Hola a tod@s. Bueno este es mi primer post, como así también mi primera experiencia en escribir relatos. Por cierto, quiero aclararles que lo que les voy a contar es absolutamente real 100%.
Soy profesional, hoy divorciado, y la historia ocurre en una pequeña ciudad cercana a la capital de la provincia de Buenos Aires, en Argentina (esto lo aclaro para quienes no son de mi país). Transcurría el inicio de la primavera año 2000, en ese entonces casado y padre, cuando llega a mi oficina una jovén, de la cual luego supe por cuestiones profesionales, contaba para ese entonces con 10 años menos que los míos. Una mujer, que por virtud y gracia de la naturaleza era una hermosura. Alta, mediría 1,70 mtrs, tez trigueña que a esa altura del año y ya con los primeros soles habían tomado el color del trigo maduro. Cabellos lacios y castaños claros que usaba por debajo de los hombros. Ojos verdes, grandes y luminosos, con esa luminosidad que te dan esos años. Labios finos, tetas bien redondas, paradas y firmes, cuestión que luego pude comprobar palmariamente. Pero obvio y como ya se habrán dado cuenta lo mejor de aquella hembra era su cola. Casi la perfección hecho culo. Manzanita, firme y parado, como si tuviera resortes en su muslos que lo hacían mantener en posición erguida permanente. Una diosa del Olimpo bajada a mi oficina, es lo primero que pensé.
La hago ingresar a mi escritorio y comienza a realizar la consulta por la cual había concurrido. No entendí nada de lo que me decía solo mi mente estaba ocupada en recordar esa hermosa cola que portaba debajo de unos jeans blancos inmaculados como el guardapolvo el primer día de clase. No sabía ni que me consultaba y mi única intención era perdurar ese momento la mayor cantidad de tiempo posible. La cuestión que en algún momento detiene su “monologo” y yo solo atino a decirle, que vuelva la semana próxima a las 13:00 Hs con una serie de papeles y documentos que en ese momento se me ocurrió pedirles y creo que algo deberían tener que ver con su consulta, bah de lo poco que había retenido. Le di un beso en la mejilla, bajando mi mano derecha hasta el comienzo de su cola, tocando su cinturón. Debo reconocer que mi debilidad es la cola de las mujeres y siempre he tenido muy buena habilidad para usar mis manos tocando las nalgas. En esta oportunidad y no sabiendo bien como venía la mano solo la apoye en su cinturón. Ella responde a mi saludo, con esos ojitos brillantes y picaros a la vez.
Toda la semana transcurrió con ese ojete en mis pensamientos. Buscando la forma de llegar hasta ese monte y gozar con él. Aún en los momentos de sexo con mi ex no podía sacarme de mi mente a esa hermosa pendeja, más si tengo en cuenta que lo que menos tiene quien fue mi ex esposa es culo.
Por fin y gracias a los Dioses llegó el día. A la hora acordada suena el portero de mi oficina, abro la puerta e ingresa mi Diosa pagana. Camisa a cuadros roja, con los primeros dos botones desabrochados, suelta por encima de una falda de jeans azul oscura, sandalias bajas y su cabello suelto. Es al día de hoy que me excita recordar su caminar hasta mi escritorio. No pude, no quise o no supe detener mi mano al saludarla nuevamente con un beso ya cercano a su comisura, apoyar y apretar mi mano derecha sobre su glúteo izquierdo por encima de su pollera. Su mini dejaba ver unas pernas esculturales, firmes, rígidas, Uds me entienden. Ahí comprendí el por qué de ese culo parado, gritando ser penetrado. En ese instante la miro a los ojos y casi sorprendido recibo una mirada, no solo de no rechazo sino de aceptación y placer por mi impertinente mano. Así continuo sus visitas a mi escritorio, siempre por razones profesionales, y mis semanas transcurrían con esa mina dando vueltas en mi mente. Ya con mayor confianza las conversaciones iban más allá de lo profesional. Siempre tome la precaución de citarla en horarios que no había nadie en mi casa ni ex, ni hijas, ya que mi oficina si bien independiente se comunicaba con el resto de la casa y podría provocarme un disgusto. Es así como uno de esos días de firma de papeleríos me cuenta que le dolía mucho su cabeza por una contractura muscular en las cervicales. Fue mi oportunidad absoluta. Le ofrecí muy gentilmente realizarle unos suaves masajes en sus hombros a lo cual accedió y agradeció mi interés. Me pongo de pie, detrás de ella que permanecía sentada en la silla de clientes, y comienzo con mi labor, sin saber el oficio obviamente, ya que poco pensaba en su contractura sino más en llevar mis manos hasta sus perfectos, duros y erectos senos para continuar allí mi sesión de masajes, que en nada mejorarían su contractura pero si comenzaría el placer.
