Tengo 35 años, casada y muy calentona, infiel patológica, mi marido no tiene ninguna culpa de haberse casado con una mujer que gusta del sexo de manera irrefrenable.
Desde muy chica, aun en la escuela primaria, ya sabía de los placeres del sexo, a pesar de mi corta edad; cotidianamente, ya fuera de día o de noche, me masajeaba el clítoris produciéndome deliciosas sensaciones en mi conchita todavía virgen.
En la secundaria tuve mis primeras experiencias con chicos del colegio, dejándome manosear y también toqueteándoles las pijas paradas. Aun cuando tenía a mi novio, con el que nos franeleábamos todo el tiempo, tenía varios "amiguitos" que disfrutaban de mi cuerpo. Lo mejor en esa época fue en una excursión, donde me agarraron entre tres compañeros, me desnudaron y les chupé la pija a los tres hasta que los hice acabar, fue la primera vez que chupaba una verga. A partir de ahí lo que más me encantaba era chupársela a mis novios y amigos.
En el último año de la secundaria por fin entregué mi virginidad vaginal a mi novio de turno, me cogía a diario y yo encantada me entregaba por completo, con él probé por primera vez el semen y eso me fascinó. Siempre terminaba tragándome la leche, me encantaba su eyaculación en mi boca. Pero entonces quise probar otras leches y le metía los cuernos con algunos amigos a los que también los hacia acabar en mi boca tragándome su leche.
Así fue que tuve muchos novios, pero a ninguno le fui fiel, siempre tenía "amigos de confianza" que me cogían en la primera oportunidad que se presentaba. Para entonces ya también había probado el sexo anal y por supuesto, me enloquecía.
Hasta que conocí a Armando, mi actual esposo; tuvimos un noviazgo de dos años, todos los días entre semana garchábamos en su auto, pero los fines de semana me llevaba a algún hotel y cogíamos como animales, me tomaba fotografías y algunas veces me filmaba. Pero como con los novios anteriores, tampoco le era nada fiel, cogía con amigos y con ex novios en la menor oportunidad que tenía.
Pero yo tenía el firme propósito de que una vez casada no lo volvería a engañar. Así que días antes del casamiento me agasaje con varias despedidas de soltera. Amigos y ex novios gozaron mi cuerpo en lo que yo pensaba sería por última vez. Tres días antes de la boda realicé la fantasía que siempre había anhelado y me encamé con dos hombres, unos hermanos mecánicos, vecinos de mis padres; me cogieron pegándome una doble penetración en todas las acepciones posibles y como siempre terminé tragándome la leche de ambos.
Pero en lo que creí seria mi último "palo" con un hombre diferente a mi novio y ahora esposo, fue con mi antepenúltimo novio, con quien nunca había dejado de coger, eso fue nada menos que la noche anterior a mi matrimonio, me dio verga por todos lados. Ahora si pensaba que era la última vez.
Los dos primeros años de "feliz matrimonio" cumplí con absoluta fidelidad, resistiendo las múltiples tentaciones que me asaltaban a cada rato. Los que estuvieron a punto de convencerme fueros los hermanos mecánicos que querían repetir la hazaña de ensartarme entre los dos. Pero resistí.
Todo marchaba bien, éramos un matrimonio absolutamente “normal”. Evitamos los hijos para disfrutar algún tiempo en pareja. Armando trabaja en una compañía de seguros, por lo que constantemente tiene que viajar al interior, viajes cortos que nunca duran más de tres días, en los que tenemos contacto por Internet a través de la cámara web y nos masturbamos.
El viernes era nuestro "día de solteros", él se iba con sus amigos a jugar al póquer y yo con mis amigas a tomar unas copas. Se turnaban para jugar cada semana en la casa de alguno de ellos y cuando le tocaba a Armando ser el anfitrión me quedaba en casa para ayudarle a atender a sus amigos, quienes a veces traían a sus esposas, había veces que yo también lo acompañaba, pero la mayoría de las ocasiones estaban solos.
