Desde que mi hijo había nacido, las cosas con mi marido habían empeorado en cuanto a nuestras relaciones tanto domésticas, como sexuales. Se mostraba frío y distante, primero había sido la cuarentena y después nada de nada y así llevábamos cuatro meses.
Mi matrimonio parecía irse a pique y yo cada día me sentía mas excitada. Necesitaba sexo. Tengo 33 años y siempre había disfrutado de las relaciones con mi marido, los dos éramos muy activos y los cuatro años que habíamos tardado en tener a nuestro hijo el sexo marcó nuestra vida. Nunca menos de cuatro a cinco veces por semana. Ahora debía recurrir a masturbarme, pero esto no me satisfacía. Creo incluso que me excitaba aún más.
Jorge era el hermano menor de mi marido, vivía en el piso de arriba con mis suegros y normalmente pasaba a vernos casi todos los días porque además de tío era el padrino de mi hijo y se tomaba muy en serio su papel.
Aquel día acababa de darle biberón a mi hijo que ahora dormía placidamente en su cuna. Entonces se presentó Jorge, mi cuñado, yo me senté en una butaca mientras él lo miraba.
-¡Bueno! -Dijo, mientras se sentaba frente a mí– Veo que ya no le das pecho.
-No, parece que no engorda lo suficiente y el médico piensa que mi leche ya no le llega.
-Qué pena, la leche materna es mejor que esas de farmacia.
-Será que se parece a su padre que últimamente tampoco se interesa mucho por mis pechos.
Habría querido retirar aquel comentario, pero ya era tarde y lo cierto es que yo estaba caliente, soñaba con un buen polvo y mi cuñado era ideal. Sabía que yo le gustaba y a un hombre le importan poco las circunstancias, cuando avistan sexo su cerebro baja hasta la cabeza de la pija y mi cuñado no era distinto.
-Qué idiota mi hermano, tener dos cántaros llenos de leche y no aprovecharlos.
A partir de ahí, las cosas se desmadraron. Me di cuenta de que la tensión había subido entre nosotros repentinamente.
-¿Vos los aprovecharías?
-Con unos cántaros así, estaría todo el día con la boca pegada al chupete..
Ahora nos mirábamos directamente a los ojos. Hay cosas en la vida que se hacen sin meditar mucho las consecuencias y en aquel momento no me importaba que fuera o no mi cuñado. Seguro que la pija se le estaba poniendo dura y el impulso era irresistible, de modo que sin dejar de mirarlo, empecé a desabrochar mi blusa, saqué primero un pecho y luego el otro. Son grandes, redondos y duros. Mi cuñado los miraba ahora sin pestañear, tomé uno y lo apreté hasta que el pezón se llenó de pequeñas gotas de leche. Me quedé quieta, notando cómo las gotas de leche resbalaban por mi piel. Entonces mi cuñado se levantó y se arrodilló frente a mí. Notaba que me ardía la cara y que mi piel empezaba a transpirar.
Seguíamos mirándonos a los ojos. El se inclinó, sus labios se abrieron y su lengua asomó entre ellos, la sentí sobre mi piel lamiendo la leche que había resbalado de mi pezón, sus labios se cerraron sobre él y dieron un tirón mamándolo. Un escalofrío me subió hasta la garganta, después de cada tirón su lengua me lamía despacio recogiendo la leche de mi pezón. Su mano se metió entre mis piernas y me acarició. Mi concha estaba completamente abierto, era como una pileta llena de jugos que se deslizaban entre mis nalgas. Tenía la tela de la bombacha incrustada en mi conchita y sus dedos subían y bajaban una y otra vez. Yo estaba a punto de enloquecer ¡Iba a acabar en cualquier momento!
Me arrodille frente a él y lo besé frenéticamente en la boca.
-¡Cogeme, por favor, metémela!.
Se desabrochó los pantalones, se bajó el slip y se echó sobre mí.
-¡Dale, dale, metémela ya!
Apartó la bombacha a un lado y sujetando la pija con la mano, la pasó varias veces a lo largo de mi concha.
Yo transpiraba por cada poro de mi cuerpo, el corazón parecía latirme en la boca, en las sienes, en la entrepierna. Cuando la cabeza de su verga se colocó en la entrada de mi chucha aguanté la respiración. Empezó a empujar despacio, despacio y fue llenándome y llenándome hasta que la tuve toda entera dentro de mí ¡Fue una sensación tan increíble!
Era como si nunca hubiera tenido una pija adentro, como si fuera la primera vez que me cogían.
Le rodeé la cintura con mis piernas.
-No te muevas…No te muevas, esperá.
Pija y concha. Por un momento no pareció existir otra cosa en el mundo. Yo apretaba su poronga con mi vagina. Quería mamársela con mi concha. Comencé a sentir pequeños espasmos que subían hasta mi vientre, hasta mis pechos.
Cerré los ojos y el orgasmo inundó todo mi cuerpo. El jadeaba con la cabeza hundida en mi hombro y el orgasmo estalló aún con más fuerza, creí que me iba a desmayar.
El se detuvo de pronto, sentí que su pija salía fuera de mí y como entre sueños vi que se la meneaba entre gemidos. El primer chorro de leche cayó sobre mi pecho, el segundo resbaló por mi mejilla y luego la sentí sobre mi vientre y volví a acabar.
