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En memoria de Graciela L. (1940-2012)

Hola poringueros y poringueras. Hoy lo que me moviliza a escribirles es el recuerdo por Graciela L. que falleció el viernes luego de una penosa enfermedad. De inmediato me trajo el recuerdo de ese cuerpo escultural que tuvo hasta no hace mucho tiempo, solo venido a menos por su enfermedad. Sus pechos prominentes y su culo que zarandeaba en un sexy andar era la admiración de los hombres y la envidia de las vecinas. A mi me conocía de muy pequeño, me regalaba alfajores y caramelos cada vez que me veía por la calle. Con el correr del tiempo me elogiaba mi físico ("como quisiera un novio alto como vos") pero sin que sea nada zarpado ni nada del otro mundo.
Un día empezamos a coincidir en el viaje de regreso de nuestros trabajos, nos saludábamos y hablábamos cosas nuestras, chismes del barrio, etc. Así pasaron los dias pero nunca pude sacarme la idea de tener algo con esta mujer, era una fantasía que abrigaba desde la pubertad. Así que poco a poco empecé a desplegar todas mis armas de seducción disponibles. Paulatinamente la fui ganando, tan solo debía superar el prejuicio de estar a sus 53 años con un pibe próximo a cumplir los 21.
Aquel día el tren se detuvo en la estación Colegiales y por alguna razón dejó de funcionar, el tiempo pasaba y nosotros nos mirábamos calientes; nuestros cuerpos estaban en contacto por lo lleno que estaba el tren y casi sin darnos cuenta nos tomamos de la mano. Sin pensarlo dos veces bajamos del tren, salimos de la estación y nos fundimos en un caliente abrazo; nos besamos apasionadamente y nos dirigimos al hotel que está frente a la estación. Al ingresar a la suite ella dudó por un instante pero, decidido, rompí el hielo desabrochándole la blusa blanca y su ajustada pollera oscura. En ese preciso momento descubrí lo que fue objeto de mis fantasías, sus enormes senos sujetados por un brassier blanco y ese culo precioso que ni los años podían derrumbar. Tímidamente bajó la cremallera de mi jeans y sacó mi pene que pujaba por tomar aire, con mucha dulzura lo acariciaba y le dedicó una mamada suave y estimulante. Sus senos mostraban unos pezones grandes y erectos que con el roce de mis dedos se estimulaban aún más. Ya desnudos nos recostamos y nos dedicamos un exquisito 69, lamía con vigor su vagina que tenía un olor suave y afrodiscíaco. Ella gemía y se retorcía en pronunciados espasmos gozándo alocadamente. Me pedía que le acabe en la boca y eso hice para su delicia. Casi de inmediato ella se subió encima y empezó a cabalgar mi pene freneticamente; a esta altura sus instintos sexuales pudieron más que su recato y sus prejuicios, ya nada era como antes, era una hembra dispuesta a gozar con un hombre mucho más joven. Sus orgasmos eran evidentes al ver sus movimientos espasmódicos y sus alaridos de delirio. Al cabo de unos minutos mi semen innundó su vagina y su rostro evidenciaba que le estaban dando buen sexo. Gozaba desprejuiciada, por momentos reía y gritaba.
Nos quedamos recostados en la cama mirándonos casi sin entender o sin creer la situación, su mirada era sostenida y dulce, mi sonrisa en el rostro era signo de mi satisfacción.
Luego de hablar unos mimutos nos dimos una ducha y cuando nos estábamos por vestir para irnos nos empezamos a acariciar nuestras zonas erógenas y a besarnos, con mis dedos empecé a jugar con su ano acariciándolo y, con algo de gel, a meterle mis gruesos dedos. Noté como instintivamente ella trató de cerrar la puerta del ano pero a la vez gozaba con ello. Mi pene estaba listo para más acción, lucía erecto y bien duro. Ella tan solo se dejó llevar, estaba en cuatro con su cola a mi disposición. Con mucha paciencia (porque la vete estaba buena pero no tenía 20 años) empecé a introducir mi pene en su ano en medio de gritos de dolor y placer a la vez. Aunque costó bastante, dado el grueso de mi pene, pude penetrar su ano mientras ella, dándome la espalda, trataba de sujetarme como no permitiendo que me vaya o saque mi pene. Quedé un rato quieto y veo que se acariciaba su vagina, fue así que empecé a empujar lenta pero placenteramente hasta tomar algo de ritmo.
-Rompeme toda, bebé!!!!! Soy tuya!!!!
Escucharla me dio un morbo que me estimuló aun más; saberla una señora respetable, que conocía de mi tierna infancia me excitó mucho. Minutos más tarde su ano recibía todo mi semen. Nuevamente nos bañamos y de la mano salimos del hotel.
Su voluminoso cabello, su cuerpo bien encajado en su ropa y su perfume fue el último recuerdo de aquella noche. Dias después hablamos del tema y me pidió que no lo volvamos hacer pero no cumplimos. Nuestras noches de sexo y lujuria tuvieron fín cuando un día me fui del barrio y cambié de trabajo. Años más tarde, cuando iba a lo de mis viejos, me la crucé y nos saludamos como viejos vecinos. La última vez nos guiñamos el ojo cómplices.
Hoy, con un par de lágrimas en mis ojos, la traigo a mi memoria y comparto mi recuerdo con todos ustedes.
😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢 😢

3 comentarios - En memoria de Graciela L. (1940-2012)

bicar
por lo menos te diste el gusto...