Fue así que en esa posición comienzo a frotar mis manos por sus hombros y a cada movimiento de los seudos masajes mi pija iba increyendo. Luego de unos minutos así por arriba de su camisa le desabrocho su tercer y cuarto botón de su camisa escocesa. Para mi grata sorpresa, no solo no opuso resistencia sino que colaboró en acomodar su ropa, dejando al descubierto sus hombros, por mi trabajados. Desde mi ubicación no solo observaba sus hombros sino que ya tenía a mi merced sus pechos solos cubiertos por un pequeño corpiño blanco. No dude y comencé a bajar mis dos manos deslizándolas por su tórax hasta llegar al mejor de tesoros sus pechos. Primero comencé acariciándolos por encima de su corpiño, lo que me agradece dejando escapar un pequeño gemido y a acelerar su respiración. Esta circunstancia, me invitó ya masajear sus pechos por dentro de su corpiño…. Como los había imaginado todo el tiempo anterior eran firmes suave su piel y sus pezones pequeños y rozados. El contacto con entre nuestra piel hizo que se pongan más erectos y duros al igual que mi pija que ya estallaba dentro de mi pantalón. A medida que más apretaba y masajeaba sus pechos su respiración se incrementaba bajo mi boca y comienzo a besar le su cuello robándole un nuevo y más profundo gemido. Ya casi con toda su camisa desabrochada y la cosa cada vez más caliente, escucho el golpear la puerta que comunica mi oficina con el resto de la vivienda y una voz inocente y dulce que me dice: Papá dónde está mi chupete.
Y a la mierda mi excitación y la de mi pequeña clienta.
Soy profesional, hoy divorciado, y la historia ocurre en una pequeña ciudad cercana a la capital de la provincia de Buenos Aires, en Argentina (esto lo aclaro para quienes no son de mi país). Transcurría el inicio de la primavera año 2000, en ese entonces casado y padre, cuando llega a mi oficina una jovén, de la cual luego supe por cuestiones profesionales, contaba para ese entonces con 10 años menos que los míos. Una mujer, que por virtud y gracia de la naturaleza era una hermosura. Alta, mediría 1,70 mtrs, tez trigueña que a esa altura del año y ya con los primeros soles habían tomado el color del trigo maduro. Cabellos lacios y castaños claros que usaba por debajo de los hombros. Ojos verdes, grandes y luminosos, con esa luminosidad que te dan esos años. Labios finos, tetas bien redondas, paradas y firmes, cuestión que luego pude comprobar palmariamente. Pero obvio y como ya se habrán dado cuenta lo mejor de aquella hembra era su cola. Casi la perfección hecho culo. Manzanita, firme y parado, como si tuviera resortes en su muslos que lo hacían mantener en posición erguida permanente. Una diosa del Olimpo bajada a mi oficina, es lo primero que pensé.
La hago ingresar a mi escritorio y comienza a realizar la consulta por la cual había concurrido. No entendí nada de lo que me decía solo mi mente estaba ocupada en recordar esa hermosa cola que portaba debajo de unos jeans blancos inmaculados como el guardapolvo el primer día de clase. No sabía ni que me consultaba y mi única intención era perdurar ese momento la mayor cantidad de tiempo posible. La cuestión que en algún momento detiene su “monologo” y yo solo atino a decirle, que vuelva la semana próxima a las 13:00 Hs con una serie de papeles y documentos que en ese momento se me ocurrió pedirles y creo que algo deberían tener que ver con su consulta, bah de lo poco que había retenido. Le di un beso en la mejilla, bajando mi mano derecha hasta el comienzo de su cola, tocando su cinturón. Debo reconocer que mi debilidad es la cola de las mujeres y siempre he tenido muy buena habilidad para usar mis manos tocando las nalgas. En esta oportunidad y no sabiendo bien como venía la mano solo la apoye en su cinturón. Ella responde a mi saludo, con esos ojitos brillantes y picaros a la vez.
