Estacionamos frente a una casa. Sabía que no tenía que preguntar nada. Me habían inspirado confianza pero me mantuve alerta por si había algo raro.
Era un pasillo al fondo. Entramos. Era un depto chiquito, de 1 ambiente y chico. Había varios otros deptos alrededor por lo que me sentí más tranquilo aún.
El dueño parecía ser Alejandro, el más grande de unos 25 años, el casado porque era el que conocía dónde estaban las cosas. Ernesto también parecía conocerlo aunque su actitud era distinta. Como que conocía el lugar de haber estado en alguna oportunidad.
El depto tenía una cama de dos plazas, un televisor cerca, una mesa con 4 sillas, una kichinette y el baño.
Alejandro prende la tele y pone un video. Era una porno. Ernesto y Mariano se sientan a la mesa y entonces, yo me siento también. La película era con dos minas que tenían sexo entre ellas.
Ernesto: Pero, ¿qué hacés, puto? Tomátelas. Sentate en la cama. En este peli hay concha y tetas.
Cumplí con lo que me dijo. Desde la cama, no podía ver la tele.
Alejandro preparaba unos tragos.
Ernesto y Mariano comentaban la película. Alejandro se enganchaba desde la cocina.
Cuando terminó de preparar los tragos, los llevó a la mesa y se sentó ahí.
A mi no me dieron nada. Ni me preguntaron. Es más, durante 15 minutos no me dieron ni bola. Tomaban y se cagaban de risa comentando la película.
Yo me re-excitaba con la escena. Tres machos en una actitud muy primitiva.
De golpe, Alejandro se saca la camisa. Quedó en torso desnudo, que era bastante peludo. Alejandro era fornido, tenía aire de rugbier. Mediría 1,80 y pesaría 90 pero no tenía nada de panza.
Alejandro: yo ya me calenté, boludo.
Ernesto: ¿y para qué trajimos al puto?
Alejandro se levanta, se me acerca y me dice:
Alejandro: ahora me vas a chupar bien la poronga, puto de mierda.
Se me pone delante, de torso desnudo.
Le manoseo el bulto y después le acaricio los pelos de la panza.
Cuando estoy haciendo eso, me saca la mano con cierta violencia.
Alejandro: Pero, ¿qué te pensás que soy? ¿Uno de los gays que te cogen? Acá no hay previa. Chupame la verga.
Alejandro se abre el cinturón, se desabrocha el jean y lo baja hasta las rodillas. Tenia un bóxer blanco y la pija se le notaba dura, volcada a la derecha. Parecía gordita.
Se baja el bóxer y deja al aire una buena verga. 17 x 6, estimé. Bien gordita y medio doblada. Sus bolas eran más bien grandes y bastante colgantes. Todo rodeado de mucho vello.
Me arrodillé y empecé a mamársela con mucho entusiasmo. Él se echaba hacia atrás para ver la película.
Alejandro era muy viril en su aspecto pero además tenía una virtud que valoro mucho: se hacía chupar muy bien la pija.
Sus manos estaban en la cintura. Miraba la película y, cada tanto me miraba a mí. Era poco expresivo pero yo estaba seguro de que le gustaba.
Mariano le comenta a Ernesto: ¡cómo le gusta la pija al puto éste, boludo!
Ernesto: ¿Te la está chupando bien?
Alejandro: sí, buen mamador el trolo.
En ese momento, me agarra la cabeza y me empieza a bombear la boca. Después se queda quieto, con su verga enteramente metida en mi boca y me tira del pelo para que lo mire.
Alejandro: te gusta la verga, maricón, eh
Le hago un gesto asintiendo.
Saca su verga de mi boca y me da varios pijazos en la cara.
Me vuelve a hacerla chupar.
Poco después empiezo a saborear sus hermosas bolas, acariciar sus vellos genitales (se dejó sin problemas)
Yo: qué hermosas pelotas tenés papi
Alejandro: ah, ¿te gustan? Y cómo no te van a gustar si sos marica?
Yo: sí, pero éstas son pelotas de macho
Alejandro: sí, claro. Pero hablá menos y mamá más.
Me ocupo de seguir mamando a ese hermoso macho.
De repente, suena un celular. Ninguno está cerca de él.
Ernesto: uy, el mío.
Se acerca y lo agarra.
