Hola, espero que les haya copado mi experiencia, acá les dejo la segunda y última parte
aca esta el link de la primera parte. http://www.poringa.net/posts/relatos/2195352/_Relato_-El-mejor-polvo-de-mi-vida-_1_-Parte__.html
bessos.
Un signo habitual de excitación. Una contracción involuntaria del esfínter que denota el punto máximo de erección. Siguió sin contestar, un silencio incómodo apareció en la oficina por largos segundos. El silencio que anuncia que ya no hay más que decir y es hora de hacer o irse al mazo.
Sin movernos de nuestras posiciones y mirándonos las entrepiernas, corté el silencio. Era a todo o nada, su vacilación ante mis propuestas me generaba ternura. Sabía que quería que me desnude frente a él,
Sabía que deseaba que nos masturbáramos juntos. Amagando un movimiento de agarrarle la pija a punto de estallarle, frené en seco a escasos centímetros de su tronco y le pregunté:
- puedo?
No respondió. Avancé al cabo de breves segundos y tomé lentamente su verga con mi mano. La apreté suavemente, acaricié con mis dedos su piel caliente y tersa. Frente a él y mirando para abajo podía oler las hormonas que despedía su falo. Una mezcla de olor a loción, sexo y presemen. Una mezcla dulce pero afrodisíaca. Mi verga palpitaba al ritmo de la suya bajo mis jeans.
Seguíamos en silencio. Yo acariciando todo su miembro con lentitud, como si mis dedos estuvieran dotados de memoria y quisieran recordar cada milímetro de piel de su verga.
Tenía que seguir avanzando despacio. Si bien me dejaba hacer a mis anchas con su pija, el silencio de Federico desde mi lance me aseguraba que aún él no estaba preparado para lo que su cuerpo deseaba hacer conmigo. Afirmé en mi mente una vez más de que era virgen. Virgen de todo; de mujeres, de hombres, de pajas compartidas, de sensaciones, de penes. Sus deseos se canalizaban en masturbarse todos los días o al menos hasta que su cuerpo se calmara.
- te gusta? pregunté casi susurrando para no romper el clima.
- si. Respondió por primera vez desde que me lanzara a él,
- sigo?
- si.
- por dónde?. Levanté mi cabeza, él también y nos miramos profundamente. Saqué mi mano de su miembro. Esta vez quería una respuesta con decisión.
Para mi sorpresa no respondió, pero cumplió a mi apriete besándome decididamente los labios.
Breve pero intenso retiró los labios de los míos y me cedió el siguiente paso.
Sin reparo y enérgicamente tomé su rostro y lo besé al tiempo que mi otra mano acariciaba su pecho con intensidad.
Respondió con la misma excitación ante mí. Comenzó a intentar sacarme la camisa de adentro de mi pantalón y luego fué hacía los botones. Con su otra mano buscaba mi erección a través de mi jean.
Ante el fracaso de desabrocharme el tercer botón de mi camisa, retiré mis manos de su cuerpo y lo ayudé a desvestirme. Casi arranqué mi camisa al tiempo que me estiraba hacía él para no interrumpir el juego de nuestras lenguas.
Con mi ayuda en la camisa, sus manos buscaron otra ocupación y bajaron hasta mi pantalón, el cual comenzó a desabrochar torpemente arrancándome algunos pelos de mi abdomen bajo.
Tiré mi camisa al suelo y procedí a agarrarlo por debajo de sus axilas, con la mayor parte de mis manos sobre su pecho lo atraje hacía a mi hasta que su pija chocó violentamente sobre mi pubis que comenzaba a asomar tras los botones desabrochados del jean.
Seguimos besándonos sin descanso, nuestras lenguas jugaban alternadamente en las bocas de ambos. Nuestros cuerpos pegados comenzaban a sudar calentura, sexo puro.
Perdía noción de la posición de sus manos y las mías.
En cierto momento estábamos ambos completamente desnudos, es decir, yo quedé completamente desnudo.
