Las sombras se miran de lejos
se huelen, se llaman
la luz impiadosa las señala
las confina
Las sombras se acercan,
paso lento, se miden...
se huelen, se llaman
la luz impiadosa las señala
las confina
Las sombras se acercan,
paso lento, se miden...
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Como dos figuras de barro se mezclan, las caricias pierden esa realidad absurda donde no te puedo encontrar.
La voz desde otro tiempo, el vozarrón de Louis enormísimo cronopio, empieza a llenar la habitación, haciendo que las lámparas, las sabanas, las copas y las ropas se agiten. Dos cuerpos también. La luz se inmiscuye entre los espacios que el ritmo que marcan va dejando. Pero es después. Mucha piel después.
Llueve, de arriba para abajo, mojándolo todo. Es de esas noches en que el frío cala los huesos, esperanza de encontrar el abrigo tibio de tu corazón incendiado.
Entramos en la habitación. Cómo si fuera la tarea más delicada del mundo, lo es, me dedico a mirarte, a devorarte, mis manos recorren el camino de tu cuerpo. Esa silueta tan de luz y de sombra, que se contrasta y se esfuma contra el velo de la noche.
se rozan
se erectan, se humedecen
se crecen, matan luciérnagas
Las sombras se entreveran, se bailan
se acuchillan
pequeñas gotas de mar cristalino que revientan en el aire
Las sombras
dos aullidos perdiéndose en la letanía de gemidos
y jadeos que huelen a cielo
la carne se hace una con la carne, quemándose
abriéndose, restallando como olas, como chasquido
de árbol verde.
se erectan, se humedecen
se crecen, matan luciérnagas
Las sombras se entreveran, se bailan
se acuchillan
pequeñas gotas de mar cristalino que revientan en el aire
Las sombras
dos aullidos perdiéndose en la letanía de gemidos
y jadeos que huelen a cielo
la carne se hace una con la carne, quemándose
abriéndose, restallando como olas, como chasquido
de árbol verde.
La camisa se desliza por tus hombros, con un quejido sensual mientras veo tu contorneo felino, bailando con tu sombra. La tela se queja dolida por separarse de vos, desoigo su lamento porque ya se aparece ante mi hambre el festín de tu cuello desnudo, desprovisto de obstáculos, la piel tirante, el pulso de tu sangre recorriéndolo, las gotas de lluvia que forman un laberinto que en el centro lleva tu escote. Mi boca, ese conjunto húmedo, caliente, de lengua, dientes, labios, se convierte en una rosa con espinas, que van arañando la piel de tu cuello, cerniéndose en torno a él. Mis manos siguen deambulando el paisaje con sabor a ron, mientras uno por uno los botones van cayendo heridos de muerte, abriendo camino a la inminente aparición de la maravilla.
Ahora la rosa deja surco entre tus clavículas y tu pecho, mis dedos guiados por el caos de la pasión liberan la prisión de tu piel, dibujando arabescos, formando figuras que deben ser también el amor.
Entonces sobreviene el quiebre, el precipicio donde me paro listo para saltar, te separó de mí, porque quiero mirarte, entre este resplandor. Tu boca, esa puerta, desde el rojo carmesí de tus labios que me asaltan, me invita a encontrarla y el beso se vuelve un campo de batalla, el frenesí salvaje, arrollador. La colisión alquímica donde ese aliento que carga nuestras almas.
Se transmuta en carne, en vacío liberador, donde queda la única verdad de nuestros cuerpos fundiéndose en una habitación, en cualquier lugar.
Fuego al fuego, el tiempo parece no querer esperar, y el incendio se torna un cómodo lugar. Mi boca bebiendo cada perla cristalina, mi lengua acercándose hasta el límite enfermizo de tu corpiño, el limite que mi lengua apenas alcanza a traspasar, mientras mis dedos lo desarticulan, entonces, tus tetas frente mío, los pezones erguidos, y mi boca adueñándose de ellos, la rosa usando su mejor pétalo para rozarlos, convocando a eros a poseerte.
