Hasta hace poco trabajé en una compañía en el micro centro en donde para acceder al edificio de las oficinas había que pasar primero por revisión de seguridad.
Si bien siempre tuve buena onda con l@s guardias, nuca me fije en ellos como targets sexuales. Siempre había un hombre y una mujer.
Una tarde, cuando me iba, una de las chicas me contó que eran sus últimos días ya que había renunciado. Si bien charlábamos a menudo nunca hubo segundas intenciones. De cara era normal, mas bien bonita. En cuanto el cuerpo no parecía nada de otro mundo. Esos uniformes no dejan mucho que ver.
Esta chica tiene un par de años más que yo, estaba casada hacía como cinco años y tenía una hija de dos. Entre una cosa y la otra me cuenta que estaba interesada en mi.
Fue tan frontal que no reaccioné.
-¿Me darías tu celular?- Me preguntó con carpa.
-¿Pero vos no estas casada? ¿No tenes una nena?
-Si. ¿Pero que pensas? Te lo pido de onda porque sos muy simpatico, y siempre tenés buena onda. Es para que sigamos en contacto.
-OK.- Le digo. -¿Tenés un papel?
-Decimelo bajito, yo me lo voy a acordar, no quiero que vean que te pedí tu celu.
Se lo di.
Todavía estaba pensando si lo que hice estaba bien cuando me llego un mensaje de texto: Agendate mi número. Rosario. Era ella.
Esa noche me mando numerosos mensajes preguntándome boludeces como que comidas me gustaban, que música escuchaba...
Finalmente dejó de escribirme. Ya tarde, estaba mirando Padre de Familia cuando empezó a sonar mi celular. Era ella. Atiendo.
-Hola.
-Hola, ¿como estas?
-Bien, estaba mirando un poco de televisión. ¿No es un poco tarde para que estes despierta?- Pregunté.
-Es que quería llamarte.
-¿Paso algo?- Le pregunté un poco temeroso.
-No. Nada. Acabo de tener relaciones con mi esposo y lo hice pensando en vos.
-¿Lo qué?
Si alguna vez había dudado de que si era o no media puta en ese momento se me disiparon todas las dudas.
Al otro día todo se me hizo largo, le había dicho de ir a tomar algo después del trabajo, había aceptado (obvio!) y ya le había mentido al esposo respecto a la hora que iba a llegar ese día.
Nos encontramos en la librería Ateneo, frente al Falabella de Florida y Corrientes.
-¿Querés ir a tomar un café?
-Bueno.- Dijo no muy convencida.
-Ok.- Le dije. -Si querés nos dejamos de dar vuelta y vamos a un telo.
-Mejor. Así tenemos más tiempo. No puedo zarparme y llegar a cualquier hora a mi casa, mi esposo se puede dar cuenta.
La mina iba al frente como piña.
Fuimos a uno que esta en Bouchard y Tucumán. Los telos del centro son carísimos, no es que sea tacaño pero el precio me dolió. Pensé en que más valía que la minita garche como los dioses que sino me iba a querer morir.
Ni bien entramos la estampé contra la pared y me la empecé a apretar mientras la ponía en bolas. Con las primeras caricias me di cuenta que tenía todo firme.
No le di tiempo de llegar a la cama, le tire al piso y me puse en cuclillas, la agarré del cuello y ahorcándola un poco le meti la verga en la boca. En un momento me pareció que me estaba zarpando demasiado y me frené.
-No pares.- Me dijo después de dar una bocanada de aire. -Seguí que me gusta, pero tratá que no me queden marcas.
Continué. Hice que me dé un buen beso negro sin siquiera preguntarle si le gustaba o no. Evidentemente le gustaba.
-Ahora es mi turno.- Le dije, y la di vuelta boca abajo.
La chica tenía un cuerpazo, nunca me había dado cuenta de eso (son esos uniformes feos que les hacen usar lo que no deja nada en evidencia).
Chupe tanto esa cola que podía meter cualquier cosa dentro, se había relajado tanto que ese ano se abria solo.