Ernesto: mi novia, la concha de la lora. No hagan ruido.
Se va al baño, cierra la puerta y atiende. Al minuto sale, aceleradísimo y dice.
Ernesto: le dije que estaba en tu casa (a Mariano) e hice que se cortó. Ahora la llamo. Pasame al puto, que me la mame mientras hablo.
Yo estaba con la pija de Alejandro en mi boca. Ernesto me agarra de los pelos.
Ernesto: puto de mierda, mamame la verga mientras hablo. ¿Entendiste?
Yo: sí
Ernesto: si llegás a hacer algún ruido, te muelo a palos, la puta que te parió.
Alejandro y Mariano se ríen y se van a sentar a la mesa.
Ernesto: Y ustedes no boludeen.
Ernesto se saca toda la ropa rápidamente.
Era un pendejo hermoso tal como pintaba. Unos 19 o 20 años, el más chico de los tres, menudito, alrededor de 1,70 y no pesaría más de 65 kg. Blanquito, de pelo negro, todo su torso era peludo pero no tanto como Alejandro. Las piernas peludas, pero flacas.
Se sienta en la cama, con la pija semi-erecta y llama a la novia. Simultáneamente me hace gestos para que me acerque y me hace arrodillar delante de él.
Ernesto empieza a hablar con la novia y yo a mamar su verga que empieza a crecer.
Le dice a la novia que está con Mariano y Alejandro y de a poco se empieza a poner mimoso con ella.
La situación me entusiasma mucho. Mamo su verga con delicadeza para no hacer ruido pero con intensidad.
Al escuchar la conversación, deduzco que ella no está en Buenos Aires, que está lejos. Él le dice que la extraña, que quiere estar con ella, que ya son muchos días, etc.
Mientras, se echa un poco hacia atrás y apoya en la cama la mano que no sostiene el celular para poder bombearme la boca. Su pija a pleno era de 18 x 4.
El pibe está realmente caliente y gozando de la situación aunque con ella lo disimula un poco.
Ernesto: mi amor, te deseo tanto, pero tanto. Escuchame princesa, me voy a una habitación que esté solo y nos amamos aunque sea a la distancia. ¿Corto y te llamo?
Parece que ella dijo que sí. Yo no entendía nada.
Ernesto corta, se levanta y casi desesperado, dice:
Ernesto: puto de mierda te voy a culear mientras hablo con ella. ¿Ok?
Me agarra de los pelos y me lleva a la mesa.
Alejandro y Mariano se ríen y se apartan. Se sientan en la cama. Ernesto tira de un manotazo todo lo que había sobre la mesa. Se siente que los tres vasos se rompen en el suelo.
Alejandro: ¡pará, loco!
Ernesto: te compro una docena. Traeme la toalla del baño.
Alejandro: ¿para qué?
Ernesto (grita): dale boludo, apurate.
Me echa sobre la mesa. Quedo recostado sobre ella.
Alejandro le acerca la toalla. Ernesto le hace un doblez y con ella, me tapa la boca, atándome en la nuca.
Me agarra de los pelos, me levanta la cabeza y pone su cara delante de la mía.
Ernesto: escuchame maricón, puto, invertido, trolo. Te voy a culear mientras hablo. Si llegás a gemir o a hacer algún ruido, te voy a desfigurar la cara a trompadas y todos esos vidrios que están el suelo te los voy a meter en el culo asi nunca más te pueden coger.
Yo asentí con un gesto.
Ernesto: ojo con lo que hacés culo roto.
Yo estaba en el paraíso. Acomodé mi colita para que pudiera metérmela sin problemas. No sé cómo iba a hacer, pero iba a cumplir el silencio pedido como fuera.
Ernesto llama a la mina, mientras me baja el jogging y la tanga. Paro mi culito lo más que puedo.
Empieza a hablar con ella. Le pedía que se vaya sacando la ropa.
Yo siento la punta de su verga dura y caliente en mi agujerito.
Le habla de sus tetas, de cómo son, de cómo las desea.
Empiezo a sentir que la pija de Ernesto entra en mi cola.
Mi cabeza vuela. No pienso en gemir.
Le cuenta que le chupa las tetas, una primero, la otra después.
Tengo la pija de Ernesto toda metida. Siento sus huevos peludos sobre mis nalgas.
