La condición humana es compleja.
Aunque nos guste lo que tenemos, lo que tiene el prójimo quisiéramos probarlo. La inversa, que el prójimo pruebe
lo que tenemos, por lo general no es de
nuestro agrado. Ese es mi caso pero no el de mi compañero de trabajo Osvaldo, su esposa Adriana y mi mujer
Leticia, como descubrí, con sorpresa, una noche de fines del 2005, en una de
esas reuniones que organizan las empresas para cerrar el año.
Los cuatro estamos más cerca de
los 35 años que de los 30. La dos chicas son de belleza nada frecuente,
rubias naturales de aproximadamente 1,78 de estatura Adriana, algo más baja,
1,70 mts. Leticia, ambas beneficiadas por Madre Natura, con delicadas
facciones, ojos claros, curvas y senos generosos. Producidas con esmero y buen
gusto, durante la cena, acaparraron los ojos de muchos comensales.
Osvaldo y Leticia tuvieron largos
momentos de dedicación exclusiva pupilas en las pupilas. De mi parte no me
privé de disfrutar de la anatomía de Adriana y de intercambiar con ella miradas
pero de un modo más medido, aunque insinuante. A la hora de bailar, comenzó a
delinearse lo que sucedería más tarde ese día. Cuando en el salón se difundió
la música lenta, para el agarre, Adriana abrió el juego, se soltó del marido y
vino donde estábamos danzando nosotros: “Leticia, prestame a Víctor y vos bailá
con Osvaldo, rompamos la rutina ¿te parece?” ¨¡Regio!..dale..” aceptó sonriente
mi mujer y se fue a los brazos que les habían ofrecido.
Adriana no dejó resquicio entre su
cuerpo y el mío y, como no podía ser de otro modo, al segundo bolero mi
erección se hizo insoslayable para ella que, lejos de apartarse, rozaba su pelvis en el bulto con movimientos,
contenidos pero eróticos y mantenía sus ojos clavados en los míos. De pronto
pegó su mejilla a la mía y me susurró al oído: ¿Te fijaste lo bien que lo están
pasando Leticia y Osvaldo?”. Los busqué entre las demás parejas, abroqueladas.
Efectivamente estaban muy juntos y comiéndose con los ojos. No me gustó, para
nada, pero no creí que pasase de un juego, común y silvestre , de seducción:
“Si, parece que se llevan de maravillas ¿y por aquí, nosotros, como andamos?
¿Ehh?” respondí. “ “¡Yo muy a gusto! ¿Y vos?....” Con intervalos en la mesa
para beber algo y bajar el nivel de ansiedad, intercalando salidas a la pista
con otras parejas (por las apariencias), seguimos bailando la mayor parte de la
velada, mi esposa con Osvaldo y la esposa de éste conmigo.
Ya avanzada la noche Adriana fue
directa al punto: “decime ¿para el sexo, vos sos nómade o sedentario?”
“Yyyy...a veces...alguna vez me distraigo viajando..” “¡qué bueno!...a mi
tampoco me gusta siempre, siempre la misma sopa.....por suerte a Osvaldo
tampoco” hasta la parábola de la sopa yo creí que se estaba insinuando para un
encuentro conmigo a solas, (que yo me disponía a proponerlo) pero con la
mención del marido era obvio que la cosa iba más allá de una trampa: “..¿de que
estás hablando, preciosa?....¿de un enroque?..” Yo tenía convulsionada la circulación,
experimentaba un deseo irrefrenable por Adriana pero...pero no me convencía en
lo más mínimo que Leticia fuese la moneda de cambio, es más, iluso de mi,
estaba convencido que mi esposa jamás entraría en el juego por más que parecía
estar muy a gusto en los brazos de
Osvaldo. “..¡bingooo!..” susurró, otra vez a mi oído Adriana, y enseguida
agregó, siempre en voz bajita: “...volvamos a bailar con nuestras caras
mitades, a ver como podemos arreglarlo..” Me agarró de la mano y me arrastró
hacia donde estaban nuestras medias
naranjas.