Cuando pude recuperarme, él seguía tendido a mi lado. No estaba al palo pero su garcha estaba aún grande. Me deslicé hacia abajo y le pasé la lengua por el frenillo y apreté el capullo con los labios. Aquel sabor mezcla de mis jugos y su leche me excitó más aún. Se la mamé despacio, disfrutando como una ternera sedienta. La pija creció en mi boca, se hizo más dura, la cabeza más tersa y por fin las últimas gotas de leche se derramaron de mi boca y con los dedos dentro de mi concha volví a acabar.
fuente.amateursargentinas
autor : she230
Mi matrimonio parecía irse a pique y yo cada día me sentía mas excitada. Necesitaba sexo. Tengo 33 años y siempre había disfrutado de las relaciones con mi marido, los dos éramos muy activos y los cuatro años que habíamos tardado en tener a nuestro hijo el sexo marcó nuestra vida. Nunca menos de cuatro a cinco veces por semana. Ahora debía recurrir a masturbarme, pero esto no me satisfacía. Creo incluso que me excitaba aún más.
Jorge era el hermano menor de mi marido, vivía en el piso de arriba con mis suegros y normalmente pasaba a vernos casi todos los días porque además de tío era el padrino de mi hijo y se tomaba muy en serio su papel.
Aquel día acababa de darle biberón a mi hijo que ahora dormía placidamente en su cuna. Entonces se presentó Jorge, mi cuñado, yo me senté en una butaca mientras él lo miraba.
-¡Bueno! -Dijo, mientras se sentaba frente a mí– Veo que ya no le das pecho.
-No, parece que no engorda lo suficiente y el médico piensa que mi leche ya no le llega.
-Qué pena, la leche materna es mejor que esas de farmacia.
-Será que se parece a su padre que últimamente tampoco se interesa mucho por mis pechos.
Habría querido retirar aquel comentario, pero ya era tarde y lo cierto es que yo estaba caliente, soñaba con un buen polvo y mi cuñado era ideal. Sabía que yo le gustaba y a un hombre le importan poco las circunstancias, cuando avistan sexo su cerebro baja hasta la cabeza de la pija y mi cuñado no era distinto.
-Qué idiota mi hermano, tener dos cántaros llenos de leche y no aprovecharlos.
A partir de ahí, las cosas se desmadraron. Me di cuenta de que la tensión había subido entre nosotros repentinamente.
-¿Vos los aprovecharías?
-Con unos cántaros así, estaría todo el día con la boca pegada al chupete..
Ahora nos mirábamos directamente a los ojos. Hay cosas en la vida que se hacen sin meditar mucho las consecuencias y en aquel momento no me importaba que fuera o no mi cuñado. Seguro que la pija se le estaba poniendo dura y el impulso era irresistible, de modo que sin dejar de mirarlo, empecé a desabrochar mi blusa, saqué primero un pecho y luego el otro. Son grandes, redondos y duros. Mi cuñado los miraba ahora sin pestañear, tomé uno y lo apreté hasta que el pezón se llenó de pequeñas gotas de leche. Me quedé quieta, notando cómo las gotas de leche resbalaban por mi piel. Entonces mi cuñado se levantó y se arrodilló frente a mí. Notaba que me ardía la cara y que mi piel empezaba a transpirar.
Seguíamos mirándonos a los ojos. El se inclinó, sus labios se abrieron y su lengua asomó entre ellos, la sentí sobre mi piel lamiendo la leche que había resbalado de mi pezón, sus labios se cerraron sobre él y dieron un tirón mamándolo. Un escalofrío me subió hasta la garganta, después de cada tirón su lengua me lamía despacio recogiendo la leche de mi pezón. Su mano se metió entre mis piernas y me acarició. Mi concha estaba completamente abierto, era como una pileta llena de jugos que se deslizaban entre mis nalgas. Tenía la tela de la bombacha incrustada en mi conchita y sus dedos subían y bajaban una y otra vez. Yo estaba a punto de enloquecer ¡Iba a acabar en cualquier momento!
Me arrodille frente a él y lo besé frenéticamente en la boca.
-¡Cogeme, por favor, metémela!.
Se desabrochó los pantalones, se bajó el slip y se echó sobre mí.
-¡Dale, dale, metémela ya!
Apartó la bombacha a un lado y sujetando la pija con la mano, la pasó varias veces a lo largo de mi concha.
Yo transpiraba por cada poro de mi cuerpo, el corazón parecía latirme en la boca, en las sienes, en la entrepierna. Cuando la cabeza de su verga se colocó en la entrada de mi chucha aguanté la respiración. Empezó a empujar despacio, despacio y fue llenándome y llenándome hasta que la tuve toda entera dentro de mí ¡Fue una sensación tan increíble!
Era como si nunca hubiera tenido una pija adentro, como si fuera la primera vez que me cogían.
Le rodeé la cintura con mis piernas.
-No te muevas…No te muevas, esperá.
Pija y concha. Por un momento no pareció existir otra cosa en el mundo. Yo apretaba su poronga con mi vagina. Quería mamársela con mi concha. Comencé a sentir pequeños espasmos que subían hasta mi vientre, hasta mis pechos.
Cerré los ojos y el orgasmo inundó todo mi cuerpo. El jadeaba con la cabeza hundida en mi hombro y el orgasmo estalló aún con más fuerza, creí que me iba a desmayar.
El se detuvo de pronto, sentí que su pija salía fuera de mí y como entre sueños vi que se la meneaba entre gemidos. El primer chorro de leche cayó sobre mi pecho, el segundo resbaló por mi mejilla y luego la sentí sobre mi vientre y volví a acabar.
Cuando pude recuperarme, él seguía tendido a mi lado. No estaba al palo pero su garcha estaba aún grande. Me deslicé hacia abajo y le pasé la lengua por el frenillo y apreté el capullo con los labios. Aquel sabor mezcla de mis jugos y su leche me excitó más aún. Se la mamé despacio, disfrutando como una ternera sedienta. La pija creció en mi boca, se hizo más dura, la cabeza más tersa y por fin las últimas gotas de leche se derramaron de mi boca y con los dedos dentro de mi concha volví a acabar.
fuente.amateursargentinas
autor : she230
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