Todo iba muy bien, pero se me empezó a calentar la chichi por uno de ellos llamado Ricardo, un tipo churrísimo, su presencia me ponía muy nerviosa. Otra vez la idea de una verga diferente me estaba provocando. A mi esposo no le gusta demasiado cogerme por atrás, ni acabarme en la boca, lo que me tenía "ganosa" de sentir nuevamente una pija en mi culo y el sabor inigualable de la leche de macho.
Durante algunas semanas en que la partida de póquer se realizó en nuestra casa, estuve super pendiente de las miradas lujuriosas de Ricardo, que me desnudaban y la verdad me calentaban al grado de mojarme. Mis fantasías con él se volvieron recurrentes, tanto que cuando Armando me cogía cerraba los ojos e imaginaba que estaba con su amigo Ricardo.
En principio creí que sólo era mi imaginación calenturienta, pero una noche de póquer, descubrí que Ricardo me miraba descaradamente con deseo y cada vez que podía no apartaba la mirada de mis piernas y decidí darle el gusto. Fingiendo no darme cuenta de sus contemplaciones, procuraba facilitarle su caliente actitud, me sentaba frente a él procurando que se me viera lo más posible de las piernas y por momentos separaba los muslos para que pudiera verme la tanguita casi transparente. Ese juego me ponía muy caliente e inconscientemente lo coqueteaba con sonrisa insinuante y él me correspondía de igual forma. Ya tenía la bombachita bien mojada y me fui a la habitación para cambiármela, pero después de sacármela, decidí no ponerme otra y exhibirle a Ricardo mi conchita semi-depilada. Así lo hice. Con indudable cinismo le enseñaba mi sexo y él me miraba sin poder disimular su desesperación. Silenciosamente estábamos de acuerdo en que nos deseábamos sexualmente. Así transcurrió esa candente noche y al despedirnos nos besamos bien cerca de las bocas y nos tocamos levemente, pero sabiendo seriamente lo que nos pasaba.
Así pasaron varias "noches de póquer" en mi casa, incluso yo animaba a Armando para que fuera él quien invitara a sus amigos argumentando que era más seguro para él, ya que no tendría que manejar el auto habiendo tomado alguna copas. Con su amigo Ricardo cada vez éramos más caraduras y yo le enseñaba con más descaro mi concha despojada de bombacha. Era sólo cuestión de que alguno de los dos tomara la iniciativa y hablara claro para consumar lo que se nos anunciaba con pitos y matracas.
Había caído de lleno en la tentación y estaba dispuesta a incumplir mi auto-promesa de fidelidad. No tardé mucho en tener noticias de Ricardo, el lunes siguiente a la última "reunión de póquer" que se organizó en nuestra casa, el hombre de mis fantasías eróticas llamó por teléfono buscando a mi esposo, a sabiendas que a esa hora estaba en el trabajo. Nuestra charla no era sexual, pero sí llena de insinuaciones mutuas, en lo que yo tenía de experiencia, instintivamente le pregunté si usaba del Internet e intercambiamos el msn y los números de celulares. Todo estaba decidido, aunque no habíamos tocado explícitamente el tema sexual. Sólo había que buscar el momento oportuno.
Como mandado a hacer, esa noche Armando me dijo que saldría de viaje por dos días. Al día siguiente, en cuanto mi marido se despidió, llamé a Ricardo para pedirle que se conectara a Internet. Quizá mi esposo aun estaba en el aeropuerto cuando yo ya estaba en tetas y la pequeña tanga transparente exhibiéndole mi cuerpo a Ricardo, quien me mostraba sin pudores su robusta pija parada.
A poco ya me había quitado la bombachita y bailaba desnuda para Ricardo a través de la red. Me di tiempo mental a que el vuelo de mi marido saliera y le propuse a Ricardo que viniera a casa, que la esperaría bien caliente y en bolas. Aceptó de inmediato y no tardó en llegar.
En cuanto Ricardo cerró la puerta nos fundimos en un apasionado beso metiéndonos la lengua e intercambiando saliva, sus manos recorrían con libertad todo mi cuerpo haciéndome sentir la dureza de su erección contra mi vientre. Primero accedí a “posar” unos minutos para que él admirara mi cuerpo desnudo y luego me senté en sus piernas para seguir besuqueándonos y manoseándonos a piacere. Me chupaba las tetas con fruición mientras me acariciaba y exploraba la concha y toda la zona.