Tu gemido me trae reminiscencias de un tiempo donde fuimos barro, y ahora esa mezcla pegajosa, donde vamos moldeándonos el uno al otro…
Para qué prolongar el relato de otra desesperación, ansioso de transgredir toda frontera, tu pantalón y tu ropa interior caen, y en tu ausencia se funde con esa realidad de la que escapo.
En algún otro universo un sol acaba de estallar para que vos puedas estar desnuda delante de mí.
El amor, viene, cómo un maremoto y nada que podamos hacer puede evitarlo. Espacio tal vez azul donde nos encontramos, tan solos siempre y ahora tan juntos.
Ahora la rosa deja surco entre tus clavículas y tu pecho, mis dedos guiados por el caos de la pasión liberan la prisión de tu piel, dibujando arabescos, formando figuras que deben ser también el amor.
Entonces sobreviene el quiebre, el precipicio donde me paro listo para saltar, te separó de mí, porque quiero mirarte, entre este resplandor. Tu boca, esa puerta, desde el rojo carmesí de tus labios que me asaltan, me invita a encontrarla y el beso se vuelve un campo de batalla, el frenesí salvaje, arrollador. La colisión alquímica donde ese aliento que carga nuestras almas.
Se transmuta en carne, en vacío liberador, donde queda la única verdad de nuestros cuerpos fundiéndose en una habitación, en cualquier lugar.
Fuego al fuego, el tiempo parece no querer esperar, y el incendio se torna un cómodo lugar. Mi boca bebiendo cada perla cristalina, mi lengua acercándose hasta el límite enfermizo de tu corpiño, el limite que mi lengua apenas alcanza a traspasar, mientras mis dedos lo desarticulan, entonces, tus tetas frente mío, los pezones erguidos, y mi boca adueñándose de ellos, la rosa usando su mejor pétalo para rozarlos, convocando a eros a poseerte.
Tu gemido me trae reminiscencias de un tiempo donde fuimos barro, y ahora esa mezcla pegajosa, donde vamos moldeándonos el uno al otro…
Para qué prolongar el relato de otra desesperación, ansioso de transgredir toda frontera, tu pantalón y tu ropa interior caen, y en tu ausencia se funde con esa realidad de la que escapo.
En algún otro universo un sol acaba de estallar para que vos puedas estar desnuda delante de mí.
El amor, viene, cómo un maremoto y nada que podamos hacer puede evitarlo. Espacio tal vez azul donde nos encontramos, tan solos siempre y ahora tan juntos.
Estremecidos
presas de ese temblor de planetas que se chocan
agonizando el ocaso más hermoso
las sombras se vuelven, se abrazan, se duermen. Se mueren.
presas de ese temblor de planetas que se chocan
agonizando el ocaso más hermoso
las sombras se vuelven, se abrazan, se duermen. Se mueren.
“Pequeña muerte, llaman en
Francia a la
culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y
perdiéndonos
nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña
muerte, la llaman;
pero grande, muy grande ha de ser,
si matándonos nos nace.”
E. Galeano. El libro de los abrazos
Francia a la
culminación del abrazo, que rompiéndonos nos junta y
perdiéndonos
nos encuentra y acabándonos nos empieza. Pequeña
muerte, la llaman;
pero grande, muy grande ha de ser,
si matándonos nos nace.”
E. Galeano. El libro de los abrazos
Pd:Quería aprovechar esta oportunidad para darle las gracias a los que me recompensaron con puntos, comentarios y sobre todo leyendo (a todos y todas). Es importante para mí saber que alguien disfruta con lo que escribo. Especiales agradecimientos a Kaluracd y a Quitokiki por la constancia, la dedicación y la buena onda.
5 comentarios - Sombras
Gracias por las gracias nene, pero como decíamos al principio, es una pena que estas maravillas pasen desapercibidas.
Ahora comentá en los posts de los grosos, hacete conocer, merecés estar en lo más alto,.
De hecho, tanta poesía merece estar en papel, pero esa es otra historia.
Gracias a vos por compartir tanta belleza 🙌
Yo comenté tu post, por favor comentá el mio.
Los comentarios son caricias al alma de los posteadores
¡Me hizo sentir muchas cosas que no quiero contar!
Gracias por compartir, y me sumo a la campaña por difundir.
Felicitaciones Luciano, te sigo!