“ Leticia, no se que te dijo o
propuso Osvaldo....son swingers....a mi ella me...” comencé a decirle
precipitadamente a mi esposa. Ella me interrumpió, cerrándome la boca con una
mano: “¡Callate que te puede oír alguien!....¡NO!,....no lo creo.....el me
dijo que de vez en cuando tiene alguna
zarpada...y su esposa también.....pero no relacionadas...” y, luego de una
pausa, ruborizándose un poco, continuó “me invitó a salir....me gusta su
gentileza, su simpatía.... su forma de ser... su nivel de conversación.....y
está muy bien....es un lindo.....la verdad que no me disgusta la propuesta.” Yo
permanecí callado, sorprendido “....sólo salí con otro que no seas vos.....el
día que vos sabes, con Luis (era un ex novio de los tiempos de la facultad, con
el cual tuvo una escapada después de casada conmigo y que yo descubrí, no viene
al caso contar ahora como, y perdoné..)...y vos...vos...vos estas a mil con la
esposa......te la estas culiando con la vista.....¿ya arreglaste cuando la vas
a voltear?..¿porque no esta noche?”
A este punto era obvio que Leticia
estaba dispuesta a transgredir. Sería esa noche o el día siguiente o en
cualquier otra ocasión no lejana. Me enrostraba la apretada con Adriana como
supuesto justificativo de lo que estaba tentada a llevar a cabo. Molesto y
perplejo, volví a la mesa, seguido por mi esposa. Estaba choqueado por la liviandad con que ella admitía que
intimara con otra con tal de satisfacer
los deseos que le había despertado otro hombre. No me entraba en la
cabeza y no era compatible con el perfil que de ella tenía asumido.
Permanecimos en silencio un buen
tiempo, hasta que se reunieron con nosotros los otros dos actores de la
vivencia. Mi silencio no fue pasivo, no por golpeado había dejado de razonar y
concluido que si mi mujer estaba caliente con Osvaldo aunque no me gustaba, en
lo más mínimo, que éste se la cogiera, tampoco tenía como evitarlo visto que
Leticia me había dicho de frente que lo tenía decidido...sólo había pretextado,
débilmente, celos y devolución de favores. Por lo tanto cuando Osvaldo forzó la
definición: “..esto ya está casi agotado, ya muchos se fueron, ¿como seguimos
nosotros?” respondí lo que quería (querían) oír: “..nos vamos también....sólo
falta decidir quien se va con quien....“Yo no voy a otro lado que no sea mi
casa, ¡eh!”, aclaró Adriana. Osvaldo asumió como acordado que su mujer se iría
conmigo, sin esperar la opinión de los demás: “ Bueno, si vos la llevas a
Adriana, yo la llevo a Leticia, ¿que
decís Leticia? “ Antes que ésta asintiera con leve movimiento de la cabeza, él
le puso broche a la cosa: “vos a mi casa yo a la tuya”, dirigiéndose a mi. Ya
en la cochera, antes de separarnos, cada pareja en busca de su auto, Adriana
marcó el tiempo para la experiencia “Hasta mañana,..¡ahhh! son pasadas las
2,...por favor que los varones no vuelvan a casa antes de las doce...mejor de
la una de la tarde....” Leticia esquivó mis ojos “hasta mañana” dijo en voz
baja y se encamino detrás de Osvaldo que señalaba el camino.
Tragué el sapo, no iba al shopping, iba a que se la culiara (así le
gustaba decir a ella) el mono ese, y en nuestra casa, el resto de la noche y la
mañana siguiente. Amagué con llamarla pero me quedé en el amague.
Abrí la puerta derecha del
automóvil y esperé que se sentara
Adriana. Di la vuelta y entré al coche. “Vamos a pasar la noche juntos y
todavía no me diste un beso,...le corresponde al hombre dar el primero...” acercó sus labios a los míos y nos besamos,
yo sin gran entusiasmo; aun no digería (en rigor nunca lo digerí) Leticia con
un tipo encima que la acariciase, besase y le llenase la vagina con su verga.