Le di una inyección de carne tan profunda que no pudo contener su grito.
-¡Me estas haciendo la cola de una!- Gritó.
-¡Claro! ¿No es lo que querías?- Contesté dándole bomba.
Desde mi posición la miraba, tenía un cuerpo hermoso, no podía creerlo.
-¡SI GUACHO!- Gritó esta vez.
Nos levantamos y nos fuimos a la cama. Esta vez iba a penetrarla por adelante. ¡Wow! Era increíble, esos labios verticales estaban húmedos y bien calientes. Recibían mi verga con una amabilidad nunca antes sentida. La sensación que me daba penetrarla era tan aluciante que tuve que contenerme para no eyacular de una.
-Ahora dejame a mi.- Dijo Rosario, y se me subió encima.
Tenía unas tetas de lujo, no podia creer lo buena que estaba (y encima había tenido una nena, no podía imaginar como sería antes!).
Sus moviemientos eran tan perfectos que nada podía hacer para detener el lechazo que se venía.
-¡Para por favor!- Grite.
-¿Vas a acabar?
-Me vas a hacer acabar.
Se reía a carcajadas.
-Quiero que acabes. Quiero dejarte bien sequito.
Frente a esas palabras nada pude hacer. Me retorcí de placer.
Rosario se fue a duchar y minutos después me le sumé. Franeleamos hasta que la volví tener dura. Comencé a bombearla de parado contra los azulejos del baño cada vez más fuerte.
-Dame la lechita.- Dijo. -Dame de tomar la lechita.
-¿La querés en la boca?
-Si.
La bombeé con fuerza hasta que ya no pude aguatar más; la tenía agarrada del pelo, se la saqué y sin soltarla la llevé hacia mi verga dura y venosa a punto de estallar.
Abrió la boca y cerró los ojos. Tomé una de sus manos y la llevé hacia mi cola, apoyé mi glande sobre su labio inferior y dejé salir mi semen, justo cuando su dedo se introducía en mi ano. Rosario se bebió hasta la última gota.
Si bien siempre tuve buena onda con l@s guardias, nuca me fije en ellos como targets sexuales. Siempre había un hombre y una mujer.
Una tarde, cuando me iba, una de las chicas me contó que eran sus últimos días ya que había renunciado. Si bien charlábamos a menudo nunca hubo segundas intenciones. De cara era normal, mas bien bonita. En cuanto el cuerpo no parecía nada de otro mundo. Esos uniformes no dejan mucho que ver.
Esta chica tiene un par de años más que yo, estaba casada hacía como cinco años y tenía una hija de dos. Entre una cosa y la otra me cuenta que estaba interesada en mi.
Fue tan frontal que no reaccioné.
-¿Me darías tu celular?- Me preguntó con carpa.
-¿Pero vos no estas casada? ¿No tenes una nena?
-Si. ¿Pero que pensas? Te lo pido de onda porque sos muy simpatico, y siempre tenés buena onda. Es para que sigamos en contacto.
-OK.- Le digo. -¿Tenés un papel?
-Decimelo bajito, yo me lo voy a acordar, no quiero que vean que te pedí tu celu.
Se lo di.
Todavía estaba pensando si lo que hice estaba bien cuando me llego un mensaje de texto: Agendate mi número. Rosario. Era ella.
Esa noche me mando numerosos mensajes preguntándome boludeces como que comidas me gustaban, que música escuchaba...
Finalmente dejó de escribirme. Ya tarde, estaba mirando Padre de Familia cuando empezó a sonar mi celular. Era ella. Atiendo.
-Hola.
-Hola, ¿como estas?
-Bien, estaba mirando un poco de televisión. ¿No es un poco tarde para que estes despierta?- Pregunté.
-Es que quería llamarte.
-¿Paso algo?- Le pregunté un poco temeroso.
-No. Nada. Acabo de tener relaciones con mi esposo y lo hice pensando en vos.
-¿Lo qué?