Sin dejar de besarlo y tocarlo lo empecé a empujar hacía la silla del escritorio de su padre, lo senté allí y comencé a bajar por su cuerpo chupando cada milímetro de su piel. Llegaba al pubis, su pene chocaba con mi pera y volvía a subir hasta su boca. Lo estaba haciendo desear, lo calentaba lentamente para pasar al siguiente paso.
Sus quejidos iniciales de placer fueron aumentando hasta transformarse en gemidos. Lo tenía a punto caramelo.
Dejé de chuparlo abruptamente y bajé sin reparo a su miembro duro como una piedra. Lentamente pasé mi lengua por los laterales de su tronco, lo hice repetidas veces y amagaba cada tanto a comérmela entera. Su deseo iba en aumento, hasta que pronunció la frase que esperaba: - Chupala por favor, no puedo más. Dijo con una voz extasiada, totalmente saturada de deseo y calentura.
Me metí su pija en la boca, lengüeteaba su glande resbaloso y brillante, me detenía con la punta en el frenillo y la uretra. Federico gemía y saltaba en pequeños espasmos. No quería que acabara aún por lo que regulaba la mamada ante cada espasmo.
Luego de varios minutos me saqué la pija de la boca, me paré y acerqué mi verga hirviendo a su rostro. Dudo instantes y se la acercó a la boca.
- Te va a gustar, creeme. Le dije para terminar de decidirlo.
Metió mi chota en su boca bruscamente y comenzó a mamarla. Denotaba que no era la primera vez que lo hacía, pero si que no cargaba con mucha experiencia en chuparla. Movimientos bruscos, poca lengua y algún roce de los dientes me daban ese diagnóstico, pero aún así deseaba que ese momento no terminase jamás.
Intenté visitarle la garganta con mi glande, pero la maniobra fue brusca y me soltó la pija tosiendo. Le pedí perdón, lo noté un poco asustado y me arrodillé frente a él a tiempo que lo empezaba a pajear lentamente friccionando cada tanto mi dedo sobre su frenillo para aprovechar el presemen que emanaba.
- FEDE, no quiero que hagas nada que no te guste, pero me calentás mucho. Quiero cogerte, te animás? Le dije suavemente, casi ronroneando.
Esbozó una sonrisa franca mostrando todos los dientes. – quiero probar pero no me animo. Me confesó.
- dejame a mi y paramos cuando vos digas, pero confiá en mi. No te voy a lastimar.
Juro que por momentos sentí que estaba a punto de cogerme un nene de doce años. Esa inocencia, calentura, inexperiencia y ternura con la que me hablaba me daban esa sensación, pero volvía a poner atención en su cuerpo y veía un lienzo en blanco para explayar mi mejor obra de arte sexual.
Volví a chupársela con ganas, lo pajeaba con una mano, mientras alternaba entre su cabeza y una garganta profunda cuando dejaba de pajearlo, todo a tiempo que masajeaba sus suaves y firmes pelotas con mi otra mano. En breves segundos lo llevé a la cima de su sexo, de toda su morbosidad y deseo. Sé que algo dijo pero no escuché. Solo sé que en ese momento en donde mi mente estaba en cámara lenta, sentí algo muy caliente en la boca justo en el momento que rodeaba su glande frenéticamente con mi lengua. Al instante y sin dejar de chupársela, mi boca se fue llenando de guasca caliente, agridulce, un licor anestésico que saboreaba en mi paladar y me resistía a tragar. Pero su corrida era intensa y debía nivelar el semen que se depositaba en mi boca tragando el sobrante para que no colme su capacidad. Su eyaculación fue tan intensa que en los segundos de la cima de su orgasmo tuve que agarrar fuertemente su pija ya que esta saltaba violentamente productos de fuertes espasmos con peligro de huir de mi boca. Esos segundos que duró todo su orgasmo fueron como años enteros de sexo exquisito, como si de golpe Cronos jugara intercambiando segundos por años.
Salí de su verga sin mediar palabra, su rostro estaba morado, chorreando sudor al igual que su pecho y nuestras respiraciones eran jadeos tan fuertes que podían escucharse hasta en la planta baja de la empresa.