Llegamos a la puerta del chalet,
de mi acompañante, en Parque Chacabuco. Estacioné en la cochera, bajé, abrí la
puerta del auto y subimos los cuatro o cinco escalones de desnivel entre el
garage y la entrada a la casa. Ya en el interior, nuevos besos un poco más
intensos que el primero. Adriana propuso que tomáramos una ducha por lo
transpirados que estábamos debido al baile y demás actividad del día: “bañate
vos primero, mientras yo preparo algo para beber y lo dejo al frío en la
heladera...después me baño yo...arriba en el placard están los toallones, elegí
el que quieras.”
Además de la bebida, puso una
música suave. Salí de la ducha, con calzoncillo y envuelto en el toallón. A su
turno ella salió del baño dispuesta a matar: con sólo una bombacha verde clara
y, en lugar del corpiño, una especie de chalina (o pañolón) de símil seda del
mismo color colgada del cuello que bajaba cubriendo parcialmente el frente de
los senos y terminaba cosida en la tanga, formando con éste una única prenda
íntima.
Mirando de costado los senos
generosos eran una fiesta. Fue a la cocina seguida por mi mirada cautiva de su
cuerpo ondulante y volvió con dos copas,
con bebida hasta la mitad. Se las quité (y las dejé sobre una mesita), mi
toallón cayó al piso, la tomé entre mis brazos y le di besos cada vez más ardientes en la boca, en
los ojos, en el cuello.
Con suavidad estiré la chalina, la
pasé de atrás hacia adelante de su cabeza y la dejé caer; comencé a besar las tetas y luego fui bajando
por la pancita, jugué con la lengua en el ombligo y acometí con intención de
bajar el calzón. “¿No tenés sed Victor? El cóctel se está calentando...” “¿Más
que yo? No creo...¿la cama?” “por esa puerta” la señaló con el dedo índice. Y
ahí fuimos.
Ya al costado de la cama le saqué
la tanga + chalina y bajado a la concha trabajé de lengua, mientras Adriana
gemía, se contorsionaba y me tironeaba del cabello. Al cabo de unos minutos,
tironeó con más fuerza de mi cabello hasta obligarme a erguirme y, a
continuación quitarme el calzoncillo. Liberada mi verga rígida, saltó como
impelida por un resorte: “Guauuuuu!!! Tu pene es realmente hermoso,
Viiiiiiictor!!!!” exclamó ella y me empujó de espaldas sobre la cama y acometió
contra el totem que apuntaba al cielorraso. Me lo chupó todo, primero los
huevos, el tronco y la cabeza luego. Se lo metió en la boca y se entretuvo con
él unos minutos. No muchos: se tiró encima mío, me dió un besote alucinante y
exigió: “¨Cogeme de una vez, por favooooor!!!!!¨.
No me opuse. (sólo averigüé si
podía ser sin condón. Podía) Se la puse suave pero firmemente hasta que entró
totalmente en su concha. Juntamos las bocas en un beso prolongado mientras
lentamente sacaba el muñeco hasta que sólo la punta quedó a la entrada de la
cueva de Adriana que manifestó su disconformidad: "dale!!!..así
noooo...quiero que me la pongas dentro....cogeme...." Y le di, y me di el
gusto entrando y saliendo lenta y suavemente pero sin pausas mientras la besaba en la boca de tanto en tanto.
Era indescriptible la sensación
que experimentaba: mi goce era compartido, ella gemía, reía, gritaba y estalló
en varios orgasmos, que evidenció con profundos suspiros y sus uñas hundidas en
mi espalda. Cuando sintió mi semen derramarse en su interior, redobló la
presión de sus uñas y contrajo, repetidamente, la concha como queriendo
exprimir hasta la gota más insignificante.