Era mi turno, me senté a su lado y le bajé el cierre de la bragueta sacándole su exquisita verga para saborearla; se la colmaba de besos y chupetones para después pegarle una soberbia mamada como me gusta dar y aunque deseaba su leche como una adicta, procuraba evitar que me acabara aún; apenas estábamos empezando, mientras Ricardo me dedeaba alternadamente la vulva y el culito.
Se desnudó con rapidez y me monté metiéndome yo misma su hermosura en mi volcánica cueva, efectuaba innumerables sentadillas en su vergota poseída por un éxtasis incontenible, era maravilloso sentir su verga dentro de mí. Ricardo me mamaba las tetas y metía su dedo en mi culito al compás de las sentadas sobre su durísima poronga.
Minutos más tarde cambiamos de pose poniéndome a lo "perrita" sobre el sillón, para que Ricardo me ensartara con su delicia sexual; se aferraba de mis tetas con una mano y con la otra me frotaba el clítoris. No pronunciábamos palabra, sólo jadeos y una que otra palabra para hacernos saber lo bien que la estábamos pasando. Así tuve mi primer orgasmo sin que Ricardo dejara de meter y sacar su vergota de mi concha.
Nuevo cambio de pose, esta vez estando de pie, Ricardo me la metió mientras yo me colgaba de su cuello y enroscando mis piernas en su cintura, me sostenía en vilo dándome bomba en un alarde de fortaleza física y sexual como nunca otro hombre me había ofrendado. Así duramos varios minutos, luego me depositó en el sillón, sin sacármela, y levantó mis piernas hasta sus hombros sin perder el ritmo de las acomedidas. El placer era indescriptible, por el acople perfecto que teníamos y por el morbo de que quien me estaba cogiendo era nada menos que el amigo de mi marido.
Luego de un rato, me sobrevino un segundo orgasmo aun más placentero que el primero. Estaba a punto de pedirle a Ricardo que me metiera la verga por el culo, pero como si me leyera la mente me sacó la verga de la concha y la puso contra mi culo, hizo una pausa quizá para conocer mi reacción ante su amago, le ahorré la posible pregunta diciéndole:
-Metémela por el culo. Rompémelo sin miedo-.
Ante mi súplica, Ricardo empujó con cierta energía pero sin lastimarme y mi culito empezó a tragarse su endurecida verga, poco a poco fue penetrando en mi ano, recto e intestino hasta que la tuve toda adentro y sólo sus huevos quedaron afuera.
Poco a poco sus embestidas por atrás fueron tomando velocidad, su verga entraba y salía de mi culo con el ritmo de mis jadeos y mis gemidos de placer. Después de tanto tiempo sin probar el exquisito deleite de una pija en mis entrañas me producía los más suculentos placeres que sexualmente se puedan obtener.
Después de algún tiempo exploté nuevamente en el orgasmo más intenso de los últimos años y momentos después Ricardo me alertaba que estaba a punto de eyacular. Le pedí presurosa que no me acabara adentro de mi culo, que me moría porque me lo hiciera en la boca, era algo que calladamente estaba deseando desde que me casé. Sin tiempo a reflexiones Ricardo sacó su verga de mi culo y la metió entre mis labios, entonces me puse a chupársela con desesperación y en cuestión de segundos mi boca estaba llena de su leche, que con deleite saboreaba antes de tragarla, sí que tenia una eyaculación abundante, y cada chorro de semen la paladeaba con delicia.
Cuando los chorros de semen cesaron, aun le chupaba la verga y besándosela agradecida por el placer que me había proporcionado.