Tardamos varios minutos en reponernos, pero yo quería más. Mis huevos aún no habían descargado y seguía tan caliente como el primer minuto de esa faena sexual.
Tomando unas gotas generosas de semen que escupí a propósito en el cuero de la silla, allí entre las piernas de Federico, al momento de sacar su verga palpitante de mi boca; las llevé con mis dedos hacía la entrada de su ano. Federico levantó instintivamente las piernas y sin dejar que su deseo desaparezca ante la brutal acabada que había tenido, comencé a meter un dedo lubricado en su licor. No dijo nada, todavía su mente estaba regresando del orgasmo vivido por lo que aproveché y agregué la punta de un segundo dedo. Esto si lo advirtió y me dijo que le dolía un poquito. Saqué el dedo extra y seguí penetrándolo con uno solo. Lo giraba, lo metía y sacaba reiteradas veces de su esfínter.
En breves minutos lo estaba penetrando con dos dedos al tiempo que acariciaba su verga a medio dormir. Una verga muy larga para estar flácida, pero muy blanda para estar erecta. Esto llevó a compensar la momentánea molestia que le causaban mis dedos dentro suyo con el placer de volver a experimentar lentamente una dura erección.
Pronto la dilatación en aumento de su esfínter amainó el dolor para transformarse en una sensación placentera. Empecé a masajear su próstata sin dejar atención a su miembro con la otra mano. Faltaba solo un poco más para llegar a mi cometido.
Me estiré levemente para comenzar a mamarlo de nuevo sin dejar de frotar su próstata. Cuando comenzó a emitir leves gemidos de placer introducí un tercer dedo en su culo perfectamente dilatado. No se percató y su miembro ya estaba otra vez lubricando.
Me levanté. Había llegado el momento. Lo acosté en el piso sobre la alfombra y levantando sus piernas apoyé mi glande babeante sobre la entrada de su culo.
Me acosté sobre él para besarlo al tiempo que le introducía la punta de mi pija.
- me duele, pará, pará! Dijo con desesperación.
- va la mitad fede, es un toque más.
- No, no pará.
Saqué mi verga y volví a meterla nuevamente en segundos, fui alternando las entradas mientras lo besaba.
En un momento y con un empujón seco se la metí hasta los huevos.
Gritó con dolor. Acaricié sus labios con mis dedos, lo besé y sin sacársela le dije:
- Aguantala unos segundos así, yo no me muevo. Pero una vez que el culo se adapte al tamaño de mi pija te juro que no te va a doler más.
- No, no pará por favor, me duele.
- En serio papi, en un toque, si el dolor no desaparece de a poco te prometo que la saco y no sigo. Confiá en mi, no te voy a lastimar.
Mis palabras ronroneantes lo calmaron y se entregó a mí. Su rostro fruncido aguantando la nueva sensación en su culo fue amainando con los segundos. En esos momentos comencé a moverme lentamente dentro de él. Una combinación equilibrada de movimientos con la disminución de su dolor.
Seguí así hasta que mi miembro entraba y salía con total soltura. Federico comenzaba a experimentar ese cambio de sensaciones de dolor por uno de placer.
Nos besábamos intensamente, pellizcaba sus tetillas, acariciaba su pecho y masturbaba su pene otra vez duro como una piedra.
Federico se movía a mi ritmo empujando su pelvis contra mi verga, acariciaba todo mi pecho, mi culo, mis piernas empapadas de sudor sexual.
No paramos un segundo durante varios minutos. Él dejó mi cuerpo para masturbarse con violencia y yo penetraba su culo en un mete y saca completo, frenético, con estocadas profundas. Nuestros cuerpos palpitaban sincronizadamente, el orgasmo a flor de piel nos atrapó en un momento único.
