Estaba nerviosa en la sala de espera, no paraba de taconear ansiosa los stilletos rojos que estrenaba para la entrevista.
Esa mañana salí decidida a conseguir ese trabajo. Recursos humanos no había sido un escollo para mi currículum extenso, pero sabía que el famoso CEO era todo un toro que domar y yo quería desesperadamente trabajar con él; más bien necesitaba estar bajo su yugo.
Al fin me hicieron pasar al despacho donde me recibió muy fríamente sin siquiera levantarse del escritorio. Con un gesto me indicó que me sentara mientras discutía con alguien por teléfono.
Obviamente no notó mi delicado trajecito blanco bien ceñido, mi cabellera morocha suelta hasta la cintura o mis espectaculares piernas torneadas bajo la corta falda. Simplemente no le interesó…
Al fin cortó y rápidamente leyó mi curriculum, sin mirarme preguntó dos o tres cosas sin relevancia para mis verdaderos deseos y volvió a hacer una llamada. Nuevamente con un gesto me ordenó que me fuera y así lo hice totalmente decepcionada por llegar tan lejos y finalmente no conseguir mi cometido.
Cuando estaba por abrir la puerta escuché mi nombre en su boca por primera vez y paré en seco.
“Anya, espera un momento…”
Me quedé de espaldas y sentí su mirada recorrer mi pelo, mi culo, mis piernas y supe que estaba muy fijado en mis stilletos. Di vuelta despacio y efectivamente ahí estaba ese hombre que tanto deseaba (sin que él supiese quien soy) mirándome por primera vez.
“Te espero el lunes 8.30 y como ya te habrán dicho, soy muy exigente”
La humedad me recorrió enloquecida mojando la tanga roja que me había puesto con la esperanza de tal vez convencerlo rápido de cojerme como hace meses anhelaba.
Sabía que apenas viera mis zapatos lo convencería y también supe que no pasaría mucho tiempo hasta hacer de ese hombre majestuoso, mi amo.
Sebastian no iba a ser fácil de domar pero esta concha no iba a parar hasta de llenarme de esa pija…
Esa mañana salí decidida a conseguir ese trabajo. Recursos humanos no había sido un escollo para mi currículum extenso, pero sabía que el famoso CEO era todo un toro que domar y yo quería desesperadamente trabajar con él; más bien necesitaba estar bajo su yugo.
Al fin me hicieron pasar al despacho donde me recibió muy fríamente sin siquiera levantarse del escritorio. Con un gesto me indicó que me sentara mientras discutía con alguien por teléfono.
Obviamente no notó mi delicado trajecito blanco bien ceñido, mi cabellera morocha suelta hasta la cintura o mis espectaculares piernas torneadas bajo la corta falda. Simplemente no le interesó…
Al fin cortó y rápidamente leyó mi curriculum, sin mirarme preguntó dos o tres cosas sin relevancia para mis verdaderos deseos y volvió a hacer una llamada. Nuevamente con un gesto me ordenó que me fuera y así lo hice totalmente decepcionada por llegar tan lejos y finalmente no conseguir mi cometido.
Cuando estaba por abrir la puerta escuché mi nombre en su boca por primera vez y paré en seco.
“Anya, espera un momento…”
Me quedé de espaldas y sentí su mirada recorrer mi pelo, mi culo, mis piernas y supe que estaba muy fijado en mis stilletos. Di vuelta despacio y efectivamente ahí estaba ese hombre que tanto deseaba (sin que él supiese quien soy) mirándome por primera vez.
“Te espero el lunes 8.30 y como ya te habrán dicho, soy muy exigente”
La humedad me recorrió enloquecida mojando la tanga roja que me había puesto con la esperanza de tal vez convencerlo rápido de cojerme como hace meses anhelaba.
Sabía que apenas viera mis zapatos lo convencería y también supe que no pasaría mucho tiempo hasta hacer de ese hombre majestuoso, mi amo.
Sebastian no iba a ser fácil de domar pero esta concha no iba a parar hasta de llenarme de esa pija…
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