Recobrada la calma, cuando aún
estaba encima de ella me dijo sonriendo: “nunca me habían cogido como
vos,....así suavemente...despacito...sin pausa....me encantó!!” Me halagó pero,
a la vez, me hizo recordar que Leticia, acostumbraba emitir comentarios
laudatorios similares, cuando terminábamos de hacer el amor, sobre mi forma de
hacerlo. Sentí la mano gigante de los celos oprimirme el pecho.
Desoí los argumentos, ruegos e insultos de Adriana,
a las 5:30 salí del garage para volver....a la casa de mis padres. Papá es de
los que se levantan con las primeras luces de la mañana, me abrió la puerta y
quedó perplejo cuando le pregunté si podía quedarme, porque: “Leticia y yo nos
vamos a separar”.
Volví a nuestro departamento,
asegurándome previamente que no
estuviese Leticia, sólo una vez el día siguiente para llevarme mis cosas
personales. Con ella hablamos por teléfono, pasadas las fiestas 2005-2006 vino
a la casa paterna, luego nos encontramos por su insistencia varias veces en
distintos lugares. Me rogaba que volviera con ella, argumentando que nos amábamos, que lo que se
había gestado en la reunión de fin de año, sólo fue un cóctel de miserias
humanas: celos, revanchismo, excitación, etc...todas aumentadas por la ingesta
de alcohol pero, todo sumado, no excedía la magnitud de un tropezón. Lo nuestro
era lo permanente.
La condición humana es, repito, compleja: mi machismo y egoísmo se opusieron
hasta casi finalizado febrero. En marzo nos fuimos juntos de vacaciones, un
largo viaje por la ruta 40 a
la sombra de la cordillera de los Andes. El amor no es perfecto, para eso es
amor, sin embargo en hoteles, moteles, cabañas, en el auto y al cobijo de la
vegetación andina, comprobamos, una vez más, que no hay mejor que el que nos
hacemos recíprocamente.
De la noche de fines de 2005, sólo
hablamos una vez en una cabaña al pié de los Andes con la premisa de agotar la
reciprocas inquietudes en esa conversación/relato y nunca más volver sobre el
tema: yo hice una síntesis de lo ocurrido a solas con Adriana, que habíamos
cogido sólo una vez, que había disfrutado pero que una vez calmado el embale
erótico me había ido a lo de mis padres. Leticia, incrédula, me hizo repetir
eso de un solo polvo: “¿si queres te lo juro?” “¿juras?...¿por que juras?”
“por...por la Biblia”
le dije. “¡no seas cínico,....si sos agnóstico!! ..no es necesario, te creo...y
si no es cierto lo mismo da”.
Ella en cambio había pernoctado
con Osvaldo; eso sí en el cuarto de huéspedes “me dio cosa hacerlo en nuestra
cama” aclaró como si eso fuese un mérito. Según ella se hizo rogar largo
tiempo, no podía decidirse, pero al final cedió a la calentura, tres veces, eso
si “con preservativo, a pesar de que tomo las pastillas” ¡qué considerada,
preservó la concha para mi!! (todas las cogidas fueron satisfactorias
reconoció, pero “nada comparables con las culiadas con vos” aseguró, sospecho
que, para mantener alta mi autoestima), la última a mañana avanzada después de dormir unas
horitas, para recuperarse de las dos primeras. Si uno se sirve tres porciones
es porque el pastel de carne está delicioso, pensé.
Bueno, sea como fue, ya es pasado.
Por lo menos así lo creo yo. Si lo mío fuera sólo ingenuidad, a la fecha, no me
enteré y confío no enterarme si hubo porciones adicionales de la pitanza.
¡Ah! En la reunión, de la empresa, del último fin
de año nos encontramos con Adriana y Osvaldo pero sólo nos saludamos
cortésmente, -las chicas con cara de nunca cogidas- cada pareja en su mesa con otros comensales
y, a fiesta terminada, ellos a su casa y nosotros a la nuestra.