Saqué mi verga y velozmente masturbándome sobre él acabé con desmesura, con violencia, con un orgasmo que me hizo gritar como un gol de mi equipo de fútbol en una final. Mi semen se mezcló con el de Federico salpicando todo su pecho, su cara, su pelvis, su pelo y algo más allá por la alfombra. Siempre eyaculé mucha cantidad, normalmente suelo largar no menos de 5 o 6 chorros potentes de guasca a buena distancia, pero esta vez tuve algo inusual, algo demasiado explosivo. Sinceramente no llegué a contarlos pero a juzgar por como pinté sexualmente ese lienzo en blanco que significaba el cuerpo de Federico, no menos de 14 chorros de semen había expulsado sobre él.
Su acabada tampoco fué leve como la esperaba, teniendo en cuenta que ya iba por la segunda en pocos minutos.
Bajé a su pene que aún latía, lo chupé juntando el semen que chorreaba de él y subí a su boca arrastrando mi lengua desde su abdomen hasta su pecho juntando toda la leche a su paso. Nos besamos con mucha intensidad intercambiando fluidos de una boca a otra.
Volví a echarme hacía atrás y esta vez junte leche con mi verga aún erecta de su pecho y se la acerqué a su paladar el cual no hizo asco al regalo. Siguió chupando con ganas como si nunca hubiésemos acabado, la chupó con las mismas técnicas que había aprendido de mí minutos antes. Comencé a mover mi pelvis en su boca, acompañando la mamada que me daba Federico. Su lengua empezó a moverse con una aceleración increíble sobre la cabeza de mi pija y al cabo de varios minutos volví a eyacular, no con tanta intensidad y volumen, pero si con una sensación feroz de que la próstata iba a salirse por mi orto. La poca guasca que no tragó fue la que cayó sobre su rostro cuando sacó mi poronga de su boca. Las últimas gotas cayeron allí y si el porno me enseñó algo para estos casos, es que hay que desparramarlas por los labios con la punta de la verga. Eso hice para después terminar de limpiarlo en un beso profundo cargado de un final de ternura cuando nos miramos a los ojos.
Poco puedo contar el después de todo este polvo. Volvimos a hacerlo varias veces más pero nunca tuvimos, al menos yo, la adrenalina y el nivel de testosterona que tuve corriendo por mi cuerpo esa primera vez con Federico. La primera vez de Federico.
aca esta el link de la primera parte. http://www.poringa.net/posts/relatos/2195352/_Relato_-El-mejor-polvo-de-mi-vida-_1_-Parte__.html
bessos.
Un signo habitual de excitación. Una contracción involuntaria del esfínter que denota el punto máximo de erección. Siguió sin contestar, un silencio incómodo apareció en la oficina por largos segundos. El silencio que anuncia que ya no hay más que decir y es hora de hacer o irse al mazo.
Sin movernos de nuestras posiciones y mirándonos las entrepiernas, corté el silencio. Era a todo o nada, su vacilación ante mis propuestas me generaba ternura. Sabía que quería que me desnude frente a él,
Sabía que deseaba que nos masturbáramos juntos. Amagando un movimiento de agarrarle la pija a punto de estallarle, frené en seco a escasos centímetros de su tronco y le pregunté:
- puedo?
No respondió. Avancé al cabo de breves segundos y tomé lentamente su verga con mi mano. La apreté suavemente, acaricié con mis dedos su piel caliente y tersa. Frente a él y mirando para abajo podía oler las hormonas que despedía su falo. Una mezcla de olor a loción, sexo y presemen. Una mezcla dulce pero afrodisíaca. Mi verga palpitaba al ritmo de la suya bajo mis jeans.
Seguíamos en silencio. Yo acariciando todo su miembro con lentitud, como si mis dedos estuvieran dotados de memoria y quisieran recordar cada milímetro de piel de su verga.
Tenía que seguir avanzando despacio. Si bien me dejaba hacer a mis anchas con su pija, el silencio de Federico desde mi lance me aseguraba que aún él no estaba preparado para lo que su cuerpo deseaba hacer conmigo. Afirmé en mi mente una vez más de que era virgen. Virgen de todo; de mujeres, de hombres, de pajas compartidas, de sensaciones, de penes. Sus deseos se canalizaban en masturbarse todos los días o al menos hasta que su cuerpo se calmara.
- te gusta? pregunté casi susurrando para no romper el clima.