En eso estábamos cuando sonó el teléfono celular. Tal como lo imaginaba, era Armando, mi esposo, que me decía que había llegado bien a su destino; yo, aun con la boca llena del semen de su amigo, le decía que lo extrañaba y que en la noche nos veríamos a través de la cámara web. Ricardo se mantenía en silencio escuchando cómo hablaba con mi esposo mientras le chupaba la verga a él. No era una situación nueva para mí, varias veces antes había hablado por teléfono con él cuando éramos novios, con la boca llena de leche de otro hombre.
Por ese día Ricardo y yo habíamos terminado nuestra aventura pero quedamos en vernos el día siguiente para volver a matarnos, prometiéndole que me dejaría coger en todas las formas que él quisiera, como si fuera un sacrificio para mí, cuando la verdad era que lo deseaba con pasión y me daba vergüenza confesárselo, pero ya estábamos en ese compromiso. Quedamos en que nuestro próximo encuentro sería en un hotel, para evitar que los vecinos murmuraran que recibía visitas masculinas en ausencia de mi esposo.
Esa noche Armando me mostraba su vergota por la cámara web y yo le exhibía "mis rinconcitos" diciéndole lo mucho que lo deseaba; lo que mi marido no sabía era que sólo me estaba calentando para que al día siguiente su amigo me cogiera por todos los agujeros. Tal como sucedió. Fue delicioso volver a tener una verga incrustada entre mis nalgas llenando mi culo de placer y ya era imposible dejar de hacerlo, no sólo con Ricardo, ya mi calentura crónica se había desatado y planeaba coger con otros como en mis tiempos de soltera.
Esa misma noche establecí contacto telefónico con algunos de mis antiguos amantes, quienes estaban más que dispuestos a cogerme y a disfrutar mi cuerpo, incluidos los hermanos mecánicos vecinos de mis padres.
Armando es un hombre bueno y confiado, no sospecha absolutamente nada de lo que hago con otros hombres en su ausencia. A veces siento cierto remordimiento de conciencia, pero mi naturaleza sexópata no me permite ser mujer de un solo hombre.
autor: Georgina del C
Desde muy chica, aun en la escuela primaria, ya sabía de los placeres del sexo, a pesar de mi corta edad; cotidianamente, ya fuera de día o de noche, me masajeaba el clítoris produciéndome deliciosas sensaciones en mi conchita todavía virgen.
En la secundaria tuve mis primeras experiencias con chicos del colegio, dejándome manosear y también toqueteándoles las pijas paradas. Aun cuando tenía a mi novio, con el que nos franeleábamos todo el tiempo, tenía varios "amiguitos" que disfrutaban de mi cuerpo. Lo mejor en esa época fue en una excursión, donde me agarraron entre tres compañeros, me desnudaron y les chupé la pija a los tres hasta que los hice acabar, fue la primera vez que chupaba una verga. A partir de ahí lo que más me encantaba era chupársela a mis novios y amigos.
En el último año de la secundaria por fin entregué mi virginidad vaginal a mi novio de turno, me cogía a diario y yo encantada me entregaba por completo, con él probé por primera vez el semen y eso me fascinó. Siempre terminaba tragándome la leche, me encantaba su eyaculación en mi boca. Pero entonces quise probar otras leches y le metía los cuernos con algunos amigos a los que también los hacia acabar en mi boca tragándome su leche.
Así fue que tuve muchos novios, pero a ninguno le fui fiel, siempre tenía "amigos de confianza" que me cogían en la primera oportunidad que se presentaba. Para entonces ya también había probado el sexo anal y por supuesto, me enloquecía.
Hasta que conocí a Armando, mi actual esposo; tuvimos un noviazgo de dos años, todos los días entre semana garchábamos en su auto, pero los fines de semana me llevaba a algún hotel y cogíamos como animales, me tomaba fotografías y algunas veces me filmaba. Pero como con los novios anteriores, tampoco le era nada fiel, cogía con amigos y con ex novios en la menor oportunidad que tenía.
Pero yo tenía el firme propósito de que una vez casada no lo volvería a engañar. Así que días antes del casamiento me agasaje con varias despedidas de soltera. Amigos y ex novios gozaron mi cuerpo en lo que yo pensaba sería por última vez. Tres días antes de la boda realicé la fantasía que siempre había anhelado y me encamé con dos hombres, unos hermanos mecánicos, vecinos de mis padres; me cogieron pegándome una doble penetración en todas las acepciones posibles y como siempre terminé tragándome la leche de ambos.
