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El amor es más fuerte

Pero el amor es más fuerte, canta Fito Páez en uno de sus clásicos más conocidos.

¿Será cierto?

Distintas pruebas de amor se dan durante nuestras vidas. Algunas simples, sencillas: una caricia, disfrutar el aroma a fruta fresca de nuestra amada, una buena noche de sexo animal o simplemente el poder que da el dinero para conquistar a una persona a la que todo lo demás, no le importa. Hay amores que simplemente disfrutan del sexo, descartando el inicio de cualquier relación duradera, lo que no tiene por qué transformarlos en animales sin sentimientos, sino, por el contrario, en desnudos amantes. Simplemente, amor físico. Otros, sin embargo, dependen sí o sí de sensaciones, como las famosas mariposas en el estómago que presagian, nerviosas, el beso que vendrá y los ¨te quiero o te necesito¨ para seguir la vida juntos, hasta el fin. Finalmente, podríamos encontrar a aquellos que disfrutan solamente del orgasmo que ofrece el dinero en cantidades impensadas y que disfrutan hasta el paroxismo el revolcarse sobre diamantes, rosas o ante la simple visión de un auto nuevo.

Burton & Taylor, por ejemplo, vivían chochos de contentos encamándose cada vez que podían, ella permitiendo que él la fajara duro y parejo y él disfrutando las infidelidades de ella. Marilyn y Miller… otro ejemplo de amor solamente por la fama de ambos: un premio Pulitzer y una estrellita más que apetecible. Rainiero y Grace: lo más de lo más en lo que a historias de amor se refiere. O Rita y el Khan: puro dinero y nada más.

Pero mejor, volvamos a la historia de esta noche.

Porque el amor será más fuerte… pero no más grande.

Ella se supo amada desde el primer momento en que lo conoció. Cerraba los ojos e imaginaba su vida de ahora en más, rodeada de servidores, viviendo en palacios de cuentos en lugares soñados a los que se llegaba solamente volando en una alfombra mágica. Supo disfrutar sin límites de la pompa y boato que se le ofrecía a cada paso que daba y la tenue voz que salía de su garganta, apenas susurros que escapaban de sus labios, se convertían inmediatamente en órdenes que la hacían soñar despierta en su reino de hadas maravilloso e interminable.

En poco tiempo más iba a ser reina.

LA REINA
del imperio más grande jamás conocido.

Cuentan por ahí, que la noche de bodas, el palacio estaba envuelto en un aura divina, mística y sobrenatural. Las celebridades que ingresaban en su interior, caían desmayadas al contemplar las muestras de amor que su nuevo marido le ofrecía. Copas de oro macizo y cubiertos de plata adornaban las mesas. Los manjares más deliciosos habían sido traídos de los rincones más desconocidos del planeta y un ejército de mozos se ocupaba de todos los detalles.

Mientras el rey, desde un lugar secreto, espiaba ansioso el momento en que ella hiciera su aparición, dejando a su paso, miradas de envidia, ilusión y rencor.

Le había prometido conocerlo más íntimamente esa noche, en donde por fin podrían dar rienda suelta a su pasión. Sabido era que el rey, como todo rey, no era muy dotado físicamente. Gordo, petiso, con bigotones ridículos y enfundado en un traje militar lleno de condecoraciones de batallas jamás realizadas y con un pene más chico que su cerebro de rey. Cierta vez, había ordenado cortarle la lengua a todas las amantes que había pagado para que se mantuviera en sumo secreto lo poco hombre que era, aparte de malo en las lides amatorias, quienes podían ser reconocidas fácilmente al verlas mendigar en las afueras del pueblo, tratando de coordinar alguna palabra.

Eso era el rey. Lo opuesto a la reina. Déspota odiado por el pueblo y temido por la ferocidad de sus métodos.

Decir que estaba radiante y más bella de lo que era naturalmente, sería verdad absoluta. Detrás del vello que ocultaba su sonrisa perfecta, bailó, rió y disfrutó de la mano de su rey, comprobando que el cuento de hadas recién comenzaba y no tendría fin. Hasta que al amanecer, donde ya solos y en la habitación real, quisieron amarse. Tuvo que soportar la lastimosa imagen de su cónyuge, cuyo regalo principal era apenas un colgajo de carne deforme frente al cuerpo perfecto de ella. Deseosa de ser poseída, abrió la boca para hacerlo disfrutar y al cabo de unos minutos, acalambrada la mandíbula, cambió de estrategia. Quiso… pero por más que se esforzó… no pudo conseguir más que tímidos temblequeos de su débil miembro.

Le prometió volver a intentarlo al día siguiente, descansados y al atardecer. El rey asintió con la cabeza y dándose media vuelta en la cama gigante, comenzó a roncar. Ella lo imitó abrazándolo, mientras intentaba frenar las lágrimas que peleaban por escapar de sus ojazos color almendra. El sol que empezaba a ocultarse en el horizonte los encontró aún abrazados y desnudos. Mientras trataba de despertarse, contemplaba a través de la ventana del cuarto los límites interminables del que ahora, era su reino. Orgullosa como estaba, besó a su esposo sacándolo del sueño en el que estaba cuando notó pequeñas manchas rojas en las manos del amo y señor. Percibió algo frío que sobresalía debajo de la almohada y el brillo de la hoja de acero paralizó su corazón.

Quiso gritar...

2 comentarios - El amor es más fuerte

Mariacandelaria
Buen relato. ¿va a continuar? Pues el final parece aún a la espectativa de los hechos.