Toda la semana transcurrió con ese ojete en mis pensamientos. Buscando la forma de llegar hasta ese monte y gozar con él. Aún en los momentos de sexo con mi ex no podía sacarme de mi mente a esa hermosa pendeja, más si tengo en cuenta que lo que menos tiene quien fue mi ex esposa es culo.
Por fin y gracias a los Dioses llegó el día. A la hora acordada suena el portero de mi oficina, abro la puerta e ingresa mi Diosa pagana. Camisa a cuadros roja, con los primeros dos botones desabrochados, suelta por encima de una falda de jeans azul oscura, sandalias bajas y su cabello suelto. Es al día de hoy que me excita recordar su caminar hasta mi escritorio. No pude, no quise o no supe detener mi mano al saludarla nuevamente con un beso ya cercano a su comisura, apoyar y apretar mi mano derecha sobre su glúteo izquierdo por encima de su pollera. Su mini dejaba ver unas pernas esculturales, firmes, rígidas, Uds me entienden. Ahí comprendí el por qué de ese culo parado, gritando ser penetrado. En ese instante la miro a los ojos y casi sorprendido recibo una mirada, no solo de no rechazo sino de aceptación y placer por mi impertinente mano. Así continuo sus visitas a mi escritorio, siempre por razones profesionales, y mis semanas transcurrían con esa mina dando vueltas en mi mente. Ya con mayor confianza las conversaciones iban más allá de lo profesional. Siempre tome la precaución de citarla en horarios que no había nadie en mi casa ni ex, ni hijas, ya que mi oficina si bien independiente se comunicaba con el resto de la casa y podría provocarme un disgusto. Es así como uno de esos días de firma de papeleríos me cuenta que le dolía mucho su cabeza por una contractura muscular en las cervicales. Fue mi oportunidad absoluta. Le ofrecí muy gentilmente realizarle unos suaves masajes en sus hombros a lo cual accedió y agradeció mi interés. Me pongo de pie, detrás de ella que permanecía sentada en la silla de clientes, y comienzo con mi labor, sin saber el oficio obviamente, ya que poco pensaba en su contractura sino más en llevar mis manos hasta sus perfectos, duros y erectos senos para continuar allí mi sesión de masajes, que en nada mejorarían su contractura pero si comenzaría el placer.
Fue así que en esa posición comienzo a frotar mis manos por sus hombros y a cada movimiento de los seudos masajes mi pija iba increyendo. Luego de unos minutos así por arriba de su camisa le desabrocho su tercer y cuarto botón de su camisa escocesa. Para mi grata sorpresa, no solo no opuso resistencia sino que colaboró en acomodar su ropa, dejando al descubierto sus hombros, por mi trabajados. Desde mi ubicación no solo observaba sus hombros sino que ya tenía a mi merced sus pechos solos cubiertos por un pequeño corpiño blanco. No dude y comencé a bajar mis dos manos deslizándolas por su tórax hasta llegar al mejor de tesoros sus pechos. Primero comencé acariciándolos por encima de su corpiño, lo que me agradece dejando escapar un pequeño gemido y a acelerar su respiración. Esta circunstancia, me invitó ya masajear sus pechos por dentro de su corpiño…. Como los había imaginado todo el tiempo anterior eran firmes suave su piel y sus pezones pequeños y rozados. El contacto con entre nuestra piel hizo que se pongan más erectos y duros al igual que mi pija que ya estallaba dentro de mi pantalón. A medida que más apretaba y masajeaba sus pechos su respiración se incrementaba bajo mi boca y comienzo a besar le su cuello robándole un nuevo y más profundo gemido. Ya casi con toda su camisa desabrochada y la cosa cada vez más caliente, escucho el golpear la puerta que comunica mi oficina con el resto de la vivienda y una voz inocente y dulce que me dice: Papá dónde está mi chupete.
Y a la mierda mi excitación y la de mi pequeña clienta.
3 comentarios - y se cortó la excitación