Pero en lo que creí seria mi último "palo" con un hombre diferente a mi novio y ahora esposo, fue con mi antepenúltimo novio, con quien nunca había dejado de coger, eso fue nada menos que la noche anterior a mi matrimonio, me dio verga por todos lados. Ahora si pensaba que era la última vez.
Los dos primeros años de "feliz matrimonio" cumplí con absoluta fidelidad, resistiendo las múltiples tentaciones que me asaltaban a cada rato. Los que estuvieron a punto de convencerme fueros los hermanos mecánicos que querían repetir la hazaña de ensartarme entre los dos. Pero resistí.
Todo marchaba bien, éramos un matrimonio absolutamente “normal”. Evitamos los hijos para disfrutar algún tiempo en pareja. Armando trabaja en una compañía de seguros, por lo que constantemente tiene que viajar al interior, viajes cortos que nunca duran más de tres días, en los que tenemos contacto por Internet a través de la cámara web y nos masturbamos.
El viernes era nuestro "día de solteros", él se iba con sus amigos a jugar al póquer y yo con mis amigas a tomar unas copas. Se turnaban para jugar cada semana en la casa de alguno de ellos y cuando le tocaba a Armando ser el anfitrión me quedaba en casa para ayudarle a atender a sus amigos, quienes a veces traían a sus esposas, había veces que yo también lo acompañaba, pero la mayoría de las ocasiones estaban solos.
Todo iba muy bien, pero se me empezó a calentar la chichi por uno de ellos llamado Ricardo, un tipo churrísimo, su presencia me ponía muy nerviosa. Otra vez la idea de una verga diferente me estaba provocando. A mi esposo no le gusta demasiado cogerme por atrás, ni acabarme en la boca, lo que me tenía "ganosa" de sentir nuevamente una pija en mi culo y el sabor inigualable de la leche de macho.
Durante algunas semanas en que la partida de póquer se realizó en nuestra casa, estuve super pendiente de las miradas lujuriosas de Ricardo, que me desnudaban y la verdad me calentaban al grado de mojarme. Mis fantasías con él se volvieron recurrentes, tanto que cuando Armando me cogía cerraba los ojos e imaginaba que estaba con su amigo Ricardo.
En principio creí que sólo era mi imaginación calenturienta, pero una noche de póquer, descubrí que Ricardo me miraba descaradamente con deseo y cada vez que podía no apartaba la mirada de mis piernas y decidí darle el gusto. Fingiendo no darme cuenta de sus contemplaciones, procuraba facilitarle su caliente actitud, me sentaba frente a él procurando que se me viera lo más posible de las piernas y por momentos separaba los muslos para que pudiera verme la tanguita casi transparente. Ese juego me ponía muy caliente e inconscientemente lo coqueteaba con sonrisa insinuante y él me correspondía de igual forma. Ya tenía la bombachita bien mojada y me fui a la habitación para cambiármela, pero después de sacármela, decidí no ponerme otra y exhibirle a Ricardo mi conchita semi-depilada. Así lo hice. Con indudable cinismo le enseñaba mi sexo y él me miraba sin poder disimular su desesperación. Silenciosamente estábamos de acuerdo en que nos deseábamos sexualmente. Así transcurrió esa candente noche y al despedirnos nos besamos bien cerca de las bocas y nos tocamos levemente, pero sabiendo seriamente lo que nos pasaba.
Así pasaron varias "noches de póquer" en mi casa, incluso yo animaba a Armando para que fuera él quien invitara a sus amigos argumentando que era más seguro para él, ya que no tendría que manejar el auto habiendo tomado alguna copas. Con su amigo Ricardo cada vez éramos más caraduras y yo le enseñaba con más descaro mi concha despojada de bombacha. Era sólo cuestión de que alguno de los dos tomara la iniciativa y hablara claro para consumar lo que se nos anunciaba con pitos y matracas.