- si. Respondió por primera vez desde que me lanzara a él,
- sigo?
- si.
- por dónde?. Levanté mi cabeza, él también y nos miramos profundamente. Saqué mi mano de su miembro. Esta vez quería una respuesta con decisión.
Para mi sorpresa no respondió, pero cumplió a mi apriete besándome decididamente los labios.
Breve pero intenso retiró los labios de los míos y me cedió el siguiente paso.
Sin reparo y enérgicamente tomé su rostro y lo besé al tiempo que mi otra mano acariciaba su pecho con intensidad.
Respondió con la misma excitación ante mí. Comenzó a intentar sacarme la camisa de adentro de mi pantalón y luego fué hacía los botones. Con su otra mano buscaba mi erección a través de mi jean.
Ante el fracaso de desabrocharme el tercer botón de mi camisa, retiré mis manos de su cuerpo y lo ayudé a desvestirme. Casi arranqué mi camisa al tiempo que me estiraba hacía él para no interrumpir el juego de nuestras lenguas.
Con mi ayuda en la camisa, sus manos buscaron otra ocupación y bajaron hasta mi pantalón, el cual comenzó a desabrochar torpemente arrancándome algunos pelos de mi abdomen bajo.
Tiré mi camisa al suelo y procedí a agarrarlo por debajo de sus axilas, con la mayor parte de mis manos sobre su pecho lo atraje hacía a mi hasta que su pija chocó violentamente sobre mi pubis que comenzaba a asomar tras los botones desabrochados del jean.
Seguimos besándonos sin descanso, nuestras lenguas jugaban alternadamente en las bocas de ambos. Nuestros cuerpos pegados comenzaban a sudar calentura, sexo puro.
Perdía noción de la posición de sus manos y las mías.
En cierto momento estábamos ambos completamente desnudos, es decir, yo quedé completamente desnudo.
Sin dejar de besarlo y tocarlo lo empecé a empujar hacía la silla del escritorio de su padre, lo senté allí y comencé a bajar por su cuerpo chupando cada milímetro de su piel. Llegaba al pubis, su pene chocaba con mi pera y volvía a subir hasta su boca. Lo estaba haciendo desear, lo calentaba lentamente para pasar al siguiente paso.
Sus quejidos iniciales de placer fueron aumentando hasta transformarse en gemidos. Lo tenía a punto caramelo.
Dejé de chuparlo abruptamente y bajé sin reparo a su miembro duro como una piedra. Lentamente pasé mi lengua por los laterales de su tronco, lo hice repetidas veces y amagaba cada tanto a comérmela entera. Su deseo iba en aumento, hasta que pronunció la frase que esperaba: - Chupala por favor, no puedo más. Dijo con una voz extasiada, totalmente saturada de deseo y calentura.
Me metí su pija en la boca, lengüeteaba su glande resbaloso y brillante, me detenía con la punta en el frenillo y la uretra. Federico gemía y saltaba en pequeños espasmos. No quería que acabara aún por lo que regulaba la mamada ante cada espasmo.
Luego de varios minutos me saqué la pija de la boca, me paré y acerqué mi verga hirviendo a su rostro. Dudo instantes y se la acercó a la boca.
- Te va a gustar, creeme. Le dije para terminar de decidirlo.
Metió mi chota en su boca bruscamente y comenzó a mamarla. Denotaba que no era la primera vez que lo hacía, pero si que no cargaba con mucha experiencia en chuparla. Movimientos bruscos, poca lengua y algún roce de los dientes me daban ese diagnóstico, pero aún así deseaba que ese momento no terminase jamás.
Intenté visitarle la garganta con mi glande, pero la maniobra fue brusca y me soltó la pija tosiendo. Le pedí perdón, lo noté un poco asustado y me arrodillé frente a él a tiempo que lo empezaba a pajear lentamente friccionando cada tanto mi dedo sobre su frenillo para aprovechar el presemen que emanaba.
- FEDE, no quiero que hagas nada que no te guste, pero me calentás mucho. Quiero cogerte, te animás? Le dije suavemente, casi ronroneando.