Le dice que baja con sus besos hacia su pancita. Luego hacia su conchita.
Parece que ella le cuenta cómo está su conchita.
Ernesto empieza a moverse. Me bombea la cola a ritmo lento.
El le cuenta cómo le chupa la concha. Hace ruido con su boca, simulando que se la chupa.
Bombea mi culito con intensidad, casi sin tocarme.
Parece que ella le dice que está por acabar. El le pide que la espere, que él también, le pide que acaben juntos.
Ernesto bombea mi culito a ritmo medio pero enterrándomela bien. Empuja fuerte contra mi cola. No me toca con sus manos. Jadea intensamente. Los jadeos coinciden con los pijazos más profundos. Parece que ella también jadea mucho.
Ernesto: dale, mi amor, asi, así, que acabamos juntos.
Ernesto sigue con ese ritmo y los pijazos profundos. Se mantiene sin tocarme, lo más lejos posible de mí para no hacer ruido.
Siento que Ernesto está listo para descargar su virilidad dentro de mí. Me siento en el paraíso. Ese hermoso macho, corneándola a su novia conmigo y ella dándole la letra para que coja.
Sus jadeos se multiplican en intensidad y volumen hasta que con un grito desaforado acaba. Termina de largar todo su semen con cuatro pijazos más.
Habla unas palabras más con ella, que también acabó.
Después le dice que se ensució todo, que corta y la llama en unos minutos.
Ernesto corta y saca su pija de mi cola. Deja el forro sobre la mesa al lado de mi cara.
Alejandro y Mariano lo aplauden.
Alejandro: sos un campeón, boludo.
Ernesto me saca la toalla de la boca.
Ernesto: que puto culo roto que sos. Cómo te dejaste coger, hijo de puta, maricón.
Ernesto se sienta en la silla
Ernesto: vení y limpiame bien la poronga ahora
Por supuesto, me arrodillé y lo empecé a hacer con mucho entusiasmo.
Ernesto se lleva las manos a la nuca.
Ernesto: escuchame flaco, ¿cómo podés ser tan puto?
Me sonrío. Alejandro y Mariano me gritan; ¡puto, trolo!
Ernesto se levanta y dice que la va a llamar a la novia. Yo voy al baño.
Era un pasillo al fondo. Entramos. Era un depto chiquito, de 1 ambiente y chico. Había varios otros deptos alrededor por lo que me sentí más tranquilo aún.
El dueño parecía ser Alejandro, el más grande de unos 25 años, el casado porque era el que conocía dónde estaban las cosas. Ernesto también parecía conocerlo aunque su actitud era distinta. Como que conocía el lugar de haber estado en alguna oportunidad.
El depto tenía una cama de dos plazas, un televisor cerca, una mesa con 4 sillas, una kichinette y el baño.
Alejandro prende la tele y pone un video. Era una porno. Ernesto y Mariano se sientan a la mesa y entonces, yo me siento también. La película era con dos minas que tenían sexo entre ellas.
Ernesto: Pero, ¿qué hacés, puto? Tomátelas. Sentate en la cama. En este peli hay concha y tetas.
Cumplí con lo que me dijo. Desde la cama, no podía ver la tele.
Alejandro preparaba unos tragos.
Ernesto y Mariano comentaban la película. Alejandro se enganchaba desde la cocina.
Cuando terminó de preparar los tragos, los llevó a la mesa y se sentó ahí.
A mi no me dieron nada. Ni me preguntaron. Es más, durante 15 minutos no me dieron ni bola. Tomaban y se cagaban de risa comentando la película.
Yo me re-excitaba con la escena. Tres machos en una actitud muy primitiva.
De golpe, Alejandro se saca la camisa. Quedó en torso desnudo, que era bastante peludo. Alejandro era fornido, tenía aire de rugbier. Mediría 1,80 y pesaría 90 pero no tenía nada de panza.
Alejandro: yo ya me calenté, boludo.
Ernesto: ¿y para qué trajimos al puto?
Alejandro se levanta, se me acerca y me dice:
Alejandro: ahora me vas a chupar bien la poronga, puto de mierda.
Se me pone delante, de torso desnudo.
Le manoseo el bulto y después le acaricio los pelos de la panza.
Cuando estoy haciendo eso, me saca la mano con cierta violencia.