Fuente: Gemidos
http://www.argentina-escorts.com/relatos/intercambio/relatos-eroticos-vos-a-mi-casa-yo-a-la-tuya-.htm
Aunque nos guste lo que tenemos, lo que tiene el prójimo quisiéramos probarlo. La inversa, que el prójimo pruebe
lo que tenemos, por lo general no es de
nuestro agrado. Ese es mi caso pero no el de mi compañero de trabajo Osvaldo, su esposa Adriana y mi mujer
Leticia, como descubrí, con sorpresa, una noche de fines del 2005, en una de
esas reuniones que organizan las empresas para cerrar el año.
Los cuatro estamos más cerca de
los 35 años que de los 30. La dos chicas son de belleza nada frecuente,
rubias naturales de aproximadamente 1,78 de estatura Adriana, algo más baja,
1,70 mts. Leticia, ambas beneficiadas por Madre Natura, con delicadas
facciones, ojos claros, curvas y senos generosos. Producidas con esmero y buen
gusto, durante la cena, acaparraron los ojos de muchos comensales.
Osvaldo y Leticia tuvieron largos
momentos de dedicación exclusiva pupilas en las pupilas. De mi parte no me
privé de disfrutar de la anatomía de Adriana y de intercambiar con ella miradas
pero de un modo más medido, aunque insinuante. A la hora de bailar, comenzó a
delinearse lo que sucedería más tarde ese día. Cuando en el salón se difundió
la música lenta, para el agarre, Adriana abrió el juego, se soltó del marido y
vino donde estábamos danzando nosotros: “Leticia, prestame a Víctor y vos bailá
con Osvaldo, rompamos la rutina ¿te parece?” ¨¡Regio!..dale..” aceptó sonriente
mi mujer y se fue a los brazos que les habían ofrecido.
Adriana no dejó resquicio entre su
cuerpo y el mío y, como no podía ser de otro modo, al segundo bolero mi
erección se hizo insoslayable para ella que, lejos de apartarse, rozaba su pelvis en el bulto con movimientos,
contenidos pero eróticos y mantenía sus ojos clavados en los míos. De pronto
pegó su mejilla a la mía y me susurró al oído: ¿Te fijaste lo bien que lo están
pasando Leticia y Osvaldo?”. Los busqué entre las demás parejas, abroqueladas.
Efectivamente estaban muy juntos y comiéndose con los ojos. No me gustó, para
nada, pero no creí que pasase de un juego, común y silvestre , de seducción:
“Si, parece que se llevan de maravillas ¿y por aquí, nosotros, como andamos?
¿Ehh?” respondí. “ “¡Yo muy a gusto! ¿Y vos?....” Con intervalos en la mesa
para beber algo y bajar el nivel de ansiedad, intercalando salidas a la pista
con otras parejas (por las apariencias), seguimos bailando la mayor parte de la
velada, mi esposa con Osvaldo y la esposa de éste conmigo.
Ya avanzada la noche Adriana fue
directa al punto: “decime ¿para el sexo, vos sos nómade o sedentario?”
“Yyyy...a veces...alguna vez me distraigo viajando..” “¡qué bueno!...a mi
tampoco me gusta siempre, siempre la misma sopa.....por suerte a Osvaldo
tampoco” hasta la parábola de la sopa yo creí que se estaba insinuando para un
encuentro conmigo a solas, (que yo me disponía a proponerlo) pero con la
mención del marido era obvio que la cosa iba más allá de una trampa: “..¿de que
estás hablando, preciosa?....¿de un enroque?..” Yo tenía convulsionada la circulación,
experimentaba un deseo irrefrenable por Adriana pero...pero no me convencía en
lo más mínimo que Leticia fuese la moneda de cambio, es más, iluso de mi,
estaba convencido que mi esposa jamás entraría en el juego por más que parecía
estar muy a gusto en los brazos de
Osvaldo. “..¡bingooo!..” susurró, otra vez a mi oído Adriana, y enseguida
agregó, siempre en voz bajita: “...volvamos a bailar con nuestras caras
mitades, a ver como podemos arreglarlo..” Me agarró de la mano y me arrastró
hacia donde estaban nuestras medias
naranjas.