Esbozó una sonrisa franca mostrando todos los dientes. – quiero probar pero no me animo. Me confesó.
- dejame a mi y paramos cuando vos digas, pero confiá en mi. No te voy a lastimar.
Juro que por momentos sentí que estaba a punto de cogerme un nene de doce años. Esa inocencia, calentura, inexperiencia y ternura con la que me hablaba me daban esa sensación, pero volvía a poner atención en su cuerpo y veía un lienzo en blanco para explayar mi mejor obra de arte sexual.
Volví a chupársela con ganas, lo pajeaba con una mano, mientras alternaba entre su cabeza y una garganta profunda cuando dejaba de pajearlo, todo a tiempo que masajeaba sus suaves y firmes pelotas con mi otra mano. En breves segundos lo llevé a la cima de su sexo, de toda su morbosidad y deseo. Sé que algo dijo pero no escuché. Solo sé que en ese momento en donde mi mente estaba en cámara lenta, sentí algo muy caliente en la boca justo en el momento que rodeaba su glande frenéticamente con mi lengua. Al instante y sin dejar de chupársela, mi boca se fue llenando de guasca caliente, agridulce, un licor anestésico que saboreaba en mi paladar y me resistía a tragar. Pero su corrida era intensa y debía nivelar el semen que se depositaba en mi boca tragando el sobrante para que no colme su capacidad. Su eyaculación fue tan intensa que en los segundos de la cima de su orgasmo tuve que agarrar fuertemente su pija ya que esta saltaba violentamente productos de fuertes espasmos con peligro de huir de mi boca. Esos segundos que duró todo su orgasmo fueron como años enteros de sexo exquisito, como si de golpe Cronos jugara intercambiando segundos por años.
Salí de su verga sin mediar palabra, su rostro estaba morado, chorreando sudor al igual que su pecho y nuestras respiraciones eran jadeos tan fuertes que podían escucharse hasta en la planta baja de la empresa.
Tardamos varios minutos en reponernos, pero yo quería más. Mis huevos aún no habían descargado y seguía tan caliente como el primer minuto de esa faena sexual.
Tomando unas gotas generosas de semen que escupí a propósito en el cuero de la silla, allí entre las piernas de Federico, al momento de sacar su verga palpitante de mi boca; las llevé con mis dedos hacía la entrada de su ano. Federico levantó instintivamente las piernas y sin dejar que su deseo desaparezca ante la brutal acabada que había tenido, comencé a meter un dedo lubricado en su licor. No dijo nada, todavía su mente estaba regresando del orgasmo vivido por lo que aproveché y agregué la punta de un segundo dedo. Esto si lo advirtió y me dijo que le dolía un poquito. Saqué el dedo extra y seguí penetrándolo con uno solo. Lo giraba, lo metía y sacaba reiteradas veces de su esfínter.
En breves minutos lo estaba penetrando con dos dedos al tiempo que acariciaba su verga a medio dormir. Una verga muy larga para estar flácida, pero muy blanda para estar erecta. Esto llevó a compensar la momentánea molestia que le causaban mis dedos dentro suyo con el placer de volver a experimentar lentamente una dura erección.
Pronto la dilatación en aumento de su esfínter amainó el dolor para transformarse en una sensación placentera. Empecé a masajear su próstata sin dejar atención a su miembro con la otra mano. Faltaba solo un poco más para llegar a mi cometido.
Me estiré levemente para comenzar a mamarlo de nuevo sin dejar de frotar su próstata. Cuando comenzó a emitir leves gemidos de placer introducí un tercer dedo en su culo perfectamente dilatado. No se percató y su miembro ya estaba otra vez lubricando.
Me levanté. Había llegado el momento. Lo acosté en el piso sobre la alfombra y levantando sus piernas apoyé mi glande babeante sobre la entrada de su culo.
Me acosté sobre él para besarlo al tiempo que le introducía la punta de mi pija.
- me duele, pará, pará! Dijo con desesperación.
- va la mitad fede, es un toque más.
- No, no pará.
