ME SENTÍA LA ‘CULIPRONTA’ MÁS FELIZ DE ESTE MUNDO
Luego de compartir la llegada de un nuevo año reunida con mi familia y algunos amigos, de disfrutar el olor de la molienda y el sabor dulce de la caña, regresé a Bogotá con un bronceado envidiable y la tristeza de no haber liberado aquellos fluidos que arden en mi cuerpo.
En mi apartamento, y ya cerca del día de mi cumpleaños, me preparaba para salir con varios amigos a ver el más reciente estreno de la cartelera.
De pronto, en el identificador de llamadas leí su nombre: Marcos. El hombre que siempre me había movido la aguja.
Al terminar el colegio, salimos algunas veces. Sin embargo, me parecía muy niño para mí. Me gustaba, es cierto, pero también su hermano Federico me atraía. Luego, Federico se enlistó en el Ejército, y no nos volvimos a ver.
El teléfono dejó de sonar, y me pareció increíble que no lo hubiera contestado. Era Marcos, y me había permitido el “lujo” de no responder a su llamada.
Muchas preguntas pasaron por mi cabeza: ¿estaría más guapo?, ¿besaría mejor?
De repente, tomé el teléfono y le marqué.
- No alcancé a contestar tu llamada, porque estaba en el baño- le dije. Él me felicitó por mi próximo cumpleaños, y después de un instante me preguntó si tenía planeado hacer algo esa noche.
-Nada- le respondí.
-Entonces pasó por ti en una hora- dije, sorprendida por su seguridad y por la rapidez con que le respondí que sí. A veces, dice mi mamá, es bueno hacerse la rogada con los hombres. “A las culiprontas casi siempre les va mal”, dice mi vieja, cuando deja salir del closet la placera que lleva dentro.
Había pensado salir con varios amigos, pero la llamada de Marcos me obligó a cambiar los planes. Luego llamarlos y decirles que de repente me había comenzado a sentir maluca, me puse un pantalón que resaltaba mis bronceadas nalgas y una blusa descotada que dejaba poco a la imaginación.
Mientras me veía pintar los labios en el espejo del baño, imaginaba a Marcos cogiéndome las tetas y metiendo sus manos por ente mis bragas. Empecé a mojarme.
“Y pensar que mi mamá detesta a las “culiprontas”- pensé.
A las siete en punto sonó el timbre. Marcos subió hasta el apartamento y bajamos en el ascensor. “Hueles rico”- me dijo, y se me acercó. Sentí el aroma de su colonia y el calor de su respiración. Y me estremecí, pero él pareció no darse cuenta.
Fuimos a un bar a tomarnos unos cuantos aguardientes para amenizar el rato.
Yo estaba fascinada con ese hombre: era alto y fuerte. Me hablaba con sensualidad, mientras yo cruzaba las piernas y me mordía los labios de las ganas. Los pocos tragos me hicieron perder la timidez y resultamos bailando amacizados.
El bulto de su pene rozaba contra mi cuca, lo que me ponía cada vez más caliente. Sentí sus manos en mis nalgas, atrayéndome hacia él. Su verga quería salírsele del pantalón y mi mojada cuca le pedía que lo hiciera.
El fin de la música fue el comienzo de nuestra locura. Llegamos a mi apartamento en segundos, así como en segundos Marcos tenía mis tetas entre sus dulces labios.
No lo podía creer. Nunca antes me había sentido tan arrecha. Me bajó el pantalón y los labios de mi vagina mordieron mi diminuta tanga. Estaba empapada. Sentí su dedo escarbando dentro de mí. Luego, se agachó y metió su lengua en mi cuca.
Me volví loca, lo apretaba tanto que casi lo ahogo, quería que metiera hasta su nariz. No podía controlarme… ahhh, que delicia.
Luego de venirme precipitadamente
, decidí apoderarme de él. Su camisa quedó a los pies de mi cama, mientras mi boca deslizaba sus bóxer blanco hacia abajo. Su verga estaba dura y me lancé hacia ella a chuparla como si fuera un delicioso helado.
Volví a mis épocas de niña. No paraba de lamerla y chuparla, mientras sentía temblar de placer a mi Marquitos. Se la quería arrancar, por Dios que sí.
Para tener el control, me subí sobre él y pude sentir como me la zampaba toda. Nos movíamos como locos, como si fuera la última vez, como nunca me habían comido y en mi propia casa. Marcos me besaba con pasión y yo me movía sin compasión.
Me puse en cuatro. Marcos me penetraba tan rico que no quería que terminara. Me palmoteaba las nalgas y eso me arrechaba más. Me susurraba palabras sucias al oído, mientras yo le suplicaba que siguiera, que no parara.
Sentía cómo ardía por dentro. Estaba a punto de explotar. De pronto, su semen caliente explotó dentro de mí. Yo también exploté de gozo y de emoción.