“ Leticia, no se que te dijo o
propuso Osvaldo....son swingers....a mi ella me...” comencé a decirle
precipitadamente a mi esposa. Ella me interrumpió, cerrándome la boca con una
mano: “¡Callate que te puede oír alguien!....¡NO!,....no lo creo.....el me
dijo que de vez en cuando tiene alguna
zarpada...y su esposa también.....pero no relacionadas...” y, luego de una
pausa, ruborizándose un poco, continuó “me invitó a salir....me gusta su
gentileza, su simpatía.... su forma de ser... su nivel de conversación.....y
está muy bien....es un lindo.....la verdad que no me disgusta la propuesta.” Yo
permanecí callado, sorprendido “....sólo salí con otro que no seas vos.....el
día que vos sabes, con Luis (era un ex novio de los tiempos de la facultad, con
el cual tuvo una escapada después de casada conmigo y que yo descubrí, no viene
al caso contar ahora como, y perdoné..)...y vos...vos...vos estas a mil con la
esposa......te la estas culiando con la vista.....¿ya arreglaste cuando la vas
a voltear?..¿porque no esta noche?”
A este punto era obvio que Leticia
estaba dispuesta a transgredir. Sería esa noche o el día siguiente o en
cualquier otra ocasión no lejana. Me enrostraba la apretada con Adriana como
supuesto justificativo de lo que estaba tentada a llevar a cabo. Molesto y
perplejo, volví a la mesa, seguido por mi esposa. Estaba choqueado por la liviandad con que ella admitía que
intimara con otra con tal de satisfacer
los deseos que le había despertado otro hombre. No me entraba en la
cabeza y no era compatible con el perfil que de ella tenía asumido.
Permanecimos en silencio un buen
tiempo, hasta que se reunieron con nosotros los otros dos actores de la
vivencia. Mi silencio no fue pasivo, no por golpeado había dejado de razonar y
concluido que si mi mujer estaba caliente con Osvaldo aunque no me gustaba, en
lo más mínimo, que éste se la cogiera, tampoco tenía como evitarlo visto que
Leticia me había dicho de frente que lo tenía decidido...sólo había pretextado,
débilmente, celos y devolución de favores. Por lo tanto cuando Osvaldo forzó la
definición: “..esto ya está casi agotado, ya muchos se fueron, ¿como seguimos
nosotros?” respondí lo que quería (querían) oír: “..nos vamos también....sólo
falta decidir quien se va con quien....“Yo no voy a otro lado que no sea mi
casa, ¡eh!”, aclaró Adriana. Osvaldo asumió como acordado que su mujer se iría
conmigo, sin esperar la opinión de los demás: “ Bueno, si vos la llevas a
Adriana, yo la llevo a Leticia, ¿que
decís Leticia? “ Antes que ésta asintiera con leve movimiento de la cabeza, él
le puso broche a la cosa: “vos a mi casa yo a la tuya”, dirigiéndose a mi. Ya
en la cochera, antes de separarnos, cada pareja en busca de su auto, Adriana
marcó el tiempo para la experiencia “Hasta mañana,..¡ahhh! son pasadas las
2,...por favor que los varones no vuelvan a casa antes de las doce...mejor de
la una de la tarde....” Leticia esquivó mis ojos “hasta mañana” dijo en voz
baja y se encamino detrás de Osvaldo que señalaba el camino.
Tragué el sapo, no iba al shopping, iba a que se la culiara (así le
gustaba decir a ella) el mono ese, y en nuestra casa, el resto de la noche y la
mañana siguiente. Amagué con llamarla pero me quedé en el amague.
Abrí la puerta derecha del
automóvil y esperé que se sentara
Adriana. Di la vuelta y entré al coche. “Vamos a pasar la noche juntos y
todavía no me diste un beso,...le corresponde al hombre dar el primero...” acercó sus labios a los míos y nos besamos,
yo sin gran entusiasmo; aun no digería (en rigor nunca lo digerí) Leticia con
un tipo encima que la acariciase, besase y le llenase la vagina con su verga.