Había caído de lleno en la tentación y estaba dispuesta a incumplir mi auto-promesa de fidelidad. No tardé mucho en tener noticias de Ricardo, el lunes siguiente a la última "reunión de póquer" que se organizó en nuestra casa, el hombre de mis fantasías eróticas llamó por teléfono buscando a mi esposo, a sabiendas que a esa hora estaba en el trabajo. Nuestra charla no era sexual, pero sí llena de insinuaciones mutuas, en lo que yo tenía de experiencia, instintivamente le pregunté si usaba del Internet e intercambiamos el msn y los números de celulares. Todo estaba decidido, aunque no habíamos tocado explícitamente el tema sexual. Sólo había que buscar el momento oportuno.
Como mandado a hacer, esa noche Armando me dijo que saldría de viaje por dos días. Al día siguiente, en cuanto mi marido se despidió, llamé a Ricardo para pedirle que se conectara a Internet. Quizá mi esposo aun estaba en el aeropuerto cuando yo ya estaba en tetas y la pequeña tanga transparente exhibiéndole mi cuerpo a Ricardo, quien me mostraba sin pudores su robusta pija parada.
A poco ya me había quitado la bombachita y bailaba desnuda para Ricardo a través de la red. Me di tiempo mental a que el vuelo de mi marido saliera y le propuse a Ricardo que viniera a casa, que la esperaría bien caliente y en bolas. Aceptó de inmediato y no tardó en llegar.
En cuanto Ricardo cerró la puerta nos fundimos en un apasionado beso metiéndonos la lengua e intercambiando saliva, sus manos recorrían con libertad todo mi cuerpo haciéndome sentir la dureza de su erección contra mi vientre. Primero accedí a “posar” unos minutos para que él admirara mi cuerpo desnudo y luego me senté en sus piernas para seguir besuqueándonos y manoseándonos a piacere. Me chupaba las tetas con fruición mientras me acariciaba y exploraba la concha y toda la zona.
Era mi turno, me senté a su lado y le bajé el cierre de la bragueta sacándole su exquisita verga para saborearla; se la colmaba de besos y chupetones para después pegarle una soberbia mamada como me gusta dar y aunque deseaba su leche como una adicta, procuraba evitar que me acabara aún; apenas estábamos empezando, mientras Ricardo me dedeaba alternadamente la vulva y el culito.
Se desnudó con rapidez y me monté metiéndome yo misma su hermosura en mi volcánica cueva, efectuaba innumerables sentadillas en su vergota poseída por un éxtasis incontenible, era maravilloso sentir su verga dentro de mí. Ricardo me mamaba las tetas y metía su dedo en mi culito al compás de las sentadas sobre su durísima poronga.
Minutos más tarde cambiamos de pose poniéndome a lo "perrita" sobre el sillón, para que Ricardo me ensartara con su delicia sexual; se aferraba de mis tetas con una mano y con la otra me frotaba el clítoris. No pronunciábamos palabra, sólo jadeos y una que otra palabra para hacernos saber lo bien que la estábamos pasando. Así tuve mi primer orgasmo sin que Ricardo dejara de meter y sacar su vergota de mi concha.
Nuevo cambio de pose, esta vez estando de pie, Ricardo me la metió mientras yo me colgaba de su cuello y enroscando mis piernas en su cintura, me sostenía en vilo dándome bomba en un alarde de fortaleza física y sexual como nunca otro hombre me había ofrendado. Así duramos varios minutos, luego me depositó en el sillón, sin sacármela, y levantó mis piernas hasta sus hombros sin perder el ritmo de las acomedidas. El placer era indescriptible, por el acople perfecto que teníamos y por el morbo de que quien me estaba cogiendo era nada menos que el amigo de mi marido.
Luego de un rato, me sobrevino un segundo orgasmo aun más placentero que el primero. Estaba a punto de pedirle a Ricardo que me metiera la verga por el culo, pero como si me leyera la mente me sacó la verga de la concha y la puso contra mi culo, hizo una pausa quizá para conocer mi reacción ante su amago, le ahorré la posible pregunta diciéndole:
-Metémela por el culo. Rompémelo sin miedo-.