Saqué mi verga y volví a meterla nuevamente en segundos, fui alternando las entradas mientras lo besaba.
En un momento y con un empujón seco se la metí hasta los huevos.
Gritó con dolor. Acaricié sus labios con mis dedos, lo besé y sin sacársela le dije:
- Aguantala unos segundos así, yo no me muevo. Pero una vez que el culo se adapte al tamaño de mi pija te juro que no te va a doler más.
- No, no pará por favor, me duele.
- En serio papi, en un toque, si el dolor no desaparece de a poco te prometo que la saco y no sigo. Confiá en mi, no te voy a lastimar.
Mis palabras ronroneantes lo calmaron y se entregó a mí. Su rostro fruncido aguantando la nueva sensación en su culo fue amainando con los segundos. En esos momentos comencé a moverme lentamente dentro de él. Una combinación equilibrada de movimientos con la disminución de su dolor.
Seguí así hasta que mi miembro entraba y salía con total soltura. Federico comenzaba a experimentar ese cambio de sensaciones de dolor por uno de placer.
Nos besábamos intensamente, pellizcaba sus tetillas, acariciaba su pecho y masturbaba su pene otra vez duro como una piedra.
Federico se movía a mi ritmo empujando su pelvis contra mi verga, acariciaba todo mi pecho, mi culo, mis piernas empapadas de sudor sexual.
No paramos un segundo durante varios minutos. Él dejó mi cuerpo para masturbarse con violencia y yo penetraba su culo en un mete y saca completo, frenético, con estocadas profundas. Nuestros cuerpos palpitaban sincronizadamente, el orgasmo a flor de piel nos atrapó en un momento único.
Saqué mi verga y velozmente masturbándome sobre él acabé con desmesura, con violencia, con un orgasmo que me hizo gritar como un gol de mi equipo de fútbol en una final. Mi semen se mezcló con el de Federico salpicando todo su pecho, su cara, su pelvis, su pelo y algo más allá por la alfombra. Siempre eyaculé mucha cantidad, normalmente suelo largar no menos de 5 o 6 chorros potentes de guasca a buena distancia, pero esta vez tuve algo inusual, algo demasiado explosivo. Sinceramente no llegué a contarlos pero a juzgar por como pinté sexualmente ese lienzo en blanco que significaba el cuerpo de Federico, no menos de 14 chorros de semen había expulsado sobre él.
Su acabada tampoco fué leve como la esperaba, teniendo en cuenta que ya iba por la segunda en pocos minutos.
Bajé a su pene que aún latía, lo chupé juntando el semen que chorreaba de él y subí a su boca arrastrando mi lengua desde su abdomen hasta su pecho juntando toda la leche a su paso. Nos besamos con mucha intensidad intercambiando fluidos de una boca a otra.
Volví a echarme hacía atrás y esta vez junte leche con mi verga aún erecta de su pecho y se la acerqué a su paladar el cual no hizo asco al regalo. Siguió chupando con ganas como si nunca hubiésemos acabado, la chupó con las mismas técnicas que había aprendido de mí minutos antes. Comencé a mover mi pelvis en su boca, acompañando la mamada que me daba Federico. Su lengua empezó a moverse con una aceleración increíble sobre la cabeza de mi pija y al cabo de varios minutos volví a eyacular, no con tanta intensidad y volumen, pero si con una sensación feroz de que la próstata iba a salirse por mi orto. La poca guasca que no tragó fue la que cayó sobre su rostro cuando sacó mi poronga de su boca. Las últimas gotas cayeron allí y si el porno me enseñó algo para estos casos, es que hay que desparramarlas por los labios con la punta de la verga. Eso hice para después terminar de limpiarlo en un beso profundo cargado de un final de ternura cuando nos miramos a los ojos.
Poco puedo contar el después de todo este polvo. Volvimos a hacerlo varias veces más pero nunca tuvimos, al menos yo, la adrenalina y el nivel de testosterona que tuve corriendo por mi cuerpo esa primera vez con Federico. La primera vez de Federico.
7 comentarios - El mejor polvo de mi vida (2º parte).