Era tarde, pero decidimos ducharnos. El agua tibia que bajaba por su cuerpo encendía el calor de nuevo. Quería que me volviera a besar la cuca, quería comerme su verga otra vez. Me sentía la “culipronta” más feliz del mundo. Estaba tan mojada, como lo estoy ahora.[/b]
Dejen sus comentarios!! 🙎♂️ 🙎♂️ 🙎♂️
Luego de compartir la llegada de un nuevo año reunida con mi familia y algunos amigos, de disfrutar el olor de la molienda y el sabor dulce de la caña, regresé a Bogotá con un bronceado envidiable y la tristeza de no haber liberado aquellos fluidos que arden en mi cuerpo.
En mi apartamento, y ya cerca del día de mi cumpleaños, me preparaba para salir con varios amigos a ver el más reciente estreno de la cartelera.
De pronto, en el identificador de llamadas leí su nombre: Marcos. El hombre que siempre me había movido la aguja.
Al terminar el colegio, salimos algunas veces. Sin embargo, me parecía muy niño para mí. Me gustaba, es cierto, pero también su hermano Federico me atraía. Luego, Federico se enlistó en el Ejército, y no nos volvimos a ver.
El teléfono dejó de sonar, y me pareció increíble que no lo hubiera contestado. Era Marcos, y me había permitido el “lujo” de no responder a su llamada.
Muchas preguntas pasaron por mi cabeza: ¿estaría más guapo?, ¿besaría mejor?
De repente, tomé el teléfono y le marqué.
- No alcancé a contestar tu llamada, porque estaba en el baño- le dije. Él me felicitó por mi próximo cumpleaños, y después de un instante me preguntó si tenía planeado hacer algo esa noche.
-Nada- le respondí.
-Entonces pasó por ti en una hora- dije, sorprendida por su seguridad y por la rapidez con que le respondí que sí. A veces, dice mi mamá, es bueno hacerse la rogada con los hombres. “A las culiprontas casi siempre les va mal”, dice mi vieja, cuando deja salir del closet la placera que lleva dentro.
Había pensado salir con varios amigos, pero la llamada de Marcos me obligó a cambiar los planes. Luego llamarlos y decirles que de repente me había comenzado a sentir maluca, me puse un pantalón que resaltaba mis bronceadas nalgas y una blusa descotada que dejaba poco a la imaginación.
Mientras me veía pintar los labios en el espejo del baño, imaginaba a Marcos cogiéndome las tetas y metiendo sus manos por ente mis bragas. Empecé a mojarme.
“Y pensar que mi mamá detesta a las “culiprontas”- pensé.
A las siete en punto sonó el timbre. Marcos subió hasta el apartamento y bajamos en el ascensor. “Hueles rico”- me dijo, y se me acercó. Sentí el aroma de su colonia y el calor de su respiración. Y me estremecí, pero él pareció no darse cuenta.
Fuimos a un bar a tomarnos unos cuantos aguardientes para amenizar el rato.
Yo estaba fascinada con ese hombre: era alto y fuerte. Me hablaba con sensualidad, mientras yo cruzaba las piernas y me mordía los labios de las ganas. Los pocos tragos me hicieron perder la timidez y resultamos bailando amacizados.
El bulto de su pene rozaba contra mi cuca, lo que me ponía cada vez más caliente. Sentí sus manos en mis nalgas, atrayéndome hacia él. Su verga quería salírsele del pantalón y mi mojada cuca le pedía que lo hiciera.
El fin de la música fue el comienzo de nuestra locura. Llegamos a mi apartamento en segundos, así como en segundos Marcos tenía mis tetas entre sus dulces labios.
No lo podía creer. Nunca antes me había sentido tan arrecha. Me bajó el pantalón y los labios de mi vagina mordieron mi diminuta tanga. Estaba empapada. Sentí su dedo escarbando dentro de mí. Luego, se agachó y metió su lengua en mi cuca.
Me volví loca, lo apretaba tanto que casi lo ahogo, quería que metiera hasta su nariz. No podía controlarme… ahhh, que delicia.
Luego de venirme precipitadamente
, decidí apoderarme de él. Su camisa quedó a los pies de mi cama, mientras mi boca deslizaba sus bóxer blanco hacia abajo. Su verga estaba dura y me lancé hacia ella a chuparla como si fuera un delicioso helado.
Volví a mis épocas de niña. No paraba de lamerla y chuparla, mientras sentía temblar de placer a mi Marquitos. Se la quería arrancar, por Dios que sí.
Para tener el control, me subí sobre él y pude sentir como me la zampaba toda. Nos movíamos como locos, como si fuera la última vez, como nunca me habían comido y en mi propia casa. Marcos me besaba con pasión y yo me movía sin compasión.
Me puse en cuatro. Marcos me penetraba tan rico que no quería que terminara. Me palmoteaba las nalgas y eso me arrechaba más. Me susurraba palabras sucias al oído, mientras yo le suplicaba que siguiera, que no parara.
Sentía cómo ardía por dentro. Estaba a punto de explotar. De pronto, su semen caliente explotó dentro de mí. Yo también exploté de gozo y de emoción.
Era tarde, pero decidimos ducharnos. El agua tibia que bajaba por su cuerpo encendía el calor de nuevo. Quería que me volviera a besar la cuca, quería comerme su verga otra vez. Me sentía la “culipronta” más feliz del mundo. Estaba tan mojada, como lo estoy ahora.[/b]
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