Si alguna vez había dudado de que si era o no media puta en ese momento se me disiparon todas las dudas.
Al otro día todo se me hizo largo, le había dicho de ir a tomar algo después del trabajo, había aceptado (obvio!) y ya le había mentido al esposo respecto a la hora que iba a llegar ese día.
Nos encontramos en la librería Ateneo, frente al Falabella de Florida y Corrientes.
-¿Querés ir a tomar un café?
-Bueno.- Dijo no muy convencida.
-Ok.- Le dije. -Si querés nos dejamos de dar vuelta y vamos a un telo.
-Mejor. Así tenemos más tiempo. No puedo zarparme y llegar a cualquier hora a mi casa, mi esposo se puede dar cuenta.
La mina iba al frente como piña.
Fuimos a uno que esta en Bouchard y Tucumán. Los telos del centro son carísimos, no es que sea tacaño pero el precio me dolió. Pensé en que más valía que la minita garche como los dioses que sino me iba a querer morir.
Ni bien entramos la estampé contra la pared y me la empecé a apretar mientras la ponía en bolas. Con las primeras caricias me di cuenta que tenía todo firme.
No le di tiempo de llegar a la cama, le tire al piso y me puse en cuclillas, la agarré del cuello y ahorcándola un poco le meti la verga en la boca. En un momento me pareció que me estaba zarpando demasiado y me frené.
-No pares.- Me dijo después de dar una bocanada de aire. -Seguí que me gusta, pero tratá que no me queden marcas.
Continué. Hice que me dé un buen beso negro sin siquiera preguntarle si le gustaba o no. Evidentemente le gustaba.
-Ahora es mi turno.- Le dije, y la di vuelta boca abajo.
La chica tenía un cuerpazo, nunca me había dado cuenta de eso (son esos uniformes feos que les hacen usar lo que no deja nada en evidencia).
Chupe tanto esa cola que podía meter cualquier cosa dentro, se había relajado tanto que ese ano se abria solo.
Le di una inyección de carne tan profunda que no pudo contener su grito.
-¡Me estas haciendo la cola de una!- Gritó.
-¡Claro! ¿No es lo que querías?- Contesté dándole bomba.
Desde mi posición la miraba, tenía un cuerpo hermoso, no podía creerlo.
-¡SI GUACHO!- Gritó esta vez.
Nos levantamos y nos fuimos a la cama. Esta vez iba a penetrarla por adelante. ¡Wow! Era increíble, esos labios verticales estaban húmedos y bien calientes. Recibían mi verga con una amabilidad nunca antes sentida. La sensación que me daba penetrarla era tan aluciante que tuve que contenerme para no eyacular de una.
-Ahora dejame a mi.- Dijo Rosario, y se me subió encima.
Tenía unas tetas de lujo, no podia creer lo buena que estaba (y encima había tenido una nena, no podía imaginar como sería antes!).
Sus moviemientos eran tan perfectos que nada podía hacer para detener el lechazo que se venía.
-¡Para por favor!- Grite.
-¿Vas a acabar?
-Me vas a hacer acabar.
Se reía a carcajadas.
-Quiero que acabes. Quiero dejarte bien sequito.
Frente a esas palabras nada pude hacer. Me retorcí de placer.
Rosario se fue a duchar y minutos después me le sumé. Franeleamos hasta que la volví tener dura. Comencé a bombearla de parado contra los azulejos del baño cada vez más fuerte.
-Dame la lechita.- Dijo. -Dame de tomar la lechita.
-¿La querés en la boca?
-Si.
La bombeé con fuerza hasta que ya no pude aguatar más; la tenía agarrada del pelo, se la saqué y sin soltarla la llevé hacia mi verga dura y venosa a punto de estallar.
Abrió la boca y cerró los ojos. Tomé una de sus manos y la llevé hacia mi cola, apoyé mi glande sobre su labio inferior y dejé salir mi semen, justo cuando su dedo se introducía en mi ano. Rosario se bebió hasta la última gota.
8 comentarios - Rosario, la guardia de seguridad.
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