Alejandro: Pero, ¿qué te pensás que soy? ¿Uno de los gays que te cogen? Acá no hay previa. Chupame la verga.
Alejandro se abre el cinturón, se desabrocha el jean y lo baja hasta las rodillas. Tenia un bóxer blanco y la pija se le notaba dura, volcada a la derecha. Parecía gordita.
Se baja el bóxer y deja al aire una buena verga. 17 x 6, estimé. Bien gordita y medio doblada. Sus bolas eran más bien grandes y bastante colgantes. Todo rodeado de mucho vello.
Me arrodillé y empecé a mamársela con mucho entusiasmo. Él se echaba hacia atrás para ver la película.
Alejandro era muy viril en su aspecto pero además tenía una virtud que valoro mucho: se hacía chupar muy bien la pija.
Sus manos estaban en la cintura. Miraba la película y, cada tanto me miraba a mí. Era poco expresivo pero yo estaba seguro de que le gustaba.
Mariano le comenta a Ernesto: ¡cómo le gusta la pija al puto éste, boludo!
Ernesto: ¿Te la está chupando bien?
Alejandro: sí, buen mamador el trolo.
En ese momento, me agarra la cabeza y me empieza a bombear la boca. Después se queda quieto, con su verga enteramente metida en mi boca y me tira del pelo para que lo mire.
Alejandro: te gusta la verga, maricón, eh
Le hago un gesto asintiendo.
Saca su verga de mi boca y me da varios pijazos en la cara.
Me vuelve a hacerla chupar.
Poco después empiezo a saborear sus hermosas bolas, acariciar sus vellos genitales (se dejó sin problemas)
Yo: qué hermosas pelotas tenés papi
Alejandro: ah, ¿te gustan? Y cómo no te van a gustar si sos marica?
Yo: sí, pero éstas son pelotas de macho
Alejandro: sí, claro. Pero hablá menos y mamá más.
Me ocupo de seguir mamando a ese hermoso macho.
De repente, suena un celular. Ninguno está cerca de él.
Ernesto: uy, el mío.
Se acerca y lo agarra.
Ernesto: mi novia, la concha de la lora. No hagan ruido.
Se va al baño, cierra la puerta y atiende. Al minuto sale, aceleradísimo y dice.
Ernesto: le dije que estaba en tu casa (a Mariano) e hice que se cortó. Ahora la llamo. Pasame al puto, que me la mame mientras hablo.
Yo estaba con la pija de Alejandro en mi boca. Ernesto me agarra de los pelos.
Ernesto: puto de mierda, mamame la verga mientras hablo. ¿Entendiste?
Yo: sí
Ernesto: si llegás a hacer algún ruido, te muelo a palos, la puta que te parió.
Alejandro y Mariano se ríen y se van a sentar a la mesa.
Ernesto: Y ustedes no boludeen.
Ernesto se saca toda la ropa rápidamente.
Era un pendejo hermoso tal como pintaba. Unos 19 o 20 años, el más chico de los tres, menudito, alrededor de 1,70 y no pesaría más de 65 kg. Blanquito, de pelo negro, todo su torso era peludo pero no tanto como Alejandro. Las piernas peludas, pero flacas.
Se sienta en la cama, con la pija semi-erecta y llama a la novia. Simultáneamente me hace gestos para que me acerque y me hace arrodillar delante de él.
Ernesto empieza a hablar con la novia y yo a mamar su verga que empieza a crecer.
Le dice a la novia que está con Mariano y Alejandro y de a poco se empieza a poner mimoso con ella.
La situación me entusiasma mucho. Mamo su verga con delicadeza para no hacer ruido pero con intensidad.
Al escuchar la conversación, deduzco que ella no está en Buenos Aires, que está lejos. Él le dice que la extraña, que quiere estar con ella, que ya son muchos días, etc.
Mientras, se echa un poco hacia atrás y apoya en la cama la mano que no sostiene el celular para poder bombearme la boca. Su pija a pleno era de 18 x 4.
El pibe está realmente caliente y gozando de la situación aunque con ella lo disimula un poco.
Ernesto: mi amor, te deseo tanto, pero tanto. Escuchame princesa, me voy a una habitación que esté solo y nos amamos aunque sea a la distancia. ¿Corto y te llamo?
Parece que ella dijo que sí. Yo no entendía nada.