Llegamos a la puerta del chalet,
de mi acompañante, en Parque Chacabuco. Estacioné en la cochera, bajé, abrí la
puerta del auto y subimos los cuatro o cinco escalones de desnivel entre el
garage y la entrada a la casa. Ya en el interior, nuevos besos un poco más
intensos que el primero. Adriana propuso que tomáramos una ducha por lo
transpirados que estábamos debido al baile y demás actividad del día: “bañate
vos primero, mientras yo preparo algo para beber y lo dejo al frío en la
heladera...después me baño yo...arriba en el placard están los toallones, elegí
el que quieras.”
Además de la bebida, puso una
música suave. Salí de la ducha, con calzoncillo y envuelto en el toallón. A su
turno ella salió del baño dispuesta a matar: con sólo una bombacha verde clara
y, en lugar del corpiño, una especie de chalina (o pañolón) de símil seda del
mismo color colgada del cuello que bajaba cubriendo parcialmente el frente de
los senos y terminaba cosida en la tanga, formando con éste una única prenda
íntima.
Mirando de costado los senos
generosos eran una fiesta. Fue a la cocina seguida por mi mirada cautiva de su
cuerpo ondulante y volvió con dos copas,
con bebida hasta la mitad. Se las quité (y las dejé sobre una mesita), mi
toallón cayó al piso, la tomé entre mis brazos y le di besos cada vez más ardientes en la boca, en
los ojos, en el cuello.
Con suavidad estiré la chalina, la
pasé de atrás hacia adelante de su cabeza y la dejé caer; comencé a besar las tetas y luego fui bajando
por la pancita, jugué con la lengua en el ombligo y acometí con intención de
bajar el calzón. “¿No tenés sed Victor? El cóctel se está calentando...” “¿Más
que yo? No creo...¿la cama?” “por esa puerta” la señaló con el dedo índice. Y
ahí fuimos.
Ya al costado de la cama le saqué
la tanga + chalina y bajado a la concha trabajé de lengua, mientras Adriana
gemía, se contorsionaba y me tironeaba del cabello. Al cabo de unos minutos,
tironeó con más fuerza de mi cabello hasta obligarme a erguirme y, a
continuación quitarme el calzoncillo. Liberada mi verga rígida, saltó como
impelida por un resorte: “Guauuuuu!!! Tu pene es realmente hermoso,
Viiiiiiictor!!!!” exclamó ella y me empujó de espaldas sobre la cama y acometió
contra el totem que apuntaba al cielorraso. Me lo chupó todo, primero los
huevos, el tronco y la cabeza luego. Se lo metió en la boca y se entretuvo con
él unos minutos. No muchos: se tiró encima mío, me dió un besote alucinante y
exigió: “¨Cogeme de una vez, por favooooor!!!!!¨.
No me opuse. (sólo averigüé si
podía ser sin condón. Podía) Se la puse suave pero firmemente hasta que entró
totalmente en su concha. Juntamos las bocas en un beso prolongado mientras
lentamente sacaba el muñeco hasta que sólo la punta quedó a la entrada de la
cueva de Adriana que manifestó su disconformidad: "dale!!!..así
noooo...quiero que me la pongas dentro....cogeme...." Y le di, y me di el
gusto entrando y saliendo lenta y suavemente pero sin pausas mientras la besaba en la boca de tanto en tanto.
Era indescriptible la sensación
que experimentaba: mi goce era compartido, ella gemía, reía, gritaba y estalló
en varios orgasmos, que evidenció con profundos suspiros y sus uñas hundidas en
mi espalda. Cuando sintió mi semen derramarse en su interior, redobló la
presión de sus uñas y contrajo, repetidamente, la concha como queriendo
exprimir hasta la gota más insignificante.
