligido.
Ella ya tenía su rostro tumbado sobre la pica con lo que yo podía apreciar todos gestos de placer y dolor sin recurrir al espejo.
Su mano ya estaba posada sobre mis pelotas, intentando hacer de tope, mientras no dejaba de jugar con sus dedos por todo mi escroto.
Con media polla dentro de su culo, yo empezaba a notar una gran presión sobre mi pene mientras sus finas paredes se aferraban con la intención de no dejar que me movieran su interior.
La crema empezó a hacer su efecto mientras sus los músculos se dilataban facilitando el acceso a su interior. Sus chillidos empezaron a transformarse en dulces gemidos mientras su rostro se relajaba haciéndole cambiar totalmente de expresión.
Mis manos agarraron sus caderas para forzar la penetración, así pude ver con claridad el lomo de mi hinchado miembro entrando en su culo.
“Así nene, así. Clávamela!” gritó.
“Tus deseos son ordenes mamá” Pensé. Tras lo que procedí a empujar todo mi miembro hacia su interior.
Mi pubis se pegó a su ojete mientras un calor invadía mi cuerpo. Mi madre lanzo un chillido mientras levantaba su cabeza estirando su precioso cuello hacia el cielo.
Noté su mano, posada entre sus piernas mientras empezaba a mover sus dedos frotando su almeja. Yo notaba, de vez en cuando, un cosquilleo en mis pelotas que eran regalados con fugaces caricias de sus dedos.
Mi polla estaba toda dentro del culo de mi madre y ella lo estaba disfrutando como una perra. Sus movimientos facilitaban una profunda penetración por parte de mi instrumento y yo podía ver el movimiento bamboleante de sus nalgas con cada envestida.
Alternaba las enculadas con extracciones totales de mi miembro para ver su ojete bien abierto dilatándose frente a mí. Parecía pedirme que no tuviera compasión. Después se la volvía a meter para notar todo su calor. Ella me agradecía cada embestida con una fugaz sonrisa.
No podía más. Las caricias de su fina piel anal sobre mi pene me llevaron al cielo.
Ella, notando que mi glande se hinchaba, me pidió que no me detuviera: “No pares amor, no pares!”.
Se me nubló la vista de repente y pude notar como salía un chorro caliente de leche de mi polla hacia el interior del cuerpo de mi madre. Ella respondió con un: “Así amor, así”
En el momento que yo pensaba que iba a vaciarme dentro de mi madre, agarre la base de mi polla con fuerza y la retiré de su interior, produciéndose un ruido, extrañamente excitante, parecido al descorche de una botella al sacar del todo mi glande.
“Que haces niño!” Gritó mi madre preocupada.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. No quería perderme ni una sola imagen de lo que iba a suceder.
Pude ver un chorro que salió disparado de mi polla acertando en el interior del ano de mi madre, que se contralló como para evitar que se volviera a escapar de su interior.
Un segundo chorro, más potente que el primero, bañó su coño completamente de leche, mientras que un tercero, golpeó directamente a sus labios agitándolos bruscamente. Al notar toda esta lluvia de leche en sus agujeros, mi madre estalló. Su mano apretó fuertemente su coño mientras su ano se contrajo bruscamente. A continuación su pie descalzo descendió tembloroso de lo alto de la bañera, mientras su espalda se arqueaba a la vez que lanzaba un grito sordo.
Un chorro salió de entre los dedos que tapaban su coño. Hasta en cuatro ocasiones sus dedos se vieron desbordados por tal torrente de líquidos que emanaban de su interior.
Varios espasmos agitaron su cuerpo, mientras sus piernas eran regadas por la mezcla de semen y fluido vaginal.
Intentó aferrarse con una de las manos a la pica para mantener el equilibrio mientras se le doblaban las piernas.
Mi madre temblaba ante mi imagen reflejada en el espejo mientras balbuceaba: “que me has hecho, mi niño? Que placer!”
Al ver mi pene todavía erecto, lo agarré con la mano y volví a ensartárselo totalmente en su culo lleno de esperma. Una sensación de calor volvió a invadirme. Quería que mis últimas gotas acabaran dentro de ella para que sintiera todo mi cariño.
Mi madre se derrumbó. Sus piernas flojearon y solo se mantenía erguida porque mis brazos la sujetaban rodeando su cuerpo a la altura de sus hinchadas tetas.
La sujeté fuertemente mientras apoyaba mi cabeza de nuevo en su espalda, mientras mi pene notaba las contracciones de su esfínter que mantenían a mi polla totalmente dura en su interior.
Vi mi imagen reflejada en el espejo. Sonreí con cara de satisfacción.
Había poseído a mi madre y ya era mía para siempre.
7 comentarios - La zorra de mi madre y mis complejos edipicos