Ernesto corta, se levanta y casi desesperado, dice:
Ernesto: puto de mierda te voy a culear mientras hablo con ella. ¿Ok?
Me agarra de los pelos y me lleva a la mesa.
Alejandro y Mariano se ríen y se apartan. Se sientan en la cama. Ernesto tira de un manotazo todo lo que había sobre la mesa. Se siente que los tres vasos se rompen en el suelo.
Alejandro: ¡pará, loco!
Ernesto: te compro una docena. Traeme la toalla del baño.
Alejandro: ¿para qué?
Ernesto (grita): dale boludo, apurate.
Me echa sobre la mesa. Quedo recostado sobre ella.
Alejandro le acerca la toalla. Ernesto le hace un doblez y con ella, me tapa la boca, atándome en la nuca.
Me agarra de los pelos, me levanta la cabeza y pone su cara delante de la mía.
Ernesto: escuchame maricón, puto, invertido, trolo. Te voy a culear mientras hablo. Si llegás a gemir o a hacer algún ruido, te voy a desfigurar la cara a trompadas y todos esos vidrios que están el suelo te los voy a meter en el culo asi nunca más te pueden coger.
Yo asentí con un gesto.
Ernesto: ojo con lo que hacés culo roto.
Yo estaba en el paraíso. Acomodé mi colita para que pudiera metérmela sin problemas. No sé cómo iba a hacer, pero iba a cumplir el silencio pedido como fuera.
Ernesto llama a la mina, mientras me baja el jogging y la tanga. Paro mi culito lo más que puedo.
Empieza a hablar con ella. Le pedía que se vaya sacando la ropa.
Yo siento la punta de su verga dura y caliente en mi agujerito.
Le habla de sus tetas, de cómo son, de cómo las desea.
Empiezo a sentir que la pija de Ernesto entra en mi cola.
Mi cabeza vuela. No pienso en gemir.
Le cuenta que le chupa las tetas, una primero, la otra después.
Tengo la pija de Ernesto toda metida. Siento sus huevos peludos sobre mis nalgas.
Le dice que baja con sus besos hacia su pancita. Luego hacia su conchita.
Parece que ella le cuenta cómo está su conchita.
Ernesto empieza a moverse. Me bombea la cola a ritmo lento.
El le cuenta cómo le chupa la concha. Hace ruido con su boca, simulando que se la chupa.
Bombea mi culito con intensidad, casi sin tocarme.
Parece que ella le dice que está por acabar. El le pide que la espere, que él también, le pide que acaben juntos.
Ernesto bombea mi culito a ritmo medio pero enterrándomela bien. Empuja fuerte contra mi cola. No me toca con sus manos. Jadea intensamente. Los jadeos coinciden con los pijazos más profundos. Parece que ella también jadea mucho.
Ernesto: dale, mi amor, asi, así, que acabamos juntos.
Ernesto sigue con ese ritmo y los pijazos profundos. Se mantiene sin tocarme, lo más lejos posible de mí para no hacer ruido.
Siento que Ernesto está listo para descargar su virilidad dentro de mí. Me siento en el paraíso. Ese hermoso macho, corneándola a su novia conmigo y ella dándole la letra para que coja.
Sus jadeos se multiplican en intensidad y volumen hasta que con un grito desaforado acaba. Termina de largar todo su semen con cuatro pijazos más.
Habla unas palabras más con ella, que también acabó.
Después le dice que se ensució todo, que corta y la llama en unos minutos.
Ernesto corta y saca su pija de mi cola. Deja el forro sobre la mesa al lado de mi cara.
Alejandro y Mariano lo aplauden.
Alejandro: sos un campeón, boludo.
Ernesto me saca la toalla de la boca.
Ernesto: que puto culo roto que sos. Cómo te dejaste coger, hijo de puta, maricón.
Ernesto se sienta en la silla
Ernesto: vení y limpiame bien la poronga ahora
Por supuesto, me arrodillé y lo empecé a hacer con mucho entusiasmo.
Ernesto se lleva las manos a la nuca.
Ernesto: escuchame flaco, ¿cómo podés ser tan puto?
Me sonrío. Alejandro y Mariano me gritan; ¡puto, trolo!
Ernesto se levanta y dice que la va a llamar a la novia. Yo voy al baño.
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