Recobrada la calma, cuando aún
estaba encima de ella me dijo sonriendo: “nunca me habían cogido como
vos,....así suavemente...despacito...sin pausa....me encantó!!” Me halagó pero,
a la vez, me hizo recordar que Leticia, acostumbraba emitir comentarios
laudatorios similares, cuando terminábamos de hacer el amor, sobre mi forma de
hacerlo. Sentí la mano gigante de los celos oprimirme el pecho.
Desoí los argumentos, ruegos e insultos de Adriana,
a las 5:30 salí del garage para volver....a la casa de mis padres. Papá es de
los que se levantan con las primeras luces de la mañana, me abrió la puerta y
quedó perplejo cuando le pregunté si podía quedarme, porque: “Leticia y yo nos
vamos a separar”.
Volví a nuestro departamento,
asegurándome previamente que no
estuviese Leticia, sólo una vez el día siguiente para llevarme mis cosas
personales. Con ella hablamos por teléfono, pasadas las fiestas 2005-2006 vino
a la casa paterna, luego nos encontramos por su insistencia varias veces en
distintos lugares. Me rogaba que volviera con ella, argumentando que nos amábamos, que lo que se
había gestado en la reunión de fin de año, sólo fue un cóctel de miserias
humanas: celos, revanchismo, excitación, etc...todas aumentadas por la ingesta
de alcohol pero, todo sumado, no excedía la magnitud de un tropezón. Lo nuestro
era lo permanente.
La condición humana es, repito, compleja: mi machismo y egoísmo se opusieron
hasta casi finalizado febrero. En marzo nos fuimos juntos de vacaciones, un
largo viaje por la ruta 40 a
la sombra de la cordillera de los Andes. El amor no es perfecto, para eso es
amor, sin embargo en hoteles, moteles, cabañas, en el auto y al cobijo de la
vegetación andina, comprobamos, una vez más, que no hay mejor que el que nos
hacemos recíprocamente.
De la noche de fines de 2005, sólo
hablamos una vez en una cabaña al pié de los Andes con la premisa de agotar la
reciprocas inquietudes en esa conversación/relato y nunca más volver sobre el
tema: yo hice una síntesis de lo ocurrido a solas con Adriana, que habíamos
cogido sólo una vez, que había disfrutado pero que una vez calmado el embale
erótico me había ido a lo de mis padres. Leticia, incrédula, me hizo repetir
eso de un solo polvo: “¿si queres te lo juro?” “¿juras?...¿por que juras?”
“por...por la Biblia”
le dije. “¡no seas cínico,....si sos agnóstico!! ..no es necesario, te creo...y
si no es cierto lo mismo da”.
Ella en cambio había pernoctado
con Osvaldo; eso sí en el cuarto de huéspedes “me dio cosa hacerlo en nuestra
cama” aclaró como si eso fuese un mérito. Según ella se hizo rogar largo
tiempo, no podía decidirse, pero al final cedió a la calentura, tres veces, eso
si “con preservativo, a pesar de que tomo las pastillas” ¡qué considerada,
preservó la concha para mi!! (todas las cogidas fueron satisfactorias
reconoció, pero “nada comparables con las culiadas con vos” aseguró, sospecho
que, para mantener alta mi autoestima), la última a mañana avanzada después de dormir unas
horitas, para recuperarse de las dos primeras. Si uno se sirve tres porciones
es porque el pastel de carne está delicioso, pensé.
Bueno, sea como fue, ya es pasado.
Por lo menos así lo creo yo. Si lo mío fuera sólo ingenuidad, a la fecha, no me
enteré y confío no enterarme si hubo porciones adicionales de la pitanza.
¡Ah! En la reunión, de la empresa, del último fin
de año nos encontramos con Adriana y Osvaldo pero sólo nos saludamos
cortésmente, -las chicas con cara de nunca cogidas- cada pareja en su mesa con otros comensales
y, a fiesta terminada, ellos a su casa y nosotros a la nuestra.
Fuente: Gemidos
http://www.argentina-escorts.com/relatos/intercambio/relatos-eroticos-vos-a-mi-casa-yo-a-la-tuya-.htm
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