Ante mi súplica, Ricardo empujó con cierta energía pero sin lastimarme y mi culito empezó a tragarse su endurecida verga, poco a poco fue penetrando en mi ano, recto e intestino hasta que la tuve toda adentro y sólo sus huevos quedaron afuera.
Poco a poco sus embestidas por atrás fueron tomando velocidad, su verga entraba y salía de mi culo con el ritmo de mis jadeos y mis gemidos de placer. Después de tanto tiempo sin probar el exquisito deleite de una pija en mis entrañas me producía los más suculentos placeres que sexualmente se puedan obtener.
Después de algún tiempo exploté nuevamente en el orgasmo más intenso de los últimos años y momentos después Ricardo me alertaba que estaba a punto de eyacular. Le pedí presurosa que no me acabara adentro de mi culo, que me moría porque me lo hiciera en la boca, era algo que calladamente estaba deseando desde que me casé. Sin tiempo a reflexiones Ricardo sacó su verga de mi culo y la metió entre mis labios, entonces me puse a chupársela con desesperación y en cuestión de segundos mi boca estaba llena de su leche, que con deleite saboreaba antes de tragarla, sí que tenia una eyaculación abundante, y cada chorro de semen la paladeaba con delicia.
Cuando los chorros de semen cesaron, aun le chupaba la verga y besándosela agradecida por el placer que me había proporcionado.
En eso estábamos cuando sonó el teléfono celular. Tal como lo imaginaba, era Armando, mi esposo, que me decía que había llegado bien a su destino; yo, aun con la boca llena del semen de su amigo, le decía que lo extrañaba y que en la noche nos veríamos a través de la cámara web. Ricardo se mantenía en silencio escuchando cómo hablaba con mi esposo mientras le chupaba la verga a él. No era una situación nueva para mí, varias veces antes había hablado por teléfono con él cuando éramos novios, con la boca llena de leche de otro hombre.
Por ese día Ricardo y yo habíamos terminado nuestra aventura pero quedamos en vernos el día siguiente para volver a matarnos, prometiéndole que me dejaría coger en todas las formas que él quisiera, como si fuera un sacrificio para mí, cuando la verdad era que lo deseaba con pasión y me daba vergüenza confesárselo, pero ya estábamos en ese compromiso. Quedamos en que nuestro próximo encuentro sería en un hotel, para evitar que los vecinos murmuraran que recibía visitas masculinas en ausencia de mi esposo.
Esa noche Armando me mostraba su vergota por la cámara web y yo le exhibía "mis rinconcitos" diciéndole lo mucho que lo deseaba; lo que mi marido no sabía era que sólo me estaba calentando para que al día siguiente su amigo me cogiera por todos los agujeros. Tal como sucedió. Fue delicioso volver a tener una verga incrustada entre mis nalgas llenando mi culo de placer y ya era imposible dejar de hacerlo, no sólo con Ricardo, ya mi calentura crónica se había desatado y planeaba coger con otros como en mis tiempos de soltera.
Esa misma noche establecí contacto telefónico con algunos de mis antiguos amantes, quienes estaban más que dispuestos a cogerme y a disfrutar mi cuerpo, incluidos los hermanos mecánicos vecinos de mis padres.
Armando es un hombre bueno y confiado, no sospecha absolutamente nada de lo que hago con otros hombres en su ausencia. A veces siento cierto remordimiento de conciencia, pero mi naturaleza sexópata no me permite ser mujer de un solo hombre.
autor: Georgina del C
11 comentarios - Esposa de Uno, Mujer de Muchos
a compartir con todos y todas
🙂
+10 y a favoritos también
que barbaro tu relato .
conocí una puta así. ella pensaba que era una reina y lo era.
era la reina de las putas .
por eso me gustó tanto tu relato.
lo dejo en favoritos y volvere con porotos para vos.
🆒 🆒 🆒
muy buen post y gracias por compartir
Sería muy bueno ver tu coment en mi ultimo post 😉
GRACIAS POR DISFRUTAR Y COMPARTIR !!!